Extra "Un día en que mis planes no funcionaron."
Jill estaba complacido desde el momento en que Diego dijo que montarían a caballo en el jardín.
Era cierto que incluso cuando estaban los dos, acostados y hablando con una taza de té en la habitación, no era nada aburrido. Sin embargo, Jill todavía prefería salir en lugar de quedarse en casa. "Seguramente será tan bueno como ver las estrellas en el jardín." Dijo. Y con eso en mente, Diego llevó a Jill a un rincón del vasto terreno de la familia Siegfried.
Los ojos de Jill se quedaron brillando como si tuviera un montón de luciérnagas en ellos: ¡Había un caballo bayo negro y un caballo bayo marrón que ya estaban esperando por ellos! Inmediatamente se les acercó sin miedo y comenzó a acariciarles la nariz.
"¿Cuál es mío? ¿Cuál debo montar?"
Mirando hacia atrás, con un rostro prometedor, Diego dijo: "Ese bayo oscuro, pero..."
"¡Gracias! ¡Mil, mil gracias!"
Trató de decirle que si no sabía montar, entonces le ayudaría con mucho gusto al inicio. No obstante, Jill ya había puesto el pie en el estribo y tomado las riendas. Cuando se sentó a horcajadas, la posición de las rodillas se bajó y pareció como si los músculos de la espalda se le estiraran. Después, cuando le acarició el cuello, el caballo se veía tan cómodo con él que Diego entrecerró los ojos mientras comenzaba a tomar las riendas del suyo. Jill, que estaba acelerando gradualmente, con su cabello ondeando en el viento, pareció ponerse considerablemente vivaz. Su, expresión deslumbrantemente brillante le hizo sentir a Diego como si pudiera morir de amor con solo mirarlo.
Jill, que dio la vuelta al campo de equitación durante algunos minutos, detuvo al caballo frente a Diego. El caballo era bueno siguiendo órdenes y Jill también demostró estar a la altura.
"Pareces estar muy acostumbrado. ¿Aprendiste a montar a caballo en la casa de la familia Müller?"
"No, ningún Omega tiene permitido montar a caballo."
"Vaya, tal vez eres muy rápido en el aprendizaje."
Pero Jill se rió y negó con la cabeza.
"Puedo montar porque me enseñaron en secreto a hacerlo. No era tan impresionante porque solo corría en las colinas cercanas para que la gente de la casa no se diera cuenta así que, seguramente lo hago mal."
"No, eres bastante bueno. Además, parece que también le agradas mucho al caballo."
Le ofreció el caballo castaño oscuro porque tenía la personalidad más amable entre los caballos de la mansión, pero igual resultó ser más abierto de lo que imaginó que sería. El caballo de Diego, que solía ser más difícil, incluso pareció estar muy interesado en Jill.
"Estoy feliz por eso. Quiero decir, también me gustan mucho los caballos." Jill le acarició la nariz muchas veces y luego abrazó suavemente la gran cabeza del caballo del lobo. "Este es el caballo más amistoso del mundo".
"No tiene esa dulce personalidad que tú crees".
"¿Sí? Mira lo amable que es."
Extendió la mano para acariciar sus orejitas una y otra vez. Y mientras miraba a Jill y los caballos, Diego pensó que realmente era diferente a la cita que había imaginado. En realidad, Diego pensaba montar con él y luego enseñarle a hacerlo solito. Aunque claro, esto tampoco estaba del todo mal. Jill, tocando el caballo, se veía tan relajado y cómodo que era reconfortante de ver.
"Te gustan mucho los animales".
"Me gustan demasiado, es cierto. Siento que pueden comunicarse conmigo a la perfección y, cuando los abrazo, se siente todo muy cálido. Algunas criaturas no son tan confortantes, por supuesto, pero todas son hermosas. Me gustan muchísimo los pájaros con hermosas alas verdes y rojas. Son muy inteligentes y capaces de hablar".
Pero tan pronto como Diego pensó que era bonito que Jill hablara de eso, la tez del hombre cambió en un segundo.
"¿Y de qué les sirve? Son tan inútiles"
Era un tono duro que era casi repugnante. Sacudió la cabeza con una mirada rígida e inmediatamente se disculpó.
"Lo siento. Lo siento tanto. Yo no quiero ser tan pesimista pero..."
"No, está bien... No tienes que tener pensamientos agradables siempre. Es bueno que ames a los caballos e incluso está bien si piensas que los pájaros son inútiles. Tranquilo."
Pero Jill seguía teniendo algunos pensamientos muy desagradables. Le gustaban las gallinas, pero todavía tenía algo de rencor en algún lugar de su pecho. Ira suya, que se canalizaba en otras cosas. Diego palmeó el hombro de Jill.
"¿Por qué no vamos a la pradera y montamos a caballo allí?"
"Parece muy divertido".
El rostro de Jill con una nueva sonrisa, ya estaba brillante de nuevo, pero la mente de Diego dijo: "La expresión de Jill era ardiente cuando dijo "¿Y de qué les sirve?" Hace un momento. Creo que Jill tiene muchas cosas guardadas que no me dice. Todavía hay situaciones que no conozco de él. Y que nadie conoce tampoco." (Por cierto, Jill no era mucho de confesar sus sentimientos.)
Jill ladeó la cabeza de una manera misteriosa:
"¿Diego? ¿Qué pasa?"
"No, nada. ¿Quieres montar fuera de la pista de equitación? ¡Vamos ya!"
El rostro de Jill volvió a iluminarse.
"¡Sí!"
"¿Vamos por el jardín?"
"¡¡Sí!!"
Jill era ciertamente, como un niño.
Diego también montó su caballo y lo miró irse a horcajadas. Incluso los caballos parecieron estar muy felices con la idea.
"¿Puedo ayudarte a cepillarlo más tarde?"
"Oh, por supuesto".
"Bien, ¡Gracias!"
Jill pareció estar muy animado de querer cuidar del caballo además de montar. En realidad, habían pasado tanto tiempo juntos que se sentía como si estuvieran volviéndose más cercanos. Incluso, se podía decir que se familiarizaron un montón el uno con el otro. (Pero ojalá Diego pudiera saber más de él) Todavía se sentía como si no fuera suficiente con conversar y tomar té juntos. Todo ser humano tenía el sentimiento de que no se podía confesar por completo a los demás cuando se trataba del pasado y no quería forzarlo, pero todavía quería que se abriera. Quería ser más íntimo, tanto y tanto que no podía apartar los ojos de él. Y quería escucharlo algún día. El pasado de Jill y sus pensamientos en ese momento,
"Quiero conocerte. Quiero, saberlo todo."
//La continuación estará en el volumen 2//