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El Retrato de Regulus Black por xGoldenDreamsx

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El Club de Arte de Gryffindor no era algo que estuviera en la mente de James en absoluto. Es decir, ¿qué tenía de divertido estar sentado entre una y dos horas simplemente para mover tus manos? Y no lo decía desde la ignorancia, sino por experiencia, ya que en tercer año había tenido que tomar la clase de Artes Muggle por descarte, ya que los horarios de las demás clases extra-curriculares interferían con sus entrenamientos de Quidditch, y aprendió todo sobre las diversas técnicas de los pinceles. Sin embargo, no estaba increíblemente emocionado por eso, había sido una tortura. ¡Era una hazaña aprobar ese curso!

 

Por lo mismo, estaba especialmente enfurruñado por tener que limpiar las aulas de aquel club ubicado en el quinto piso, todo por culpa de un castigo de un profesor que “evidentemente estaba en su contra” por creer que era inaceptable provocar que sapos cayeran el techo en medio de la clase. Además, ¿cómo sabía que había sido él? ¡Ese profesor era un psíquico y estaba en su contra! Oh, sus días en Hogwarts estaban contados, se quedaría atrapado eternamente en sexto año con el profesor de pociones.

 

Sí, un poco dramático.

 

Sus pensamientos se detuvieron abruptamente en cuanto abrió la puerta de la sala. Como suponía, el Club estaba recién empezando, así que entró sin hacer demasiado ruido —cosa imposible, era torpe, gigante y llamaba la atención— mientras sacaba las cosas para limpiar, ya que la maestra a cargo del Club estaría vigilando que hiciera todo sin magia. ¡Eso era lo peor! ¿Quién en su sano juicio daba esos castigos a pobres e indefensos estudiantes como él que solo van a la escuela a hacer sus deberes? La educación hoy en día era terrible.

 

El Club era espacioso. Constaba con grandes ventanales que iluminaban la instancia y podían ser tapados con cortinas de seda si era necesario, que se movían inusualmente hacia los lados, como si estuvieran vivas. Las paredes eran de un color celeste pálido, decorado con pinturas que cada cierto tiempo iban cambiando de lugar, pero a diferencia de las del corredor estas no hablaban mucho. Al medio habían pupitres y herramientas de la clase, estando en el centro un pequeño escenario para el modelo de turno, en el caso de que lo necesitaran.

 

—Bien, chicos, creo que estamos todos. Es un gusto tenerlos una semana más conmigo. —La profesora a cargo del Club se llamaba Vanessa Goldenstein, de origen muggle. Era morena, con unos encantadores rulos y bastante bajita para su edad. Tenía una expresión afable y cariñosa que recordaba a esas abuelitas que siempre que podían apretaban las mejillas de James—. Oh, pero al parecer nuestro modelo llega algo tarde, ¿por qué no empiezan organizando sus cosas mientras esperamos?

 

El salón rápidamente se inunda de pequeños murmullos. James suspiró, intentando sacar una mancha de pintura que nadie sabía cómo pero llegó casi hasta el techo, pero la tenía difícil. Entonces, la puerta se abre de golpe y entra un estudiante corriendo, agitado.

 

Y el tiempo se detuvo.

 

El reflejo del sol atenta cariñosamente contra el rostro del nuevo individuo, provocando que su mirada grisácea resaltara contra los ojos de James. Eran de un azul pálido, parecidos a un día que empieza a nublarse, y sus pestañas eran tan largas y curvas que hicieron pensar al Gryffindor lo suave que sería acariciarlas. No pudo fijarse más allá, pues el momento no era eterno, y tal como ambos chocaron las miradas fugazmente se terminó.

 

—Señor Black, no debe entrar corriendo a las salas, ¿y si alguien hubiera estado junto a la puerta? Es peligroso. —Le reprendió la maestra, aunque no se veía enfadada—. Venga, estamos todos listos para pintarlo.

 

Regulus no hizo gesto alguno de disgusto, pero James sabía lo que estaba cruzando por su cabeza. Después de todo ambos eran lo más parecido a enemigos mortales según todos los chismes de la escuela, lo cual despertó rivalidades y peleas imaginarias más porque los demás los instaban que porque realmente hallan tenido conflictos. El hermano de su mejor amigo no le agradaba para nada, pues sabía lo que hacía y decía para humillar a los demás estudiantes, pero definitivamente no estaba al nivel de su odio por Severus, por ejemplo.

 

Por lo mismo, debería quitarse la imagen de él brillando contra el sol. Estaba allí simplemente para limpiar. Limpia, James, limpia, ¡esas manchas no se moverán solas!

 

—¿Qué hace Potter aquí? —Fue directo al grano.

 

—Oh, ignórelo, está en su misma situación. También fue castigado y lo mandaron a ayudarnos con nuestro desorden. —Ella sonrió imperceptiblemente—. Si me pregunta, el castigo de modelo es bastante mejor. Ahora, venga, no toleraré discusiones en mis sesiones, tenemos mucho que hacer.

 

“Así que Reggie también está castigado”, pensó, sonriendo por lo bajo, pues el castaño todo lo percibía como una competencia, y a su juicio que el perfecto y complaciente pequeño Black se haya comportado tan mal en clases como para recibir un castigo era una victoria segura.

 

No lo vio, pero sabía que el azabache estaba haciendo una pequeña mueca.

 

Entonces empezó la acción. Mientras la maestra enseñaba le daba instrucciones al único chico de Slytherin, quien fue a cambiarse dentro de un armario de ornamentación, y al salir portaba una bata color miel que hacía resaltar su piel pálida y sin imperfecciones. James tragó saliva, ¿acaso se iba a desnudar? Sabiendo ese hecho, simplemente no podía apartar la mirada, y no había excusa al respecto. Tal vez su curiosidad, o su lado conflictivo que quería tener situaciones que utilizar en contra del menor, o simplemente estaba cautivado por la imagen del contrario y lo que producía en él.

 

Regulus se sentó al medio, de espaldas a él, y dejó caer parte de su bata para revelar su cuello, hombros e incluso un poco más abajo. Su rostro estaba de lado, por lo que James podía ver perfectamente su delicado perfil y respingada nariz, notando cómo su cuello se estiraba levemente. Sus manos no estaban colgando flácidamente, sino que mantenían una posición con gracia refinada. Un cuadro renacentista se le asemejaba mucho, especialmente por los tonos cálidos del sol que besaban su espalda, cuello y cabello.

 

Oh, sin hablar de la cautivadora curva que se formaba en su cintura, tapando lo justo y necesario para dejar a la imaginación la curva que se formaba de su espalda hacia abajo. Se mordió los labios, prohibiendo que sus pensamientos evolucionaran más allá.

 

Jame solo tenía una pregunta en su cabeza.

 

¿Desde cuándo el pequeño Black se volvió tan atractivo?

 

Algunas chicas del Club estaban sonrojadas y lo mal disimulaban, escondiéndose tras de risas o pinceladas torpes y nerviosas. Después de todo, ni el mismo James podía dejar de mirarlo, así que ni se imaginaba a las chicas que sí les podía llegar a gustar alguien como él.

 

Porque, claro, a él le gustaba Lily, así que era estúpido pensar que estaba observando al hermano menor de su mejor amigo —que, por cierto, odia completamente— como un león hambriento. Era simplemente imposible. Había muchas razones por las cuales eso estaba mal: Reg era un slytherin, su enemigo; era el hermano que Sirius odiaba con toda su alma por haberlo traicionado; y estaba saliendo con Lily hace poco, finalmente.

 

Pero…

…se había puesto duro.

 

James el limpiador se había convertido en James, el imbécil caliente, y por eso estaba disimulando la montaña de sus pantalones limpiando cosas del suelo, de forma que nadie lo notara. La cabeza de Potter era un constante “¡Mierda, mierda, mierda, mierda!”. Y, claro, empeoró cuando notó que Regulus había levantado un poco el mentón, mirándolo. Él también parecía inquieto, tenía las mejillas inusualmente rojas y sus ojos inexpresivos parecían vulnerables.

 

James pensó que estaba avergonzado de que lo vieran así.

 

Se le endureció más.

 

Allí fue cuando decidió no volver a mirar a Reggie en toda la sesión que quedaba, pensando en algo gracioso como Snape con ropa de abuela cayéndose, o en cualquier cosa que lo distrajera del chico. Y lo estaba logrando, incluso el calor entre sus pantalones estaba disminuyendo, pero su trabajo con la escoba y los paños húmedos acabó con la interrupción de la maestra, quien lo miraba maternalmente. James le devolvió la sonrisa, nervioso, pero sin dejar de lado sus vibras de un gran perro hiperactivo que pasa todo el día moviendo la cola.

 

—James, no es necesario que sigas viniendo a limpiar la sala. A cambio, podemos hacer un pequeño trato. ¿Qué te parece?

 

—Uh, agradezco la oportunidad, señorita Goldenstein. —Apoyó la escoba contra la pared, estirando su espalda por lo mucho que había estado agachado—. ¿Y? ¿Cuál sería el trato?

 

—Como puede ver, señor Potter, en realidad somos muy pocos en el Club, así que corre el riesgo de cerrar este año si no logramos más adherentes. —Le explicó, algo apenada—. Si se une podríamos continuar con nuestras clases, y yo sería bastante flexible con sus horarios de Club, ya que sé que tiene bastantes entrenamientos por ser el capitán del equipo de Quidditch, ¿verdad?

 

James repasó la idea, ambas no le convenían en realidad. El castigo era limpiar diversos salones de clases mínimo tres días a la semana por un período de dos meses. En cambio, la señorita Goldenstein le estaba ofreciendo venir al Club un día a la semana hasta que encuentren adherentes, con el pequeño detalle de que tendría que volver a pintar. Y, en su sabiduría, eso era igual a quedar inundado en pintura.

 

—Bien, acepto. —Se rindió, rascándose la cabeza. Aún así, mantenía una sonrisa ladina, ya que le parecía gracioso cómo progresaba de un problema a otro—. ¿Cuándo empiezo?

 

—Hoy mismo. Venga, le enseñaré lo básico para pintar y le entregaré las pinturas. Sígame. —Lo apresuró, agitando su varita para acomodar el nuevo sitio que ocuparía el alumno, siendo el más cerca al odioso hermano menor de su amigo—. Como es principiante dejaré que esté en primera fila. Para la elección de los colores puede pedirme ayuda.

—Información recibida, profe. —Aclaró su garganta. Aunque no le costaba ser formal, a veces se le escapaban palabras por lo despreocupado que era—. Digo, profesora.

 

—Le daré la primera lección. Observe hacia adelante.

 

—Okay.

 

—¿Qué ve?

 

—Ah, a Reggie.

 

—Más, dígame más.

 

—Eh, ¿un chico slytherin con mala cara?

 

El nombrado rodó los ojos por el apodo y el insulto. La voz de Potter era fuerte y clara, así que no era extraño que era conversación la estuviera escuchando prácticamente todo el mundo, a pesar de la música tranquila que la maestra había decidido colocar en el salón para ayudar a la concentración de sus estudiantes.

 

La señorita Vanessa entrecerró los ojos.

 

—Entonces, ¿el concepto de su pintura será “Un chico slytherin con mala cara”? Creo, Potter, que puede darme algo mejor. Escuche con atención, piense. —La maestra se cruzó de brazos, pero no estaba molesta. Su aura tranquila y amable hacía del aprendizaje más ameno—. Descríbame todo lo que ve del señor Black e intente extraer algo más, algo que a simple vista no sea vea. Ese es el propósito de una pintura, ¿qué quiere demostrar? ¿qué mensaje quiere dar y a quién? —Sonrió—. Entonces, dígame de nuevo, señor Potter, ¿qué ve?

 

James sopesó sus palabras, con cuidado. Entonces observó fijamente a Regulus, examinándolo de una manera que antes no había hecho. Analizó su color de piel, el brillo que emanaba, los pequeños lunares que tenía en el cuello y la manera en que este se estiraba como el de una gacela. Además, sus pequeñas ondas parecían rebotar contra sus mejillas a cada movimiento, perfectamente peinadas. Y, dios, las pestañas de el menor tendrían que ser ilegal por lo largas y oscuras que eran.

 

Vio como el contrario se tensaba levemente, consciente de su examen.

 

—Es… su postura me gusta, parece natural y relajada, pero por sus ojos creo que demuestra desconfianza. Parece inofensivo, pero en realidad tiene muchas espinas. Su cuello… creo que es lo que más me gusta, y partes de su piel se colorean de color rojizo. Además, la luz crea un contraste magnético que hace que sus ojos brillen… y su expresión… —En aquel punto se había dejado llevar, soltando cada pensamiento que pasaba por su cabeza, ya que realmente no entendía bien qué quería la profesora que le dijera. Se rascó el mentón, pensativo—. Creo que es algo solitaria, pero bonita.

 

—Interesante. —Se sorprendió gratamente la maestra—. ¿Algo más que agregar?

 

“Es hermoso”, pensó, pero negó con la cabeza.

 

—Señor Black, ¿qué le parece la descripción que el joven Potter hizo de usted? No se mueva mucho, por favor.

 

—¿Puedo responder sinceramente? —La señorita Goldenstein asintió—. Estúpida, incoherente, irracional.

 

Eso le sacó una risa a la profesora y, cabe añadir, también a James, quien no podía tomarse al contrario en serio viéndolo semidesnudo y con el rostro sonrojado. Regulus frunció el ceño, seguramente no se quitaría la imagen de su cabeza de el molesto de James, con su cabello alborotado y desprovisto de cuidado, con sus dobladas gafas redondas y con sus anchos hombros subiendo y bajando por la sacudida de las risas. Era molesto e irritante que el mejor amigo de sus hermano lo viera en esas circunstancias, era molesto que James jodido Potter estuviera allí, porque eso lo ponía nervioso de una manera extraña.

 

Y, dios, los comentarios que había dicho de él, ¿acaso Potter no sabía mantener la boca cerrada por una vez? ¿No se daba cuenta de cómo quedaba frente a los demás? Odiaba eso de Potter, nunca cuidaba su aspecto físico y de todas formas era perfecto y querido por todos, jamás pensaba lo que decía y hacía y agradaba a todo el mundo, como si fuera el centro del mundo en Hogwarts. Era definitivamente un sol que arrasaba y quemaba con todo a su paso, horrorosamente cálido.

 

Y allí estaba, el león de Hogwarts, riéndose de el chico de las estrellas.

 

Todo porque al estúpido de Barty Crouch Jr se le había ocurrido hacerle una broma a Remus Lupin, provocando que los profesores se escandalizaran más de la cuenta. ¿Acaso eso no era favoritismo? Estaba seguro de que si los Hufflepuff hubieran hecho lo mismo no tendrían que estar posando en una clase de artes rodeado de molestos leones.

 

—Bien, señor Potter, creo que lo tiene. Empiece a transmitir el concepto de su cabeza en el lienzo.

 

Y así empezaron las desventuras de James Potter.

 

Todos los jueves a las cuatro de la tarde se reunía con el Club de Arte para seguir retratando al menor de los Black. Inicialmente no ponía ni tenía mucho talento en ello, pero con el tiempo le agarró el ritmo y las pinceladas empezaron a salir naturalmente, suaves y ágiles. Sí, había que admitir que era incómodo estar mirando tanto tiempo a una persona que hasta el momento le irritaba —sin contar el hecho de que no podía decir su nombre en la Sala Común de Gryffindor sin que se llevara una mala cara de Sirius— y con el cual había tenido un par de conflictos.

 

Además, estaban las chicas, por otra parte.

Que el mismísimo James Potter estuviera en un club tan impopular como era el de arte era una novedad, así que sus compañeras soltaban risitas cuando pasaba y más de una le había pedido salir a tomar algo a Honeydukes, lo cual había encontrado normal hasta que Lily le dijo que intentaban ligarlo. Recuerda que esa vez le preguntó si eso le molestaba o se ponía celosa, y la chica le respondió vagamente que no tenía interés en esas cosas, que su cabeza se concentraba solo en el estudio.

 

Eso lo decepcionó un poco. Sinceramente, pensaba que cuando finalmente saliera con Lily su relación sería distinta. En el fondo, pensaba que la sensación de insatisfacción en su pecho se iría, pero seguía sintiendo esa maldita soledad que inundaba a Potter al final del día, en la noche, cuando nadie lo veía.

 

En fin. Sirius no se tomó tan bien que estuviera haciendo una pintura de su hermano, pero no siguió con el tema. Simplemente le advirtió que no le hablara para evitar problemas con las serpientes y que estuviera atento, ya que en cualquier momento podrían hacerle una broma aprovechándose de que iba a ese club con Reg. A Remus, por otra parte, le pareció divertida la ironía, y fue el apaciguador del ánimo de Sirius en el lugar, diciéndole que era un simple castigo.

Bueno, la situación se había salido de las manos.

Había llegado al club demasiado temprano, ya que estaba libre y quería avanzar un poco más —en el fondo, le gustaba pintar, lo calmaba después de un día agitado—. Entonces James entró, abrió la puerta y se encontró con la sorpresa de que alguien ya estaba en el lugar. Intentó no hacer ningún ruido para molestar, hasta que se fija quién es.

 

Regulus se encuentra de pie frente a su pintura, observándola por un largo rato. Parece pensativo, con ese aura tranquilo pero dominante que lo caracteriza, y sus rulos chocaban dulcemente contra su frente, así que no ve su expresión. James siente la peligrosa sensación de que no debería estar viendo a Black en secreto, en medio de la oscuridad, y ese mismo pensamiento en sí era sospechoso, ¿por qué le preocupaba lo que el menor pensara de él?

 

Decide entrar.

 

Regulus se da la vuelta rápidamente, sobresaltado. Era la primera vez que veía esa reacción de su parte.

 

—Hola. —Dice el de gafas, acabando con el silencio.

 

—Hola. —Habló, por fin, con su semblante frío devuelta, alejándose de la pintura—. Llegas temprano, Potter.

 

—Seh, bueno, el entrenamiento de Quidditch se canceló y no sabía qué hacer. —Explica innecesariamente, sin devolver la pregunta porque sabía que no sería respondida. Se rasca el cuello, sonriendo de lado—. ¿Y? ¿Admirando mi obra de arte, Reggie?

 

—Eres el único que me dice con ese maldito apodo, Potter. Y Sirius. —El azabache se sienta en una mesa—. Es molesto.

 

James sonríe más.

 

—A mí me gusta, te hace ver adorable: Reggie, Reggie, Reggie. —Tararea.

 

—Oh, Dios. —Se palmea la frente, hastiado—. Por favor, alguien acabe con mi sufrimiento. Al parecer, Potter piensa, en su gran cabezota egocéntrica, que alguien encuentra mínimamente divertidas sus bromas.

 

James se ríe. Deja sus cosas en el escritorio libre, frente al pequeño Black, y empieza a sacar las cosas para pintar, sin abandonar la mueca burlesca de su rostro. No iba a negarlo, cuando se encontraba a solas con Regulus siempre acababan tirándose comentarios irónicos y sarcásticos, intercambio que le agradaba más que pelear con él como hacía cuando estaba con Sirius. Regulus lo divertía, en realidad, había pocas personas que le contestaran de esa manera, ya que solía agradarle a todos y la mayoría celebraba sus tonterías sin ponerle límites, a excepción de los profesores.

 

Después de todo, era conocido como el Rey de Hogwarts.

 

—Ya que andas tan espectacularmente creativo, ¿por qué no posas para mí, estrellita? Así puedo continuar con la pintura, aprovechando.

 

—¿Para que me sigas pintando de esta manera? —Frunce el ceño—. Prefiero morir.

 

—Oh, ¿en serio? Y yo que pensaba que posabas especialmente para mí…—Sonríe, coqueto—. Después de todo, siempre me miras con esos encantadores ojitos en las sesiones.

 

—No es mi culpa que el maldito James Potter se preocupe más de mirarme a mí que a su propio cuadro. —Replicó, con las orejas rojas—. Y no puedo quedarme quieto siempre.

 

—O simplemente mi atractivo es grande.

 

—Dudosamente plausible. —Los ojos de Regulus brillaban con cierta burla, pero su expresión era seria—. Eres como vómito de Hipogrifo.

 

—¡No! ¡Mi corazón acaba de ser destruido en mil pedazos! —Exclama el mayor, gratamente divertido—. Deberías ser como la señorita Goldenstein y “ver a través de mí”. Pero no mucho, porque te enamoras.

 

—¿Me ves tan irracional y desesperado? —Rueda los ojos—. ¿…Qué haces?

 

James había terminado de acomodar sus cosas y se encontraba sentado frente a él, con un bastidor delante. Estaba utilizando un lienzo limpio, así que probablemente iba a comenzar una pintura nueva. La pregunta era, ¿por qué estaba mirándolo y luego al lienzo? ¿Acaso tenía la intención de pintarlo incluso cuando no estaba posando? Regulus hizo una mueca de desagrado, sorprendido.

 

—¿No es obvio? Te dibujo. —James ríe—. Retrato lo “irracional y desesperado” de un slytherin.

 

—Eres la persona más descarada que conozco. —Le responde, pero de todas formas se queda quieto—. Agregándole lo egocéntrico, molesto, bullicioso y problemático.

 

—Gracias, gracias, ¡qué halagador!

 

Regulus no sabía por qué, pero estaba siendo retratado por el mayor de fuera del club y en una situación completamente inesperada. No tenía que sorprenderse, después de todo, estamos hablando del inesperado torbellino de ideas que era James Potter, pero tal vez sí era un “irracional y desesperado” slytherin para caer en su juego y dejarse pintar.

 

Y es que, realmente le gustaba como pintaba James. Sus retratos eran distintos a los de sus demás compañeros, lo cual no lo convertía en el mejor, pero realmente despertaban algo distinto en quien lo mirara. Todos pensarían que por ser alguien insoportable y conflictivo con Regulus no le pondría el mínimo pedazo de alma a la pintura, pero era todo lo contrario. Su cuadro transmitía tanto sentimiento que lo descolocaba. Por eso lo miraba día tras día, esperando odiarlo, pero le gustaba.

 

—No me gusta cómo pintas. —Miente.

 

—¿Hay algo en mí que te guste, Reggie? —Se ríe.

 

—Absolutamente nada.

 

—¡Entonces no hace diferencia! —Explica, pero el menor no entiende su aclaración. James nota su rostro confundido, y simplemente sonríe de lado—. A mí me gusta pintarte.

 

—¿Por qué?

 

—Me gusta tu cuello.

 

—Idiota.

 

James se ríe más fuerte mientras da trazos al lienzo, concentrado.

Regulus no sabe en qué posición colocarse, pues esta pintura era diferente a la otra, ya que se encuentra de frente. No podía ocultar su rostro, tampoco, así que mantiene la cabeza ligeramente gacha mientras miraba hacia la ventana. Se siente completamente expuesto ante los ojos del mayor.

 

Recordó que la señorita Goldenstein había dicho que cada pintura tenía un significado según quién la pintaba, pues no todos te veían de la misma forma, incluso tú mismo te visualizabas como una persona diferente, por eso era interesante ver como muchas personas retrataban una misma cosa.

 

En este caso, ¿cómo lo veía James? ¿Realmente quería descubrirlo?

 

—Espero no te hagas ilusiones, Potter. No pienso ser tu modelo personal cada vez que se te antoje.

 

—Oh, ¿por qué? ¿Piensas que acabarás desnudo? —Bromea.

 

—Repito, espero no te hagas ilusiones.

 

Entonces, algo cambia en la mirada del chico de gafas, insatisfecho. Algo le molesta, sí, el cuadro no estaba saliendo como esperaba y le produce malestar. Desde aquel ángulo no captó completamente la figura del chico, y la luz tampoco lo acompaña demasiado. Regulus se extraña, y antes de que pueda formar frase alguna tiene a James frente a él, examinando su rostro muy, muy, de cerca.

 

Se cohíbe. Ambos se miran fijamente: interés versus confusión.

 

—¿Qué sucede? Aléjate.

 

—Oh, solo estoy viendo tu rostro más de cerca para pintarte, Reggie. —Le susurra, divertido—. No me digas que te avergüenza, ¿acaso crees que te besaré?

 

Regulus responde frunciendo el ceño, pero por el tono de sus mejillas se ve adorable. Allí James nota lo diferente que son los hermanos Black. Sirius tiene un aura y atractivo feroz, incontrolable y turbulento, mientras Regulus es el mar antes de la tormenta, el viento soplando en silencio y las estrellas en medio de una noche solitaria. Su tamaño igualmente es distinto, pues el menor de los Black es notablemente más pequeño —James le sacaba, por lo menos, una cabeza— y su cuerpo más delgado, al punto de parecer delicado. Su rostro también es pálido, como el de una muñeca porcelana, y sus labios parecen suaves.

 

El león le levanta el mentón.

 

Black eleva la mano para correrlo, pero se detiene al ver el brillo en los ojos del contrario. Parece completamente hipnotizado, examinándolo con una seriedad abrumadora y peligrosa que deja al slytherin estático, expuesto. Entonces comprendió por qué a las chicas les gustaba tanto James Potter y por qué era considerado uno de los chicos más atractivos y populares de Hogwarts. Su mirada quemaba como el sol, sus dedos eran cálidos y su cabello alborotado le daba un atractivo desafiante.

 

Regulus simplemente no lo soporta más, sintiéndose pequeño a su lado.

 

—James. —Susurró. Había dicho su nombre por primera vez. El aludido se sorprendió por eso—. Creo que ya viste suficiente.

 

—Aún falta. —Dice, con voz ronca—. Ya sabes que lo que más me gusta es tu cuello.

 

Y sus dedos se deslizan, pero es detenido por el contrario. El gryffindor espera, ansioso.

 

—Te dejaré, pero solo por la pintura.

 

—Solo por la pintura. —Repite, James.

 

—Y no le puedes decir a nadie.

 

—Reggie, deja de ser tan desconfiado.

 

—Prométemelo. —Aclara—. Y deja de decirme Reggie.

 

—Lo prometo. —Le sonríe al más puro estilo de James Potter—. Reggie.

 

El menor quita su mano con desconfianza, sin saber exactamente qué hará Potter. Eso parece divertirle al contrario, quien parece empeñado en hacerlo enojar. Siente un cosquilleo leve, y luego el tacto del contrario en su mejilla bajando lentamente por su cuello hasta el límite de su camisa. Se muerde los labios, sin atreverse a mirar al mayor, mientras inclina la cabeza hacia un costado e intenta controlar la expresión de su rostro caliente. ¿Qué estaba haciendo con James Potter? Eso parecía completamente irracional y tonto.

 

Si Sirius descubriera aquello, seguramente James estaría muerto.

 

La palma del mayor se presiona contra su nuca, que se encuentra caliente, y James enreda sus dedos contra su cabello. Eso ya estaba cruzando los límites. Potter era impulsivo e idiota, así que seguramente no se daba cuenta de lo que estaba provocándole, así que era tarea de él detener esa situación antes de humillarse más de la cuenta.

 

Porque le gustaba. En el fondo, le gustaba sentir que Potter tenía ojos solo para él. Le gustaba sentir que le estaba ganando, por primera vez, en algo a su hermano. Era como meterse en su territorio, y eso le gustaba. O, bueno, creía que esos eran sus sentimientos al inicio.

 

Ahora se sentía como si James se introdujera en la piel de Regulus, invadiendo un territorio que había protegido de intrusos hace mucho.

 

Empuja su pecho.

 

—Suficiente, ya va a llegar la profesora.

 

James pareció salir de un trance. Asiente, volviendo a su postura relajada y bromista de siempre.

 

—Oh, ya veo, ¿te preocupa que te vean y se acabe tu fachada de serpiente venenosa?

 

—Dios mío, cállate. —Le replicó—. Tú fuiste el que acarició a esta “serpiente venenosa” solo para pintar un estúpido cuadro.

 

—Bueno, parecías a punto de ronronear del gusto.

 

Regulus se quedó estático.

 

—…Te doy tres segundos para desaparecer de mi vista.

 

La discusión habría sido interminable de no ser por la interrupción del primer miembro que llegaba del Club, quien pareció sorprenderse de verlos tan juntos. James enseguida se separó, fingiendo, pues sabía que si el chisme le llegaba a su mejor amigo probablemente tenga que dar explicaciones y ni él sabe qué pasó en ese momento. Simplemente se dejó llevar, queriendo apreciar cada tono de su piel y postura, queriendo descubrir más del que sin esperarlo se había convertido en su musa.

 

Suspiró. Estaba tan jodido.

Notas finales:

¿Les gustó? ¡Espero sus comentarios! De verdad me sirven.


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