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Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Jill miró a Juda, que estaba durmiendo profundamente entre sus brazos.

Hoy, era el quinto cumpleaños del niño, así que estaba más cansado que de costumbre porque tuvo un día bastante lleno de emociones. Lo celebraron en su pequeña casa, también en la mansión y con todos los miembros del clan. Y ahora estaba allí, completamente dormidito incluso antes de llegar a su cama. 

"Buenas noches, mi hermoso Juju."

Ya estaba mucho más grande que cuando era un bebé, pero su rostro seguía siendo increíblemente inocente. Cuando entró al cuarto del niño y dejó un besito en ese mechoncito blanco de su cabello, escuchó la voz de Diego desde el arco de la puerta:

"Estaba muy cansado."

"Sí. Mi bebito. Tuvo una cara bastante feliz todo el tiempo".

Caminó entonces hasta la habitación que compartía con su esposo, sintiéndose extrañamente satisfecho con la manera en la que había ocurrido todo. 

"Es demasiado pronto para que ya tenga cinco años, ¿No es así? Todavía parece tan pequeñito."

Incluso con la ayuda de una niñera y un chambelán, estaba preocupado y dudoso acerca de cómo criar a su primer hijo correctamente. Todos los días eran ocupados y se sintieron terriblemente largos, pero ahora pensaba que eran muy cortos y que no duraban lo suficiente. 

"Es una prueba de que el tiempo no perdona a nadie."

Diego abrió la puerta del dormitorio y dejó que Jill entrara primero. Las luces ya se habían convertido en algo tenue, y a la distancia, los árboles del jardín, iluminados por la luna, ocasionaban sombras negras que se veían a la perfección a través de las ventanas. Era una noche muy tranquila. Tanto que Jill solo se acercó al cristal para poder respirar.

Los días que llegaban a su corazón, eran esos en los que había conocido a Diego. El color amarillo de las flores pegándose en su cabello, y la calidez de Yo-yo entre sus brazos. También pareció ver el paisaje que tenía desde la habitación que le habían asignado en su mansión y el olor de la brisa que le llegaba hasta la cara. Podía sentir el aire frío de todas las noches en que estuvieron juntos, cuando vio el cielo estrellado y el cosquilleo del abrigo cálido y suave de Diego contra su cuerpo. El sabor del vino de una tierra lejana, el sonido de la lluvia torrencial y el aire bochornoso. Su calor, una Portulaca colorida. El brillo resplandeciente del día en que compartieron sus sentimientos. La sensación de ser abrazados en una cama luminosa. Y también, estar en la casa oscura de Albert, con un dolor que pareció desgarrar su pecho con tristeza. La alegría de saber que Juda estaba creciendo dentro de su vientre. La tibieza que sentía bajo su piel, las manos de Diego buscando sus movimientos, el día que decidieron el nombre y la noche en que nació. Todas esas veces en que arrulló al bebé y todas esas mañanas en que Juda y Luard corrían por su habitación como locos. El dulce aroma peculiar de los niños... Incluso si lo estaba sintiendo muy rápido, como si hubiese ocurrido en un abrir y cerrar de ojos, cinco años no era poco tiempo. Por supuesto, también su experiencia había cambiado. A menudo se enorgullecía de ser más fuerte de lo que solía ser, y en los últimos años, se sentía bien de estar tan envuelto en una pesada felicidad (aunque tenía muchos envidiosos a la espalda). Por supuesto, hubo días en que estuvo deprimido y días en que estuvo impaciente, pero en todo momento, Diego siempre estuvo allí con él.

De repente, una gran mano envolvió la de Jill hasta hacer que sonriera. 

"Diego... Es raro hablar de esto ahora pero, gracias".

"¿Gracias?"

"Tenía ganas de decírtelo."

La cara de Diego, mirando hacia abajo, todavía tenía unas marcas de garras bastante evidentes. Había unos hermosos ojos azul pálido que lo observaban de arriba para abajo y un cabello tan lindo como el de la primera vez. Luego habló, mientras su nariz se acercaba lentamente a la suya. 

"¿Puedo besarte, amor?"

Jill rió en voz alta, colocando las dos manos alrededor de su cuello. 

"Ya sabes la respuesta."

"Siempre que me das permiso, me siento feliz."

Dijo Diego, con una voz dulce que golpeaba a centímetros de su boca. 

"Me encanta dejarte elegir si hacerlo o no... Y que siempre me des permiso".

"Sí... Lo sé".

Cuando respiró hondo, logró oler el leve aroma de Diego. Tenía algo encantador que provocaba que vibrara el fondo de su pecho. Algo que, lo excitaba...

El aroma favorito de Jill, era inevitablemente el de su Diego. 

"Jill, ¿Entonces puedo besarte?"

"Por supuesto que sí." 

Después de mirarlo y recibir un breve beso de Diego, Jill cerró los ojos y mordió sus propios labios por un momento. Incluso había sentido ganas de ponerse a llorar. Miró a Diego otra vez y preguntó:

"¿Yo puedo besarte?"

"... Pero claro."

Diego, con una mirada de sorpresa, rápidamente perdió los estribos. Incluso estaba sacudiendo la cola para la izquierda y para la derecha y estaba a segundos de ponerse a brincar.

Jill se estiró, sonrió, y juntó los labios con los suyos. Como hizo Diego, fue un gesto mordaz que incluso incluyó su lengua. 

"Hmm..."

Fue un beso familiar y cómodo. Un dulce estado de ánimo que creció con cada repetición y que le hizo presionar su cuerpo más y más y más contra el de Diego. 

"¿Qué debo hacer? Quiero... Quiero más que solo besos."

"Has cambiado, cariño. Te has vuelto mucho más atrevido que de costumbre." Tomó la cintura de Jill entre sus brazos y continuó: "¿Qué tal ir a la cama y besar mucho más que nuestro labios?"

"Sería perfecto..."

"¿Amas besarme?"

"¿Es muy sorprendente?"

Entre risas, Diego recogió a Jill contra su pecho y lo llevó suavemente hasta la cama. Allí, desató la cuerda que sujetaba la cortina del dosel y dejó todo completamente a oscuras. Y en esa cama grande, esto creaba un espacio secreto y romántico solo para ellos dos.

Diego le quitó la ropa a Jill con manos educadas y lo besó en el cuello como si no pudiera esperar para comérselo. Lo lamió muchas veces e hizo lo mismo en esa gran marca de mordedura que tenía en la nuca. Y cada vez que comenzaba a lamer la prueba de su enlace, se producía un pequeño temblor y una sensación de placer que pareció derretirlo y hacerlo desaparecer en un segundo. Era un sentimiento que había experimentado innumerables veces, pero que igual seguía pareciéndole glorioso cada vez.

Era feliz cuando pensaba en lo mucho que lo amaba y lo infinitamente demasiado que él era amado. 

"Oye, Diego..."

Jill se aferró fuertemente al cuerpo de Diego. 

"En cinco años, déjame preguntar si puedo besarte y pregúntame si puedes besarme también. Seguramente seguiré amando a Diego en el futuro pero, quiero poder elegirte siempre."

Colocando ese pensamiento en palabras, Diego miró a Jill a la cara hasta que le brillaron los ojos. 

"Hagamos una promesa".

Besó la frente de Jill y susurró:

"Lo haré mañana, pasado mañana, la próxima semana y el mes que viene, pero definitivamente haremos esto también en cinco años. Y cinco años después de eso y cinco años después de esos cinco años".

"Jajaja. Gracias."

Aliviado, Jill cerró los ojos ante su beso y la delicadeza de la mano de Diego acariciando su pecho.

"Te amo mucho."

"Y yo a ti."

 

FIN


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