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Obsesión por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Niutsita quien me sugirió a la pareja, espero que sea de tu agrado

Deseo que les guste a quienes lean.

Notas del capitulo:

Es la primera parte, deseo que sea de su agrado.

 

 

 

Capítulo I

 

El lugar estaba bien, limpio, despejado, todo en un orden definido, los vecinos jamás habían tenido una queja de él, era un buen inquilino del edificio, pero no dejaba de contemplar esas imágenes de él, lo amaba tanto, era para él, fue creado solo para conocerlo, para estar a su lado, para amarlo; esa canción que escuchaba le gustaba tanto, decía todo lo que había entre ellos.

Oh, ¿no puedes ver
que me perteneces?
cómo duele mi pobre corazón
con cada paso que das.

Cada movimiento que hagas,
y cada promesa que rompas
cada sonrisa que finjas, cada parte que reclames,
te estaré vigilando.

Cada movimiento que hagas, cada paso que des,
te estaré vigilando.

Te estaré vigilando

Era una mañana agradable, al menos lo hubiera sido de prestarle más atención al entorno pero para el joven Minos de Grifo quien intentaba hacer su vida cotidiana solo significaba que debía darse prisa, había mucho por hacer, que la ducha estuviera limpia, que el desayuno estuviera listo, la comida para el almuerzo, la ropa para usar, todo debía estar perfecto. De ser para él todo hubiera tenido más sentido pero en realidad todos esos preparativos eran para su compañero, el cual llenaba la mayor parte de sus pensamientos, su relación ya llevaba un tiempo por lo que consideraba que eran una pareja establecida y feliz que se quería mucho. Las cosas iban un poco diferentes si se preguntaba a Radamanthys de Wyvern, la otra parte de esa relación, pero el primero no pensaba en ello siquiera. Para el segundo las cosas no iban bien desde hacía un tiempo y probablemente para un observador externo también hubiera sido de esa manera, las cosas iban de la cama en peor, es decir, de mal en peor, aunque aún con eso no terminaban, seguían juntos pero aparentemente solo por una razón.

Los demás pensaban que Minos se aferraba mucho a Radamanthys, era cierto, solo el joven de Grifo parecía negarse a verlo.

Esa misma mañana por lo mismo el joven Minos, una belleza reluciente de grandes ojos dorados y sedosa cabellera plateada estaba de pie haciendo desde temprano una serie de tareas y labores que no eran para él, sino para el joven y atlético rubio de ojos dorados que continuaba completamente dormido. A esas alturas ya estaba la ropa de los días anteriores lavada y planchada la que se había quedado pendiente, además se había encargado del desayuno para el que tuvo que ir corriendo a la tienda más cercana de comestibles pues el dueño del lugar no se ocupaba mucho de eso, un  buen almuerzo estaba siendo colocado en contenedores plásticos para llevar y otros en la nevera, porque pudiera que tuviera hambre al llegar. Una vez más, nada de eso era para él, todo era para el de cabellos dorados quien continuaba dormido o al menos lo pretendía y de esa manera no tenía que lidiar con esa otra persona en su casa, su vida, en todos los momentos de su existencia.

Con pasos suaves el de cabellos de plata fue hacia el dormitorio, vio a su compañero en la cama, era tan atractivo o al menos para él lo era, su rostro masculino, los músculos fuertes, esa expresión determinada, casi suspiró pero finalmente se acercó y con un beso en la mejilla acariciando ese desordenado cabello le habló.

—     De pie dormilón—le dijo.

El que estaba recostado se dio vuelta pesadamente hacia el lado opuesto del colchón y se levantó de esa manera, quedando lejos del de Grifo, lo hizo sin una sola palabra para ir sin más a la ducha, en la cual no se dio cuenta que estaba limpia, desinfectada y aromatizada con una combinación de especias y cítricos, solo se daba un baño veloz para alistarse a ir a su trabajo. En cuanto a su compañero intentaba poner buena cara ante lo acontecido, incluso planeó sorprenderlo en la ducha pero no tardó en darse cuenta que el rubio había puesto el seguro para evitarlo justamente, lo había hecho antes y por eso se tomaba esa precaución.

—     Radamanthys me quiere—se dijo.

Tenía que ser así.

El de Wyvern salió de la ducha en poco tiempo, nunca se tardaba en ese tipo de actividades, aparte tampoco era muy comunicativo, por eso al entrar de nuevo a la recámara y ver tres juegos de ropa sobre la cama, ya hecha, le indicaba que Minos había pasado por ahí y le buscaba la manera de vestir. Casi dio un bufido de fastidio, no tomó nada de la cama, se fue al armario donde tomó un traje de color caoba y complementó con unos mocasines de tipo Opanka que prefería pues solo se metía no como esos zapatos de vestir de agujetas que el de Grifo insistía en comprarle. Se alistó en poco tiempo, no era tardado y continuaba con una rutina que le había servido bien hasta esos momentos, por eso cuando salió solo terminaba de ver los detalles, su teléfono cargado y con crédito, su  identificación y su arma, siempre lista. 

Un hombre como él parecía poco comunicativo y adusto, lo era en verdad, pero quizás su mismo trabajo, estresante y complicado, era lo que remarcaba su carácter de por sí complejo; el de cabellos dorados era detective, pero era detective de AI, asuntos internos.  Ese tipo de colocación dentro del mismo cuerpo de policía que nadie quería, los demás departamentos los veían siempre como una especie de sabandijas o ratas que buscaban arruinar a buena gente que solo hacía su trabajo.

En cuanto a Minos eso no contaba, se la pasaba diciéndose lo feliz que eran cuando estaban juntos.

Ellos dos se habían conocido tiempo atrás, en una especie de cita a ciegas pues un conocido había hecho una fiesta para solteros, ese tipo de evento en que solo asisten solteros para buscar conocer a otros solteros. En el caso del de Grifo cuando lo supo se invitó solo pues no conocía muy bien al anfitrión pero no hubo inconvenientes, además estaba saliendo de una relación no muy buena. En cuanto al de Wyvern no quería asistir pero un amigo lo había llevado casi a rastras, solo buscaba la manera de marcharse cuando el de cabellos de plata lo vio y se prendó de él en poco tiempo, casi de inmediato, no se habían separado desde entonces, aunque con sus particularidades cada uno.

El rubio se presentó en la pequeña mesa de dos sitios que tenía en la cocina, vio que el otro joven estaba sentado ahí, sin duda esperándolo pacientemente con su sonrisa suave y mirándolo como si no hubiera nadie más en el mundo.

—     Buenos días—dijo Minos.

—     Buen día—respondió algo secamente.

No se podía esperar más del rubio, los que lo conocían lo encontraban seco y hasta hosco llegando a ser brusco, se dirigió de inmediato a la cafetera programada con anterioridad para que su café estuviera listo y tal y como le gustaba. El día que Minos intervino con eso habían peleado espantosamente pero todo se solucionó con una nueva cafetera y la solemne promesa del de cabellos plateados de no tocarla.

—     ¿Sabes Radamanthys?—comenzaba el de Grifo—Han sucedido varias cosas en mi trabajo, hay tanto que quiero contarte, anoche casi no pudimos hablar pero supuse que fue porque estabas cansado.

Y sin más empezaba a hacerlo, diciéndole todas esas cosas por más pequeñas que fueran que la verdad al otro no le interesaban mucho escuchar, por eso se bebía tan rápidamente como podía su café, negro, cargado, sin azúcar y muy caliente. Lo de la noche anterior había sido una de esas veces en que el de cabellos plateados estaba ahí, a su puerta, cuando llegó con la cena incluida, deseando charlar y demás, todo cuando él solo pensaba en descansar pero no, al final hicieron el amor pero porque no estaba de humor para hablar de nada.

Justo en esos instantes ni siquiera se daba vuelta para verlo, se concentraba en su segunda taza de café, notaba que el sitio estaba limpio y todo en su lugar, cortesía de ese joven que limpiaba y arreglaba todo, cuidaba la ropa, iba a la lavandería, dejaba comida preparada en la nevera, lo llamaba a su trabajo. En otras ocasiones las cosas llegaban a más pues se aparecía de la nada fuera de su trabajo, le llevaba el almuerzo, ya estaba ahí para que fueran a cualquier lugar y si no se presentaba en su departamento. Minos, siempre con su sonrisa y mirándolo de esa manera…

—     Se está haciendo tarde Radamanthys ¿no vas a desayunar?

Una mirada rápida de sus ojos dorados le indicó que en la mesa había comida para cuatro personas.

—     Te preparé algo especial—continuaba el de cabellos plateados.

El rubio tuvo que respirar hondo antes de responder.

—     Llevo prisa Minos.

—     Pero…

Sin más fue por su saco, sin duda ya iba de salida.

—     ¿No vas a desayunar Radamanthys?

—     Tomaré algo de camino.

—     Te hice el almuerzo, es…

—     Voy retrasado Minos, adiós.

Un fuerte golpe de puerta tres segundos después y era todo.

El de Grifo suspiró, sin más comenzó a limpiar, su comida preparada fue a la nevera, la habitación y el baño fueron limpiados y arreglados pero no se quejaba, era feliz con el de Wyvern, los dos eran felices por estar juntos, al menos él creía eso.

 

**********

 

El trabajo de Minos era bueno, cuando se presentó no tuvo problemas pues sus horarios eran flexibles, era corrector de estilo en una importante casa editorial, manejaba diversos materiales desde personales hasta de divulgación, era muy solicitado pues era excelente en su trabajo, encontraba con apenas una mirada lo que debía hacerse y resultaba veloz para entregar, jamás había llegado a fechas límite. Sin embargo en su trabajo se había dado un retraso, para todos, pues sus sistemas de cómputo estaban fallando, haciendo que todo se volviera lento, y un técnico iría a revisar, lo recomendaban bastante. Al encontrarse con alguien en su oficina supo que se trataba de quien haría el trabajo.

—     Gracias por su labor—le dijo Minos.

—     De nada—fue la respuesta.

Después de eso el de cabellos plateados se puso a enviarle mensajes a Radamanthys deseándole un Buendía, que almorzara, que no se preocupara por nada de su departamento, que le dejaba comida en la nevera, si deseaba que le llevara algo, que tuviera un lindo día y demás. Pero no tenía respuesta, lo que comenzó a inquietarlo conforme pasaban las horas, solo dos, pero ya estaba bastante ansioso ¿le habría sucedido algo? Entonces comenzó a llamar, con bastante insistencia, hasta que el rubio respondió.

—     Radamanthys—lo nombró aliviado.

—     ¿Qué quieres?—preguntaba de mal talante del otro lado de la línea.

—     Yo solo…

—     No molestes—le lanzó.

—     No quiero molestar, solo…

Sin embargo el otro terminó con la llamada, nada más.

De inmediato el de Grifo se sintió afligido ¿acaso Radamanthys iba a terminar con él?

—     Está listo—le dijeron.

El técnico había realizado su labor, el sistema funcionaba bien o al menos eso era lo que le estaban informando.

—     No era algo grave, solo una sobrecarga de datos—le explicaban—Pero ahora está mejorado y con mayor capacidad para…

Realmente el de cabello plateado no escuchaba mucho, solo pensaba en el rubio que no deseaba hablar con él.

—     Muchas gracias—dijo al final de la explicación—Es muy gentil.

Eso fue todo, no había más que decir, después de todo solo se centraba en lo que haría para el de Wyvern, para que fuera feliz con él.

Radamanthys había tenido una mañana complicada, por decir lo menos, estaba trabajando en un caso desde hacía meses y las cosas se estaban poniendo intensas, siempre era peliagudo investigar a otros compañeros policías, pero ese asunto en especial era bastante difícil. Se trataba de detectives condecorados, del tipo que sale en las noticias con reconocimientos por su labor, alta taza de condenas, iban a las escuelas gratis para dar charlas y dedicaban tiempo a labores comunitarias. Uno entrenaba a un equipo especial patrocinado por el departamento de policía para niños con algún  tipo de retraso en el desarrollo o discapacidades físicas, otro se ponía su uniforme para dar paseos en patrullas a niños de bajos recursos y prestaba su camioneta para llevarlos a diversas actividades, el tercero era padrino de jóvenes considerados en riesgo de caer en pandillas o grupos delictivos.

Se escuchaba muy bueno para ser verdad, además que eran muy amigos desde la escuela, pero para el de mirada dorada todo eso era solo una fachada, lo que más detestaba era que se ocultaran tras todo eso, utilizando a buena gente que confiaba en ellos, para cubrirse. Había buscado en los días anteriores una fuente de información y la había encontrado, un informante no muy cooperativo al principio, su compañero Aiocos de Garuda había ido con él, el sujeto salió corriendo cuando se acercaron pero lo alcanzaron o más bien el rubio lo hizo y apenas lo tuvo en las manos lo “disuadió” para que cooperara pues nadie quería hablar de esos tres. La sospecha por la que lo tenían era por trabajar para un traficante de mediana talla, la segunda parte de la sospecha, que era donde entraban los otros tres, era que se trataba de alguien quien trabajaba para otro más grande quien pagaba a policías para sacar a la competencia del camino, así como tener su propio terreno y vendedores de drogas. Un negocio bastante redondo en realidad.

Como fuera apenas lo tuvo entre sus manos el de Wyvern le propinó una paliza para que hablara, como el otro seguía sin querer hacerlo tuvo que ser más persuasivo.

—     ¿Así que no sabes nada?—decía el de Wyvern azotándolo contra la pared.

—     Vete al diablo—fue la respuesta.

—     Bien, pero te envío primero.

En ese momento sacó su arma con habilidad y lo encañonó, justo cuando le apuntaba a la cabeza fue cuando su compañero apareció, supo que lo mejor era ni siquiera hablar en ese instante.

—     ¿Qué me puedes decir ahora?

La frialdad al hablar y la lentitud con la que tiraba del gatillo convencieron al que estaba de rodillas de hablar.

—     En mi bolsillo—dijo de manera muy aguda por el miedo—Hay un recibo, es una cuenta, hago los depósitos ahí, es todo lo que sé.

Fue Aiocos quien se acercó y registró la ropa del sospechoso, encontró un pequeño trozo de papel con un número de cuenta, hizo un movimiento afirmativo y con eso el rubio soltó al pequeño criminal que pensó que podía irse.

—     ¿Adónde crees que vas?—preguntó el de Wyvern.

—     Ya sabes lo que quieres—decía el otro—Pensé que…

—     Tú no piensas.

En ese momento el de Garuda lo esposó, estaba listo para llevárselo.

—     Presentaré una queja—decía el arrestado.

—     Tienes ese derecho—decía Aiocos—Pero créeme, estarás más seguro en una celda que libre y a mano de mi compañero.

Con ese número habían seguido la cuenta, resultaba interesante que pasaba por varios bancos hasta llegar a diversas fuentes, una de ellas estaba a nombre de la abuela de uno de sus sospechosos, mujer internada en un asilo desde hacía más de una década, había sufrido una apoplejía que la  dejó en estado vegetativo, su nieto era el apoderado legal. Definitivamente daba mucho que pensar.

Estaban trabajando en la oficina, un sitio muy movido donde debían hacer una labor no muy apreciada por los demás, se notaba cuando los tres detectives a los que investigaban llegaron, con ese aire arrogante que no soportaban la pareja de trabajo Wyvern y Garuda. Se encontraron de frente y de inmediato los recién llegados se hacían sentir, no eran exactamente del tipo de gente que pasaba desapercibida.

—     ¿Les llega ese olor?—preguntaba mordaz uno de cabellos azules y mirada verde—De verdad apesta.

—     Parece que abrieron una cloaca—le siguió otro de cabellos negros y mirada glauca—Por eso apesta.

—     Si—terció el otro de cabellos y ojos azules—Y por lo que parece salieron las ratas en el acto.

El de Garuda, un hombre de cabellos y ojos morados de carácter moderado, procuraba demostrar que no le importaban sus comentarios, pero el de cabellos rubios no estaba para aguantarlos.

—     Supimos que hay una investigación sobre los tres—dijo el primero, Saga de Géminis—Vinimos a declarar lo que sea que necesiten escuchar, aunque tengamos que aplazar todo nuestro trabajo.

—     Pero tener que venir no fue sencillo—argumentaba el segundo, Shura de Capricornio—Nosotros hacemos un  trabajo real, no lanzamos un anzuelo a ver que pescamos, claro que ustedes ni siquiera imaginan lo que es trabajo policiaco verdadero.

—     Déjenlos en paz—comentó el tercero, Camus de Acuario—Solo les queda fastidiar a los que si hacemos nuestra parte.

Los detectives tal vez hubieran dejado pasar las cosas pero los comentarios de los otros tres siguieron, hasta que llegaron al punto en que no iban a soportar más, al menos uno de ellos no lo haría.

—     ¿Qué te sucede Wyvern?—le lanzó Saga— ¿Les sigue disgustando que hagamos bien nuestro trabajo? ¿Qué pasa? ¿los hacemos ver mal? Malditas sanguijuelas que no toleran que otros…

Radamanthys era reconocido por su explosivo temperamento y en ese momento estalló con violencia.

Sin más, sin ninguna advertencia, se le fue encima al de Géminis, golpeándolo de manera directa y muy efectiva, pues el otro no alcanzó siquiera a meter las manos, cuando intentaron separarlos llevó al de cabellos azul a un rincón, lo azotó contra la pared y al tenerlo en el piso le metió un fajo de billetes con violencia en la boca, fueron segundos, pero lograron contenerlo. Aun así el rubio dijo algo más.

—     Ahí tienes, lo decomisamos de una de tus alimañas, la que le vende a los niños en el parque.

Unos minutos después de semejante alboroto el de Wyvern estaba ante su jefe, Hades de Tártaro, hombre decidido, seguro e inteligente, de un aspecto aristocrático, poseía unos hermosos cabellos negros y ojos verdes. En ese momento veía al rubio ante él, ya le habían informado del exabrupto de unos momentos atrás y notaba todo lo que podía ocurrir debido a ello.

—     Ya me informaron de lo sucedido Radamanthys—le dijo.

—     Esas alimañas…

—     Estás fuera—dijo con frialdad.

—     ¡¿Qué?!—preguntó en un grito—He trabajado mucho en este caso, no puede sacarme como…

—     Tal vez arruinaste el caso Radamanthys, tu exabrupto nos pone en una situación compleja.

—     Ellos fueron quienes lo provocaron.

—     Y tú caíste, ahora pueden alegar de tu mal carácter, de mal manejo del caso, que las evidencias son tendenciosas, pueden suprimir todo lo que tenemos.

El rubio parecía no creerlo pero tenía sentido, esos tres habían ido a pavonearse ante ellos para hacerlos enfadar y fue él quien lo hizo,  arriesgándolo todo en el proceso.

—     Descansa Radamanthys—continuaba Hades—Eres un buen detective pero necesitas moderar tu temperamento.

Sin otra palabra el de mirada dorada salió de la oficina furibundo, sus compañeros lo miraron pero solo Aiocos lo siguió.

—     ¿Qué sucedió?—le preguntó.

—     Estoy fuera—le respondió—Hades dice que es por mi mal carácter.

—     Eres un buen detective Radamanthys.

—     Si pero mi temperamento me pierde según Hades.

No dijeron nada de eso pero ambos sabían que era verdad.

El de mirada dorada siguió su camino, su compañero sabía que era mejor dejarlo ir.

Una vez en su automóvil el de mirada dorada golpeó el volante con violencia varias veces para después recargar la cabeza con pesadez, no podía creer que había caído en semejante truco pues sin duda los otros tres lo habían planeado. Su teléfono comenzó a llamar con insistencia, vio el número, era Minos, de nuevo, estaba lleno de sus mensajes y ahora no dejaba de llamar, no estaba de humor para nada de eso, por eso al responder no fue nada amable.

—     Radamanthys.

—     ¿Qué quieres?—indagó con el enfado corriendo por su interior.

—     Yo solo…

—     No molestes—lo interrumpió.

—     No quiero molestar, solo…

Pero no quería escuchar nada más, solo terminó con la llamada, sin poder creer que todo su trabajo estaba por perderse, todo a causa de su mal carácter.

 

**********

 

Minos no dejaba se darle de vueltas en su cabeza a lo que podía haber hecho para que Radamanthys estuviera enojado con él, tenía que saber qué hacer, si el de Wyvern pensaba en dejarlo no podía permitirlo, debía encontrar la manera de impedirlo, no podía perderlo, no podía…

—     Tengo que irme temprano—dijo en su trabajo.

No tardó mucho en retirarse, solo se tomó unos momentos para hacer una búsqueda en internet en la que pudiera encontrar lo que quería, de hecho pasó por una tienda en el camino que necesitaba seguir, cuando tuvo todo listo en su departamento se fue al del rubio pero como aún no llegaba eligió esperarlo, sin más.

Fue así que cuando Radamanthys se sintió un poco más tranquilo y decidió regresar a su casa para intentar relajarse y encontrar una manera de seguir con su trabajo se encontró con el de Grifo, sentado en las escaleras, con un paquete al lado y sin duda esperándolo. Era lo que menos esperaba ver y en definitiva no le gustaba, su paciencia no estaba para ser puesta a prueba de ninguna forma.

—     ¿Qué haces aquí?—le preguntó sin amabilidad.

—     Cuando hablamos te escuchabas un poco molesto—decía acercándose el de cabellos plateados—No quiero que estés molesto conmigo.

El de cabello rubio dio una especie de bufido por la exasperación y al final solo se le ocurrió hacer una cosa, abrió la puerta con velocidad para sujetar con algo más de la fuerza necesaria al otro joven y casi a jalones lo metió por la puerta.

—     Entra de una vez—decía.

Justo cuando hizo eso una vecina iba abriendo su puerta y se le quedó mirando primero con sorpresa y después con desaprobación pero lo dejó pasar, no estaba para darle explicaciones de nada a nadie.

Apenas cerraba la puerta cuando se dio cuenta que el de Grifo se estaba haciendo el dueño del lugar, llevando las cosas que cargaba en el paquete a la cocina y sin más se disponía a preparar algo de comer.

—     Tendré la mesa lista en un momento Radamanthys—continuaba como si nada el de cabellos de plata—Ponte cómodo, en cuanto esté todo listo te serviré, no tardaré, ya lo verás.

Como si no pudiera hacer otra cosa el de Wyvern fue a su recámara para cambiarse el traje que usaba y los zapatos, se metió en unos pantalones deslavados de jean y una remera desgastada, en vez de zapatos usaba sandalias. Le gustaba andar muy cómodo cuando estaba en su departamento, también le gustaba estar a solas en vez de encontrarse con alguien que parecía querer meterse en cada momento de su vida. Pensó en encender su televisor y ver que encontraba pero unos minutos y ya estaba Minos ahí, encendiendo el aparato, poniéndole una lata de soda helada en la mano y diciéndole algo de un partido que no había podido ver en vivo la semana anterior.

—     Lo grabé para ti—mencionaba sonriendo.

Prefirió guardarse lo que estaba pensando, se mantuvo en silencio, quitó el dichoso juego y se metió a las redes sociales a navegar un rato, no quería pelear, no quería discutir pero sinceramente la presencia de ese hombre en su espacio lo estaba alterando ¿Acaso tener una pareja no debía ser algo agradable? ¿Por qué se sentía tan malhumorado con Minos en su vida? El chico era guapo, agradable, inteligente y dedicado a otra persona, tal vez era eso, su dedicación tan absorbente hacia él.

—     Te traje una botana—escuchó tres minutos después.

—     Voy a darme una ducha.

Con eso el de Wyvern simplemente se encerró en el baño, la idea de la ducha no estaba mal para relajarse, también le ayudaría a que no estuvieran sobre él por unos momentos, unos largos momentos, lo necesitaba. Se dejó refrescar por el agua tibia, la iba templando poco a poco hasta que estaba fría, sentía su piel reaccionar y sus músculos dejar la tensión, sí, era lo que necesitaba, ir calmándose poco a poco hasta que casi se sentía bien relajado. Se secó tomándose su tiempo y no tardó en volver a vestirse, ahora podía ver lo que fuera que a Minos se le había ocurrido, lo soportaría mejor.

Al salir de la recámara se encontró con la mesa puesta, incluso había un mantel y él no tenía tales objetos en su casa, la comida caliente y preparada, no estaba mal y cualquier otro lo  hubiera apreciado pero el rubio tan solo podía hacerse una pregunta ¿Por qué Minos se metía en todos los momentos de su vida? En ese instante ya estaba el de Grifo a su lado, colgándose de su brazo, sonriendo de esa manera que tenía, hablando y hablando y hablando…

—     No he podido contarte como estuvo mi semana pero ahora podemos charlar—decía—Así sabremos lo que hemos hecho cada uno, y nos sentiremos mejor por compartir ¿Qué te parece?

¿Por qué ese hombre era… así?

—     Mi computadora estaba algo lenta pero ya fue el técnico y todo quedó solucionado, parece que…

Seguía hablando y hablando, así que mejor se sentaba a la mesa y se limitaba a comer, no estaban  mal los platillos pero en realidad no estaba de humor para darse cuenta de eso o de otras cosas, como el hecho que todo era a su gusto, incluyendo esa plato con deliciosos higos que ni siquiera se daban en esa época del año, por lo mismo no eran nada económicos.

Minos no dejaba de hablar y hablar, mientras más silencioso se mostraba el de cabellos rubios él hacía esfuerzos más desesperados por llevar un tipo de charla que les permitiera comunicarse pero prefería no darse cuenta de su escaso éxito en esa área; era como si cada palabra chocara contra ese muro de silencio en que se transformaba el de Wyvern pues simplemente no quería hablar.

La verdad era que esa reunión era un desastre pero el de Grifo no iba a admitirlo.

Cuando la comida se terminó de nuevo estaba el de cabellos de plata haciéndose cargo de las cosas, como si su sitio en la vida del otro fuera poner en orden todo aquello que el rubio no atendía y darse cuenta de eso no ayudaba a que el de Wyvern pusiera buena cara a tenerlo ahí y con vistas a no querer irse.

—     ¿Qué te parece si hacemos un viaje Radamanthys?

—     ¿No te gustaría que pintáramos de otro color este lugar?

—     ¿Qué te parece si buscamos una mascota?

—     ¿Te gustaría que encargara algo de comer del restaurante de comida asiática?

—     ¿No has pensado en lo que te dije? ¿En lo de intercambiar llaves del departamento?

Como el de Grifo se veía muy plantado en su sitio, o sea, que no pensaba irse de ahí, el de Wyvern decidió ser un poco más directo, aunque tal vez algo de sutileza no estaría mal, ese chico debía comprender el mensaje.

—     Minos.

—     ¿Sí?—le preguntaban con ansiedad.

—     Tuve un día muy pesado, las cosas se han complicado un tanto en mi trabajo.

—     Seguramente todo va a ir mejor, eres muy bueno en tu labor y podrás resolverlo, sé que sí, nadie es mejor que tú y en cuanto tus jefes se den cuenta todo irá mejor, ya lo verás, no desesperes.

—     Como digas, pero solo deseo relajarme un poco.

—     No te preocupes por nada, me haré cargo de todo, tú solo ve a la recámara y descansa, te llevaré algo en un momento ¿prefieres una botana o una bebida? Pero que digo, te llevaré las dos.

—     Me siento cansado, quiero descansar.

Ese corto diálogo era la manera de indicarle que se fuera pero el otro parecía no darse por enterado, lo de la sutileza no estaba funcionando.

—     Puedo darte un masaje Radamanthys.

—     Quiero descansar, solo—lanzó remarcando la última palabra.

—     Yo puedo ayudarte a relajarte.

Sin más estaba ya a su lado, acariciándolo sin pudor alguno por encima de la ropa, con sus ojos brillantes sin perderlo de vista con esa mezcla de deseo y ansiedad por ser aceptado, tan notable incluso para un hombre tan cerrado a ese tipo de situaciones como lo era el de Wyvern.

—     Minos…

—     Sí, solo di mi nombre Radamanthys.

Eso de que entendiera que el rubio deseaba quedarse a solas no iba a suceder.

Para esos momentos Minos no parecía nada dispuesto a detenerse, era como si siempre buscara estar con Radamanthys, el rubio lo sabía y un hombre de su carácter, cerrado y a veces hosco, no terminaba de tolerar que otra persona estuviera ahí siempre, buscando su atención, que lo llenara de atenciones hasta en lo más mínimo, a veces le parecía que no podía dar ni un paso en su propio departamento sin que el de Grifo estuviera ahí esperando algo de él. A veces necesitaba todo su autocontrol para tolerar esas cosas y en definitiva no era una persona reconocida precisamente por tener un carácter tranquilo y tolerante, incluso en su trabajo lo consideraban explosivo. Como fuera notaba que ese joven de cabellos platinados estaba ahí y no parecía dispuesto a marcharse, nada de eso, quería estar ahí con él y también se notaba que buscaba algo más de estar a su lado en ese momento, lo que los había unido al inicio.

 

**********

 

Ya Minos estaba haciendo sus propios planes pues para él estaba muy en claro que al encontrarse ambos a solas no podía ser solamente para quedarse a dormir, nada de eso, sentía esa necesidad de estar cerca del de cabellos rubios, de ese fuerte y masculino cuerpo que apenas si podía contener el deseo de tocar. No, nada de eso, iba a sentirlo, recorrerlo con sus manos, sus labios, su boca, su lengua, probar todos los lugares y cubrir todo aquello que causara el placer de ambos. Siendo así ya estaba el de Grifo mucho más adelantado que su compañero en dar los pasos necesarios para pasar la noche o al menos unos momentos que se esperaba fueran únicos, aunque quien dio todos los pasos para iniciar fue el de cabellos de color de plata, el hombre de rubia cabellera no parecía igual de interesado en sus avances.

Cuando se daba esa situación Minos no dejaba de sentirse animado a continuar, el poco interés de parte del otro no era importante, siempre pensaba que se trataba de algo más, algo que se iba a solucionar ya que ellos eran una pareja y se amaban, al menos en su mente siempre sería de esa manera. Unos momentos más y ya el de Wyvern sentía como el joven a su lado lo besaba y acariciaba con necesidad por encima de la ropa, lo hacía de esa manera en que se mostraba ansioso, se comportaba como si no hubiera más oportunidad de nada, deseoso por ser aceptado por el otro caballero. Claramente no se encontraban en el mismo punto en esos momentos, lo cual podría decepcionar a otros no obstante a ellos no, aunque no sentían lo mismo, eso debería haber sido tomado en cuenta pero lamentablemente no lo fue.

Con esa habilidad tan suya el de Grifo no parecía dispuesto a tardar mucho en buscar lo que deseaba y en esos momentos lo que quería era acariciar al de cabellos rubios, específicamente llegaba con su mano derecha a la entrepierna, apretando suavemente sin dejar de besarlo por el cuello y la barbilla, casi como si lo oliera al mismo tiempo. Bastaron unos segundos para que el de Grifo comenzara a buscar por encima de la tela y unos instantes por debajo de ella, llegando a la orilla de los pantalones, desabrocharlos y quedar ante la ropa interior que no representó ningún reto a esas alturas pues la pieza fue hecho a un lado sin muchos miramientos para lograr alcanzar el sexo sin erguir que sería acariciado sin más. No parecía haber mucho interés o al menos no al mismo grado, un detalle que en otros casos podría ser de interés en una pareja o al menos algo para ser discutido o intentar hacer algo entre los dos.

No en su caso.

Que no estuviera erguido ese miembro masculino no era un impedimento para el de cabellos plateados, sabía cómo hacer las cosas, apenas sin dejar de besar al de cabellera rubia comenzó a inclinarse hacia abajo, acariciando el glande con sus dedos, empujando suavemente el prepucio aunque aún estaba lejos de conseguir que el de Wyvern tuviera el mismo interés en su encuentro, por eso necesitaba hacer algo más. El de Grifo no estaba para darse por vencido, estaban a solas, eran pareja, no podían quedarse así, debían compartir y demostrarse lo que sentían, al menos era lo que se decía a sí mismo. Las manos del de cabellos plateados no dejaban de hacer su parte, acariciaban ese cuerpo con intensidad para dejar el paso libre a la piel que se mostraba a cada momento, no era una tarea sencilla pero podía ser lograda con el entusiasmo suficiente y eso si lo tenía al menos uno de los dos hombres.

No pasó mucho tiempo para que el de Grifo estuviera plenamente concentrado en una labor muy específica, la cual era desvestir al de cabellos rubios, era algo que sabía hacer de sus encuentros previos, lo hacía con esa extraña ansiedad, como si a cada momento se preguntara si lo estaba haciendo bien, si lo que hacía le gustaba a su compañero. No dejaba de descubrir ese cuerpo masculino y marcado por el ejercicio, el de Wyvern era alguien a quien el ejercicio había ayudado mucho en su formación, los resultados se notaban en sus músculos bien delineados y fuertes. Por su parte el de cabellos de color de plata también se iba desnudando, con prisa, apenas separándose del otro, frotándose contra él, buscando despertar su deseo con mayor velocidad. Ambos se encontraban desnudos en unos momentos, dejando que sus cuerpos se sintieran y reconocieran, no obstante Minos hizo algo más: sujetaba esas varoniles manos del rubio y las pasaba por encima de sí mismo, acariciándose con necesidad.

—     Radamanthys…Radamanthys…—murmuraba con voz apasionada.

En unos momentos estaban los dos cerca de la cama, tan solo a un par de pasos, bastaron unos besos y un poco de entusiasmo extra por parte del de Grifo para que los dos estuvieran en la cama, el de Wyvern sobre su espalda con su miembro a medio erguir, decidido a hacer algo al respecto Minos se deslizó hacia abajo, quedando con su rostro a la altura de la ingle del rubio para lamerlo con sensualidad. No pasó mucho para que la misma mano que antes lo había acariciado llegara al sexo que se humedecía un poco, lo haría más con esa boca que de inmediato estaba ordenándolo, bombeando con habilidad y rodeándolo con la inquieta lengua, haciendo todo lo posible para que su encuentro fuera completo. La mano del de cabellos de plata estaba muy activa, frotando por el tronco y llegando a los testículos que jalaba suavemente para después apretarlos, succionando con sus labios ejerciendo una presión extra que logró que finalmente el otro hombre gimiera con deseo.

Radamanthys no dejaba de mirar hacia el techo, estaba en claro que era placentero todo lo que le estaban brindando a su cuerpo en esos momentos, por eso era factible que se fuera dejando llevar hasta que su sexo estaba completamente erguido, lo que buscaba el de Grifo. Por su parte, Minos no había dejado de frotarse contra las sábanas, si de por sí estaba excitado esa acción solo aumentó su deseo, aparte que no pensaba en detenerse una vez que obtuvo lo que buscaba, que era el deseo del rubio. Siendo así se acomodó entre las fuertes piernas  de Radamanthys sin dejar de estimularlo, haciendo que sus entrepiernas se sintieran y frotaran, por lo que su labor de alcanzar el lubricante y los preservativos no fue sencilla, aunque la cumplió. La siguiente fase fue alistarse y en eso también demostró bastante destreza pues él mismo comenzó a dilatarse con sus dedos y todo sin dejar de atender ese sexo entre sus labios, después de todo no era la primera vez que hacía algo como eso.

Estaban listos, los dos, pero fue Minos quien volvió a moverse, ahora escalando entre besos por ese fuerte cuerpo hasta que se colocó a horcajadas encima del de cabellos dorados, frotándose por encima de su turgente miembro, gimiendo ambos, la experiencia era placentera pero tal vez era mejor no preguntarse si eso era todo. El de Grifo sujetó el enfurecido sexo con cuidado para colocarle el condón primero y comenzar a guiarlo a su interior después, con calma, memorizando cada segundo de la experiencia, hasta que se hundió en su intimidad por completo. Se presentaron unos instantes de quietud completa, pero no dudaron mucho ya que apenas si huno unos momentos para ajustarse entre los dos, apenas logrado ese punto el de cabellos plateados comenzó a moverse, cabalgando ese fuerte cuerpo apoyándose en los hombros del de Wyvern, después en sus muslos, un poco más y esas manos acariciaron el masculino pecho, ambos gimiendo y gozando por el encuentro.

A esas alturas un Radamanthys al principio renuente ya se encontraba bastante entusiasmado, no se podía obviar que Minos era muy hermoso y sabía moverse en la cama como pocos, así que lo sujetaba por las caderas con intensidad haciendo que sus cuerpos se acoplaran con velocidad, compartiendo unos momentos de verdadero placer. Guiados por la necesidad de su encuentro el de Grifo comenzó a inclinarse hacia atrás, haciendo que el de Wyvern imitara sus acciones y se hiciera hacia adelante, consiguiendo que el de cabellos platinados terminara recostado cobre su espalda y el de cabello dorado sobre él. unos momentos así y sería el que estaba arriba quien diera inicio a une embestida regia en el cuerpo de su compañero, haciéndolo estremecer y gemir de forma abierta, intensa, impulsando sus caderas hasta que sudaba y daba de voces sensuales permitiendo que sus cuerpos tuvieran el control entre ellos.

Pero no podía tardar mucho tiempo de esa manera, las señales del final se amontonaban con velocidad, con mucha prisa, al igual que ellos pues no dejaban de moverse ni de buscarse, aunque Minos era quien intentaba aferrarse al cuerpo del de cabellos rubios, hasta en esos momentos mostraba esa especie de necesidad que a veces se presentaba en todos sus actos. Para Radamanthys era diferente, le gustaba el sexo, le gustaba el complaciente cuerpo de Minos, pero era alguien que necesitaba de su espacio, el desfogue físico estaba bien pero manejar algo más era un asunto complicado. En ese instante ninguno de los dos prestaba atención a ese tipo de cosas, era más sencillo sentir que sus cuerpos temblaban, que sus vientres punzaban, que sus ingles se tensaban y que todo su ser buscaba liberarse hasta el paroxismo.

Todo resultaba más rápido para el de Wyvern pues se retiró de esa intimidad que se contraía para sacarse el preservativo y acariciándose un par de veces terminar sobre el hermoso joven a su alcance entre gemidos de satisfacción, un instante después se recostaba en la cama respirando pesadamente. Sin embargo no lo era todo para el de Grifo, aún estaba excitado y necesitado, sin pensarlo siquiera buscó de nuevo el cuerpo de su compañero tomando otra vez el sexo a su alcance en su boca, no había decaído del todo y no dejó de probarlo al mismo tiempo que se masturbaba, logrando el clímax unos instantes después. Solo entonces se recostó al lado del de cabellos dorados, abrazándolo al mismo tiempo que frotaba su rostro contra el masculino pecho tibio.

—     Estamos juntos y nos queremos, nada puede ser mejor, nada va a separarnos, no van a apartarme de ti Radamanthys.

Es tipo de discursos impacientaban al de cabellos dorados pero en ese instante no dijo nada, prefirió buscar descansar un poco, hasta que logró dormirse, pero no consiguió que el de Grifo lo soltara pues para él esos momentos eran ya inolvidables.

Oh, ¿no puedes ver
que me perteneces?
cómo duele mi pobre corazón
con cada paso que das.

Podía cantar la canción una y otra vez, le fascinaba, era su canción.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Solo por comentar, la canción es del grupo The Police, se llama Every breath you take.

Si nada sucede nos leemos la semana entrante, que tengan buena semana.

Atte. Zion no Bara

 


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