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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Jill finalmente abrió los ojos cuando la puerta se cerró y descubrió que estaba completamente solo. Sus oídos estaban calientes como el infierno.

"Que vergüenza."

Realmente era un tonto impaciente. 

"Hmm..."

Respiró hondo y recogió su cabello en una coletita. Se colocó la bata de Diego, que estaba colocada como de costumbre, sobre su ropa de dormir, y cuando finalmente puso su mano sobre su vientre, suspiró con fuerza sin darse cuenta de que lo estaba haciendo para empezar. Nunca pensó que estaría tan ansioso por estar en celo y tan apurado por lograr embarazarse.

Albert seguía siendo un bulto en su corazón y a veces, también lo era Toneria. Toneria pareció haber cerrado su corazón a los dos y era increíblemente evidente que los odiaba a muerte. Al regresar de la mansión Reinhardt, con el herido Diego entre sus brazos, le dijo con toda la frialdad del mundo que "era algo que se merecía" y que, "a partir de ahora, ambos trabajarían por su cuenta y que ni siquiera quería verlos en la casa". Por supuesto, los ojos de Jill estaban llenos de odio en ese momento y estuvo a punto de golpearlo. No obstante, Jill quería tener la fuerza para no romperse, incluso si estaba herido y enojado. Quería tener la energía para mantener sus pensamientos y sentimientos honestos y, como le había dicho Stella, deseaba ser fiel a si mismo más que cualquier otra cosa en su vida.

La familia Siegfried no tenía precedentes de enlace, pero le permitieron seguir con sus planes de estar juntos después de estar en celo, tener un hijo y enlazarse (aunque eso después de que el niño naciera de manera sana y segura) Para ser honesto, nunca pensó en ser de esos que tenían bebés así que todavía no podía ni imaginarlo, pero no quería que Diego estuviera en una mala posición al no darle un hijo que presumir ante su clan. Además, estaba seguro de que serían una familia perfecta y completamente feliz sin importar cómo.

Pero, aunque eso fue lo que pensó, por alguna razón el período de celo aún no le había llegado. Se había retrasado tanto que Norns le pidió que bebiera un té que era bueno para el cuerpo, que se relajara y que durmiera más del tiempo que tenía acostumbrado. Aún así, la falta de celo había hecho que no pudiera hacer el amor con Diego. Primero estuvieron de acuerdo en no hacerlo por las heridas en el ojo de Diego y después, porque tener sexo con una bestia Alfa era una carga bastante pesada para un Omega. Aunque podía entenderlo con la parte prudente de su cabeza, se estaba sintiendo impaciente cuando pensó que el período de celo se había detenido por meses. Hubo una noche en la que dijo "Házmelo, Diego." Pero cuando recordó la voz que decía: "Si Jill me ama, estoy feliz sin importar si tenemos sexo o no.", sus oídos se calentaron nuevamente hasta un punto en que tuvo que sujetarlos con las dos manos. 

Jill cerró los ojos por un momento mientras reflexionaba sobre la voz baja y adorable de Diego. Como él decía, le alegraba pensar que era muy amado y querido y aunque era vergonzoso en alguna ocasiones, le animaba demasiado creer que siempre, siempre después de esto, estarían juntos. 

Se levantó de la cama con un estado de ánimo bastante bueno. A partir de hoy, decidió que iba a pasar el tiempo sin estresarse demasiado en lo que pasaría en el futuro. Haría lo que quisiera hacer y disfrutaría de la felicidad que tenía en este mismo momento. Y si el celo seguía sin aparecer, entonces seguramente iba a apoyarse en Diego para poder salir adelante.

"¡Haré lo mejor que pueda!"

Después de cenar con Diego, que volvió temprano como lo había prometido, Jill consiguió un violín y lo llevó a la habitación. 

"Ya pasó mucho tiempo desde que tocaste el violín ¿No es verdad?"

"¡Espera!"

Jill detuvo a Diego antes de que se sentara en el sofá. 

"No te sientes. Voy a tocar esa canción, así que Diego debe bailar".

"¿Esa canción?"

"La primera canción que toqué para Diego".

Jill puso un arco sobre las cuerdas y comenzó a tocar algunos versos sencillos que subieron de intensidad en unos cuantos segundos. Era una melodía trepidante, violenta pero dinámica así que Diego sacudió la cola y comenzó a entrecerrar los ojos al sentir una cierta nostalgia

"Ya veo, esa canción."

"Dijiste que era una canción que podías bailar así que me lo imaginé en ese mismo momento. Un escenario en el que Diego no dejaba de moverse en el salón."

"Jajaja ¿En serio?"

"Sí. Y ya sabes. A mí también me gusta bailar."

"Ah..."

"..."

Tomando un ligero respiro, Jill comenzó a golpear el suelo con un pie como si estuviera esperando que viniera por él de inmediato. Diego se rió y se llevó la mano al pecho. Inclinó la cabeza con reverencia y extendió su brazo en su dirección, con ese gesto típico que hacían al invitar a bailar a alguien. Jill le devolvió la sonrisa y se acercó a Diego. No podía tomar sus dos manos porque una tenía el violín pero, aun así, cuando giró su cuerpo para acomodarlo a su lado, sus manos giraron suavemente alrededor de su cintura y lo sujetaron tiernamente contra su pecho. Dio los mismos pasitos pequeños que el lobo, que lo guiaba por detrás, y sintió como esa gran cuerpo se movía más suavemente de lo que había esperado para alguien de su tamaño. Jill no pudo evitar mostrar su felicidad.

Estaban allí, acercándose de nuevo, acurrucándose, mirándose otra vez. Más cerca. Incluso si no hablaban, ambos tenían la misma sensación de vitalidad y emoción que cuando se conocieron. Luego, con una sonrisa, abrazó a Jill y lo besó en la boca:

"El violín de Jill puede ser divertido en ocasiones."

"Estoy feliz de ver bailar a Diego."

Cuando dejó el violín, el arco y se rió de que pareciera tan avergonzado por bailar, Diego finalmente le frotó la cara. 

"¿Tanto querías que bailara?"

"Sí. Eres demasiado sexy."

"¿Cómo tú?"

Jill le rodeó el cuello con ambos brazos. 

"¿Qué crees? Hoy, le pedí a Norns que me ayudara con el jardín. Planté unas papas en el patio trasero".

"... ¿También te gusta el trabajo de campo? No lo sabía."

"Me gusta, es divertido. ¿Vas a ayudarme a recolectar las papas cuando estén listas, no?"

"Está bien, lo intentaré".

Diego asintió, pero pareció preocupado.

"Jajaja, no hay ranas en el campo."

"... Ya no me dan miedo."

Después de reírse involuntariamente de su expresión, hundió su rostro hacia el abrigo esponjoso de la piel de Diego, sonrió, y dijo esa pequeña cosa que tenía en la mente desde la mañana:

"Entonces, ya que me vas a ayudar... Quiero que me digas".

"¿Quieres que te diga? ¿Qué?"

"¿Qué necesito saber para ayudarte en el trabajo?"

"Jill".

La voz de Diego pareció la de alguien en problemas. Jill lo miró a la cara:

"Cuando me llevas contigo al trabajo, creo que es aburrido que solo esté allí viendo lo que haces. Me siento un poco como equipaje. Si hay algo que pueda hacer, me gustaría intentarlo."

"Por supuesto. Te incluiré en todo lo que haga falta."

Diego besó la frente de Jill y curvó suavemente las esquinas de sus cejas. El hombre estaba pasando ahora sus dedos por la herida que tenía en el ojo. 

"¿Ya no duele?"

"Nunca me dolió tanto como crees."

"Entonces, también quería preguntar si…"

Jill estaba avergonzado así que bajó los ojos cuando el sonido de como tragaba saliva resonó con fuerza en la habitación. Aunque estaba decidido a hacer su siguiente movimiento, también se sintió tan tonto que no fue una exageración decir que cada parte de su cuerpo comenzó a calentarse. 

"Si todo está bien... ¿No te gustaría ir a la cama conmigo?"

"Jill, pero... Aunque huelas un poco a feromonas, todavía no..."

"No te preocupes por eso, por favor. Incluso cuando no estuve en celo antes, lo hicimos bien ¿No? ¡No me lastimaste ni un poco! Además, Norns preparó un aceite lubricante que dice que funciona muy bien."

"Jill".

"Si usas el lubricante, va a estar bien. Le pregunté a un Omega la última vez que estuvimos en tu mansión."

"¿En serio pudiste hablar con otros Omegas sin golpearlos?"

"Claro, no soy un animal. Y todos saben que cuando alguien más te da consejos puedes aprender rápidamente a tener un buen sexo". Presionó su rostro contra el pecho de Diego y le sonrió "Además, la persona a la que le pregunté me dijo que si estamos desesperados entonces puedo tomar un inductor. No me pareció tan mala idea la verdad."

"Yo creo que lo es."

Cuando Diego le dijo que estaba prohibido utilizar inductores en caso de que tuviera un efecto negativo en su cuerpo, se quejó, dijo que era un "aguafiestas" y que no tenía que preocuparse porque seguramente todo saldría de maravilla. Además, la cara de ese Omega, con unos pequeños ojos deslumbrantes que decían que le deseaba lo mejor, no lograba salir de su memoria sin importar el tiempo que hubiera pasado desde eso.
Incluso entre los Omega que querían vivir una vida lujosa, podía contar con una mano los que realmente eran amados por sus parejas. Y desde el punto de vista de cualquiera, podría decirse que era alguien bendecido y con muchísima suerte. Aunque no encontraran a su "destino del alma", era evidente que todas las personas querían ser amadas con muchísima fuerza y de manera exclusiva. Y ahora, Dios le había dado la suerte de hacer que Diego fuera su compañero. Por eso había muchas cosas que quería hacer y lugares que deseaba visitar a su lado. Pero para disfrutar todo como una familia normal, era esencial que se enlazaran de inmediato.

"Y estaba pensando que si nos ponemos en marcha, entonces tal vez entre en celo."

Pensó que era un poco extraño invitarlo así, pero cuando se acercó y presionó suavemente su cuerpo con el suyo, Diego acarició su espalda y dijo:

"Estoy emocionado."

"¿En serio?"

Al mirarlo directamente a la cara, Diego asintió, relajando su expresión hasta parecer un "lobito adorable" y dijo de nuevo: 

"Estoy muy emocionado de hacer todo esto contigo."

Y le tocó la punta de la nariz con la suya hasta que ambos cerraron los ojos. Diego, que suavemente superpuso sus labios con los de Jill, sacó la lengua y trató de meterla tan adentro como le fuera posible. Era completamente diferente de los besos que solían darse en la vida cotidiana así que, al cabo de un rato, comenzó a fluir mucha saliva, su cintura hormigueó, su conciencia se volvió débil y Jill pareció un poco agitado como para seguir respirando bien. Y aunque en realidad solo había sido un beso, comenzó a pensar que la probabilidad de que sus rodillas perdieran fuerza en cualquier momento era bastante elevada.

"Ah..."

Cuando decidió chuparle la lengua, su cuerpo se estremeció hasta ponerse excepcionalmente caliente. Lo que sentía justo ahora, en la parte interna de los muslos, era una sensación húmeda que le estaba haciendo morirse de calor. Y tocando involuntariamente el pecho de Diego, Jill trató de soltarlo para tomar aire otra vez.

"Ah, espera. Espera un momento... Ah, ah..." 

Diego lo sujetó de la cara.

"¿No me dijiste que no habías tomado el inductor?"

"Ah... No lo tomé". 

Como si tuviera un corazón en la parte inferior del abdomen, sintió la manera en la que su vientre latía y como su pelvis comenzaba a ponerse increíblemente caliente. Por si fuera poco, un fluido pegajoso había comenzado a derramarse desde el interior de su cuerpo hasta casi gotear obscenamente contra la alfombra así que, sin esperarlo, Diego emitió un gemido casi de inmediato.

"Maldición. Hueles mucho más dulce que en la mañana."

"Ah… Ah."

Sus dedos se clavaron en sus caderas y sus manos, terriblemente desordenadas, comenzaron a arrancarle la ropa interior y la tela de su túnica.
Las yemas de los dedos de Diego, que buscaban su carne, estaban temblorosas al comprobar lo húmedo que estaba e incluso decidió acariciarle lentamente como para hacer que se volviera en un desastre todavía peor. Jill se retorció entre sus brazos cuando sintió perfectamente como golpeaba la parte interna de sus piernas y como se dirigía en dirección a su agujero. 

"Diego..."

"... Es el celo."

Temblando con fuerza, Jill miró hacia arriba desesperadamente. Estaba con los ojos bien abiertos y sintiendo lo mucho que había comenzado a sofocarse con el aire de la habitación. Además, la saliva se estaba derramando del borde de su boca al no poder cerrarla bien y aunque pensó que en definitiva se estaba viendo muy feo, no logró hacer nada al respecto para controlar su actitud.

"Ah, ah. Dios. Es completamente diferente a la primera vez."

"Así es. Porque el cuerpo de Jill ya conoce el placer".

Diego colocó su rostro en el arco de su cuello, se enterró en él y tomó una respiración increíblemente profunda. Su cuerpo, que olía a feromonas, estaba creciendo tan rápidamente en tamaño y dureza que sintió que en definitiva no había oportunidad para controlarse. El hombre acostó muy cortésmente a Jill en la cama y sonrió al notar que intentaba quitarle la ropa por su cuenta. Diego lo besó, lo acarició y pensó que podía entrar de inmediato entre sus piernas si lo quisiera para aprovechar lo mojado que estaba. Sin embargo, en su lugar, solo decidió jugar un poco con él. Arrastró las manos sobre su pecho hasta que se retorció. 

"Diego..."

"Eres hermoso, cariño. Pero tienes que tener calma. Va a ser difícil si solo lo hago así."

"Es más difícil esperar."

Levantó la vista para mirarlo.

"No puedo hacerlo más. Por favor"

Abrió las rodillas, las levantó para exponer su entrepierna y se tocó. Todavía estaba húmedo.

"Tócame".

"... Jill. El lubricante".

"No lo necesito."

"Ah, cariño."

Diego agarró el muslo de Jill, se levantó solo para acomodarse encima y reveló que bajo su ropa había una forma que hizo que Jill casi se ahogara. 

"Ah, eres grande..."

Estaba incluso más grande de lo que recordaba haber visto la primera vez. Era grueso y largo, tenso y veteado, y el color se iba oscureciendo desde la punta. 

"Porque olí la feromona de Jill… Ahora quédate quieto."

No se movió al escuchar esa incontrolable voz de emoción. Pareció aterrador y feroz, pero cuando pensaba que la razón por la que estaba así, era por su aroma, sintió como si se estuviera derritiendo entre sus manos.

"...Ah."

"Tienes que respirar."

La sensación de que estaba atravesando sus membranas mucosas para llenarlas por completo con su carne era tan agradable que pareció dejarle la cabeza completamente en blanco. Y al sentir que Diego iba derecho hasta el final, su cuerpo se onduló y su conciencia se volvió blanca y nebulosa. Era algo que se sentía dulce y cálido hasta la punta de los dedos y eso, a su vez, estaba provocando que los lugares conectados se sintieran temblorosos y débiles. Hacía calor, pero no dolía en absoluto. Y cuando la punta se deslizó:

"¡Aaaah!"

Las estrellas de repente se dispersaron enfrente de sus ojos. 

Con la espalda fuertemente doblada, Jill cayó en el abrumador clímax que estaba experimentando por primera vez en meses. Y la verdad era que se sentía terriblemente bien. Diego lo había guiado muchas veces antes y pensó que sabía lo que era el placer, pero esto de ahora pareció incomparable. Era profundo, fuerte, pero siempre dulce. 

"¡Hmmm!"

El clímax fue largo y caliente. Sintió su cuerpo pesado, como si le hubieran vertido fuego en las entrañas y también descubrió que cada parte y arruga estaba experimentando un cosquilleo dulce y un placer que estallaba por aquí y por allá. Diego le acarició la cara.

"Aguanta un poco más, amor."
 
Inmediatamente después, sintió que la verga de Diego pasaba por la parte más interna de su cuerpo. Fue como si en el momento en que estaba más distraído, el pene hubiera aprovechado para llegarle a la garganta y luego, retroceder de nuevo y hacer que su cuerpo se llenara de calambres.

"Ah, ah, ah... ¡Ah!"

"Estoy todo adentro."

Diego dejó de moverse por un momento solo para mirar a Jill de nuevo a la cara. 

"¿No es doloroso? ¿Estás bien, cariño?"

"Hmm... ¡Ah!"

No pudo responder. 

El placer lo estaba golpeando fuerte solo con escuchar la voz de Diego. Incluso podía decir muy honestamente que estaba en el límite.

"Me siento... Me siento tan lleno..."

"Está bien. Está bien, amor."

Diego besó su mejilla, abrazando el cuerpo de Jill para que no fuera a hacer un movimiento que lo llegara a lastimar.

"Está bien que se sienta así. Lo estás haciendo perfecto..."

El beso se movió desde su mejilla a sus labios. Luego, Diego finalmente puso la boca en su cuello, pasó suavemente la lengua por el collar de cuero negro y le dio un pequeño toquecito en lugar de ofrecerle un mordisco. Susurró:

"Aunque no tengamos un hijo de inmediato, tienes que saber que ya soy completamente tuyo. Lo he sido desde la primera vez que te vi. No importa lo demás. No importan otras reglas."

Lo chupó con fuerza, dejando una marca roja en su piel blanca.

"Te amo demasiado, mi vida."

"Diego… Estoy tan feliz.".

Quiso devolverle el abrazo y decir "También te amo", pero el pene de Diego pareció hundirse tanto que no le dio posibilidad. 

"¡Ah! ¡Ummm!"

Su membrana mucosa, mojada y caliente, se entrelazó con la de Diego hasta hacer que se sintiera aplastado y que incluso los dedos de sus pies se enterraran en el colchón.
Diego no se detuvo nunca y en su lugar, solo comenzó a hacerlo un poco más lento. Estiró su lengua y lamió las marcas de besos en el cuello de Jill, que había dejado caer su cabeza a un lado para poder mirarlo con los ojos completamente borrosos. 

"No quiero obligarte a hacer nada, así que voy a pedirlo bien..."

"Diego..."

"Quiero que nos enlacemos. Vuélvete mi compañero, sé mi esposo, sé solamente mío y quédate junto a mi por toda la eternidad."

Jill quedó deleitado. Estaba completamente orgulloso de que Diego, el Diego que todos pensaban que era cruel y serio, no dejara de decir lo mucho que lo quería. 

"Solamente si... Ah... Solamente si prometes que siempre estarás junto a mi."

"Obviamente, mi amor."

"Hmmm..."

Jill sonrió mientras sus labios se juntaban. Mientras temblaban de placer y se buscaban las manos.

Justo dentro de su cuerpo, los genitales de Diego se deformaron, estimulando un punto placentero que se sintió como una masa grumosa. El lugar donde estaba vertiendo su semen se insertó mucho más allá de lo que pensaba que era lo más profundo y luego, comenzó a moverse de un lado a otro, poco a poco.

"Ummm... Diego. Diego es... ¡Uf!"

"Jill... Jill."

La voz de Diego también sonaba dulcemente borrosa. Se miraron fijamente y comenzaron a respirar casi al mismo tiempo. No eran solo sus cuerpos los que estaban conectados, sino también sus mentes. Sintió que los lugares donde le golpeaba estaban siendo desordenados y cambiados, como arar un campo que pudiera humedecer bien para dar sus frutos. Luego, la sensación de hinchazón y clímax se volvió insoportable y le hizo tensar la parte posterior de su vientre hasta que Jill se estiró justo como lo haría un gato sobre un colchón.

"Ah, ah, ah, ah..."

La fiebre de su eyaculación lentamente se extendió por todo su abdomen y juntos, una esponjosa sensación de bienestar y satisfacción llenó sus cuerpos hasta dejarlos extasiados.

Algún día, las semillas plantadas brotarían y darían frutos. Y entonces, nacería un niño hermoso con un abrigo de piel negro que se parecería mucho al de Diego. Ese pequeño bebito también conocería el intenso amor que tendrían para él. El amor que alguien más le podría dar en su vida. No importaban las dificultades que tuviera en el camino, eventualmente alcanzaría la felicidad, obtendría su propia pareja y un amor que él eligiría por cuenta propia. Ese era el deseo para su familia.


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