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Single Lady por YukaKyo

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Single Lady

 

Debes de saber que,  Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero, Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン),  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría. Y este fic por el momento es Exclusivo para Amor Yaoi

Con la pareja Roy x Ed.  Oh! Y por si no se habían dado cuenta en el sumary, habrá, male pregnancy, ósea chico embarazado, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles de los lectores que me sigan. Así que mucho menos espero retribución alguna de la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)

Y como ultimo, que este fic esta basado en la grandiosa historia La Nueva Alianza de la fantástica Midhiel, y es su humilde adaptación.

 

Una mención especial para:

 

KAREN KAWAII MUSTANG ¡Feliz Cumpleaños!

 

(Aunque no me has dicho cuando será, solo que es en este mes)

 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

11.- Estrella Blanca

 

Edward cerró los ojos, apartando con ello su vista de las enormes ventanas de su habitación. A diferencia del día anterior, los jardines estaban bellamente iluminados con antorchas y aun podía verse a una que otra pareja o grupo de personas paseando por los elegantes senderos. Incluso había visto pasar a Ling conversando al parecer animadamente, con su maestra.

 

Edward suspiró, no había sido nada amable el haberse disculpado tan pronto como acabo la comida, para correr a esconderse a su habitación, pero había necesitado de los momentos de soledad y privacidad dentro de las solitarias cuatro paredes para pensar fríamente en lo que haría.

 

Y ciertamente, no había podido hacerlo.

 

Lo único en lo que había pensado, pues no podía sacarse de la mente, la escena donde Roy abrazaba a Riza apretándola contra él, mientras besaba con ternura el flequillo crespo dorado en su frente. Edward se dejó ir hacia delante, hasta que el frío cristal de la ventana quedó contra su frente enfriándola.

 

Si alguien se lo hubiese platicado o insinuado siquiera, dudaba mucho que le doliera de la misma manera en que lo hacia, por haberlos visto él mismo juntos. Había sido toda una ironía del destino, encontrarlos. Pero aquellas cosas pasaban siempre, aún y cuando no deseabas que sucedieran.

 

Gimió lastimosamente y se abrazó a si mismo, escondiendo su cara entre sus brazos entrelazados, como si aquello le protegiera. ¿Qué era lo que seguía ahora? Esperar a que Roy le dijera que su matrimonio estaba por acabarse o echárselo él mismo en cara para que todo terminara pronto y no le doliera mas de lo que fuera necesario. O, hacer un último intento por salvar su matrimonio, aunque el deseo fuese unilateral.

 

¿Qué era lo que debía hacer?

 

Tras su espalda, Roy le observaba. O él príncipe estaba demasiado absorto en sus pensamientos o no había hecho demasiado ruido al entrar. El pelinegro desechó la primera idea, después de todo, las botas militares nuevas que usaba, chasqueaban mucho, pues la piel recién curtida aun estaba falta de uso.

 

Edward dio un respingo, mas inmediatamente reconoció las manos del rey sobre sus hombros que gentilmente le colocaban su propia gabardina oscura y que llevase puesta hasta solo unos cuantos instantes atrás. Edward tragó saliva, tal vez y por haberse abrazado a si mismo el rey creía que tenia frío o algo por el estilo.

 

- La habitación esta fría - siseó Roy contemplando el perfil del rubio resplandecido por la luna tras su espalda - Deberías de haber pedido que encendieran la chimenea -

 

Edward lo miró alejarse, caminando los pasos que le faltaban para llegar al fogón. Lo vio descender hasta quedar en cuclillas dándole la espalda, para luego tan solo oír un chasquido que prendió los leños y  tiñó de color bermejo la habitación sobre la tenue iluminación de los candelabros. El rubio frunció las cejas mirando como el rey se levantaba y se quedaba contemplando las llamas dándole la espalda

 

¿Por qué ese atrevimiento tan amable con su persona? 

 

¿Realmente lo hacía de buena voluntad o sufría de remordimientos?

 

¿Cuál era la pregunta exacta? Y sobre todo ¿Cómo quería que Roy le respondiera?

 

- Y ¿tuviste un día divertido Edward? - el rubio movió la cabeza un poco cuando el rey se dio la vuelta y le sonrío levemente con malicia. Desvío su mirada dorada y se lo pensó bien antes de contestar. 

 

- Supongo que sí - musitó fuerte Ed sonriendo de lado casi de la misma manera en que lo hacia Roy - Su majestad en cambio, paso una muy fantástica tarde ¿No es así? -

 

- ¿A que te refieres? - preguntó Roy frunciendo las cejas, no le gustaba para nada el tono ácido que había usado Edward y mucho menos le había gustado que cruzara sus brazos al pecho en una muy clara muestra de defensa.

 

- A nada en especial - dijo despreocupado el rubio agitando una mano quitándole importancia a aquello - Solo que debió de haberlo sido si ello incluso le hizo saltarse la comida -

 

Edward no apuntó nada mas, tan solo volvió a darle la espalda, colocando una de sus manos sobre el frío vidrio de la ventana. Roy lo observó sin comprender por unos cuantos segundos y abrió la boca sin soltar sonido alguno cuando lo comprendió.

 

Era mas que obvio que lo había visto al lado de ella. Tenso la mandíbula, sintiendo que la rabia lo embargaba.

 

- ¿Estuviste espiándome? - le gritó Roy eliminando la distancia que los separaba y sujetándolo rudamente de los brazos. La gabardina que hasta momentos antes le había cubierto los hombros al rubio se deslizó sin poder detenerse hasta quedar desordenada en el suelo.

 

Edward lo miró calmado, aunque sus ojos denotaban un dejo de incomodidad. Un poco de ella por el daño físico que le hacia el rey, como por el dolor sentimental que le causaba el que ni siquiera le importara que Ed lo supiera. Era más que obvio que le daba igual si lo había visto o no con Riza, no lo ocultaba, pero si que le ofendía que el rubio hubiese estado curioseando en lo que hacia como para darse cuenta de ello.

 

Sacando fuerzas de su flaqueza, Edward se zafó de las manos de Roy y lo alejó lo suficiente de él con sus manos. Gruñó molesto y soltó una que otra maldición dirigida sin duda alguna hacia el rey mientras se acomodaba los mechones de su cabello.

 

- Nunca - le siseó al rey observándolo fijamente con rencor en sus ojos dorados - Óyelo bien, nunca te he espiado y mucho menos me ha interesado saber nada de la mujer que te espera -

 

El rey por el empujón recibido, había trastabillado dos pasos, pero ello no le había borrado el enojo palpable en su rostro.

 

- Solo que esto no hubiese sucedido, si hubiese recordado que esa tarde tenia apuntada en su agenda del día, una comida junto a la corte y a la comitiva de los aliados - terminó el príncipe volviendo a cruzarse de brazos, renuente a mirarlo siquiera.

 

Roy lo miró y sonrío sin saber el exactamente él ¿por qué? Pues aquella sonrisa había adornado sus labios cuando los obstinados ojos dorados que no querían verle, hicieron perfecto juego con los labios caídos del príncipe en un claro gesto de molestia. Había sentido hasta cierta satisfacción en el reproche del príncipe.

 

¿Reproche?

 

Sí no tenía ninguna duda, Edward había dicho todo aquello en un claro tono de reproche.

 

- Tal vez frente a mi no te interese, pero seguramente a mis espaldas, con los criados u otras personas ya has indagado algo. De la misma manera como te quejas por la forma en que te traiciono siéndole fiel a ella. -

 

- Yo jamás... - trató de defenderse a si mismo el rubio, pero el pelinegro ignorándole una vez mas lo interrumpió.

 

Roy lo miró de mala gana y se acercó hasta quedar a su lado.

 

- Pero quiero recordarte que tú también traicionaste a alguien, al príncipe Ling para ser exactos - siseó Roy mirándolo a los ojos dorados - Lo traicionaste y no entiendo como demonios pudiste casarte conmigo si lo amabas a él.

 

Por un momento el príncipe se le había quedado viendo sin comprenderlo. Pero inmediatamente todo su semblante cambio y sus dientes crujieron de rabia apenas contenida.

 

- Escúchame bien maldito rey arrogante - gritó Ed antes de sujetarlo del cuello de la camisa acercándolo a él, al menos con ambas manos sujetas a la ropa no podía asentarle un buen puñetazo, justo como deseaba hacerlo - Si hubiese estado enamorado de Ling en el momento que se fijó mi compromiso contigo, te juro por dios que hubiese hecho hasta lo imposible por no casarme contigo -

 

Y esta seguro que lo hubiese hecho. A diferencia de Roy, el hubiese peleado contra todo, incluso hasta contra los mismos miembros de la Alianza para jamás casarse con Mustang.

 

- ¿No estabas enamorado de él? - Le preguntó y asiéndole de las manos bramó - ¡Pero  ahora lo estas! ¿Estas enamorado de Ling, Edward? - Roy apretó sus manos con los dedos exigiéndole una respuesta adecuada y rápida. 

 

- ¡No lo amo! - Dijo el rubio al mismo tiempo que se deshacía del agarre de Roy y lo soltaba también - Entiéndelo de una maldita vez -

 

El rey quedó tres pasos atrás, justo donde lo había dejado el nuevo empujón dado por el rubio. Esos mismos pasos los había avanzado, volviendo a quedar tan cerca del rubio que solo le era necesario levantar un poco la mano para tocarle. Pero lo único que lo tocaba era su mirada azul oscuro penetrante y hosca.

 

- ¿Entonces porque lo tratas con tanto cariño? - le cuestionó una vez mas, casi berreando cuando los ojos dorados del rubio se mostraron dolidos y desvío su mirada evitando el encuentro entre ambos.

 

- Porque es mucho mas que un amigo para mi - aceptó el rubio y una triste sonrisa se dibujo en sus labios - Pero no lo quiero de esa manera -

 

Roy paso saliva y humedeció los labios resecos. No creía que fuese el momento para algo como aquello, pero ahora una ultima pregunta casi, le quemaba la lengua.

 

- Quieres decir que ¿Aceptaste casarte conmigo por que me quieres? -

 

Edward parpadeo y volvió su vista al rey. ¿Por qué se lo preguntaba así y ahora? ¿Qué una vez no le había insinuado Roy que se había dado cuenta de sus sentimientos hacia él? Solo faltaba que ahora se estuviese burlando de él. Pero si el rey quería una respuesta sincera, de la daría. De inmediato. Curvo las cejas molesto y tensó la mandíbula.

 

- A ti no te quiero - soltó Ed en un fuerte grito que le hizo cerrar fuertemente los ojos y apretar los puños.

 

Mas después de varios segundos los abrió, dejándolos como platos y observando a Roy, levantó una de sus manos que casi llevó a su boca para cubrir sus labios. Mas el gemido de sorpresa que había intentado escapar de sus labios no salió, quedo atorado en su garganta mientras observaba las pupilas de zafiro, que igualmente le observaban sorprendido.

 

No pudiendo entenderlo todo bien, se dio vuelta dándole la espalda al rey.

 

¿Había dicho aquello en realidad? ¿Lo había gritado a todo pulmón? Por la cara que tenía Roy no podía dudarlo. No había querido decir en verdad aquello, su respuesta iba a ser totalmente diferente, pero al final cegado por el dolor que sentía, lo había dejado fluir como palabras hirientes que, como veía hasta el momento no causarían más que la burla del rey y dolor en él al reconocerlas como erradas.

 

Roy miró incomodo como el rubio le dio la espalda mientras se sentía descompuesto también por la ultima respuesta y se maldijo interiormente por lo que sentía. Negó una y otra vez con la cabeza, antes de llevar sus manos a los bolsillos y guardarlas ahí. Debería de sentirse enormemente aliviado con al respuesta de Edward, pero ciertamente, la misma le había dejado dolido.

 

Edward no lo quería, ni le amaba.

 

Era de esperarse pero por un momento había creído que el príncipe respondería lo contrario.

 

Pues cuando Edward había llegado al castillo, lo había hecho de forma soñadora e increíblemente ansioso y entusiasmado con su matrimonio. Había llegado a creer que el príncipe rubio albergaba algún tipo de sentimiento romántico hacia su persona y que el mismo tal vez se hubiese convertido en amor. Pero no había sido así, aun y cuando lo había creído posible.  El mismo príncipe Edward acababa de demostrárselo.

 

Roy sacó una de sus manos del bolsillo y lo llevó hasta su rostro, dejándola parte sobre su frente y parte mas cruzando por el tabique nasal y su mejilla. Cerró los ojos dejando pasar la impresión de todo aquello. Después de todo, no podía afectarle el que el rubio no le quisiera.

 

¡Exacto! No podía dejarse influenciar por ello.

 

- Sabes...  - musitó bajito Edward. Roy abrió sus ojos entre su palma y observo la pequeña espalda del príncipe. Por un momento creyó que este se giraría para verle, pero continúo dándole la espalda.

 

Más de improviso giró medio cuerpo y le miró de lado con sus penetrantes ojos dorados.

 

- Estamos perdiendo el tiempo en una discusión ridícula que no nos lleva a nada - murmuró el rubio lo suficientemente alto para que el pelinegro lo oyese. El gesto neutro en su voz y en su cara, no pudo decirle a Roy como se sentía con exactitud con todo aquello.

 

Pero era mas que obvio que no le importaba.

 

Un absceso de bilis le llenó la boca y el amargo trago apenas y fue soportado por su garganta. La indiferencia de Edward le calaba con más fuerza que cualquier desplante o reproche que este le hiciera y si le agregaba la resiente confesión que le había hecho. En nada, absolutamente nada mejoraba la situación.

 

- Por primera vez concuerdo contigo - soltó con desprecio el rey dando por terminado su encuentro. 

 

Sin decir palabra más alguna se dio la vuelta y comenzó a avanzar hacia la salida de la habitación. Después de todo no tenia nada más que hacer ahí y además, estar en un lugar como aquel y al lado de Edward, en esos momentos, no seria conveniente, para ninguno de los dos.

 

La pesada puerta ocre se había cerrado silenciosamente al dejarlo pasar y ahora ocultaba su avance por los pasillos. Edward casi podía verlo contra sus parpados alejarse difuminando su silueta con cada paso que se apartaba de él. Abrió los ojos y solo pudo ver su reflejo en los cristales de las ventanas. Su rostro que empezaba a humedecerse por las calladas lágrimas que bajaban por sus mejillas ahora sonrosadas.

 

Se dejó caer de rodillas al suelo y terminó sentado contra sus piernas, una de sus manos sintió la tela áspera de la gabardina y le sujetó entre sus manos llevándola a su pecho abrazándose ahora a la prenda. La tela estaba impregnada con la colonia del rey y aquello le hizo apretarse más contra la prenda.  

 

- A ti no te quiero rey idiota - susurró el rubio girando el rostro lloroso mirando hacia la puerta - Te amo ¿Te es tan difícil de comprenderlo? -

 

Edward guardo silencio para luego llevarse ambas manos al rostro.

 

Todo aquello no tenia caso decirlo, si quien debía de escucharlo no estaba presente en la misma habitación que él.

 

Y supo entonces que, lo amaba muchísimo mas de lo que algún día podría odiarle.

 

† "•" †

 

Roy miró con poco interés los jardines reales, alejados del él tan solo por la delgada hoja de vidrio que tenia la ventana de su oficina. La mañana estaba solo un poco avanzada, pero no por ello los jardines estaban abandonados. Algunos cuantos grupos o parejas los recorrían o bien se sentaban sobre el verde pasto, para contar alguna anécdota o bien únicamente para pasar el rato.

 

Él también podía estar ahí, pero dudaba mucho el contenerse para evitar alguna pelea frente a todos cuando estuviese al lado de Edward. Y temía no poder lograrlo si el joven rubio empezaba a ignorarle en frente de todos. A penas y había soportado el desayuno, Edward aunque estaba a un lado suyo, en ningún momento había reparado en su presencia. Se había concentrado en solo desayunar, atender a uno que otro aliado y por su puesto charlar y reír estúpidamente con el futuro regente de Xing.

 

Aún no comprendía como es que había aguantado todo el desayuno sin terminar quemando a alguien, quien fuera.

 

Tenia que aceptar algo, había sobrellevado todo el desayuno tan solo por una simple razón. La mano de Edward se había enlazado la suya en algún momento, cuando un comentario sobre una posible pelea que los mantenía visiblemente alejados el uno del otro había salido de forma esporádico en las conversaciones de sobremesa. El príncipe tan solo había sonreído y su mano a tientas había avanzado por la mesa hasta terminar tomándolo de la mano, sosteniéndola entre la suya hasta que casi habían terminado sus alimentos y si el rey le había permitido soltarle, tan solo había sido porque Izumi le pidió básicamente prestado al pequeño rubio.

 

La suavidad y calidez de la mano del rubio, podía decir que casi lo había conmovido, tanto o más como horas antes cuando ya casi amaneciendo, había entrado a la habitación en la que se suponía compartirían, tan solo para cambiarse de ropa y lo había encontrado justo en el mismo lugar donde lo había dejado la noche anterior después de su ultima pelea.

 

Edward abrazando su gabardina se había quedado dormido contra la fría ventana.

 

Lo había levantado en sus brazos para después con suavidad depositarlo en la cama. Poco después lo había arropado con las tibias mantas de la cama y no pudo evitar notar los hinchados parpados del rubio. Pasando el pulgar por la mejilla pudo comprobar entonces que aun continuaba húmeda y que probablemente minutos antes había dejado de llorar al quedarse dormido.

 

Sabía que había fruncido el cejo compungido con la sola idea de aquello. De Edward tan solo conocía a la perfección su semblante furioso o la contraparte triste y melancólica. Desde que conocía a ese rubio, no había podido hacerlo más que rabiar o llorar. Terminó tomando el rostro del príncipe entre sus manos, delineando las suaves mejillas con sus pulgares y deseando interior mente que los parpados se abrieran y revelaran ante él sus inconfundibles cuencas de oro. Solo una vez le había sonreído en agradecimiento, sin poder borrar el dejo de tristeza en sus ojos dorados y bien podía decir que anhelaba verlo sonreír al menos una vez con verdadera alegría ante su presencia y por su motivo.

 

Sus manos habían bajado hasta media mejilla, permitiéndole a sus pulgares acariciar con suavidad los tersos labios del rubio. Y terminó agazapándose hasta capturarlos entre los suyos en un beso manso, en cierta medida tierno y considerado. Y así como aquel beso había llegado, lo terminó rápidamente alejándose del rubio y levantándose de la cama quedando de pie a un lado de esta.

 

Lo había besado de forma inconciente y ciertamente no entendía del todo porque lo había hecho.

 

Repasarlo y pensárselo mejor en esos momentos no le ayudaba de mucho. Ni mucho menos le hacia sentirse mejor. Roy se cruzó una vez mas de brazos, pero en lugar de solo quedarse contemplando por la ventana, recargó todo su peso en uno de sus hombros contra la pared cercana a esta. Al menos de aquella forma podía quedar oculto de todos y a la vez le era posible observarles sin que lo supieran.

 

Su encuentro con Riza había sido hasta cierto punto breve y frío. Su rechazo era latente y casi podía decir que había sentido casi lo mismo por la rubia. El tenerla abrazada entre sus brazos no le había hecho hervir la sangre como en un pasado lo había logrado. Y aún y cuando Riza le había permitido acércasele hasta dejarle depositar un beso sobre la frente, él no había podido mas que pensar en que la piel y la tibieza de Edward le eran mas reconfortantes que la cercanía de Riza.

 

Roy suspiró echando la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos. No podía creer que hubiese pensado en aquello estando al lado de su adorada rubia. Durante tanto tiempo separados y no había hecho mas que pensar en otro. Con un descaro inusitado y ciertamente hastiado de la cercanía de la rubia, se había disculpado y había abandonado el corredor donde la había encontrado.

 

Al verla de casualidad ahí, había pensado que se trataba de una obra divina. Podrían hablar de su futuro y desechar cualquier malentendido que hubiese. Hasta el momento él seguía firme en dejar a su consorte y tomarla a ella como su legítima reina. Pero en la intimidad de su cercanía, no había hecho nada más que desear alejarse lo mas que pudiera de ella y había huido como un cobarde dejándola desconcertada.

 

El pelinegro bufó y dejó de cruzar sus brazos para guardarse las manos en los bolsillos de su pantalón militar. También estaba el fiasco de reunión que había tenido con la presienta de Dublith la mañana anterior. Por un momento había creído que se limitarían a conversar sobre asuntos políticos, pero ciertamente era que la mujer no tenía ninguna intención de seguir el protocolo de aquella visita.

 

Roy le había pedido de forma amable que se sentara señalando con la palma hacia arriba la silla frente a su escritorio. Izumi tan había colocado ambas manos sobre el respaldo de la silla.

 

Roy le miró mas no le dio importancia, tampoco le rogaria para que se sentara. Con un movimiento de su cabeza, le hizo saber a una de las asistentas sus órdenes. Ataviada en el uniforme secretarial de la milicia y entre las manos de la misma, casi una veintena de hojas le eran entregadas a la oriunda de Dublith.

 

- Si me permite déjeme mostrarle los siguientes edictos que creo serán provechosos para...- Izumi negó con la cabeza y Roy detuvo sus palabras, la asistenta solo pudo pasar su vista del rey a la mujer y viceversa sin saber que hacer.

 

- No vine aquí por eso - siseó la mujer mirando penetrantemente al rey frente a ella.

 

- ¿Disculpen? - preguntó la muchacha cuando notó como tanto el rey como la presidenta fruncían el cejo casi con sincronía y no podía esperarse nada bueno de aquello.

 

- Yo no pienso hacerme de la vista gorda Mustang -  atacó Izumi.

 

- No entiendo a que se refiere Lady Curtis - Siseó Roy comenzando a tensarse. Casi podía predecir hacia donde iba el comentario.

 

- No voy a tragarme el cuento del matrimonio feliz o aparentar que también les creo como todos - 

 

La joven solo pudo mirar a su rey nerviosa y casi agradeció enormemente cuando este con un gesto de su mano le pidió retirarse. Haciendo la reverencia de rigor hacia ambos dirigentes, dejo los papeles en el escritorio y se dirigió de inmediato hacia la puerta marchándose.

 

Y solo hasta que la puerta se hubo cerrado la mujer de rastas continúo.

 

- Edward no es feliz contigo Mustang -

 

El pelinegro se echó contra el respaldo de la silla mientras resoplaba. Ya eran dos los infelices de todo aquello. No solo Edward era el único afectado y por lo visto la mujer que no había dado señales de interferir con sus vidas, ahora retomaba los ánimos para hacerlo. Le empezaría a pedir explicaciones y daría comienzo a un interminable sinnúmero de acusaciones en su contra.

 

Tal vez le dejaría defenderse. Roy miró una vez más el rostro de Izumi.

 

No, no lo dejaría. Soltó un bufido cansado, bien le dejaría hablar y solo interferiría cuando fuese necesario.

 

- Has de pensar que tan solo estoy exagerando, pero  a simple vista puede verse lo infeliz que es el chico - Izumi caminó alrededor de la silla y terminó sentándose en la misma - Ha perdido su brillo, esta pálido y ojeroso y es por demás decir que ni siquiera se alimenta como es debido ¡Esta demasiado flaco! - 

 

Roy desvío su mirada de la mujer, no podía objetar algo como aquello, pues él mismo se había dado cuenta de aquello y aún y cuando había hecho todo lo que estaba en sus manos para mejorar el aspecto de Edward y por lo visto no había mejorado mucho. El pelinegro pestaño turbado, al contrario parecía estar empeorando todo aquello.

 

- Casi podría decir que en lugar de tenerlo viviendo en este... - La voz de Izumi lo volvió a tomar de sorpresa y cuando viró sus ojos a ella la vio haciendo un ademán que envolvía todo a su alrededor - Fastuoso castillo, le habían tenido confinado en una asquerosa mazmorra -

 

Curtis notó como las pupilas azul oscuro del rey brillaban en ira, mas no negó aunque tampoco acepto la acusación directa que esta le hacia. Así que tan solo se limitaba a mostrar el completo desagrado a su persona casi asesinándola con sus ojos. Sonrío, iba por buen camino.

 

- Pero no puedo pensar que Roy Mustang, el héroe de Amestris - Izumi vió como el nombrado ladeaba el rostro sin mostrar cambio alguno en su cara - Sea un maldito bastado con Edward -

 

"Maldito bastardo" murmuró para si mismo Roy e inconcientemente pensó en el príncipe,  ahora sabia de quien había sacado Edward aquel apelativo hacia su persona. Su particular forma cariñosa de llamarle o mas bien la única con la que había escuchado en mas de una ocasión llamarle.  Aunque le gustaba más como se oía en los labios de Edward.

 

- ¿O tengo razones suficientes para pensarlo? - le oyó preguntar excesivamente segura.

 

Roy odió que le creyera capaz de llegar a hacer apropósito algo como aquello. Mas aún cuando se había preocupado sinceramente por Edward. Otra cosa seria si concientemente hubiese hecho hasta lo impensable para provocar lentamente la enfermedad en Edward para terminar matándole.

 

Mas nada de aquello había hecho.

 

- Sus acusaciones son infundadas - le espetó seguro- Yo nunca... -

 

- Nunca ¿Eh? - Interrumpió Izumi y por primera vez en toda su plática le miró con excesivo resentimiento

 

- Te creeré tan solo si me respondes una cosa - Roy parpadeó lentamente y se movió incomodo sin saber porque en su silla.

 

- ¿Qué es lo que sientes por Edward? -

 

Roy agitó su cabeza disipando los recuerdos de aquel día, aunque sin sacarse de la cabeza aquella pregunta.

 

¿Qué era lo que sentía por el rubio?

 

En verdad que ni siquiera en esos momentos podría responderlo del todo.

 

No era amor lo que sentía. No podía ser posible.

 

Aquella mañana había besado a Edward tan solo, porque su faz le había cautivado, a tal grado que besarlo se había convertido en una tentación irresistible para él. Los celos que decía tener hacia el xianganes no eran más que una demostración fría y seca de la propiedad que tenía sobre el príncipe y todas sus dudas podían ser bien resueltas con contadas razones que lograban justificar sus acciones.

 

El único problema que tenía era su orgullo, que acallaba la voz de su interior que le decía que no le podía ser imposible el no sentir algo por Edward. Después de todo. El rubio lo atraída fuertemente como un magneto, al que estaba siéndole imposible de oponer resistencia.

 

Riza había perdido su encanto y Edward estaba ahí, presente cada vez un poco más en sus pensamientos aunque no quisiese aceptarlo. Y justo por ello, prefería herirle concienciadamente en cada ocasión que se diera, lo que fuese era mejor que aceptar en verdad lo que sentía por Edward.

 

Cualquier cosa para alejarlo y para alejarse de él.

 

Por el bien de ambos.

 

† "•" †

 

Edward caminaba demasiado silencioso algunos pasos delante de ella, notó Izumi.

 

Había sido relativamente fácil convencerlo de hacerle un chequeo con su alquimia. Había puesto de pretexto una plática que levemente había tenido con el médico Knox y a su vez el notable aspecto desmejorado que tenia y al rubio no le quedó más que aceptar acompañarla a regañadientes, pero bien podía decir que si el príncipe estaba dócil y manso, no se debía a su amenazante presencia.

 

Sino más bien, a lo que sin duda podía decir, había sido un anterior altercado con el rey de Amestris. 

 

Pues definitivamente habían tenido otra pelea.

 

Edward había manejado muy bien la impertinencia de un miembro de la corte hacia su trato distante y frío con el rey. Tímidamente había sujetado la mano de Roy. Pero aunque, parecía notablemente aliviado cuando el monarca había entrelazado los dedos con los suyos mientras desayunaban. No había podido evitar lucir extremadamente tenso al menos para los ojos calculadores de Izumi y casi lo había escuchado gemir gozosamente cuando ella básicamente lo había arrancado de la mano del pelinegro.

 

Era más que obvio que Ed no quería estar cerca de él.

 

Aunque no podía decirse lo mismo del rey de Amestris.

 

Pues a este no le había gustado en lo absoluto el que alguien los separara. A simple vista aquella reacción por parte del monarca bien podía ser comparada con un desplante celoso sobre su persona. Pero Izumi sabia bien que aunque lo deseaba, no era ni siquiera algo parecido. Mas bien su reacción, representación de uno de los pecados capitales, la avaricia, deseando tener solamente para él a Edward entremezclando su pecado con la envidia, para que nadie que no fuese mas que él lo tuviese.

 

No había absolutamente nada de amor en todo aquello.

 

Por ello el rey no había podido responderle con alguna respuesta verdadera a su única pregunta y había optado por dejarlo con la palabra en la boca terminando tajantemente cualquier reunión con él mismo y estaba segura a no aceptar ninguna otra. Al menos no por propio gusto.

 

Pues si volvía a estar a solas con ese odioso pelinegro, terminaría sacándole los ojos, seguro.

 

Mas el rey no era su preocupación en aquellos momentos.

 

Sino Edward.

 

Forzándose a que todo aquello pudiese continuar y seguramente presa de su propia melancolía. Había empezado a menguarse su cuerpo y por lo que veía poco faltaría para que su espíritu le siguiera. Izumi negó con la cabeza. Si aquello continuaba estaba segura que cometería alguna otra tontería. Una que fuese casi igual o más grave de la que había cometido cuatro años atrás y poco después de que estallara la gran guerra entre reinos.

 

Izumi se detuvo mirando como el rubio avanzaba dejándola atrás.

 

Cuatro años atrás... mas bien mucho mas atrás.

 

"Los traeré devuelta" aún recordaba sus palabras como si las acabase de musitar y no unos cuantos meses después de que se volviese su alumno y el único hasta el momento por cierto.

 

El tabú más fuerte.

 

El más grave pecado de un alquimista.

 

La arrogancia de un simple humano que jugaba a convertirse en dios.

 

La primera vez que se lo había dicho. Había pensado que el rubio bromeaba. Después de todo, se lo había advertido desde el principio, le enseñaría todo sobre la alquimia. Cada conocimiento que había adquirido, otro mas que le había sido compartido y el aprendido con la vida diaria.

 

Más nunca tocarían siquiera.

 

La materia prohibida entre eruditos como ellos.

 

La transmutación humana.

 

"No lo harás. Nadie jamás ha podido hacer exitosamente una transmutación humana" casi se escuchó a si misma diciéndolo una vez mas y lo que borrosamente había sido un recuerdo, se le presentaba ante sus ojos tan nítido y tangible que podía tocarlo con tan solo alzar la mano.

 

"- Seré el primero en lograrlo y entonces Mamá y Al estarán una vez mas conmigo. Papá no seguirá odiándome y volveremos a ser la familia que éramos. -"

 

El príncipe, en ese entonces aun un vil niño de no mas de doce años mostrándole un gesto nostálgico en su rostro, pero con una fuerza y determinación en su mirada incapaz de ser amedrentada por ninguna de sus advertencias o amenazas. 

 

"- Haré la transmutación humana más perfecta y los traeré devuelta. -"

 

Aún y cuando ella se había asegurado muy bien de jamás dejar escapar de sus labios algún dato que le dijese al joven príncipe como buscar cualquier información que le diese la formula exacta de círculos, materiales u ofrecimientos para la puerta de la verdad. No pudo evitar que el chico por sus propios medios diera con las respuestas. Después de todo el que buscaba encuentra.

 

Y había llegado justo a tiempo, en el momento exacto tal vez, cuando la macabra puerta que escupía lamentos de sus pesadas lajas de madera, empezaba a lanzar sus brazadas oscuras intentando asir con las mismas el infantil cuerpo de Edward.

 

Se había escuchado gritar su nombre y fue vaga la fugaz mirada que el rubio le dio antes de girar el rostro, abriendo los brazos y ofreciéndose a si mismo a la puerta. Lo siguiente que Izumi había hecho, lo podía resumir a un simple aplauso, su cabeza no había hilado pensamiento alguno más que el salvar a Edward. Si había pensado en alguna forma de lograrlo, ya para aquellos momentos no lo recordaba.

 

Solo sabia que en el momento preciso en que los brazos oscuros mortuorios se habían enrollado en el cuerpo del chico, se escuchó a si misma palmear sus manos y se destruyó entonces totalmente el piso. Rompiendo el círculo perfecto y la delicada conexión de este mundo, la puerta y lo todo lo demás que hubiese mas allá dentro de esta.

 

Un blanco resplandor todo lo había rodeado, acompañándose pocos segundos después por una intensa explosión que les lanzó con toda su fuerza contra las paredes de la habitación donde todo aquello había sucedido.

 

Casi se habían matado ambos en el intento. Pero la puerta que había logrado ser abierta para aceptar el intercambio. Se había cerrado pesadamente y tan ruidosa o muchísimo mas a cuando se había abierto. Lo siguiente que recordaba era que estaba muy cerca del rubio, palpando sobre su cuerpo, pidiendo en voz baja que aquella maldita puerta no le hubiese quitado nada. Más todo estaba en su lugar, tal vez quizás algunos golpes, cortaduras y huesos rotos. Justo y casi igual a los que ella había podido acumular.

 

El rubio había vuelto a recobrar la conciencia y al recordar lo que había sucedido, no hizo más que despotricar en palabrotas contra ella. Para tranquilizarlo o al menos intentar hacerlo, no había podido mas que asestarle un buen puñetazo que lo mando directo al suelo y posesionándose sobre él lo había sujetado de las manos, para luego inmovilizarlo de las piernas utilizando sus propias rodillas.

 

Por primera vez desde que lo conociera el rubio le había mirado con genuino resentimiento y le había dolido, pero no por ello se había amedrentado su deseo por hacerle ver la realidad y entrar en razón. Pues la soberbia no era una cualidad que el príncipe, tu viera necesidad de poseer.

 

- ¡Suéltame! Tengo que terminar la transmutación - gruñó el rubio retorciéndose en su agarre.

 

- No lo haré - bramó Izumi casi encajando sus uñas en las muñecas del rubio para apretarlas mas contra el suelo - ¡No hasta que entiendas! -

 

Izumi sintió húmedos los ojos y parpadeo varias veces logrando con ello tragarse las lágrimas de impotencia que deseaba en verdad derramar. Había estado tan apunto de perder a ese niño, por la realización de un sueño imposible y él aun creía que sin necesidad de grandes sacrificios obtendría algo a cambio. Cuando en realidad obtendría mucho menos de lo esperado. Después de todo, aquella puerta aunque tuviese la verdad como esencia, no seguía el principio fundamental de la equivalencia. Era totalmente una embustera.

 

Aún y cuando los ojos fieros de Edward estuviesen fijos en ella. Tuvo la suficiente fuerza para articular las palabras necesarias.

 

- El intercambio nunca será equivalente o justo - lo vio parpadear confuso frunciendo sus cejas - Lo que traerás no será ni tu madre o tu hermano, sino todo un cúmulo de dolor y vergüenza, que te seguirá por el resto de tu vida, recordándote tu pecado -

 

Le soltó de las manos y aunque se esperaba que la arrojara a un lado el rubio tan solo se quedo ahí, pasmado mirándola. No, más bien la miró, breve y fugaz antes de girar el rostro a un costado suyo. Lo oyó ahogar un gemido entre sorprendido y doloroso haciendo que ella también viese a donde el rubio miraba.

 

El pequeño contenedor donde había puesto los ingredientes necesarios para crear un cuerpo humano adulto humeaba. Una masa grumosa oscura y sanguinolenta se había desbordado y escurría por el suelo pegajosamente.

 

- No existe una formula, círculo o puerta capaz de regresar a alguien a la vida - Edward la escuchaba mientras observaba como aquella pasta grumosa avanzaba lento acercándose a la mano del rubio.

 

El rubio alejo su mano e intento sentarse, Izumi le dejo moverse hasta verlo sentado frente a ella, se había encorvado a si mismo y sus manos había quedado entrelazadas en su regazo. Le vio temblar mientras gimoteaba como si de susurros se tratasen.

 

- No volverán Edward. No estarán más aquí - murmuró Izumi tomándole del rostro con ambas de sus manos, los ojos dorados del rubio le miraban perdidos y húmedos - Y aunque sea doloroso. Tienes aceptarlo como todos los demás que han perdido a los suyos y salir adelante y continuar con tu vida -

 

- Tienes que hacerlo por ti y por aquellos a quienes amas - término y apenas y había acabado al rubio comenzó a hipar, fuerte y seguido al mismo tiempo que gruesas lágrimas surcaban sus mejillas hinchadas.

 

E Izumi solo pudo abrazarlo mas contra ella, sintiendo como el corazón se le estrujaba y apretaba cada vez un poco mas con cada sollozo y gimoteo que el rubio a llanto abierto soltaba.

 

Izumi parpadeó, dejando aquellos recuerdos dolorosos atrás.

 

- En aquel entonces Edward lo entendió. Pero ahora, una nueva desilusión tan grande como esta no creo que pueda... - se murmuró a si misma en voz tan baja que incluso creía que no lo hablaba sino mas bien lo pensaba.

 

La mujer cerró los ojos. Edward no haría alguna tontería con la alquimia. Pero si podía cometer errores que le lastimarían y perjudicarían en un futuro, si no actuaba con calma. Cegados por el dolor y el resentimiento se llegaban a cometer muchísimas locuras. Ella de eso bien que sabia.

 

- ¿Maestra? -

 

Izumi miró hacia el rubio que le observaba a un lado de la puerta de sus habitaciones. Sonrío y se acercó hasta él abriendo ella misma las puertas de sus aposentos. Le invitó a pasar y silenciosamente cerró la puerta tras de ellos.

 

Hablarían con Edward de lo que pasaba con su vida en ese castillo, pero antes de ello tenía que realizar lo que había planeado hacer desde un principio y solo después de que lo hiciera, entonces podía el rubio y ella hablar de su futuro.

 

Izumi avanzó junto con Edward por su habitación, el rubio notó que varios de los muebles habían sido removidos de la estancia. No le encontró significado alguno a aquello, aunque conociendo a su maestra, nunca se sabia que esperar de ella. Tal vez no había sido de su agrado o simplemente deseaba una habitación más sencilla y no tan austera.

 

Mas la respuesta para ello le había llegado cuando sus ojos notaron el círculo de transmutación dibujado en el suelo. Arqueó una ceja, notando los trazos conocidos y bien estudiados por él. Aquel era un círculo para alquimia médica. No recordaba que fuese necesario alguno de gran tamaño y de complicado relleno para un simple y básico chequeo de rutina.

 

- Colócate sobre el mismo - soltó Izumi quedándose a la orilla del círculo, mientras le señalaba a Edward el centro del mismo con uno de sus dedos.

 

- Esta bien - acepto el rubio aun extrañado, mas no por ello desconfiado. Fuese a ser lo que su maestra fuese a hacer sabia que no había peligro alguno si se tratase de ella.

 

Izumi jamás lo dañaría o bien le haría algo extraño con su alquimia y si ella creía que un círculo de esa magnitud era necesario para revisar su cuerpo, él no se opondría ni haría comentario alguno. Pisó con cuidado de no borrar alguna línea o palabra escrita con tiza en el suelo y giró su cuerpo mirando a su profesora, que le sonreía tranquilizándole.

 

Le regresó la sonrisa y momentos después la vio sacando un considerable numero de dagas y pergaminos de sus bolsillos. ¿Cómo era que no se había dado cuenta que los llevaba encima? Al parecer estaba demasiado distraído.

 

Una a una las dagas fueron arrojadas con precisión quedando incrustadas en el suelo y en los cruces de líneas dentro del círculo. Cuadrados, rombos y algunos polígonos más quedaron unidos en una perfecta sincronía de puntos a su alrededor. Ahora tan solo le faltaba activar el círculo.

 

Edward lo esperó, mas volvió a mirar bajo de sus pies y pestaño al notar una figura que se encontraba difuminada. Estaba seguro de no haber pisado absolutamente nada más que el suelo limpio mientras avanzaba. Podía ser que el círculo se encontrase incompleto. Estudió un poco mas la figura que apenas y podía apreciarse con dificultad y escasamente, pero el trazo era inconfundible, los cinco picos y el interior relleno de un casi extinto blanco. Era una estrella. Una estrella blanca, aquella que era la llave para la modificación del cuerpo humano.

 

Un símbolo que, bien podía equipararse para la transmutación humana. Ahora entendía el porque era necesario un círculo tan complejo como aquel. Miró a la mujer pero no se encontró con su mirada.

 

- ¡Maestra! - le llamó y cuando quiso dar un paso para salir del círculo, tan solo un aplauso se escuchó.

 

La explosión eléctrica del círculo activándose le taladro los oídos y lo último que alcanzó a ver fue el rostro arrepentido de Izumi antes de que sus ojos fuesen nublados por la intensa luz blanca lo cubrió por completo.

† "•" †

 

Edward abrió lentamente los ojos cuando sintió la caricia fresca de una toalla húmeda deslizándose por su frente. Sus ojos que empezaron viendo borroso al abrirse enfocaron entonces a la dueña de la mirada azul intenso y de rosados cabellos que le observaba aliviada de que despertara.

 

- ¿Rose? - Cuestionó su nombre notando como la pelirosa asentía y a la vez le preguntó - ¿Dónde estoy? -

 

- Estas en tu habitación Ed - le respondió con dulzura y le ayudo a sentarse en la cama cuando intento hacerlo.

 

- ¿En mi habitación? - el rubio se llevo una mano a la cabeza cuando una punzada intensa le asalto de golpe - ¿Qué paso? -

 

- Te desmayaste - musitó la muchacha mientras plisaba las sabanas y mantas sobre el rubio arropándole bien.

 

Edward cerró los ojos aun tocándose la cabeza. No recordaba absolutamente como había pasado. No era la primera vez que se desmayaba, pero si era la segunda en donde no recordaba como es que le había pasado. La primera vez que aquello le ocurrió fue algunas semanas antes de emprender su viaje hacia Amestris para conocer a su prometido.

 

En ese entonces le había sucedido exactamente lo mismo. Tenía breves nociones de lo que había estado haciendo muchísimo antes de desmayarse, pero los previos a ello no lo recordaba. Tan solo había despertado igual que esta ocasión. Recostado en su habitación y con un insoportable dolor de cabeza que le mareaba hasta las nauseas. Y a aquello ahora debía de agregarle que el cuerpo entero le dolía horrores.

 

- ¿Quieres que llame a Lady Curtis? - abriendo uno de sus ojos para mirar a la liorense asintió de forma pausada. La escuchó alejarse y cerrar la puerta a lo lejos.

 

Su maestra Izumi

 

¿Qué había pasado?

 

Lo último que recordaba era el desayuno y como su profesora básicamente le ordenaba hacerle ella misma una revisión a su deprimente estado físico.

 

¿Y lo había hecho?

 

O simplemente a última hora algo había ocurrido y nada había sucedido.

 

El rubio gruñó ante la impotencia de no saber absolutamente nada.

 

- Vaya, así que también te da por terminar desmayado por ahí - oyó que la voz de su maestra le soltaba una divertida burla mientras se acercaba a él. No le había escuchado entrar ni mucho menos el haber llegado casi ya hasta el borde de su cama.

 

- Toma- musitó la mujer de rastas dándole unas pequeñas píldoras y un vaso de agua.

 

Primero lo que el rubio hizo fue mirarlas extrañado, pues sin llevar nada en las manos no sabia de donde demonios las había sacado y segundo al mirar mas de cerca las pastillas en su mano notó que se trataba de un fuerte calmante, que le serviría para aliviar su dolor, no solo de la cabeza sino del cuerpo entero.

 

¿Cómo es que su maestra lo sabía?

 

Izumi olfateó en el aire la duda del rubio y se apresuró a justificarlo al mismo tiempo que se sentaba en la orilla de la cama cerca del rubio.

 

- Rose me dijo que aunque no se lo habías hecho notar, tu cabeza te dolía demasiado y quejabas calladamente de tu cuerpo - si se había creído o no todo aquello, Izumi vio la ocasión perfecta para hacerle ver más claramente sus palabras cuando al intentar llevar las pastillas a la boca el rubio tembló dolido y por reflejo cerró uno de sus ojos con molestia - ¿Ves? No estaba equivocada del todo la chica -

 

- Si - aceptó al fin el rubio pudiendo tomar las pastillas y un pequeño sorbo de agua para tragarlas y regresándole el vaso de vidrio a la mujer, hizo todo lo posible por no demostrarse mas débil de lo que estaba al echar su cuerpo contra las almohadas quedando tendido sobre las mismas.

 

Izumi le miró de forma perspicaz. Edward por lo visto no recordaba nada de lo ocurrido en su habitación. Aunque no faltaría mucho para que le preguntara por la misma. Era una suerte que al activar un círculo como el que había hecho, este no solo le ayudara a revertir procesos médicos anteriores sino que también, básicamente borrara del cerebro los minutos o segundos anteriores a la activación del círculo.

 

La enigmática estrella blanca para la transmutación de cuerpos que rozaba el terreno de la transmutación humana prohibida, incompleto o casi borrado, no activaba la puerta de la verdad, que traía consigo el hacer una transmutación humana, pero si era lo suficientemente efectivo para igualar los alcances y efectos de esta. Al menos hasta una área limitada en los mismos.

 

Fue con un círculo parecido al que había utilizado con el que había básicamente, había dejado al rubio imposibilitado para concebir, cerrando el canal fértil para que una vida dentro de él creciera y con un círculo mas complicado y cuidadoso que el primero volvió a abrir le conducto. Solo esperaba que no hubiese sido demasiado tarde. Pues si no había podido hacerlo a tiempo. El príncipe podría quedar estéril o si la gracia de concebir le era enteramente restituida, su primer embarazo seria altamente riesgoso o incluso podría sufrir un aborto prematuro.

 

Izumi movió la cabeza, Edward era fuerte, cuerpo sanaría rápido y casi podía asegurar de que nada de aquello podría ocurrirle. O al menos eso se obligaba a pensar por ahora. En un principio había sido su intención él hacerle de su conocimiento al príncipe, toda la estrategia que habían confabulado entre si los países que conformaban a los aliados, mas había optado por callarlo de momento.  

 

Conociendo al rubio, actuaría sin pensarlo siquiera  y regresaría en primer lugar a Rizenbul para ajustar cuentas con su propio padre. Su temperamento explosivo rompería el tenso equilibrio que habría entre los países y que decir si el mismo rey de Amestris llegaba a saberlo antes de tiempo. Se iría seguramente contra todos y sin contemplaciones también juzgaría a Edward de traidor, cuando el rubio no era más que una victima de las confabulaciones para apoderarse de su reino.

 

No, por el momento se lo guardaría.

 

Al menos hasta que tuviese alguna idea que pudiera librar al joven rubio de todo aquello.

 

† "•" †

 

Había estado molesto durante toda la maldita mañana y se había encerrado hasta tarde en su despacho, sacando casi a rastras a Maes que no había dejado de atosigarlo una y otra vez, preguntándole por su mala cara.

 

"Eres especialista en investigaciones, averígualo pues" le había dicho justo antes de cerrarle la puerta en la cara.

 

Y salió solo hasta que tímidamente alguno de los criados le avisó con toda la formalidad que se pudo, que la cena estaba dispuesta y esperaban únicamente a que se les uniera. Junto a su escolta personal, avanzó por los pasillos, pero se negó rotundamente a que los guardias dispuestos en la entrada al comedor le abrieran, el mismo utilizó ambas manos y entró llamando la atención de todos dentro del recinto.

 

Maes Hughes le saludó silenciosamente a lo que el respondió de igual manera ladeando levemente su cabeza. No le fue necesario más que repetir la operación con la corte entera, mas sus ojos se achicaron cuando notó la butaca vacía al lado izquierdo donde se suponía debía estar su rubio consorte.

 

La mirada azul oscura de mala gana recorrió el comedor entero, buscando la pequeña silueta sentada en alguno de los espacios más alejado de él. Después de todo no creía que el príncipe Edward deseara estar mas cerca de él de lo que fuese estrictamente necesario. Pero no lo encontró en ningún lado de la habitación.

 

- ¿Dónde esta Edward? - Maes apenas y había podido probar su copa de vino tinto y con los labios húmedos, se apresuró a contestar la pregunta hecha por el rey, sabiendo indudablemente que se la había hecho a él.

 

- Al parecer, sufrió un desmayo -

 

Roy lo miró alzando una ceja. Un desmayo más. Estuvo tentado a llevar una de sus manos al rostro para pasarla pesadamente por el mismo, hastiado. Se suponía que el rubio ya se encontraba un poco mejor, al menos lo suficiente pues no había recaído. Pero tenia que hacerlo justamente cuando todos aquellos estaban ahí presentes en su castillo.

 

- Lady Curtis esta con él, ella lo encontró y lo llevo a su habitación -

 

Roy asintió y se levantó de su silla, la corte entera se levantó también imitando el gesto de su rey y volvió a tomar asiento cuando el pelinegro, abandonó la habitación en silencio. Maes no le siguió, era más que obvio a donde se dirigía.

 

El hombre de las gafas sonrío, en un principio tal vez Roy no hubiese sentido más que antipatía por el príncipe Edward, pero en aquellos momentos, era genuina su preocupación por el rubio. Aunque claro muy bien disimulada, puesto que si alguien que no lo conociera de forma cercana como él, pensaría que el rey solo sentía una profunda irritación por él.

 

Maes giró la cabeza cuando una segunda silla había sido retirada y ahora era el príncipe Yao quien se levantaba. Ninguno de sus dos escoltas se movió y era más que claro que no lo harían, en menos de tres pasos alcanzó la puerta y con rapidez abandonó la habitación también.

 

El militar bufó, ahí iba ese príncipe entrometido a meter sus narices donde nadie le hablaba.

 

Solo esperaba que Roy no lo achicharrara.

 

A unos cuantos pasos lejos del rey y dispuestos ha hacer guardia a fuera de la habitación, la escolta se detuvo. Roy se paró frente a la puerta y soltó un suspiro antes de tomar entre una de sus manos el pomo de la puerta y empezó a girarlo para entrar.

 

- No creo que deba de interrumpirlos Rey Mustang - dijo de pronto una voz tras su espalda y el rey casi gruño al reconocerlo enseguida.

 

Sus ojos azul oscuro se tiñeron de rencor al ver al xianganes cuando hubo girado su rostro. A pasos lentos se acercaba a él y se dio la vuelta para encararlo cuando terminó a la distancia prudente, casi a un paso de distancia.

 

¿Quién demonios se creía que era ese maldito mocoso?

 

- Tu no tienes derecho alguno a decirme que hacer o que no - Rabió el rey recorriendo con sus ojos llenos de ponzoña al pelinegro de coleta que tan solo se le quedo viendo.

 

- Cierto y tampoco me importa mucho si Izumi-san decide matarlo por interrumpirla en sus menesteres - siseó mirándolo con el mismo desprecio con que Roy lo observaba - Pero también pienso en el bienestar de Edward y aunque no me agrade la idea, se que no le gustara mucho el que le suceda algo si entra en la habitación ahora-

 

- Entiendo - musitó el rey y le miró, barriéndolo con la mirada de pies a cabeza lentamente. Cerró los ojos y sonrío divertido antes de medio girar su cuerpo, andando sus pasos en dirección contraria a la que había venido.

 

Ling le observó, el rey avanzaba lentamente, al mismo tiempo que la escolta entra le seguía. El pelinegro sonrío socarronamente, era bien sabido que el nuevo rey de Amestris tenia enemigos por cualquier flanco al que mirase, pero realmente una escolta como aquella en el castillo le parecía absurdamente innecesaria.

 

Aunque pensándolo mejor, no estaba del todo mal el que la tuviera. Pues justamente en esos momentos había un enemigo caminado tras su espalda. En completo silencio le siguió y estaba seguro que entre las sombras Fu y Lan Fan también de la misma manera a él lo vigilaban.

 

El rey no regresó al salón comedor, pero tampoco guío sus pasos hacia su despacho. Más bien se dirigió tranquilamente a una de las habitaciones más pequeñas y modestas que había en el castillo, al menos así le pareció al xianganes la misma cuando por casualidad había terminado inspeccionándola con anterioridad. Era una pieza que bien podía ser para descanso. No más que dos sillones y unos cuantos muebles que no estropeaban la diminuta habitación.

 

El puñado de soldados monto guardia fuera de la misma poco después de que su majestad hubiese ingresado y ni siquiera se movieron cuando el joven príncipe de Xing avanzó hasta tan solo empujar la puerta para adentrarse a donde el rey había entrado. Ahí y dándole la espalda el rey se encontraba.

 

Ling escuchó claramente el choque de dos copas y luego, el sonido del líquido llenándolas. Con una sobrada tranquilidad el rey se movió un poco dejándole ver que efectivamente, sobre una pequeña mesita, había dos copas que estaban siendo llenadas con el ambarino líquido de la botella de wisky.

 

Hasta el momento, el rey lucia completamente relajado y tranquilo. No portaba mas el saco militar que llevase antes e incluso se había desabotonado los botones principales de su camisa, notó Ling cuando Roy se giró a él  sujetando en cada una de sus manos una copa de licor. Alzó una de sus manos llevando una de las copas a sus labios mientras que la otra le era ofrecida al joven heredero del reino de Xing.

 

Ling sujetó el pequeño trozo de fino cristal tallado donde el ambarino líquido brillaba atrayente y llamativo. El rey le regaló una sonrisa altanera que él le correspondió con una socarrona mientras que, con lentitud en un brindis mudo ambos bebían. El rey fue el primero en pausar su trago y mirándolo de lado dijo.

 

- Sabía que vendrías -

 

Con su mano libre le señalo los sillones que estaban no muy lejos de ellos y en los que tomarían asiento. Terminaron uno frente al otro. La botella de wisky junto a una cubeta de hielitos fue dispuesta en el centro de la mesita de estar.

 

Se quedaron entonces así, mirándose por interminables minutos, chocando una y otra vez sus miradas. Concentrados en medir cualquier sutil movimiento que hicieran, midiéndose para encontrar la mas mínima debilidad a la vista para atacar. Ling sonrío austero y el rey achico los ojos. Para el xianganes aquella pequeña confrontación silenciosa le recordaba una vieja historia que alguna vez Fu le había contado.

 

Un vago relato de una pequeña pelea entre dos dragones milenarios. El dragón alado de fuego de las tierras occidentales imponente y altivo frente al dragón oriental de larga cola y cuerpo ágil y grácil de fuerte estampa. Enfrascados en una pelea de más de cien días en donde tan solo buscaban extender sus dominios y territorios.  

 

Aquella pelea en el relato no había resultado satisfactoria para ninguno de los dos y por lo visto una confrontación entre ambos monarcas, mucho menos. Mas ya había mandado muy lejos de si cualquier posibilidad en que alguna ocasión el rey Mustang fuese de su agrado.

 

Después de todo ese rey engreído poseía lo mas valioso para Ling y había venido a Amestris para declararle la guerra a su rey y porque no, para en una de esas hasta llevarse a Edward. Después de todo él tenia todas las de ganar de su lado y el pobre rey de Amestris sin dudar, iba a perder.

 

El hielo en el vaso de Roy crujió y con ello se debió la atención de ambos, rompiendo el tenso contacto de sus miradas. El cáliz vacío y solo lleno de hielo, capto la atención de Roy y tomando la botella vertió un poco más de líquido para que el príncipe xianganes bebiese y de paso relleno también el suyo. Sujetó su vaso y se echo entonces completamente en el sillón recargando toda su espalda en el respaldo. Roy notó entonces que el semblante del príncipe había cambiado.

 

Había dejado la mueca que para su gusto le había parecido estúpida e infantil remarcada con una despreocupada sonrisa y ahora mostrándole la totalidad de sus ojos rasgados le veía de malagana y con cizaña y los pequeños labios delgados se habían alineado en una sonrisa autosuficiente que logro hacerlo gruñir quedamente. Ling acrecentó su sonrisa al notar como el rey de igual manera o mucho peor lo observaba, la tensa mandíbula del mismo apremiaba.

 

Ling se permitió por un breve segundo dejar de ver al rey para buscar su copa y tomarla entre sus dedos para llevarla a su rostro, donde solo la dejo levemente posada contra su barbilla, el tacto helado del cristal le pico y al mismo tiempo acrecentó su deseo por molestar al regente de Amestris.

 

Después de todo para eso lo había seguido.

 

- Me gustaría que supieras una cosa Roy Mustang -

 

El rey lo miró y supo entonces por el brillo amanzánate en los ojos del xianganes que mas le valía prepararse para una buena batalla y sabía de sobra y perfectamente hacia donde se dirigía el joven pelinegro.

 

- Me lo quedare -

 

El rey gruñó sonoramente ante esto último y apretó su vaso entre los dedos. Un poco mas de fuerza y terminarías haciendo pedazos el fino cristal que contenía su bebida. Ling sonrío con insolencia y Roy lo vio tomar el vaso de wisky, beber un corto trago que al despegar sus labios del vidrio, dejo que una gotita dorada resbalara lentamente por el fino cristal cortado.  El xianganes la lamió entonces tardándose en recoger con la lengua el dorado líquido, provocando una irritación en el monarca por sus acciones.

 

Y completamente seguro de lo que haría soltó firme y fuerte sus palabras.

 

- Hare todo lo que este en mis manos, para quedarme con Edward -

 

 

† "•" †

Continúa...

 

"Este amor infernal mi pecado será y algún día mi verdadero yo conocerás"

 

¡Aquí YukaKyo reportándose!: ¡Quiero pedir una enorme disculpa por el atraso! Realmente este capitulo hubiese sido actualizado con mucha anterioridad, pero con los problemas de la pagina y sin poder hacer nada no me quedo mas que leerlo y no pude evitar volver a escribirlo desde el principio. Discúlpenme por el atraso y disfruten del capitulo que aunque ha llegado un poquito tarde, al final llego =P

 

Alto! No se del todo si pueda destruirse un círculo de transmutación humana activado, pero en mi universo yukakyiesko (ósea mi cabecita) si se puede, Ash! Así que antes de que alguien quiera quemarme viva, les digo que salio de mi retorcida imaginación y de una idea que me traje prestada de otro de mis fics que apenas estoy escribiendo! Punto explicado!

 

Otro punto! Estoy increíblemente sorprendida! Que lindo recibimiento ha tenido este fic! Muchísimas gracias por todos sus comentarios los cuales ya llegamos a mas de los 150! Quiero darles un gran aplauso y una increíble ovación a todos! Y también un reconocimiento a Midhiel! Pues sin su historia, la mía no hubiese tenido punto de nacimiento!

 

Punto mas! Y como ultimo recuerden dejarme un comentario! Puesto que todos y cada uno los respondo individualmente y respondiendo a cada duda que tengan!.

 

Así que como dije antes!

 

Si te gusto no me lo insinúes... Dímelo!

 

¡Recuerden!  ¡Son un amor y las quiero 32 veces más! *3*  Ash!

 


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