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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Al día siguiente, Jill estaba sentado frente al escritorio de la habitación de Diego. Había recibido muchas cartas de Albert en las últimas semanas. Una diciéndole lo mucho que lo extrañaba y algunas más preguntando por su día, sobre lo que hacía o por cómo se la estaba pasando. Él había escrito algunas cartas de agradecimiento por ser tan lindo como para pensar en él pero un: "Me gustaría poder decirte algo", cruzó su cabeza tan rápidamente que se sintió como si no pudiera concentrarse en algo más. En sus hombros, estaba la bata de Diego así que acarició inconscientemente el cuello bordado como para sentirlo cerca de él.

Sabía la manera exacta de escribir una carta elegante y perfectamente bien redactada pero, cuando trató de hacerlo ahora, descubrió que se había perdido.

Sería bueno si pudiera hacer algo para que no tuviera preocupaciones o ansiedades extrañas hasta que se encontraran de nuevo pero, ni él mismo sabía la manera correcta de quitárselas de encima.

Entonces, llamaron a la puerta suavemente así que Jill respondió:

"Está abierto."

Y resultó que era un sirviente que nunca había visto. 

"Lo siento, señor. Lo traje a la habitación porque me dijeron que era urgente."

Le entregó una carta en un sobre amarillo. Era enorme y tenía un sello de cera justo en el medio. Jill lo miró como si tuviera un mal presentimiento al respecto. 

(¡El escudo de armas de la familia Reinhardt!)

Él nunca, nunca había utilizado ese sello para hablar con él. 

Lo abrió, lo extendió sobre sus piernas y encontró un: [Quiero que vengas lo antes posible. Tengo algo urgente que quiero hablar contigo en persona.] Y al final, había una firma. ​​Aunque era tosca, definitivamente era de Albert.

Jill apretó la carta. Estaba convencido de que había pasado algo completamente malo porque las letras estaban todas desordenadas y fuera de las líneas. Tal vez escuchó algo de su madre o algo le pasó a su familia o al propio Albert.

"¿Quién la mandó?"

El sirviente se elevó de hombros. 

"No lo sé. Estaba en la puerta. Otro sirviente la tenía en la mano pero al final me dijeron que lo hiciera yo. Había un asunto importante en el comedor."

"Muchas gracias."

"¿Quiere que le prepare el carruaje, señor?"

"No está Diego aquí. Necesito pedirle su permiso."

Cuando pareció tan preocupado, el sirviente se acercó.

"No se preocupe señor, tiene el permiso del señor Toneria para dejar él lugar."

"... ¿Perdón?"

"El maestro Toneria parece estar al tanto de la situación. Él fue quien me dijo que le preguntara si quería utilizar el carruaje para ir a ver a la familia Reinhardt."

"..."

Por un momento, recordó la sensación de sus colmillos golpeando su cuello y la manera en la que estaba tocando su estómago. Tembló sin darse cuenta. 

"¿Qué te dijo exactamente?"

"Estaba reacio al principio, pero luego pareció opinar que posiblemente era una emergencias. Sin embargo, me dijo que le informara que si va a la ciudad, no puede quedarse mucho tiempo y que se asegurara de regresar al final del día. En otras palabras, si se va ahora, vuelva en la noche."

Jill estaba preocupado. Era mejor hablar con Diego y esperar su permiso correctamente, pero él y Gerald estaban de viaje y no volverían hasta dentro de dos días.

"Sí. Necesito un carruaje. ¿Puedes decirle a Norns que voy con la familia Reinhardt?"

"Sí, señor."

Se quitó la bata de Diego. Que Albert dijera la palabra "urgente" no era algo que pudiera tomar a la ligera. Seguramente algo estaba sucediendo con él así que debería apresurarse, reunirse con él y ver qué todo estuviera bien a su alrededor. Además, sería bueno tener la oportunidad de hablar con Albert antes de que también lo hiciera Diego. Después de todo, eran mejores amigos desde hace tanto tiempo que estaba convencido de que lo entendería mejor si hablara solo. Ahora, estaba terriblemente preocupado por él.

(Espero que no haya sido herido.)

Cuando se dirigió a la puerta principal, descubrió que un carruaje ya estaba esperando por él. El sirviente le preparó una capa, Jill se la puso y abordó sin decir una sola palabra. El cochero era la misma persona que lo llevó y lo regresó con la familia Müller hace ya algunos días así que sabía perfectamente bien el rumbo y los atajos que tenía que tomar por lo que salió por la puerta principal y avanzó sin dudarlo. 
Como era de esperar, hoy no podía permitirse disfrutar del paisaje así que, en su lugar, Jill se tomó de las manos para poder orar por el bienestar de su amigo. Recordar la tosca carta de Albert estaba haciendo un terrible alboroto dentro de él y, por si fuera poco, un montón de nubes oscuras comenzaron a extenderse por el valle como para alimentar su mal presentimiento. 

La mansión de la familia Reinhardt, a la que llegó en aproximadamente una hora, pareció más oscura y silenciosa que antes, probablemente debido al cielo nublado. Jill se bajó del carruaje, cerca de la puerta de piedra cubierta de musgo, y observó al cochero con una mirada preocupada. 

"Creo que me tomará una hora o dos, ¿Puede esperar aquí?"

"Sí, por supuesto."

"Gracias."

Después de respirar profundamente, Jill se dirigió a la mansión. Hizo sonar la aldaba y la puerta se abrió al segundo siguiente. Y fue el propio Albert, no el mayordomo, quien apareció frente a él. La cara de un gran gato negro, siempre valiente y fuerte, se distorsionó dolorosamente cuando vio a Jill.

"Jill... Si viniste."

"Albert, ¿Qué pasa? Te ves muy pálido".

A primera vista, Jill fue apuñalado en el pecho junto con el cambio de Albert. No lo estaba mirando de esa manera amigable o alegre de costumbre y además, pareció tener un semblante un tanto descuidado encima. Sus ojos, que siempre estaban vivos, ahora parecieron estar apagados y rojos así que Jill persiguió apresuradamente a Albert mientras regresaba a la habitación. 

"Me sorprendió porque me enviaste una carta que pareció bastante rara. La hoja estaba desordenada y se veía que tenías prisa por... ¿Qué pasó? No creo que hayas resultado herido, pero ¿Tu familia está enferma? ¿Ocurrió algo malo?"

Siguió a Albert.

La puerta de la habitación siguiente estaba abierta y le mostraba que era más bien como una recámara de invitados. Al entrar, encontró que solo había una lámpara y una mesa y que ya se habían preparado dos tazas de té. Albert levantó la tapa de la tetera y dijo, sin mirar a Jill:

"Siéntate. Te llamé de repente así que debes estar cansado".

"Estoy bien, es solo que estoy preocupado".

Se quitó la capa. Y sentado en un silla, Jill casualmente miró alrededor de la habitación. Incluso dentro de la mansión, había un silencio que podía catalogar como infinitamente extraño. Desde la puerta principal hasta este lugar, no había logrado encontrar ningún solo sirviente. Podía ser debido a los mandados del pueblo, pero estaba confundido porque no había forma de que lo dejaran así como si nada al tratarse del heredero. Y tal vez la falta de sirvientes tuviera algo que ver con el repentino contacto de Albert hacía él o quizá, que estuviera completamente solo podía ser producto de algo más grave de lo que había estado esperando. Sin embargo, Albert inclinó la tetera en silencio y ni siquiera miró a Jill. 
Estaba seguro de que algo malo le había ocurrido. Hubo un evento que impactó tanto a Albert que no pudo hablar de ello de inmediato. Jill decidió esperar hasta que Albert estuviera listo para hacerlo. Dijo "Gracias" por recibir el té y colocó su boca en la taza. 

"Estaba preocupado, pero me alegra ver que no estás herido. Ha pasado mucho tiempo. En realidad, antes de que te pusieras en contacto conmigo yo estaba tratando de escribirte una carta".

Ya estaba allí, así que debía intentar ser un poco honesto.

"Jaja yo había escrito que esperaba que pudiéramos vernos pronto para hablar."

Incluso si se reía, la expresión de Albert era mala. No había suavidad. Mirando a Jill, con ojos negros y sin luz, descubrió que ni siquiera había tocado el té que preparó en su propia taza. Era como si hubiera dejado sus emociones en algún lugar así que, por supuesto, su ansiedad aumentó gradualmente. Jill bebió té y dijo:

"Por cierto, ¿A quién le preguntaste sobre dónde estaba? ¿Stella? ¿Mamá?"

"... Después de todo es verdad."

"¿Albert?"

"Cuando lo escuché por primera vez, pensé que era una mentira".

"¿Qué pasa? Dime."

"Lo escuché de una persona llamada Toneria… Él me contacto."

"¿Toneria?"

Jill se sorprendió de eso. ¿Por qué Toneria se puso en contacto con Albert? Había dicho que tenía un amigo de la infancia muy importante para él, pero Toneria y Albert no deberían poder decirse nada. No había razón para que tuviera algo que hablar. Además, no lo había visto desde que lo atacó en la biblioteca y estuvo a punto de morderle el cuello. Jill trató de no pensar en Toneria más porque Diego tampoco lo mencionaba y, por supuesto, ya que no había pasado nada desde que Jill empezó a pasar tiempo en la habitación de su amante, solo lo dejó de lado hasta que ya no importó. Así que, en pocas palabras le daba igual lo que pretendiera Toneria en esa biblioteca, pensó que todo había terminado. 

Pero estaba en contacto con Albert mientras tanto.

(¿Para qué?)

Por cierto, ¿No fue el sirviente quien dijo que ya había recibido permiso para salir de Tonería?

"Escuché todo".

Albert levantó la cara. Había distorsionado su expresión, justo como si quisiera llorar. 

"Escuché que no estabas entrenando como novia, sino que te enviaron a la familia Siegfried. Me dijo, que trataste de acercarte sigilosamente a Toneria y que le pediste que te diera un hijo para no tener que volver a casa. Me dijo... Que tú y él habían hecho el amor tantas veces que seguramente ya estabas... Y que, tú nunca quisiste estar..."

"¡No!"

Jill gritó ante el contenido de la conversación de su amigo. Toneria tergiversó todo y eso fue lo que le contó a Albert. 

"¿Albert cree eso? ... No, no, Albert."

"¿¡Cómo que no!?" Molesto, Albert golpeó la mesa. "Al principio no lo creía ¿Cómo podría Jill decirle eso a un lobo cuando odia tanto a los nobles? Pero todo fue exactamente como lo dijo Toneria. Cada palabra. Solo mírate. Solo mira lo acostumbrado que estás a estar con él."

Jill se sintió irremediablemente triste. Miró a Albert para intentar hablar de nuevo, pero descubrió que su cabello se había erizado debido a su ira. Unos colmillos afilados asomaron por su boca y se encontraron arrugas en la punta de su nariz.

"Dijiste que no querías que te enviaran a una casa aristocrática, pero ¿La familia Siegfried está bien siempre que te lleven a Central para jugar como si fueras su mascota?"

Con la mano sobre la mesa, Albert se inclinó hacia Jill. Le mostró los colmillos y lo miró mientras hacía un sonido amenazante. 

"¿Lo eliges a él? Estoy aquí, estoy frente a ti ¿Pero igual prefieres tirar todo lo que te he dado por irte con ellos?"

"Por favor, escúchame... No dirías eso si..."

"¡¡Estoy aquí!!"

Gritó tan fuerte que Jill no pudo decir nada. No, Albert no iba a escuchar. Creía más en las palabras de Toneria que en las de Jill. Toneria probablemente quería sacar a Jill de la familia Siegfried, lo odiaba tanto que seguro por eso se puso en contacto con Albert y habló mal de él. Pero, lo que le ocasionaba problemas era que básicamente no era una mentira, incluso si estaba maliciosamente adaptado para hacer a Toneria el protagonista. Jill fue a la familia Siegfried, Diego lo llevó a la ciudad de Central, se había enamorado, habían hecho el amor, quería tener a su bebé, estar con Diego e intentar abandonar a Albert. Dijera lo que dijera ahora, igual iba a lastimar a la persona que había estado con él durante muchos años para darle su apoyo.

(No tengo excusas que poner.)

"Lo siento, Albert". Solo podía disculparse. Miró hacia abajo y repitió: "Lo siento".

Pero Albert pateó la mesa con frustración. Cuando se levantó y sus pasos se acercaron bruscamente, agarró el brazo de Jill y lo jaló a la fuerza para intentar ponerlo de pie. Jill frunció el ceño de dolor. 

"¡Albert! Espera, me duele..."

Jill de repente sintió un enorme mareo mientras trataba de ponerse de pie. Intentó seguirlo, pero sus piernas dejaron de parecer fuertes así que se desmoronó de rodillas y cayo al suelo, colgando del brazo de Albert para no darse en la cara.

"Al... Albert. Me siento... Me siento muy mal..."

La razón por la que no pudo obtener suficiente poder fue porque estaba entumecido. No solo sus piernas, sus brazos y labios estaban entumecidos y no podía moverse por su propia voluntad. Volviendo a agarrar el brazo de Jill, Albert lo levantó contra su pecho y se lo llevó.


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