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Nocturno por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Crazy Cat Lady quien me sugirió a la pareja y parte de la estructura de la trama, espero que te guste pues sé que no es exactamente lo que sugeriste.

 

Notas del capitulo:

 

Debo aclarar que estaba enferma cuando hice este fic, así que dejo a su juicio el resultado.

Aparte me pareció bien subirlo en estas fechas, que la pasen bien si es que festejan a los que se han ido, y si no, también espero que estén bien.

 

 

 

 

Todo lo que la noche

Dibuja con su mano

De sombra:

El placer que revela,

El vicio que desnuda.

 

—Sean bienvenidos—decía el refinado caballero.

Definitivamente una persona podía sentirse bienvenida cuando el líder de la magnífica casa a la que estaban entrando se encontraba en la amplia puerta abierta de par en par recibiendo a todos por igual, con la amabilidad y cortesía debida a su nombre, sin titubear, dándose su sitio, cediendo el paso a los recién llegados vestidos con ropajes elegantes de otras épocas, de otras vidas, de tiempos en que ya nadie pensaba pero ellos sí. Ninguno de los presentes pensaba olvidar la historia que los unía, que les permitía ser parte de todo ello, de esa noche en que recordaban al reunirse quienes eran y de paso se lo mostraban a los demás, una especie de mirada altanera, retadora, decir “Somos nosotros” y no pensar en ceder ni un paso debido a ello.

Para el pequeño grupo que terminaba de entrar era una especie de aventura la que estaban corriendo, una riesgosa sin duda alguna, de ser descubiertos pagarían muy caro el atreverse a poner su pie en ese sitio, pero no les importaba o pretendían que no les importaba en todo caso. Bajo la ropa que utilizaban, que para ellos eran meramente disfraces, con el antifaz reglamentario para esa noche cubriendo sus varoniles rostros, no dejaban de mirar alrededor. Una parte de ellos se sentía viva, con la sensación del peligro y el desafío a lo que se les enseñaba, pero eran jóvenes aún y sentían un placer de lo prohibido que no dejaba de ser gratificante. Eran cuatro solamente, pero no era necesario nadie más, podrían contarles a los demás de su casa la aventura que correrían y no dejarían de tener sus miradas de admiración por lo que habían hecho. Tal vez también una seria reprimenda por los mayores, pero igual lo valdría.

El sitio estaba engalanado, una construcción de más de tres siglos que se erigía en la base de tierra firme, pasando los bosques, diciendo que era dueña del lugar, que veía venir a cualquiera que llegaba a sus puertas ¿incluso a sus enemigos los habría visto a ellos? Que importaba, estaban dentro, contemplando esos salones, las paredes adornadas, las luces de los candelabros encendidas y reflejando los antiguos muebles, las finas tapicerías, los cuadros de todos aquellos que vivieron entre sus muros, las historias de sus glorias y triunfos,  era el sitio esplendente que debía ser, ni más ni menos. Todos los presentes eran parte de esa casa, exceptuando a los intrusos, todos parte de una tradición, una leyenda, un algo que ya no se vería ni existía en el resto del mundo, podría parecerse, ser imitado, pero ellas eran reales, los demás solo pretendían.

—     Toda una noche para enmascararse—decía uno de cabello morado.

—     No deben soportarse a sí mismos para hacer algo semejante—complementó otro de cabello plateado.

—     Deben cansarse de ser ellos—agregó de tercero un rubio dorado.

El cuarto de la escena no decía nada, solo callaba, aguardando, esperando, sintiendo ese ambiente que se llenaba de una descarga intensa pero solo por lo que vivía en su interior, el impulso reprimido de salir corriendo y ser libre, como lo hacía en los bosques antes del amanecer. Su ser se llenaba de impaciencia, por alcanzar lo que lo había llevado esa noche a ese lugar, tan solo podía tratar de aguardar, pero no se contenía a sí mismo, era imposible, su corazón estaba desbordado, y aun así tenía que aguardar.

—     Veamos que hay por aquí.

El que hablaba era el de cabellos dorados, sus ojos eran del mismo tono, y su porte tan arrogante hubiera hecho que se notara en cualquier lugar, pero ¿Quién hubiera adivinado entre los presentes que se atreverían a entrar, ellos justamente, a ese sitio? Nadie parecía pensarlo siquiera, así que contaban con moverse con cierta libertad.

—     Te sigo Radamanthys—fue la respuesta—Pero dudo que encontremos demasiado en este sitio, es su mausoleo solamente.

Quien había tomado la palabra era el joven de los cabellos morados, interesantemente sus ojos eran del mismo color, pero si bien no contaba con el porte de su amigo y compañero, si equilibraba su personalidad con su seguridad y suficiencia.

—     Son demasiado engreídos, por eso viven de esta manera, no son más que unos chupasangre—lanzó el tercero.

Más joven, menos moderado, inteligente pero sin soportar desplantes, sus cabellos plateados eran todo un contraste con su mirada dorada, y sin duda su belleza perfecta era un baluarte a sus deseos.

—     Mide tus palabras Minos—dijo finalmente el cuarto.

Los otros tres lo miraron, no había dicho apenas nada desde que salieran de su refugio para llegar ahí y ahora les salía con eso.

—     ¿A ti que te pasa Death Mask?—le espetó de inmediato el de largos cabellos plateados.

—     ¿Es que crees que estos estirados son mejores que nosotros?—preguntaba airado Aiocos.

—     ¿No te estarás arrepintiendo de venir, verdad?—se burlaba Radamanthys.

Pero el último del pequeño grupo, de cabellos y ojos azules cubiertos de melancolía hiriente ni siquiera los miró, se limitó a decir lo que pensaba con claridad, pero así era él, se guardaba todo y cuando decía algo era algo en lo que creía realmente.

—     Si sigues hablando de tal manera serás escuchado y todos seremos descubiertos por tu imprudencia—continuó el de mirada azulada.

—     Ni que les tuviera miedo a estos—fue la respuesta de Minos.

—     La prudencia no es miedo, nunca iniciemos batallas que no podemos finalizar.

—     Déjate de tonterías.

—     Me dejaré de tonterías cuando diga algo tonto, si somos descubiertos habrá problemas y de ninguna manera saldremos invictos, los nuestros se enteraron y serán dos batallas que pudimos evitar, la de esta casa y la de nuestra casa contra nosotros.

Los tres lo miraban en silencio, les molestaba que llevara razón en sus palabras, pero era mejor atenderlas y no buscar provocaciones extras a las que ya habían llevado a cabo, debían ser discretos.

—     Sigamos con esta noche—sugirió Death Mask.

Se mostraron de acuerdo.

Al mismo tiempo que los que irrumpían en el lugar hablaban, a la distancia bajo el mismo techo, una figura solitaria miraba la noche, sin estar seguro de lo que le traerían esas horas, preguntándose a sí mismo lo que le inquietaba.

—     ¿Será la soledad mi destino? ¿O tú, luna, me traerás lo que mi ser anhela?

Cerró sus castaños ojos que hacían juego con sus igualmente castaños cabellos resplandecientes, había como un temblor en su interior pero no era de miedo, nada de eso, era la expectativa, la suave espera, la seguridad de lo que no se ve, la certeza de lo que se espera. 

Terminó por caminar hacia el salón donde se llevaba a cabo la parte principal de la fiesta, pues sabía que los invitados, todos conectados con su casa, se irían desplegando a los salones adjuntos y se permitirían unas horas de contemplación mutua para decir, en su mayoría, adiós de nuevo. Sus pasos resonaban en los pulidos pisos pero deseaba dirigirse a una parte en específico, no al salón directamente pero si muy cerca. Siendo así alcanzó lo que parecía un balcón interior, una hermosa construcción dorada que permitía la vista de los presentes, la gente con la que había convivido todo ese tiempo, aquellos a quienes habían inculcado una mutua lealtad que debía corresponderse.

Desde lo alto observaba las máscaras aterciopeladas, antifaces que ocultaban en medio de la danza rostros, expresiones de dicha y desgracia, pero nada de eso le interesó cuando notó sin inconvenientes, como un suspiro, que era observado. Vio sus azules ojos fijos en él, esa intensidad que no le permitía alejarse, llegaba con fuerza a su interior esa presencia que lo llenaba todo, desvaneciendo cualquier imagen que pudiera haber existido antes. Recordó como respirar y sin más se dispuso a seguir su camino, el oro hizo lo mismo.

Casi hubieran echado a correr, escapando como los seres alados de la tormenta, pero en su caso no huían, buscaban, casi juraban que podían escuchar esos pasos, la respiración, sentían esa mirada, eran capaces ¿de qué manera? Tal vez porque el destino se les habían presentado sin aguardar. La música vibraba y las luces iluminaban, aún en la oscuridad del último interminable pasillo pudieron ver con claridad, se habían encontrado, sus miradas hablaban mejor que cualquier palabra salida de sus labios y se entregaron sin más a ese descanso de lo prohibido en medio de la noche. Se estrecharon con fuerza, con necesidad, con todo lo que ese otro joven despertaba en ellos.

—     Aioros…

—     Death Mask…

—     Todo mi ser palpita ante este deseo de ti que embriaga mis sentidos como el vino más dulce.

—     Me he vuelto una sombra, acechando por la mínima luz que emana de tu presencia para poder existir.

—     Mi cuerpo arde por el tuyo—murmuró contra su oído.

—     El deseo de ti me agobia—respondió en igual tono.

Sin aguardar se escabulleron de inmediato por el lugar, el castaño iba por delante, encon5rando el camino más corto hasta la recámara, tomando de la mano al de cabellos azules que se dejaba guiar como quien es guiado por el deseo. No iban a  aguardar más para unirse, lo habían prometido, vivían solamente para el otro y no pensaban aguardar más por ese momento, lo que sus casas, sus familias, los demás pudieran decir al respecto nada les interesaba, solo querían ser felices juntos.

Caminando en las penumbras que inundaban esa parte de la enorme propiedad no pudieron sino pensar en lo que había sido esa relación suya, a espaldas de todos, como parte de casas enfrentadas por generaciones. No podía ser de otra manera cuando se cobijaban unos bajo los mantos de un vampiro, y los otros en las pieles de un lobo.

 

**********

 

Todo lo que la sombra

Hace oír con el duro

Golpe de su silencio:

Las voces imprevistas

Que a intervalos enciende,

El grito de la sangre,

El rumor de unos pasos

Perdidos.

 

La primera vez que se vieron Death Mask de Cáncer y Aioros de Sagitario no tenían consciencia del hecho que sus familias no eran amigas, lo ignoraban en realidad pues no sabían siquiera de la existencia del otro. El de cabellos azules había tomado la costumbre de vagabundear por los amplios bosques que rodeaban la propiedad de su casa, los suyos habían tomado posesión de un alcázar que aglutinaba los gustos de sus habitantes, relatando historias que los demás habían olvidado, elevados sobre la roca guardaban su paso a los bosques celosamente. Era tal vez lo que en verdad estimaba de ese sitio, sus bosques, esos árboles corpulentos, las fragancias de las hierbas, las flores luminosas, las voces de los animales, del silencio, eso le daba una profunda tranquilidad. Se sentía él mismo cuando podía escaparse y correr, libremente correr, ser él solamente, dejándose llevar por su propia naturaleza.

Ese mismo deseo de libertad al correr lo llevó algo más lejos de lo habitual, a una parte que podría decirse conectaba a más caminos de los que se pudiera pensar y en ese caso fue al mismo camino de un joven castaño quien tan solo deseaba encontrar el camino de regreso a la casa de los suyos. Aioros había salido temprano en busca de flores nocturnas, florecientes a los últimos rayos de la luna, pero se había alejado de su sendero y ahora no estaba seguro de cómo volver. Al ir con pasos rápidos decidió que cruzando por el arroyo podría orientarse mejor a pesar de ser un tanto riesgoso, el agua podría lastimarlo, pero parecía la mejor opción. Saltó por encima de las rocas, con cuidado, piedras lisas por el paso incesante del agua corriente, estaba por lograrlo, cuando dio el último salto, pero resbaló. Su cuerpo cayó hacia adelante y con gran habilidad esquivó casi toda el agua, excepto por su mano, que se vio herida.

El castaño se puso de pie, intentando no tocarse en la herida, debía volver cuanto antes, caminaba aprisa, pero le daba la impresión que no estaba solo y cuando volteó de repente ya estaba alguien ahí. Estaban bajo los últimos clamores de la noche y de inmediato sintieron como una corriente que los arrojaba uno al lado del otro ¿era un sueño acaso? ¿Un espíritu del bosque? ¿Un ser nacido de fuego que solo él podía apaciguar? El que tenía cabellos y ojos azules fue de inmediato a su lado y sin ninguna palabra lo auxilió de inmediato, sin dejar de exudar su virilidad, sin notarlo siquiera. Un silencioso chico de mirada parda se dejaba hacer, sin voluntad para nada más que quedarse ahí, justo donde estaba.

—     El agua corriente parece peligrosa—dijo el de ojos azules.

—     Gracias—respondió el otro.

Su herida estaba cubierta ahora pero eso no le importaba, no dejaba de ser notado por ese joven de pie ante él, como si fuera la masculina delicadeza en persona.

Sus miradas se encontraron sin perder el tiempo, brillantes, intensas, únicas, pero no pudieron dejar de notar algo más: estaba por amanecer. Era el momento de regresar.

—     Debo irme—dijo el castaño.

—     Yo también.

—     Pero en verdad agradezco tu ayuda.

—     No fue nada.

—     Soy Aioros de Sagitario.

—     Un placer, Death Mask de Cáncer.

De pronto era como no saber qué más decir, solo quedaba algo por hacer.

—     Adiós—dijo Aioros.

—     No, hasta pronto—aseguraba Death Mask.

Con una suave sonrisa en sus rostros siguieron con su camino, tal vez debió llamarles la atención el rumbo que tomaban pero no lo hicieron, después de esa sonrisa no pensaron en nada más, en nadie más.

Así inició todo entre los dos.

Se vieron de nuevo cuando el joven de Sagitario dio su mejor esfuerzo en la competencia de arquería, la cual ganó pues era un maestro; el de Cáncer no dejó de impresionar compitiendo en los bosques con los suyos, corriendo sin perder un paso y siempre ganando. No se veían de cerca, solo a la distancia y en silencio uno observaba al otro y lo sabían pero también comprendieron lo que estaba ocurriendo. Los suyos eran oponentes antiguos, por eso no creyeron que fuera correcto lo que hacían ¿Qué dirían los que les rodeaban ante una provocación que sacudía lo que cada uno era? Iguales en antigüedad y dignidad, opuestos en métodos y labores, ambos cobijados por la noche y siervos de la luna.

Las cosas tal vez hubieran quedado en ese punto entre los dos, solo un encuentro furtivo que no llevaba a nada, pero no fue así, porque el de cabellos azules no pudo dejar ir a ese hermoso castaño que lo había fascinado con su presencia evanescente, sus modales impecables, esa aura que lo rodeaba y a todo lo que hacía. Como si fuera más fuerte que él, el de Cáncer siguió a cierta distancia al de mirada parda, los demás cerca de la propiedad no le interesaban, los esquivó y no se dejó sorprender, la enorme propiedad mostraba como todo había sido doblegado a voluntad de los señores de esa tierra para formarlo a su gusto. Le daba la impresión de ser un sitio recargado, con ataduras, de comportarse y representar, entre los suyos las cosas no eran así, aunque terminó dejando todo de lado y se concentró en lo que lo había llevado hasta ahí.

—     Solo deseo verte—se dijo.

Era la razón por la que estaba en ese sitio, así que no tardó en instalarse entre los árboles, cubierto por el follaje, había trepado justo frente al balcón del de cabellos castaños, pasaría el tiempo pero ni siquiera lo sintió, todo fue olvidado cuando esa dulce imagen quedó ante sus ojos azulados.

El de cabellos castaños se dejaba acariciar por la brisa pues tenía las ventanas del balcón abiertas, no esperaba que fuera distinto de cualquier otra noche pero supo que no era así cuando adivinó una silueta entre los árboles, se sorprendió pero no tardó en reconocer de quién se trataba.

—     ¿Qué haces ahí?—le preguntó acercándose a la baranda de mármol y metal— ¿Eres acaso un cazador acechando a su presa?

—     Si hay una presa solo puede ser mi voluntad—respondió el de ojos azules—Está sometida a una castaña mirada que me ha hecho prisionero de sus encantos.

El de Sagitario se quedó sin voz por unos segundos, con su corazón latiendo firmemente de manera extraña, con el impulso súbito de la felicidad que no atinaba a reconocer, pero recordó la situación en la que se encontraban y entendía que necesitaba hacer algo antes que ocurriese una catástrofe.

—     Es mejor que te vayas Death Mask, podrían descubrirte—le advirtió.

—     Mil veces es mejor sucumbir que ser negado por el objeto de todos mis anhelos—dijo con arrojo el de cabello azul.

—     Solo por la noche que nos cubre no puedes ver lo que siento, el candor de estos sentimientos que cubren mi faz.

—     ¿Es acaso mi único deseo capaz de ser cumplido?

—     ¿Es acaso la luna testigo de mis palabras?

Sonrieron, pero justo en ese momento se escucharon sonidos lejanos, ecos de alguien más, pasos que chocaban sobre el piso pulido y liso, acompañados de voces de guardianes de ese lugar, se acercaban, ambos se daban cuenta. Aioros se sintió alarmado, dispuesto a hacer algo pero no sabía qué, en cambio Death Mask si lo supo, reaccionó a su impulso y sin aguardar, utilizando su perfecta habilidad de reflejos, solo con la fuerza de sus piernas, se abalanzó hacia adelante, como lobo saltando sobre las rocas. Cayó de pie en medio del balcón, sin problemas, como si no hubieran hecho esfuerzo alguno, dejando maravillado al castaño que parecía no respirar siquiera, pero antes de lograr dar una sola voz actuó también por impulso. Corrió hacia las puertas, dejando pasar primero al de pupilas azules, y las cerró de un solo movimiento, quedando ambos a solas por completo.

No se miraron, más bien el castaño no miraba al de cabellos azules, como si apenas fuera entendiendo lo que sucedía, que estaban solos los dos en medio de la noche, que nadie sabía lo que estaba sucediendo ahí, y que todo les era posible debido a ello. El corazón de Aioros latía con fuerza, no terminaba de saber qué hacer, había dejado entrar al de Cáncer ¿Qué iba a suceder? No podía evitar sentir algo de temor y justo en ese momento  unos fuertes brazos lo estrecharon, fue como si no tuviera oportunidad alguna contra esa fuerza. Como el de pupilas azuladas notaba ese temor supo que necesitaba decirle algo más.

—     Que el miedo no sea mi emisario—le dijo con suavidad—Que lo sean mis labios para que pueda entregarte lo que siento.

Sin aguardar más lo sujetó suavemente por la barbilla, haciendo que se miraran por unos instantes, pero acortando la distancia para unirse en un tierno beso. Pasarían unos instantes para escuchar una respuesta pero finalmente el de Sagitario pudo hablar.

—     Mis labios se han unido a los tuyos y no ansían más que volver a encontrarlos.

Así que no aguardaron para volver a fundirse en un  abrazo, convencidos que toda una eternidad había pasado para vivir el momento en que se encontraron.

 

**********


Todo lo que el silencio

Hace huir de las cosas:

El vaho del deseo,

El sudor de la tierra,

La fragancia sin nombre

De la piel.


Ambos jóvenes, venidos de casas opuestas, sabían que estaban a solas en la soledad de esa habitación, el refugio del de cabellos castaños a todo cuanto los rodeaba, esas paredes con retratos de otros, los objetos dispersos que habían sido colocados ahí por alguna razón, los libros altamente valorados por su dueño, pero nada de todo eso cobraba importancia para el de ojos azules, quien solo tenía su vista fija en el caballero ante él. ese hermoso ser de mirada parda llenaba sus sentidos de manera completa, como si al estar a su lado todo se volviera más vivo de alguna manera, los colores más brillantes, los sonidos más sonoros, los aromas más intensos, todo cuanto lo rodeaba adquiría un nuevo significado al alcance de sus manos.

El de Sagitario dio suavemente un paso hacia atrás, como si tomara esa distancia para pensar bien las cosas, había dejado entrar a su hogar justamente a alguien que de ninguna otra manera podría haber traspasado sus puertas. Sin embargo, la idea de que el castaño pudiera rechazar lo que estaba sucediendo no entraba en los planes del de Cáncer, para nada, no iba a permitirle alejarlo cuando finalmente estaba tan cerca. Siendo así el siguiente paso lo dio el de ojos azules, ciertamente dio un paso hacia el de mirada parda y de inmediato estiró sus manos para colocarlas en esos brazos que no pudieron evitar ser atraídos contra el cuerpo del de cabello azul, quien de inmediato pareció capturarlo sin intenciones de dejarlo partir.

—     Death Mask…

—     Si, di mi nombre, solo tú eres digno de decirlo con esa voz.

—     Pero Death Mask…

—     Sé que sientes dudas Aioros, lo sé, pero juro que no hay razones para ello, las dudas son incertidumbre y tú puedes estar seguro de la sinceridad de mis sentimientos.

—      Yo…

—     ¿No puedes sentirlo con la misma fuerza que yo?

Aioros miraba directamente ese azul ante él,  azul viril, esos ojos brillantes que lo llenaban todo y se convertían en el mundo que le importaba en realidad, no iba a negarse a nada, absolutamente a nada den lo que el de Cáncer deseara, pues sabía bien que eran sus mismos deseos en realidad. Su cuerpo de inmediato pareció relajarse, el otro lo sintió y su agarre se volvió de alguna manera más suave pero de ninguna forma soltaba al castaño.

—     Aquí estamos Aioros—le dijo.

—     Uno al lado del otro Death Mask.

—     No necesito nada más.

—     ¿Quién podría?

El sonido de su voz se iba haciendo más y más bajo, como un murmullo de sentimientos no confesados, jamás vividos, imposibles de ignorar, anidando como las guías de una enredadera en los muros, asiéndose firmemente hasta que no podrían ser arrancadas de ahí por ninguna fuerza. Existía una especie de vínculo, un lazo que los ataba uno contra el otro sin poder revelarse a ello, tampoco lo deseaban, pero no dejaba de ser un tanto intimidante sentirse así, como avasallados por esa presencia del otro que tomaba todo de su existencia. En apenas un abrir y cerrar de ojos se buscaron en silencio, con sus labios, compartiendo su calor en un roce que los llenaba de pasión, ya no había momento alguno para detenerse, podría ser muy pronto, podría parecer fuera de control pero para ellos solo importaba que tenían ese instante y que no iban a permitirse perderlo.

Mostrándose posesivo, el de Cáncer no soltaba al joven castaño tan cercano, oliendo su cuello, besándolo con fuerza en la delicada piel,  mostrándose como un macho en busca de su pareja en época de celo, respirando agitado con la excitación comenzando a correr en su interior como la sangre por sus venas. De esa manera la dirección que tomaban sus impulsos era muy concreta, guiando al de cabellos castaños sin aguardar hacia la amplia cama perfectamente tendida con las sábanas de seda tan suaves y que enmarcarían su encuentro para siempre. Unos instantes, apoderándose de esos labios sensuales y tímidos, y el de cabellos azules se impuso con su cuerpo, aprovechando la fuerza de su cuerpo, de sus músculos marcados, de su ser que necesitaba a ese muchacho con una intensidad que jamás había sentido.

Aioros sintió cuando estaba en la cama, su pierna golpeó suavemente contra el colchón, haciendo que se detuvieran, pero no estaba seguro de lo que debía hacer y ya estaba el de cabellos azules con sus manos laboriosas, ansiosas, necesitadas, recorriendo los bordes de las telas hasta encontrar las orillas y comenzó a subir la prenda son mayores dificultades. En apenas unos instantes ya el de Sagitario tenía el torso desnudo, sabía que no sería todo, de  hecho el de mirada azulada no iba a aguardar demasiado por nada, continuó con su exploración, acariciando ese terso abdomen a su alcance, con una mano bajando hasta la entrepierna del castaño, pero al sentirlo exaltarse lo dejó para acariciar su mejilla con ternura.

—     Eres un ser único Aioros, eres todo lo que puede soñarse y tan solo creer posible en un mundo distinto.

El de mirada parda no pudo responderle, pues fue besado de inmediato, un beso largo y profundo, derribando pudores y miedos, por lo que, cuando la misma mano regresó a su tarea previa, no encontró oposición alguna. La entrepierna del de ojos castaños fue acariciada con ternura por encima de la tela, al inicio, para después avanzar, abriendo los pantalones que se interponían, traspasando la suave ropa interior y llegando directamente al sitio deseado, el tibio sexo del de Sagitario. Ser acariciado de esa forma provocaba que el de pupilas castañas gimiera con sensualidad, sabía que nunca había sentido algo así, y no quería que parara, así que acercó más su cuerpo, pasando las manos por la espalda del otro, acariciando y entregándose sin aguardar por nada.

En medio de la oscuridad de la noche los dos jóvenes se desvestían mutuamente, más veloz y necesitado el de cabellos azules; con amabilidad y ese impulso de la adoración se agilizaba el de cabellos castaños. Fue así, apenas sin poder separarse, con la unión de sus labios, que comenzó la unión de sus cuerpos, rendidos ante esas sensaciones que los llenaban y que no parecían capaces de controlar. Completamente desnudos sobre las sábanas sus siluetas se dibujaban en las suaves telas, marcando cada parte que entraba en contacto, señalando la enormidad de ese instante, tanto que no eran capaces de dar espacio alguno entre ambos. Aun así no fue un encuentro como lo esperaban, no habían hecho una declaración formal de lo que compartían y los unía, ellos mismos aún no eran capaces de definirlo, pero no se negarían a sus sentidos que buscaban ser complacidos en poco tiempo.

El de Sagitario se quedó muy quieto, no podía hacer otra cosa, no cuando esos varoniles labios no le daban tregua, habían tomado sus labios, su cuello, su barbilla, su pecho, sus clavículas, los pezones, el plexo solar, el abdomen, su vientre el ombligo, el bajo vientre, todo, hasta alcanzar el  sitio que en verdad buscaban: su virilidad sensible y dispuesta. El de Cáncer sentía que su sangre se encendía de manera extraña, como si no pudiera esperar por nada, casi como si ese hermoso castaño fuera un sueño que se desvanecería entre sus brazos, por eso no lo soltaba, por eso no dudó en besar primero y acariciar después la columna de su hombría para hacerla erguirse por completo. Los cálidos labios del de cabellos azules se abrieron y tomaron la corona  del sexo del otro, apretando suavemente para usar su lengua como estimulante, cubriendo de saliva el músculo que se elevaba con deseo.

No había manera que esas atenciones no afectaran al de ojos pardos, su cuerpo se sentía agitado, su respiración era más veloz, sus dedos se enterraban en las sábanas debajo de su cuerpo y no estaba seguro de si debía hacer algo, aunque la verdad no se sentía capaz de hacer nada. Sus sentidos parecían sacudidos por la intensidad de su encuentro, ese calor que lo iba llenando desde el vientre hasta el cabello, y desde el vientre hasta la punta de los pies, era delicioso, un tipo de placer que ignoraba que fuera posible hasta esa noche. Unos dedos se cerraron alrededor de la base de su miembro, apretando y masajeando, provocando nuevas oleadas de satisfacción no lograda, estremeciéndolo al grado de gemir abiertamente sin mucho control pero bien dispuesto a seguir.

Fue por darse cuenta de ello que el de cabellos azules se dijo que no tenía sentido aguardar, lo disfrutaba pero no era todo lo que quería, no esperaba que esa primera vez con ese castaño entre sus brazos terminara de esa forma. Lo dejó libre pero no se aparó, volvió a besarlo por la entrepierna, aunque asegurándose de hacerlo de manera más pronunciada, remarcando con pasión lo que le parecían llamas de deseo profundo ansiando traspasar por debajo de esa tersa piel. Continuaba con su avance, sin dar espacio alguno para nada, logrando que sus cuerpos no dejaran de sentirse en ningún momento, sus músculos frotándose en combinación con el fragante sudor que los hacía brillar. Fue así hasta que el de ojos azules se encontraba de nuevo frente a frente con ese hermoso rostro que parecía esbozar una expresión de pasión despierta, por lo cual no tardó en besarlo en los labios, un beso fugaz primero, uno intenso después, hasta que ambos gimieron por sus sexos unidos y atrapados entre sus vientres.

A momentos parecía que temblaban, en otros que estaban por convulsionarse, pero la fuerza con la que sus cuerpos se unían no era posible de ser enfrentada, se dejaban llevar sin permitirse dejar de sentir a ese otro hombre en su existencia. Desde el primer momento se notaba que el de mirada parda tomaba una actitud pasiva, dejándose llevar al mismo tiempo que cerraba sus ojos y respiraba con excitación. La mano del de cabellos azules no se permitía perder el tiempo, estaba en poco tiempo sobre el sexo turgente del de cabellos castaños, no dejaba de acariciarlo por la corona y el tronco, de la base a la punta, gozando no solo de sentirlo, también de verlo entregarse a la pasión que había despertado entre ambos. Los dos eran abiertos, no estaban para mentirse ni mostrarse cerrados, su existencia estaba unida a la del otro, al que no dejaba de besarlos con sensualidad y ternura a la vez, el que compartía las caricias de sus manos y la dulzura de su cuerpo recientemente despierto al deseo.

Bastaron unos instantes para que las manos de Aioros estrujaran la almohada sobre la que descansaba su cabeza, no podía hacer otra cosa cuando Death Mask continuaba besándolo con esa sensualidad que lo hacía perder el sentido de sí mismo. En unos segundos el de cabellos castaños pasaba sus manos por la ancha espalda del de ojos azules, bajando de manera ansiosa por el lugar hasta alcanzar el firme trasero al mismo tiempo que sus piernas se abrían y buscaban acariciar las del otro hombre. Gemían con deseo sin dejar de besarse, compartiendo su sabor y su calor, entregándose con la sensualidad que hervía en sus vientres, no podían hacer menos pues sus sexos gozaban de una forma distinta de encontrarse, estaban unidos y eran masturbados al mismo tiempo al frotarse los cuerpos de sus dueños y por esa mano del de ojos azules que no cesaba en su labor.

El placer y el deseo corrían libremente, nada los detenía, nada estaba en su camino que no pudieran derribar, sentían que no era una entrega completa pero les generaba voluptuosidad y goces que no imaginaban posibles. No lograban separarse in un instante, los besos que se daban eran fogosos, con la pasión que hacía a todo su cuerpo responder, con tanta entrega que el resultado era inevitable. Sus ingles se tensaban, era fuerte, tan fuerte, que llegaron a creer que iban a estallar, sus músculos se tensaban casi con violencia, su piel ardía, les faltaba el aliento y su corazón se desbocaba ante el inminente final. Dando una serie de gemidos ahogados el de Sagitario no pudo controlarse, temblando sin control y arqueando levemente su espalda su sexo liberó la cálida simiente que había acumulado y no soportaba más seguir a la espera. El blanco y brillante emisario de su culminación quedó entre ambos, declaración absoluta de su completo goce.

Aun así no era todo, a pesar de su agotamiento el de Sagitario se daba cuenta que el hombre de cabello azul a su lado no había logrado su culminación con él, seguía siendo besado con ardiente pasión en los labios por el de pupilas azuladas sin dejar de masajearse con su mano de manera intensa. Eran caricias casi de desesperación, deseando la culminación por todo lo que le había entregado ese hermoso chico de mirada parda, ansiaba sentirlo por completo pero no aún, tan solo imaginar que un día sería suyo era tan intenso que su vientre se tensó al mismo tiempo que respiraba de manera entrecortada. No fue posible para el de Cáncer dejar de agitarse, aunque sin dejar de buscar el contacto con ese cuerpo encantador del castaño, se apretaba contra su pecho, mordía suavemente esos labios, esas piernas alrededor de su cuerpo lo turbaban, hasta que no pudo más. Agitado con toda la fuerza que le quedaba echó la cabeza hacia atrás con la boca abierta, sin hacer ni un sonido, se entregó al placer de los placeres con su simiente brillando un segundo después, confundiéndose con la de su compañero en un intercambio de caricias que aún se brindaron mutuamente.

La noche pasaba y fueron sus caricias las que hablaron por ambos.

—     El amanecer se acerca—murmuraba el castaño.

—     Antes de que llegue he de partir, lo lamento.

—     La noche te ha traído, pero el amanecer te llevará.

—     Entonces volveré—prometió el de ojos azules—Que un beso selle esta promesa.

Volvieron a besarse, recorriendo al otro con la intensidad de su cercanía; pero era verdad que era momento de partir, el de Cáncer se puso en pie y se vistió con velocidad, apenas dando tiempo al de mirada parda para ponerse en pie y alcanzar una bata de descanso. El de cabellos azules se dirigió al balcón, estaba por marcharse, abrió las puertas pero antes de irse sintió al castaño a su lado, volteó a verlo por completo, con una ternura que nadie más había experimentado de su parte.

—     Antes de la próxima  luna llena seré tu amante por completo.

Aioros no pudo ni responderle, solo pudo verlo alejarse como una sombra se desvanece bajo los rayos del sol.

—     Seré tu amante—dijo en el silencio.

Era una promesa.

 

**********

 

Todo lo que el deseo

Unta en mis labios:

La dulzura soñada

De un contacto,

El sabido sabor

De la saliva.

 

Las cosas entre los dos se habían dado con gran velocidad, de una manera que ni siquiera ellos podían comprender pero no intentaban hacerlo, ninguno esperaba sentir lo que sentía, y no se negaban nada de lo que habían encontrado al lado del otro joven con quien prontamente compartieron sus vidas. Se encontraban furtivamente justo antes del amanecer, compartiendo las miradas llenas de anhelos, brindándose mutuamente las palabras del amor.

Unos días después se dio un mensaje, un elegante heraldo vestido con terciopelo salió a las puertas de la propiedad para dar un anuncio, haciendo sonar trompetas y consiguiendo la atención de los demás.

—     Será una noche para reunirnos, una noche para festejar—se dijo.

Los que escuchaban se mostraron conformes, una buena reunión en una fecha tan singular, además que los atavíos debían corresponder con el nivel que se esperaba, por lo que de inmediato captó la atención de los presentes el pensar en esa fiesta.

—     Deben presentarse todos con sus mejores galas.

Era como una orden y no pensaban desobedecerla.

—     Esos estirados van a hacer una fiesta—mencionaba Radamanthys.

Algunos más de su casa lo escuchaban, ponían atención, lo quisieran o no lo que hicieran los del otro lado siempre iba a llamar su atención y los haría mantenerse atentos, por eso el tema de la fiesta fue comentado y no faltaron las opiniones al respecto.

—     No sabía que los vampiros fueran estúpidos—indicó Aiocos.

—     Estos lo son sin duda—agregó Minos.

—     Son unos cretinos—retomaba Radamanthys—Por eso nosotros somos lobos, no nos damos esos aires.

Varios siguieron con el tema de la fiesta, el dictamen general era que les parecía una tontería pero se iba a convertir en algo más.

—     No son más que unos estirados—lanzaba el de cabellos dorados— ¿a quién se le ocurre hacer una fiesta así?

—     Imbéciles, con sus ropas de carnaval—se mofaba el de mirada morada.

—     ¿Saben que sería divertido?

Voltearon a ver a al de cabellos plateados, quien hablaba de manera segura y con esa expresión que estaba pensando en una diablura.

—     Sería muy divertido que nos paseáramos justo debajo de sus narices—terminaba el de joven sonriendo.

—     ¿De qué hablas?—indagaba Aiocos.

—     De ir a la fiesta, de eso hablo.

Era un desafío y tentador, aunque no dejaban de sopesar la provocación que sería semejante movimiento, aunque también pesaba en su ánimo el triunfo que sería lograrlo, de saberse iban a pasar un rato bastante divertido con los suyos y con los del otro lado. Pero el riesgo a jugar a lo prohibido pesó más en su espíritu que cualquier precaución.

—     ¿Están conmigo?—los desafiaba el de cabello de plata.

Aún se notaban unas miradas dudosas pero alguien habló dispuesto a no perder ni un instante con vacilar.

—     Yo iré.

Fue dicho con mucha seguridad, tanta que los demás lo miraron, pero esos ojos azules no reflejaban temores ni dudas, estaba muy seguro su dueño de lo que estaba diciendo en ese momento.

—     Pues si tú vas yo también—añadió animado Radamanthys.

—     Igual yo—lanzó Aiocos—No se van a esperar que vayamos.

—     Lo haremos y nos reiremos en sus caras estiradas y polveadas, esos vampiros no sabrán lo que pasó.

La declaración de Minos parecía resumirlo todo pues los tres reían y seguían hablando den lo endiabladamente divertido que sería meterse hasta la casa de los otros; sin embargo Death Mask guardaba silencio, pensaba en algo distinto, en que sería luna llena.

—     Aioros—se decía a sí mismo.

Por su parte un joven Sagitario estaba también al tanto de la fiesta, pues los suyos lo comentaban , parecían entusiasmados con la idea y les obsesionaba la idea de que todo debía salir bien, nada podía arruinar la noche.

—     Aioros.

El de mirada parda recordó que estaba con los demás y actuó como si volviera a la realidad, mirando a quien le hablaba por su nombre.

—     Aioros.

—     ¿Qué sucede Saga?

—     Es lo que quisiera saber.

Saga de Géminis era un conocido de años, elegante y guapo hombre de cabellos azules y ojos glaucos, y en ese momento estaba muy interesado en saber lo que tenía tan pensativo al de cabellos castaños.

—     Tienes tiempo mostrándote distraído Aioros—continuaba el de ojos verdes— ¿Acaso algo pasa?

—     No, no pasa nada.

—     ¿En verdad?

—     Sí.

El de cabellos azules hubiera querido seguir hablando al respecto pero prefirió no insistir cuando vio a c0nocidos acercarse al mismo tiempo que ellos, después tal vez podría charlar con el castaño de forma abierta.

—     Tenemos todo listo—dijo antes que nada uno de los dos recién llegados.

—     Gracias, siempre se puede contar con ustedes—les agradeció el de Géminis.

Se trataba de otros dos conocidos, Shura de Capricornio, quien era de ojos verdes pero cabellos negros, y Camus de Acuario, quien también tenía los cabellos azules aunque sus pupilas eran del mismo color. Se podían considerar amigos, pero el de Sagitario siempre había sentido que esa relación se había basado en que los demás esperaban que fuera de esa manera, y no exactamente por la natural simpatía que siente alguien por otra persona. De todas maneras se mantenía como meditabundo mientras los otros tres hablaban con entusiasmo de la fiesta, o algo parecido pues charlaban a su manera.

—     Los arreglos estarán perfectos—mencionaba Shura—No he dejado sin supervisar nada.

—     Puedo asegurarles que la comida y la bebida será del nivel esperado—comentaba Camus—No los defraudaré.

—     Sabemos que no—agregó Saga—Los presentes no olvidarán haber estado esta noche con nosotros.

Aioros por su parte solo los escuchaba, sus palabras eran como aleteos lejanos, lo que en verdad llenaba su interior no era una fiesta ni la gente en ella, solo pensaba en esa promesa que hiciera con Death Mask.

“Antes de la próxima  luna llena seré tu amante por completo”

—     Será una noche para recordar—decía Saga.

—     Así será—aseguró el castaño.

Pero aunque los otros estuvieron de acuerdo no tenían ni la menor idea de los motivos por los que el de mirada parda lo había dicho.

Por eso estaban ahí, esa noche, Death Mask, Radamanthys, Aiocos y Minos, habían conseguido la ropa para disfrazarse, seguros de no ser notados, con los antifaces cubriendo sus rostros y los tres últimos sin dejar de sonreír con cierto aire de burla por lo que les parecía una hazaña. Cuando les dieron la bienvenida correspondieron con un movimiento de cabeza veloz, estaban dentro y habían burlado las precauciones ¡Lo que dirían los demás cuando se enteraran! Les encantaría relatar lo ocurrido, vanagloriarse de su resultado, si, sería un momento muy gratificante para ellos tres.

Aunque si hubieran sabido lo que estaba ocurriendo a unos cuantos metros de ellos no se hubieran mostrado tan tranquilos, pues no eran tan desapercibidos como pensaban, nada de eso, de hecho ya se hablaba de su presencia en el lugar y era en términos no muy amables.

—     Esto es una injuria—clamaba Shura—Esas bestias se han atrevido a venir hasta aquí.

—     Debemos echarlos—reclamaba con frialdad Camus—Que vuelvan a su madriguera en medio del bosque.

—     No haremos nada de eso.

Que fuera el propio Saga quien se negara no parecía ser parte de su carácter, por eso los otros dos lo miraban con asombro pero se explicó de inmediato.

—     Mi padre los ha recibido—les recordó el de Géminis—No permitirá escándalos y ciertamente no los echará.

—     Pero…

—     Escucha hasta el final Shura. Mi padre tiene en muy alta estima su cuna y nombre así como el de esa propiedad para armar una escena semejante ante los invitados. Por ahora solo callaremos.

—     Muy bien—admitió Camus—Callaremos…pero no olvidaremos.

—     Ninguno lo hará, los lobos se atreven a desafiarnos.

Bajo los antifaces los cuatro que se habían deslizado al interior de la fiesta se hacían parte del ambiente, sin sospechar que habían sido notados, Radamanthys, Aiocos y Minos no tardaron en escabullirse dejándolo solo, pero no le interesaba, su único motivo para estar ahí aparecería, estaba seguro. Se limitaba a estar ahí, de pie, acechando, sin perder de vista lo que buscaba, que todo girara alrededor pero no le interesaba, solo alguien lo había llevado hasta ahí, y solo a él lo aguardaba.

Fue entonces cuando lo vio, en la parte alta, mirando hacia los demás como si no mirara a nadie, solamente a él.

—     Luz de mi noche, dicha de mis ojos, estás ante mí—dijo.

Desde lo alto, vestido con su elegante traje y su antifaz, el de Sagitario lo descubrió y no tardó en sentirse envuelto como por una oleada de exaltación.

—     Dueño de mis sueños, guardián de mis anhelos, vienes a mí—dijo.

De inmediato el de cabellos castaños emprendió su camino para reunirse con el de cabellos azules, quien por su parte hizo lo mismo, no veían a nadie, nadie más les importaba, solo importaba ese hombre que los complementaba, un hombre único en sus vidas.

Se encontraron y al hacerlo no esperaron para sentirse de nuevo, fue por eso que el de cabellos castaños guio al de ojos azules por el lugar, hasta el sitio que deseaban volver a ver juntos, tomados de la mano se sabían unidos para la eternidad.

Alcanzaron la habitación del de cabellos castaños sin ser notados, eran hábiles para escabullirse, aun les llegaban los ecos de la música que sonaba en los salones, era el momento de seguir y ser directos.

—     Has venido—dijo Aioros.

—     Si—respondió Death Mask.

—     Es peligroso que estés aquí.

—     ¿Quién que sienta lo que yo ha pensado en peligros?

—     Death…

—     Aioros…

No vacilaron en acercarse con sus miradas brillantes, fue como un torbellino lo que los inundó aun sin moverse, solo se perdieron en los ojos del otro, había algo, algo que jamás habían experimentado y solo había una manera de hacerle frente.

El de cabellos azules se acercó al oído del castaño, para hablarle con dulzura y honestidad absoluta.

—     Soy tuyo y estoy orgulloso de serlo.

—     Que el amor nos una.

El castaño murmuró su respuesta, pero no se arrepentía ni se avergonzaba de ello.

—     Solo el amor—dijo el de ojos azules.

Con esa promesa volvieron a besarse, era el momento, lo sentían hasta la última fibra de su ser, era el tiempo de amarse, no anhelaban nada más.

 

**********

 

Y todo lo que el sueño

Hace palpable:

La boca de una herida,

La forma de una extraña,

La fiebre de una mano

Que se atreve.

 

Era verdad que no pensaban retroceder, en su interior habían accedido a esa nueva parte de su relación, pero no podían evitar sentirse inquietos, Aioros más abierto al respecto, pero Death Mask tan solo lo disimulaba mejor ¿Era acaso sencillo pensar que después de esa noche ya no serían los mismos? Porque entregarse a otro forzosamente debía cambiar algo, no podían contemplarlo de otra manera, aun así sentían que no deseaban retrasarlo más, amaban a ese hombre a su lado y eso eliminaba las dudas que aún anidaban en su mente, porque sus sentimientos definitivamente no dudaban. La soledad de esa misma habitación los hacía sentir la agitación de ese instante, como si esa misma penumbra fuera el secreto que no se había revelado ante ambos, sin embargo era el lugar en el que querían estar, no había ningún otro que les importara.

El de Cáncer sujetó con suavidad el brazo del castaño, acariciándolo de manera masculina, haciendo que sus miradas se encontraran, el de cabellos castaños bajó la vista de manera encantadora, a medio rubor, pero eso mismo fue lo que incitó a la sensualidad del de ojos azules a continuar. Sujetó al de Sagitario entre sus brazos, con firmeza pero sin ser brusco, atrayéndolo contra su cuerpo, permitiendo que sus pieles volvieran a encontrarse, para dar el siguiente paso con sus labios y proclamarse dueño de esa dulzura. Fueron instantes silenciosos, suaves, que llenaban de promesas un ambiente en el que un segundo haría saltar chispas por la pasión, pero en ese instante solo seguían a la ternura por ese compañero que estaba dispuesto a mucho por permanecer a su lado.

El de ojos azules se apartó lentamente, con un aspecto formal, observando ese rostro de semblante soñador, no iba a negarse lo que quería, no había manera de que lo hiciera, tenía que ser honesto con él.

—     Rogué por este instante a tu lado—murmuró.

—     Entonces mis plegarías también fueron escuchadas—fue la respuesta en el mismo tono.

Sus pupilas brillaban con intensidad, como luces danzantes que reflejaban al otro, el tiempo para detenerse había pasado, ambos lo sabían, solo les quedaba un camino y era continuar con lo que dio inicio desde el primer momento en que sus ojos se encontraron. Con una mano decidida el de cabellos azules se acercó al castaño pero este se dio cuenta de ello, se apartó un poco, dejando desconcertado a su compañero, no obstante existía una explicación para ese comportamiento que no parecía ir con el resto de su ánimo.

—     Dame un momento Death Mask—le pidió.

—     Está bien—fue su respuesta.

Se separaron por unos momentos, los dos los ocuparon para atender ciertas cuestiones, del tipo planeación pues no eran tan ignorantes de ese tema como para suponer que no necesitarían de ciertas facilidades. En la habitación Death Mask se desvistió sin apresurarse, dándose tiempo y dejando que sus músculos se acostumbran a la fría temperatura del lugar, se pasó las manos por el cabello un par de veces, sus ojos habían encontrado en la cómoda del de mirada parda un pequeño potecito que asumía, correctamente, incluía una de esas mezclas de extractos y aceites para diversos fines. El aroma que llegó a su nariz apenas abierto le dijo que debía ser algún tipo de humectante o hidratante, la consistencia era suave y cremosa, una mezcla exacta entre deslizante y emoliente.  Dejó a un lado el frasquito, sobre la mesita de noche, ya abierto, pues sabía que lo necesitarían, no quería que las cosas se detuvieran en algún momento por algo como no tener a mano lo que les haría falta.

—     Aioros—lo llamó.

Tan solo podía esperarlo.

El de Sagitario se había encerrado en el baño, era una bonita habitación de elegantes muros en mármol, con una amplia tina, regadera fija y una pieza que le resultaba importante en ese momento: un bidet. No lo usaba de manera regular, aunque si lo usaba, sin embargo en ese instante agradecía contar con uno, con eso y con la lectura de ciertos libros que explicaba cosas que ni su familia ni tutores le dijeron nunca. Se desvistió con velocidad, dejando su ropa a un lado, para después  colocarse en la posición indicada sobre la pieza de mármol, separando sus piernas, buscando ajustarse para hacer más sencilla la operación. Dejó correr el agua, la sensación le dio escalofríos al principio pero terminó por no ser desagradable, su masculino pasaje se ajustó sin protestas, permitiendo ser limpiado a cada chorro de agua que chocaba contra su intimidad, relajándose y quedando limpio.

Cumplida esa parte el de cabellos castaños se metió a la ducha regular y se dio un baño veloz, sin mojarse el cabello, solo permitiendo que el agua lo relajara y terminara de limpiarlo, cumplida esa parte se dispuso a frotarse la piel con una aromática loción y solo entonces se sintió listo. Abandonó la habitación con pasos firmes, pero apenas logró distinguir al de Cáncer sintió que le temblaban las rodillas, no lo podía evitar, veía ese cuerpo desnudo, no por completo, esperando por él. Terminó por respirar con profundidad antes de dar el siguiente paso pero apenas dado los demás lo siguieron con naturalidad, alcanzando la cama sin inconvenientes y apenas unos segundos después ya estaba a un lado de la amplia cama, en silencio, con los ojos bajos, sentándose primero en el colchón para recostarse de inmediato, quedando al lado del de pupilas azules.

Ambos estaban desnudos, a media luz se distinguían perfectamente, aunque eso no evitaba las dudas que los asaltaron de pronto, no acerca de su entrega, eso no era algo en lo que vacilaran, sino en otra cuestión: dudaban de sí mismos. ¿Estaban en verdad listos? ¿Se habían preparado bien? ¿Le gustarían a su compañero? A esas alturas ser directo parecía lo mejor, o al menos lo era para el de ojos azules.

—     ¿Quieres seguir Aioros?

Le preguntaba con firmeza, no tenía otra manera de hacerlo, quería escucharlo de esa boca, que estaba de acuerdo, que también lo quería.

—     No acepé llegar hasta aquí para retroceder Death Mask.

Era honesto al responderle, por eso no tardó en sentir que el de cabellos azules se giraba suavemente, buscando sus labios para besarlo con suavidad, como si fuera el último beso que le brindaría siendo virgen. En poco tiempo Death Mask se encontraba sobre Aioros, ambos mirándose y compartiendo promesas infinitas en sus pupilas llenas del otro, el castaño sentía su corazón latir con fuerza, casi temiendo que el de pupilas azuladas pudiera escucharlo, muy consciente de cada respiración en su pecho, sabía bien que tenía que hablar o tal vez no habría otro momento para hacerlo.

—     Quiero que lo sepas—pronunció con voz profunda nacida de su ser más íntimo el morocho—Todo este tiempo me he guardado para ti, solo para ti, me entrego a ti solo por amor.

El de ojos azules lo escuchaba con solemnidad, asintiendo de un movimiento de su distinguida cabeza.

—     A partir de este momento soy tuyo y tú eres mío—respondió con seguridad—Nuestros nombres han sido marcados por siempre en nuestros corazones.

Sus miradas brillaron, era un pacto entre los dos y no pensaban romperlo por nada, no por la llegada del sol o la partida de la luna, no había distancia ni tiempo entre ambos, no existía nada en el mundo que pudiera separarlos.

Con natural desenvoltura el de Cáncer se colocó por encima del cuerpo del de Sagitario, al mismo tiempo que separaba esos bien torneados muslos tomaba posesión entre ellos, permitiendo que esos ojos castaños lo observaran mientras se alistaba, necesitaba hacerlo. Sin aguardar el de cabellos azules se aplicaba el contenido del potecito que había dejado a la mano con anterioridad, se encontraba completamente erguido, no necesitó más que ver a su joven amor para conseguirlo, aunque no tardó en esa labor. Lo que decidió que ocuparía mucho más de su tiempo era algo distinto, cubrió su dedo anular con la misma mixtura, guiándolo de inmediato a la sensible entrada del de mirada parda, cubriéndola  y buscando que se relajara para poder traspasarla, de verdad deseaba no tomarse más tiempo que el necesario.

El de cabellos castaños permanecía muy quieto, sintiendo las atenciones de las que era objeto, se había preparado lo mejor posible al limpiarse, pero lo que estaba viviendo era distinto, no imaginaba siquiera que se sentiría nervioso a ese grado pero no se negaba que añoraba unirse al de ojos azules. Dio una especie de suspiro cuando el mismo dedo que lo masajeaba logró su primer objetivo, deslizándose al interior del estrecho músculo, con eso el de Cáncer se aplicó más de la misma crema pero ahora en dos dígitos, siguiendo la misma labor, consiguiendo que la tersa intimidad se fuera relajando lo suficiente para poder embestir con cierta facilidad. Parecía que todo iba bien, hasta que el de mirada castaña se arqueó con sorpresa sobre su espalda, el otro sonrió, había encontrado el tierno centro de placer de ese joven, así que se dedicó a masajearlo para que todo fuera más sencillo entre los dos.

Era suficiente, Death Mask estaba seguro de eso, no quería aguardar más, el rostro de aspecto encendido del encantador morocho a su alcance no podía estarle mintiendo, así que retiró sus dedos con suavidad, dándole unos segundo a su compañero para que se tranquilizara, sin embargo no aguardaría más. Tomó esas bien formadas piernas de nuevo, las separó un poco más, colocándolas una a cada lado de sus caderas, guiando su sexo a la dilatada entrada que deseaba, colocando la corona enrojecida por el deseo en el sitio precisó, acariciando como un fogoso saludo al lugar que más añoraba. El de Sagitario gimió suavemente, como si fuera un hecho irrevocable lo que iba a suceder, levantaba un poco su cintura, como si se abriera ofreciéndose al que estaba por convertirse en su amante. No se necesitaba de más para que su unión diera inicio, compartiendo la intimidad absoluta de sus cuerpos.

El de cabellos azules comenzó a empujar, suavemente, frotándose con deseo, pero no bastaba con eso, así que sujetó con firmeza la cintura del joven castaño y comenzó a entrar aprovechando su posición y su fuerza. Las delicadas paredes que tan celosamente habían custodiado esa intimidad estaban más dispuestas gracias a sus labores previas, pero no por eso fue tan sencillo, parecían decididas a evitar toda intrusión, hasta que no pudieron más y se rindieron ante el sensual asalto. Con los ojos cerrados el de Sagitario no podía evitar sentirse bien, su cuerpo respondía con rubor y temblores ante las masculinas caricias, no quería que parara, no se opondría a nada de lo que buscara, sería suyo solamente. Por su parte el de ojos azulados no podía escapar de la fascinación que ejercía sobre él observar a ese hermoso muchacho aunque una duda lo asaltó y tuvo que preguntar.

—     ¿Cómo estás? ¿te sientes bien?

La respuesta del castaño fue un dulce gemido placentero.

—     Se escuchó como un si—dijo Death Mask.

Con eso continuó, poseyendo esa sensible intimidad que se separaba y lo atrapaba, abriéndola a su pasión, ambos rendidos lentamente a la sensualidad que los recorría como la sangre por sus venas, ese calor, esas sensaciones, sus sentidos inflamados por la excitación simplemente descubrían nuevos caminos que ignoraban que pudieran existir. El de Cáncer fue más intenso cuando su alianza fue completa, no pudo evitarlo, sus movimientos se volvieron más fuertes, embistiendo a profundidad. El de Sagitario por su parte se agitaba sobre las sábanas, arqueándose con erotismo, disfrutando de la invasión sin dejar de ser entregado como amante, ese hombre sobre él se había convertido en su mundo. El de cabellos azules fue hacia el de ojos pardos, apoyando sus manos en el pecho tibio ante sus ojos, así pudo embestir con fuerza para después inclinarse con seguridad hasta poder tomar esos sensuales labios que no podía sino probar con absoluto deleite.

Parecía que el de pupilas azuladas no era capaz de saciarse de ese hermoso castaño, su cuerpo clamaba por poseerlo, por hacerlo suyo, por hundirse en su interior hasta lo más íntimo y ciertamente lo estaba logrando, claro que era más fácil con la cooperación del de cabellos morochos. Indefenso como se sentía ante la abierta sensualidad necesitada de su amante, el de Sagitario se dejaba llevar por su propia pasión, despierta y ardiente por ese cuerpo que lo estaba cubriendo, por esa manera de embestirlo hasta la base de su sexo robándole la voz con su fuerte empuje. Quería serlo todo para él, como el de pupilas azules lo era ya en su vida, esa vida que parecía oscura y vacía hasta que el de Cáncer apareció lleno de fuerza y virilidad, desvaneciendo las sombras y dejando solo su esplendente presencia.

Llevados por el deseo sus cuerpos se sacudían con intensidad, sin dejar de besarse hasta que gritaban, sintiendo que la culminación se acercaba, eran jóvenes, sus cuerpos respondían, no había manera de controlarlo. Querían amarse de manera absoluta, completa, entregarse algo que no podían definir con las palabras, por eso tenían que dejarlo todo a sus miradas, a sus besos, sus caricias llenas de ardor y ternura por igual. Sus labios se buscaban con necesidad, sus manos no dejaban de encontrarse a cada instante, era como ser sombras perdidas en medio de la noche que se habían encontrado solo para amarse. De repente fue como si todo se detuviera, todo alrededor desapareció y solo quedaba el absoluto goce que los hizo temblar, callar y aferrarse a ese amado hombre mientras el orgasmo los llenaba y los vaciaba por igual al mismo tiempo; Aioros terminó entre sus vientres, Death Mask en esa palpitante intimidad que lo estrujaba sin control alguno.

Lentamente iba llegando la calma, el de Cáncer reposaba sobre el pecho del de cabellos castaños, Aioros se limitaba a acariciar su cabello azul con ternura, con esa languidez que sobreviene al placer entregado.

—     ¿Amanece?—preguntaba Death Mask en voz baja.

—     No—aseguraba con los ojos cerrados Aioros.

—     Puedo sentir tu corazón—murmuraba sonriente el de ojos azules.

—     Claro que puedes, es tuyo—respondía con calma el de ojos pardos.

—     Y te entrego el mío con igual devoción—prometió el de cabello azul.

Se besaron de una manera nueva, como dos seres que se convirtieron en uno mismo, llenándose de una promesa absoluta aun sin decirlo como tal, se amaban y no iban a separarse.

 

¡Todo!

Circula en cada rama

Del árbol de mis venas,

Acaricia mis muslos,

Inunda mis oídos,

Vive en mis ojos muertos,

Muerte en mis labios duros.

 

**********

 

Más relajados parecían no poder separarse los ahora amantes, aunque sabían que en algún momento tendrían que hacerlo, aún así estaban convencidos de poder encontrar la manera de estar juntos, lejos de lo que los demás pudieran pensar de ellos. El castaño permanecía recostado entre los brazos del de cabellos azules, acariciaba su pecho con dulzura, dejándose llevar solamente por el arrullo de ese instante que ansiaba se eternizara, su compañero pensaba lo mismo.

—     Deseo no separarme de ti Death Mask.

—     Yo tampoco Aioros.

—     ¿Qué haremos? ¿Qué vamos a hacer ahora?

—     No te preocupes por eso.

—     Nuestras casas no son amigas, lo sabes bien, incluso esta noche, cada una ha elegido un emblema diferente.

—     Lobos y vampiros—dijo con cierto fastidio el de ojos azules.

—     Si—respondió con pesar el de mirada parda.

—     ¿Acaso eso te importa?

—     No pero sé que cuenta, para los dos.

—     A mí lo único que me importa es poder estar contigo.

—     Es lo que más deseo.

Guardaron silencio por unos segundos pero fue imposible no volver a la carga sobre el mismo tema.

—     No será así para siempre Aioros, te lo aseguro.

—     ¿Confías en eso Death?

—     Por supuesto, cuando nos graduemos de este sitio todo será distinto, solo seremos nosotros dos.

—     Tienes razón.

Sonriendo el de Sagitario buscó el rostro de su compañero, se sentía esperanzado y el de Cáncer le respondió de la misma manera; no había razones para sufrir de antemano, una vez que las clases terminaran todo iría bien. Era verdad que sus casas estaban enfrentadas por largas generaciones, siendo las dos universidades más antiguas del país se había dado desde el principio una especie de rivalidad que con el paso de los años solo se había acentuado. A pesar de haberse fincado una muy cercana de la otra en realidad tenían orígenes muy distintos, una había sido fundada por nobles, la otra por vasallos, eran esos orígenes los que no se olvidaban y cualquier motivo era bueno para recordarlo.

Podía ser por las cátedras que se impartían, el éxito de sus graduados, los triunfos conseguidos, las hazañas deportivas, lo que fuera servía para retarse y buscar ganar en esa larga rivalidad. Como esa Noche de Brujas, en la que una casa había elegido como emblema para su fiesta un ser espectral, para unos fue la antigua figura del vampiro, y la otra, en contraparte, la del hombre lobo, incluso por eso se habían mofado de los otros y habían sostenido su rivalidad. No parecía que ese tipo de cosas los llevara a alguna parte en concreto, aun así incluso eso era como parte de una tradición, el tener rivales igual de antiguos.

Sin embargo todo eso quedaba de lado para dos jóvenes que se querían, que se habían encontrado, y que no pensaban en separarse por nada del mundo, nada; incluso que los esperara una buena reprimenda al de Cáncer y sus compañeros cuando llegó la queja a su casa de lo que habían hecho al escabullirse la noche anterior a donde nadie los había invitado.

—     No deseo hacerlo pero debo irme Aioros.

—     Lo sé Death Mask.

Una vez más lo vio levantarse y vestirse pero lo hizo con lentitud, como quien lleva a cabo una tarea que le es ingrata, fue hacia el balcón pero no se marchó sin antes decirle algo más al castaño.

—     No es un adiós, es un hasta pronto.

—     Hasta pronto amor.

Esas palabras parecieron congelarse al de Cáncer, quien tardó en dar vuelta pero finalmente lo hizo y sin poderlo ocultar le dio la más bella sonrisa que pudo a su lindo morocho.´, quien se quedó fascinado.

—     Nos veremos pronto, amor.

Con esas palabras, como si se diera cuenta que las había pronunciado, salió de inmediato, alejándose entre los árboles con el corazón henchido de dicha, de la misma manera que se sentía el del de ojos pardos. Ambos sonreían ¿Por qué no hacerlo? Serían felices, iban a lograrlo, lejos de esos sitios y esas gentes, cuando fueran solamente ellos dos, se amarían, ya fuera a la luz del día o bajo el manto del cielo nocturno.

 

**********

 

 

FIN

 

 

 

 

 

Notas finales:

Lo que está en cursivas es el NOCTURNO de Xavier Villaurrutia.

Espero que les gustara, si nada sucede la semana entrante subo un nuevo fic.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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