Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Garland - Beastman Omegaverse Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

"Jill, el desayuno está listo. ¿Puedes levantarte?"

Diego subió la cortina del dosel. Jill estaba tan adolorido que solo se movió muy poquito.

"Lo siento, cariño. Creo que me pasé de la raya."

"No, no te preocupes. No estoy lastimado."

Diego le besó la cabeza. 

"¿No duele?"

"No duele."

Jill se puso rojo. Incluso aunque tenía la mano alrededor de su cintura, nada de lo que había hecho anoche le ocasionó dolor. Aunque debía decir que se estaba sintiendo bastante pesado. Como si el sonido persistente de sus embestidas siguiera oculto por cada parte de su cuerpo.

Diego lo ayudó a despertar y también lo acomodó sobre la cama. Tenía la bata del lobo encima del cuerpo porque se había convertido en una rutina para él eso de vestirse con su ropa cada mañana. Incluso cuando estaba en el trabajo, preparaba su bata al lado de la cama para que se la pusiera de inmediato así que, en cuanto notaba lo ilusionado que estaba con esto, comenzaba a reírse y a acariciarle las orejas. Era muy, muy tierno.

Jill se las arregló para ponerse la enorme bata y, cuando se levantó de la cama, de la mano de Diego, Norn, que estaba alineando el desayuno en la mesita de centro, lo miró y comenzó a hacer esa reverencia que era muy propia de él.

"Buenos días, señor ¿Le gustaría tomar una bebida fría primero?"

"Buenos días, Norns. Sí, por favor".

Todavía no tenía buenas expresiones faciales, pero era evidente que agradecía demasiado el tiempo que Jill pasaba en esta habitación y la conexión tan profunda que había hecho con Diego. Sirvió sopa y pan humeantes y calientes y un buen vaso de jugo de naranja. Jill miró a Diego, sentado frente a él, tomó la cuchara e intentó comenzar con la sopa. Aunque no estaba enfermo, se sentía un poco extraño que le llevaran la comida a la habitación en lugar de hacer que fuera con el resto de los Omegas. Pero cuando pensaba que estaba allí, en ese lugar tan calientito y únicamente con Diego, comenzaba a sentirse como un niño en navidad. Fue igual a si muchas flores brillantes estuvieran floreciendo en su pecho y como si su estómago se estuviera volviendo muy, muy tibio.

Jill se mordió los labios. Había pasado casi un mes desde que empezaron a verse el uno al otro como una "pareja" y, cada mañana, su ansiedad aumentaba gradualmente como una reacción a ese momento de felicidad. Después de todo, era como estar en un sueño. Y tenía miedo porque sabía perfectamente bien que esta condición podría no durar tanto como lo deseaba.

Habían tenido su segunda vez anoche, y Diego se tomó mucho más tiempo para hacerle el amor.

Ambos entendían que si fueran dos personas diferentes, de casas diferentes, serían completamente felices y podrían estar juntos. Sin embargo, justo ahora, incluso si las cosas iban bien entre los dos, pasaban tiempo juntos, pensaban en un futuro y podía dar a luz a su niño, Diego, como heredero, tenía que acostarse con otros Omegas porque ese era su deber. Y si quedara embarazado, nada le aseguraba que pudiera permanecer con él en ese proceso. Quizá solo le quitarían al bebé y lo mandarían de vuelta a la mansión. Y Stella no iba a poder estar allí para cuidarlo y, por supuesto, no podría ni decírselo a Albert. Tendría que soportar la soledad y el miedo por si mismo. 

"¿Qué te pasa, cariño?" Cuando tragó un suspiro con la sopa, Diego frunció el ceño y lo miró con preocupación. "¿No te sientes bien?"

"Oh, no. Estoy bien". Jill sonrió de inmediato. "Estaba pensando que... Estás ocupado con el trabajo pero de todos modos te estás tomando muchas molestias para cuidar de mi ¿No tienes problemas por estar aquí siempre?"

"He estado haciendo bien mi trabajo, creo que tengo derecho". Diego estaba orgulloso de si mismo. "Quiero relajarme contigo. ¿Qué tal si después de comer, tomamos una taza de té y nos vamos al sillón?"

"Ha pasado mucho tiempo..."

Diego estaba más ocupado que antes. A menudo no llegaba a casa durante unos tres o cuatro días porque estaba en un viaje de negocios e incluso cuando salía temprano por la mañana, regresaba muy tarde por la noche. Y a Diego le encantaba consentirlo mucho para llenar el vacío que dejaba con esto. Además, los sentimientos de Diego se transmitían a la perfección en cada palabra y acción que realizaba. Con la forma en la que lo tomaba de las manos o por como lo trataba durante el día. Por ejemplo, cuando le ponía la bata todas las mañanas, o cuando se aseguraba de dormir con él en la misma cama tan pronto como regresaba. O tal vez, en esos momentos en que se despertaba en medio de la noche y descubría que estaba firmemente sujeto entre sus brazos, acariciándolo y acariciándolo hasta que Jill comenzaba a sentirse más tranquilo. Le daba la ilusión de que solo existían ellos dos en el mundo...

Y era por eso que Jill reforzó sus sentimientos de que esta felicidad no debería darse por sentada.

Después de la comida, Diego tomó su mano y lo guío, sentándose uno al lado del otro en una tumbona. La mesa baja, frente ellos, estaba adornada con flores de Portulaca y unas velas aromáticas que siempre estaban encendidas. La temporada de las Portulaca estaba a punto de terminar, pero las pequeñas flores rojas y naranjas estaban abriendo sus pétalos con bastante energía. Diego cambió su expresión mientras lo acurrucaba junto a él.

"Mi amor... Voy a decirle a la familia Müller que iremos a verlos pronto."

"¿Iremos a mi casa?"

Jill volvió a mirar la cara de Diego como para rectificarlo. Para estar con él definitivamente, primero tenían que contárselo a la familia Müller. Se daría un contrato de propiedad y comenzaría un procedimiento de transferencia para el Omega. Eso significaba que, al mismo tiempo que Jill perdía su hogar para ser parte de otro, a Albert le iban a decir que la familia Reinhardt no iba a seguir en el contrato y él no sería su esposo. Tenía que explicarle algún día, lo sabía, pero aún no estaba preparado para eso. Además, la Señora Müller seguía mintiéndole a Albert por lo que obviamente sería mejor tener la oportunidad de decir la verdad directamente antes de que comenzara a odiarlo.
Cuando Diego vio la expresión de Jill, tocó su mejilla ligeramente y habló:

"Todo está bien, cariño. No tienes que poner esa cara tan preocupada todo el tiempo."

Diego besó su frente y Jill lo abrazó de los hombros. 

"Lo siento."

"No es de extrañar que te sientas así. Por el momento, la posición de Jill no está garantizada en absoluto así que entiendo como te sientes. Pero estoy pensando en hacer una oferta anticipada a tu familia. Hablaré sobre el hecho de que somos destinados."

Jill miró fijamente a Diego, quien se aclaró la garganta. 

"Destinados… Pero, la familia Siegfried no permite eso, ¿Verdad? Ni el enlace."

"Asumiré la responsabilidad de explicárselo a mis hermanos y me aseguraré de tener su aprobación".

"¿Estás seguro?"

Nunca pensó que Diego diría: "Seré tu enlace". El lobo solo le sonrió:

"Te dije que estaría contigo para siempre. Aunque tome tiempo, quiero que mis hermanos entiendan que te he elegido a ti".

"Diego..."

Como de costumbre, Jill se dio cuenta de que hablaba en serio. Era lo mismo de cuando le decía sobre ese sueño que tenía de querer subirse a un barco algún día. Es decir, de verdad sintió que quería enlazarse.

"Gracias, Diego. Tú siempre estás pensando en mi."

Estaba feliz con ese sentimiento. Luego Jill sonrió y tocó las mejillas de Diego con ambas manos.

(Yo también tengo que hacer algo). 

"Ojalá pudiera decírselo a Albert pronto. No quiero que piense mal de ti."

"¿Cómo? ¿La señora Müller no se lo contó?"

"Albert piensa que estoy en un entrenamiento de novias para saber todo lo necesario antes de unirme a la familia Reinhardt"

"¿Un entrenamiento?" Diego hizo una cara extraña. "Nunca había oído hablar de algo como eso ¿Qué es?"

"¿Cómo podría explicarlo?"

Era bastante difícil como para poner en palabras normales. Pero si decía una mentira, entonces probablemente Diego estaría un poco más tranquilo y él podría intentar resolver la situación por cuenta propia. Sin embargo, como si sospechara lo que estaba en su cabeza, Diego acercó su nariz y lo olfateó. 

"No hagas trampa. Por favor, explícame paso a paso para que pueda entenderlo".

"...Pero..."

"¿No dijimos que íbamos a ser completamente honestos el uno con el otro? Quiero saber cualquier cosa sobre Jill. Por favor."

Diego lo besó suavemente, incluso aunque la punta de su nariz estaba bien pegada a la suya. Comenzó a reírse porque, tal vez era gracias a que tenía hermanos mayores pero, pareció ser sorprendentemente bueno para ser tierno frente a otros con tal de conseguir lo que quería. 

"Está bien, hablaré... Te dije que no me llevaba bien con mi madre ¿No? Fui abandonado y trabajé al cuidado de los sirvientes".

"Sí, me lo dijiste".

Diego se apoyó en el respaldo del sillón, en una actitud que le decía que estaba completamente listo para escuchar su historia. Le acarició el cabello, con un gesto habitual de sus dedos, y buscó su mano con la suya hasta lograr que su pecho se calentara. 

(Hablar con Diego me hace sentir como si pudiera decirle todo).

"Los Müller son una familia noble que produce Omegas de buena calidad. Y ya sabes, para ser enviado con un aristócrata de mayor rango, un Omega debe ser bueno en varias cosas. Cosas para las que nos entrenamos desde chiquitos".

"Por eso los Omegas tienen tantas habilidades."

"Sí. Exacto. Pero, enseñarnos cuesta mucho dinero. Por eso, cuando envían a un Omega con un aristócrata poderoso y tienen un bebé, pueden recuperar completamente la inversión y beneficiarse de eso. Pero, si no pasa, entonces es considerada una perdida mayor."

Jill sonrió, aunque pareció no tener ganas de hacerlo.

"Entonces, Albert... Mi madre necesitaba que me casara con él. Aunque no gastó nada en mi educación, pensó que sería un problema si se borrara el apellido de mi casa. No tuvo más remedio que venderme al único noble con el que tengo una relación bastante cercana."

"Ya..."

"Estaba muy feliz de poder ir con Albert. Es mi mejor amigo. Y prefería mil veces que me enviaran con él a que me enviaran con un extraño que me tratara como una herramienta para dar a luz..."

"..."

Ante la frase "herramienta" Diego bajó las orejas y empezó a parecer bastante triste. Jill le tomó de las manos y agregó que no estaba culpándolo a él. 

"Me lo han dicho durante mucho tiempo. Que un Omega es un ser especial nacido para ser amado. Por eso, para ser felices, tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo cantando, bordando y bailando. Y cuando crezcamos, entonces vamos a ser llamados a una mansión aristocrática, nos querrán con todo el corazón y daremos a luz a un niño. Es algo especial que solo un Omega puede hacer, y también es nuestro deber"

"Entiendo."

"Pero si le das la vuelta... Un Omega que no puede tener hijos no vale la pena". Jill sonrió de nuevo. "El trabajo de un Omega enviado a una mansión aristocrática es tener a sus descendientes. Diego sabe que cuanto más niños das, más recompensas obtienes."

"..."

"Al contrario, si no puedes dar a luz a un niño, eres un inútil. La mayoría de las veces, un Omega va a otro aristócrata, pero, bueno, tienes un historial y la tarifa baja."

"¿Baja?"

"Es posible que te tomen como alguien que no puede embarazarse rápido. Y los nobles aprecian la rapidez. Entonces, eres menos funcional y menos valioso."

"... ¿Por qué no me lo dijiste antes, amor?"

Dijo Diego, todavía sujetándo su rostro.

"No pensé que fuera necesario explicarte."

"¿Entonces por eso Jill estaba enojado en ese momento?"

"¿Cuándo te di la cachetada?" Suspiró. "Sí, pero... De todos modos, por más que lo pienso no se me ocurre nada que hubiera logrado decir "No quiero ir a casa, así que, ¿por favor, abrázame?" Jajaja no sé, Diego habría estado en problemas si se lo hubiera pedido así". 

"Tienes la razón. Pudo ser un problema".

Los dedos de Diego se deslizaron desde sus mejillas hasta sus sienes y después le cepillaron el cabello completamente para atrás. Sus uñas, bien cuidadas, eran cortas y hermosas y no le hacían daño a Jill cuando lo tocaban.  

"Lo siento mucho, amor. Has vivido en este tipo de mundo todo el tiempo. En un mundo donde se reconoce el valor de un Omega por tener hijos".

Jill extendió la mano y acarició el lugar donde lo había golpeado en ese momento. 

"Estaba confundido porque había abandonado la idea de irme con algún noble hace tiempo. Me costó mucho trabajo saber qué hacer en la fiesta de bienvenida pero, mi madre pensó que la reputación de la familia Müller definitivamente se dañaría si no me mostraba frente a ti. Por eso, si la familia Reinhardt supiera que fui enviado a la familia Siegfried y regresé sin dar a luz, podrían decir que soy inútil. Mi madre mintió y dijo que iba a entrenar como novia".

"Ya veo."

Diego puso su mano en la cintura de Jill y lo levantó para ponerlo sobre sus rodillas. Entonces terminaron en una posición cara a cara y se miraron a una distancia que pareció bastante próxima.

"Por eso Albert pensó que estabas entrenando".

"Sí. Tengo miedo de que crea que me robaste a la fuerza así que, desde el punto de vista de Albert, Diego sería el malo".

"No me importa si piensa eso mientras tú sepas la verdad".

Diego sonrió, pero Jill no lo hizo. 

"No quiero ser cobarde."

"¿Cobarde?"

"En ese momento, me sentí aliviado de que, incluso si me devolvieran de los Siegfried, podría ir con Albert sin ningún problema y ​​Albert no estaría herido ni deprimido..."

Pero ahora se había enamorado.

"Pero estar contigo es mi elección. Incluso si no podemos enlazarnos, incluso si Diego tiene que dar la bienvenida a otro Omega en su casa, te amo. Quiero estar contigo sin importar nada más."

"Jill..."

"Por eso quiero decirle a Albert la verdad. Quiero decirle que no imagino mi vida sin ti ahora."

Sus ojos brillaron y la punta de su nariz y su frente se tocaron.

"Si te quiere tanto como dice que lo hace, entonces Albert lo entenderá".

"Diego..."

Aliviado, Jill cerró los ojos. Sabía que Diego iba a aceptarlo cuando se lo dijera, pero aún así estaba feliz. Era bueno sentirse comprendido.

"Pero iré contigo cuando lo hagas."

"¿Qué?"

Diego asintió. 

"Siento que a Albert debe gustarle Jill desde el fondo de su corazón. Desde mi punto de vista, sin importar cuánto lo expliques, igual intentará que cambies de idea. Es lo que yo haría. No me rendiría hasta que fueras mío. Me sentiría herido en realidad".

"Así es..."

Jill lamentó no darse cuenta de que su decisión fue una terrible traición para Albert. 

"Por eso quiero ir." Diego besó brevemente a Jill, que había nublado su rostro, para intentar animarlo de nuevo. "Estoy preparado para sentir su resentimiento".

"¿Estás preparado?"

"Puedo ser golpeado, me lo merezco por robarme a su hermoso Jill. Estoy preparado para que me odie, para todo lo que quiera hacerme."

"Jaja eres un loco."

"Pero no me arrepiento. Como resultado de ser honesto con mis sentimientos, ahora me siento muchísimo mejor de lo que solía sentirme antes. Me he convertido en alguien bueno. Me haces sentir valiente."

"Mi amor..."

No sabía que Diego tenía una fuerza de voluntad tan firme. 

"Me alegra estar enamorado de ti. Espero que Jill también sea feliz de eso." Diego puso su puño en el pecho de Jill. "De ahora en adelante, la familia Siegfried y las personas que nos rodean hablaran de nosotros pero, no te preocupes por eso. Diga lo que diga la gente, no tengas miedo ni te distraigas con nadie, solo haz lo que creas que es mejor. El corazón de Jill es solamente tuyo y tú decides que sentir con él." 

Le pegó en el pecho una vez. 

"Por favor aprecia los sentimientos que han surgido aquí."

"Sí..."

Jill asintió, sintiéndose profundamente conmovido. Sus ojos tenían lágrimas.

(Soy más libre ahora.)

No importaba dónde estuviera, no podía ser libre a menos que su corazón fuera liberado también. Y Diego lo estaba haciendo. Solo Diego le estaba diciendo que podía atesorar sus sentimientos como quisiera. 

"Lo haré. Te lo prometo".

Asintiendo de nuevo, Diego besó sus ojos húmedos. 

"Tengo que salir mañana temprano, pero volveré en dos días. Y cuando lo haga, le escribiré a Albert para informar que iremos en una visita formal."

"Está bien."

Jill respiró hondo, apoyándose en el pecho de Diego mientras sentía como lo abrazaba. Su corazón definitivamente estaba muy ligero ahora. Más limpio y radiante también.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).