Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nunca por zion no bara

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Ya he usado a esta pareja y deseaba utilizarla de nuevo, aunque guardaba algunas dudas sobre subir esta trama, dejo a su criterio el resultado.

 

Notas del capitulo:

Pensaba que sería una historia corta pero se alargó un poco, aunque solo serán dos partes, esta es la primera.

 

 

Capítulo I

 

Me preguntas si llegará un momento
Cuando me cansé de ti
Nunca mi amor
Nunca mi amor
Te preguntas si este corazón mío
Perderá su deseo por ti
Nunca mi amor
Nunca mi amor

 

La mirada celeste del caballero de Piscis parecía mantenerse alerta a todas las palabras que estaba diciendo el patriarca con seriedad, por fuera la situación se mantenía tranquila, estable, los caballeros estaban en su sitio, sirviendo al Santuario y por lo tanto a su diosa, era lo que había sido y lo que sería a futuro, su destino era ese. Sin embargo, aunque intentara convencerse de algo como eso la verdad era que el caballero de la doceava casa de nombre Afrodita, venido de Suecia y un hombre de cabellos y ojos celestes de impresionante belleza, no sentía más que vacío ante lo que era su nueva vida. Definitivamente era una nueva existencia cuando por la gracia de Atenea estaban de nuevo en el mundo todos los caballeros caídos en batalla, incluso él, sobre quien estaba como tatuada una palabra: traidor.

—     Necesitamos continuar con nuestras labores al servicio de la orden como siempre lo hemos hecho—continuaba el patriarca—Es nuestro deber en estos tiempos servir al Santuario.

Era casi fastidioso escuchar lo mismo una y otra vez, parecía un discurso que ya no tenía sentido, servir al Santuario ¿Por qué solo eso estaba en su vida? ¿No debía haber algo más? Pero no encontraba respuesta a esas preguntas, pensaba en lo mucho que había intentado hacerse de una nueva existencia pero no había sido nada sencillo el tener que enfrentarse al nuevo mundo que se había creado alrededor de todos ellos, ya no era lo que tuvieron alguna vez.

—     La colaboración y apoyo que se han brindado como compañeros es algo que debe alabarse—decía Shion con sus imponentes vestiduras—No puedo sino felicitarlos por los esfuerzos que han llevado a cabo para hacerse de una nueva existencia que incluye a sus amigos y compañeros.

El hermoso hombre de cabellos celestes sintió de inmediato una punzada, porque por supuesto esas palabras no lo incluían a él, lo sabía muy bien, si sus demás compañeros fueron capaces de seguir adelante y demás sin duda fue por su esfuerzo y lo habían conseguido, pero él, Afrodita de Piscis, no. No lo había alcanzado no porque no lo intentara, claro que lo hizo, buscó hacer enmiendas, comprometerse con su situación, ser el caballero que se esperaba que fuera…pero sus compañeros no dejaron ir las cosas fácilmente. Su existencia en el Santuario transcurría con un aura de marginación, los demás lo trataban, lo toleraban, pero no lo aceptaban ¿Por qué no? Porque para ellos un traidor era un traidor.

Y él, Afrodita de Piscis, era un traidor.

—     Me he sentido complacido con los resultados en sus misiones con compañeros—mencionaba el caballero de cabellos verdes de Aries—Es grato contemplar que incluso en estos nuevos tiempos de paz pueden poner sus talentos al servicio de otros y que su amistad se ha visto fortalecida por ello.

Para los demás podría ser así pero no en el caso del caballero de la doceava casa, necesitaba reconocer, y no sin tristeza, que no contaba con nadie en el Santuario, pensando en ello miró de reojo al caballero de Cáncer, incluso Death Mask se había alejado de él, a pesar de haber sido tan unidos en el pasado. Cuando volvieron a la vida sinceramente esperó ser un apoyo y sentir el apoyo de parte de su camarada, ambos comprendían lo que pensaban de ellos y lo que había sido tomar otro rumbo en el Santuario, parecía lo lógico, lo más natural, mantenerse unidos ante las nuevas adversidades, pero no fue así, y sabía muy bien el motivo.

—     Tenemos que continuar trabajando como hasta ahora—declaraba el patriarca con solemnidad—Ahora es necesario contemplar nuevos trabajos, otras misiones, pero no olvidemos que somos parte del Santuario y cumplir con nuestro deber es lo más importante.

Todos los ahí reunidos parecían de acuerdo con eso, así que asintieron sin problemas, escuchando atentamente mientras el caballero de mayor rango entre ellos les indicaba lo que se esperaba que hicieran, y no se estaba haciendo inusual que en esas nuevas misiones no fueran solos, el sistema de parejas funcionaba bien por lo que sabían, así que continuarían utilizándolo.

—     Casi todos han trabajado con un compañero y podemos seguir haciéndolo así—decía con calma Shion—La mayoría de las misiones son solo de reconocimiento, o de apoyo en algún lugar, ahora me gustaría mencionar primero una en especial, Afrodita.

Al escuchar su nombre el de mirada celeste se mostró atento, tan solo esperando lo que iban a decirle.

—     Hay una misión en una región en específico—le comunicaba el de cabellos verdes—Es en los Alpes escandinavos, siendo Suecia tu país de origen parece lo más adecuado enviarte.

—     Me haré cargo—respondió con formalidad.

—     Está bien pero quisiera que no fueras solo—continuaba el Patriarca—Sería mejor si uno de tus compañeros va a tu lado.

¿Es que pensaban que iba a hacer algo indebido si estaba lejos sin supervisión? ¿Por qué entre todos los que tenían una armadura dorada era siempre al que señalaban? Se lo preguntaba pero su exterior no delató lo que pensaba, se mantuvo erguido, pero sus ojos celestes no dejaron de notar, aunque fuera levemente, una expresión de desagrado o rechazo en los demás rostros que lo rodeaban, no les gustaba estar en una misión con él, esa era la verdad.

—     Muy bien—declaraba con calma el de ojos rosas—Tal vez alguno de los caballeros se ofrezca voluntariamente.

Cuando se hacía ese ofrecimiento de inmediato había una respuesta, pero en ese caso se notaba la tensión e incomodidad por lo que estaba ocurriendo, no se negaban categóricamente pero tampoco iban a aceptar a menos que fuera una orden, el de Piscis lo notaba ¿Acaso todos lo detestaban ahí? ¿No eran caballeros y podían dejar a un lado sus sentimientos personales solo por cumplir con una tarea? En cuanto a él cumplir una misión solo no le molestaba, prefería eso a sentir que se convertía en una imposición mal recibida para los demás.

—     Puedo hacerme cargo solo—dijo el de la última casa con tranquilidad, como si todo eso no le afectara—Es solo una misión de reconocimiento, no será nada que no pueda manejar por mi cuenta.

Shion parecía entender la situación, así que quizás fuera mejor ceder en ese momento, sin crear más fricciones.

—     Muy bien.

—     Yo iré—intervino una voz.

Sin poderlo evitar todos voltearon, no era usual algo así en sus reuniones por lo que definitivamente llamaba la atención que se diera una escena como esa, había un voluntario dispuesto a ir con el de la doceava casa.

—     Yo puedo ir—continuaba el mismo caballero—Si Afrodita está de acuerdo en que lo acompañe.

En ese momento las miradas giraron hacia el de Piscis quien sabía que solo podía dar una respuesta.

—     No tengo inconvenientes.

—     Está bien—retomó la palabra el patriarca—Ustedes dos se harán cargo de esto, pónganse de acuerdo en lo que necesiten.

No dijeron nada más pues era necesario que los otros caballeros dorados recibieran sus misiones, pero era el final de la reunión, cuando se terminó con la sesión ya estaban los demás conversando sobre sus diversos planes, ya fueran de la misión o de cualquier otra labor que tuvieran pendiente, incluso sobre hacer algo con su tiempo libre. Cuando eso sucedía el venido de Suecia sabía que no tenía nada que hacer, los demás parecían mirarlo con recelo si se acercaba demasiado; en eso vio pasar a su lado al caballero de la cuarta casa, quien parecía llevar prisa.

—     Death Mask—lo llamó.

El caballero de cabellos y ojos azules se detuvo de un solo movimiento pero parecía no querer hacerlo.

—     Hola Death Mask—lo saludaba el de mirada celeste acercándose—Solo quería saludarte.

—     Hola Afrodita.

De pronto se miraron como si no supieran que más decir, era hasta incómodo llegar a una escena como esa, más entre ellos dos que alguna vez habían sido muy unidos, aunque era necesario reconocer que no por los motivos más adecuados.

—     Tengo un compromiso Afrodita—lanzó de pronto el venido de Italia—Necesito darme prisa para llegar.

—     ¿Un compromiso? ¿con quién?

—     Sabes con quien.

Ante eso el de cabellos celestes se limitó a indicar un Si con un movimiento de su cabeza y ya que no había nada más que decir solo permitió que su compañero se alejara con velocidad de su lado, dejándolo un tanto melancólico; no había nada que pudiera hacer al respecto.

—     Afrodita—lo llamaron a lo lejos.

Dio vuelta y se encontró con el sonriente caballero que lo acompañaría en su misión, el único que había aceptado estar a su lado, de hecho era quien no se comportaba huraño ni rígido ante su presencia.

—     Trabajaremos juntos Afrodita—decía animado el otro—He pensado que podemos partir mañana temprano, para darnos prisa.

—     Está bien—fue su respuesta.

—     ¿Hay algo especial que deba llevar? ¿Necesito saber alguna cuestión en concreto antes de partir?

—     Es como cualquier misión.

—     Muy bien entonces—aceptaba con expresión alegre—Si es posible podríamos recorrer un poco de la región, jamás he estado en Suecia, me entusiasma mucho poder ir.

—     Tal vez podamos dar un vistazo.

—     Entonces ¿Qué te parece si nos encontramos mañana a las siete en la entrada al Santuario?

—     Por mi está bien.

—     Entonces nos vemos Afrodita.

—     Adiós Aioros.

Lo vio alejarse, con esa sonrisa y su entusiasmo, era tan joven ese muchachito castaño de mirada parda, pero su vida se había visto truncada de forma intempestiva, y de nuevo estaba ahí, rehaciendo su vida. Tal vez todo el tiempo que no estuvo entre ellos era lo que evitaba que se comportara como los demás, pero dejó todo eso de lado, necesitaba concentrarse en algo más, como en pretender que no se sentía al margen de todo y de todos en el Santuario.

 

**********

 

A la mañana siguiente, a la hora indicada con anterioridad, Afrodita de Piscis se presentó en el lugar señalado para encontrarse con quien sería su compañero de misión, estaba a tiempo y solo esperaba que el otro no tardará en llegar pero se encontró con que quien era esperado era él.

—     Buenos días Afrodita—lo saludaron.

—     Buenos días Aioros—respondió con cordialidad y una duda lo asaltó— ¿Acabas de llegar?

—     No, llegué hace quince minutos.

—     Eres madrugador, espero que no te impacientaras.

—     No importa, no quería hacerte esperar.

—     Bueno, ya estamos listos.

—     Entonces vamos, no quiero perderme esta misión.

Con su sonrisa tan natural de parte del joven guardián de la novena casa ambos se mostraron conformes y pudieron emprender el camino, parecía ser solamente una misión como tantas otras pero de hecho era el inicio de algo nuevo para ellos dos, aunque en ese momento no lo sabían.

El camino fue recorrido sin dificultades, eran caballeros dorados después de todo y no tenía sentido perder el tiempo aunque el de Piscis no pudo menos que sorprenderse, había esperado tener que mostrarse más conciliador y comprensivo con el joven castaño de Sagitario, como si le permitiera ir a su propio ritmo para que se acoplara, sin embargo no era así. El de la armadura del arquero se manejaba sin inconvenientes en el viaje, no le costaba trabajo llevar el mismo paso de su compañero e incluso parecía que podría rebasarlo sin dificultades pero se mantenía educadamente a su lado, como si solo lo siguiera.

—     Puedo ver por qué siempre fuiste unos de los mejores en el Santuario Aioros—dijo con sinceridad el de mirada celeste.

—     No he dejado de entrenar—respondió sin jactancia.

—     Hemos llegado—anunciaba con serenidad el de mirada celeste—Esto es el monte Kebnekaise.

—     Que increíble—dijo conteniendo el aliento el joven de ojos pardos.

—     Es la montaña más reconocida de Suecia, parte de los Alpes escandinavos, Vamos, no queremos perder la luz del día.

—     ¿Has estado antes aquí Afrodita?

—     Si, hace bastante tiempo, aunque vine solo, por los alrededores solamente, jamás lo escalé.

—     ¿Crees que podemos hacerlo?

—     Primero lo primero.

—     Muy bien, haremos el patrullaje pero ¿después?

—     Ya veremos.

Por un instante el de Suecia se sintió extraño, como si en esa misión le correspondiera el papel de ser el tutor, el mayor, el responsable, quien guiara a alguien de menor edad y experiencia, aunque fuera justamente el caso, pues el jovial castaño a su lado era mucho más joven, continuaba siendo un adolescente solamente. Como fuera los dos se dedicaron a su labor de inmediato, no había problemas, obstáculos, inconvenientes, por un momento el de la doceava casa se dijo que era el tipo de misión que podría haber cumplido solo perfectamente pero también entendía ese asunto de hacerlos trabajar en equipo, deseaban formar nuevos vínculos ¿Pero cómo hacerlo cuando había tanta historia detrás de todos ellos?

—     Esto fue mejor de lo que pensaba—decía sonriendo el de Sagitario—No imaginaba que hubiera lugares como este.

—     ¿A qué te refieres?

—     Tan asombrosos, casi nunca he salido de Grecia, ir a otro lugar es siempre emocionante para mí.

—     Debe ser porque aun eres muy joven.

De inmediato el de Piscis se sintió como si hubiera dicho algo que no debía, era verdad que el de Sagitario era más joven, en esos momentos tenía solo catorce años, su vida se detuvo abruptamente por intrigas y pasiones de otros, sin embargo de nuevo estaba entre ellos, pero seguía siendo solamente un jovencito.

—     Tengo catorce Afrodita, tampoco soy un niño—dijo son suavidad.

—     No quise decir eso—se disculpaba el sueco.

—     Lo sé, no te preocupes—y sonriendo agregó algo más—Y pensar que cuando te conocí casi te doblaba la edad.

—     Es cierto.

El de mirada celeste no pudo sino dejarse llevar por el recuerdo, cuando siendo un chiquillo se escabulló para espiar en el Santuario y de pronto vio pasar a ese joven que usaba una armadura dorada, tan seguro, tan fuerte, tan apuesto…había sido a Aioros a quien vio, al portador de la armadura de Sagitario; el joven de cabellos castaños por su parte se dio cuenta de su escondite y simplemente le sonrió con amabilidad. Era extraño pensar que había pasado todo ese tiempo, aunque definitivamente el de la novena casa nunca se había visto como un mozalbete, siempre había parecido mayor pero no por su aspecto, era algo de él aparentemente.

—     ¿Todo bien?—preguntaba el mismo joven.

Era increíble verlo, era el mismo, cuando todos los demás habían cambiado tanto en esos años, sin más él, quien jamás podría volver a ser una inocente y dichosa criatura quien sonreía al mundo con lo mejor de sí mismo.

—     La misión está completa Aioros, podemos volver, así el patriarca estará más tranquilo con nuestros informes.

—     Pero aún tenemos tiempo de explorar un poco ¿No podemos hacer eso? Por favor, por favor—le pedía sonriendo.

—     ¿Qué quieres hacer?

—     Bueno, yo no conozco la región y dijiste que no habías escalado esta montaña ¿Por qué no subimos ahora?

—     ¿Qué?

—     Si, subir los dos la montaña, vamos, somos caballeros dorados, eso no será un desafío para nosotros.

Por un segundo el de la doceava casa se dijo que no era buena idea, no contaban con el equipo necesario, que era peligroso, que algo podría sucederle a ese muchachito, que tendría que rendir cuentas, pero todo eso se esfumó al ver el entusiasmo que brillaba en esos ojos pardos.

—     De acuerdo—accedió el de cabellos celestes.

—     ¡Qué bien!

Sin duda el castaño estaba emocionado con la perspectiva y ambos se pusieron en camino con bastante facilidad comparado con lo que hubiera costado a cualquier alpinista o senderista hacer el mismo recorrido, aunque se debía recordar que ellos eran caballeros y dorados además de todo.

—     El monte Kebnekaise es la montaña más alta de Suecia, o al menos lo era antes que las altas temperaturas derritieran parte de su pico en los últimos años—le explicaba en el camino el de Piscis—Estamos a unos 150 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico.

—     Eso explica el frío.

—     En Europa no existen montañas más altas más al norte—continuaba el de Piscis—Desde la cima se ve territorio sueco y noruego.

—     Pues sigamos, ya casi llegamos.

Con esas palabras continuaron con su viaje y de hecho si alcanzaron la cima, contemplando el paisaje que los rodeaba, era siempre imponente contemplar la majestad del mundo con ojos humanos, se quedaron en silencio por unos instantes hasta que sus miradas se encontraron y ambos se mostraron satisfechos.

—     Este sitio es fantástico, me alegra haber venido, gracias por traerme Afrodita—dijo con honestidad.

—     Fuiste quien se ofreció a venir Aioros.

—     De todas formas gracias.

—     De nada.

Dieron una última mirada a lo que les rodeaba mientras una helada brisa revolvía sus cabellos con cierta fuerza, aun así era hermoso, pero no podían quedarse ahí para siempre, necesitaban emprender el camino de regreso dejando atrás una visión de grandeza que jamás olvidarían.

—     La vida por aquí parece tranquila—mencionaba el de ojos pardos—Parece un buen lugar para descansar.

—     Tal vez lo sea, no lo he pensado mucho en realidad—declaró el de ojos celestes con voz pausada.

—     No es como en el Santuario, todo ahí es tan rígido, con reglas, lineamientos, misiones, el deber esto y el deber lo otro, tengo que confesarte que en ocasiones todo eso me cansa un poco.

—     No pensaba escuchar al caballero de Sagitario decir algo como eso.

—     La armadura solo es una parte de mi vida Afrodita—explicaba con tranquilidad el de menor edad—Cuando no la uso me gusta ser Aioros solamente, recuerdo que la primera vez que la utilicé solo sentía miedo que su peso fuera tan grande que me aplastara.

El de pupilas pardas soltó una risita juvenil y abierta, su compañero a su lado no pudo sino escucharlo de manera pasiva al ir descendiendo, los recuerdos que tenía ese joven eran gratos en su mayoría o por lo menos él intentaba sacar lo mejor de cada experiencia que había vivido.

—     ¿Qué hay de ti Afrodita?—le preguntó de pronto— ¿Qué es lo que recuerdas tú del Santuario cuando piensas en ello?

—     ¿Cuáles son mis recuerdos?—dijo poniéndose serio—Pues antes de esta nueva vida era el caballero más hermoso, también fui un bastardo con los demás, me convertí en un traidor para la orden y a pesar de haber servido después con lealtad a Atenea los demás no me han dejado olvidar mis errores.

—     Afrodita…

—     Cuando regresamos a la vida pensaba que sería un nuevo inicio pero a los demás no les dio amnesia ni nada parecido, lo recordaban todo, por eso Death Mask y yo fuimos dejados a un lado.

—     Eso no es así, no tiene por qué ser así.

—     Pero al menos Death Mask tiene a alguien en su vida ¿Sabias? Pensé que tal vez él y yo… pero sin más encontró a alguien, a alguien que quiere de verdad y lo ha ayudado a soportar todo esto.

—     ¿Death Mask tiene una relación?

—     Con alguien del pueblo, una mujer—reconoció con tranquilidad.

Por unos momentos no dijeron nada pero el de Sagitario pareció llenarse de ánimos de nuevo y volvió a hablar.

—     No todo ha sido malo Afrodita.

—     ¿No?

—     Ahora estamos aquí.

El de Piscis buscó el rostro del jovencito a su lado, un rostro alegre, natural, sin segundas intenciones ¿Cuándo perdieron ellos la capacidad de ser solamente humanos? No recordaba haber visto algo como eso en mucho tiempo, y quizás fue por eso que terminó sonriendo a su vez.

—     Gracias por venir conmigo Aioros, de verdad te lo agradezco—expresó con honestidad.

—     También me alegro de haber venido, contigo Afrodita.

La misión fue bien, así lo dijeron al regresar ante el Patriarca, ante lo cual no había nada más que decir, la vida seguiría siendo la misma, pero no para el caballero de Piscis pues había una adición a su rutina.

—     Hola—lo saludaba sonriente Aioros.

—     ¿Qué tal?—respondía el de Suecia.

—     Solo deseaba saludarte y saber qué estabas haciendo.

—     Nada en especial, pensaba dedicarme un poco a mi jardín.

—     Tus rosas… ¿Qué te parece si te ayudo con eso?

—     ¿De verdad? No creo que sea muy entretenido para ti.

—     No lo sabremos hasta hacerlo, así que dime ¿puedo darte una mano Afrodita?—preguntaba con una sonrisa.

—     ¿Por qué no?

Comenzaron a caminar juntos con dirección al último templo, sería la primera vez pero no la última, además tener compañía fue gratificante para el de cabellos celestes, había alguien con quien hablar, reír, compartir; porque ese joven castaño estaba ahí para algo más que ser solo un compañero de misiones aunque no lo habían descubierto aun.

 

**********

 

Desde que regresaran de su misión en Suecia un joven y sonriente Aioros continuaba siendo un leal y cumplidor caballero de todas sus labores pero cuando no estaba en el papel de ser eso dedicaba mucho de su tiempo libre a estar al lado de su compañero de misión, aunque solo había sido una, el caballero de Piscis, quien por su parte dedicaba mucho tiempo a su jardín.

—     Hola Afrodita—lo saludaba.

—     ¿Cómo estás Aioros?—lo recibía amablemente.

—     Solo deseaba saludarte y saber si no necesitas ayuda.

—     Estoy bien, gracias.

—     Pero igual puedo darte una mano.

El venido de Suecia en un principio no estaba tan convencido pero el joven castaño era amable y sabía tratar a sus rosas, además parecía gustarle su jardín, por lo cual permitió que las visitas continuaran, charlaban abiertamente y hasta ese punto lo encontraba solo como un muchachito solícito, simpático y amable, aunque claro eso era lo que veía el de ojos celestes, no pensaba en lo que veía el castaño. No había prestado atención a la forma en que lo seguían esas pupilas, ni la expresión de ese rostro al contemplarlo, ni en como sonreía por estar cerca, de haberlo notado antes tal vez hubiera dicho algo, o simplemente no quiso reparar en ello.

La situación continuó por unas semanas pero necesitaba aclararse pues no podía continuar de esa manera, no porque pareciera que hubiera algo que aclarar pero sí que lo había, al menos el de la doceava casa suponía que su existencia era exactamente la misma, solo que ahora contaba con la presencia del de Sagitario, le agradaba ese muchachito, o parecía ser eso solamente.

Ese día habían trabajado en el jardín del de Piscis, las rosas estaban atendidas y bien cuidadas, la labor podía considerarse terminada, siendo así el del último templo decidió hacer un ofrecimiento amable.

—     Estás listas—decía sonriendo Afrodita—Muchas gracias por tu ayuda Aioros, no hubiera terminado solo tan pronto.

—     No es nada.

—     Ya es tarde y te he tenido aquí sin pensar en la hora.

—     No importa, me gusta ayudarte.

—     ¿Aceptarías algo de beber?

—     Claro.

Se pusieron en camino a la cocina de la última casa juntos, no dejaban de conversar mientras lo hacían, el de cabellos celestes sirvió la mezcla de frutos rojos y le dio su vaso al de  cabellos castaños, quien se dispuso a beber sin más. Pero mientras bebía su jugo el de ojos castaños no los separaba del de cabellos celestes, tanto que el otro caballero se dio cuenta.

—     ¿Tengo algo en la cara?—preguntó el sueco al final.

—     No, nada, solo…

—     ¿Qué?

—     Eres muy hermoso Afrodita.

—     Gracias—respondió con una sonrisa.

Sin embargo la sonrisa se le congeló en los labios, sintió un estremecimiento, esos ojos castaños que lo miraban tenían algo más, lo que terminaba de decirle no era solamente un halago, sus pupilas brillaban por estar posadas en él, había como un fulgor, una chispa, un destello, tras ese rostro de adolescente se movía una fuerza tan ancestral como los hombres mismos.

—     Nunca había visto a alguien tan hermoso como tú Afrodita—continuaba el de la novena casa—No solo en tu aspecto, es mucho más que eso, eres todo tú, un ser perfecto y hermoso.

—     Aioros.

—     Afrodita, yo…—decía intentando acercarse.

—     Creo que debes irte Aioros—dijo con firmeza.

—     Pero yo…

—     Gracias por tu ayuda—soltó en tono cortante.

El joven guardián de Sagitario terminó por perder el valor de decir lo que realmente deseaba declarar, solo agachó la cabeza y se fue, aunque se notaba que no quería irse, dejando solo al de Suecia quien se limitó a intentar dar una explicación a lo que acababa de suceder.

—     Solo son tonterías—se dijo a sí mismo.

Bebió nerviosamente el resto de su jugo, necesitaba convencerse que no era nada  lo que ocurrió, veía cosas que no eran.

Sin embargo si lo eran.

Al paso de los días resultaba evidente para Afrodita que ese joven castaño lo miraba de forma especial, no podía dejar de darse cuenta, sentía esa mirada seguirlo, contemplarlo, admirarlo y sin pensar realmente en ello (porque no se atrevía) adorarlo, si los demás no se habían dado cuenta de nada debía ser por un tipo de milagro pero no podían contar con que ese escenario se prolongara. Decidido a ponerle un final a una situación que le parecía que podía resolver pues creía que estaba en control de las cosas, el caballero de Piscis eligió ponerle fin a todo ese asunto y supo que no había mejor momento que el presente cuando vio aparecer en su jardín al de la novena casa. La juvenil figura se movía con calma, como si fuera dueño del lugar, no tenía que ver con su edad, siempre había sido alguien que se adueñaba de la situación, con armadura o sin ella, era mejor hablar y decir lo que necesitaba que escuchara.

El de Piscis respiró con profundidad, debía hablarle con claridad sobre lo que ocurría, no tenía que ser brusco, la amabilidad parecía el mejor camino, era muy joven y sin duda estaba algo confundido en sentir aprecio por alguien y creer que eso era algo más, solo debía exponerlo con suavidad para que se diera cuenta que tenía muchas cosas en la vida esperándolo, así que se mostró amable al recibirlo.

—     Hola Aioros.

—     Apenas si pude esperar para verte de nuevo Afrodita—decía sonriente el castaño—Pero ya estamos juntos.

—     Creo que deberíamos hablar de eso.

—     Claro, es lo mejor.

El de mirada celeste lo llevó hasta un sofá, amplio, acojinado, cómodo, pero no dejaba de notar esa expresión de dicha en el de ojos pardos, como si se iluminara solo por estar a su lado, pero necesitaba aclarar eso, de una vez por todas.

—     Agradezco mucho toda la ayuda que me has brindado Aioros—comenzó el de Suecia—Has sido muy amable.

—     Solo me gusta estar contigo Afrodita.

—     Pero he estado pensando que te alejo de otras actividades, así que es mejor que no vuelvas, puedo encargarme solo…

—     Pero quiero volver—lo atajó el de Sagitario.

—     No hace falta—contestó poniéndose firme el de la última casa—Muchas gracias por  tu ayuda pero no te necesito.

—     ¡Pero yo te necesito!—lanzó el más joven casi en un grito.

Definitivamente el de mirada celeste no esperaba semejante despliegue, había creído que se las vería con un adolescente tímido y nervioso pero lo que tenía enfrente era a un joven hombre muy dispuesto a dejar en claro lo que sentía, no quedaban dudas de eso cuando, antes de poder reaccionar, sintió como unos brazos lo sujetaban y apenas un segundo después era besado con intensidad en los labios. Fue algo muy extraño para el de mirada celeste, sentirse de esa manera, que había alguien que lo sostenía sin querer dejarlo ir, sin que pensara en estar lejos un solo segundo, dándole todo el cariño del que era capaz por completo. Cuando finalmente se separaron, un poco en realidad, el de la doceava casa aún no se sentía seguro de donde estaba parado siquiera, necesitó de unos instantes para que aquello que lo rodeaba tuviera sentido, pero su rostro reflejaba toda la sorpresa por lo que terminaba de acontecer.

—     No me apartes de ti—le pedía el de brillante mirada castaña con dulzura—No lo hagas, por favor.

El caballero de Piscis parecía no poder hablar siquiera, no terminaba de creer lo que había sucedido, antes de lograr dar cualquier respuesta se escucharon pasos a la distancia, haciendo que ambos voltearan a la dirección de donde venía el sonido; apenas unos segundos después dos figuras se dibujaban ante ellos.

—     Hola Afrodita—lo saludó educadamente el de Géminis—Vamos a ver al patriarca ¿podemos…?

—     Saga, Shura—decía casi aliviado el guardián del templo reconociéndolos—Claro, pasen, es más, voy con ustedes.

—     ¿También te llamó…?

—     De todas formas iré con ustedes.

Sin aguardar fue con los otros dos caballeros, dejando solo al de Sagitario, pero no podía hacerle frente, no en ese momento ni en las siguientes horas pues se la pasó rehuyendo al joven de la novena casa.

Cuando pudo quedarse solo en su templo, el de cabellos celestes tuvo que sentarse a reflexionar ¿Qué estaba sucediendo? Había notado las señales, era cierto, pero había intentado ignorarlas o explicarlas como algo más, sin embargo la verdad era que le gustaba a Aioros, le gustaba a ese joven caballero castaño. Podría haber pasado como un romance de adolescente, solo eso, pero no podía hacerlo, no después de ese beso que indicaba que no era algo simple como un enamoramiento platónico, nada de eso, ese beso fue algo especial, y era porque ese muchachito sentía algo por él.

Todo se hacía peor porque también sintió algo con ese beso.

Sentado en medio de sus reflexiones el de cabellos celestes no dejaba de darle vueltas a ese asunto que no podía seguir de esa manera, necesitaba ponerle fin, él era un adulto y el otro un chiquillo, necesitaba aclararle las cosas.

—     Es mejor así—se dijo.

Esas buenas determinaciones tendrían que esperar pues apenas si se había dado cuenta de la hora que era, ya estaba entrada la noche, lo mejor era dejarlo todo para el día siguiente, se iría a dormir y después de descansar estaría más sereno, podría hablar con tranquilidad, no se dejaría sorprender otra vez. Se puso en pie lentamente para dirigirse a su habitación, requería de unas horas de reposo, estaba casi por alcanzar su recámara cuando escuchó una voz que lo llamaba.

—     ¡Afrodita!

—     Aioros—dijo en un suspiro el sueco.

Apenas si logró dar un paso cuando vio que el de cabellos castaños estaba en el mismo sitio, parecía preocupado, inquieto, de alguna manera menos juvenil, no podía entenderlo, era cierto que jamás había parecido un muchachito cualquiera pero era mucho decir que en ese instante se veía más adulto.

—     No has querido verme en todo el día Afrodita—expresó de inmediato el recién llegado mirándolo al rostro.

—     Creo que era lo mejor—fue su respuesta sin toda la firmeza que le hubiera gustado en su voz—No quiero ser cruel contigo, pero debo ser directo, entiende que eres muy joven, cuando estás cerca de alguien puedes encariñarte con facilidad y hacerte ilusiones.

Hablaba con un tono paternalista que el otro no entendía del todo pero eso no evitaba que se fuera acercando con sus ojos castaños brillantes.

—     Estás son cosas que van a pasar—intentaba continuar con sus determinaciones el de cabellos celestes—Hay tanto que vas a conocer, tanta gente que aparecerá en tu vida y entonces…

Pero el de Sagitario estaba cerca, muy cerca, como si lo rodeara de una manera en que no podía escapar, sus miradas se encontraran y en un instante era como hundirse en esas pupilas pardas destellantes, le flaqueaban las fuerzas, le faltaba la voluntad, no podía hacer nada para escapar. El del noveno templo sujetó con suavidad ese hermoso rostro que para él era el único y lo besó apaciblemente, sin la intensidad del anterior, pero mucho más entregado.

—     No sigas…—murmuraba entre besos el de Piscis—No puede ser… es una locura… esto no está bien…

Pero sin importar lo que intentara decir las cosas no pararon en ese punto, cuando el de la última casa quiso levantar los brazos para apartarlo lo que terminó haciendo fue estrecharlo con fuerza y necesidad, no se reconoció a si mismo al hacerlo, simplemente se aferró a ese hermoso castaño que no dejaba de revelar sentimientos que había intentado ignorar todo ese tiempo.

—     Aioros—intentaba decir el sueco.

—     Te amo, te amo Afrodita, te amo—no dejaba de declarar el de Sagitario.

No se separaban, como si temieran que en cuanto cedieran un pequeño espacio se separarían y no toleraban la idea de apartarse ahora que estaban juntos, así que siguieron y con un camino muy definido: hacia la recámara.

 

**********

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Los datos sobre el monte Kebnekaise son verídicos.

Espero que les gustara.

Si nada sucede subo el final la siguiente semana, nos leemos.

Gracias por leer.

Antes que lo olvide (olvido casi imperdonable de mi parte) permitanme desearles un Feliz Año Nuevo 2019, que sea de lo mejor para cada uno de ustedes y los suyos, un abrazo con afecto.

Atte. Zion no Bara 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).