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Burn. Crash. Romance. por Marbius

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En un inesperado giro que Remus jamás habría atinado a vaticinar, el haber asistido a esa fiesta después de que Dora rompiera con él cambió no sólo su sexualidad, sino que también ayudó a conformar un nuevo grupo de amigos entre él, Lily, James y Sirius.

De ser virtuales desconocidos a pesar de pertenecer a Gryffindor (claro que en diferentes cursos) pasaron a tener reuniones esporádicas a desayunar y después a pasar tiempo sólo porque sí. De la misma manera en que Remus y Sirius continuaron frecuentándose tanto fuera como dentro del dormitorio, Lily y James hicieron lo mismo.

O casi.

—¡Ah! —Expresó Lily su desasosiego luego de reunirse los cuatro en el cine para ver una película y venir caminando de regreso a su piso sólo con Remus—. Es tan injusto.

—Lo sé, los precios de las palomitas y el refresco cada vez son peores —dijo Remus.

Lily puso los ojos en blanco. —Eso no.

—¿Entonces...?

—Que James sea... Lo que sea que él sea.

—¿Uh?

—Aunque sospecho que es gay. Ningún hombre como él puede ser tan atractivo, amable y educado como para no tener por lo menos una fila de novios esperando por él. ¿Qué nos deja entonces a nosotras las pobres chicas sin suerte en el amor?

—Individuos como Severus Snape —respondió Remus, y Lily le dio un golpe en el costado.

—Ugh, no lo digas ni de broma.

La verdad es que Snape era la peor pesadilla de Lily, sólo después de los asesinos seriales, aunque por la manera en que se comportaba cerca de su amiga, no era un mal pronóstico deducir que podía ser posible que en un futuro Snape optara por cambiar su carrera en química por algo más morboso como acechar mujeres pelirrojas.

Durante su primer año en la universidad, Lily había hecho migas con su compañero de laboratorio Severus, pero pronto la relación de amistad se tornó turbia cuando éste se empecinó a proyectar sus sentimientos en ella sin tomarse la molestia de saber si siquiera era correspondido.

En más de una ocasión había tenido que intervenir Remus cuando de improviso Snape se presentó en su piso exigiendo ver a Lily sin importarle la hora o que ella de antemano no le hubiera pedido hacerlo, y para el segundo semestre había sido más que obvio que no podían seguir así, por lo que Lily le había dicho tajantemente que no quería mantener más comunicación con él.

La respuesta de Snape había sido lanzar un ladrillo a su ventana, y Lily se había pasado la siguiente semana escondida en su habitación hasta que Remus la convenció de no dejarse vencer por el miedo.

Después había habido otros incidentes, pero por fortuna todo se limitaba a miradas intensas y uno que otro intento por acercarse que Lily le había cortado de tajo sin darle oportunidad a más.

—Severus me ha visto con James, ¿sabes? —Dijo Lily de improviso—. Es decir, ¿y qué si lo hace?, no es como si fuera asunto suyo, pero deberías ver la manera en que nos observa... Casi como si nos acechara y nos deseara una muerte dolorosa.

—Me atrevería a decir que como un maldito desquiciado, pero en Snape nada de eso es nuevo —dijo Remus, que viendo la incomodidad de Lily por ese tema, le echó el brazo por encima de los hombros y la atrajo contra él—. No te preocupes, en caso de que intente algo, James podría hacerlo puré sin siquiera ir en serio. Capitán del equipo de rugby, ¿recuerdas?

—Lo sé —dijo Lily con un puchero—, estoy segura de que James lo pondría en su lugar, pero...

—¿Pero? —Le presionó Remus a continuar con esa oración.

—Boberías mías.

—Lily...

Lily resopló, pero se arrebujó más contra Remus. —Es sólo que la idea de tener un galante caballero que me defienda del loco psicópata que todavía está obsesionado conmigo suena mejor si dicho personaje es mi novio, y no me amigo gay, pero supongo que no lo puedo tener todo en la vida.

Remus chasqueó la lengua, pues a su parecer también creí que James y Lily hacían una estupenda pareja, pero las estadísticas del equipo de rugby de Gryffindor hablaban por sí solas y cortaban esas ilusiones de tajo. En su última visita al piso, Sirius y James habían hablado a fondo del tema luego de que Lily pidiera detalles al respecto, y el saldo final había sido que de entre los quince miembros oficiales y los cinco reservas, dieciocho se catalogaban a sí mismos como todo menos heterosexuales.

Durante la estancia, Remus había visto a Lily morderse la lengua para preguntar quiénes eran esos dos que se salían de la norma en el equipo de rugby, pero al final se habían quedado con la curiosidad y para mal, a juzgar por la manera en que su amiga ahora sufría.

—¿Y sabes qué es lo peor? —Continuó Lily hablando—. Que James es maravilloso. Lo admito, puede llegar a ser presuntuoso cuando habla de sus méritos y logros, y a veces hasta aburre por la manera en que vive y respira el rugby cada segundo del día, pero... También es atento, y muy amable, sin mencionar ese cuerpo suyo. Qué trasero, madre mía...

—¡Lily! —Se escandalizó Remus de escucharla hablar así por primera vez en su vida.

—Oh, cállate —dijo ella, rodeándole la cintura con un brazo—, que te he atrapado mirando el derrière de nuestro querido amigo Sirius y no tienes valor moral para reñirme.

—Ya, pero es diferente, porque... Uhm...

—Porque ese trasero es tuyo, lo sé —le chanceó Lily, que con conocimiento de causa sabía de los encuentros que Remus y Sirius todavía mantenían a dos meses desde la fiesta.

—No es mío mío, sólo... Es divertido. Un acuerdo sin ataduras para ambos, donde busco la manera de solucionar esta confusión y de paso disfrutamos de un buen rato.

—Por la manera en que puedo escucharlos a través de los muros me atrevería a decir que la faceta de la confusión ya debería estar muy atrás.

Remus se sonrojó, y agradeció que el viento frío propio de noviembre le ayudara a esconder sus mejillas ardientes bajo el pretexto del frío.

—Vale, pero no era de mí de quien hablábamos, sino de James Potter...

—... y su exquisito trasero —suplió Lily—. Argh, ¿y te he mencionado la manera en que me besa en los labios cada vez que nos vemos o cuando se despide? Sospecho que sabe de mi crush por él y sólo lo hace para torturarme.

—O quizá-...

—No, me niego a hacerme ilusiones con ese asunto —le cortó Lily de tajo—. Si empiezo a creer que mis encantos femeninos pueden hacer a James volver a la senda de la heterosexualidad estaré perdida. Es mejor si tan sólo, no sé, busco la manera de superarlo y lo conservo como un amigo.

—Lo dices como si fuera posible.

—Tendrá que serlo —dictaminó la chica, y como ya estaban a metros de la entrada de su piso, se separó de Remus y se dirigió a la puerta con decisión—. A la larga será lo mejor si quiero evitarme un corazón roto.

Y para sí, Remus coincidió que bien podía aquel consejo aplicar para él también.

 

Los encuentros entre Remus y Sirius no se limitaron en lo absoluto al dormitorio, de la misma manera en que su relación como secretos amigos con derechos no se vio reducida a esas cuatro paredes, y aunque a Remus le importaba un comino el rugby, no compartían ninguna clase en la universidad, y se movían en diferentes grupos sociales, consiguieron hacer a un lado esas diferencias y encontrar un terreno neutral donde les resultaba más que grato pasar tiempo en compañía del otro.

Ahí donde Remus era de los dos el fanático de los libros, fue Sirius quien aceptó recomendaciones suyas para leer algunos de sus favoritos y después comentarlos en el parque bebiendo un café.

Sirius hizo lo propio con recomendaciones de su música favorita, y pronto se sorprendió Remus ampliando su limitado rango de artistas y disfrutando los cambios.

Como una pasión compartida tenían las películas, así que sin proponérselo establecieron los martes como su día especial a la semana para ver una función doble y después dormir en el dormitorio de Remus.

Lily llamaba a esa velada ‘su noche de citas’, y los miércoles en la mañana en que Sirius desayunaba con Remus y se marchaba temprano porque tenía clase al otro lado del campus no dejaba de insistirle que así era.

—Nah, qué va —dijo Remus en una de esas ocasiones, a una escasa semana de las vacaciones de invierno y por lo tanto, con sólo uno más de esos encuentros antes de ponerle pausa para volver a casa durante dos semanas.

Sin planes de volver a Gales para visitar a sus padres porque tenía exámenes apenas regresar en enero y en todo caso el dinero del viaje estaba fuera de su presupuesto, Remus se había resignado a pasar esas dos semanas a solas y buscando maneras productivas de entretenerse a solas que no fueran estudiar, hibernar o sucumbir a la depresión invernal.

—Oh, vamos —dijo Lily, poniendo los ojos en blanco—. Ni tú mismo te crees eso.

—En serio, Lily... ¿Por salir un par de veces al cine ya estamos juntos? No bromees con eso.

—Son citas semanales —enumeró su amiga levantando el pulgar—, que terminan con ustedes dos pasando la noche juntos. —Le siguió el dedo índice—. Por no olvidar mencionar que seguido se queda aquí o tú en su piso, seguido te invita a almorzar, además de siempre llamarte o enviarte mensajes los días en que no pueden verse y... Bien, se me han acabado los dedos de esta mano —dijo Lily con los cinco dedos en alto—, y podría seguir con la otra sin problemas.

—Bah —replicó Remus, pues no podía refutar los puntos que Lily le había mostrado.

Dicha fuera la verdad, Remus había tenido una especie de despertar en los últimos meses, en donde la desastrosa noche en que Dora rompió con él acabó por convertirse en una excelente oportunidad para descubrir una faceta de sí mismo que nunca antes había considerado.

Sirius nunca lo había presionado para definir quién era en términos de sexualidad, y aunque Remus consideraba que tener sexo con otro hombre varias veces por semana podía clasificarlo como mínimo de bisexual, todavía no estaba del todo seguro.

Su exploración, claro, se limitaba a Sirius, y Remus no se sentía con ánimos de buscar en otro sitio. De Dora apenas si se acordaba más, y aunque la idea de volver a acostarse con una mujer le era de pronto indiferente, no llegaba a tal extremo de hacerle creer que sus días de irse a la cama con el sexo opuesto habían terminado.

En confidencias durante su tiempo íntimo, Sirius le había aclarado un par de dudas y de paso sugerido que se tomara su tiempo. Al fin y al cabo, su sexualidad era sólo asunto suyo y de nadie más, por lo que Remus no tenía sobre su nuca la presión de darle explicaciones a nadie más de con quién se revolcaba en el colchón.

Remus habría de haber coincidido con Sirius, excepto por la parte en donde sacando cuentas descubrió que tenía todo el semestre de otoño teniendo sexo con él y sin encontrar una epifanía respecto a sus preferencias y gustos en materia de sexo.

No, al diablo con eso. Remus estaba convencido de que podía ser bisexual, las mujeres todavía le resultaban atractivas como siempre, pero... Sirius tenía ahora el eje central de su atracción, y aunque no había encontrado otro varón que despertara en él esos sentimientos, quizá se debía a que de momento estaba infatuado con su amigo.

Amigo con derechos, claro está.

—Remus —atrajo Lily su atención al ver que se había quedado varios minutos con la vista perdida—. ¿No has pensando en...?

—¿Uh?

—Te das cuenta que técnicamente tú y Sirius están juntos, ¿correcto?

—Lily...

—Lo digo en serio —presionó ella el asunto—. ¿Qué amigo con derechos se quedaría a pasar la noche y se levantaría mucho más temprano a pesar de que tiene clases a primera hora de la mañana para preparar tu desayuno favorito?

Remus experimentó una oleada de calor en las orejas, porque justo así había ocurrido. Pese a que la noche anterior se les había hecho tarde explorando a consciencia el cuerpo del otro, Sirius se las había ingeniado para estar en pie antes de la salida del sol y cocinando una montaña de tostadas francesas que tentaron a Remus fuera de la cama.

—Sirius al parecer —dijo Remus apenas moviendo los labios—. No es necesario buscarle más significado, Lils; puede que sólo quisiera ser amable.

—Pf, amable dices —desdeñó Lily la noción pero no lo presionó más porque ella tenía sus propios problemas.

Al final el asunto quedó descartado, y para el viernes Lily hizo sus maletas y se despidió de Remus por las vacaciones mientras le instaba una vez más a acompañarla a casa.

A diferencia de Remus, la familia de Lily vivía a un par de horas de Londres, y en otras circunstancias a Remus le habría encantado ir de visita, pero muy distinta del señor y la señora Evans, la hermana de Lily, Petunia, era una completa pesadilla, siempre lista para atizarlos con comentarios mordaces y mostrarse colérica por el mínimo error.

Compadeciéndose de su amiga por las dos semanas que le esperaban en casa, Remus le dio un último abrazo antes de cerrar la puerta del piso y considerar si empezaba esas dos semanas a solas con una orden de pizza a domicilio o en su lugar pedía algo más.

Indeciso entre el menú de su pizzería de siempre o el volante que habían recibido la semana pasada de comida hindú, Remus se asustó cuando alguien tocó a la puerta. Por la hora y el día, no se imaginaba quién podía ser. Lily apenas tenía veinte minutos de haberse marchado así que quizá había olvidado algo en su equipaje, pero cuando Remus miró a través de la mirilla no encontró el cabello rojo oscuro de su amiga, sino una melena negra y larga que le hizo palpitar con fuerza el corazón.

—¡Sirius! —Exclamó casi sin aliento al abrir la puerta y encontrarse con éste ahí como si nada.

Corrección: A Sirius con una pequeña maleta de deporte y una amplia sonrisa.

—¡Remus! —Correspondió su saludo al abrazarlo y con el mismo ímpetu besarlo en los labios.

—Pero... ¿Cómo...? No sabía que vendrías —dijo Remus tras varios intentos de articular la maraña de sus pensamientos—. ¿Qué haces aquí? Pensé que...

«Pensé que estarías con tu familia...»

En su lugar, Remus calló, puesto que aquella era una charla reciente a la que Sirius le había hecho confidencia en su una de sus estancias de noche.

Al parecer, pese a tener un apellido que bien podía catalogarse de común, Sirius procedía de una rama de los Black de la que cualquier en Gran Bretaña seguro había escuchado hablar.

Y Remus se incluía en ese grupo, pues los Black pertenecían a la vieja aristocracia, todavía con títulos nobiliarios heredados de generaciones atrás, y que habían dejado la comodidad de sus residencias de verano y sitios de vacaciones para dedicarse a la política. Con rencor perpetuo y los dientes apretados, Sirius le había confirmado que Orion Black, un miembro del parlamento, era su padre, y que su madre era esa Walburga Black de la que tanto se podía leer en los diarios como una socialité con abundante y variadas influencias.

Sirius no se había adentrado mucho en mencionar al último miembro de la familia, su hermano menor. En su lugar se había limitado a mencionar un nombre (“Reggie, es decir, Regulus”) y un estatus (“Solíamos ser mejores amigos cuando críos, pero ahora apenas si podemos vernos a la cara”), así que Remus no indagó más en aquella herida que daba toda la impresión de estar todavía supurante.

—Lily me dijo que pasarías las vacaciones de invierno aquí —respiró Sirius contra el cuello de Remus, y éste se estremeció con satisfacción—. Ok, no Lily exactamente. Pero James lo dedujo y me lo contó a mí, así que tenía que venir y pasar el tiempo contigo.

—¿Un par de días?

—Mejor un par de semanas —dijo Sirius, y el agarre de sus brazos se estrechó todavía más—. ¿Te molesta?

No. Lo ponía nervioso, le provocaba ligera ansiedad, y de paso hacía brotar en su pecho toda clase de sentimientos, pero a Remus no le molestaba la idea que había tenido Sirius de hacerle compañía.

—En lo absoluto —murmuró cerca de su sien, y aceptó el beso que después Sirius le dio justo en la manzana de Adán y que le puso las piernas como gelatina.

El resto, fue sólo darle la bienvenida como segundo inquilino a su manera.

 

Las dos semanas que Sirius pasó con Remus en su piso se contaron como las mejores de las que él tuviera memoria en toda su vida.

Por obviedad, Sirius se hospedó con Remus en su habitación, y tras dejar su maleta con ropa en el armario y cerciorarse de que la mitad de la estrecha cama era suya (no habría tenido qué preguntar, Remus se la entregaba con gusto) procedieron a pedir comida a domicilio y pasar una tarde perezosa en el sofá, ignorando la película que habían puesto para ver y que acabó por sólo servirles como ruido de fondo mientras se besuqueaban como adolescentes en su primera cita sin supervisión adulta.

Los días con sus noches de ese diciembre transcurrieron con toda clase de instantes memorables.

 

Un día Sirius encontró las pinturas de Lily e insistió en pintarle a Remus la espalda, así que éste se recostó en su estómago sólo con pantalones y soportó estoico las casi dos horas de trabajo hasta que Sirius terminó, y el resultado fue una excelente imagen de un cielo nocturno con una luna en lo alto y un detallado lobo aullando a su imagen.

—No sabía que tenías esa clase de talento —se asombró Remus después, con la fotografía guardada en su móvil como fondo de pantalla.

Sirius se encogió de hombros. —Tome clases de pintura por años. Al parecer, era parte del curriculum que Madre quería inculcarme para ser un hombre ilustrado. Lo detesté en su momento, pero si aceptas volver a ser mi lienzo, me lo pensaré mejor...

 

Una tarde Remus demostró sus habilidades en la cocina, pues podía preparar platillos decentes y tenía un par de recetas que le habían ganado más de un elogio, pero su verdadera vocación era la panadería, y aunque su piso sólo contaba con un horno tan pequeño que podía casi considerarse de juguete, no por ello cejó Remus en su empeño de preparar para Sirius una de sus especialidades: Pan de plátano.

Para ello, le pidió ser su ayudante y lo guió a través de todos los pasos mientras juntos agregaban los ingredientes uno a uno y batían la masa hasta quedar lista. Luego Remus encendió el horno, y tras precalentarlo unos minutos, dejó que fuera Sirius el encargado de colocarlo en su rejilla y cerrar la puerta.

—¿Y ahora qué? —Preguntó Sirius con una amplia sonrisa de satisfacción, y le limpió con cuidado una mancha de harina que éste tenía sobre la mejilla.

—Esperar.

—¿Esperar?

—Sólo esperar —confirmó Remus—. Tardará algo así como cuarenta y cinco minutos. El aroma a pan de plátano será el mejor indicador de que está listo.

Sirius frunció el ceño. —Ya veo...

—Pero mientras tanto... —Remus dio un paso al frente y besó a Sirius de lleno en la boca, con el resultado de que acabaron haciéndolo encima de la mesa de la cocina y olvidando por completo el pan de plátano.

Al final se comieron cada uno su porción con la corteza ligeramente quemada, cansados pero contentos, y deseosos de probar una receta más de Remus...

 

Una noche la calefacción falló, y mortificado se disculpó Remus por aquello. Con prisa llamó a su casera para informarle del desperfecto, pero la mujer era anciana y su sobrino que se encargaba de esa clase de reparaciones no podría asistirlos sino hasta el día siguiente, así que Remus apretó los labios, y con vergüenza por su precaria situación, se lo informó a Sirius.

Ahí donde Remus había esperado que Sirius recogiera su equipaje y se marchara a pasar la noche a un sitio más cálido, en su lugar éste le sorprendió montando un fuerte en la sala utilizando para ello todas las sábanas y mantas a su disposición, y después invitando a Remus a su interior, donde el frío no era tan intenso.

Protegidos entre dos sofás y con un mar de almohadas que hacían de ese espacio un sitio íntimo y agradable, Remus no hesitó en inaugurar su fuerte con una sesión de besos, que prosiguió con caricias y piel desnuda hasta que fue momento de salir a buscar los condones y el lubricante, y Sirius demostró sus habilidades de planeación para sacarlos de debajo de la almohada.

Fue así como Sirius terminó de espaldas y con las piernas sobre los hombros de Remus, mientras éste le sujetaba por la cadera y marcaba un ritmo lento y delicioso para ambos, que culminó con un orgasmo y una sesión de mimos.

—¿Deduzco que te gustó mi idea? —Preguntó Sirius, abrazado a Remus y recostado contra su pecho.

Incluso corto de aliento, Remus no dudó en hacérselo saber: —Me encantó.

 

Una madrugada en que ninguno de los dos consiguió dormir, acabaron preparando ingentes cantidades de té y charlando cerca de la ventana mientras veían la nieve caer.

—Prongs me odiará por intervenir a su favor cuando específicamente me pidió no hacerlo pero... ¿Crees que el pobre tiene alguna oportunidad con Lily? —Preguntó Sirius de improviso, y ya que antes habían conversado de sus sabores de helado favoritos, Remus se atragantó con su té y requirió de un par de golpecitos en la espalda para recuperarse.

—¡¿Q-Q-Qué?! —Consiguió articular por último, seguido de una sesión de toses.

—Ouch, ¿tan malo es? Juro que James es un buen partido. Un poco presumido y a veces tan energético como un crío con sobredosis de glucosa en la sangre, pero-...

—¿A James le gusta Lily? —Le interrumpió Remus, que necesitaba la información precisa sin más demora.

—Sí.

—¿Como un hombre ama a una mujer?

—¿No es ese el nombre de una canción?

—¡Responde, Sirius!

—¡Sí! —Exclamó éste—. ¡La ama! Insiste que sólo está enamorado, pero puedo verlo en sus ojos: Él ya tiene planeada la boda, la casa, los hijos y el perro que tendrán, pero primero necesita que Lily corresponda a sus sentimientos, ¿vale?

Remus sonrió, y tuvo que morderse el labio inferior para no parecer un maniaco. —Oh, te lo juro, Lily corresponde esos sentimientos al ciento por ciento, aunque ella preferirá un gato.

—Tal vez puedan llegar a un acuerdo...

—Seh, un acuerdo —coincidió Remus, que por si acaso, preguntó—. Erm, sólo porque ha habido aquí una confusión que se pudo haber evitado si esta conversación ocurriera antes... ¿No es James, erm, pues... gay?

—¿Prongs? Nah. Ni siquiera es bisexual o hetero-curioso. Sólo hetero a secas.

—Pero el equipo de rugby...

Sirius se rascó la nariz. —Ah, eso... James es uno de los dos heterosexuales del grupo. Pensé que lo sabían ya tú y Lily. Como el idiota es tan obvio con ella...

—¿Quién es el otro?

—Oh, ¿mueres por saber, eh, Lupin?

—Simple curiosidad.

Sirius se acercó a él y lo besó en los labios. —No soy yo. ¿Sirve eso como respuesta?

Remus lo consideró, y correspondiendo el beso de Sirius, se dio por satisfecho. —Sí.

El resto del equipo le daba lo mismo.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (26-Jul)/Sin comentarios (09-Ago).

Notas finales:

Fic nuevo de sólo 2 partes y que me costó lo suyo, pero que también me da orgullo. Remus puede ser un poco (mucho) cabezadura para percatarse de los sentimientos de Sirius, así que tengan paciencia.


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