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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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De repente se volvió vergonzoso que estuviera apoyado contra un cuerpo tan fuerte como el del lobo.

"Diego... Ah, Diego...."

"Dime..."

"¿No puedes cerrar la cortina?"

Cuando se dio la vuelta para apuntar hacía la ventana, Diego dejó de moverse.

"No creo que nadie nos vea."

"Me da... Vergüenza."

"Esa vez, estaba oscuro. Es mucho mejor para mí que todo sea brillante." Diego entrecerró los ojos "Quiero tocarte. Y recordar la manera en la que te veías mientras lo hacía."

De la barbilla a la oreja, de las orejas a la frente, de la frente a la nariz. Jill suspiro mientras su mirada se movía lentamente y justo como si lo estuviera devorando. A pesar de que solo le había acariciado la cara, sintió caliente el estómago y no pudo respirar bien. Todo su cuerpo estaba tenso, igual a si se estuvieran conociendo por primera vez, y estaba además, increíblemente agitado. Luego, los dedos de Diego cayeron sobre su barbilla y lo sostuvieron suavemente para que se pudieran ver:

"¿Está bien si te beso?"

"Jajaja. No tienes que preguntar por eso."

"Quiero escucharlo de ti. Eso me hace feliz."

Diego lo besó tan silenciosamente como lo tocaba con sus dedos. Sólo lo hizo tierno al principio, luego presionó para arriba y la tercera vez, le succionó la boca con bastante fuerza. Se sintió increíble cuando pensó que lo amaba lo suficiente como para desearlo así de fuerte y además, no podía olvidar que Diego era el único que lo había tocado alguna vez y que ahora lo estaba haciendo en una parte en la que todos podían verlos. Y cuando recordó lo que pasó en la posada, vio sus dedos calientes y gruesos y la manera en que se metían entre sus labios agrietados para que no se fuera a morder.
Una lengua grande y gruesa se deslizó entre los dientes de Jill. 

"Ummm..."

No era nada desagradable. Más bien, fue como una dulce sensación que lo adormeció desde el centro de la cabeza hasta sus manos. Lo lamió, entrelazó los dedos con los suyos y lo acarició hasta que comenzó a temblar con fuerza. Diego frotó la boca de Jill mientras comenzaba a hacer un ruido chirriante y cuando sus labios finalmente se separaron, se entumeció tanto que comenzó a calentarse. No podía dejar de babear

"Ah, ah..."

"Jill."

Llamándolo con una voz baja y brillante, Diego le chupó los labios una última vez. Y mientras lo hacía, su palma se clavó contra su pecho hasta terminar bajando por su clavícula.

"Ah, Diego. Diego, espera..."

Cuando lo toco, descubrió que no podía quedarse quieto y comenzó incluso a dolerle la parte de atrás del abdomen. Diego, por supuesto, no le hizo caso y no esperó. Acarició y buscó suavemente sus pezones con las yemas de los dedos y jugó con ellos un par de veces. Además, la sensación de cosquilleo se convirtió en un intenso placer cuando le movió el pecho de arriba para abajo y luego lo aplastó. 

"Ah, ah, ah, Diego... No puedo. No me gusta escucharme."

"Pero tienes una voz hermosa..."

"Incluso si dices eso... Ah, es embarazoso."

Diego le sostuvo de la cadera, pero Jill ya no lograba poner fuerza en sus extremidades. Sus rodillas se aflojaron y se abrieron a izquierda y derecha para él. Diego dejó de repetir besos por su cara y se dedicó por completo a acariciarle los muslos, que estaban temblando e invitándole...

"Umm... ¡Um!"

Sus genitales ya estaban hinchados, calientes y adoloridos, por lo que fue evidente que estaban cambiando su forma gracias a él. Pero Diego no trató de tocarle el pene ni siquiera con esto. Le acarició lentamente las piernas y subió para jugar con su ombligo.

"Ah..."

Era un placer amargo que le rodaba en cada parte del cuerpo. Algo húmedo. Y ya que no podía resistir el estímulo que nunca había probado y su voz se había empezado a desbordar, su espalda se dobló hacia atrás mientras gritaba:

"¡Ay! Diego. ¡Umm!"

Lo chupó con sus labios y con su lengua también.

"Durante este tiempo, me abstuve completamente de tocarte pero... Me moría por probarte cada día".

No pudo decir que se detuviera.

Dolía que lo lamieran y estaba asustado cuando una sensación de entumecimiento comenzó a correr hacia la parte inferior de su abdomen. Y cuando tembló y decidió morderse la boca, Diego entrecerró suavemente los ojos y se le pegó al pezón.

"Ah, ah, Diego... Diego."

El placer nunca se detuvo.

Sus pezones estaban cubiertos de saliva de Diego, rígidos, hinchados y completamente tensos. Cuando fue pinchado por su lengua, que era gorda, sus caderas saltaron hacia arriba y se quejó otra vez:

"Ah, am... ¡Ah!"

Su voz era increíblemente vergonzosa, pero no podía detenerla. Las manos de Diego se arrastraban por sus caderas y sus dedos parecieron pellizcarle por todas direcciones cada vez. Y cuando buscó su trasero y le abrió las nalgas hacia la izquierda y hacia la derecha, se dio cuenta de que estaba sintiendo el viento entrando por completo en su agujero. 

"Estás tan mojado, mi amor."

"Ah, no puedo. No digas eso..."

Lo abrió un poco más.

Los dedos de Diego eran resbaladizos porque estaban viscosos. Se habían detenido entre sus nalgas, subiendo y manchando su pelo con fluidos espesos que no dejaban de burbujear. Tenía la ilusión de que se derrumbaría si lo tocaba un poco más y pronto, comenzó a tener miedo otra vez. Era aterrador pero, al mismo tiempo, increíble.

(Que debo hacer.... Me siento tan bien.)

Diego suspiró y frotó sus dedos en su entrada para esperar que se mojaran más.

"Lo haré suave."

"Uno... Ah, solo uno."

"Solo uno."

Un dedo lo invadió mientras hablaba, así que su visibilidad se tiñó completamente de rojo. Dentro de su cuerpo, los dedos de Diego estaban apretando a través de una membrana que no sabía que estaba allí. 

"Ah, ah, ah, no tanto. Me duele..."

"Tranquilo, cariño. Disculpa."

El dedo salió suavemente, lo acarició otro poco y luego volvió a enterrarlo más lento que la primera vez. Diego lo sacó de nuevo, alineó dos dedos y los empujó tan suave como le fue posible. Jill ni siquiera pudo decir nada. Su agujero no dejaba de gotear y por eso mismo se escuchaba un sonido pegajoso cada vez que movía la mano. 

"¿Te sientes incómodo?"

Diego empujó su dedo hasta la base y miró a Jill directo a la cara. Jill negó con la cabeza. 

"No. Estoy bien, así que…."

"Sujetáme... Te tengo, amor."

Solo aceptar dos dedos pareció empezar a romperlo.
Tenía un montón de sensaciones desconocidas, placeres desconocidos, reacciones desconocidas. Levantó las caderas y lo miró hasta que pareció ser completamente consciente de la constricción de su respiración y la manera en que tenía la boca bien abierta para él. Lamió su lengua con su lengua, jadeó y se quejó cuando notó que el centro de Diego había cambiado. El pene de un hombre bestia era incomparablemente más grande que los genitales humanos. Sus músculos estaban tensos, flotando, curvándose y balanceándose como si esperaran a su presa. Al ver el espesor y pensar que era muy poco probable que entrara, su cuerpo inconscientemente se tensó y hasta comenzó a respirar más rápido. Si lo penetraba, probablemente le dolería muchísimo y no lo soportaría. Pero Diego pareció no darse cuenta de esto:

"Finalmente puedo sostenerte..."

"Diego...."

El lobo sonrió. 

"Jill. Te amo como no tienes idea. Estoy tan feliz de tenerte".

"Diego, yo..."

Sus ojos se pusieron calientes. Estaba asustado por el dolor pero, pensó que si era un ser querido quien lo proporcionaba, alguien que lo amaba, entonces podía soportarlo. 

"Yo también estoy feliz, mi amor."

Dijo, mirándolo fijamente a los ojos y relajándose más que al momento de iniciar. El lugar donde estaba tocando la punta caliente de Diego pareció estarle latiendo para que pudiera entrar así que, simplemente se empujó.
Ese objeto duro, que pareció estar ardiendo de calor, separó los pliegues de su carne y finalmente, cuando lo empujaron para arriba, fue tan rápido que solo sintió un dolor punzante y, por un momento, la sensación de que había sido herido hasta sangrar. 

"Tranquilo, sé que es tu primera vez. Tendré cuidado."

Diego acarició su piel muchas veces para intentar calmar su cuerpo. Frotó sus muslos y flancos, esperó a que la respiración de Jill se aflojara lo suficiente y luego empujó otra vez. Y aunque cada que lo hacía tenía un dolor que pareció estarlo desgarrando, podía decir sinceramente que no tenía miedo. No estaba asustado de Diego.

"Umm..."

El lobo se esforzó por entrar dentro de él así que, fue como si su cuerpo poco a poco le estuviera dando la bienvenida. En realidad, comenzó a sentirse como si algo desordenado perforara los pliegues de su entrada. Una masa dura le expandió el cuerpo hasta el límite y cuando se movió en su dirección, comenzó a sentir un placer que era terrible.

"Ah, ah, ah, ah... Umm..."

No era tan profundo, pero un punto dentro de él empezó a arder.

"Ah, Diego. Diego, tengo miedo..."

"No te preocupes. No tienes que tener miedo estando aquí conmigo."

Con su cuerpo junto al suyo, Diego acarició la mejilla de Jill muy lentamente. Y con un poco más de esfuerzo, las caderas se le presionaron tanto en su dirección que una nueva ola pareció golpearlo justo desde la cabeza.

"¡¡Ah!! ¡Diego! ¡Diego!"

"Mi amor, escucha. Los lobos originalmente tienen una cópula bastante larga. Las bestias hemos heredado esa propiedad y tenemos un mecanismo para eyacular durante mucho tiempo dentro de nuestras parejas. ¿Entiendes lo que quiero decir, cariño?"

"Um..."

Su campo de visión se estaba oscureciendo. 

La sensación placentera, además de ser demasiado fuerte, era casi dolorosa. Y cuando se movía un poco más para adelante, entonces todo su cuerpo comenzaba a punzar igual a si hubiera logrado penetrar hasta su garganta. 

"Um, um... Ah, ah."

Diego había comenzado a estimular las profundidades de un cuerpo completamente virgen.

¡AH! Ah, ah, mi amor..."

Lo abrazó para soportar.

"Lamento hacerte sentir dolor."

"Di... Diego."

"Lo terminaré lo antes posible. Te lo prometo".

Jill levantó la cabeza, temblando. 

"Estoy bien. Um... Estoy bien, Diego. No pasa nada si eres tú así que... No lo aguantes."

"Jill..."

"Es difícil, pero… Lo quiero."

Era doloroso. Cuando lo penetraba, se sentía mareado y su conciencia pronto pareció volar hacia una dirección completamente desconocida. Sus miembros estaban entumecidos y no dejaba de sudar. Estaba temblando como loco y de todos modos dijo:

"Quiero ser tuyo, te lo dije. Solo tuyo siempre, Diego..." 

Cuando se movió y habló, como un susurro, escuchó un gruñido decir: "¡Maldita sea!" Y de inmediato Diego golpeó sus caderas como si estuviera sujetando a Jill para que no se fuera a caer. Hubo un sonido desagradable de su boca y un par de gritos pero, pensó que no podía darse el lujo de avergonzarse después de haber dicho lo mucho que lo necesitaba.  

Cada vez que se movía para penetrarlo, el placer lo llevaba hasta el cielo y le provocaba abrir la boca. Fue una ola más profunda e intensa que el clímax de la última vez. 

"Ah, ah, Diego..."

Diego aceleró, así que ni siquiera sabía dónde estaba sintiendo el placer exactamente. Fue como una flecha que lo estaba llevando a las alturas. Sintió que el profundo placer que no entendía y el pene de Diego, que estaba llenando su vientre, latían y latían hasta hacer que su propia carne hiciera lo mismo. Estaba entumecido por todas partes y no podía escuchar ningún sonido decente salir de su boca. Sin embargo, algo estaba empapando lentamente el interior de su abdomen hasta hacerle sentir un calorcito que era terriblemente cautivador. 

"Jill..."

Cuando escuchó la voz de Diego en su oído, Jill lo abrazó casi sin saberlo. Estaba lo suficientemente cansado como para morir, pero su corazón estaba tranquilo y más satisfecho que nunca antes. Diego dijo que necesitaba relajarse un momento en lo que terminaba con su eyaculación así que lo limpió y luego se acostó con él, abrazándolo contra su cuerpo y acariciando su cabello como si fuera un perrito.

"¿Mi cabello es divertido?"

Pareció completamente metido en esto, así que miró la cara de Diego desde el hueco entre sus brazos. Él pareció un poco tímido:

"Me gusta. Se ve brillante y hermoso. Y es suave al tacto".

"Prefiero el de Diego. Es muchísimo más suave que el mío".

El pelo que estaba cubriendo los brazos fuertes del lobo, era corto y suave y cuando lo acariciaba ligeramente, Diego comenzaba a reír y a ponerse tímido.

"Si te gusta, siempre puedes tocarlo. Soy completamente tuyo".

"Sí".

Jill se puso rojo.

Sabía que no podía decir tan abiertamente que era el "enlace del alma" de Diego. Era inaceptable permanecer en la familia Siegfried por más tiempo del necesario y además, ni siquiera podían ser novios en el sentido habitual de la palabra. La posición de Jill como Omega y las responsabilidades como miembro de la familia Siegfried en Diego, no eran livianas y no podían ser manejadas por ellos dos tan fácilmente. Pero por ahora, solo quería sumergirse en esta pequeña felicidad hasta que llegara el próximo día. 

Lo besó y lo acarició pero, mientras intentaba relajarse, sintió un dolor sordo en la parte inferior de su cuerpo así que su voz se filtró en una queja que no notó. Diego mira la cara de Jill con atención.

"¿Te duele en alguna parte?"

"No importa".

En realidad, le dolía demasiado y era tan pesado que era difícil moverse. Pero...

"Me siento mejor que de costumbre".

Jill apoyó la cabeza en el pecho de Diego. Si colocaba la oreja en un punto exacto, entonces podía escuchar el sonido de su corazón a la perfección. 

"Yo también me siento bien, cariño."

Jill descubrió que no podía dejar de peinarlo, así que pensó que si seguía así entonces iba a conseguir que le creciera todavía más el cabello. Al principio, su madre le dijo que lo cortara para que al menos se viera elegante, pero logró mantenerlo hermoso y largo por más tiempo del que creyó. Y la verdad, era que pensaba que se había tratado de una buena idea si Diego podía acariciarlo y meter sus dedos como si lo estuviera trenzando.

Era un lujo tener el mismo estado de ánimo que la persona que tanto amaba y estaba tan feliz que no quería irse. Menos cuando pensaba que su corazón estaba cerca de su corazón, así como su cuerpo increíblemente estaba cerca del suyo.


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