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Un extraño deseo navideño

Notas del fanfic:

ONE SHOT

ÚNICO

-        Por favor joven amo, no se atreva a poner esa mala cara durante toda la noche. La señorita Elizabeth no se lo perdonaría, no en esta fecha que es de los más importantes para ella.

-        Para tu información – lo miro mal a través del espejo mientras él me termina de peinar – para ella, TODAS – hago énfasis con sarcasmo – las fiestas son importantes. El que sea Noche Buena y Navidad no cambia la situación en no perdonarme. Así que – me paro de la silla donde estaba – podría faltar hoy y reponerlo en otro momento. Es un día cualquiera al final, como los otros trescientos sesenta y cuatro días.

-        Si, tiene razón, pero esa es desde su perspectiva. Para lady Elizabeth no lo es, y lo sabe bien.

-        Sebastian – lo fulmino con la mirada - ¿del lado de quién estás? Si mal no recuerdo con quien tienes un contrato es conmigo.

-        No se trata de estar del lado de alguno – suelta un suspiro – solo me preocupa que usted entrará en un humor de perros cuando la señorita no le de vida si la llega a dejar plantada en el salón principal donde ya están todos reunidos. ¿Y quién cree que tendrá que aguantar todo el desastre? – me mira con una sonrisa forzosa de estrés – sea el adulto que dice ser y tome responsabilidad.

-        Claro, me lo dice cuya persona no sabe ser más que un adulto. Y uno muy grandecito – alzo la ceja con ironía, pero con seriedad – no sabes lo que es tener mi edad ni mucho menos el haber vivido por todo el infierno que pasé.

-        Si, es cierto. No puede culparme por nacer demonio. Yo no lo pedí, así como usted no pidió ser humano y que no conforme con eso, otros humanos le dieran las experiencias oscuras de aquel tiempo. Y tal vez no sé lo que significa tener su edad o años menos, pero lo que si sé es, que la vida que me tocara, me haría responsable como usted, quien tiene un deber con su prometida – hace una pausa viéndome con seriedad – le daré más tiempo avisando que está viendo unos documentos y así pueda bajar cuando esté listo. Si me disculpa – hace una reverencia – seguiré con mis deberes.

Sale de la habitación dejando un enorme eco de silencio que provenía de mí.

Inhalo y exhalo con pesadez buscando procesar las palabras de Sebastian que a pesar de que sonó a reprensión, no sé si fue mi imaginación, pero también percibí en su tono un inquietante desahogo.

Doy la vuelta para abrir la puerta que da hacia el balcón y salir para poder respirar un poco de aire.

-        Que frío – atraigo más el abrigo a mi cuerpo metiendo las manos dentro de ella.

Quedando al extremo del balcón, observo la vista nocturna donde la Luna llena ilumina todo el lugar.

-        ¿Sera posible que él quisiera disfrutar por un momento lo que es ser alguien de mi edad o quizás menos? Una edad donde no tenga mayor preocupación que divertirse y que sea donde cuiden de él y no al revés.

Al mirar hacia el cielo algo estrellado, noto como una luz pasó con rapidez perdiéndose de la misma forma como llegó.

-        Que gracioso sería pedir un deseo así – me rio a lo bajo de solo imaginarlo: un Sebastian de apariencia más joven – pero aun más gracioso el pensar que esas cosas pasaran en la vida real, ¿un deseo de Navidad? – vuelvo a reír – quizás

. . . . . . . . . . . . . . . . .

-        ¡Ciel! – Elizabeth me recibe con sus brazos asfixiantes al apenas tocar el suelo del recibidor – Te has tardado. Todos te hemos estado esperando. La fiesta no es ni sería la misma sin ti – si… claro…- vamos.

Con dificultad logro seguirle el paso al llevarme de la mano corriendo hasta entrar al salón donde se lleva acabo la festividad navideña que goza de una enorme decoración donde Elizabeth impregnó su firma tapizando el área. No dejó ningún rincón a salvo.

-        Iré a llenarte todo un plato de comida. Hay muchos postres también. Espérame de aquel lado – señala con entusiasmo hasta que emprende su viaje de lo mencionado.

Sin quejarme, hago lo que me dijo sentándome en un sillón alejado de la multitud. De verdad no tengo el ánimo para “socializar”.

-        Es bueno tenerlo entre los mortales – no le doy mucha importancia al mal comentario del perfecto mayordomo.

-        Sobre todo porque tú no entras en esa línea – suelto un bufido cansado.

-        Hago mi mejor papel de actuación como uno.

-        Te recuerdo que tuviste que pulirlo con el tiempo. Eras un desastre al principio. Lo tengo bien grabado – me burlo con todas las intenciones.

-        Y no se lo discuto. Debe comprenderme, era la primera vez que hacia mi debut como mayordomo y tutor de un niño en aquel tiempo.

-        Sabes, he pensando en algo muy gracioso e incluso podría ser divertido – recargo mi barbilla en la palma de mi mano con el codo descansando en el brazo del sillón – y tal vez a ti no te cause el mismo efecto.

-        ¿Eso cree? – me mira escéptico, pero intrigado - ¿y se puede saber el qué es? 

-        Ciel, Sebastian, espero no estén hablando de trabajo, ¿verdad?

-        En absoluto. El trabajo es un tema prohibido esta noche como usted bien ordenó, mi lady.

-        Me alegro. Así como también de que tú debes de estar divirtiéndote como todos nosotros. Hoy no debes de estar asistiendo a nadie, ¿no es así, Ciel? – ambos me miran esperando mi respuesta.

-        Es como dijo Elizabeth.

-        Lizzy, Ciel, llámame así.

-        Es como dijo Lizzy – corrijo ante la petición – esta noche eres invitado y no trabajador, Sebastian. Puedes unirte a los demás, disfrutar la comida como todos – esto último lo digo con cierta mofa, sé bien que no puede degustar los sabores en la comida – y sin peros – aclaro al verlo querer protestar.

-        Si son sus deseos – dice derrotado con una breve reverencia – de cualquier modo, llámeme si me necesita.

-        Si, si.

-        Con su permiso.

-        Sebastian debería divertirse más – menciona Elizabeth mientras vemos al nombrado acercarse a donde están sus demás compañeros de trabajo – siento que se le ha olvidado lo que es eso. No lo presiones tanto, Ciel – me mira con ojos comprensivos.

-        Tienes razón - le devuelvo la mirada, pero ahora yo con una fingida comprensión - le daré el día libre mañana y a todos los demás. Incluso un carruaje para que puedan visitar la ciudad.

-        ¿Incluyendo a Sebastian?

-        Incluyéndolo a él si ese es su decisión.

-        ¡Que bueno! - salta de alegría - También iremos con ellos - ese iremos me incluía - les voy a decir - me deja el enorme plato que contenía perfectamente acomodado una montaña de comida, para ir a cumplir su cometido.

-        Que caótico será - suspiro resignado.

.....................

Todos estábamos reunidos, incluyendo a Paula, Soma y Agni, estos dos últimos qué a pesar de ser un choque de su cultura lo vieron por el lado de compartir un momento con los amigos... Así lo mencionaron ellos.

-        ¡Ya es Navidad! - grita emocionada Elizabeth ante el primer toque del reloj que indica que son las doce de un nuevo día - ¡Felicidades a todos! ¡Feliz Navidad! - a forma de brindis, ella alza su copa que contiene jugo.

-        ¡Feliz Navidad! - los demás presentes repitieron lo que ella hizo, cada uno con sus respectivos vasos o copas de vino. Todos menos una persona a quien le he perdido la vista hace algo de rato.

-        Paula - me acerco a la dama de compañía de Elizabeth - ¿has visto a Sebastian?

-        Creo recordar que dijo que iría a su habitación a ver unas cosas.

-        ¿Tiene rato que no está con ustedes?

-        Tendrá como diez minutos - responde un Bard algo achispado.

-        Iré a verlo.

-        ¿Gusta que lo acompañemos? - ofrece Mey Rin.

-        Conozco el camino. Descuiden. Ustedes solo sigan en lo suyo. Es Navidad - le dedico una sonrisa para convencerlos -, diviértanse.

-        Gracias, señor - responden contentos todos los que trabajan para mi.

 

Camino en dirección a buscar al ser que al parecer se encuentra perdido hace rato, procurando ser lo suficientemente cauteloso para pasar desapercibido ante los ojos de dos de los integrantes.

 

-        Es más oscuro de lo que recuerdo... - refiriéndome al pasillo que te lleva a la habitación del mayordomo principal de esta mansión - ¿Sebastian? - lo llamo entrando por la puerta encontrando todavía más oscuridad.

 

Termino de ingresar con la corazonada de poder encontrarlo y de que tal vez solo esté jugando conmigo.

-        No es gracioso. Sal de una vez.

 

A como da la visión de mis ojos, intento hallar algo o a ese alguien ayudado de la luz que se cuela por la ventana gracias a la brillante Luna.

 

-        Sebastian... Es una... - callo al notar que en la cama hay un extraño y pequeño bulto envuelto entre las sábanas.

 

Me aproximo con precaución acercando el dedo índice para poder tocar, mover lo que hay ahí. Mas justo a escasos centímetros de hacerlo, ese "algo" salió de su escondite quedando perplejo ante lo que se ha revelado ante mi.

 

-        ¿Qué demon...

 

De la mesita que hay del lado de la cama, tomo con una mano el candelabro apagado mientras con la otra tanteo si aquí tendría alguna caja de cerillos.

 

-        ¡Ah! - doy un pequeño grito provocado por el susto al prenderse todas las velas.

 

Gracias a las llamas, me dejan ver con seguridad de que lo que había visto antes no fue producto de las a veces distorsionadas imágenes de las sombras de la oscuridad. Era real. Es real.

Tengo ante mi un... Un...

 

-        ¿S-sebas...tian? - dejo el calendabro donde lo encontré para poner toda la atención en esta incógnita - c-cómo es que tu...

-        ¿Soy un niño?

-        Un… bebé...

 

Al término de mi aclaración, suelto una enorme carcajada que no me molesté en suprimir.

 

-        Ríase todo lo que quiera. Esta imagen debe ser disfrutable para usted.

-        N-no. No es... Tu apariencia - inhalo buscando calmarme, pero escucharlo no ayuda - es... Es... Tu voz...

-        ¿Mi voz? - ante su pregunta, vuelvo a reírme de forma nada elegante - a este paso no vamos a solucionar esto...

-        Ya. Ya. Tienes razón - seco unas lágrimas que se escaparon como evidencia de mi burla - esto equivale a todas las risas de un año - digo divertido y él solo responde con los ojos en blanco - entonces, ¿cómo sucedió esto?

-        No lo sé. Recuerdo haberme quitado para cambiarme la camisa después de que un idiota cocinero ya ebrio derramara su bebida sobre mi. Así que antes de que los demás se dieran cuenta, solo dije que vendría. Pero... - en su rostro infantil dibuja una expresión de pensar - cuando ya me había cambiado y estaba por regresar, justo en la primera campanada de la media noche, mi cuerpo empezó a sentirse muy raro hasta tomar este tamaño – extiende sus brazos que tiene envuelto entre las sábanas notando que no traía ropa.

-        Pero por lo visto aun conservas tus poderes de demonio, ¿no? Prendiste las velas.

-        Mis poderes también se hicieron “pequeños” – resaltó la palabra con comillas en sus dedos siendo una imagen muy graciosa – intenté cambiar mi apariencia, pero no pude. Cuando escuché unos pasos me oculté entre las sábanas por evidentes razones. No podría explicar la situación si hubiera sido otra persona – suelta un suspiro – mucho menos pedir ayuda. Así que me alivia que haya sido usted muy a pesar de que tenga que verme en esta vergonzosa apariencia.

-        En ese caso – me acerco a él sentándome a un lado en la cama – primero debemos salir de aquí, es el primer lugar que vendrían los demás si no saben de ti. Iré a explicarles que te vine a buscar, mas te encontré sintiéndote mal, ¿bebiste? – refiriéndome al alcohol.

-        Si, un poco. Aunque las bebidas humanas solo me hacen nada – frunce el ceño – si dice eso me verán como un débil.

-        Entonces, ¿qué sugieres?

-        No sé… no logro pensar con claridad y eso es frustrante.

-        Ya veré qué se me ocurre – me levanto para caminar hacia la puerta –. Ni se te ocurra salir. Regresaré.

-        ¿A dónde más podría ir? – sin evitarlo, me rio - ¿qué? – cuestionó algo ofendido.

Y chistoso…

-        Nada, es solo que… - me quedo parado en la puerta ya abierta – también tienes el carácter de un niño.

Dicho esto, me retiro del lugar para evitar escuchar sus posibles reproches y descontento. O más bien su berrinche…

-        Ah… que gracioso.    

. . . . . . . . . . . . . . .

-        ¿Sebastian? – lo llamo con voz baja al ingresar nuevamente en su habitación; no lo encuentro con la mirada.

-        Aquí – escucho su ahora pequeña voz, mas sigo sin hallarlo.

-        ¿Dónde? – camino llegando a la altura de la cama – Si te pones ahí, evidentemente no te vería. La cama es por mucho, en este momento, más alto que tú.

-        Joven amo, no creo que sea la mejor ocasión para “regañarme”. Mientras se ausentó, estaba cosiendo esto – me deja ver a lo que se refería -, y por si alguien venía, esconderme debajo era rápido.

-        Para no tener todo tu poder, te hiciste ropa muy rápido.

-        ¿Rápido? – dice irónico - ¿acaso sabe cuánto tiempo se demoró?

-        Hmn… creo asimilar… ¿treinta minutos?

Si él hubiera estado en su modo adulto original, el que me pusiera los “ojos en blanco” sería una acción que no pasaría por alto, pero… en este modo no puedo ni enojarme.

Por supuesto no se lo diré.

-        Tan solo mire el reloj – me pidió y yo hice caso.

-        No creí que ya pasó casi dos horas…

-        ¿Ahora entiende? Realmente no pude hacer esto rápido, y peor que fue lo más que pude intentar hacer.

Se refiere a que no pudo construir un traje de mayordomo a su actual tamaño, en realidad era un camisón de varón.

-        ¿Tienes algo debajo?

Mi pregunta sin meditar, le provocó colorarse hasta las orejas; una imagen que nunca le había visto.

Y que no olvidaré…

Me arriesgo a pensar que se ve lindo con ese sonrojo. Tierno como lo que es: un bebé.

-        Por tu expresión, eso es un “no”.

-        ¿P-por qué me lo pregunta?

-        Pues…

-        ¿Sabe? – me interrumpe – Prefiero no saber, ya demasiado tengo con esto – suspira – Lo que sí quiero saber – se pone de pie, y la forma en que lo hizo no ayuda a que no sea gracioso, o a que tome la situación con seriedad – es lo que le dijo a los demás.

-        Oh, eso – camino un poco para sentarme al filo de su cama -, que te encontrabas indispuesto gracias a tu espalda; una factura que por la edad ya te ha cobrado – muevo la mano como restando importancia.

-        ¿Qué?, ¿de todas las razones que pudo decir, se le ocurrió ese justamente? Usted sí que tiene una graciosa forma de reírse de esto… - se cruza de brazos evadiendo su mirada.

Sin poder evitarlo, me empiezo a reír primero de una forma bajita que luego explotó y para él, nada le agradó. Su rostro volvió a colorearse.

-        Joven amo, esto no es gracioso… - su expresión cambió a una de decaimiento, que incluso me hizo sentir culpable.

-        Tienes razón – carraspeo para tomar de nuevo seriedad -. La verdad es más simple: te empezaste a sentir mal; fiebre. Que… - alzo los brazos entrelazando mis manos para estirarme – era mi culpa porque te he dado mucho trabajo, más, en este mes. Intentaste ocultarlo lo mejor que pudiste, pero yo me di cuenta. Te ordené descansar y yo, al ser el culpable, te vigilaría. Eso último conmovió a todos, muy después de ser reprendido por Elizabeth y Soma.

-        En pocas palabras, buscó salvarse al final después de ser el villano – se acercó dónde estaba para intentar subir a la cama.

Lo dejamos en “intentar” por no lograrlo.

Quizás lo que haré no le agrade, pero no puedo ver esta triste escena.

-        Te ayudo.

-        N-no, por fa…

No le di tiempo: lo levanto tomándolo con ambas manos por sus costillas y así dejarlo a mi lado.

-        ¿Difícil? – pregunto en referencia de que ceda.

-        Si estuviera en mi lugar, lo entendería… - dice con la cabeza baja y sus pies colgando.

-        No lo creo – coloco mis manos detrás sobre el colchón para no verme tan “adulto” como puede ser la imagen que tiene Sebastian de mí. Y no necesariamente por madurez… -. Estoy muy seguro, el cien por ciento, de que tú me tratarías peor, ¿me equivoco?

-        Si… supongo que tiene razón – acepta de mejor humor – aun así… ¿qué haré?, ¿qué pasará conmigo?, ¿es temporal o…?

-        Calma – coloco mi mano sobre su hombro – Vamos a encontrar una solución. Por la mañana no deberás preocuparte por todos, así que, relájate un poco.

-        ¿Por qué?

-        Habrás escuchado con tu oído de demonio, que dije que les daría el día y un carruaje para ir a la ciudad. Al principio, después de escuchar lo tuyo, se negaron a ir, mas los persuadí que en multitud solo empeoraríamos tu recuperación, y por la forma en que lo dije, entendieron a que decía muy claro que eran ruidosos. Ellos no pudieron negarlo. Nos quedaríamos con Tanaka. Ante cualquier cosa, lo teníamos a él. Con eso accedieron.

-        Interesante forma de persuadir. Y percibo que usted también está tomando provecho de esto.

-        No sé de qué hablas – me incorporo -. Ten, te traje esto.

-        Se lo agradezco, pero… - recibe en sus manos un chocolate envuelto – no como alimentos humanos. Pensaba que lo sabía. Que me vea como… un niño… no quiere decir que realmente lo sea.

-        Pero no te matará, ¿no?

Mira dudoso el dulce hasta que se anima. Y si apostara en mis aseveraciones, ya hubiera ganado mucho por hoy: Sebastian podía sentir el sabor.

-        ¿C-cómo es que…? E-esto no… ser posible.

-        Tenía la ligera esperanza de que esto pudiese suceder.

-        ¿De tener “gusto”? – pregunta emocionado sin dejar de comer.  

-        Sí, eso.

-        ¿Cómo pudo saberlo? – le doy otro que había guardado para mí, pero verlo comer valía el sacrifico.

-        Una corazonada. Te ayudo – tomo una servilleta de mi bolsillo para limpiar en su rostro un poco de rastro de aquel manjar que devoró.

Y dicha área ya limpia, se coloreó tenuemente.

-        N-no es necesario que haga eso. Pude hacerlo yo – agacha su cabeza para ocultarse.

-        Quería hacerlo, así que supongo que está bien, ¿no?

Vuelve a verme con una expresión confusa, y yo solo me alzo de hombros.

-        No está mal cuidar de alguien más pequeño ¿No te cuidaron así?

Antes de responder, en la profundidad de sus ojos, se percibía vacía.

-        No. No que yo recuerde.

-        Ignoro mucho de tu mundo, pero, ¿tienes padres?

-        Hmn…

Tal vez pude saber de él en algo que no sabía que podía tener curiosidad en conocer. Ese tal vez se debió a que tuvimos que callar al ponernos ambos en estado de alerta al escuchar unos pasos muy cerca y que consigo trajo un llamado bajo en tono de preocupación:

-        Señor Sebastian… - es Finny - ¿cómo sigue? ¿se encuentra bien?

Guardamos silencio. No sabría decir si era prudente hacerme notar aquí.

-        ¿Y si murió? – pregunta preocupado a quien parece ser se encuentra con él.

-        Cómo dices esas cosas, Finny – Mey Rin lo reprende – Eso no puede ser…, ¿no?

Y se supone que debería de dar el apoyo de seguridad al menor

-        ¿Y si llamamos a Bard? – propone Mey.

Estos dos no hacen una… tendré que intervenir.

Rápidamente me paro de la cama, tomo a Sebastian de la misma forma en que lo subí para dejarlo en mi brazo para así cargarlo mientras que con el libre alboroto la cama, colocando almohadas bajo las sábanas para hacer la apariencia de un bulto, mas dejo un espacio para esconderlo ahí también.

Le hago el señalamiento de que guarde silencio antes de bajar las telas.

Escucho tras la puerta como están teniendo un debate que para nada pasa desapercibido en el tono de voz.

-        Y se supone que quieren ser discretos… - salgo del cuarto cerrando la puerta tras mío – Sebastian se encuentra bien, y no, no está muerto.

Ambos respiran aliviados.

-        Prometí que me responsabilizaría de Sebastian; aquí estoy. Es mi culpa que se encuentre en ese estado, así que, descuiden. Si viera la situación complicarse, lo cual no es así, él requiere descansar en SILENCIO – esto lo entendieron -, ustedes ya sabrían, e igual el doctor estaría aquí de ser necesario.

-        Discúlpenos, joven amo – hace una reverencia Mey y a los dos segundos Finny también al comprender – no podíamos conciliar el sueño, nosotros… - titubeó.

-        Lo sé, están preocupados. Pero descuiden, les garantizo que está bien.

-        Gracias, joven amo.

-        Así que, vayan a dormir.

-        ¿Usted necesita algo? Debe de estar cansado, ¿no quiere que seamos su relevo?

-        Me encuentro bien y no es necesario el cambio. Aunque… sí podrían hacer algo por mí.

-        Claro, díganos.

-        Llévenme a la cocina. Requeriré de sus manos.

Ambos extrañados, no preguntaron y acataron mi petición.

Si Sebastian estará así el tiempo en que este extraño evento navideño lo requiera, hagamos que disfrute un poco de esa edad que tiene al igual que su ahora sentir del gusto, que sea testigo de su habilidad culinaria.

. . . . . . . . . . . . . . . . .

¿Ya es de mañana?

Abro con lentitud y pesadez los ojos al percibir una molesta luz darme justo en la cara.

Intento moverme para levantarme, pero siento que algo me detuvo.

Miro a mi lado, en mi costado para ser exactos, ahí estaba el todavía mini Sebastian durmiendo plácidamente. Y lo que me detuvo, fueron sus pequeñas manos apretando mi camisa.

Pude tal vez “enternecerme” sino fuera por el recuerdo de él en su versión adulta con su siempre mordacidad a mi persona y de que me sienta cansado y trasnochado por su extraña adrenalina infantil a causa de todo el azúcar ingerido. Claro que… yo pude influir en ello al querer ver esa interesante fase y de que tal vez esta información me pueda servir a futuro. 

Tuve que buscar muchas formas de entretenerlo con juegos. Aunque con la emoción que tenía, su molestia de que lo cargara en brazos incluso se le olvidó.

Otra información que puedo usarlo a mi favor…

-        Tengo hambre – susurro percibiendo el ruido de mi estómago.

Veo la hora en el reloj y todo cobra sentido del porqué.

Busco la forma de zafarme de Sebastian para poder ir a conseguir algo de comida para mí. Para los dos.

Con éxito, pero con cierta dificultad, logro ponerme de pie. Observo al niño que continua profundamente dormido y es hasta ahora que me planteo la preocupación de si realmente él se quedará así. Si así fuese… ¿qué tendré que decir con respecto a la inesperada ausencia del adulto quedando en su lugar a un infante?

Qué problema…

Mas tendrá que esperar, mi estómago demanda su atención.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Después agradeceré mejor a Agni por la comida, Tanaka me contó que se preocupó, antes de irse, dejar preparada comida para los que nos quedamos.

Huele bien.

Llevo una bandeja al cuarto de Sebastian, que aunque es algo pesada para mí, tuve que rechazar la ayuda de Tanaka, insistí que mantendría mi palabra de hacerme responsable de la situación del mayordomo principal.

Con eso no pudo refutar lo opuesto.

Estoy segura que me demoré lo suficiente como para que él ya decidiera levantarse. O… ¿qué tanto puede dormir un bebé?

-        Sebastian, traje comi…

-        Ah, joven amo. Ahí está.

Quedo estático en la entrada de la habitación: Sebastian había recuperado su aspecto humano adulto original. ¿El problema o la razón de mi estado? Al parecer su crecimiento repentino provocó que la ropa que llevaba en su versión pequeña, se rompiera, por ende, - y por suerte – mis ojos veían SOLO su dorso desnudo. El resto se encontraba tapado por la sábana.

-        ¡Ten un poco de pudor! – termino de entrar, pero sin mirarlo para dejar la bandeja en un mueble cercano.

-        ¿A qué se refiere? Oh, vaya. Mil disculpas.

-        Sí, sí. Apúrate – para centrar mi atención, y bochorno porque no estoy acostumbrado a ver a otro hombre o ser humano desnudo, le doy la espalda mientras aprovecho a comer un poco.

-        Ya puede mirar.

Medio volteo para asegurar el perímetro encontrando con certeza a sus palabras, que él ya estaba totalmente vestido con su traje habitual.

Suspiro de alivio.

-        Entonces, ¿cómo es que regresaste? – le pregunto mientras camino hacia la cama, cargando la bandeja, con toda intención de seguir comiendo.

Solo que él me lo quitó para ayudarme.

-        Honestamente… no lo sé. Desperté y ya era normal. Aunque creo que demoré en captar por lo que me encontró así; mi mente estaba recordando todo en ese lapso.

-        ¿Incluso las sensaciones como el sentir de la comida? – le extiendo un plato con postre que Agni dejó.

-        No es correcto comer delante de usted.

-        Ay, por favor – meto comida en mi boca, perdiendo así los modales: el hambre es un monstruo -, si dices recordar, sabrás que eso ya no aplica. No después de lo de hoy. Calla, siéntate y prueba.

Dubitativo, y claro sin parecerle la idea, aceptó a regañadientes. Observo cada acción y expresión para esperar su respuesta siendo:

-        Sí… he vuelto a ser yo.

Decepcionado soporto la verdad.

-        Me caías mejor antes.

-        No sé cómo tomarme eso – se mofa sonriendo astutamente.

-        Como el que había encontrado a un cómplice de los dulces. Y lo he perdido.

-        Usted siempre viendo por sus beneficios. Nunca desatina.

-        ¿De quién lo aprendí?

-        Eso sí me halaga; le enseñé bien.

-        Regresando a lo anterior. Dime, ¿cómo te sentiste con esta experiencia al parecer sin razón o explicación?

-        Bueno…

-        Sin mentir – le señalo y el suspira.

-        Supongo que fue… divertido.

-        ¿Así? – alzo una ceja con ironía – Es… raro. Viniendo de ti, claro.

-        ¿Por qué? – ahora él alza una ceja ante mi comentario.

-        No has mostrado ser una persona que se… divierta.

-        En ese caso, podríamos asegurar que la forma en que yo me divierto, es… muy diferente al de usted.

-        Dime un ejemplo.

-        Tal vez no le guste lo que diré, pero, me divierto jugando con ustedes los humanos. Mi favorito, cuando caen justo donde yo quiero: la perdición. Otro es devorando sus almas. Ah, y otro…

-        Ya… ya entendí – alzo la mano para hacer que se detenga.

Nadie en su sano juicio disfruta de escuchar esas cosas mientras está comiendo… y su sonrisa me rectificaba que estaba divirtiéndose conmigo.

-        Entonces pudiste experimentar otro tipo de diversión. Más… sano. Más… humano.

-        Sí, puedo darle razón en ello.

-        ¿No te gustaría volver?

-        Con esa vez fue más que suficiente – coloca una expresión de angustia -. No fue correcto haber sido cuidado por mi amo. De hecho, me siento algo avergonzado.

-        Fue gracioso, no mentiré – frunció el ceño al expresar esto – Verte, hasta cierto punto, vulnerable, lo fue. Además, ahora sentiste como es que yo me siento cuando me cargas.

-        Pero en usted, no se le ve mal – ahora yo frunzo el ceño.

-        ¿En un hombre? Por supuesto que se ve mal.

-        Pero por ahora usted es un…

-        Te mataré si lo dices – lo amenazo con un cuchillo.

-        Entiendo – dice alzando las manos, pero con un gesto de más que esto le divierte.

Este bastardo a veces me trata como su juguete, como su centro de diversión.

Puede que para él, como demonio, por supuesto lo sea.

-        Bueno – se levanta – es momento de trabajar.

-        No es necesario. A todos, sin excepción, le di el día, ¿recuerdas? Además, el resto, menos Tanaka, no está. Por lo que la mansión está en paz e incluso limpia. Ya sabes cómo es Agni.

-        El señor Agni es un gran mayordomo.

-        Sí, realmente lo es.

-        Entonces, ¿qué le parece que les prepare algo como agradecimiento? Entre ellos un postre.

-        Esa es una buena idea. Y ya que andas en ello, el té de la tarde lo estaré esperando.

-        Así será – hace una ligera reverencia - ¿le parece que antes le escolte a su habitación? Sé que debe de tener sueño. Lo noto en sus ojos. Puede descansar mientras llega la hora del té.

-        Propuesta aceptada.

Me levanto y lo sigo para salir de su habitación e ir a la mía.

Mientras caminamos lo observo de re ojo, notando una ligera sonrisa de su parte que incluso me atrevería a decir que lo hace ver más joven.

¿Qué habrá sido esa situación?

Si existen los demonios… ¿también los milagros?

Milagros… aquella estrella de anoche…

¿Podría ser?

Quien sabe…

Lo dejaré como un extraño milagro navideño: la noche que el demonio se humanizó.

Notas finales:

¡FELIZ AÑO 2025!


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