Después de un examen básico en el departamento de obstetricia y ginecología, Kim San no quería volver a casa, así que tomó la mano de Lee Taek para poder hablar con él unos segundos. Cuando su padre, que no le había hablado bien durante más de dos meses, tomó su mano, Lee Taek mostró una expresión de sorpresa bastante impresionante, miró a Kim San con una ligera sonrisa en su rostro, como si estuviera de buen humor y esperó a que hablara.
"¿No podemos volver a la casa en la que solíamos vivir?"
"¿Qué casa?"
"El apartamento que rentábamos. Quiero un lugar más pequeño para poder criar a mi bebé"
Ante esas palabras, las expresiones de los niños cambiaron completamente. Ambos intercambiaron miradas y después de unos instantes, asintieron con la cabeza y pidieron un taxi.
Isaac y Kim San se sentaron en el asiento trasero y Lee Taek se acomodó en el lugar que estaba junto al conductor. Ninguno de los tres tuvieron alguna clase de conversación al respecto pero igual los niños no dijeron nada sobre esto, más que nada, porque sabían que la atmósfera alrededor de Kim San había cambiado completamente ahora. Tal vez, fue porque estaba embarazado y porque no quería perder al bebé.
Kim se recostó en el asiento, con un rostro cansado, y finalmente cerró los ojos por completo. Su cabeza palpitaba y le dolía por momentos y, por si fuera poco, la parte más insoportable resultó ser el orificio que había recibido dos penes a la vez. Incluso una caminata corta provocaba que el área de su trasero se hinchara, doliera y ardiera igual a si le hubiesen metido una botella de vidrio más que una verga.
Ahora era el momento de tomar una decisión.
La esperanza que quedaba, aunque fue muy poca, había desaparecido completamente. La única opción que quedaba era enfrentar la realidad que había estado postergando. Y la verdad era que incluso comenzó a sentirse mucho más cómodo cuando decidió que ya no quería entender la situación ni pelear. ¿Por qué estaba tratando de comprender algo que era estúpido para empezar? Solo tenía que rendirse, y eso sería más que suficiente para él.
Kim San abrió los ojos y vio su mano cerrada en un puño. La gente decía que tenía manos limpias y suaves para ser un guardaespaldas. Cuando los niños volvían a casa, lo tomaban de la muñeca para atravesar la calle y decían que tenía "los dedos más bonitos del planeta entero". Hablaban sobre que eran calientitos, que querían tener sus mismas manos y que incluso les hacía tener bonitos sueños cuando los palmeaba en la cabeza por las noches. Esos eran sus niños, no estos.
De sus ojos, surgió algo caliente y húmedo, pero Kim San lo reprimió y lo soportó tanto como pudo. No quería dejarse llevar por los bebitos del pasado pero igual los ojos de Kim San comenzaron a picar con muchísima fuerza. No deseaba llorar. Estaba cansado de llorar. Estaba cansado de buscar respuestas.
Los tres llegaron al apartamento que alquilaban hace mucho tiempo y se sentaron en el parque, sin ir a ninguna parte en específico. La antigua casa estaba bajo un plan riguroso de remodelación así que no había nadie viviendo allí. Era un apartamento muy angosto y antiguo, pero era lindo porque ese fue el lugar donde tuvo a sus bebés. Estaba feliz de haberlos dado a luz. Y no había otra razón más que decir que era porque él les había dado la vida. Fueron la primera familia que hizo...
Kim San tocó el lugar donde crecía ese nuevo bebé.
Lo sentía mucho por él. Definitivamente no era el culpable de que todo estuviera tan mal.