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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Después de terminar su trabajo y salir del edificio de negocios, Diego notó un letrero bastante peculiar en el edificio de enfrente. Había un toldo rojo al lado de un anuncio colgante de cobre con el dibujo de una nutria sosteniendo una bandeja. Al parecer, era una tienda especializada en los productos horneados con miel. Alineados en una mesita, todos los dulces eran sencillos, pequeños y seguramente de esos que se podían comprar con los vendedores ambulantes del mercado. Sin embargo, era probable que Jill no conociera tales dulces aunque la gente de la ciudad los disfrutara en el trabajo o por la noche para cenar. Diego le dijo al cochero que esperara un poco mientras entraba a la tienda. Después, decidió adquirir también un dulce horneado lleno de nueces. Se elaboraba colocándolas sobre una masa crujiente, enrollando todo eso en espiral y luego, horneando durante algunas horas. Sería bueno tomar una taza de té con esto para más tarde y si le gustaba mucho, entonces podrían ir a la tienda la próxima vez que salieran a la ciudad. Le daría una bolsita y le diría que podía tomar todo lo que le gustara. Parecía que Jill había cumplido años ayer pero, incluso aunque ya era un adulto no se sentía diferente de los días anteriores. Diego pensaba que su cumpleaños era un aniversario muy importante. Un día único para celebrarlo y pasarlo en familia. Seguramente sería un día muy festejado dentro de la casa de la familia Müller y ya que estaba en la mansión de la familia Siegfried, quería celebrarlo como era debido también allí. Le había dicho que no necesitaba un regalo, pero Diego se sentía más incómodo si no hacía nada por él así que pensó detenidamente en ello. Aunque a Jill parecía gustarle más atesorar nuevas experiencias que tener objetos. Todavía no había estado correctamente dentro de la concurrida ciudad de Central así que debería estar bien con su idea de un viaje. 

Sosteniendo una caja llena de caramelos y mientras subía al carruaje, Diego pensó también en el rostro de Jill. El hombre siempre llevaba encima esa sonrisa brillante e inocente, incluso durante la noche. A Diego le gustaba mucho ese rostro brillante de piel suave, incluso cuando lo había tocado solo una vez y, su voz, que solía ser clara, también era tan zumbante y vibrante que escucharla lo hacía infinitamente feliz.
Cuando lo envolvió en una manta, mientras miraban las estrellas en el jardín, pareció terriblemente emocionado de solo haber enterrado sus manos en su piel tan esponjosa y calientita. Tenía que decir que Jill se sentía como una persona un poco más infantil. (Pensó que era mayor cuando lo vio en la fiesta de la familia Müller). Y si bien tenía sabiduría, fuerza y espíritu, era increíblemente inocente. Mucho más joven que la edad que decía haber cumplido. Y lo interesante de Jill, es que él vivía siempre al día. Sin esperar nada y como si todo fuera maravilloso. El propio Jill podía querer parecer más maduro a su lado, pero aparecían emociones y gestos en su rostro que él seguramente no sabía que estaba colocando. Cuando pensaba en eso, el interior de su pecho volvía a sentir cosquillas.

Diego se aclaró la garganta y volvió a sentarse. Aunque nadie lo estaba mirando, incluso comenzó a intentar mandar aire a su rostro utilizando toda su palma.

La mansión estaba a unos 20 minutos. De la bolsa de papel que tenía entre las manos, podía oler el dulce aroma de los productos horneados que le hacía sentir ansioso por la hora del té. Por cierto, anoche Jill había estado bebiendo vino con miel como si fuera lo más delicioso del planeta entero. Y si le gustaba el vino, entonces definitivamente llevaría a Jill a su trabajo la semana entrante. Allí, los aristócratas que controlaban la tierra eran invitados a una comida cada tarde y, por supuesto, había un viñedo magnífico y un lago hermoso. Jill seguramente estaría complacido con el increíble paisaje e incluso podía ser un mejor regalo de cumpleaños que ir a la ciudad. Satisfecho con la idea, Diego llamó inmediatamente a Norns cuando llegó a la mansión. 

"¿Recuerdas mi trabajo de la semana que viene? Jill irá conmigo, así que prepárate."

"¿Jill-sama irá a un trabajo con usted?"

Norn movió la nariz.

"Así es". Diego le dio la bolsa de dulces que había comprado. "Esto es para acompañar el té. ¿Dónde está Jill?"

"Estaba comiendo en el comedor, pero al parecer se llevó un libro para leerlo en su habitación".

"¿Le gustan los libros?"

Recordaba haberlo escuchado decir que no le gustaba mucho leer, así que esto se sentía un poco raro.

"Supongo que sí. Llevaba un libro de constelaciones."

"¿De constelaciones?"

"Al parecer disfrutó mucho viendo las estrellas con usted, señor."

Diego sonrió y le dijo a Norn que iría a ver a Jill tan pronto como se cambiara de ropa. Entonces, después de ponerse algo más holgado y cómodo y dirigirse hacia el oeste, se encontró con que varios Omegas estaban a punto de comenzar una pequeña "fiesta de té" en el salón. Cuando vieron a Diego, lo llamaron casi gritando:

"¡Diego-sama! ¿Le gustaría estar con nosotros esta noche?"

Quien habló, era una chica de pelo largo y hermoso. En la puerta de al lado, otro Omega, un hombre con un cuerpo brillante, también lo miró como si fuera a aventarse sobre él para agarrarlo a mordidas. Los Omegas que lo rodeaban vestían ropa fina, fácil de quitar y como si fuera una túnica para el calor de la noche.

"Lo siento mucho. Ya tengo una cita con Jill".

"Siempre es Jill. ¿Nos darás la oportunidad a nosotros de ser amados?"

Diego no supo que decir.

"En problema es que lo prometí con él primero..."

"¡Diego-sama!"

Los sentimientos desesperados de los Omega no eran desconocidos ahora. Una vez que los miraba sabía que la mayoría de los Omega inevitablemente iban a volverse más exigentes y rudos en sus acciones conforme pasara el tiempo. Era una tarea inevitable para un Omega, pero algo desalentador para Diego. Se disculpó de nuevo y cuando abrió la puerta de la habitación de Jill en el tercer piso, observó como el hombre estaba mirando todavía hacia la ventana. No estaba arreglado para ser atractivo sexualmente porque en realidad, llevaba la misma ropa sencilla que le había visto durante la mañana.

"Diego, mira, lo pedí prestado de la biblioteca. Es sorprendentemente interesante."

"Me alegra que estés interesado en las constelaciones pero creo que sería mejor si vamos a cenar. Norns acaba de preparar el té".

"¿En serio?"

Jill fue hacía la mesita junto a la pared y comenzó a servir hábilmente el té que estaba en la tetera. Cuando Diego se sentó, él se acomodó enfrente y aceptó recibir sus manos sobre las suyas:

"Compré este dulce en la ciudad, es solo para ti."

"¿Lo hiciste en serio? Muchas gracias."

"Pensé que Jill seguramente no lo conocía así que..."

"Sí. Nunca había visto algo como esto en casa."

Jill nunca le pedía nada a Diego. La única vez que pensó en si mismo, fue únicamente para decirle "Quiero tocar tu piel" anoche. Siempre era como si no quisiera nada y desde la vez en que le dijo que deseaba ir a ver a su amigo de la infancia, ya habían pasado casi tres meses y medio. La actitud de Jill, de trazar una línea entre los dos, era un poco ruda. Y aunque ya le había dicho que estaba bien ser un poco más mimado, no parecía querer mostrarse así con él en lo más mínimo.

"Esto está muy rico. Las nueces son fragantes y deliciosas."

"Este dulce también es bueno para acompañarlo con sake."

"Se ve que está delicioso con sake. ¿Sabes qué? Este es como el dulce que hornearon para mí una vez en la mansión de Albert."

Pero de pronto, Jill se estremeció con fuerza. Su expresión brillante se volvió turbia y apartó la mirada de la mesa, probablemente porque recordaba a su querido amigo de la infancia, que vivía lejos. Cuando Diego vio esa expresión tan solitaria, comenzó a dolerle el pecho. ¿No era una falta recordar el nombre de su amigo en esta situación? Después de todo, él lo había comprado. Lo compró para alimentar a Jill, para hacerlo feliz, y no quería que recordara a su amigo en esa situación. Al darse cuenta de que estaba celoso, Diego se mordió los labios. Estaba bien recordar a su amigo de la infancia. ¿Qué demonios estaba pensando ahora?

"Um... Este dulce es común en Central así que, puedes comprarlo para cuando regreses. Y así, puedes comerlo con tu amigo de la infancia".

Pero aún así, el malestar no disminuyó. Por un momento le pareció como si Jill todavía quisiera volver con la familia Müller a pesar de que se estaba divirtiendo mucho con Diego. No, en realidad era todo porque quería volver con ese amigo de la infancia suyo, el hombre bestia de la familia de los gatos. Incluso aunque Jill debería disfrutar viviendo con la familia Siegfried. Después de todo, era tan brillante que parecía infantil e inocente y si alguna parte de él pensaba que era agradable pasar tiempo con Diego, entonces podía quedarse en la mansión tanto como lo deseara. Con Jill, incluso tener un hijo no parecía una mala opción porque estaba seguro de que cualquier niño que viniera de él sería increíblemente hermoso. Los cuidaría y se los llevaría a una villa muy lejana en la que pudieran estar todos juntos. Tratarían de ser como una familia "normal" y feliz. Y luego pensó: ¿Un niño? ¿Realmente estaba imaginando niños con él?

"¿Diego? ¿Qué pasa? De alguna manera tu cara está tensa".

"No... Nada". 

Dios. ¡No podía creer que pensara en niños! Había elegido a Jill porque no quería nada de eso. Y lejos de un bebé, la estancia en la mansión debería hacerse solamente si Jill lo quería de esa manera. Obviamente le gustaría que se quedara con él aunque sus hermanos no quisieran pero por supuesto, eso solo parecía significar que eventualmente tendría que renunciar a estar con ese tal Albert. ¡Y además no tenía ninguna intención de romper su promesa! Sin embargo, no importaba cuán tranquilo y racional intentara comportarse, todavía estaba confundido.

No importaba que hubieran visto el mar desde las colinas de la ciudad, que doblaran papel de origami o que vieran las estrellas juntos, se preguntó si ese hombre llamado Albert siempre viviría en el corazón de Jill sin importar lo que hiciera.


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