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Nombrar por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

 

Fic dedicado a Crazy Cat Lady quien me sugirió que usara de nuevo a la pareja, espero que te guste, y también que les guste a los demás quienes lo lean.

Notas del capitulo:

Es solo un capítulo, deseo que les guste.

 

 

El Santuario era una parte de la vida de las personas, ya fuera que se viviera en el interior, como caballero, aprendiz, amazona o pretoriano, o por fuera, como toda la gente que vivía en los alrededores, sin más en la comunidad de Rodorio. Así que la antigua y firme construcción ejercía un influjo singular en la gente, les recordaba un tipo de vida, antiguas batallas, soberanos deberes, definitivamente era un sitio que no resultaba como los demás. Quizás era por eso que sus ocupantes tampoco resultaban como la demás gente, al menos en parte, pues sin importar sus habilidades, tareas y poderes, seguían siendo seres humanos, al menos casi todos. Una parte de ser humanos era el convivir con otros seres humanos, formar vínculos, tener amistades, e incluso encontrar a alguien en especial.

Debido a todo lo sucedido con anterioridad no fue tan simple volver a la vida en el Santuario, eso de estar metidos en grandes batallas y servir a dioses y finalmente regresar a sus sitios bajo la égida de su señora no resultó tan fácil, pero eran caballeros y hombres de honor y lo consiguieron. Más notable todo ese esfuerzo y trabajo fue entre los doce caballeros más poderosos, los portadores de una armadura dorada, los que habitaban en las doce casas bien establecidas y delimitadas como máximos dueños y defensores de la causa de su señora, Atenea, pero para algunos privilegiados era solamente Saori. Gracias a ella todos estaban de nuevo en su sitio, intentando rehacer esa existencia que se había visto trastocada por los acontecimientos anteriores, lo cual era una parte importante e incluso agradable la mayoría de las veces, pues significaba seguir adelante.

—     Todos merecen una segunda oportunidad—había dicho la joven de largos cabellos morados.

Esa nueva oportunidad brindada a los caballeros les permitió solucionar esos asuntos que habían quedado pendientes entre varios de ellos, los problemas y malos entendidos que generaron mayor confusión en los momentos cruciales para tomar una decisión a seguir. Sin más estaba el comprender lo que había ocurrido con Death Mask y Afrodita ¿habían sido traidores o no? afortunadamente se aclararon las cosas y todos hicieron un notable esfuerzo para llevar sus nuevas relaciones en paz o al menos con la mejor de las voluntades posibles. También estaba lo del caballero de Géminis, y de paso su gemelo, Kanon, nadie podía decir que su papel no hubiera sido determinante en lo ocurrido, en los conflictos que se vivieron, aun así lograron avanzar, poco a poco, pero se consiguió un equilibrio, una buena camaradería que finalmente era de beneficio para todos.

—     Si permanecemos unidos seremos más fuertes—había explicado el caballero de la tercera casa—Pero si no logramos superar esto no podremos ayudar al Santuario en su recuperación.

De paso, cuando todo estuvo en orden en ese sentido, muchos de los caballeros retomaron sus hábitos, nuevas actividades, sus amistades y algunas cosas más, por ejemplo estaban Mu de Aries y Aldebarán de Tauro, quienes siempre habían sido buenos amigos, pero al regresar a la vida el de Aries no dejó de mostrarse muy cercano con Death Mask de Cáncer, mientras que el caballero de Tauro no fue discreto en cortejar al hermoso Afrodita de Piscis. La amistad de los primeros era firme y bien conocida, pero no dejó de ser medio sorprendente atestiguar que entablaban una relación sentimental con los otros dos. Las cosas salieron bien para ellos, tan bien que inspiraron a otros a seguir el ejemplo, y se pudo saber de otras parejas por el Santuario que buscaban cimentar una nueva existencia.

—     No quiero perder la oportunidad de decir lo que siento en realidad, no volveré a equivocarme—dijo el caballero del octavo templo.

Se sabía que Milo de Escorpión y Camus de Acuario iban bien en su relación, los dos se traían algo desde antes pero sucedieron muchas cosas que evitaron que fueran claros en lo que sentían, por eso al retornar a la vida no quisieron arriesgarse a volver a guardar silencio y se sinceraron, eran felices de tenerse mutuamente. Otros que andaban por ahí y se dejaban ver, aunque llamaban la atención definitivamente, eran Saga de Géminis y Aioria de Leo, no se esperaba que con su carácter pudieran llegar a algo más que a respetarse, pero resultó que se entendieron mejor de lo que cualquiera pudo prever, incluso superaron esa cuestión de la diferencia de edad, pues después de todo solo eran unos pocos años. Si se pensaba que la pareja de Shaka de Virgo y Dohko de Libra de verdad se llevaba varios años, unos cuantos siglos, y lo habían superado satisfactoriamente nadie podía poner la edad como un problema, los dos sensatos, los dos comprometidos con su labor, los dos entregados a sus labores, y enamorados de su compañero, pues no había problemas para fincar una relación.

—     Es bueno verlos felices—les dijo el patriarca.

Aunque aún con todo eso existía una pareja más en el entorno, una que definitivamente no podía dejar de ser notada, pero la relación resultaba bastante peculiar y no fueron pocos los que tuvieron algo que decir, pero siendo honestos si había quienes decían algo en contra, también estaban los que se mostraron a favor. El asunto fue que todos los del Santuario tenían una postura, lo que pudo ser una cuestión de dos personas se convirtió en un asunto de mucha gente. Todo debido a que se dieron cuenta que el serio, reservado y algunos sospechaban que medio regañón caballero de Capricornio, estaba muy cercano, entusiasmado, atento, dedicado, como quisieran decirle, con el amable, educado, considerado, y bastante reverenciado caballero de Sagitario, Aioros.

—     Puedo volver a verte—le dijo el de la décima casa al de mirada parda—Creí que te había perdido para siempre.

No fue sencillo, desde el inicio, era verdad que ellos dos fueron amigos en el pasado, y vaya que era pasado, se habían comprendido bien y se respetaban, si en verdad hubo algo entre los dos más allá de amistad en ese tiempo nadie podía comprobarlo. Pero centrados como estaban en sus labores y dedicándose a ser los mejores caballeros que les era posible, lo más seguro era que cualquier inclinación que sintieran no pasara del nivel platónico. Después las cosas se habían torcido de forma irremediable, como era bien sabido por todos. Aioros cumplió con su deber al proteger al bebé Atenea de un malvado asesino, pero Shura también cumplía con su deber cuando se dijo que el de Sagitario era un homicida fallido, fue tras él y acabó con su vida. Todo se aclaró, después, cuando no se podía negar nada de lo sucedido y tampoco quedaron dudas de lo que ocurrió, ambos accedieron a dejar el pasado en el pasado y procuraron seguir adelante con su nueva vida.

—     Ahora podemos volver a vivir—declaró el de Sagitario.

A nadie llamó la atención ni le pareció inusual en un principio cuando comenzaron a frecuentarse, incluso era algo bueno a juicio de los demás para que terminaran de resolver lo que fuera que no estuviera dicho entre ellos, hasta ahí todo iba bien. Cuando se vieron con mayor frecuencia, cuando parecían no poder separarse, cuando uno hablaba del otro siempre, cuando notaron ese rubor en el de Sagitario por el de Capricornio y que el de la décima casa parecía no poder mirar de frente al del noveno templo, los comentarios surgieron y de ahí se pasó a las habladurías para terminar en las conjeturas ¿estaban o no estaban en una relación esos dos? A partir de ese momento los demás estaban muy atentos a sus movimientos y generaron, sin ser su intención, una atmósfera algo tensa.

—     Pero ¿Cómo pueden estar juntos después de todo lo ocurrido?—se escuchó en el Santuario.

Sin más un Aioria de Leo dijo a quien quisiera escucharlo, y a quien no también, que no existía semejante relación pues él no hubiera estado de acuerdo; en cambio Saga de Géminis defendió que dos caballeros eligieran su propio camino. Casi les costó su relación a ellos dos pero eran los caminos que se estaban tomando en ese asunto, había quienes apoyaban la relación y había quienes les pronosticaban un fracaso, se observaba y se esperaba, se hacían preguntas y se comentaban posibles desenlaces pero todo terminó cuando los dos caballeros decidieron mostrarse abiertamente. Llegaron juntos a una reunión con el patriarca y los demás dorados, tomados de la mano, si tenían algo que decir podían guardárselo, pues dejaron en claro que se sentían contentos y que deseaban intentarlo sin interferencias de nadie. Así que si tenían algo que decir era mejor que se lo callaran, eso incluyó a Aioria quien recibió un buen jalón de orejas de su hermano mayor para que lo dejara en paz.

—     Sé que me quieres pero no puedes decidir en mi vida—le recordó el mayor con un tono severo que no admitía réplicas—No te permitiré meterte en mis asuntos ¿queda entendido?

Después de eso todo marcho mejor, se fueron tranquilizando las cosas y finalmente la pareja se fue conociendo y mejoró su relación, al grado que se podía decir sin equivocarse que se querían y respetaban, no podía pedirse más…o algo así.

 

**********

 

Aioros y Shura estaban juntos, se les veía felices, se notaba que eran sinceros en sus sentimientos, nada había ocurrido que los preocupara, no hasta cierto día en que el de Capricornio sostuvo una charla con algunos de sus compañeros del Santuario. No fue una reunión oficial ni nada por el estilo, simplemente habían ido a entrenar al coliseo algunos de ellos, no todos, pues tenían otras tareas, pero los que estaban ahí apenas terminaron con sus actividades se dispusieron a compartir unos instantes más. Al principio no comentaron nada fuera de lo esperado, hablaron del entrenamiento, de sus habilidades, después de las tareas pendientes, planes para ese día, en definitiva nada inusual. Pero ocurrió uno de esos eventos que parecen pequeños y terminan siendo algo grande para alguien más, en ese caso fue así para el formal caballero de la casa de Capricornio.

—     Tengo que ir al pueblo—comentaba Dohko—Necesito recoger unas hierbas que encargué la semana pasada.

—     ¿Quieres que te acompañe?—le preguntaba amablemente Shaka.

—     No, no te preocupes, pero si necesitas algo dolo dímelo, lo traeré.

—     Lo único que necesito es que regreses—dijo alegremente el de cabellos dorados.

Los dos caballeros se sonrieron y se tomaron de la mano, haciendo que los demás los observaran con un gesto entre divertido y de complacencia, ellos mismos no actuaban tan diferente con sus compañeros.

—     Entonces no tardaré Cielo—lo llamó con suavidad el de Libra.

—     Te esperaré Mi Caballero—respondió el de Virgo.

Se dieron un beso fugaz y todos observaron como el de la séptima casa se alejaba, y la mirada de esos ojos azules que lo seguían como si deseara que jamás pudiera perderlo de vista; sin embargo el momento pasó y el venido de la India quedó bajo la atenta mirada de sus compañeros, sabía que algo iba a suceder y se limitó a permitir que pasara.

—     ¿Hay algo que me quieran decir?—les preguntó.

—     No, nada—le dijo sonriendo el de Escorpión.

—     ¿De verdad?

—     Por supuesto—mencionó el de Géminis.

—     De acuerdo, les creeré.

—     Así está bien—aseguró el de Piscis.

Parecía que sería todo pero el de la doceava casa no pudo evitar agregar algo a su último comentario.

—     No te diríamos nada más, Cielo—lanzó medio riéndose.

Honestamente los demás apenas si contenían las sonrisitas cómplices por ese comentario de parte del de Libra, incluso el de Virgo sonrió, no le molestaba que supieran esa parte de su relación después de todo y sabían que todo eso no era por maldad. Aunque no estaba menos dispuesto a contratacar ya que parecía que era el centro de todo ese episodio, tan solo necesitaba de unos cuantos argumentos para salir librado.

—     Si, Dohko me dice Cielo y yo lo llamo Mi Caballero ¿tiene algo que decir al respecto?—les preguntó con calma.

Era verdad que entre ellos dos se llamaban de esa forma, el de Virgo no había dejado de ver al de la séptima casa como todo un caballero, y no solo en el sentido de la armadura, mientras que el de Libra había bautizado al rubio como Cielo por sus ojos, azules de cielo, y por considerarlo su paraíso en la tierra.

—     Creo que ya no—le respondió el de Cáncer—Tú ya lo dijiste todo.

—     No sé porque les parece tan divertido, ni que fuera el único que tiene un nombre especial con su compañero.

Ante ese argumento los demás se mostraron un tanto silenciosos pero por su expresión sin duda el de cabellos rubios tenía razón, no era el único que compartía uno de esos gestos de afecto y cariño con su pareja como lo era darse un nombre, algo solo de ellos.

—     Por lo que veo no soy el único—continuó el de Virgo—Y si no recuerdo mal he escuchado algunos nombres peculiares ¿Podré recordar algunos en este momento?

Algunos rostros se mantuvieron serios mientras que otros trataban de contener la sonrisa, pero en ambos casos se reflejaba que era verdad, sus compañeros les dieron otro nombre en su relación, de la misma manera que ellos lo habían hecho.

—     Qué curioso—seguía Shaka como si hiciera memoria—Casi juraría que recordaba uno, lo escuché hace poco.

Miraba directamente al caballero de la cuarta casa, no le quitaba la mirada de encima, haciendo que todos se fijaran en el venido de Italia quien parecía sentirse tenso ante una situación en que lo iban acorralando.

—     Escuché a Mu—proseguía el de cabello dorado—Dijo un nombre, uno singular, uno que no había escuchado antes, dijo…dijo… ¿Qué fue lo que dijo?

—     Bueno, ya—lanzó el caballero de Cáncer—Si, Mu me dice de otra forma, pero casi siempre me llama por mi nombre.

—     ¿Y cómo te dice cuando no te llama Death Mask?—preguntó de inmediato el de la última casa.

—     ¿Para qué quieren saber eso?—preguntaba como si estuviera molesto aunque no lo estaba realmente.

Al notar las expresiones de los demás supo que no iba a salirse de esa escena con cruzar los brazos y poner cara de pocos amigos, los demás ya conocían eso, así que supo que lo único que le quedaba por hacer era capitular o Shaka les diría de todas maneras.

—     Me dice…—dijo entre dientes.

—     ¿Qué?—preguntaron los demás.

—     Me dice…—repitió de la misma manera.

—     No entendimos nada Death Mask—se quejó Milo.

—     Me dice Cancerito ¿Ya?—soltó levantando las manos como si buscara que fuera asunto terminado.

—     ¿Cancerito? ¿De verdad?

Pero antes que el de Escorpión pudiera dar rienda suelta a sus risas el de Cáncer lo atajó pues sabía algo a su vez.

—     Si Milo, así me llama Mu, yo le digo Musito y él me dice Cancerito.

Como pareja Aries y Cáncer eran muy unidos, además se demostraban ternura al llamarse así en lo privado, el primero era Mu y un osito, por eso resultaba Musito, mientras que el segundo recibía ese nombre por su signo, Cáncer.

—     Así como tú le dices a Camus Encanto—continuaba el de la cuarta casa— ¿Quieres que diga cómo te llama él?

El de la octava casa pareció que sufría hipo de pronto pues hizo un ruido medio extraño y se puso serio, pero sabía que no iba a salirse con la suya de esa escena sin decir nada, lo mejor era capitular entonces. 

—     Camus es un encanto, por eso le digo así—afirmó casi orgulloso el de Escorpión—Y él me llama Bichito.

Un encanto y un bichito, por su personalidad tan única el primero y por ser parecido a su signo el segundo. Al escucharlo algunos no aguantaron sacar una leve risa, pero se debía admitir que no esperaban escuchar algo como eso; y no era el final de esa historia.

—     ¿Qué hay de ti Saga?—preguntaba directamente Afrodita—No estoy seguro que Aioria y tú sean de los que se dan nombres y eso.

—     ¿Por qué piensas eso?—indagó el de Géminis.

—     No parecen de ese tipo, eso es todo.

—     Tenemos nuestros momentos, como todos, y también somos capaces de demostrar afecto—aclaraba el de la tercera casa.

—     ¿Cómo pueden llamarse?

Sinceramente era algo que les intrigaba, pero siendo la pareja de Saga y Aioria no terminaban de estar seguros los demás por la forma en que marchaban las cosas, pero lo habían logrado, quizás eso era lo más importante.

—     Pues ya que quieren saberlo—contestó el de Géminis—Él es mi León y yo soy Saguin, así de fácil.

Claro que el caballero gemelo se abstuvo de mencionar que en los momentos verdaderamente íntimos ese León se convertía en Gatito, y que Saguin daba paso a Queridito mío, pero era mejor no decir ni una palabra de eso.

—     Quién lo diría—comentó el de Piscis al escuchar al de Géminis.

—     ¿Qué hay de ti Afrodita? Ya escuchaste de los demás, dinos ahora cómo se llaman Aldebarán y tú.

—     No hay secretos en eso—manifestó con tranquilidad el de la última casa—Aldebarán me dice Mi rosa o Mi rosa dorada o Mi rosa sin espinas, siempre he sido una rosa perfecta para él.

—     ¿Y él?—quiso saber Shaka.

—     Es mi Torote o mi Torito, según sea el caso.

Así era de hecho, ellos dos se comunicaban muy abiertamente, y mientras el de la segunda casa decidió nombrar al del último templo en base a sus hermosas flores, el de Piscis retomó el signo de su compañero. Pero enredando un mechón de su cabello celeste y mirando con cierta picardía dejó saber algo más.

—     Aunque bien podría llamarlo Semental—dijo sonriendo.

—     Demasiada información—se quejó Milo.

—     Aldebarán puede presumir, y mucho, en ese sentido—señalaba sin dejar de sonreírse el de Piscis.

Los otros prefirieron no indagar más, por un lado por respeto a su compañero de Tauro, por otro porque sabían bien que ese hombre de cabellos celestes podía tener muy poca discreción con sus asuntos.

Sin embargo alguien no había abierto la boca en todo ese tiempo, había escuchado a sus compañeros y no intervino de ninguna manera, los demás se dieron cuenta y no pensaron dejar pasar la oportunidad, así que fueron directos.

—     ¿Qué nos dices tú Shura?—indagaba el de Escorpión.

El caballero de Capricornio había escuchado todo pero no intervino, aun así le tocaba ser el centro de atención, lo mejor era ser honesto.

—     Yo lo llamo Aioros y él me llama Shura, son nuestros nombres—respondió de forma directa el de Capricornio.

Las miradas de sus compañeros dejaban ver que algo en ese argumento no era tan convincente.

—     ¿Solo lo llamas por su nombre?—preguntaba Death Mask.

—     Si—fue la respuesta.

—     ¿Después de todo lo que pasó entre ustedes y que ahora estén juntos, solo lo llamas Aioros?—indagaba el de Escorpión.

—     Si—la misma respuesta.

—     Bueno, si a ustedes les funciona así…—intentaba decir el de Virgo.

—     Si—no cambiaba de argumento.

—     No queda nada más que decir entonces—declaraba el de Géminis.

—     Aunque parece un tanto increíble—agregaba el de Piscis.

La charla poco a poco se iba terminando y los caballeros se iban separando, cada uno tenía responsabilidades y tareas, pero no por cumplir con esa parte fue más sencillo para el de Capricornio dejar de pensar en lo que había ocurrido con sus compañeros. Ese asunto del nombre especial para su pareja nunca le había parecido importante, es decir, ellos tenían un nombre y se llamaban por el mismo ¿Por qué ponerse otro? Sin embargo sus compañeros opinaban que era importante y al escucharlos y observar sus expresiones sin duda lo era, él no era de ese tipo, ese asunto de soltar palabras dulzonas y dar sobrenombres que a él le resultaban afectados, no iba mucho con su personalidad. Aun así reconocía que le agradaba la idea, decirle a su castaño de una forma que nadie más lo haría, se presentaba como un asunto tentador definitivamente y no dejaba de pensar en ello.

—     No estaría mal—se dijo.

Fue así como quedó decidido, con una sonrisa en su interior el caballero de Capricornio se dispuso a encontrar un nombre especial para su querido castaño, un nombre que solo él podría decirle como prueba de su cariño.

 

**********

 

No fue tan sencillo como hubiera querido, definitivamente la tarea de dar un nombre especial al caballero de Sagitario se le estaba complicando al de la décima casa, pensaba en ello, le daba vueltas, tomaba algunas decisiones que no llevaban a nada ¿Quién diría que era tan difícil? Pero de verdad que no encontraba nada sencillo hallar una forma de describir a ese hombre que llenaba su vida, a veces creía que tenía el nombre perfecto pero apenas veía de nuevo al de la novena casa y se decía que no era la palabra adecuada, que algo faltaba, que no era suficiente, entonces debía volver a su labor.

—     ¿Te sucede algo Shura?

El caballero de los cabellos castaños terminó preguntándole eso una tarde en que estaban juntos, sabía bien que el de cabellos negros no era exactamente de los que hablaban mucho pero apenas si lo había saludado y después de eso ya no dijo nada más, era algo para inquietarlo.

—     No, estoy bien Aioros.

—     Es que parece que algo te tiene preocupado.

—     No es nada.

—     ¿En serio?—insistía el de ojos pardos

—     Te digo que no es nada.

El morocho lo miró por unos instantes con profundidad, casi iba a insistir pero desistió, sabía que con el guardián del antepenúltimo templo no valía la pena presionar, no era de los que cedía de esa forma, eligió otro camino a seguir.

—     Muy bien Shura, si me dices que no es nada entonces no es nada por lo que daba preocuparme—acepaba sin más.

—     Gracias Aioros.

El joven castaño le sonrió, animado por su cercanía se besaron suavemente por unos instantes, no valía la pena atormentarse con ideas de lo que iba a decirle y lo que no, pero en ese momento una idea atravesó la mente del de ojos verdes.

—     Aioros ¿tú…?—intentó preguntar.

—     ¿Qué cosa?

—     Nada.

El de ojos pardos lo miró pero al notar que no iba a continuar con el tema se limitó a seguir a su lado, comentándole algunas cuestiones, asuntos de los templos, sus labores, planes inmediatos y otros a futuro, todo eso que le gustaba compartir con él. Sin embargo el de cabellos negros terminó por decirse que era absurdo lo que pensaba, pues pensó en preguntarle al castaño por la manera en que le gustaría que lo llamara, eso no era posible, debía ser algo que naciera de él, deseaba en verdad encontrarle un nombre especial.

Si bien se dedicó a la labor con bastante interés, la realidad fue que los intentos del de ojos glaucos por darle un nombre al de Sagitario no resultaron tan bien como hubiera querido. El día que le dijo Arquerito al castaño le pareció casi como si se burlara de su habilidad para manejar las saetas, por eso lo miró con muy poca amabilidad; luego fue lo de Centauro y por la mirada de extrañeza que le lanzó sin duda tampoco le había sentado bien ese nombre, tal vez porque en ese momento le mencionaba sus planes de hacer un viaje a la playa, simplemente no le vio la relación; luego fue lo de Lindo Castaño, pero como fue durante un encuentro en el que entrenaban juntos el de ojos pardos se lo tomó como si no lo estuviera tomando en serio durante el encuentro y el de cabello negro terminó tundido en el suelo del coliseo; luego vino lo de decirlo Aio, no parecía ir tan mal con ese, pero resultó que a veces así se decían entre los hermanos…y Saga, así que no trascendió ese sobrenombre tampoco.

El último intento había sido el de llamarlo Cariñito, si bien el de Capricornio no estaba convencido decidió probar, pero no funcionaba, pues el de Sagitario le dejó saber lo que pensaba de que le dijera así.

—     No soy el “Cariñito” de nadie ¿te enteras?—le lanzó el de cabellos castaños no de muy buen humor.

Por supuesto que eso fue porque el de mirada parda entendía ese término como si la otra persona fuera un “detalle”, un “peor es nada” o sea, como algo que no iba en serio en una relación sentimental.

—     Esto no está funcionando—se decía el de Capricornio.

Tal vez debía resignarse a que lo suyo no eran los nombres, podría seguir llamándolo Aioros, solo eso, pero no lamentaba menos el no poder llamarlo de una forma especial, hubiera querido tener la misma habilidad de los demás para hacerle saber a su compañero lo especial que era en su vida al nombrarlo de una forma única, de una manera que nadie más lo llamaría, pero aparentemente no contaba con ese don.

—     Gracias por venir conmigo Shura—le decía sonriente Aioros—Espero no alejarte de tus labores.

—     No lo haces, además sabes que me gusta estar contigo.

—     ¿De verdad?

—     Sí.

—     Lo sé, pero me gusta escucharlo—decía con voz suave—Solo quiero ver que todo esté en orden alrededor, no me gustaría llevarme una sorpresa si en verdad salimos de viaje, prefiero que todo esté listo y en orden.

—     Es lo mejor.

Hicieron el recorrido pero todo se veía bien, en realidad ninguno de los dos pensaba que pudiera haber problemas pero siempre responsables no deseaban dejar nada de lado, tal vez concluyeran con esos planes de hacer un viaje.

—     Todo se ve bien Shura.

—     ¿Qué quieres que hagamos?—le preguntaba el de Capricornio.

—     No sé, podemos seguir hablando un rato ¿Qué te parece?

—     Me gusta esa idea.

Sin pensárselo dos veces encontraron un rincón en el cual acomodarse sobre la hierba, era un lugar apacible con la brisa acariciándolos, y estaban los dos juntos, no siempre era posible tener momentos de ese tipo, en los cuales entregarse a lo que eran, dos hombres simplemente ¿así se sentirían las demás parejas en el mundo? No lo sabían, pero si era así que hermoso resultaba, y si no, pues no tenían idea de lo que se estaban perdiendo.  Al principio solo conversaban, después se habían tomado de la mano, un poco más y el castaño había apoyado su cabeza contra el masculino hombro del de Capricornio. Momentos como esos eran de los que más apreciaba el de cabellos negros, cuando no se trataba de ser caballeros o portadores de armaduras o guardianes ni nada de eso, solo eran dos hombres que se querían y tenían la inapreciable oportunidad de permanecer uno al lado del otro.

De pronto el de cabellos castaños acariciaba suavemente la mano del de ojos verdes, la misma mano que descansaba contra su pecho, era sin duda un gesto de ternura y afecto, pero desprendió algo más, algo que habían tratado pero no mucho entre los dos. Si bien eran una pareja que se quería y se gustaba no habían pasado del terreno de la ropa, o sea, que no habían llegado a nada por debajo de las prendas. Y no era que no quisieran, el de cabellos negros había deseado más en ese terreno pero el de Sagitario prefería mantener la distancia en ese sentido, a su  manera  de ver las cosas era un paso importante y no quería que se adelantaran a nada que no pudieran manejar después. El de mirada glauca lo había aceptado, por el momento, pero no deseaba mostrarse como si presionara, no quería que el del noveno templo sintiera que era lo único que le interesaba de estar a su lado.

—     Aioros—lo llamó con suavidad.

—     Me gusta estar contigo Shura—le decía el de ojos pardos con calma.

—     A mí también.

Era verdad, lo cierto era que el de cabellos negros no recordaba haberse sentido así nunca antes, nada en su vida, ni ganar su armadura ni regresar al Santuario, se comparaba con ese sentimiento que nacía en su pecho por poder estar al lado de Aioros. Comenzó a acariciar sus manos, su largo y hermoso brazo, besó con suavidad su cuello y parecía aspirar el aroma de su cabello, se sentía realmente feliz en ese instante al poder estar con él, deseaba hacérselo saber pero no sabía cómo, definitivamente las palabras no eran lo suyo. Pero no parecía que al de Sagitario le importara eso, sabía cómo era el de Capricornio y lo aceptaba, no discutiría ante eso, además era por mucho más feliz de saber que estaba en su vida que pensando o preocupándose por algo como su falta de palabras.

En pocos momentos ya estaban besándose, esa clase de besos que solo con su compañero habían compartido, podían ser suaves, tiernos, fugaces, pero también largos e intensos, con fuerza, con necesidad, con pasión, a veces ni siquiera podían definirlos pero no dejaban de disfrutarlos pues les parecía otra forma de conocerse y de comunicarse. Aunque sin buscarlo las cosas estaban pasando a más, de cierta forma sus cuerpos parecían más dispuestos que en otras ocasiones, no por alguna razón en especial, simplemente por sentirse cercanos. Surgía esa especie de calorcito que los iba llenado, la agradable sensación de compartir, era como si todas sus formas se acoplaran perfectamente, dos tipos de molduras que encajaban perfectamente, era increíble descubrirlo. Ambos sentían que la situación estaba cambiando, que giraba en una dirección muy determinada, y que si continuaban tal vez no iban a detenerse, así que si lo harían lo mejor era pensarlo en ese instante.

—     Te quiero Aioros—le decía entre besos—Te quiero tanto, tanto…

—     Shura…

Pero no dejaban de acariciarse, no habían llegado a más, y cuando la mano del de Capricornio acarició sugestivamente por encima del pantalón la entrepierna del de Sagitario no tardó en sentir que era detenido y el castaño lo miraba de frente.

—     Aioros—le dijo como conteniendo el aliento.

Esos ojos pardos lo observaban de forma directa, aunque con un brillo distinto, uno que el de cabellos negros no había contemplado antes, ni siquiera se daba cuenta que en esos momentos él lo miraba de la misma forma.

—     Aioros—lo llamó de nuevo.

Entonces el de cabello castaño se acercó con delicadeza y le murmuró con suavidad al oído unas breves palabras, pero a cada una el rostro del de ojos verdes parecía sorprenderse e iluminarse por igual. Cuando se separó un poco, el de Sagitario se encontró con un hombre de expresión feliz que parecía no terminar de creer lo que había escuchado, así que lo mejor era terminar de convencerlo.

—     ¿Vamos?—preguntaba el de Sagitario.

Por respuesta le tomó la mano y sin más comenzaron su camino hacia un sitio muy determinado y los dos se mostraban contentos y con algo de expectativa para alcanzarlo.

El caballero de Capricornio parecía apenas poder creer que su adorado castaño le había dicho que sí, que quería hacer el amor con él, pero así había sido y no pensaba perder el tiempo en preguntarse el cómo o el porqué, era mucho mejor para él pensar en estar con el caballero de Sagitario en la intimidad y para eso lo primero era alcanzar su templo. Fue así que ambos caminaron en dirección a la décima casa, si por el de cabellos negros hubiera sido no vacilaría en salir corriendo hasta alcanzar el inmaculado sitio pero su compañero se mostraba más tranquilo, caminaba con suavidad, sin arrojarse a la carrera, por lo que tuvo que modular sus pasos y marchar con tranquilidad por el sendero. Claro que eso no evitaba que sintiera toda la ansiedad de su cuerpo, tan solo la espera era algo que lo excitaba, finalmente sus sueños de conseguir una relación completa con el hombre al que amaba se cumplirían.

 

**********

 

El antepenúltimo templo del Santuario era un lugar amplio, limpio, bien cuidado, aunque a diferencia de otros resultaba más árida en cuanto a objetos personales, el guardián de la casa no era un hombre dado a detalles, se manejaba más bien con una puntillosa precisión y orden. Por eso el caballero de los ojos verdes prefería no poner nada que no necesitara en el lugar, consideraba superfluo ese tipo de cosas, y el resultado era que el lugar estaba más bien vacío, pero al menos contaba con lo indispensable. Aunque eso no parecía haberle molestado nunca al de mirada castaña, sabía todo eso de su compañero y no pensaba que cambiara, respetaba lo que era y eso hacía que le gustara aún más, alguien que lo aceptaba y quería tal y como era, sin pretender cambiarlo.

Pasaron por los pisos de mármol bien pulidos, con el sonido de sus pasos resonando por el lugar, hasta alcanzar la habitación principal, un sitio muy similar al resto del templo, aunque con algunas cosas más en comparación. Los muebles de tipo ármelos usted mismo se dejaban ver, todo estaba igualmente limpio y ordenado, haciendo sentir que era un espacio no muy personal, la idea al menos asaltó al de Capricornio quien por un momento se preguntó si debió avanzar con esa situación sin  alistarse mejor. Claro, tenía lo necesario para lo principal, pero quizás hubiera sido buena idea hacer sentir al de ojos pardos que era especial, que el momento era especial, que él era especial y que lo quería, que deseaba que los dos estuvieran juntos y se unieran en un momento único.

—     Shura.

—     Lo lamentó—soltó de inmediato—Tal vez quieras que esperemos y lo entenderé, de verdad, es solo que…

Pero el de cabellos castaños se le quedó mirando directamente como si no comprendiera lo que le estaba diciendo, por lo que prefirió seguir hablando para que supiera lo que estaba pensando en realidad.

—     Me da gusto estar contigo Shura—le dijo sonriendo.

Como si deseara comprobarle lo que terminaba de decir fue a su lado, y si más lo tomó por el rostro entre sus manos y lo besó en los labios con dulzura para después mirarlo sin dejar de sonreír.

—     ¿Te da gusto que esté aquí Shura?—le preguntó en voz baja.

—     Sí.

—     Me alegra.

Sin más volvió a besarlo, con eso las dudas del de cabellos negros quedaron desterradas, en ese instante solo contaba en su vida que tenía al de Sagitario entre sus brazos y podía sentirse seguro de su relación que estaba por ser completa.

Shura no dejaba de besar a Aioros, al principio lo hacía con suavidad pero lentamente se iba dejando llevar por otro tipo de deseos, era un hombre guapo al que tenía entre sus fuertes brazos, no podía negarse eso, por lo que no vaciló en permitirle a sus manos recorrer esa espalda, la nuca, los castaños cabellos, atrayéndolo contra su cuerpo y disfrutando de su natural entrega. Sin permitirse perder el calor de esos labios continuó con su exploración, acariciando y presionando, utilizando la punta de su lengua de forma juguetona, pero lentamente las sensaciones se hacían más intensas, aumentaba la temperatura entre ambos, respiraban algo más aprisa, ya no se trataba solo de besos y abrazos. Al separarse sus miradas se encontraron, brillantes y entregadas, se veía claramente, así que no había razones para aguardar más, estaban listos para dar el siguiente paso.

En poco momentos volvieron los besos, pero mientras los compartían, el de Capricornio comenzó a mostrarse más posesivo, una forma sutil de indicar los papeles que espera que asumieran cada uno en ese instante, para su agrado el de Sagitario no se opuso, más bien se manifestó cooperativo. Las firmes manos del de ojos verdes recorrían el pecho del de ojos pardos, en poco tiempo encontró los broches y comenzó a soltarlos, uno a uno, hasta que no estaban en el camino, y con decisión hizo la tela a un lado, comenzando a dejar al descubierto ese hermoso cuerpo con el que soñara. Sin más se quitó su propia camisa, quedando ambos en igualdad, pero solo para regresar a los besos y las caricias, aunque mucho más encendidas que antes, el contacto de su piel era delicioso, por vez primera llegaban hasta eso.

Parecía que no eran capaces de separarse pero resultaba necesario, era momento de avanzar, y para eso era mejor sacar del camino lo que les estorbaba, con miradas sonrientes se sentaron en la orilla de la cama, sacándose las zapatillas y las medias, pero cuando el de la novena casa estaba por quitarse los pantalones no tardó en ser detenido. Con un débil gesto de sorpresa, Aioros se vio sorprendido por un arrojado Shura, quien ya tenía sus manos en la cremallera y en apenas tres movimientos lo había despojado de la prenda. Sin más el de cabello negro volvió a seguir el mismo movimiento, quedando ambos en ropa interior, pero no iba a haber contemplaciones, no, pues de inmediato se acercó al castaño para besarlo con deseo, haciendo que sus cuerpos quedaran recostados sobre la cama, dando inicio al camino de su sensualidad que tanto añoraban descubrir y compartir.

Ambos jugueteaban sobre la cama, dejándose llevar por las nuevas sensaciones que se iban descubriendo, esa calidez, el estremecimiento, la tensión, los temblores, todo aquello que da inicio cuando dos cuerpos se encuentran. El de Capricornio se apropió del sitio que quería, entre las bien formadas piernas del de Sagitario, sin más se frotaba contra su sexo, sin dejar de besarlo, complacido de lo delicioso que le parecía poder estar a su lado. Buscaba con la misma necesidad que el de cabellos castaños lo sintiera, por eso una de sus manos comenzó a acariciar de forma más elocuente el lugar que buscaba, por encima de la ropa interior, para después tomarlo por la nuca y atraerlo contra sí, dándole un beso casi violento. De inmediato besaba su cabello, sus hombros, el cuello, todo, con una masculina necesidad que los hacía respirar agitados y dar leves gemidos entrecortados.

A esas alturas, aunque no hubiera pasado mucho tiempo, el de la décima casa sentía que había transcurrido media existencia, y no quería aguardar más, su cuerpo le decía claramente que ansiaba continuar con su encuentro, sencillamente ya no estaba para esperar. Se separó un poco, para permitirle al de ojos pardos que se acomodara en el centro de la cama, apenas lo vio hacerlo sonrió y con manos seguras fue hacia la ropa interior que retiró en un par de movimientos, se quitó la suya y pudo disfrutar de la imagen de su hermoso castaño completamente desnudo. Era un instante que deseaba recordar por siempre, esa belleza, esa natural sensualidad, su mirada brillante cargada de promesas, no podía sino sentirse sometido a ese caballero que le sonreía con dulzura.

—     Shura—lo llamó.

Pero no obtuvo respuesta, el de ojos glaucos estaba sin palabras, así que se limitó a recostarse sobre él, con cuidado de no dejar caer su peso por completo, pero comenzando a descubrir y saborear de la intimidad que le brindaba ese castaño en su dulzura. Nada lo detuvo de probar ese cuerpo hermosamente constituido, todo lo que tenía a su alcance, los músculos marcados, la tibia piel, los suaves recovecos que se ocultaban o mostraban al flexionarse. No dudó en acariciar los genitales que respondieron a sus caricias de inmediato, la forma en que se elevaba el viril miembro, la corona se enrojecía, sin duda se sentía complacido. Aioros no podía sino sentirse gozoso, disfrutaba de las caricias, pero aún más de esos sensuales besos que lo cubrían, llevado por el deseo no dudó en separar sus piernas, abrirlas como si fueran un abanico, permitiendo que el de cabellos negros quedara entre ellas.

Fue una situación muy clara, ambos hombres estaban bien dispuestos, sus labios sin duda lo estaban pues volvieron a una intensa ronda de besos que solo aumentaban su deseo, sus cuerpos se movían con sensualidad buscándose, anhelando sentirse y unirse, sus miembros ya estaban completamente erguidos y parecían punzar más a cada instante. El de cabellos negros resultaba más impulsivo y ardoroso en ese instante, con esa sensación de poder y dominio por encontrarse no solo sobre el castaño, además de muy próximo a su intimidad, quería sentirlo, tenerlo y no iba a aguardar un segundo más de lo necesario para conseguirlo. Acarició ese tierno sexo a su alcance, sonriendo, disfrutando del rostro del de ojos pardos porque reflejaba lo mucho que gozaba de sus atenciones, de ser excitado por completo.

Decidido a llevar las riendas del encuentro, el caballero de ojos verdes humedeció sus dedos anular y medio con saliva, dejando que el de mirada castaña lo observara, medio sonreía por eso, ese instante previó a la conquista, apenas listos los llevó directamente a la entrada de su sensualidad, acariciando con cuidado el cerrado anillo que generó las más intensas sensaciones en su dueño. No iba a ser sencillo, los dos se daban cuenta pero también estaban dispuestos, así que dieron paso a unos momentos entre sensuales y excitantes, había besos y caricias, pero también el acariciar y buscar dilatar el ceñido paso a la masculina intimidad del morocho. Poco a poco el de Capricornio lograba que se relajara, que fuera más sencillo traspasar, cuando sus dedos ingresaron por completo los movió con calma, masajeando el estrecho pasaje, hasta que se convenció que lograba hacerlo más transitable.

Las sensuales voces apasionadas de los dos hombres llenaban la habitación, como ecos de la sensualidad a la que se estaban  entregando, el castaño se arqueaba sobre su espalda con naturalidad, buscando más de las íntimas caricias de esos dedos; su dueño por otro lado sentía que ya no podía soportar el no hundirse en ese maravilloso ser que le quitaba la voluntad. Llegados a ese punto no se veía que ninguno deseara aguardar, fue así que el de Capricornio comenzó a acariciar a Aioros, pasando sus manos por esos esculpidos hombros, el terso pecho, el marcado abdomen, era como juguetear de nuevo, pero de pronto fue firme. De manera masculina y fehaciente se impuso sobre el de Sagitario, frotándose entre sus bien torneadas piernas, besándolo con fuerza, sin disponerse a aguardar por nada más, sería suyo, completamente suyo al fin.

El de mirada castaña se dejó llevar, no podía hacer otra cosa, sentía ese turgente sexo contra su intimidad, la búsqueda por entrar en él, su calor, esa humedad tan única, su primer impulso fue el de cerrar las piernas por alguna razón pero no podía, el de cabello negro estaba ahí. Inmediatamente después fue buscar que entrara en él, pero tampoco lo consiguió al mover sus caderas, así que al final simplemente se quedó muy quieto, aguardando y la verdad fue que no esperó demasiado. Lo sintió invadirlo, como su turgente virilidad iba entrando, empujando a cada movimiento, aguantaba la respiración, hasta que dio un leve gemido ahogado, señal de que el de ojos verdes tomaba posesión completa de su cuerpo. Sentía que su cuerpo se distendía, había algo de dolor a pesar de todo, sus íntimas paredes se estrujaban como si buscaran volver a cerrarse pero no era posible, y aun así le gustaba lo que estaba viviendo, no se arrepentía, estaba dichoso por ser su amante.

Sin aguardar por nada Shura le brindó una lluvia de besos y caricias a su hermoso castaño, buscando relajarlo y agradeciéndole el momento que le estaba permitiendo vivir a su lado, acariciaba con sus labios esa hermosa boca, las suaves mejillas, el elegante cuello, mientras sus vientres permanecían estrechamente unidos en un fuego intenso. Hubo unos cuantos movimientos, ya no había dolor al embestir, así que podían continuar, el momento por el que había suspirado se cumplía. El de Capricornio se apoyó en sus brazos para comenzar el asalto, avanzando y retrocediendo, buscando el ritmo adecuado, a veces con suavidad, a veces con fuerza, logrando que el hermoso morocho gimiera con sensualidad y ardor. Al verlo no pudo sino buscar sus labios de nuevo, con la pasión en su entrega, sin dejar de embestir, siendo uno con todo el ardor de su cariño.

El encuentro se hacía más natural, el temor se alejaba con velocidad y el placer se hacía más firme, sus cuerpos se acostumbraban al del otro y prontamente solo el goce quedaba entre ellos, al grado que el castaño rodeó al de ojos verdes con sus piernas por las caderas, solo por la necesidad de sentirlo hundirse en su intimidad una y otra vez. Convencido con semejante movimiento de la disposición del de Sagitario, el de cabellos negros no aguardó por nada, estaba listo, y en un instante ya estaba moviéndose con ardor, montándolo con fuerza, cubriéndolo a besos hambrientos mientras lo hacía suyo al grado que de esa sensual boca solo se escuchaba una palabra.

—     Shura…Shura…Shura…

Le fascinaba escucharlo decir su nombre, y bajo el calor de la pasión  aún más, por eso no paraba, en lugar de calmarse, al sentirse en ese cálido pasaje, su ardoroso deseo aumentaba, guiando la fuerza de sus caderas. Lograron mirarse a los ojos, fue como un destello, Aioros se acarició a si mismo intentando llevar el mismo ritmo del de Capricornio, quien no paraba de embestirlo con intensidad. Los dos gemían pero no dejaban de mirarse a los ojos con ardor, con pasión, y sobre todo con amor, el de Sagitario no podía hacer nada por sí mismo, se limitaba a que la pasión de su compañero lo llenara. Siendo así cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás, inundado por esa cálida simiente que se liberó en su interior, al mismo tiempo que lograba su culminación; fue de esa manera porque el firme sexo del de ojos verdes se vio fuertemente estrujado por las pulsaciones de placer que se descargaban en el masculino pasaje que había invadido. Era delicioso, el placer tan intenso que el éxtasis brilló entre ambos, liberando sus simientes, ninguno dejaba de sonreír mientras intentaban recuperar el aliento.

El de Capricornio apenas si creía que había sucedido, ese castaño era su vida y su destino y su felicidad y…

—     Shura, te amo tanto, te amo—murmuraba el de Sagitario con devoción.

—     Y yo a ti—le dijo con igual fervor—Te amo… amor.

Lo dijo con sinceridad, y la idea de pronto lo hizo sentirse cálido, no como con la pasión, era diferente, más íntimo, más dulce, y en ese momento lo supo, esa era la manera, justo esa, así sería, desde ese momento y por el resto de su vida.

—     Amor, mi amor—lo llamaba con devoción.

Amor, era perfecto, era él por completo, a partir de ese momento era la forma en que lo iba a nombrar.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede la semana entrante subo otro fic.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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