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La profunda marca del alma por Yukino

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Notas del capitulo:

(Omegaverse muy breve explicación: universo en el que los humanos dividen sus géneros en 3 grandes casta: alphas, betas y omegas. Los alphas están en la cima de la pirámide, seguidos de betas, que son lo más parecido a los primeros humanos existentes, y los omegas, que tienen la capacidad de procrear con mucha más facilidad, independiente de ser hombres o mujeres. Se les trata de manera injusta por tener periodos de "celo" que no pueden controlar como lo desearían y que seduce principalmente a alphas por la descontrolada emisión de feromonas, hechas para atraer a través de su aroma.  


Existe también un vínculo único e irrepetible entre alphas y omegas, que se da de varias maneras, siendo el más representativo una mordida que lleva el omega en su nuca, hecha por un alpha. Esta marca jamás desaparece.) 

La profunda marca del alma

Fanfic yaoi por Yukino

Basado en el anime de Yuri!!! on Ice

Viktor x Yuuri

Omegaverse

 

Capítulo 1

 

La tierra gira y viaja mientras yo estoy pensando…

Las personas dicen sentirse solas y buscan algo fuerte, como el amor…

 

 

 

Aún podía sentir la calmada melodía del viento, mientras reposaba en ese pecho de senos prominentes y serena respiración. Aún podía escuchar la canción en sus oídos, aquella que lo transportaba a la luna, donde podía ver las estrellas más de cerca. Todavía esa mano cálida le acicalaba los cabellos y luego tomaba con ternura sus mejillas. Para Viktor, el corpiño de su abuela era el mejor lugar del mundo, uno en el que se regocijaba de estar vivo; donde no esperaban de él más que el hecho de sonreír. Ahí no había responsabilidades como la de estudiar, la de ser un gran hombre, la de estar al lado derecho de su padre en la gran compañía, porque así eran las conversaciones de la gente grande; él sería el responsable, la cabeza. Apenas a sus 7 años no entendía nada, pero el mundo se detenía cuando estaba con su nana, como de cariño la llamaba.

 

Ella, siempre sentada en su habitación en la hermosa silla mecedora mientras la brisa del medio día jugueteaba con su cabello, mientras miraba hacia el jardín tan colorido como su alma. siempre estaba ahí, con los brazos abiertos para recibir a su pequeño de cabellos tan claros que iluminaban la más espantosa oscuridad. De su nana, Viktor recibía todas la palabras bellas y llenas de magia que le hinchaban el corazón de esperanza. Correr a su regazo, era de las mejores cosas que podía vivir, a su escasa edad.

 

—Abuela ¿por qué no vienes conmigo al jardín? —preguntaba el pequeño ingenuo que aprendía apenas a pararse en sus pies para danzar—. Siempre estás acá, nada más viendo las flores desde tu ventana.

 

—Lo importante mi niño, es que puedo verlas y saber que aunque no las puedo tocar, siguen siendo bellas. Viktor, la vida te mostrará las cosas hermosas y será tu decisión ir por ellas, o solo verlas como tu abuela. Yo tomé mi decisión hace mucho y solo se me otorgó estar acá. ¿qué harías tú?

 

—Yo iré por mis flores.

 

La dama, la hermosa princesa de pechos prominentes, lo abrazaba, lo confortaba. Sabía que él daría todo su ser por ser feliz y, sería leal a sus sentimientos, solo a eso. Ella también lo fue, pero tuvo que pagar un precio. El niño entonces se durmió escuchando el latido de su corazón y el susurro de una canción, que era solo de los dos.

 

—¿Viktor?

 

El joven pareció responder con un sobresalto, no le era grato salir de sus recuerdos, los únicos de felicidad auténtica que tenía. La realidad ahora lo estaba llevando en un lujoso auto a una universidad para que aprendiera, ya casi a sus 30 años, a cómo manejar sus finanzas y las de otros.

 

—Ana, cuánto falta.

 

—Ya estamos por llegar. Sé que esto no es nada agradable para ti, pero te mantendrá ocupado mientras encausas tu vida de nuevo. Mamá lo hizo por tu bien y aunque está muy lejos de lo que deseas aprender, nunca está demás algo nuevo en el cerebro.

 

—Ana —respondió el hombre de preciosa mirada, como la del más bello día soleado, sin una nube en el horizonte—, acepté, únicamente porque me dijeron que tú también venías a esta universidad. Es ridículo que a mi edad yo esté estudiando con muchachitos, y lo digo porque el viejo ridículo voy a ser yo.

Viktor se acomodó mejor en el auto, que era conducido por su hermana, tomando aire para no soltarse a llorar.

 

—Por favor, Viti, no vas a estudiar una carrera, es simplemente un curso, como una especialidad, así que no serás el único anciano de 30 años que estará ahí.

 

Ana sonrió y viró a verlo, complacida que su hermano también lo hiciera. Los tiempos no eran los mejores, debía reencontrarse con el genio que fue y que siempre había sido, pero que la caprichosa gravedad le había arrancado.

 

—Lo que me sorprende, es que madre nos hubiera enviado a un lugar multigénero, ni tú ni yo estamos enlazados con nadie, ¿sus planes también son que conozcamos acá a quienes les dará sus nietos?

 

—Viti, no es por eso, además ese tema ella lo dejó claro, no somos superiores a nadie, esta universidad es muy precavida con las normas, así que no tendremos problemas, sin embargo, te pregunto, trajiste tus supresores, ¿verdad?

 

—Lo hice, no debería tener problemas por al menos un mes. —Viktor suspiró, y miró por la ventana con la mirada más melancólica que podía poner—. Quisiera estar en el regazo de mi abuela.

 

Y es que Viktor Nikiforov, fue el hijo rebelde de la familia. Alienado por su nana, siempre siguió su camino y este no lo llevaba para nada detrás de un escritorio en un despacho pretencioso, su camino lo llevaba sobre unas cuchillas para que hiciera alabanzas a la música mientras su cuerpo se desplegaba como una rosa sobre el hielo. Su madre no lo aprobaba, pero tampoco lo impidió jamás. Fue tal la maravilla de su talento, que se convirtió en ícono nacional e internacional del patinaje artístico y trajo tantas glorias a su país como le fue posible.

No obstante, la caprichosa gloria, también le llevó a los excesos, que se vieron reflejados en una baja en su tenacidad y, esta a su vez, como una cadena de desgracias, lo llevó a una fractura donde su pierna quedó tan maltratada, como para que no volviera a ver la luz de los reflectores caer sobre sí.

 

Vino entonces la culpa, la ira, la tristeza. Había hecho demasiado dinero como para vivir con tranquilidad 10 vidas, pero el descontrol lo llevó a gastar gran parte de su fortuna en vergonzoso excesos y tapando escándalos. Había caído todo lo bajo que pudo, sin encontrar esa mano amable y bondadosa que le ayudara, que lo halara hacia la superficie, mientras el se ahogaba en un lago congelado, con mil puñales atravesándole el cuerpo.

 

Su madre, una mujer recia, le dio un ultimátum y le hizo firmar un documento en el que ella se haría cargo de la fortuna del patinador, o al menos de lo que quedaba de esta, para que no la siguiera despilfarrando y cayera en manos de algún ambicioso, o de algún omega reclamando su lugar con la marca del patinador en su cuello. Viktor, al inicio por supuesto se negó, apeló al niño grande que sabía lo que hacía, que podía controlar su vida como se le diera la gana, pero aquella que ayudó a darle vida, lo fulminó con una sola frase: «Tu nana, no querría verte así jamás. Ella no te enseñó a destruir las flores». Ante aquello y conmovido en lo más profundo por haber manchado su recuerdo, accedió a lo que su familia le pidió. Ana, su hermana del medio, estaría con él, no sería cuestión más de un par de meses en que se buscaba que ocurriera el milagro que lo devolviera a la realidad.

 

Por fin parecieron llegar a lo que parecía un edificio de apartamentos cualquiera, su hermana estacionó el auto y le dijo que tras ese edificio estaba el camino al campus. Él apenas si estaba en ese lugar. Con desdén bajó, tomó su bastón y lo apoyó en el piso para dar su primer paso. Ya se manejaba muy bien con su ayudante de madera, que esperaba fuese temporal mientras se recuperaba de la última cirugía, que solo le daba la ilusión del regreso a la pista congelada. Pero eso ya no sería posible.

 

Del baúl sacaron sus valijas, no eran muchas las cosas que llevaban, los departamentos que ocuparían ya tenían todo lo que necesitaban, incluso ropa. Estaban, era claro, alejados de los otros mortales pues la riqueza, se fuera del género que se fuera, siempre llevaba la delantera.

 

Luego de un rápido reconocimiento al que sería su hogar por unos meses, entraron al campus. El lugar era muy amplio, rodeado de muchos parquecitos y edificios enormes distribuidos a lo largo y ancho del terreno. Viktor no podía caminar todo lo rápido que quería, pero se esforzaba por seguirle el paso a su hermana. Ana, nunca desde aquel horrendo accidente lo trató diferente, porque entendía lo mucho que su Viti sufría. Así que ignorar su pierna fragmentada era en sí, un alivio para su hermano.

 

Llegaron por fin al que parecía ser su edificio, no tan grande como los demás, pero igual de imponente al resto. Un grupo importante de chicos venía en dirección contraria, Vitkor se aseguró de moverse para darles espacio, sin embargo, los muchachos empezaron a correr en lo que parecía un juego, lo hicieron tan rápido que le fue imposible al hombre del bastón esquivarlos como era debido y terminó tropezando de frente con uno de ellos y cayendo de forma estrepitosa en el piso. El golpe parecía haberlos dejado a los dos algo aturdidos, mientras Ana veía la escena algo alejada, pero divertida. Seguro su hermano haría una escena y no se la perdería.

 

—¡Lo siento muchísimo! ¿Estás bien?, perdóname, por favor, ellos me empujaron y no pude esquivarte…

 

El chico que se disculpaba, intentaba levantar su cosas y las de Viktor, pero parecía tan asustado que no lograba agarrar nada con se debía. Viktor, hecho una furia y mirando a su hermana gozando de la situación, logró sentarse bien en el piso y en el mismo momento en que tenía preparado un discurso de improperios para el muchacho, sintió como un dedo índice se posó en la punta de su nariz, como si pulsara un botón. El chico lo estaba tocando, pero lo que no imaginaba, era lo que ese sencillo gesto representaba para Viktor.

 

—Ten más cuidado, prometo que yo también lo tendré —dijo el muchacho sonriendo, sin dejar de tocar la nariz del hombre de hielo—. Tu pierna aún no parece estar bien, de nuevo, lo siento mucho.

 

Un escalofrío recorrió el cuerpo de aquel, que alguna vez fue el dueño de las medallas en todo certamen en el que participaba. Una corriente eléctrica le inundaba el corazón, había recibido una sacudida brutal a su humanidad, y Ana, parecía entenderlo. Se tapó con fuerza la boca y corrió hacia su hermano que no podía reaccionar. ¿Acaso era realidad ese encuentro destinado que se tenía entre alphas y omegas? ¿Acaso su hermano, ese precioso ser que había tenido que probar la hiel de la soledad y la tristeza tantas veces, había por fin encontrado ese otro ser, que no se separaría nunca de su lado y que lo complementaría por el resto de la vida que pudiera tener? Aquella reacción no podía ser solo casualidad. Ana se puso de rodillas y lo miró entusiasmada, casi con lágrimas en los ojos. La suerte que Viktor no había tenido nunca en el amor, por fin parecía manifestarse.

 

—¿Es él? ¿Es tu destino? —susurró emocionada. Viktor la miró con una sonrisa y movió su cabeza.

 

—No, no lo es.

 

—¡¿Pero que demonios dices?! ¡Casi te desmayaste en su presencia! —reclamó Ana, que no se esperaba esa respuesta para nada.

 

—Ana, no te lo puedo explicar, pero no es como lo describen, no es es así… no es la misma sensación que la de haber encontrado a mi otra mitad…

 

—¡Oh, disculpa! ¿y es que acaso cuantos destinados has tenido?, Idiota, mejor ya de una vez levántate y deja de dar espectáculos.

 

Ana estaba muy molesta, aunque no quedaba muy claro el porqué. Viktor, en cambio, se sentía transportado a esa casa, a esa habitación donde las flores rodeaban la ventana, donde la mecedora se movía con gracia, sin pausa y sin apuro. Aquel roce, ese pequeño momento en que el tacto de ese hombre lo irrumpió, su vida dio un vuelco hacia ese lugar feliz que era el refugio en su mente. Y a pesar de aquello, ese hombre no era su destinado.

 

El día, que parecía no terminar, por fin los condujo a los hermanos Nikiforov a una pequeña charla informativa sobre las reglas del lugar. Aquello no era más que las normas que debían tomar según fuera su género, ya que en aquel sitio estaba prohibido tratar diferente a cualquiera, sin importar el camino que tomó su sangre. Alphas, betas y omegas ahí eran solo personas a la que se les enseñaría, aun así, la institución no podía ignorar los muchos problemas que aquello podía significar. El amor no estaba prohibido, por supuesto que no, pero el abuso de este, de poder y de confianza sí eran castigados severamente. Los Alphas y omegas serían monitoreados con mucho cuidado y debían entregar un calendario semanal de sus ciclos, de la toma de sus medicamentos supresores y claro, de su época de celo. Viktor seguía pensando que su madre no debió enviarlos a él y a su hermana a un sitio así, sería más el tiempo que se perdería en tratar de evitar caer en garras de las feromonas, que estudiando. Luego sonrió un poco, como si él en verdad estuviera ahí porque quería hacer una carrera o estudiar. Él solo estaba ahí, para no caer más profundo en su odio y tristeza, y también un poco, porque razonar con su madre era imposible, y, a pesar de todo, ella parecía siempre tener la razón.

 

Se sentó en la parte más alta y, al echar un vistazo a los de más abajo, lo vio a él. A ese chico que parecía un poco menor, de cabello oscuro y ojos sesgados enmarcados en sus lentes. Sin poder disimularlo sonrió, porque eso le producía verlo, una sonrisa, pero aquella sonrisa que por meses estuvo oculta como su pierna bajo el yeso, se opacó, y sintió como si un dardo en el pecho empezara a lacerarlo. Aquel muchacho inclinó lo suficiente su cabeza, como para que su cuello quedara al descubierto.

 

Todo en ese momento se derrumbó en el interior de Viktor. Ese lugar feliz en su mente empezaba a destrozarse, el tacto de ese joven no sería nunca más para él, no como lo soñaba en las escasas horas de haberlo conocido. Ese muchacho, ese gentil y bello chico, tenia la marca que lo ataba a alguien más. Otro alpha se le había adelantado en la carrera por ser feliz, por darle un poco de dulce a su vida. No era ni sería su destinado, ni su nada, ya nunca.

 

Se empezó a poner pálido y a respirar agitado. Ana lo sacudió un poco para saber qué le sucedía y le insistía para ir a la enfermería. El pequeño alboroto llegó a oídos del chico que viró a ver lo que sucedía y supo de quién se trataba. Cuando pudo cruzar la mirada con la de Viktor, le sonrió, pero el hombre de ojos azulinos viró su rostro con molestia. Eso pareció lastimar al muchacho que no entendía nada de lo que pasaba.

 

—Ya, deja el escándalo, estoy bien. Solo me dolió un poco la pierna —rezongó el patinador fingiendo masajear su rodilla.

 

—Pensé que tu dolores habían quedado ya superados… Viti a partir de ahora estaremos en clases separadas, ¿seguro estarás bien?

 

—Ana, por favor —susurró el hermano tomándole una mano—, claro que estaré bien, ya no soy un niño y hasta hace un año era el orgullo de mi país, así que no debes preocuparte, no habrá ni una gota de alcohol en mi sistema, y ni un mal pensamiento cruzará por mi pelvis.

 

—¡Ay, Viktor, qué vulgar! Espero que sea cierto lo que me dices. Porque me di cuenta que ese muchacho está acá.

 

—Está marcado. —Ana no pareció entender lo que le decía—. Ya tiene un compañero.

 

Ana miró al chico, pero no podía distinguir nada ya que llevaba un suéter con el cuello muy alto. Sonrió con tristeza y pensó que esa era la historia de amor más corta del mundo. A Viktor por fin parecía gustarle alguien, se llena de esperanza y ese alguien ya tiene un compañero. Al menos en algo tenía razón su hermano, él no era su destino.

 

La charla comenzó, con la información básica del lugar. Todos los ahí presentes eran estudiantes de postgrado, haciendo alguna especialización o curso avanzado. Su estadía en el lugar variaría entre 6 meses a un año, según lo que estudiaran. Les explicaron los horarios, los ingresos y salidas de la biblioteca, que ahora solo era un enorme y silencioso salón de estudio, los libros habían quedado rezagados a los anaqueles, reemplazados por los avanzados dispositivos móviles. Por fin llegaron al inevitable tema del manejo de los géneros, que la verdad no era nada nuevo a lo que ya sabían del folleto de bienvenida.

 

—Bueno, jóvenes, ahora quién tenga preguntas, puede con toda confianza…

 

—Yo tengo una —interrumpió Viktor—. ¿Puede un alpha sentirse atraído por un omega marcado?

 

La pregunta, que parecía no tener lugar, hizo que todo voltearan a verlo. Algunos solo se echaron a reír, mientras Ana cubría su rostro avergonzada. Era claro que ahí estaban los genes Nikiforov hablando, esos que no podían admitir una derrota, jamás.

 

—Ante su pregunta, señor, le puedo decir que no es posible que un alpha sienta atracción por un omega que ya tiene un compañero, pero…

 

—¿Bajo ninguna circunstancia? —interrumpió de nuevo el impaciente hombre de cabellos claros.

 

—Si me permite continuar, iba a decirle que existe la posibilidad que sí haya atracción si este omega ha roto el vinculo o su compañero ha muerto. La marca jamás desaparece, pero la estructura genética regresa al inicio…

 

—¿Es eso posible?...

 

—¡Señor Nikiforov! —gritó el profesor de acento gracioso—, en esta institución tenemos la bonita costumbre de levantar la mano para preguntar. Además, estas preguntas le debieron quedar respondidas hace más de 10 años cuando tomaba clases de biología, en su preparatoria. Si tiene alguna pregunta acerca de la genética de los géneros, por favor haga una búsqueda en el navegador y saldrá de sus dudas.

 

Todos se echaron a reír, mientras Viktor hacía una mueca a su profesor y tomaba asiento. Era cierto, ese tema lo había visto en la escuela, pero de ahí a que le haya importado había un abismo de diferencia. Él solo patinaba y respiraba. Mientras se acomodaba en su asiento, se dio cuenta que el muchacho lo estaba viendo con una sonrisa. Viktor esta vez ya no quiso evadir su mirada, y le devolvió el gesto.

 

—¿Por qué hiciste esas preguntas estúpidas? ¿piensas matar al compañero de ese muchacho, o algo parecido?

 

—Ya, Ana, solo quería saber.

 

—Sí, claro.

 

Al terminar por fin la odiosa charla de inducción, salieron de allí todos muy felices a buscar la cena. Ana se vería con algunos conocidos, sin embargo, no dejaría a Viktor solo. Él le insistió que estaría bien, que cenaría y luego dormiría tranquilamente. Ana supo que no debía ser la niñera de su hermano, él no lo permitiría, así que accedió a dejarlo solo un rato.

 

Él no quiso irse tan rápido del auditorio, ese enorme y ahora silencioso lugar le recordaba las gradas de las pistas de hielo, lugar que era su templo. Cerró un tanto sus ojos, ya no veía solo nubes negras cuando hacía eso, poco a poco veía las flores del jardín de su casa.

 

—Hola, ¿molesto si te acompaño un rato?

 

Vitkor abrió los ojos de prisa y dio un brinco en su asiento. El chico por el que estuvo tan pensativo todo el día, estaba ahí frente a él, queriendo un poco de su compañía. Apenas moviendo la cabeza le dio a entender que no había problema alguno.

 

—Quería de nuevo disculparme por lo de esta mañana, verás, siento que te causé más malestar que el que pudiste expresar. También quiero presentarme, mi nombre es Yuuri Katsuki, mucho gusto, Viktor. Puedes decirme Yuuri.

 

—¿Sabes quién soy? —preguntó el hombre muy sorprendido.

 

—¡Pero claro que lo sé! ¡Todos en el campus lo saben!, lo que no logramos entender es porqué estás acá, en lugar de estar de jurado en los olímpicos… —Yuuri bajó un poco su cabeza, muy apenado—, perdón, qué imprudente soy, pero es para mí es un placer conocerte en persona.

 

—Para mí también es un place conocerte, Yuuri. Espero que podamos ser muy buenos amigos.

 

Extendió su mano y el chico de cabellos de noche, la tomó con fuerza. De nuevo, ese remezón en su alma, esa sensación de paz y alegría lo invadieron. Pero todo debía quedar claro. Esa era la noche en que debía ir a dormir con el corazón roto, o con la esperanza brillando en su vida.

 

—¿Tu compañero vino contigo? —La pregunta sorprendió muchísimo a Yuuri. Luego preguntó a Viktor a qué se refería y le contó que notó su marca de mordida, así sin filtro. Yuuri llevó su mano a su nuca, intentando subir más el cuello de su saco.

 

—No, yo vine solo.

 

—Ah, ya veo. Espero que pronto se encuentren de nuevo —dijo Viktor, sabiendo que la actitud de Yuuri era muy extraña. Algo había y tal vez, solo tal vez, no todo estaba perdido.

 

—No creo que eso sea posible. —Viktor lo miró, e iba a decir algo más, pero el muchacho no le permitió—. Mira, tengo unos bonos para la cena en la cafetería, ¿quieres ir a comer?, Ah, pero qué estoy diciendo, seguro tú tienes ya una elegante cena servida…

 

—Claro que iré contigo. Llévame, tengo mucha hambre la verdad.

 

Así entonces, un hombre iba tras otro, marcando un camino, un inicio. Un camino en el cuál Viktor Nikiforov se encargaría de dejar huella tras huellas en la vida de ese hermoso niño que tenía la fortuna de conocer. El destino, sería solo un espectador.

 

 

 

***

 

Con amor: Yukino

 

Fragmento al español de la canción Ta-lila Boku Wo Mitsukete de Nana Mujika

 

Muchas gracias a todos los que me leerán en esta historia. Es un gusto para mí escribirla, espero para ustedes lo sea leerla. Este no será un escrito muy largo o muy complejo, pero tendrá, claro está, mi sello personal: Drama, angustia, romance y mucho sexo. Por favor si algo de esto no les es de su agrado, les pido no sigan leyendo.

 

De nuevo, gracias. Con todo mi amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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