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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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El jardín de la familia Siegfried era tan hermoso como el de su casa pero, de alguna manera, también era muchísimo más funcional y organizado. Jill, que estaba acostumbrado al jardín de la familia Müller, un lugar que aprovechaba al máximo la naturaleza salvaje, pareció un tanto incómodo con todos estos adornos tan terriblemente lindos. Pareció que los otros Omegas lo utilizaban como un lugar para relajarse porque había muchas flores y hermosas áreas de descanso. Fuentes, banquitas, sombrillas... Por supuesto, Jill no tenía ganas de usar el espacio de la misma manera que lo hacían todos.

Los Omega que entraban a esta mansión eran más pretenciosos que los Omega de la familia Müller y le hacían sentir mil veces más fuera de lugar.

Jill se fue a la parte de atrás, la que era utilizada exclusivamente por los sirvientes, ya que el patio delantero de la mansión era visitado por aristócratas y personas involucradas en las finanzas. El día después de ese incidente, había caminado por mucho tiempo por todo el lugar para intentar descubrir como sacudirse de encima toda su soledad e irritación. Había flores bien cuidadas, algunos árboles exóticos plantados por todo el contorno y también, una tienda oriental para que los sirvientes pudieran beber zumo y té. El huerto también era espléndido y las hierbas que se iban a utilizar en la casa se plantaban justo allí, como pasaba en la casa Müller. También, más atrás, había un gallinero enorme. A Jill le gustaban mucho los huertos y los gallineros que tenían un sentido de ser así que solo en esta zona había logrado sentir que había un aire increíblemente hogareño y tranquilo por todos los alrededores. Incluso ahora, cuando daba un paseo tranquilo mientras miraba las flores y los árboles, las gallinas corrían y lo saludaban con un grito muy animado. Cuando miró dentro dijo:

"¡Buenos días a todos!"

Los estantes para los nidos estaban bien alineados junto a la pared y en su interior, había muchos huevos de distintos tamaños. Algunas de las gallinas se juntaban en la pequeña puertecita mientras cacareaban, picoteaban y aleteaban descontroladamente. Si hubiera estado en la casa de su madre, definitivamente hubiese dejado abierto el corral para dejarlos jugar, pero era egoísta hacerlo en un lugar que ni siquiera le pertenecía. No podía ni pensar en intentarlo.

"Lo siento, no puedo jugar".

Sonrió y se disculpó en un susurro mientras miraba a las gallinas.

Había pasado una semana desde que comenzó a vivir con la familia Siegfried. Después de todo, ni siquiera había logrado hablar con Diego otra vez porque el lobo parecía estar incómodo a su alrededor y Jill no quería perdonarlo nunca más. Después de todo, solo había dos opciones para los dos: Embarazarlo o devolverlo a la familia Müller según lo planeado. Y por supuesto, sin importar cuáles fueran las posibilidades no parecía existir un futuro feliz para Jill. Tener un hijo y deleitar a su madre no lo iba a dejar satisfecho e incluso si regresaba con las manos vacías, no significaba que pudiera ser libre. En cualquier caso, debería haberse mantenido alejado de Diego para empezar. No era un amigo ni una persona comprensiva. No había lugar para Jill aquí, ni con Stella ni con Albert. La mansión Siegfried era mucho más grande que la de la familia Müller y en realidad, para él se sentía como un palacio más pequeño y asfixiante.

Pensando en eso, simplemente cerró los ojos y terminó por arrojar un suspiro impresionante mientras miraba a los pollos volver corriendo a la parte trasera del gallinero.

"Parece que después de todo te gustan mucho las gallinas."

Jill se volvió hacia la voz en un instante. Diego estaba de pie, con un cuerpo enorme que no concordaba en absoluto con la armonía del patio trasero. Colocando una expresión decidida, le presentó entonces el enorme ramo de flores que tenía en la mano.

"Yo... Fuí terrible el otro día". Dijo, con una mirada seria. "Te dije que no necesitaba un hijo pero... Hablé sin pensar en tus sentimientos. Por favor, ¿Me puedes perdonar?"

Fue su cabeza lo que le llamó la atención. Las orejas, que normalmente levantaba, ahora estaban bien acostadas hacia los lados. Y aunque se suponía que estaba dándole una imagen de lobo triste, comenzó a parecer más bien un perrito regañado. Incluso su cuerpo pareció haberse vuelto muy chiquito, sin una sola gota de dignidad o intimidación.

"Prometo que... Haré mi mejor esfuerzo por estar bien contigo. No te forzaré, ni pelearé. Además, entiendo que debí haberme disculpado contigo de inmediato desde aquella vez pero, mientras pensaba en como hacerlo de pronto pasó una semana sin que me diera cuenta. Lo siento muchísimo".

Jill apretó el borde de su ropa. No quería que se disculpara más porque había decidido no perdonarlo en absoluto.

"No estoy enojado. Pero si no quieres volver a incomodarme entonces te pido que me dejes en paz".

"No puedo hacer eso".

"¿Por qué no? De todas maneras me voy a quedar hasta que tu familia quiera."

Diego lo miró, increíblemente triste por eso: "Entiendo que no soy fácil de perdonar pero, al menos acepta esto."

Le extendió nuevamente el ramo de flores así que Jill lo recibió muy de mala manera. El ramo estaba hecho con papel amarillo y tenía muchas flores que se balanceaban de un lado para otro. Todas tenían un aroma ligeramente refrescante y dulce, como la miel. Había pequeños capullos de Zan, una flor utilizada para rituales, y también, una que otra campanita. Jill enterró su nariz en el ramo. Era un aroma nostálgico...

"Son hermosas..."

"¿Entonces...?"

"Si no tratas de romper tu promesa en el futuro, está bien".

Dijo, intentando conservar la calma y la madurez aunque su corazón estuviera corriendo locamente. Después de todo, eran Alfa y Omega.

"Y no quiero disculparme solo por eso si no por... La manera en la que te saqué de casa. No fue correcto así que me gustaría que me dijeras si hay algo que pueda hacer por ti."

Jill miró su rostro por encima del ramo.

"¿Está realmente bien pedirte algo?"

"Oh, por supuesto".

"Entonces, hay alguien a quien quiero ir a ver."

Respondió Jill, pensando que no funcionaría de todas maneras. Todo estaba bien con sus disculpas, pero obviamente no iba a permitir que un Omega como él saliera tan como si nada de la casa. Cuando le dijera que era difícil, ahora el pediría perdón.

"¿Te gustaría ir a ver a alguien? ¿Es un amigo?"

"Un amigo de la infancia llamado Albert. Es un miembro de la familia Reinhardt así que tienen territorios cerca de la familia Müller. Quiero verlo para despedirme o de lo contrario, se va a preocupar."

Jill se dio cuenta de que Diego tenía un rostro extraño. Sin embargo, pareció estar decidido a cumplir con su promesa.

"Ya veo, un amigo de la infancia. Supongo que después de lo que pasó, es natural que quieras ir a decirle la situación. Por supuesto, no me importa si lo haces."

"¿Eh?" Entonces Jill estaba más confundido que al inicio. "¿Está bien?"

"Oh, por supuesto. Albert es tu amigo de la infancia después de todo."

Pero Jill obviamente no le dijo que aunque solía ser un amigo, la verdad era que ahora planeaba casarse con él. Además, tampoco habló sobre que era un "hombre bestia." Cuando su expresión se nubló, la cara de Jill pareció irse por el mismo rumbo.

"¿Pasa algo?"

Diego negó con la cabeza y dijo: "Nada de nada."

"Entonces..."

"Entonces te enviaré con él".

"¿Está bien en serio?"

Pareció necesario comprobarlo repetidamente.

"Es demasiado tarde para decir que no después de que te he dado mi palabra. Pero escúchame..." Diego agarró firmemente a Jill, quien se mostró cauteloso. "No te pediré que me respondas ahora, pero la verdad es que quiero conocerte más. Creo que... Hay una razón importante para permanecer juntos."

El pecho comenzó a dolerle gracias a lo profundos que comenzaron a parecer sus ojos. Nadie le había dicho nunca que querían saber más sobre él ¿Por qué Diego dijo tal cosa entonces? Debería estar en una posición en la que le prohibiera quejarse, en la que se enojara y lo encerrara...

"¿Por qué?"

Cuando murmuró eso, Diego parpadeó como si se hubiera desconectado por un momento.

"Lo siento, no quise ser brusco."

"No lo fuiste. Es solo que... Como miembro de la familia Siegfried, seguro has estado involucrado con muchos más Omegas ¿A todos les dices que quieres conocerlos mejor?"

Diego no dijo nada, y entonces Jill se dio cuenta de que realmente esperaba escucharlo de nuevo. Tal vez, otra oración o alguna frase. Sin embargo, rápidamente comenzó a negar con la cabeza. ¡Era esa extraña familiaridad en él lo que le había hecho pensar que podía convertirse en un amigo desde un principio! Y no había forma de que pudiera pasar.

"Entonces, lo que quiero decir, es que esos otros Omegas estarían mejor preparados que yo."

"No, tú eres muy bueno para mí." Habló Diego con entusiasmo, como si no se hubiera dado cuenta de lo que acababa de decir. "Además, vamos a seguir cooperando el uno con el otro por lo que ¿Acaso está mal querer conocerte? ¡Deberíamos hacerlo incluso aunque no fuera así porque la verdad es que eres un hombre interesantísimo!"

Esta vez, se sintió como si su garganta se estuviera cerrando. No lo esperaba en absoluto así que no tuvo más opción que creer que tal vez, solamente tal vez, Diego había cambiado después de todo. Era todavía un Alfa, eso era obvio, pero ya no se veía como el de esa noche. Aunque estaba en condiciones de ser arrogante, decidió disculparse y además, había pensado en sus palabras durante una semana.

"Por supuesto, puedes decidir. Así que está bien responder si te quedas conmigo o no en la mansión después de que vayas a visitar a tu amigo de la infancia. Así verás que si puedes confiar en mí."

Cuando escuchó la voz de Diego, tratando de dar lo mejor de si mismo, su corazón comenzó a calentarse cada vez más y más.

Jill abrazó el ramo contra su pecho, diciendo: "Muchas gracias. Estoy feliz".

No quería admitirlo pero podía sentir a la parte de atrás de su pecho, que estaba rígido y tenso hasta hace unos segundos, aflojarse lenta y constantemente. Incluso si sus planes eran una basura, le alegraba saber que no era del tipo de persona que se enorgullecía de seguir reprimiendo a alguien como Jill.

"¿Está bien si voy solo? Quiero decir, no creo que alguien pueda acompañarme ya que todos en la familia Siegfried parecen estar tan ocupados así que..."

"No, voy contigo".

"¿Te preocupa que huya?"

"No, es mi deber."

Dijo Diego, mostrándole una sonrisa realmente hermosa. Jill hizo una seña para que no viniera y se dio la vuelta, pero el lobo lo siguió de todas maneras. Curiosamente, su paso era suave y ligero. Incluso hasta un poco juguetón.
Después de pasar por el oeste, Diego llamó a Norn cuando llegó a la puerta del edificio principal.

"Prepara el carruaje de inmediato. Jill y yo vamos con la familia Reinhardt. Está cerca de la antigua casa de Jill".

Norn, como era de esperar, solamente le sonrió y le dijo: "Es una elección muy interesante." Y luego añadió: "¿Pero Diego-sama saldrá con Jill?"

"Claro, Jill quiere visitar a su amigo de la infancia."

"Oh, ¿Un amigo? ¿Entonces Diego-sama quiere conocer al amigo de la infancia de Jill-sama personalmente?"

"Algo así."

Norn asintió, reduciendo a la mitad sus enormes ojos redondos.

"¿Jill sabe que no es necesaria su presencia?"

"... Por supuesto."

Pero no estaba muy seguro de eso. Normalmente, no era muy bien visto que un Alfa acompañara a un Omega a realizar sus diligencias personales. Con que le acompañaran dos empleados de la mansión sería más que suficiente.

"No se puede evitar, Diego-sama."

Norn se fue, e inmediatamente después trajo lo que necesitaban para salir.

Jill estaba vestido con una capa ligera así que se subió al carruaje sin detenerse a pensar demasiado en el asunto. Tenía miedo y estaba muy nervioso de poder encontrarse con Albert en una hora más después de tanto. Incluso sintió desesperación por volver a verlo. Es decir, estaba seguro de que el hombre estaría muy alterado por su desaparición por lo que lo normal sería disculparse y explicarlo de principio a fin. Pensó que podría estar enojado pero, por supuesto, su carácter nunca había sido un problema a la hora de tratar con él.

Sintiéndose mucho más tranquilo que cuando llegó con la familia Siegfried, Jill miró atentamente todo el camino desde el carruaje que salía de la puerta de la mansión, hasta entrar a la carretera. El pequeño cochecito atravesó un pueblo, cerca de donde se encontraba la familia Müller, y llegó rápidamente hasta la mansión de Albert. El lugar era una casa tranquila con un exuberante jardín bastante bien cuidado. Cuando el cochero detuvo el carruaje frente a la graciosa puerta de piedra, Diego dejó caer los ojos en Jill y acomodó con cuidado la posición de la flor escocesa que Norn le había puesto en el pecho al salir.

"Estaré esperando aquí. Llámame si es necesario".

"Sí".

Con suerte, Diego y Albert no deberían tener que conocerse nunca.

Cuando llamó a la aldaba con la esperanza de verlo de inmediato, apareció frente a él un mayordomo que le preguntó sus intenciones con un tono increíblemente grosero. La voz de Albert, sin embargo, resonó rápidamente desde la parte trasera de la mansión.

"¿Jill?"

Solo escucharlo le hizo sentir bastante relajado.

"Albert."

"¡Jill!"

Albert tenía una evidente expresión de sorpresa en la cara pero, aun así, se había abalanzado para poder abrazar a Jill con toda su fuerza. Luego, separándose lentamente de su torso, lo miró a la cara y le sacudió de los hombros para adelante y para atrás diciendo:

"¿Qué pasa, hombre? ¿Regresaste tan rápido? ¿O saliste del entrenamiento de novias en secreto?"

"¿Un entrenamiento de novias?"

Jill, quien iba a disculparse por desaparecer repentinamente, se sorprendió debido a sus extrañas palabras. Albert continuó:

"Tu madre me dijo que estabas entrenando antes de casarte. Me impresionó bastante porque aunque eres de la familia Müller e incluso si te casas con una casa tan renombrada como la mía, de todos modos tienen que entrenarte. Es demasiado pero, supongo que no soy nadie como para dar mi opinión."

Jill no podía decirle "No fue así" a Albert, quien pareció honestamente impresionado y dominado por sus pensamientos. Contestó:

" Uh , sí, es cierto. Fue repentino, pero ciertamente estoy en el entrenamiento de novias".

Jill estaba asombrado por lo que había hecho la señora Müller. ¿Por qué dijo una mentira? Mientras lo amenazaba y le decía que lo odiaba, probablemente dentro de ella también estaba esa pequeña espinita que le decía que no tenía que perder esta relación por nada del mundo. De todos modos, solo lo iban a querer para tener niños. Y si Jill regresaba sin tenerlos entonces sería seguro decir que había sido completamente manipulado por el tercer hijo de la familia Siegfried para participar en algo así como un entrenamiento obligatorio de novia. Y estaba seguro de que, pasara lo que pasara, igual tendría una alta probabilidad de ser amado por Diego a su regreso.

Su madre pudo ser cruel y venderlo a un comerciante, así que esta vez estaba honestamente agradecido por ello. Jill sonrió aliviado.

"Hoy solo tengo un día libre, no me escapé. No pude decirle a Albert correctamente antes de salir así que..."

"¿Te preocupaste y viniste a verme?"

Dijo Albert. Jill estaba feliz de verlo tan complacido.

"Pero está bien. Si estás entrenando, entonces yo lo acepto."

"Albert..."

"Aunque estoy bastante aburrido sin Jill por aquí. Después de todo, si no te tengo siento que no tengo nada..." Colocó la mano contra su cintura y dijo: "Vuelve pronto".

"... No creo que sea tanto tiempo. No te preocupes, probablemente volveré antes de que te des cuenta."

Después de todo, Diego no parecía ser el tipo de hombre que requería permanecer con un Omega para siempre. Incluso sus hermanos mayores, que parecían anteponer la prosperidad de la tribu, no se opondrían a su regreso a menos que Jill estuviera embarazado. Y eso era imposible.

Albert resopló y acercó la nariz a su cuello: "¿Antes de que me de cuenta? ¿Cuánto es eso? ¿Mañana?"

"No, no tan pronto. Solo significa que no faltan años."

"No puedo esperar ni un mes. Mañana sería bueno".

"Albert, ya". Jill se apresuró a empujar su pecho hacia atrás. Salió de entre sus brazos y le frotó las mejillas con ambas manos. "Gracias por pensar en mi, Albert. También quiero volver lo antes posible pero... Tenemos que ser pacientes".

"¿Puedo besarte?"

"... Todavía no me gustan los besos."

"Jill aun es un niño".

Albert le dirigió una mirada insatisfactoria a Jill desde la distancia y lo miró lentamente de la cabeza a los pies.

"Debido a que soy un niño es que necesito entrenarme como novia. Ya cambiaré."

"No has cambiado nada ahora".

Jill suspiró, se acercó de nuevo y palmeó su pelaje: "¿Cómo puedo cambiar en solo una semana?"

Albert suspiró también. "Quiero preguntarte tantas cosas... Pero no parece una historia para la puerta principal. ¿Entras? ¿Quieres beber té?"

"Lo siento". Jill negó con la cabeza. "Hay un carruaje esperando en la entrada. Tengo que irme a casa porque fui egoísta en pedir esto".

"Sí". Albert miró el carruaje estacionado afuera de la puerta y suspiró de nuevo. "No se puede evitar. Me alegro de que hayas venido a verme".

"Lamento mucho lo repentino"

"No es culpa de Jill. Me alegro mucho de haber hablado contigo. Y siento que te ves hermoso. Las flores te hacen lucir bien".

Jill se encogió de hombros y señaló la flor.

"¿No ha cambiado Albert en lugar de haberlo hecho yo? No habías dicho ese tipo de halago antes."

"No es un halago. He estado pensando durante mucho tiempo en esto. Jill simplemente no me dejaba decirlo en voz alta".

Jill sintió un dolor en su pecho. Probablemente por la manifestación de los sentimientos de Albert, que estaban más claros que antes. Incluso si había seguido esa mentira del "Entrenamiento de la novia", saber que no era verdad después de esto le hacía sentir ansiedad y duda. Se disculpó en voz baja.

"No tienes que disculparte. Estaré esperando a que regreses así que Jill debería venir lo más pronto posible".

"Sí. Gracias. Nos veremos de nuevo".

Albert saludó con la mano mientras se dirigía junto con él a la puerta de la entrada. Se despidió. Jill le devolvió la sonrisa, agitó la mano y lentamente le dio la espalda... Se alegraba demasiado de no haber lastimado a Albert y además, la familia del hombre no se opondría a su regreso gracias a la mentira de su madre. ¡No había absolutamente nada de lo que preocuparse!

Cuando dio un par de vueltas en su lugar, como un perrito, y corrió de regreso al carruaje, Diego abrió la puerta desde adentro y lo ayudó a subir. Albert salió al exterior de la casa. Sin estar seguro de si podía verlo, Jill lo saludó de nuevo.

"Un hombre bestia. Se ve... Bastante bien".

"Lo sé."

Jill miró a Diego con burla, pero Diego solo estaba moviendo las orejas con una enorme frustración. No parecía estar de tan buen humor, pero tampoco era insoportable.

"¿Qué tal estuvo?"

"Ya que he resuelto mis preocupaciones, la verdad es que me siento mucho mejor".

"Que bueno."

"Mi amigo no parecía estar enojado".

Parece que la señora Müller lo explicó convenientemente. No solo se esperaba que regresara sin dar a luz, sino que también estaba pensando en como lidiar con eso. Su madre era toda una mujer de negocios así que incluso se rió un poco, recordando la palabra, "novia" y "capacitación."

"Y la verdad es que estoy muy contento de no haber lastimado a Albert".

Jill miró hacia atrás. La carretera era curva así que en unos segundos ya ni siquiera podía podía ver la mansión Reinhardt ni mucho menos a Albert.

"Se fue..."

Mirando hacia atrás, Diego comenzó a poner una mirada compleja y misteriosa: "Es un hombre muy importante para ti, según veo".

"Es un benefactor para mí, por así decirlo."

"Ya." Diego pareció apartar un poco el tema cuando puso sus manos juntas sobre su regazo y preguntó: "Entonces, ¿Vas a quedarte en mi casa por un tiempo?"

La parte de atrás de su pecho se calentó de nuevo. Podía decir que no y entonces todo esto se acabaría y volvería de nuevo a casa. Su madre no lo aceptaría con los brazos abiertos, pero conociendo que igual se casaría con Albert como estaba planeado, no tendría muchas quejas que digamos. Sin embargo, fue la primera vez que podía elegir sus propias opciones relacionadas con la vida. ¡Diego, iba a escuchar su elección por primera vez en años! Con eso en mente, estaba emocionado.

"Está bien. Cooperaré contigo". Cuando dijo esto, su corazón comenzó a temblar con un ritmo increíblemente ansioso. Su flujo sanguíneo le hizo sentir la cara tan roja que Jill sonrió, avergonzado: "Sentir que me necesitas es algo nuevo para mi. No pensé que sería útil excepto para tener hijos así que, este no es un mal presentimiento".

Diego finalmente aflojó su expresión. Le extendió la mano así que el color en las mejillas de Jill se incrementó de nuevo hasta llegar al tono de un tomate. Y cuando la aceptó, sus manos se sintieron increíblemente poderosas y grandes, todas cubiertas de un pelito corto y liso. En ella, la mano de Jill se asentó como si siempre hubiera sido su espacio. Ahora ya no tenía miedo, ni siquiera estaba enojado.

"¿Podemos empezar otra vez?"

"Por supuesto."

"Me llamo Diego, un gusto".

Jill puso su nombre en sus labios y comenzó a reír.

"También soy un Omega... Y uno muy raro."

Diego entrecerró los ojos:

"Se dice que las personas extrañas son las que tienen más magia por dentro."

"Sí..."

Su corazón todavía estaba rápido y seguía haciendo ruidos, como si algo brotara de allí.


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