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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Cuando regresó a casa, encontró el carruaje estacionado en la puerta delantera. Era un carruaje de dos plazas e increíblemente decorado en oro y joyas. ¿Era una visita de algún aristócrata conocido de su madre? Por la puerta principal, los criados comenzaron a salir a toda prisa y, por la sombra del camino que iba del campo trasero al jardín, Diego fue quien apareció de pronto. "¿Por qué esa persona está aquí otra vez?" Pero antes de que pudiera preguntar, una cosa cálida tocó sus pies y comenzó a picotearle entre los dedos. Bajó la mirada y gritó:

"¡¡Yo-yo!! ¿¡Por qué estás en un lugar así a estas horas!?"

Yo-yo cacareó, y cuando extendió sus alas a todo lo largo, comenzó a correr enérgicamente hacía el campo de atrás. Era como si le estuviera diciendo: "Vamos, tienes que perseguirme". ¿Pero deberían de jugar ahora mismo? ¿Lo perseguía o dejaba que se escondiera en la puerta trasera como de costumbre?
Yo-yo corrió hacia el patio delantero mientras continuaba cacareando y por consiguiente, Diego se dio cuenta de eso muchísimo antes que algún sirviente o criada. Notó a Jill, levantó una mano hacia sus acompañantes en pánico y se acercó diciendo:

"Primero que nada, hola".

"Hola".

No le hizo mucho caso mientras saludaba, porque su línea de visión estaba concentrada únicamente en Yo-yo. El pollo ya lo estaba mirando desde un lugar distante, probablemente porque todavía quería que lo persiguiera y jugara con él. Al ver a Yo-yo listo para correr de nuevo, Diego dijo entre risas:

"¿Está huyendo de nuevo porque no quiere que lo coman? Es bastante enérgico ."

"Sucede que ese pollo no está en el menú."

Tan pronto como respondió lo más silenciosamente posible y caminó hacia afuera por la puerta principal, Yo-yo comenzó a correr de un modo impaciente y atolondrado. Parecía dirigirse al jardín exterior una vez más así que Jill lo persiguió apresuradamente.

"¡Oye, Yo-yo! ¡No vayas al patio!"

Persiguiendo al Yo-yo que había escapado mientras movía su cabecita felizmente, Jill saltó al arbusto, peleó con él y regresó, con el pollo gritando todavía entre sus brazos. Diego estaba parado en el camino que conducía al patio trasero así que lo vio fruncir el ceño y pasar junto a él, diciendo que al final de cuentas, solo era un pasatiempo extraño.

"Ese pollo..."

"¿Qué?"

"Le diste un nombre".

"Si tiene un nombre, ya no puedes comerlo".

Fue algo tonto llamar por el nombre del pollo inadvertidamente cuando ese hombre lobo estaba allí. No era un niño como para nombrar a un animal que debería ser comestible y perseguirlo como si fuera un perro de caza. Jill fingió estar tranquilo mientras le hablaba, pero pensó que incluso Stella no sabía el nombre de Yo-yo.

"Entonces es tu mascota."

"No te importa".

"Pensé que por un momento, el pollo había comenzado a sonreír. No me extraña que esté tan apegado a ti."

"¿Podrías por favor... Irte?"

Era la peor actitud hacia un superior que además era una bestia Alfa invitada, pero no le importó en lo más mínimo. Diego entrecerró los ojos suavemente, aunque no pareció enojado por esto.

"Quiero hablar contigo."

"¿Sobre qué?"

No era su costumbre pero, frente a Jill, quien seguramente daría un paso para atrás en cualquier momento, Diego corrigió su postura para verse más amigable. Lo miró directamente y extendió su mano derecha.

"Jill. Quiero tenerte".

"¿Quieres tenerme?"

¿Qué significaba eso? Mirando todavía adelante, aturdido, la voz de la señora Müller resonó con fuerza detrás de él. Quizá, atraído debido al informe de su sirviente.

"¡Diego-sama!" Se acercó rápidamente, con el mayordomo a su lado, y miró a Diego con una mirada ligeramente culpable. "Ojalá se hubiera contactado conmigo antes de venir. No puedo brindarle hospitalidad a toda prisa así que, usted me perdonará".

"Fue muy de repente, lo siento mucho." Diego se disculpó cortésmente y miró a Jill. "Pero el punto es... Que decidí en la fiesta el otro día que quiero mantener a Jill con mi familia y hacerlo parte del clan Siegfried."

"¿Jill? Bueno, eso es un honor. Pero ¿Jill no hizo que Diego se sintiera incómodo en la fiesta? Para mi vergüenza, Jill es un omega que no encaja con el nombre de la familia Müller y, no creo que lo haga con la familia Siegfried. Si quisiera pensarlo un poco mejor, yo podría ofrecerle..."

"No pienso que Jill sea una vergüenza."

"... Gracias por su amable consideración. Pero tengo que insistir. Si quisiera volver a ver a mis omegas nuevamente, yo podría organizar algo justo ahora. Ya sabe, como disculpa por el otro día. ¿Le gustaría que lo platicaramos tomando una taza de té?"

"No hay nada que platicar, me gusta Jill".

"Pero..." La señora Müller miró a Jill y Diego por un buen rato. Después de pensarlo con atención, dijo: "Bueno, entonces, si realmente lo quiere, por supuesto. Estaré feliz de enviarte al niño. Jill, lo has escuchado. Prepárate de inmediato".

Finalmente, la mujer llegó frente a él. Miró directamente a Jill y frunció el ceño al notar al extraño pollo que sostenía.

"Bueno, ¿Qué nunca entiendes? Feo y sosteniendo un pollo tan sucio. Es vergonzoso estar así frente a Diego. Primero, báñate. Ahora mismo". Luego sonrió a Diego. "Diego-sama, lamento mucho la mala educación. Prometo que será una muchísimo mejor esposa que Omega ¿Qué fecha cree conveniente para que Jill comience a mudarse?"

Jill estaba en blanco. No solo no estaba dispuesto a decir una palabra, sino que la señora Müller se comportó como si pudiera disponer de él a pesar de que ya tenía a Albert. Jill abrazó a Yoyo con fuerza y pensó: "Me niego." No podía imaginarse rodeado de bestias o siendo abrazado por Diego. A pesar de que estar con Albert seguía siendo imposible de pensar, no podía simplemente irse con un hombre que acababa de conocer.

"Si es posible, me gustaría llevarlo a casa hoy. Puede venir por lo necesario más tarde".

"Me siento honrada." La señora Müller no estaba acostumbrada a que se llevaran a sus muchachos de inmediato, aunque ahora que se sintió atraída por su expresión, darle a Jill no sería ningún problema. "Entonces, por lo menos, por favor espere en la habitación de invitados mientras se cambia de ropa".

"Por supuesto."

Diego, quien tenía el control de toda la situación, fue guiado por el mayordomo al interior de la mansión. Y después de despedirlo con una sonrisa, volteó la cabeza y miró a Jill con una expresión increíblemente cruel.

"¡Suelta el pollo, es terrible!"

Inmediatamente lo jaló y comenzó a limpiarle la piel y a quitarle la ropa.

"Escúchame bien, niño. Agradece a Diego e inclínate suavemente ante él." Cuando bajó a Yo-yo, lo agarró del brazo y llevó la boca a su oreja para susurrar. "Eres un inútil y posiblemente terminarás siendo un inútil. Sin embargo, no importa lo que pienses o lo que hagas, trabaja duro por la noche y da a luz a su niño. Nunca, entiéndeme, nunca volverás a tener esta oportunidad así que no lastimes al nombre de la familia Müller."

Jill no respondió. Estaba triste, más que enojado, y no podía encontrar una palabra adecuada para defenderse. No servía de nada dar el nombre de Albert porque estaba lo suficientemente ansiosa por el apellido de la familia Reinhardt y si decía que ya había planeado algo diferente con otro hombre, simplemente le diría que Diego lo amaría con más fuerza que nadie en el mundo. Si decía: "No quiero ir", lo regañaría violentamente por lo que, así como pensaba que era inútil decir algo, también se entristecía por no tener la fuerza como para luchar. Al mirar la expresión de Jill, la Señora Müller enarcó las cejas:

"¡Ese rostro rebelde! ¿Por qué solo puedes tener ese tipo de rostro? ¿No te cansas de eso? No lo hagas frente a Diego y cumple con tu parte como el Omega de la familia Muller." Luego agregó, con una mirada desdeñosa "Si no puedes hacerlo, si realmente me repudias, te sacaré de la familia Müller para siempre. ¡Y si no quieres vender tu cuerpo miserablemente en un callejón en lugar de en mi casa, haz lo mejor que puedas!"

Y le dio la espalda.

Yo-yo llegó silenciosamente desde un lado, tal vez debido a que Jill se veía diferente de lo habitual. Y cuando le abrieron el gallinero, entró por su propia cuenta y se acostó como si estuviera arrepentido y también, preocupado por él. Jill cerró la puerta, miró hacia arriba y sonrió todo el tiempo mientras decía: "Eres un buen chico". Pero al entrar por la puerta trasera y mientras subía las escaleras hacia su habitación, su corazón se enfrió tan rápidamente que incluso experimento un montón de escalofríos. Se preparó en silencio y se dirigió nuevamente a la habitación de invitados mientras lo regañaban por llegar tarde. Diego se puso de pie y le dio la bienvenida, pero cuando vio su rostro apagado y lloroso, sus sentimientos se cerraron y pareció que ya no sabía que decir.

En silencio para su madre y también para Diego, cuando se subieron al carruaje en el que viajarían hacia un lugar desconocido, comenzó a sentirse tan asustado que casi estuvo a punto de echarse a llorar. Justo antes de este momento, cuando se encontró con Albert en el bosque, estaba sintiendo mucha melancolía por su futuro poco interesante pero aparentemente pacífico. Ahora ni siquiera podía esperar un futuro por el que estar triste.

"No, no quiero ir".

El carruaje comenzó a correr desde el frente de la entrada principal y lentamente se alejó de la mansión. Cuando salió del patio delantero, pasó por el patio exterior, bajó por la pendiente y salió a una calle pública ancha, pudo ver finalmente la parte donde estaban los corrales y la colina verde en donde había trepado tantas veces. No le gustaba su casa, pero Jill solo había conocido ese lugar durante toda su vida. No le agradaba esto de dejar la mansión e ir de camino a Central, donde nunca había estado, en manos de una bestia lobo. Más que nada, salir de esa casa significaba estar atrapado pero en un lugar bastante diferente. Y al menos... Al menos hubiera querido tiempo para explicarle a Albert la situación. La señora Müller solía hacer un escándalo al decir que la familia Siegfried era una aristócrata popular cuando la familia Reinhardt también lo era. Y era terrible pensar en Albert, herido y triste mientras esperaba por él. Le hizo darse cuenta una vez más que para su madre, Jill no era más que una cosa, porque incluso era irrespetuosa con Albert y sus sentimientos.

Y a partir de mañana, Diego sería libre de utilizar también a Jill.

Sintió escalofríos cuando pensó que incluso podía tocar su cuerpo de la manera que quisiera.

"Absolutamente no. No, no puedo tener sexo solamente así."

Pero Jill, que era solo una herramienta, no tenía derecho a elegir, decidir o negarse. Se acercó lo máximo posible al marco de la ventana así que Diego habló:

"¿Fuí muy apresurado? Lo siento muchísimo."

Jill solo pudo escuchar una disculpa vacía.

"¿Deberíamos traer a ese pollo también? Mañana le pediré al mensajero que lo lleve a nuestra casa".

"Por favor, alto".

Diego, que pareció aliviado de que tuviera una reacción aunque fuera tan fría, comenzó a sonreír.

"Hay gallinas en mi mansión. Yo-yo será muy feliz allí. Tengo todo lo que necesita y también todo lo que quieras. Lo arreglaré a tu conveniencia. Si te gusta ver el exterior, te ofreceré una habitación con buena vista".

No dijo nada. De todos modos, si le explicaba que ese no era el caso, él no lo entendería y tampoco podría hacer algo al respecto. Mirando hacia atrás desde la ventana, se dio cuenta de que ya no podía ver la mansión así que Jill movió un poco los labios y juntó las manos: "Lo siento, Albert. Si hubiera sabido que no podría reunirme contigo de nuevo, habría hablado más correctamente." ¿Cómo se le podía decir que la familia Siegfried se haría cargo de Jill de ahora en adelante? Nadie lo haría. Albert estaría preocupado por Jill, quien desapareció en silencio, y lo buscaría noche y día hasta dar con él. Ojalá hubiera tenido tiempo para decirle algo a Stella y a las sirvientas. Sin embargo, Jill fue sacado del palacio y luego llevado a uno más. El carruaje aceleró a través del bosque hacia Central.

No mentiría, quería ver Central algún día, pero no de una manera tan escandalosa.

Después de correr durante aproximadamente una hora, el carruaje se detuvo frente a una gran puerta que apareció al final de un muro de piedra. El ancho era tal que pareció como si tres carros pudieran pasar uno al lado del otro. Los antiguos pilares de la puerta de piedra y la verja de hierro negro con una decoración similar a la punta de una lanza en la parte superior, eran lo suficientemente altos como para que tuviera que mirar hacia arriba. El portero abrió la enorme puerta y el carruaje entró en el lugar de la familia Siegfried, rodeado todo por una valla. Aunque estaba muy cerca de Central, pareció ser mucho más grande que el sitio de la familia Müller. El camino recto continuaba sin cesar y a la derecha, se elevaban edificios por aquí y allá a lo largo de la carretera. Todos ellos eran más grandes que la mansión de los Müller y de todos modos, el carruaje no se detuvo nunca y pasó de frente.
Finalmente, se detuvo frente a un edificio de piedra gris, que era la torre más grande que había visto en su vida. Muy, muy atrás del punto de llegada. Había una ventana verticalmente alargada en la entrada donde destacaba un arco inglés y una torre. Se parecía más a un castillo que a una casa. Y quizá por el color gris liso, tenía una atmósfera más solemne que la iglesia del pueblo que había visto desde la distancia. El vestíbulo de entrada pareció poder albergar a unas 100 personas. El techo, sostenido por vigas, también era exageradamente alto y aunque el exterior era cálido, el interior era fresco y las columnas gruesas estaban decoradas individualmente con acabados simples pero funcionales y hermosos.

"La familia Siegfried es realmente excepcional."

Y mientras seguía estando abrumado, apareció de pronto una pequeña sombra desde atrás.

" Te he estado esperando, Jill-sama."

Cuando le llamaron y miró hacia abajo, observó dos orejas que se levantaron temblorosamente. Tenía mejillas regordetas y una nariz que se movía aleteando. Era una pequeña bestia conejo que vestía una chaqueta de dobladillo largo con cuello negro.

"Mi nombre es Norn, y seré su sirviente a partir de ahora. ¡Estoy agradecido por tener a Jill en la mansión!"

" Gra ... Cias ."

Jill le saludó con una voz clara pero confundida. Era la primera vez que tenía un cuidador. Muchos Omegas eran mantenidos por la familia Siegfried así que se preguntó si siempre tendría un cuidador.

"Te guiaré a tu habitación."

Diego se adelantó y se adentró más en el vestíbulo. El lugar pareció ser más profundo de lo que había imaginado y cuando finalmente ingresó a otro edificio a través del patio, aparecieron frente a él un montón de escaleras de mármol. Subió al tercer piso y Diego personalmente, abrió una de las enormes puertas de madera para él: La ventana daba una buena vista del exterior, como había dicho. La habitación era grande con todo lo necesario, como cama, tumbona y una mesa. Las elaboradas esculturas en las patas de las sillas y armarios, que estaban bien pulidas y de color ámbar brillante, eran hermosas. Las sábanas eran de seda con un brillo suave y la tapicería de la chaise longue estaba tejida con magníficas flores. Cada mueble parecía más caro que el de la familia Müller.

"¿Voy a usar este lugar de verdad?"

Jill estaba tan sorprendido que no pudo evitar preguntar. Porque después todo, Jill era solo un Omega. Y no pensaba que lo recibieran como si realmente fuera una esposa, sino que simplemente había creído que llegaría como uno de los otros. Podría haber tenido una habitación más pequeña y sencilla o, hasta cadenas. Diego asintió con la cabeza.

"Oh, sí. ¿No te gusta? Quiero decir, ya te había preparado un cuarto en el primer piso pero parece que prefieres una habitación con una buena vista así que... ¿Está bien? Si no, te llevaré a otra habitación hasta que encuentres la que más se acomode a ti."

"No, está bien aquí."

Jill desabrochó su ropa, pensando que se trataba de una lujosa habitación de invitados. Quizá la familia Siegfried le ofrecía a todos los Omegas circundantes el trato de tener un cuidador y quedarse en una hermosa habitación. El alto trato significaba entonces que tenía que cumplir con sus obligaciones sin chistar. Dar a luz y hacerlo a un niño precioso y sano. Cuando pensó que incluso podrían tener sexo esta noche, le dolió terriblemente el estómago y comenzó a temblar. Diego le dijo a Jill:

"La hora de la cena es a las 7 en punto. Sería bueno si pudieras aliviar tu cansancio poco a poco hasta esa hora. Esta habitación está en el oeste, pero puedes ir también hacía el este y sur. En el salón, en el primer piso, puedes relajarte y tocar todos los instrumentos musicales que quieras. También hay un violín, así que utilízalo cuando te den ganas de hacerlo. Día o noche. Por lo de más, Norn se ocupará de tu vida diaria."

Norn, que estuvo en silencio todo el tiempo, mantuvo las manos cruzadas detrás de él.

"Por favor, dígame todo lo que se le ofrezca. Me encargaré de ello si es necesario."

"Eres libre de salir al jardín, pero siempre tienes que decirle a Norn que saldrás al jardín. Norn, por favor, ayúdale a elegir su ropa."

"Con mucho gusto."

Cuando Norn hizo una reverencia, Diego volvió a hablar: "Si tienes alguna pregunta, pregúntale a Norn... O a mi, si estoy cerca ¿Alguna pregunta?"

Jill estaba frustrado por su discurso unilateral. Pensó que era una persona extraña, pero aparentemente ni siquiera podía pensar en los sentimientos de los demás. La boca que había sentido sincera cuando lo conoció por primera vez, ahora sonaba un poco... Mandona. Pero dado que Jill era Omega, no importaban mucho ni su corazón ni
sus sentimientos y seguramente iba a portarse indiferente a Jill desde ahora. La actitud de Diego fue decepcionante porque sintió que podría haberse convertido en su amigo.

"¿No hay preguntas?"

Estaba tan frustrado que su voz se volvió más clara: "Escuché que no puedo hacer nada."

"¿Jill?"

"Tú, que eres miembro de la familia Siegfried y tienes poder seguramente no sabes como me siento."

Cuando miró su cara, le pareció imaginarse una voz que decía: "Pues mira, yo entiendo esto: Te han expulsado fácilmente de tu casa por tus caprichos y tu forma de actuar y ya no tienes un lugar adonde ir. Al menos, si quieres vivir tranquilamente, no lo arruines conmigo." Y frente a él, apareció la enojada cara de la señora Müller. Había decidido casarse con Albert así que odió esa actitud terrible y desagradable de pensar en él como una cosa y ofrecerlo a alguien más cuando descubrió que había llegado el heredero de la familia Siegfried. No solo era su madre, a Jill nunca le había gustado la gente que decidía por él y que hablaba a sus espaldas como si no fuera una persona capaz de pensar. Cada vez que se reían de él, se preguntaba si realmente estaba tan loco y pensaba que sería más fácil si se casaba de inmediato con la casa de Albert, pero luego Diego rompió esos pensamientos sin dudarlo y le hizo sentir que ya nada tenía caso.

Cuando se mordió los labios temblorosos e intentó hablar, Diego sonrió y le preguntó:

"¿Qué te sucede? ¿Ocurre algo que no quieres decirme?"

Jill se sorprendió por la reacción inesperada de un hombre que pareció estar de buen humor.

"Lo siento. Sinceramente, no soy bueno con los Omegas que están ansiosos por tener hijos. No sé cómo manejarlos porque no quiero tener bebés en este momento. Sin embargo, mi hermano me dijo que tener un Omega es necesario y me obligaron a tener una relación por el bien de mi casa. Entonces por eso visité a la familia Müller por mi cuenta, diciendo que quería elegir al menos según mi gusto. Afortunadamente, te encontré. Ya sabes, estamos en la misma sintonía."

Los ojos y el tono de Diego se volvieron un poco más familiares. Sin embargo, incluso si lo explicaba de manera tan despreocupada, no podía pensar que eso fuera mejor.

"¿Estás diciendo que elegiste un Omega como yo porque no quieres tener hijos?"

Diego pareció indiferente a la voz de Jill, atónita y aguda.

"No importa si no me crees, pero me gustaría que lo tomaramos como un contrato. Un favor, para que no tenga que tener ningún otro maldito inconveniente en mi vida. Por favor, quédate por mientras. Unos meses. Haría que mi familia se sintiera mejor, me quito el peso de encima y luego, puff, volverías con la familia Müller diciendo que no funcionó, pero que lo apreciamos mutuamente. Es decir, ni siquiera me gustas".

Esto ahora era más como alquilar y tomar prestados pequeños accesorios que eran fáciles de llevar.

De pronto, Jill se acercó y le dió una bofetada al tipo que era más alto que él, a una velocidad más rápida de lo que podría haber llegado a pensar. La palma que lo golpeó hizo que el cabello le rebotara hacia atrás con un ruido sordo.

"¿Jill...?"

"Por favor, sal".

Jill señaló la puerta frente a Diego, quien pareció consternado e inseguro sobre lo que había sucedido.

"¡Fuera! ¡ Ahora mismo!"

"Vaya, entiendo."

Diego salió de la habitación rápidamente, quizá porque lo había corrido. Jill avanzó a la misma velocidad y cerró la puerta en un tremendo impulso. Comenzó a exhalar con fuerza. ¿Cuán limitado puede ser el cerebro de un "increíble" hombre bestia alfa? No sabía nada. Si conociera lo que pasaría con un Omega que regresaba a casa sin tener un bebé, no podría decir su plan con una sonrisa tan brillante. Un Omega que regresaba sin dar a luz, era inútil. Normalmente, todavía quedarían algunas posibilidades pero Jill, quien ya había sido tratado como una molestia y repudiado incluso hoy, sería más despreciado si le dieran una marca de "estéril". ¿Y Albert perdonaría a un Omega que ya había sido abandonado por otro aristócrata? Si la familia Reinhardt lo rechazaba, su madre realmente podría repudiarlo y venderlo en una esquina. Un Omega podía ser odiado y vendido, como Jill, pero si el Omega regresaba sin tener un hijo, su valor definitivamente bajaría hasta el límite. ¿O sería que Diego lo sabía? Incluso él, que parecía un caballero, seguramente no pensaba en los Omega como "humanos" por lo que no tendrían por qué importarle sus circunstancias.

"Si soy un pájaro dragón, esa persona es el peor dueño."

Pero no se podía elegir al dueño.

Fue una ansiedad que no había experimentado en mucho tiempo. El hecho de que no tenía nada. La tristeza y la soledad de que nunca obtendría la felicidad deseada y de que no había una sola persona cercana que lo pudiera entender desde el fondo de su corazón.

"Así es, ya sabes. Es lo mismo en todas partes. Incluso aquí, ya sea que trates de resistir o de luchar desesperadamente, los hechos siempre serán los mismos."

Luego agitó la cabeza y abrió la ventana para cambiar su estado de ánimo. La brisa que soplaba rápidamente olía como si fuera a llover. Y más allá de los árboles en el vasto jardín, más lejos de las torres, se podía contemplar la enorme ciudad de Central, que brillaba como si estuviera cubierta de mosaicos.

"La vista es realmente agradable".

Los edificios blancos y marrones, perfectamente alineados, eran como miniaturas en una maqueta colocada sobre la mesa. Una ciudad mucho más grande de lo que había imaginado y en la que posiblemente estaban viviendo muchas personas bajo techos de colores. Cuando movió los ojos un poco más al sur, encontró un lugar plano que destellaba detrás del techo en una fila infinita de agua. Después de mirarlo un rato, se dio cuenta de que era el mar. De su boca se filtró una voz de admiración. No esperaba ver el mar ni sentir el olor de la sal mezclada con el viento. Era el mundo que veía por primera vez en su vida. La ciudad y el mar que tanto había anhelado. Un lugar infinito, tan ancho que le pareció abrumador incluso al verlo desde la distancia. Para Jill, que solo conocía la mansión de los Müller y el bosque que lo rodeaba, estaba abrumado por el ancho mundo frente a él hasta el punto en que sintió que quería volar. Quería convertirse en un pájaro e ir a ese mar. Quería despegar de esta ventana e irse lejos libremente. Pero nunca podría hacerlo. Incluso si dejaba a la familia Müller y llegaba a un lugar diferente, Jill solo podía esperar un futuro similar o peor al que ya tenía.

Jill cerró silenciosamente la ventana.

Si miraba hacia atrás en la habitación después de sentir el tamaño del mundo y emocionarse por él, las cosas dignas de elogio se desvanecían y parecían solo artefactos estúpidos. Sintiéndose enfermo, enterró su rostro en el cojín de una chaise longue y volvió a cerrar los ojos.

¿Quién diría que esta sed sería desesperación? Sin saberlo, podría haberse sentido feliz mientras se congestionaba en un mundo pequeño.


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