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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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La semana siguiente, Jill acompañó a Diego a un pequeño pueblo rural en donde iba comúnmente para ayudar a su hermano. Fue un viaje bastante tranquilo desde Central, pero terminaron demorándose tres días en llegar. El pequeño sitio al que entraron pertenecía a una región famosa por ser productora de uva. ¡La número uno de la ciudad! Las paredes de cada casa en el lugar estaban increíblemente blancas y cada uno de los techos eran azules. El pavimento, de piedra redondeada, era blanco así que parecía brillar demasiado durante el día. Y fuera del pequeño pueblo, casi al sur, había un sinfín de viñedos. El aire era seco y caluroso, pero también considerablemente agradable.

El aristócrata que los invitó a celebrar la conclusión de un contrato importante, patrocinó una cena sencilla pero increíblemente agradable que terminó con Jill, sirviendo y disfrutando de un delicioso vino. Al día siguiente, salieron a ver un hermoso lago cercano, almorzaron tranquilamente y luego se fueron de la ciudad. En ese momento, el cielo todavía estaba azul y hermoso, pero después de dos horas, las nubes de repente comenzaron a brotar y comenzó a llover antes de que tan siquiera pudieran llegar al siguiente pueblo. La lluvia se convirtió rápidamente en un aguacero así que les fue imposible ver el exterior desde la ventana del carruaje. El vehículo, incluso aunque era de movimiento lento, pareció no tener más opción que detenerse después de un rato. El cochero fue a la puerta y cuando la abrió, alzó la voz para que no se ahogara con el susurro de la lluvia:

"¡Lo siento! Tuve que detenerme porque se han desprendido las herraduras de los caballos".

"No importa. Es un pueblo pequeño así que si caminamos un poco seguramente podremos encontrar una posada".

"No, no mi señor. Buscaré un lugar cercano."

El cochero, que inclinó la cabeza como si tuviera miedo de hacerlo enojar, estaba increíblemente empapado para ese momento. El hombre se subió otra vez, sostuvo las riendas del caballo y avanzó bastante lentamente para no tener problemas. En lugar de que la lluvia se volviera más ligera con el paso de los minutos, aumentó tanto en intensidad que pareció impresionante al momento de golpear el techo del carruaje. Esta era la primera lluvia verdadera que experimentaba Jill porque siempre llovía suavemente alrededor de la casa de la familia Müller. Y al ver desde la ventana, notó como el camino comenzaba a inundarse hasta dar la apariencia de un río. Si continuaba lloviendo durante una hora más, era probable que los caballos corrieran peligro. También el conductor.

"¿Está bien seguir avanzando?"

Se puso ansioso así que cuando involuntariamente apretó la ropa que estaba encima de su pecho y murmuró esta pregunta, Diego contestó: "No te preocupes. Llegaremos pronto a la posada. Además, en caso de una emergencia verdadera puedo cargarte hasta la orilla".

"Puedo caminar por mi cuenta. No soy un hombre débil, por Dios."

Diego se rió.

"Ese es el espíritu. Este tipo de expresión te sienta mejor que poner esa cara tan inquieta."

"Pues perdón por temer morir ahogado."

Sin embargo, hablar con Diego misteriosamente provocó que su corazón se sintiera más ligero y caliente. Pero pensando que era un sentimiento sin sentido, Jill presionó su frente contra la ventana para dejar de reparar tanto en él. El paisaje que había visto por primera vez y las bebidas y comida que había probado por primera vez también, fueron ciertamente inusuales e interesantes hasta el extremo. Incluso todo esto de salir de Central en un carruaje tirado por caballos. Fue divertido ver como la vista cambiaba poco a poco mientras escuchaba el sonido de las ruedas haciendo eco. Fue refrescante ver a un Diego serio al momento de trabajar y resultó asombroso que le dejara ver peces en el lago. Estaba emocionado por todo, feliz y bastante enérgico... Pero no pudo estar del todo tranquilo porque no dejaba de pensar en Albert. Originalmente, Jill no era del tipo de hombre que se dejaba arrastrar por cosas negativas. Es decir, a menudo se sentía frustrado, reacio y preocupado repetidamente por su condición como Omega, pero en unos pocos días lograba recuperar su calma y sonreír. Durante la semana pasada, sin embargo, Albert había estado atrapado en su cabeza. No importaba cuán preciosa fuera la experiencia que tuviera ni la alegría que experimentaba en ese momento en compañía del lobo, no podía contárselo a Albert ni siquiera por ser mejores amigos. Albert, que creía que se estaba entrenando como novia, le provocaba que no tuviera más remedio que guardar silencio sobre los triviales acontecimientos de su tiempo aquí. ¡Y eso era una pesada carga para Jill! Esconderse de una persona que siempre fue importante. Cuanto más disfrutaba de su vida ahora, menos ganas tenía de vivir como un Omega ordinario en la casa de Albert. Pensar en casarse le hacía sentir algo apretado e insatisfactorio en su corazón, y eso no le gustó para nada. No quería ser egoísta con Albert, quien había estado con él desde que era un niño y no quería pensar en no desear volver con él. No era su intención traicionarlo...

Con el tiempo, el carruaje logró llegar al pueblo y Jill y Diego decidieron entonces quedarse en una posada. Desafortunadamente, las habitaciones estaban todas llenas y pareció que el interior apenas y les ofrecía la estabilidad que estaban buscando. Aunque estaban junto a la carretera, era una pequeña posada de pueblo por lo que el edificio en sí era bastante pequeño. A pesar de esto, había muchos clientes que decidieron quedarse a causa de esta lluvia por lo que tuvo que rogar para que le consiguieran al menos un cuarto pequeño. El cochero podría acostarse en la habitación utilizada por el camarero mientras tanto.

La habitación en la que Diego y Jill iban a quedarse era excepcionalmente chiquita. Aunque le dijeron que era el mejor cuarto, todavía era un poco más apretado que la habitación de los sirvientes en la mansión de la familia Müller. Sin embargo, incluso en el poco tiempo que se demoraron en bajarse del carruaje para entrar en la posada, su ropa se mojó tanto que pareció que definitivamente ya no les quedaba otra alternativa. Mientras se limpiaban el pelo con la toalla que habían pedido prestada en recepción, Diego hizo una reverencia a modo de disculpa.

"Siento muchísimo que tengas que estar encerrado en un lugar como este. Ojalá hubiéramos partido un poco antes".

"No es culpa de Diego. No se puede hacer nada contra el clima".

"Pero fuí yo quien dijo que pasáramos por el lago."

"Me gustó mucho ver el lago."

Se sentó en una de las sillas frente a una pequeña mesa redonda. Solo había una jarra de agua y tazas pero, sin embargo, debido a la lluvia la habitación estaba tan caliente y húmeda que estaba agradecido de que al menos existiera algo de beber.

"Parece que todavía queda algo de tiempo antes de la cena así que ¿Por qué no te sientas, Diego?"

Diego se sentó y miró fijamente a Jill. Pensó que se estaba comportando como de costumbre, pero el lobo pareció haber notado que algo estaba mal con él. Cuando miró por la ventana, a través del viejo marco de madera, solo pudo ver como la lluvia bloqueaba todo el pueblo. Algo así como una pesada cortina transparente.

"Vamos Diego. Ya no me veas así. De verdad no quiero que te preocupes por mi. Fue muy divertido."

"¿En serio?"

"Sí. Incluso estando en una posada así, estoy feliz porque nunca había tenido la oportunidad de hacerlo. Las primeras veces siempre son increíblemente divertidas".

La mitad era verdad y la otra mitad, se lo estaba diciendo a si mismo como si intentara hacer un recordatorio en su cabeza. Algo creado para que siempre pudiera tenerlo presente. Y aunque tal vez el futuro se volvería mucho peor para él ahora que sabía lo que era vivir de verdad, incluso si pudiera rebobinar el tiempo y empezar de nuevo, no diría que NO cuando Diego le invitara a ir a la ciudad. Incluso si eso solo aumentaba la asfixia en su garganta.

"He escuchado que al ver este tipo de lluvia, es como si estuvieras viendo una cascada. ¿Las cascadas de verdad se ven así?"

"No he visto una cascada en persona, pero seguramente sí".

Jill sonrió, Diego suavizó su expresión.

"Siempre miras por la ventana."

"¿Sí?"

"Sí. Incluso cuando viajamos por primera vez a mi mansión, recuerdo que solo te la pasaste mirando fuera del carruaje".

"No quería ir allí. Estaba mirando por la ventana para no verte a ti y darte un puñetazo."

Diego se rió en voz alta al escucharlo.

"Ya veo."

"Y bueno, es verdad que fue inesperado pero, normalmente todos mis asientos terminan estando junto a una ventana así que ya se me hizo costumbre. Incluso en tu mansión."

"Pero eso está bien ¿No es verdad? La mesa permanece cerca de la ventana para que siempre puedas ver el exterior. Me gusta que te sientas libre."

Jill se puso rojo en un instante y volvió a mirar por el cristal. Parecía que sus acciones mostraban constantemente su anhelo por el mundo exterior incluso aunque intentara evitarlo.

"Gracias, Diego."

La lluvia no pareció querer aminorar. El sonido de las gotas había llenado la habitación a través de la ventana y sin embargo, al estar solo los dos se sentía como si estuvieran atrapados en un mundo extraño y silencioso. Era como si a su alrededor solo existiera esta habitación cálida y húmeda y absolutamente nada más. Sólo dos personas, Diego y Jill.

"¿Sabes? Debido a que soy Omega nunca llegué a creer que podría ser capaz de saltar al mundo por mi cuenta. Entendía que mi única meta en este mundo era sentirme miserable y pensé que incluso no podría serlo más de lo que ya lo era. Pero..."

"¿Pero?"

Jill volvió a mirar a Diego.

"Pero ahora, lo pienso con un poco más de calma. Tal vez no puedo ir a ninguna parte por mi mismo, pero creo que no por eso tengo que dejar de anhelar conocer el mundo. Creo... Que necesito perdonar. A los demás, y a mi mismo también, por darme por vencido". Se rió del rostro de Diego, que era demasiado expresivo ante sus palabras "Porque el mundo es mucho más amplio de lo que esperaba. Y si hubiera conocido eso antes, no me hubiese rendido nunca para empezar. Incluso Diego también dijo: "Quiero subirme a un bote algún día." Así que creo que está bien tener un sueño".

"Lo entiendo completamente".

Diego pareció tener un montón de sentimientos complicados dentro de él. Movió las orejas, la nariz y la cola pero aún así decidió mantenerse callado porque no encontraba las palabras adecuadas. Jill se había comenzado a sentir en paz y tranquilo con su actitud porque siempre era como si lo estuviese cuidando. Diego nunca había dicho palabras vacías sobre liberarlo. En cambio, le mostró a Jill más "libertad" que cualquier otra persona. Le enseñó el mundo exterior. Acciones, paisajes y a probar comida de varios tamaños. Dulces que no hubiera conocido sin Diego.
Jill tomó la jarra y colocó el agua en una taza. El calor que sentía en la parte de atrás de su pecho era tolerable, pero el bochorno y la humedad de la habitación no eran agradables en absoluto. Este calor era también una experiencia valiosa, pero se sentía incómodo por tener el pelo pegado a la nuca debido a tanto sudor. Después de agregar agua para Diego, bebió en un sorbo gigante la suya ante de que el lobo volviera la mirada de nuevo:

"Te traje esta vez porque pensé que podría gustarte. Incluso cuando fue lo de las estrellas, creí que todo estaría bien aunque fuera improvisado, mientras lo disfrutaras ."

"Por supuesto que lo disfruté."

"¿No fue molesto? También podría tomarse como invadir tu espacio".

"Al contrario".

Diego pareció haber estado más preocupado de lo que creía así que Jill sonrió, recordando todo lo que había pasado desde un inicio.

"Es cierto que he estado un poco deprimido durante la última semana, pero no te preocupes porque no es culpa tuya en absoluto."

"Pero me molesta porque no deberías estar deprimido por nada."

"Todo empezó desde que hablé con tu hermano".

"¿Toneria?"

"Sí".

Jill se sacudió el pelo de la nuca. El sudor estaba cayendo por su piel en gotas realmente exageradas, pero cuando hablaba parecía no notarlo en absoluto.

"El día después de que vimos las estrellas, quería leer un libro sobre las constelaciones así que fuí a la biblioteca para buscar uno. Por casualidad, Toneria-sama estaba allí también así que él eligió un libro para principiantes. Ya que había entrado a la biblioteca sin permiso, pensé que se iba a enojar muchísimo conmigo pero, en realidad Toneria fue muy amable. Me invitó a tomar el té."

"Es raro que mi hermano se comporte así con las personas. No es sociable en absoluto, excepto para el trabajo."

"De verdad fue amable. Dijo que no estaba acostumbrado a estar en compañía de un Omega así que quizá pareció algo nervioso "

Diego continuaba mostrando una expresión sospechosa ante eso.

"¿De qué hablaron?"

"De varias cosas. Me dijo que se alegraba de que me estuviera yendo bien contigo. A Toneria pareció dolerle mucho el sentir que no era suficiente para su familia así que, traté de elevarle los ánimos diciendo que me pasaba lo mismo siendo de la familia Müller. Le dije todo lo que no podía hacer y luego incluso hablé de mi amigo de la infancia".

" ¿Confesaste que Albert era tu amigo de la infancia?"

Diego se inclinó hacia adelante de una manera bastante alarmada.

"No te preocupes, no pasó a mayores. No le dije que Diego en realidad no desea tener un hijo conmigo porque es un secreto entre los dos. Sin embargo, si le conté que originalmente se planeó que yo me enlazara con la casa de Albert. Toneria pareció dar por sentado que era lo normal."

"Está bien".

Diego, quien pareció tener un semblante menos "inquietante", bebió todo el contenido de su vaso por lo que Jill lo llenó de nuevo. No quedaba más en la jarra. El camarero solo había dejado todo eso allí y nunca más volvió al cuarto. Quería tomar té, pero también pensaba que era una pena no poder hacerlo cómodamente debido al calor. Llevó la mirada hacia la ventana y habló de nuevo:

"Cuando hablé con Toneria sobre Albert, lo recordé."

"... ¿Pensaste en regresar a casa?"

"No... Es que, desde la última vez que fuí a verlo... Me di di cuenta de que no había pensando para nada en Albert. Ah ¡Siento que soy de lo peor! A pesar de que es el amigo más importante que tengo. Quiero decir, Albert sigue siendo una persona insustituible para mí. Siempre hemos sido él y yo. Él, es el único que siempre estuvo para mí, cuidándome y amándome y ahora siento que lo estoy traicionando".

La lluvia seguía corriendo constantemente por la ventana. Cuando dijo todo eso, se sintió tan triste que también comenzó a marearse. Diego se quedo quieto, en completo silencio.

"Cuando me conociste, dijiste que debería hacer que un sirviente buscara a mi gallina por mi. De hecho, la verdad es que desde hace varios años había estado viviendo como un sirviente."

"¿Tú?"

"Sí. No podía entender lo que... Lo que decía mi madre o lo que decían todos los Omega. Lo que teníamos que hacer y no hacer y... Y quería entenderlo, pero era imposible. Sentí que era una molestia, todos pensaban que era una molestia que no pudiera ser enviado a la mansión de algún aristócrata."

"La señora Müller no quería enviarte conmigo por eso."

"Así es. Es por eso que decidí aceptar estar con la familia Reinhardt. Pero, incluso así, la única vez en que me sentí realmente aliviado fue cuando iba a mezclarme con los otros sirvientes." Jill recordó el olor de la tierra en el campo trasero. El aroma de hierbas, la voz del pollo. La cara regordeta de Stella y las sirvientas charlando. "Y de todos modos, nunca dejó de ser doloroso para mí. Casarme con Albert era una oportunidad para salir de esa mansión y... Estaba deseando demasiado que llegara. Cuando era pequeño, solía esconderme y jugar en un arroyo. Él conocía mi corazón y mi personalidad, lo que quería... No podía salir libremente, pero me dio un lindo pajarito como regalo. Es, una persona amable de verdad. La más amable del mundo."

"Debes gustarle mucho".

"Eso es."

Jill sonrió entre lágrimas ante la voz complicada de Diego y después se tocó el pecho. La sensación de asfixia probablemente se debía a su culpa hacia Albert. Era doloroso no estar en equilibrio con sus sentimientos, los sentimientos de la persona que tanto quería.

"También me agrada Albert. Quería, retribuirle al hombre que me ayudó. Pero, de eso a ir con la familia Reinhardt y tratar de tener su hijo, a un paso de la tierra donde nací y crecí... No puedo. No, siento que si no salgo de allí, si no dejo de actuar como un Omega que solo puede tener hijos para estar en paz, entonces será doloroso. Ah, yo soy Omega. Soy Omega y no se puede cambiar después de todo pero ya me cansé de que parezca que estoy atrapado en una caja".

Era extrañamente doloroso seguir hablando. ¿Era porque la habitación estaba caliente y húmeda? Jill se frotó el brazo, sintiéndose inquieto incluso en el interior de sus extremidades. Quería escapar de la asfixia, así que se esforzó por sacar una voz más calmada.

"Albert siempre me estaba animando. Y podía ser difícil en la mansión, pero tenía paciencia para venir a mí y consolarme. De todas maneras, la libertad que desea ofrecerme no es lo que quiero. ¡Un Omega realmente no puede ser libre! Cada vez que Albert me decía que me salvaría, parecía como si se estuviera dando cuenta de que en realidad no tenía libertad."

"Jill, ¿Estás bien? Te ves palido ¿Te duele algo?"

"Estoy bien. Me siento... Congestionado porque recordé varias cosas horribles".

También podía ser que se volviera sentimental por la lluvia. Jill sonrió tan fuerte como pudo.

"Es infantil. Sé que el género con el que nací no se puede cambiar. Las ranas no pueden ser pájaros y aunque nacieron con sus alas, un pollo no puede vivir afuera. Pero, después de divertirme mucho con Diego y ayudarte y estar contigo, pensé... Pensé que estaría bien estar a tu lado en vez de volver con él. Esta vez yo... De verdad quiero elegir una forma de vivir".

Dolía, realmente dolía y eso era realmente extraño. No importaba que tan caliente y húmeda estuviera la habitación, ni lo mucho que recordara cosas así de complicadas ¿Por qué era tan doloroso? Notó que la punta de sus dedos temblaban. Se sentía terriblemente caliente, pero sus manos estaban frías. Los escalofríos provenían del centro mismo de su cuerpo, como el comienzo de un resfriado. El sudor comenzó a flotar y Jill se tambaleó.

"¿Puedo...? ¿Puedo abrir la ventana por un momento? Esta habitación está demasiado caliente".

"¡Jill!"

Pero cuando alcanzó el marco de madera de la ventana, Jill se desplomó en el suelo debido a todo lo que estaba experimentando. Incluso la silla se derrumbó con un ruido increíble.

"¿Estás bien?"

Diego miró a Jill a la cara. El hombre tenía el pecho subiendo y bajando tan rápidamente que no podía entender nada de lo que estaba pasando a su alrededor ¿Por qué era tan malditamente doloroso?

"Jill, tu medicina ¿Dónde está?"

"¿Medicina?"

"¿Dónde la guardas?"

"No tengo ninguna enfermedad, no tengo ningún medicamento".

"No, el medicamento que suprime el celo ¿Dónde lo guardas?"

Diego se volvió para no olerlo pero, después de entender lo que pasaba, la cara de Jill se puso caliente en un instante. ¡Le estaba preguntando si tenía un medicamento que pudiera detener su ciclo de celo!

"No, no. Nunca había tenido el celo antes."

Y entonces, finalmente se dio cuenta. Podía escuchar la voz enojada y hambrienta desde la garganta de Diego. Su puño fuertemente apretado estaba temblando debido a toda la presión que estaba colocando en sus dedos y, a pesar de la condición de Jill, no lo miraba nunca. Ni siquiera había ayudado a Jill, que se había caído al suelo, porque no deseaba tocarlo. Si lo tocaba, podía perder el control. Perderlo porque Jill estaba en celo.

"Estoy en celo, ¿Verdad?"

Murmuró, como si se estuviera cuestionando sobre lo doloroso que era. Diego asintió:

"¿Puedes levantarte? Deberías ir a la cama."

Jill puso su mano en el suelo y levantó la parte superior de su cuerpo. Tenía tos, dolor, y muchísimo calor, pero pensaba que podría hacerlo si se tomaba el tiempo necesario. Diego retrocedió unos pasos.

"No puedo tocarte. Siento no poder ayudarte."

La razón por la que pareció estarse cubriendo la cara con la mano era para evitar olfatearlo. No lo entendía a la perfección, pero al parecer ya había aparecido la feromona típica de un ciclo de calor. Sabía que el lobo estaba soportando una feromona que debería ser irresistible así que su pecho se sintió conmovido. ¡Era increíble que estuviera aguantando! Después de todo, entendía que cuando su olor se liberara, los Alfa inevitablemente se volverían más lujuriosos. Ese era su instinto, y sin instinto una bestia no podía dejar descendencia. Pero Diego dijo:

"Quizás no, pero preguntémosle al encargado de la posada si tiene alguna medicina".

Salió de la habitación después de eso así que Jill, que había logrado levantarse para ir en dirección a la cama, comenzó a reírse con fuerza.

"Eres un Alfa muy extraño".

La estera, estrecha y delgada, también se sentía particularmente dura. Incluso si Jill se subía a ella de una manera bastante cuidadosa, parecía no poder dejar de rechinar así que eso también era molesto. Cuando se acostó, volvió a sentir como el sudor bajaba por su cuello así que se aflojó la ropa sin pensarlo demasiado. Entendía que no podía quitárselo todo estando con Diego, pero no podía utilizarlo por mucho tiempo más sin volverse loco. Todo su cuerpo estaba caliente y llegó a parecer como si fuera a derretirse. La sensación de hormigueo en el fondo de su pecho era algo que nunca antes había experimentado. (¿El celo siempre era así?) Las yemas de sus dedos perdieron fuerza y comenzaron a temblar. Deseaba no sentirse de esa manera, pero era un hecho que no podía ni siquiera controlar su propio cuerpo o sus pensamientos. El primer sentimiento que tuvo debido a esto, fue aterrador. Y mientras respiraba y trataba de calmar el calor, la puerta de la habitación se abrió de nuevo. Aunque Diego no entró.

"No tenían ningún medicamento. Me dijeron que podía encontrarlo en el médico del pueblo vecino, pero no estaban seguros y parece que no puedo ir a buscarlo con esta lluvia. Lo siento. Debería haber tenido cuidado. Si hubiera cargado con la medicina correctamente, no te estaría haciendo sentir así. Cuanto lo siento".

"No es culpa de Diego". Cuando se levantó, lo miró a la cara mientras se reía todavía de él, porque tenía una expresión increíblemente dura. "Nunca pensé que el ciclo de celo me llegaría tan repentinamente".

"Esta fue tu primera vez, tampoco es tu culpa". Diego decidió girar de lado y respirar profundamente antes de entrar en la habitación. Se acercó a un lado de la cama y le entregó la toalla que tenía en la mano. "Pedí prestado algo para limpiarte porque estás sudando demasiado. Pero si hace calor, necesitas más bien un paño frío. Debería ser un poco más fácil de llevar si te lo pongo en la frente".

Cuando vio como su hocico estaba completamente mordido por sus colmillos, le dolió el alma. Era él quien lo afligía tanto después de todo.

"Está bien. No tienes que hacer nada de eso".

"Bueno, entonces estaré afuera. No debería estar a tu lado".

"Pero la posada está llena".

"Estaré en el pasillo."

Diego intentó salir apresuradamente de la habitación, pero Jill extendió la mano y agarró el dobladillo de su ropa.

"Diego".

El lobo miró hacia atrás. Había un brillo intensamente feroz en sus pupilas.

"¿Qué? Puedes decir lo que necesites".

"Si puedes, quédate aquí".

"... Pero, yo no..."

"Sé que Diego también está sufriendo, pero es mi primera vez así que no sé qué hacer. Ni siquiera sé qué pasará después". Hacía el suficiente calor como para no poder respirar y sus labios estaban todos secos y agrietados. Jill se soltó la ropa y estiró las articulaciones donde sentía un hormigueo. "Lo siento, eso que dije fue egoísta. Puedes salir, solo dime qué hacer después de esto."

Cuando apretó su mano con fuerza sobre su pecho, Diego se acercó aunque estaba hecho un lío.

"Está bien, estoy aquí. Estás ansioso y es natural, pero no tengas miedo".

"Diego..."

"No te preocupes. Será difícil soportarlo durante la noche, pero al amanecer, no, tan pronto como deje de llover, iré por la medicina a la ciudad vecina. Voy a hacer de todo por conseguirlo, así que ten paciencia."

Diego se tambaleó y se alejó de la cama. Cuando le dio la espalda a Jill, su cola caída se agitó de lado a lado sin dudarlo. Había dicho que era una persona extraña, pero no era para nada el caso. Diego no era extraño en absoluto, era honesto y muy amable. Mantenía sus promesas e incluso si se sentía doloroso el resistir el impulso de ir en contra de su instinto, lo hacía a la perfección con tal de no lastimarlo. Sintiéndose congestionada en su garganta, Jill volvió a apretarlo con un poco más de fuerza. Todo su cuerpo estaba temblando terriblemente. Aunque hacía calor, sentía una especie de escalofrío en la columna vertebral. Era como si el interior de su estómago se hubiera derretido y caído sin ninguna fuerza junto con sus intestinos y músculos.

"Ah, es tan difícil...."

Murmuró, con sus labios temblorosos y la voz tan entrecortada que Diego no dudo en darse la vuelta. Al verlo temblar, se apresuró a ponerle una manta encima. Ansiosamente, frunció el ceño en dirección a Jill, quien todavía no podía dejar de estremecerse hasta el punto en que sus dientes castañearon.

"Te ves bastante pálido. Estás sufriendo tanto y yo solo puedo, quedarme aquí como un imbécil."

"Oye, no. No digas eso." Lamentaba ver el movimiento tan inquieto de su cola. Jill sonrió porque quería tranquilizarlo. "Es como un fuerte resfriado. Hace calor, pero luego siento frío así que, envidio el pelaje pachoncito de Diego".

Diego bajó las orejas y dejó caer los hombros con una mirada bastante débil.

"Ojalá pudiera prestártelo. Me arrancaría todo el pelaje si con eso... ¡Y ni siquiera tengo leña en la chimenea en este momento! Puede que me presten más mantas así que, iré a revisar".

"No".

Jill negó con la cabeza. Era todo tan incómodo, desde el centro del cuerpo hasta la punta de sus pies. De alguna manera, el lobo entendió que las mantas no podían ayudar.

"Lo siento". Se disculpó nuevamente con Diego por su aspecto marchito y luego Jill volvió a palpar su pecho. También se sentía un tanto como estar muy triste. "Lo siento. Lo siento por decir eso debido a mi egoísmo, sé que te estoy lastimando pero, no quiero que me dejes."

"No es egoísmo confiar en mí."

Diego dudó en tomar la mano de Jill. Suspiró, y luego le apretó los dedos para animarlo.

"En este caso, ¿Qué debería hacer un Omega?"

"¿Quieres realmente una respuesta?"

"¿Sería correcto decirte que me hagas el amor?"

"Jill..."

"No puedo soportarlo solo..."

"Jill."

Incluso aunque su nombre fue llamado para bloquear su voz, no pudo detenerse.

" ¿Qué debo hacer?"

"No tengo una respuesta correcta. Quiero tocarte, con tantas ganas que es terrible de controlar." La voz de Diego era frustrante. Avergonzado, intentó reformular. "No, lo siento. No soy yo quien habla".

"Para ser honesto, yo también quiero tocarte, incluso si no es la respuesta correcta".

Era una voz baja y codiciosa... Las manos, que tenían unidas, se sentían tan calientes que le recordó a la noche en que lo empujó hacia abajo en su mansión. Jill se estremeció. La tensión que se apoderaba de su estómago era la misma que la de ese día también pero, a diferencia de ese instante, ahora no se sentía para nada desagradable. Más bien, no deseaba que le soltara de las manos por nada del mundo. Quería que se quedara cerca de él, envolviéndole en un cuerpo cubierto de piel tibia. Si se abrazaban como cuando estaban viendo las estrellas, seguramente se sentiría considerablemente aliviado incluso si no tenía más remedio que estar ansioso. ¿Es el celo lo que le hacía pensar así? Jill continuó sin vacilar, manteniendo la mano sobre la otra.

"Por supuesto, quiero tocarte porque es mi propia idea. No me estás obligando a nada ¿Bueno?"

"Entiendo".

"No puedo negar que estoy en celo... Pero, también lo pido porque me gustas."

Diego lentamente se puso rojo. La influencia de sus feromonas era probablemente muy fuerte porque el lobo estaba sin aliento, repitiendo cosas como "No digas eso en momentos así." "Haces que mis sentimientos se vuelvan locos." "Mi cabeza es un desastre." Y luego, la mano izquierda, que no sostenía la de Jill, pareció abrirse y cerrarse muchas veces más. "Además, tú comenzaste a gustarme primero."

Cuando lo escuchó, Jill tuvo ganas de llorar y reír al mismo tiempo.

"¿Qué es esto? Nos estamos confesando tan deprisa."

"Ya sé, es una estupidez."

"No importa como se sienta. Quiero tocarte desde hace muchísimo tiempo, Diego. Fue, la primera vez para mí... Sentir que quería ser mimado y que quería ser apoyado por alguien."

"Está bien, está bien porque yo siento exactamente lo mismo. Y ya no quiero seguir aguantando más".

Murmuró el lobo entre respiraciones calientes mientras que Jill continuaba reteniendo su mano contra su cara. Le había tomado un poco de esfuerzo acercarse a él debido a que estaba temblando con muchísima fuerza y sin embargo, una vez que se abrazaron, pareció como si sus sentimientos se desbordaran naturalmente.

"Diego... No me dejes ir."

"Jamás."


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