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Ékleipsis por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Gen_sagitagemini, espero que te guste.

Notas del capitulo:

La pareja solo la he utilizado una vez pero me gustó la idea, es un fic corto pero deseo que sea de su agrado.

 

 

 

Las sombras de la noche celestial están cayendo, es tiempo del crepúsculo. 
Fuera de la niebla es tu voz llamando, es tiempo del crepúsculo.
Cuando las cortinas pintadas de púrpura marcan el final del día,
te escuchare, mi amor, al tiempo Crepúsculo.

 

La palabra ékleipsis viene del griego y quiere decir abandono o desaparición, es la misma palabra que se eligió para definir un fenómeno único, el eclipse, que es cuando la luz procedente de un cuerpo celeste es bloqueada por otro, los más famosos son los de sol pues son maravillosamente hermosos y muy difíciles de ver más de una vez en la vida.

Un crepúsculo por otra parte ocurre con mucha más frecuencia, de hecho es a diario, un pequeño intervalo entre la salida o la puesta del sol, iluminando el cielo debido a que el sol ilumina las capas más altas de la atmosfera.

Esas son explicaciones técnicas, sin emociones ni sentimientos, pero a veces para que estos fenómenos sucedan debe haber algo da fantasía y sueños, por eso está escrita esta breve historia, la de dos seres quienes amándose profundamente solo pueden verse un instante y rozar sus dedos, y solo en ocasiones muy especiales pueden entregarse a su amor.

Es una historia antigua, muy antigua, cuando el universo que conocemos era joven, cuando los cielos brillaban de manera distinta y los hombres no existían, y nunca lo conocieron como alguna vez fue, entonces los astros iban y venían a voluntad por el infinito, todos orgullosos de su hermosura que provenía del brillo que los rodeaba; sin embargo aún ellos tenían a alguien ante quien debían inclinarse y lo hacían pues era el señor de todo como ellos lo conocían.

—Aeternitas.

Creador de todo, quien imponía límites y lugares, entonces les permitía a sus súbditos muchas libertades pero sabía que llegaría un momento en que no podría ser así, pues nada podía ser sin orden ni leyes pero aun  no era tiempo para eso , lo que deseaba era algo distinto, algo que deseaba para alguien a quien amaba.

—Deseo que todos vengan a mi palacio—dijo llamando a sus súbditos—Deseo presentarles a mi muy amado hijo.

Todos por supuesto aceptaron, no iban a negarse pues era un llamado de su señor, además que nunca habían visto a su hijo, tan solo sabían lo que se decía de él, que era tan deslumbrante que opacaba a cualquiera de ellos sin dificultad. Asistir a semejante presentación era como un paso obligado, algo que ninguno de aquellos orgullosos seres pensaba perderse, por eso se prepararon para ir con sus mejores galas hasta el palacio estelar que se extendía como una alfombra brillante por la galaxia que se iluminaba aún más con su brillo.

Todos los que iban llegando se conocían o por lo menos habían escuchado de los demás, todos con su luz impecable y hermosa que los hacía lucir, unos más grandes, otros más destellantes, unos más hermosos, pero todos dispuestos a lucirse para esa ocasión.

—Haz venido—se saludaban algunos.

—No iba a perder esta oportunidad—era la respuesta que se escuchaba.

No fueron pocos los que comentaban lo que se podría esperar de esa ocasión, el palacio estaba más hermoso que nunca y no tardaron en darse cuenta que la guardia principal se encontraba presente.

— ¿Acaso Aeternitas los ha llamado a ellos también?—se preguntaban.

—Todos deben estar presentes—se escuchó—Su hijo estará ante nosotros por vez primera, todos debemos rendirle nuestros respetos.

Miraban a esos que iban llegando, con sus deslumbrantes armaduras, guardianes y guerreros, inamovibles de su deber y únicos en su propia manera, quienes los conocían como quienes no simplemente no dejaban de observarlos, lo cual hubiera sido casi imposible.

— ¿Saben quién es cada quién?—murmuraban con cuidado algunos de los invitados.

—El joven de mirada amable y larga cabellera pálida es Mu—dijo uno.

—Ese tan grande y fuerte se llama Aldebarán—contestó otro.

—Los dos que lucen iguales son hermanos, llamados Saga y Kanon—agregó un tercero.

—Miren al de aspecto altivo y belicoso, se le conoce como Death Mask—advertían con cuidado.

—El joven de firme aspecto y abierta seguridad es Aioria—mencionaba alguno.

—Ese de cabellos como una estela brillante tiene por nombre Shaka—decían en voz baja.

—Se ve su aspecto maduro e inteligente, es Dohko—señalaban con discreción.

—Cuando ves esa cabellera y esos ojos sabes que se trata de Milo—declaraba otro.

—Con su fuerza guerrera y lealtad solo puede tratarse de Shura—indicaba alguien más.

—Por su seguridad y frialdad sin duda es Camus—añadió de manera prudente alguno.

—Semejante belleza solo puede pertenecer a alguien, a Afrodita—admiraba un invitado.

Verlos reunidos sin duda significaba mucho, eran guardianes y no dejaban sus sitios rondando por el cosmos, pero ahora estaban ahí, entre ellos, sin duda para estar cerca de su señor, Aeternitas, quien debería llegar ante ellos en cualquier momento pero mientras tanto se permitirían convivir, hablar, charlar, danzar, ser ellos y disfrutar de esa reunión llena de esplendor y brillo, una ocasión única de verdad. Sin duda la celebración estaba resultando lo que se esperaba, tanto brillo llenando el firmamento dejaba ver esos sitios lejanos y sin luz propia que miraban con condescendencia o desprecio, seres apagados que no merecían pertenecer a su naturaleza, a lo que ellos eran.

Pero era un tema el que sin duda dominaba a todos en el lugar, el motivo por el que habían sido llamados desde el principio.

— ¿Creen de verdad que Aeternitas presentará a su amado hijo a todos nosotros?

Esa duda no podía dejar de circular, de comentarse e incluso aumentar mientras pasaba el tiempo, se había escuchado de ese hijo, aunque nadie lo había visto, se decía que era tan brillante que ninguno de ellos tenía comparación, pero su progenitor lo había mantenido lejos hasta que lo considerara lo suficientemente maduro para el sitio que le correspondía en el universo ¿Cuál? aun no lo sabían los demás pero suponían que iban a descubrirlo, fue el tema sobre el que continuaron charlando aunque uno más iba a surgir.

 

**********

 

Las sombras se profundizan reuniendo su esplendor como el día se hace.
Los dedos de la noche se rendirán ante la puesta del sol.
Cuento los momentos, amor, hasta que estés aquí conmigo,
Juntos, por fin, al tiempo Crepúsculo.

 

Entre la brillante concurrencia que se dedicaba a moverse y desplazarse por su brillo y palabras y conjeturas había alguien más, un invitado que había acudido a pesar de no desear hacerlo pero había sido como un impulso presentarse, una fuerza que le decía que debía ir aunque no era como todos los demás que se ufanaban de quienes eran y de su esplendor. Cuando lo vieron aparecer no fueron pocos los que mostraron su asombro y su desprecio por lo que era ese ser, ya que no se trataba de alguien como todos ellos, lo que era muy evidente debido a su aspecto, resultaba terriblemente notorio entre la multitud.

— ¿Por qué está aquí?—preguntaban algunos.

— ¿Cómo se ha atrevido a venir?—decían otros.

— Aeternitas lo ha llamado como a los demás…y accedió a presentarse—añadían detrás de sus arregladas manos los demás.

Aun cuando hubiera sido llamado no podrían haber pensado que asistiría, no a un sitio donde sabía que no lo querían, un lugar en el que se notaba que no era como los demás, el último sitio al que podría pertenecer ¿Por qué se le miraba como a una especie de intruso apenas tolerado por esas brillantes figuras? El motivo era que a diferencia de todos los demás no contaba con la resplandeciente majestuosidad que daba la luz, era un ser sin brillo, por eso entre ellos era llamado de una manera en especial.

—Es El Oscuro—murmuraban a su paso.

Al que mencionaban de esa forma sabía bien que los demás no lo querían ahí, que lo miraban como a algo que no debería estar entre ellos, que no era como los demás, pero había ido, estaba presente pero no por el llamado de Aeternitas, no, se necesitaba mucho más que eso para hacerlo ir. Pero algo en su interior lo había empujado a presentarse, como si una fuerza en su interior le dijera que su destino era estar ahí, por alguna razón que desconocía, un motivo no revelado ¿Cuál podría ser? No lo veía pero sentía que necesitaba estar en ese sitio, rodeado de ese brillo que le importaba bien poco, lejano y frío para él, ese mismo brillo que le recordaba a cada paso que no era como los demás.

¿Por qué era distinto? No solo se lo preguntaba el recién llegado también lo hacían los demás, no tenía ese aspecto de luz rodeándolo, no, carecía de eso, podían notar su pálida piel, la mirada glauca y sobre todo los largos cabellos intensamente negros, pero más que nada que no destellaba, sencillamente no brillaba. Esa diferencia era profunda y la base de todo lo que sucedía para ser rechazado y temido por los demás, cuando se considera lo cotidiano como lo normal lo que sale de esa idea se ve como distinto y por lo tanto como una especie de amenaza a la que debían bloquear antes de que pudiera actuar contra ellos. Sin embargo era parte de ese mundo guiado por Aeternitas y fue llamado también, aunque nunca antes había acudido a ese llamado.

— ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué he venido?—se preguntaba a sí mismo.

Sinceramente no tenía idea, aunque había una respuesta que podría parecer bastante satisfactoria.

—Debe ser la curiosidad solamente.

Después de todo igual que los demás jamás había visto al hijo de Aeternitas, podría ser eso lo que lo animó a ir pero al mismo tiempo tenía esa sensación en su interior de que algo iba a suceder, algo importante, algo que cambiaría su existencia. Solo por estar seguro de ello era que continuaba en ese sitio pues a cada paso que daba al interior era perfectamente consciente de como los demás se alejaban, que su oscuridad hacía que lo temieran y despreciaran por igual, pero fingía no darse cuenta de ello.

A pesar de su presencia los demás no dejaban de sentir ese animoso estado de fiesta, por lo que se notaba la manera en que se comportaban, yendo de aquí para allá, con las charlas y las risas, con la sensación eléctrica que algo iba a suceder, la alegría se fincaba pero al mismo tiempo el de largos cabellos negros se fue alejando, hizo algunas tentativas de amistad pero los otros lo rehuían, así que dejó de hacerlo y terminó alejándose, como siempre. Aunque no dejó de ser objeto de comentarios por ello entre los demás llamados a esa ocasión quienes hablaban de lo que sabían al respecto.

— ¿Cómo se ha atrevido a venir?—preguntaba uno—Este sitio no es para él, El Oscuro no tendría que estar aquí.

—Aeternitas lo ha llamado, está en sus dominios y debe venir—fue la respuesta de otro.

—Hasta donde sé casi nunca lo ha hecho, ha sido así desde el origen—terció uno más.

—Su origen fue la oscuridad, nació de ella, nunca ha tenido luz y nunca la tendrá, no es como nosotros.

Esa sentencia parecía resumir la opinión que los demás sostenían hacia ese caballero que no hacía ningún mal pero al que trataban como si lo hiciera simplemente por existir, lo sabía bien aquel al que llamaban El Oscuro y no resultó extraño que terminara oculto entre las sombras que podrían crearse con tanta facilidad en medio de tanto brillo. Miraba con sus ojos glaucos a los demás, sabía bien que no era como ellos, nunca lo había cuestionado, su sitio era entre las sombras y se quedaría ahí, aguardando ¿Qué era lo que esperaba? No lo sabía y tendría que esperar para resolver sus dudas cuando se escuchó el llamado, el señor del lugar, quien los había invocado, estaba llegando.

— ¡Aeternitas! ¡Aeternitas! ¡Aeternitas!

Las voces de todos los presentes se elevaban como un cántico, ahí estaba quien los guiaba y convocaba, Aeternitas, señor de allende de las estrellas, cubierto con su largo y luminoso manto que semejaba galaxias creándose y destruyéndose, a cada paso se observaba una luz aparecer y otra apagarse, el tiempo y el espacio corrían entre sus dedos sin el poder de influir en su persona, solo era algo que lo rodeaba pero no lo dominaba.

—Bienvenidos—dijo el señor sin elevar la voz y sin embargo todo vibró al dejarse escuchar—Agradezco a todos por venir, saben que es un motivo muy especial el que celebro y es mi deseo que compartan esta dicha con nosotros.

El discurso continuó por unos instantes, El Oscuro escuchaba vagamente, limitándose a esperar el momento de retirarse y sería al terminar de hablar Aeternitas, no soportaría más o al menos eso había pensado pero todo cambió de pronto, incluso para esos orgullosos de su propio brillo todo iba a ser diferente.

—Mis leales guardianes han venido también a palacio—continuaba Aeternitas—Todos estamos reunidos entonces.

Al decir esas palabras miró de manera casi imperceptible hacia las sombras pues sabía que un invitado más estaba en ese sitio pero volvió a hablarles a todos los asistentes con satisfacción en la voz.

—Es mi deseo presentar a ustedes a mi hijo.

Todos los presentes no pudieron sino sorprenderse cuando desde las puertas principales, antes de terminar de ser abiertas, se vieron inundados por una luz intensa, fulgurante, espléndida y absoluta, no era como la de ninguno de los presentes, fue El Oscuro quien no pudo quitar sus ojos de la perfecta criatura que iba apareciendo ante los demás, tenía los cabellos y los ojos castaños, con una expresión que no se podía definir, de amabilidad, dulzura, fortaleza, suavidad, seguridad, era tanto en ese rostro que no lograba comprenderlo con una sola mirada y por eso no dejaba de mirarlo ni un instante, prestando atención al arco dorado que llevaba a la espalda.

El momento debía pasar, de pronto El Oscuro se dio cuenta que los demás se movían y de inmediato estaban acercándose mientras el recién presentado hijo de Aeternitas entraba al lugar, y de paso su padre explicaba algo más sobre la llegada de su heredero.

—Mi hijo fijara los caminos que seguirán, no podemos seguir yendo y viniendo a voluntad, se debe tener un tiempo y un orden y será él quien lo marque—explicaba su progenitor—Con el arco que lleva a la espalda lanzará sus saetas y ellas marcaran el camino que inexorablemente deberán recorrer cada uno de ustedes pues así debe ser.

Era una orden y debían inclinarse ante ella, con una afable sonrisa el joven de los cabellos castaños comenzó a tensar su arco y con su propia luz creaba una flecha que era lanzada al firmamento estableciendo una órbita que sería celosamente respetada por cada uno de los presentes, deberían tener su tiempo y su lugar, así lo había decretado Aeternitas y así sería cumplido. Pero nada de eso interesaba a El Oscuro quien solo sentía una emoción intensa cruzarle el pecho, estrujar su alma pero no de forma malvada, una sacudida hacía que todos sus sentidos cambiaran y de pronto todo tenía sentido.

Era por él que estaba ahí, era para conocerlo, para estar a su lado, para ser suyo por completo, de alguna manera.

— ¡Es él! ¡Es él!

Se decía las mismas palabras una y otra vez mientras brotaban de su interior envolviéndolo por completo, necesitaba estar a su lado, debía estar con él, era su respuesta, su existencia y su destino.

 

**********

 

Aquí, después del brillo del día,
mantenemos nuestra cita bajo el azul.
Aquí, en la dulce y misma manera.
Enamorado de nuevo como lo hice entonces.

 

No fue sencillo, reconocer a quien era todo lo que había anhelado de la vida fue solo una parte pero hacer algo al respecto era distinto, a pesar de sí mismo y de la helada seguridad que siempre demostraba rodeado de indiferencia por los demás , en ese momento El Oscuro como era llamado no supo que paso dar. Seguía maravillado por el resplandor de ese hermoso joven ante él aunque no estaba seguro de nada, sin embargo necesitaba hacer algo así que respiró con profundidad y dirigió sus pasos inmediatamente donde estaba esa brillante luz rodeada de otras que buscaban su atención por un leve instante al menos.

Sus pasos eran firmes e iban avanzando haciendo que su falta de luz se notara entre los demás al grado que primero mostraban sorpresa y después desagrado ¿Quién se creía que era El Oscuro para atreverse a acercarse al hijo de Aeternitas? No lo pensaban permitir, no lo iban a permitir, lo rodearon como una advertencia pero eso no importó al de cabellos negros quien simplemente continuó avanzando y cuando quisieron detenerlo los hizo a un lado con indiferencia pues era increíblemente fuerte, nadie podría evitar que fuera al lado de él. Casi nadie en todo caso pues los guardianes continuaban ahí mientras el dorado ser lanzaba más de sus flechas indicando el sitio del infinito que cada uno debería recorrer.

Los doce caballeros guardianes estaban listos para intervenir en los términos que eligiera El Oscuro pero el de cabellos negros no pensaba en combatir, no quería eso, solo deseaba poder estar cerca de esa esplendorosa criatura que estaba seguro era su destino. Resultó inevitable que se diera un conflicto, los otros tenían el deber de proteger de lo que se mostrara como una amenaza a Aeternitas y a su hijo, así que intentaron detener al atrevido que surgía de las sombras pero resultó ser un oponente mucho más formidable de lo que esperaban, parecería no tener poder ante la carencia de luz pero resultaba mucho más fuerte en sus sentimientos que cualquiera de ellos con su brillo.

Sin embargo se dio un forcejeo, al final solo los llamados Saga, Kanon, Camus y Shura cerraban el paso de El Oscuro pero a pesar de atacarlo el otro lograba esquivarlos, aunque fue inevitable que entre el ataque y el combate el hijo de Aeternitas se diera cuenta que algo sucedía y dejó de lanzar sus saetas al infinito, prestando atención al desconocido de cabellos negros. Por un instante todo se detuvo para el de ojos glaucos, casi no podía respirar cuando sintió esos ojos castaños sobre él, tenía que hacer algo y dio un par de pasos para trastabillar y casi caer aunque no fue así ya que fue sostenido amablemente por el de cabellos castaños, era momento de decidirse. El Oscuro extendió la mano que temblaba un poco pero no por miedo sino por la emoción, invitando al heredero de Aeternitas a danzar a su lado.

—Gracias—dijo el castaño—Será un placer.

Parecía que nadie podía creerlo cuando el destellante castaño tomó esa varonil mano con suavidad y de inmediato se dispuso a danzar con El Oscuro, por encima de todos no lo creía el de cabellos negros  pero ahí estaban los dos, avanzando tomados de la mano hasta el centro del palacio para dar inicio a un baile que no era con música como la comprendemos sino que era creada por el perpetuo movimiento del universo. Los demás los observaban en silencio pero fue el momento en que lograron los hasta entonces desconocidos hablar, de compartir por primera vez un momento de los dos bajo la mirada de los demás.

— ¿Eres un sueño?—preguntaba el de cabello negro.

—No, claro que no—fue la sonriente respuesta del castaño.

—Lo eres—aseguraba el otro—He soñado contigo desde siempre aunque jamás te hubiera visto, venir aquí fue solo para conocerte, lo sé.

—Me siento halagado y ni siquiera conozco tu nombre.

—Todos me llaman El Oscuro—admitió sin que le importara aparentemente.

—Pero ese no es tu nombre ¿o sí?

—No, mi nombre es Hades—respondió con suavidad.

—El mío es Aioros.

—Aioros—repitió de forma única.

Mientras estuvieron juntos el que era llamado El Oscuro pero cuyo verdadero nombre era Hades parecía a cada instante conocer mejor el motivo de estar ahí, como si todo lo creado en el firmamento tuviera sentido, no dejaba de hablar y hablar con el otro joven que destellaba, era casi como si todo lo que vivieran fuera un recuerdo y no un encuentro, algo que ambos sabían pero así es el corazón, solo es.

La mirada de los demás no dejaba de seguirlos pero no podían continuar de esa manera, deseaban unos instantes en que los otros no supieran de los dos, simplemente deseaban saber algo más, algo que anidaba en ellos y deseaban expresar, afortunadamente el de ojos castaños podía hacer algo al respecto.

—Tengo una idea—dijo.

Sin soltarlo de la mano y sonriendo hizo vibrar su propia luz, creando una especie de cortina de humo o más bien una cortina de luz pues los demás no fueron capaces de verlos mientras ese destello llenaba el lugar y sin más ambos pudieron escaparse de la vista de todos.

—Gracias por esto—decía sonriendo agitado el de cabellos negros—Jamás hubiera creído que podría conocerte, todo en mi vida ha sido oscuridad pero tú eres todo luz.

— ¿Por qué siento que te conozco?—preguntaba mirándolo directamente al rostro el de ojos pardos—Cuando te vi lo primero que me pregunte era de dónde podría venir alguien como tú y después me dije ¡Es él, es él! como algo que hubiera esperado desde el inicio, todo lo que ha ocurrido, incluso que mi padre me mantuviera lejos fue porque un día iba a conocerte ¿Por qué es así?

—Porque tú y yo…

Se vieron interrumpidos con fuerza, no violencia, pero a alguien no parecía gustarle que estuvieran juntos y lejos de los demás, la cuestión era que se trataba de Aeternitas, padre del joven y destellante castaño quien los miraba como se ve algo que no debe ser, al menos a su juicio por supuesto.

—Hijo mío, debes venir conmigo—decía su padre tomándolo del brazo y alejándolo del de cabellos negros—Muchos esperan que les muestres su camino, ven por favor.

—Pero padre…

Una mirada de su progenitor le indicó que no debía discutir, además ya había otros observando la escena, no podía hacer otra cosa que obedecer, eso y despedirse.

—Adiós Hades—dijo con tristeza.

—Hasta luego—fue la respuesta que recibió sintiendo la masculina presión de su mano.

Era la separación, al menos esos eran los planes de Aeternitas quien no pensaba permitir que su adorado hijo volviera a estar cerca de El Oscuro, no lo juzgaba, cada quien era lo que era y tenía su sitio en el firmamento, pero tampoco pensaba admitir que se acercara a su hijo quien estaba destinado a brillar por encima de todos. Aunque el padre de Aioros pensara en ello, Hades no iba a dejarse vencer con tanta facilidad, mucho menos cuando notó que su mano conservó algo que jamás había tenido: un brillo. Aparentemente al estar juntos el castaño le había brindado un poco de su luz y estaba mas dichoso que todo lo que pudiera recordar en su existencia.

Si bien la reunión terminó y prontamente cada uno de los presentes iba siguiendo el camino marcado por el de cabellos castaños, Aeternitas pensaba, su hijo debía ser mantenido a salvo de los demás, siempre lo había hecho de esa manera y seguiría haciéndolo, si había leído correctamente esas miradas cuando estuvo con El Oscuro  lo mejor era terminar lo que no había iniciado, al menos eso pensaba él. Así que tomó decisiones inmediatas y su adorado hijo tendría un nuevo lugar.

—Estarás rodeado de los doce guardianes—le exponía su progenitor después de pensarlo largamente—Tomarás el sitio que te corresponde donde todos podrán contemplar tu luz y te rodearan con el sendero que les has indicado con tus flechas.

— ¿Estaré a la vista de todos?—preguntó el joven.

—Es el sitio que te corresponde—repitió su padre.

— ¿Y Hades? ¿Qué será de Hades?—quiso saber sin aguardar.

—Estará donde debe estar, cuando tu luz deje de cubrir un camino él aparecerá y solo entonces podrá hacerlo.

El castaño comprendía lo que ocurría, si estaba a la vista de todos no podría verse con Hades en privado de nuevo y había tanto que decir, que compartir, el corazón le latía con fuerza y sus ojos solo añoraban verlo otra vez, pero la voluntad de su padre no era algo que pudiera hacer a un lado, ahora todo debía tener un orden, un sitio, un tiempo y no parecía posible que el de cabellos negros y él pudieran reunirse otra vez.

Sin embargo, a pesar que parecía que no haber posibilidades para los dos, el amor es capaz de encontrar caminos siempre, aunque a veces no sean tan sencillos de seguir.

Cuando Aioros ocupó su sitio no dejaba de resplandecer pero sus doce guardianes, quienes lo rodeaban celosamente tal como les fue indicado, se daban cuenta que había algo en ese brillo que no era como debería de ser, emitía una vibración extraña, semejante a un lamento pero no encontraban la forma de evitarlo. Solo alguien podría y afortunadamente era alguien que no cejaba en sus planes, tenía que encontrar la manera de ver a Aioros de nuevo, más aun cuando sentía hasta lo más íntimo de su ser que el joven lo extrañaba con la misma intensidad que él lo hacía.

De acuerdo a lo sentenciado por Aeternitas no había manera que ellos dos se encontraran de nuevo pues uno solo aparecería cuando el otro no estuviera, sin embargo Hades se dio cuenta que había unos breves instantes en que podían encontrarse, apenas si lograban compartir una mirada y con un poco de suerte el tenue roce de sus dedos y aunque eso mantenía sus esperanzas estaba en claro que no bastaba. Al que llamaban El Oscuros guardaba su desespero en el silencio mientras que el destellante castaño a pesar de su luz sufría pues sentía que no había motivo para ser sin él ¿Cómo podrían estar juntos?

Eso fue gracias a sus guardianes pues los doce caballeros en sus resplandecientes armaduras no pudieron sino compadecerse de ambos quienes solo deseaban la oportunidad de amarse ¿pero qué podían hacer?

—No podemos contravenir las órdenes de Aeternitas—decía Shura—Nos ha encomendado no perder de vista a su hijo Aioros.

—Pero Aioros es desdichado sin El Oscuro—razonaba Mu—Es para lamentarse sentir su tristeza tan profunda.

—Tenemos un deber que cumplir—les recordaba Camus—Por más simpatía que nos genere su situación no podemos romper las reglas establecidas.

—Romperlas no—aseguraba Saga—Pero quizás haya una manera de flexionarlas.

—O de encontrar una excepción—mencionaba Kanon.

— ¿Cómo haremos eso?—quiso saber Afrodita.

—Es un asunto que requiere pensar y meditar, tenemos a quien puede hacerlo.

De inmediato las miradas de todos cayeron encima del caballero de nombre Dohko, quien asintió pues iba a descubrir una manera de darles una oportunidad a esos dos seres que solo ansiaban poder ser dichosos.

 

**********

 

En las profundidades de la oscuridad tu beso me emocionará como en aquellos días.
Iluminando la chispa del amor que me llena de sueños indecibles.
Rezo todas las noches sólo para estar contigo.
Juntos, por fin, al tiempo Crepúsculo.

Aquí, después del brillo del día,
mantenemos nuestra cita bajo el azul.
Aquí, en la dulce y misma manera.
Enamorado de nuevo como lo hice entonces.

 

Las leyes ancestrales que rigen el firmamento están determinadas por fuerzas que aquellos que las estudiaron después de milenios se dieron cuenta que no había manera de cambiarlas, todo tenía un orden y todo tenía una razón de ser; sin embargo a veces podemos contar con pequeñas excepciones que vistas ante la magnitud del firmamento semejan a milagros. Aeternitas estaba seguro que sus guardianes cumplirían con sus órdenes, en cuanto a eso no tenía dudas, de hecho no iban a desobedecerlo aunque si podían provocar un pequeño fenómeno que maravillaría a todos pues en su deseo de ayudar siguieron el proyecto de Dohko, quien les indicó lo que podían hacer: si lograban unir su brillo, alinearlo de una forma en especial, crearían un rastro de luz que Hades podría seguir pues lo llevaría directamente hacia quien lo esperaba.

—Solo serán unos instantes—les advirtió Dohko.

Pero para los dos jóvenes bastaba.

Cuando finalmente Hades pudo lograr más que solo una breve mirada no aguardó para llegar al lado del de cabellos castaños quien lo recibió con los brazos abiertos de inmediato, sin duda había estado triste sin él pero aun en su pena se veía hermoso.

—Aioros, Aioros, vivía para este momento solamente—decía con emoción el de cabellos negros.

—No dejaba de pensar en ti Hades—fue la confesión del de cabellos castaños—No sabía cómo pero quería volver a estar a tu lado.

—Si, por supuesto, porque es así entre quienes se aman.

A esas palabras el de mirada castaña se sintió estremecer pero era la verdad, ellos se amaban y sonrió al pensarlo.

—Te amo Hades—dijo con suavidad.

Admitiendo eso sus destellos cambiaron, ya no eran tristes, tenían una nueva fuerza, un impulso, estaban llenos de vida.

—Te amo Aioros, te amo.

Llevados por sus sentimientos y sabedores que no contaban con tiempo de sobra, seguir el camino del amor fue lo más natural para ambos.

Hades se acercó con masculina firmeza y llevó sus manos por encima de esa radiante piel, por unos segundos se sintió inseguro, torpe, pero apenas lo acarició todo eso quedó a un lado, estaba a su lado y lo amaba, nada podía hacerlo más feliz que eso, así que su deber era hacerlo dichoso también. No tardó en comenzar a abrir la intemporal camisa y muy lentamente despojó al castaño de la prenda, acariciándolo llegó a su terso pecho, descubriéndolo con la punta de sus dedos que se sentían fríos, después fue con las palmas de las manos abiertas para descender por su tronco, descubriendo el resplandeciente abdomen, alcanzando al filo de la ropa íntima. Aioros tanteaba a dominar su respiración, apretaba los labios y casi no tomó algo de aliento cuando escuchó como deshacía la cinta para desanudar el liso pantalón, lo mimaba a través del lienzo provocara que se avivaran sus sentidos, pasó una de las manos por ese oscuro cabello como un punto seguro para mantenerse en pie.

—Eres tan gallardo…muy hermoso...—decía Hades respirando de forma apresurada.

Aioros sentía el entusiasmo de ese aliento contra su cuello, sus pantalones fueron abiertos y se deslizaban por sus afiladas caderas, descendían un poco más y esa varonil mano acariciaba su miembro por la corona, le resultaba tan encantador, tanto que se curvaba con sensualidad para que el de ojos glaucos continuara, pidiendo sin palabras y sin poder terminar de entenderlo. Que un joven tan maravilloso actuara con esa naturalidad, que se mostrara tan abierto a sus deseos, solo podía incitar a Hades a continuar, no pudo resistirse a frotarse contra ese fascinante cuerpo castaño, tanto que su mano logró avanzar por la ropa interior y tocó por vez primera ese delicado sexo que se enaltecía, cálido y húmedo por el deseo, el mismo deseo que provocaba que su propio miembro se irguiera hasta quedar rígido, deseando liberarse del tiránico atuendo que lo constreñía; así era el deseo, los dominaba y no podían demorar por más a su entrega en medio de palabras dulces de amor, dejando por el momento el abrazo se dispuso a llegar al final con la faena, las manos guiaban a su acompañante, los pantalones quedaron a un lado y también la ropa interior, no podían seguir ahí.

Saberse desprovisto de toda indumentaria ante la contemplación de esos ojos glaucos resultaba una experiencia que jamás había vivido y no estaba seguro de cómo comportarse, era un poco intimidante incluso para Aioros, por un lado sentía algo de vergüenza que lo vieran así pero por otro suspiraba por gustarle al de cabellos negros, el cual se mostraba muy entusiasmado, por unos instantes ni siquiera pudo respirar con naturalidad pero encontró las palabras para poder decirle al castaño lo que sentía.

—Eres maravilloso Aioros.

— ¿Crees eso, de verdad Hades?

—Nunca te mentiría, nunca

Hades tan solo pudo entregar una serie de besos profundos a esa sensual boca que no dejaba de corresponderle para emprender la tarea de desnudarse con prontitud, dejándose ver por esa mirada parda que brilló un instante y después lo esquivó con un rubor maravilloso que hizo al otro sonreír.

— ¿Qué sucede Aioros? ¿Acaso no te gusto?

—No es eso.

— ¿Qué es entonces?

—Es… los dos… nosotros… estamos desnudos.

Se veía ruborizado, alejado de todo y de todos no tenía experiencia de mucho en realidad, la cuestión de estar a un paso de intimar sin duda resultaba algo que lo superaba y no estaba seguro de cómo manejarlo, parecía imposible que siendo alguien con un poder semejante se mostrara tan  tímido. Aun así no hubo una respuesta y no hizo falta darla con sinceridad, sin dejar de sonreír el caballero de cabellos negros se acercó a su castaño para besarlo, dejando que sintiera la fuerza de su cuerpo completamente desnudo, era fuerte y estaba anheloso por lo que podían compartir, abrazándolo con disposición lo cargó hacia la cama, sobre las celestiales sábanas, dando rienda suelta a la curiosidad de sus sentidos y a un nuevo juego de seducción en el que procedía como el despabilado y el castaño como el discípulo. Así que el de cabellos oscuros lo tenía sobre la cama y con besos desde la parte alta del cuello hasta el tibio abdomen lo hizo arquearse con sensualidad, acarició la entrepierna para contemplar como separaba sus muslos sin demasiado recato, y besándolo en su rígido sexo lo venció por completo a sus aspiraciones.

Aioros ya no era señor de sí mismo, solo reconocía al de cabellos negros como su dueño, se encontraba a la merced de su voluntad y deseo, se movía sobre su espalda con más delicadeza que pasión pero en medio de su inexperiencia resaltaba como un ser desesperadamente apasionado y deseable y no parecía darse cuenta de cuánto. Pero Hades sí que lo notaba, por ello no se permitiría perderlo, con una mano fue de inmediato al prominente sexo para frotarlo con necesidad, besándolo con entusiasmo en los labios, dejándolo sentir su entusiasmo; ambicionando hacerlo suyo hizo un movimiento concluyente, apartó los bien pulimentados muslos hundiendo su rostro entre ellos, no demoró para proporcionar un beso en la base del rígido miembro, después pasó su lengua por la aislada puerta a la sensualidad para emprender la tarea de retozar por el lugar, incitando y atravesando el sitio interno, metiendo con mucho cuidado uno de sus dedos, muy lentamente, quedamente, hasta que pudo introducir otro, dando paso a una sensual preparación que hacía al luminoso castaño suspirar, unos encantadores sonidos a los oídos del otro que solo anhelaba saber que estaba listo.

—Hades…

Esa voz con ese tono indicaba que estaba listo.

Como no contaban con algo para ayudarse a hacer más sencilla la labor a pesar de ser seres de poder, el de cabellos negros tuvo que utilizar su propia saliva para lubricar su sexo, después situó a Aioros boca abajo con suavidad y con besos recorrió esa espalda quedando encima, sin dejar de probar ese cuello y acariciar ese cabello.

—Aioros…Aioros…Aioros…

No dejaba de susurrar a su oído dulcemente mientras buscaba la posición más agradable para seguir  y no tardó en encontrarla de hecho, su erguido miembro halló el pasaje de la estrecha masculinidad del castaño, fue tomando espacios de tiempo para darle seguridad y comodidad al castaño, con serenidad pues el brillante joven sentía algo de dolor, no para suspender su encuentro pero era mejor no acelerar la situación. El hijo de Aeternitas intentaba calmarse, la manera en que su cuerpo era abordado lo impresionaba, sin embargo lo podía manejar, amaba tanto a Hades, anhelaba complacerlo, así que apretaba los labios al mismo tiempo que estrujaba las sábanas, hasta que no se movieron en lo absoluto.

Tuvieron que quedarse inmóviles para acostumbrarse mutuamente, en sus pechos sus corazones latían con fuerte resolución, sentían las palpitaciones de placer por sus entrañas y ya no hubo espacio para permanecer en la quietud. Hades impulsaba sus caderas de forma rítmica pues le gustaba demasiado Aioros, la sensación de su cuerpo, su cercanía, ese brillo que lo envolvía. Sin querer apartarse ni un poco lo abrazaba con cariño disfrutando de cada instante a su lado al máximo. El destellante castaño jamás hubiera imaginado que estar con otra persona fuera de esa manera, esa calidez y las múltiples sensaciones que lo invadían, saber que todo sería diferente después de ese día, tan solo se le entregaba a su compañero sin más, sin poder protegerse del deseo que lo aguardaba.

La sensualidad compartida entre ambos hombres liberaba un deseo profundo e intenso, candente y llameante, los acorralaba y los sumergía, los hacía moverse urgentemente, no los dejaba respirar, sus corazones parecían a punto de explotar mientras la culminación los inundaba, algo en sus vientres semejaba el tañer de las campanas, las vibraciones los hacían sacudirse sobre las sábanas, sus cuerpos se arqueaban y se sujetaban al poco conocimiento que les quedaba hasta sus límites; no pasaría mucho para que se mostrara el éxtasis, placenteramente cálido, dejándolos en silencio pero aspirando su aroma, esa combinación entre placer y satisfacción que parecía en ese instante que nunca se quitaría de sus cuerpos.

Ahora la luz envolvía a la oscuridad pero fundidos en un solo ser habían creado algo maravilloso y único.

 

**********

 

En las profundidades de la oscuridad tu beso me emocionará como en aquellos días.
Iluminando la chispa del amor que me llena de sueños indecibles.
Rezo todas las noches sólo para estar contigo.
Juntos, por fin, al tiempo Crepúsculo.
Juntos, por fin, al tiempo Crepúsculo

 

Relajados después de su entrega parecían no estar dispuestos a separarse pero la sombra de tener que hacerlo se cernía sobre ambos, aunque lograron darse unos instantes de amor más con palabras tiernas y besos suaves.

—Debes marcharte—decía con lentitud el castaño—Lo siento pero debes hacerlo Hades, si mi padre te encuentra a mi lado no sé lo que hará, puede buscar la manera de separarnos y será definitiva.

—Aun si lo hace te encontraré Aioros, siempre te encontraré aunque te lleven del otro lado del firmamento.

— ¿De verdad? ¿Me amas tanto?

—Te amo—dijo como si lo confesara en voz baja—Y no te preocupes, siempre encontraremos un momento para estar juntos, así pasen eones para lograrlo.

—Mientras pueda al menos verte, sentir apenas el roce de tus dedos contra los míos, podré ser feliz Hades.

—Seremos felices.

Era una promesa al deshacerse su abrazo.

Así que aunque Aeternitas hubiera impuesto condiciones que aseguraran que su brillante hijo no estuviera con El Oscuro sus propósitos no resultarían como esperaba, después de todo las leyes deben cumplirse, incluso las del firmamento, los astros las siguen, tienen su tiempo y su espacio que no puede ser alterado. Sin embargo no significa que los amantes no tengan esperanzas, tan solo aguardan pues el destellante Aioros continúa lanzando sus flechas a través del universo, radiantes y llenas de calor y luz, mientras su corte de caballeros guardianes prepara el camino que logre que Hades vaya a su encuentro, envuelto en la pálida luz que le cede como un reflejo de su propio brillo. Cuando están juntos logran amarse otra vez y renuevan sus votos de amor a pesar de las celosas estrellas, dándole el castaño algo de su brillo hasta a su compañero hasta su próximo encuentro, cuando logran más que solo tocarse son la punta de los dedos o apenas compartir una breve mirada, cuando son amantes y en su íntimo abrazo crean una maravilla, algo que los hombres han seguido con fascinación pues es la unión del sol y la luna en un eclipse, un Ékleipsis.

 

**********

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Por mencionar algunas cuestiones:

La canción tiene varias versiones pero se llama Twilight Time.

Ékleipsis significa eclipse.

Aeternitas significa eternidad.

Si nada sucede y espero que no, subo un nuevo fic la semana entrante.

Nos leemos, linda semana.

Atte, Zion no Bara


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