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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Jill no tenía más remedio que morir.

El verdadero corazón de Jill, que quería volar porque odiaba solamente la parte en él llamada Omega, estaba atrapada en una pequeña jaula mientras lo estrangulaban lentamente.

Jill le informó a la mansión que un hombre bestia de apellido Siegfried los había visitado durante la noche y evidentemente, no tuvo manera de ver de nuevo al señor Diego después de eso. Era claro que un Alfa de su estatus no visitaría una mansión de Omegas simplemente porque sí, en especial, los que son tan conocidos como los de la familia Siegfried. Debía tener un plan bastante elaborado para arriesgarse así, pero sabía que no podían contarle ni aunque lo intentara así que no hizo ninguna pregunta al respecto.

No fue hasta aproximadamente una semana después, que se dio cuenta del propósito de Diego.

Un día, se le ordenó que no ayudara a los sirvientes y, justo después de que le dieran un baño cuidadoso con agua perfumada y rosas, le enviaron a la habitación Omega en el frente del ala norte. Jill estaba hermoso. Tenía ropa cara y joyas que se ajustaban muy bien a la forma ovalada de su cara. La criada que le vistió le había hablado con entusiasmo durante todo el proceso sobre cosas como: "Hoy estará presente esa familia importante. Los Siegfried. Al parecer están buscando un omega con el que emparejar a su hijo. Y ¿Qué crees? Dijeron que organizarían una fiesta aquí porque querían ver a todos los Omegas de la familia Müller."

Eso sonaba a un gran escándalo.

"Nunca había oído hablar de algo así".

Suspiró Jill, con una sonrisa amarga dirigida a la criada que estaba emocionada por la llegada de un prestigioso aristócrata como ese. Le sorprendía la idea tan inusual de hacer una fiesta en la mansión de Omegas pero, lo que realmente le maravillaba de todo eso era la respuesta de su madre. ¿Por qué se le había ocurrido hacerle participar también a él? Era mucho más convincente que le dijera que se retirara porque podría arruinarlo.

Cuando ya estuvo bien vestido, con ropas finas que dejaban al descubierto las líneas clave de su cuerpo, le ataron el cabello en una coletita alta y lo decoraron con flores frescas y coloridas a forma de diadema. Su madre, arreglada con un vestido muy simple y elegante, miró a Jill de arriba para abajo y nerviosamente colocó las manos en su pecho:

"Jill... Pero si estás a punto de casarte con el heredero de la familia Reinhardt. ¿No es cierto? Casi lo olvido ¿No es un problema para ti aceptar mi oferta pese a todo esto? ¿O es tu manera de decirme que también lo vas a cancelar?"

"Si no querías tener un problema en la fiesta, entonces no me hubieras arrastrado a ella en primer lugar."

"No... No me hables así, Jill." La señora Müller miró a Jill con frialdad. "Eres mi hijo. Solo tienes que lucir bien y estar en silencio. El señor Diego dice que quiere ver a todos los miembros de la mansión así que no se puede evitar. Si te escondo y luego descubre que estabas allí, será un problema enorme en mi credibilidad y pensará que no lo consideramos lo suficientemente digno de nosotros. Ya sabes como son los nobles".

Seguramente Diego pronto se daría cuenta de que no estaba Jill. Después de todo, ya lo había conocido antes.

"Por favor, devuélveme el favor como tu madre. NO HAGAS, NI DIGAS nada que pueda arruinar esta fiesta tan importante o te prometo que mañana mismo te vas de aquí en la carreta de algún comerciante." Jill no contestó, pero a la señora no le importaba. Sonrió, miró a Jill de nuevo y levantó la mano para tocarle la mejilla. "Solo mantén la apariencia, Jill. Eres un niño hermoso, por supuesto. Y si sonríes en silencio, es posible que por casualidad..."

"¿Qué?"

"Quizás a Diego le gustes. Quiero decir, es posible para todos ser "El destino del alma" de Diego".

"Ya veo, el destino del alma..."

A Jill le asombró que hablara de esto con él. "El destino del alma" es una conexión aún más especial que la simple relación de "enlace", que surgía entre un Alfa y un Omega. Normalmente, el Alfa elegía a su Omega favorito sin pensar en los sentimientos de la otra parte, pero parecía que el destino del alma era más especial y conmovedor que todo eso. Se atraían fuertemente entre sí y su mente y cuerpo estaban unidos en lugar de basarse en puros razonamientos y frialdad. Un compañero irresistible del "destino" que no puede ser controlado.

El destino del alma, sin embargo, rara vez se encuentra. Diego y Jill no podían ser destinados del alma porque hasta sonaba absurdo y además, cuando se encontraron, la verdad es que no sintieron nada... La señora Müller sabía que había pocas posibilidades de que esto ocurriera, pero era codiciosa porque se trataba de la familia Siegfried. Y era una persona que no quería dañar su propia reputación familiar.

La señora Müller, que sintió la consternación de Jill, arqueó las cejas y se puso de mal humor:

"De todos modos, compórtate bien hoy. Al menos para que vean que puedes ser útil como compañero. En realidad no estoy esperando algo maravilloso pero... Jillestá bien arruinar tu futuro, pero hoy depende también el futuro de otros Omegas. No quiero que tu egoísmo interfiera con la felicidad que otros niños quieren."

"Está bien".

Jill no tuvo más remedio que controlar sus impulsos. Mamá tenía razón, incluso si participaba, Jill no era rentable.

En el pasillo, que estaba más limpio que nunca antes y decorado con muchas rosas, estaba parado junto a la pared para que no sobresaliera. Quieto y muy silencioso. El diácono, que les guiaba, se inclinó para abrirles paso, y entonces Diego entró al salónsobresaliendo tanto como antes. A diferencia del otro día, estaba vestido de gala y tenía una apariencia digna, como un aristócrata. No solo este Omega, sino todos los sirvientes que lo estaban esperando, estaban asombrados por el hombre bestia Alfa, que era alto y tenía la cabeza de un lobo feroz. Al mirar el silencioso pasillo, Diego abrió suavemente la boca:

"Gracias por organizar un evento tan grande a pesar de mi deseo tan urgente del día de hoy".

"Gracias por venir aquí, señor Diego". La señora Müller inclinó las rodillas con gracia y saludó. "Originalmente, la fiesta diurna se realiza en el jardín así que, lamento el hacinamiento de hoy."

"Los omegas importantes de la casa Müller no deberían salir. No pueden quemar su hermosa piel al sol". Diego, dirigido por la señora Müller, se sentó en una tumbona y le sonrió profundamente. "Quiero elegir solamente a una persona, así que no deseo desperdiciar la belleza de las diez que no fueron elegidas. Es una fiesta que pedí egoístamente y es un honor poder quedarme en una mansión tan bella por solo unas horas."

"Es un honor, señor. Es un honor para nosotros. Puede elegir a tantos Omegas como guste si así lo quiere. No solo uno".

Dijo la señora Müller, con una sonrisa más que maravillada.

El sirviente, que lo estaba esperando en un rincón, se acercó rápidamente y le ofreció una bebida espumosa en una bandeja de plata. Y cuando Diego y la señora Müller tocaron los vasos, los Omegas, que se preparaban con sus instrumentos musicales, comenzaron a tocar una bonita canción clásica que inundó toda la habitación. La señora Müller se acomodó junto a Diego y presentó a cada uno de los Omegas utilizando un movimiento rápido de sus dedos afilados. Después, uno de ellos dio un paso adelante e interpretó una canción conocida, como un placentero solo. Cuando terminó, otro Omega se alineó frente a Diego a la señal de la señora Müller para enseñarle los bordados y los textiles que había logrado hacer con sus propias manos y otro más, comenzó a cantar algo así como un himno. Diego parecía divertirse, hablando con un montón de palabras de admiración para luego felicitarlos por sus habilidades de un modo que pareció increíblemente honesto. Jill, por otra parte, estaba mirando la escena junto a la pared, muy lejos de ellos. Los Omegas, que enseñaban sus resultados y las habilidades especiales de sus lecciones habituales como si estuvieran compitiendo, se sonrojaban y miraban a Diego como si se murieran de amor. No era solo la señora Müller quien había cambiado el color de sus ojos ante los deseos de la familia Siegfried, sino que era posible que los Omegas mismos no pudieran mantener la calma.

El omega que terminó de cantar hizo una reverencia y se acercó a Jill para hablarle, aunque probablemente todavía no se había dado cuenta de que era él debido a la emoción.

"Oye, ¿Escuchaste eso? Diego me dijo que nunca había escuchado una voz de barítono tan buena como la mía."

"No, solo dijo que era una voz rara en Central, ¿No?"

"¡Más que eso! ¡También dice cosas muy buenas de mi violín! ¿No crees que puede enamorarse de mi?"

"Creo que... Puede enamorarse de quien sea. Sí."

"Tiene un comportamiento suave y es muy gentil con nosotros. Su cuerpo es tan grande y bonito, ¿No te parece? Además, mira, mira. Está viendo para acá."

"Quizá si le gustas."

"Tal vez, Diego-sama sea el destino de mi alma y por eso no puede quitar los ojos de mí."

Jill suspiró y se giró hacia un lado, mareado por las voces completamente elevadas de sus otros compañeros. Bueno, Diego ciertamente se veía genial. Tenía un cuerpo heroico que destilaba por completo el encanto de un hombre noble y un abrigo brillante de pelo que parecía tan esponjoso como una prenda vertical que decoraba incluso hasta su cuello. Su cola larga y tupida era elegante. Su nariz suave y los ojos azul hielo agudos pero no toscos, combinados con su conducta tranquila, desprendían dignidad. Una increíble presencia... Si te vuelves parte de la familia Siegfried y tienes una bestia bebé, seguramente estarás a salvo por el resto de tu vida. Una vida junto a él, prometía ser lo más feliz y digna posible.

Aun así, no le atrajo a Jill. No lo quería.

Jill tomó un trago del vino espumoso, para calmarse. Si permanecía de pie, en silencio y quieto durante una o dos horas más, no pasaría nada y finalmente podría irse a dormir. No era divertido, pero lo prefería mil veces antes de tener algún otro regaño. Y cuando todo terminara, sería hora de que Jill decidiera sobre su futuro por primera vez en su corta y terrible vida. Una preparación para casarse con Albert. Si estuviera en contra de Diego, podía quitarse de su camino fingiendo demencia, pero con Albert no era tan sencillo. Era su amigo, no podía herirlo... Pero casarse parecía significar hacer el papel de Omega abnegado. Albert abrazaría este cuerpo, le haría dar a luz a su bebé. Jill sería entregado y Albert mordería entonces su nuca. Cuando sintió algo frío en su columna, su visión se oscureció ante la llegada de un nuevo ataque de pánico. Jill levantó la cara cuando se dio cuenta de que no podía escuchar las voces de los Omegas junto a él y fue Diego, quien se paró a su lado para verificar correctamente su estado. Agarró el vaso de Jill, que parecía próximo a caer, y miró hacia abajo con un semblante amable.

"No mostraste ninguna habilidad especial. ¿Qué pasa? ¿Te sientes enfermo? ¿Estás mareado? Tu piel no se ve bien. No, no te muevas tan rápido. Descansa".

Jill extendió la mano suavemente y asintió. No había notado que se había acercado Diego porque no estaba pensando en él. No parecía una buena idea tenerlo a su lado y tratar de pasar desapercibido evidentemente no estaba funcionando. Pero Diego no tenía mala voluntad y él no podía humillarlo ignorándole y apartándose como un joven grosero. Y mientras estaban en silencio, los Omegas reunidos alrededor de ellos comenzaron a gritar:

"Diego-sama. Por favor, deje a esa persona en paz."

"Sí, no tienes que preocuparte por él."

"Ese Omega escapó de todas las lecciones de artes liberales y siempre está siendo castigado. No hay ninguna habilidad especial que le pueda mostrar".

"Es un Omega que no es adecuado para un noble. En realidad, trabaja como un sirviente todos los días".

"Pero igual es hijo de la familia Müller. Y merece mi atención tanto como la merecen ustedes".

Diego silenciosamente miró hacia atrás. Los Omegas se pusieron rojos, como si los hubieran insultado.

"¡Pero realmente es un desertor!"

"Sí, aunque nació en la familia Müller, sus palabras siempre ensucian el nombre."

Los Omegas tenía caras serias, aunque parecían disfrutar mucho del hecho de decir cosas malas sobre él.

"Si eliges a Jill, definitivamente te arrepentirás".

"No queremos que digan que nos hemos aprovechado de la bondad de Diego-sama y lo hemos obligado a llevarse a la persona que nos genera problemas. Es únicamente eso".

Jill sonrió tristemente. Y ya que todo lo que decían sobre él era algo cierto y que incluso podía decir que era un Omega abandonado por su madre, no había duda alguna en que Diego se arrepentiría si se basara únicamente en su bonita apariencia.

Por eso, el cuerpo de Jill se volvió cada vez más y más pequeño:

"Es verdad. Usted no tiene que..."

"Hey, ellos pueden decir lo que quieran, pero a mí no me parece que seas así". Diego sonrió, y luego se arrodilló para poder verlo fijamente a los ojos. "Tienes un talento maravilloso por ti mismo. Cuando estabas allí, de pie y sin hacer nada, incluso así ví a un hermoso Omega que era elegante y tan brillante como el sol."

"¡Así es justamente como es!"

Tan pronto como Diego no pudo soportarlo y sacudió su voz hasta las alturas, se escuchó el sonido de unos tacones provenir justamente desde la parte de atrás. Era la señora Müller. Sonriendo y caminando con gracia mientras se adelantaba frente al lobo.

"Todos nuestros Omegas quieren entretener a Diego. Como miembros de la familia Müller, es nuestro deber regalarle un buen Omega a ustedes los Siegfried. Usted perdonará los malos comentarios."

"Oh, por supuesto. Entiendo la competitividad".

"Y, como Diego-sama ha dicho ya, este Omega es increíblemente bueno para bailar y para tocar una infinidad de instrumentos musicales. Jill, por favor, ¿Nos haces el favor de tocar el violín?"

"¿Soy bueno?"

Jill abrió los ojos a la orden inesperada de su madre. Al preguntarle cuál era la intención, la Señora Müller solo sonrió y se acercó de nuevo.

"Porque como miembro de la familia Müller, tienes que rendir homenaje a Diego y mostrar al menos una habilidad. Prometiste ser educado y entretenerlo ¿Recuerdas?"

"Pues está bien".

Realmente pensó que era una mujer desagradable. Diego se movió solo y llamó a Jill, así que su próximo movimiento era venderlo sin perder una oportunidad. Al principio, ella planeaba mantenerlo discreto para que no fuera una decepción, pero podría haber reconsiderado que sería más conveniente para Diego elegir a Jill. Después de todo, un Omega no parecía tener más metas en la vida que entretener a los aristócratas rurales del vecindario y parir bebés. Y si ahora le gustaba a Diego, Jill iba a ser enviado con éxito a la familia Siegfried para embarazarse y hacer que los Müller ganaran muchísima más fama de la que podrían llegar a imaginar. Varias generaciones podrían estar orgullosas de su futura gloria, gracias a él.

Al final, era una herramienta más para su madre.

Jill respiró hondo y sostuvo el violín que estaba tocando el otro Omega. Sin embargo, no empezó a tocar las canciones elegantes que les gustaban a los aristócratas, sino las canciones que tocaban en el bar del pueblo. Algo rudo y dinámico que no era para nada adecuado para una elegante fiesta diurna. Jill movió la parte superior de su cuerpo una y otra vez y tocó tan duro como pudo. Le gustaba el sonido del violín, no tanto como practicar ni aprender habilidades especiales a merced, por supuesto, pero tocar música era divertido y, a veces, lo hacía para los sirvientes en sus tiempos de descanso. Ellos le habían enseñado esta canción alegre y de un ritmo inusualmente rápido y cuando Jill la tocaba, naturalmente todos los empleados de la cocina se tomaban de las manos y bailaban y bailaban hasta que se hacía de noche... Pero hoy nadie lo hizo. En realidad, parecían asustados de sus movimientos tan desenfrenados y descuidados. E incluso si había terminado, todos se quedaron quietos, con la cara pálida en lugar de bailar.

Dejando el violín en su lugar, Jill dijo irónicamente: "Lo siento, solo puedo tocar este tipo de canciones porque soy un omega caído."

Jill dejó el violín en el suelo, tirando de su pie derecho hacia atrás y haciendo una cortés reverencia antes de irse. La mayoría de ellos, incluidos los sirvientes, se concentraron en el pasillo y guardaron tanto silencio que los pasos comenzaron a parecer excepcionalmente fuertes y luego ¡Pam! Cerró.
Jill no podía escuchar el sonido detrás de la puerta, pero el aire incómodo pareció flotar a su alrededor mientras apretaba el puño con fuerza y se mordía los labios. ¡Demonios! ¡Había hecho algo tan estúpido! Aparte de los viejos tiempos, ya era todo un adulto y no tenía por qué actuar así. Normalmente escuchaba cosas malas y sucias de él y aunque a veces se sentía incómodo, sabía lo que tenía que hacer y no iba por allí, dispuesto a hacer nada innecesario como gritar frente a la señora Müller o tocar polka en un evento. Y una vez pasado el impulso momentáneo, lo único que quedaba era el vacío arrasador y frío.

Jill se apresuró a deshacerse de sus lamentos y se dirigió al patio, pero finalmente se detuvo a la mitad. Desde la ventana, se podía ver el patio lleno de luz refrescante, con árboles y el viento. Jill respiró hondo para calmarse, acurrucándose suavemente junto al cristal y mirando a los árboles. Tenía que disculparse con su madre más tarde. No creía que su enojo se resolviera con una disculpa, por supuesto, pero tal vez, si pedía perdón en voz baja frente a los invitados y se postraba en el suelo, la irritación de los otros Omegas disminuiría y su castigo también sería considerablemente menor. No quería molestar a todos ni hacer el ridículo, pero en momentos así, simplemente no podía fingir ser obediente. (Creía fervientemente que todavía le quedaban más cosas infantiles de las que podía aceptar.)

Cuando suspiró y volvió la cara, entonces escuchó que le llamaron. Mirando hacia atrás, le sorprendió que fuera precisamente Diego quien se acercara. Jill se dio la vuelta involuntariamente. ¿Por qué salió a buscarlo cuando quería que lo dejaran solo? Mientras lamentaba su comportamiento impulsivo, no quería hablar con Diego. Odiaba la ropa que estaba entrelazada en sus piernas y que le hacía difícil cualquier acto de moverse pero incluso así, Jill se escapó. Abrió la puerta del patio y, en el momento en que dio un paso desesperado, le agarró por la muñeca y escuchó decir:

"Lo siento".

Diego, quien inmediatamente se disculpó, se paró en silencio frente a Jill.

"No deseaba sorprenderte. Solo quería, darte las gracias por la maravillosa actuación de hace un rato".

"Es una canción que no se adapta a los aristócratas".

Solo quería interpretar una canción así para ir en contra de los deseos de su madre, pero como resultado, el invitado debió sentirse incómodo y terminar pensando que era un grosero. Era vergonzoso ahora que lo tenía de frente. Y era la segunda vez que hablaba con Diego.

"Lo siento. Toqué algunas canciones que no eran adecuadas."

Trató de calmarse y mantuvo su rostro lejos del de él. Diego rió alegremente.

"No necesitas disculparte. Fue una canción divertida y muy... Bailable".

"No es algo que podamos bailar, no es un vals."

"No. Esa canción es una tonada que hace que muevas tu cuerpo de forma natural. Es como, recordar el swing de antes. Así que deberíamos poder bailar muy bien".

Extrañamente sorprendido, Jill lo miró fijamente. ¿Cómo puede un hombre bestia lobo fuerte, dar pasos felizmente y bailar con los aldeanos? Una sonrisa apareció ante la escena de su cabeza, que no se veía nada bien ni congruente. Diego, por el contrario, estaba increíblemente serio. Parecía que no era una broma sino algo serio decir y pensar que podían bailar con esa canción. Una persona extraña, ciertamente. Cuando dejó de reír, sintió que su arrepentimiento desenfocado se había desvanecido. Jill tomó un pequeño respiro y volvió hacia el invitado, sonriendo de una manera extraña, muy diferente a lo anterior.

"Gracias por tomarte el tiempo para agradecerme, pero será mejor que vuelvas. Sería malo escuchar rumores sobre ti, persiguiendo al Omega caído".

"No puedo creer que lo que hiciste fuera malo. Eres el mejor en el violín".

"Piensas eso porque es una canción desconocida para ti. Por favor, escucha las actuaciones de otras personas de nuevo y descubrirás que esto fue muy simple".

"¿Ya no vas a tocar?"

"No creo que mi madre lo quiera."

"¿Incluso si yo quiero escuchar otras canciones tuyas?"

Jill suspiró.

"Sabes que toqué esa canción porque no quería que te entretuvieras bailases ... Era una venganza."

"Sí, lo se. Pero no vine a disfrutar de la música popular."

"¿Estás buscando un Omega para invitar a la pista de la fiesta del pueblo?"

"Y a un buen omega, adecuado para la familia Siegfried".

"Por favor, vuelve al salón".

Jill se inclinó profundamente ante él, para despedirlo, y Diego entonces dio un paso atrás, como si se hubiera rendido por el momento... Y mientras esperaba que regresara del patio al pasillo, miró hacia arriba y vio a Diego nuevamente, mirándole fijo como si quisiera que fuera con él. Que lo sujetara solo a él. ¿Era una persona muy amable o de verdad le gustaba esa canción? No se sentía mal de que la gente disfrutara de sus actuaciones, sin importar quiénes fueran. Por supuesto, eso no significaba que quisiera llamar la atención. No era el tipo de hombre que necesitaba y estaba seguro de que el Omega que recomendaría su madre sería tan hermoso que lo tomaría sin problemas. Y si eso pasaba, entonces este pequeño desliz terminaría y volvería a su vida normal... Aunque curiosamente, a Jill no le podía desagradar Diego. No era diferente de los otros Alfa, pero si no fuera Omega y Alfa, tal vez podría haberse hecho amigo de él. Pero no, nunca podrían volverse a encontrar. Le pediría disculpas a su madre, lo mandaría a la cocina o con un mercenario y los otros Omegas dirían entonces muchas cosas malas de él por toda la eternidad. Pero si Diego elegía un Omega educado y elegante, la ira de su madre y las malas palabras de todos seguramente desaparecerían en cuestión de días.

El paso de Jill hacia la habitación con eso en mente, fue más ligero que en la mañana.


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