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Single Lady por YukaKyo

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Single Lady

 

Debes de saber que, 鋼の錬金術師 o también ハガレン, es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría.

Entérate de que MI beta es Norico Asamiya00  este capitulo tampoco esta beteado, pero ha sido mas por mi culpa lol

Con la pareja Roy x Ed.  Oh! Y por si no se habían dado cuenta en el sumary, habrá, male pregnancy, ósea chico embarazado, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, solamente unos pocos comentarios gentiles de los lectores que me sigan. Así que mucho menos espero retribución alguna de la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)

Y como ultimo, que este fic esta basado en la grandiosa historia La Nueva Alianza de la fantástica Midhiel, y es su humilde adaptación.

 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

 

16.- Falsas Suposiciones

 

Abrió los ojos con lentitud y lo primero que vieron los mismos fue la amplia sonrisa de quien fuese su dama de compañía. Correspondió la sonrisa y el buenos días que Rose le brindaba con alegría y terminó sentándose en la cama utilizando sus brazos para apoyarse sobre el colchón. Notó entonces que llevaba puesto el pijama y no recordaba que en la noche se hubiese levantado a cambiarse.

 

Roy había seguido abrazado a él demasiado fuerte, tanto que el solo moverse aunque fuese un poco era una tarea imposible de hacerse. Sonrío al mismo tiempo que se sonrojaba. Seguramente Roy ya cuando él se había quedado completamente dormido, le había cambiado de ropas para que descansara un poco más a gusto. Le pareció un gesto dulce e inmediatamente quiso agradecérselo.

 

Pero al momento en que sus ojos enfocaron el lado de la cama del rey, su sonrisa se desvaneció por completo. Suspiró, era de esperarse que para aquellas horas el rey se encontrara ya cumpliendo con un horario apretado. Lo sabia bien, pues todos los días y desde antes de que siquiera amaneciera el rey era requerido para cualquier encomienda.

 

No importaba, ya tendría tiempo de sobra para agradecérselo.

 

† "•" †

 

Había sido por un rumor, solo por ello se había enterado de que Roy a esas horas se encontraba ya en los pasillos del cuartel central. No sabía la ubicación exacta del ala a la que visitaba, pero estaba segura que a la primera que viera excesivos uniformes azules dirigiéndose a una zona que no fuese el comedor, ahí seguramente lo encontraría.

 

No tardó mucho en dar con él y aunque en un principio creyó que volvería a ignorarla como ya había pasado una vez, Roy le regaló una sonrisa simple y con un sutil movimiento de su cabeza le pidió que le acompañara, siguiéndolo a un lado suyo.

 

Hubiese deseado hablar inmediatamente con el y de preferencia en privado, pero los numerosos generales y coroneles que le seguían, la hicieron caminar a su lado en completo silencio. Tan solo escuchando. Fue entonces que se pudo dar cuenta que todos aquellos, formarían parte ya fuese directa o indirectamente con el batallón alquímico que formaría el coronel Elric.

 

Muchos soldados estaban en contra del mismo y el resto apoyaba la propuesta. Era poco decir que esa minoría bien podía volverse mayoría tan solo con un chasquido. Pues esos pocos, estaban formados por los altos mandos de la milicia, quienes no dudarían segundo alguno en utilizar sus altos rangos para dominar a los demás y unirse a ellos.

 

En realidad a ella el batallón alquímico le importaba muy poco, mientras el mismo no quisiera eliminar al bando de los francotiradores, no tendría problema alguno con ellos. Aunque ahora si que podía ponerse en su contra, más aun cuando formaría parte del equipo del Elric.

 

Y de ello exactamente era de lo que quería hablarle Riza. La notificación le había sido entregada con anterioridad, pero no se había enterado de sus demás compañeros hasta verlos uno a uno llegando a central. Todos sin excepción alguna habían sido convocados. Havoc y ella habían sido los primeros. Nuevamente el equipo de Mustang volvía a reunirse, mas esta vez Roy no los encabezaría como su líder. Quien los encabezaría seria ese pequeño rubio sin experiencia en el campo.

 

Era más que obvio que ninguno de ellos seguiría sus órdenes.

 

Empezando con ella claro estaba.

 

Tan ensimismada estaba con sus pensamientos que no llegó a darse cuenta en el momento justo en que habían terminado en las instalaciones que aun estaban en construcción en el ala sur del cuartel central.

 

Dos de los ingenieros se habían acercado hasta él y volvió a escuchar de nueva cuenta como se excusaban por el trabajo atrasado. Muchos materiales no habían llegado a tiempo y aun y cuando trabajaban incluso en las mismas noches, no podrían llegar a terminar el trabajo para los próximos días. Roy los había escuchado un momento y al parecer meditó lo siguiente que diría. Más contesto con una pregunta que los hombres contestaron casi de inmediato.

 

Las instalaciones principales de reclutamiento estaban listas.

 

Fue suficiente respuesta para el Fluher, que asintió no sin antes pedirles que continuaran con su trabajo, aunque sin excederse a las horas pactadas.

 

No más trabajo nocturno.

† "•" †

 

Roy sonrío cuando los hombres se alejaron, los salones a sus pies eran amplios y cómodos. Mas la decoración era tan sencilla, no por ello dejaba de tener un toque austero y atípico de la milicia. La iluminación artificial era poco usada, gracias a los numerosos y enormes ventanales que se alzaban desde el suelo hasta casi unos centímetros antes de llegar al techo. Que entremezclaban los transparentes vidrios con los tragaluces que magnificaban la luz.

 

Aquel lugar luminoso y confortable sería enteramente del agrado para los futuros alquimistas de Amestris y mucho mas aun para el mismo Edward. Sonrío de nuevo al pensar en el joven príncipe. Había sido una idea correcta el encargarse él mismo de aquella edificación. Ese bastimento, junto con la sección especializada y exclusiva en la biblioteca central sería una gran herramienta para el batallón alquímico que el joven coronel comandaría.

 

Con pasos suaves y contados avanzó hasta uno de los ventanales y el brillo del mismo le golpeó de improviso los ojos. Tuvo que utilizar una de sus manos como sobra para cubrirse y no pudo resistir a cerrar los mismos hasta que se le pasara un poco el repentino flasheo al que había sido expuesto.

 

Solo hasta después de abrirlos, la imponente vista de la ciudad de Amestris llenó por completo los mismos.

 

Por un momento y mientras sus ojos recorrían los tejados de cantera, se le nubló la vista con el recuerdo de la misma cuidad en ruinas, poco después de que la guerra hubiese terminado. Había sido sumamente difícil empezar de nuevo y más aun, unificar al país entero. Le había tomado algunos años volver a levantar de las cenizas todo aquello y aun faltaba.

 

En el ejército pasaba lo mismo. Tanto como dentro y fuera del mismo, estaba rodeado de enemigos. Pero bien colocados en las jerarquías en conflicto tenia uno o dos de sus camaradas. Esos mismos que se habían levantado junto con él en la revolución contra el antiguo reinado. Hasta el momento no se había suscitado conflicto alguno, pero estaba seguro surgirían cuando el batallón alquímico estuviese conformándose.

 

Ya casi podía sentir las miradas fijas en él. No solo las de sus enemigos en el ejército en su país, sino también las de los reinos extranjeros. Enemigos y aliados por igual seguirían cada uno de sus movimientos.

 

Hasta el momento Roy había sabido proteger a Amestris con su ejército, pero estaba conciente de sus enormes fallas. La milicia de Amestris era fuerte y temida en la ofensiva, pero su defensiva era nula contra cualquiera ataque que se les viniese encima. Bien lo sabía él, de no haber sido aquello posible, jamás una rebelión tan lúgubre conformada solo de un reducido puñado de soldados y gente pobre le hubiesen podido hacer frente a un temerario ejército, subsistiendo lo suficiente hasta rodearse de aliados con los que lo habían derrotado.

 

Y había sido gracias a ello que, en los primero años de su reinado se aliara con cuanto reino pudiese, protegiendo a la gente que lo seguía. Poco importaba si los tratados y los acuerdos no beneficiaban en lo absoluto a Amestris, después de todo la seguridad de su reino estaba primero.

 

Por ello ahora creía más que acertada el haber apoyado la iniciativa de Bradley para la formación de aquel batallón y más aun conveniente el que su joven y rubio esposo la comandara.

 

Aunque no se lo había hecho saber aun al rubio, confiaba plenamente en él para llevar acabo aquella misión. Edward era un joven fuerte y de serios principios que también haría lo que estuviese en sus manos para proteger al pueblo.

 

Roy escuchó unos pasos acercándose tras de él y lo que había alcanzado a ver saliendo de entre el brillo de luz fue un delicado mechón de cabello rubio. Sonrío volviendo la vista a la ventana y solo habló cuando los suaves pasos terminaron cerca de él a un lado suyo.

 

Quería decirle lo que pensaba en aquellos momentos. En las manos de ambos estaba formándose un nuevo futuro.

 

- Crearemos un hermoso futuro juntos, Edward -

 

Estaban por crear un futuro mas hermoso y prospero, de lo que alguna vez había soñado y empezarían primero a llevarlo acabo en Amestris.

† "•" †

- Crearemos un hermoso futuro juntos, Edward -

 

Dejó de respirar al oír aquello y giró su rostro con rapidez a donde él estaba. Por un momento y había creído que hablaba de los dos y casi había sonreído, pero la mueca de gusto se le había borrado de los labios cuando terminoó susurrando aquel nombre.

 

Edward

 

Edward

 

¡La había confundido con ese maldito rubio!

 

Sin lograr que su mirada indignada hiciera volver el rostro de Roy, se giró completamente rabiosa hacia la ventana. Se suponía que Roy sabia muy bien que era ella únicamente quien estaba a su lado en aquellos momentos.

 

Entonces

 

¿Por qué demonios le había llamado por ese nombre?

 

Solo le quedaba pensar en una cosa. Ese molesto príncipe estaba alejándola de Roy poco a poco y con fuerza y el tiempo que Riza pasaba lejos, tan solo hacia que Edward tuviese más oportunidades y se acercara más.

 

Si aquello continuaba, Roy terminaría olvidándose de su promesa y por ende de ella también.

 

Tendría que decirle adiós a la corona de Amestris.

 

¡Imposible!

 

La rubia apretó los dedos en sus manos fuertemente cerradas. Hacer en aquellos momentos un berrinche por trabajar al lado de Edward no era justamente algo aconsejable. Lo único que ganaría con aquello seria enemistarse con Roy y no podía dejar que pasara algo como aquello. Tenia que pensar bien las cosas y rápido para encontrar una solución, algo que la acercara de nueva cuenta y mas a Roy, aun y cuando estuviese el príncipe de por medio.

 

Frunció los labios apáticamente, iba a ser todo un infierno soportal al maldito príncipe engreído que tendría por jefe, pero seria ella quien se encargaría en convertir en algo peor la vida del rubio. Una sonrisa siniestra curvo sus labios rosas. Si, ella podía hacer algo como aquello.

 

Sí, su vida junto a Roy y en la milicia seria una completa pesadilla.

 

- ¡Riza! -

 

- Riza ¿Me estas escuchando? - Parpadeó y volvió el rostro hacia Roy que le miraba intrigado. Sonriendo de la manera más tierna que pudo, logró borrar el ceño fruncido en las cejas del pelinegro.

 

- Me quede pensando en otras cosas disculpa -

 

El Fluher le sonrío en respuesta y continúo hablando. Al parecer ni siquiera se había dado cuenta de cómo le había llamado minutos antes cuando se había acercado a él. No se había dado cuenta que le había llamado por el nombre de Edward.

 

No importaba, ya se había dicho que no haría un drama por ello.

 

- Voy a ayudarle - susurró y se acerco más a la ventana donde puso una de sus manos. Escuchó que el rey apenas e iba a preguntarle a que se refería y contestó.

 

- Voy a ayudarle a Edward y estoy segura, será un buen coronel - Aquello no pudo más que ensanchar la sonrisa del pelinegro que le veía y ella tuvo que morderse el labio para no reír a carcajada abierta.

 

Seria un muy buen coronel, de eso se encargaría ella.

 

Así como también de convertirlo en la más infeliz de todas las personas.

† "•" †

Terminó llenándose de barro la cara, al pasarse el dorso de la mano sobre la frente para quitarse el sudor. Casi de inmediato un blanco pañuelo le quitó la suciedad y tubo que bufar disgustado. Sabia muy bien que aquel era el trabajo de Rose, pero nunca antes ni de niño había necesitado de aquel tipo de atenciones.

 

Cuando la mujer hubo terminado su tarea volvió a lo suyo, enterrando sus dedos desnudos en la tierra de nuevo. Heidrich lo miró e hizo lo propio y agradeció calladamente que ni el rey o el general de este estuviesen en aquellos momentos en el castillo. Si no para aquellos momentos, estarían sobre él amonestándolo por dejar que el príncipe hiciera tareas como aquellas dignas de un jardinero y que no tenían nada que ver con las obligaciones de la realeza.

 

Aunque algo le decía que a Edward aquello le importaría un rábano crudo.

 

Además el pequeño rubio le había insistido demasiado en dejarle ayudarlo y se había empeñado él mismo en plantar aquellas flores blancas que algunas semanas atrás le habían regalado. Heidrich las había dejado descansar hasta que se aclimataran a su nuevo ambiente, tenían que sentir el nuevo aire y la fresca tierra del castillo antes de ser transplantadas o morirían con demasiada facilidad. Por ello se había esperado hasta aquellos momentos para transplantarlas, ya había pasado el tiempo necesario.

 

Eso si, el lugar para realizar aquello Edward no lo había decidido. Había sido el rey quien había seleccionado la ubicación para las mismas. Bajo un precioso árbol arriba de una semi colinita. Cuando se lo había comunicado al príncipe este solo había sonreído aceptando aquello. Después de todo era su lugar favorito en todo el jardín para descansar leyendo un buen libro o tomando una siesta.

 

Lo que le había parecido increíble al príncipe era que el rey lo hubiese notado.

 

Más aquello no sorprendía para nada a Alphonse Heidrich.

 

Dejando de observar al príncipe y a su doncella, el rubio mayor giró el rostro justamente a donde bien sabia a lo lejos daba una ventana de unos de los despachos del castillo. Bien camuflada tras de una rama que la cubría de la vista de los demás, pero que a contrario le dejaba observarles a todos desde el anonimato. Esa ventana era indiscutiblemente del despacho del rey.

 

Y bajo la protección de la misma podía contemplar al príncipe secretamente desde aquel lugar  cuantas veces quisiera y durante largas horas.

† "•" †

Anudando la cintilla en su cabello aún húmedo, Edward avanzó con rapidez por la habitación, Rose le seguía ayudándole a cambiarse. No había deseado excusarse demasiado rápido y abandonar el trabajo que compartía junto con Heidrich, después de todo le había rogado demasiado para que le dejase hacerlo. Pero se le había olvidado por completo que aquella tarde los miembros de la alianza partirían.

 

Por ello había tenido que disculpase, subir a toda prisa a sus habitaciones, tomar un baño y cambiarse de inmediato. Ya se le había hecho mas que tarde y él iba a ser el único que los despidiera. Roy no había vuelto aún del cuartel central a pesar de que ya para esas horas estaba muriendo la tarde.

 

¡Ni hablar!

 

Seguramente el trabajo se le había complicado a última hora.

 

Nunca antes le había dicho el motivo por el que le llamasen de improviso en ocasiones y para ser sinceros, tampoco a Edward le había interesado aquello. Así que por el momento tendría que aguantarse y despedir el solo a todos y a cada uno de los regentes y sirvientes que consigo habían traído los miembros de la alianza.

 

Con la bicolor a un lado avanzó por los pasillos y no se detuvo hasta que estuvo junto a toda la gente. Las caravanas estaban todas preparadas ya y las hileras que comenzaban a formarse por los soldados a caballo que los acompañarían hasta los limites de Amestris, le hizo al príncipe recordar justamente el día después de su boda. Una situación similar se había producido. Mas no era Rose quien esa vez hubiese estado con él.

 

Realmente le hacia demasiada falta Roy en esos momentos. Más cuando la mirada desaprobadora de Izumi se posó sobre su persona. Lo sabía, en esos momentos su maestra no miraba con buenos ojos que el rey le hubiese dejado solo, pero contrario a lo que pensó la mujer haría, esta solo le sonrío y se despidió en silencio con una breve reverencia antes de girar su cuerpo y echar a andar hacia su caravana.

 

El rubio tuvo que respirar aliviado, casi se había esperado una reprimenda para él y otra mas que seria para el rey, más que sin importarle a Izumi que a quien le alzaría la voz seria a él.

 

- Ling - susurró Ed al girar el rostro hacia su persona.

 

El xianganes lo vio recorrerle con los ojos examinadores, buscando alguna seña de las lesiones que bien pudiera tener y después de no encontrar nada que pudiera ser de cuidado, había terminado sonriéndole con suavidad acercándose a él.

 

- Si que voy a extrañarte Ling - El pelinegro no contestó.

 

También él lo extrañaría.

 

Pero al menos sabía que el futuro del rubio cambiaría completamente dentro de poco. Solo bastaba que el obstinado rey que tenía reconociera lo que sentía frente a su persona. Ling sonrío, no se tardaría mucho en hacerlo. Después de todo ya se lo había dicho a él. La confesión aún estaba fresca en su memoria, como si tan solo unos segundos atrás la misma hubiese sido hecha.

 

- Tú eres el que no sabe lo que dice -  siseó Roy  en voz tan baja que sólo Ling la oía - El que no lo comprende -

 

- Claro que se amar, lo sé en este justo momento -  Roy finalmente puso sus manos sobre Ling, sujetándolo con ambas manos del cuello desnudo una vez mas, atrayéndolo hasta que sus rostros quedaron a sólo milímetros de distancia. Con una lentitud abrasadora, Roy había movido su rostro llevándolo hacia la oreja del xianganes, susurrando confidente algo que solo deseaba escuchara Ling

 

- Yo amo a Edward -

 

Aquellas palabras hicieron abrir los ojos como platos del príncipe xiaganes y los suavizó cuando lo comprendió por completo. Ya no había porque pelear. Con aquello había perdido a Edward.

 

- ¿Ling? -

 

Oyó que el rubio le llamaba y no pudo más que salir de sus pensamientos. Para tranquilizarlo le sonrío de vuelta.

 

- También te voy a extrañar -

 

El rubio le sonrío mostrando su dentadura perfecta al escuchar aquellas palabras provenientes de su amigo.

 

Ling suspiró. Si que lo iba a extrañar, demasiado. Pero sabia que lo iba a dejar en buenas manos, al menos el rey lo amaba. No sabía si Mustang lo iba a amar tanto como él lo hacia, pero algo le decía que al menos lo intentaría.

 

Levantó una de sus manos y acarició la suave mejilla del rubio. Aquel día se le había hecho tan familiar a cuando Edward se había casado. Estaba sucediendo exactamente lo mismo, mas esta vez estaba seguro que Ed no le pediría volver a visitarlo nuevamente.  Lo leía con claridad en su mirada de oro y silenciosamente le pedía perdón por ello.

 

Podía aceptarlo y comprenderlo.

 

Ya había cometido demasiadas tonterías.

 

Que lo disculpara Edward, porque estaba apunto de cometer la ultima de ellas.

 

Iba a despedirse del rubio como siempre había deseado hacerlo. En aquella ocasión se había contenido, pero no podría mas hacerlo. Era tal vez la última vez que volviese a ver a Edward.

 

La ultima oportunidad que tendría.

 

Sin que el rubio se lo esperara lo había sujetado de la cintura y sus labios habían terminado siendo apresados por los de Ling.

 

¡Pero que diablos!

 

Ling nunca antes había intentado hacer algo como aquello. Cuando había estado intentando cortejarle, nunca había pasado de dos o tres insinuaciones y nunca iba mas allá de sujetarle cariñosamente de la mano o acariciarle la mejilla tal y como lo había hecho segundos antes.

 

Pero besarle y más aun intentar profundizar la caricia.

 

¡Nunca!

 

¿Por qué justo ahora lo hacia?

 

Poniendo las manos sobre el pecho desnudo del xianganes el rubio intento quitárselo de encima, mas solo logró que este se aferrara más al agarre en su cintura. Más había perdido por completo la paciencia cuando la lengua húmeda del pelinegro delineó sus labios pidiéndole la entrada a su boca.

 

Fue otro de sus puñetazos lo que logró alejar al príncipe de él. No fue tan fuerte como para romperle el labio, pero si lo suficiente para echarlo para atrás. Con el dorso de la mano se limpió de inmediato la boca y echando fuego por los ojos vio de mala gana a Ling.

 

- ¿Pero que diablos te pasa? -gruñó y tuvo que tragar saliva al notar la faz del pelinegro completamente melancólica.

 

Había llegado a pensar que como siempre solía. El pelinegro tan solo le había besado para molestarlo y jugar con él. Pero parecía que aquello le había dolido y demasiado. Quiso preguntarle que pasaba, más el xianganes tan solo se giró de improviso y subió a su propio caballo.

 

- Adiós -

 

Lo oyó musitar sin volver el rostro dándole la espalda y aunque le llamó, no detuvo su caballo hasta que estuvo a un lado de la caravana de sus gentes. Edward tuvo que quedarse contemplando como la multitud avanzaba hasta que se perdió de su vista. La partida de Ling de aquella manera le había dejado excesivas dudas.

† "•" †

Roy avanzó a toda prisa por los pasillos.

 

No había sido su idea llegar hasta aquellas horas mas se había olvidado por completo de la reunión de camarería en el cuartel central. Muchos oficiales de alto rango solo se obligaban a ir para guardar las apariencias y casi nunca faltaban. Después de todo era una antigua costumbre bien arraigada, pues el Fluher al mando con aquellos encuentros podía darse una idea de a que bandos podría someter y de igual manera los oficiales sabían con exactitud quien seria el próximo gran jefe cuando este terminara su mandato.

 

Siempre había un favorito y ese terminaba siendo el próximo Fluher.

 

Lastima para ellos, no tenia ningún favorito entre los mismos. Con el rabillo del ojo, notó como Maes le seguía. Si tuviese que elegir a alguno lo escogería sin dudar a él. No le parecía que existiese alguien más competente que su amigo para el cargo, además ganaba puntos extra cada vez más. Pues gracias a él había podido escaparse a la ronda de cuervos que tenía como subordinados y que aleteaban sus alas negras un poco cada vez más cerca de él.

 

Ahora solo tenia que llegar cuanto antes a donde estaba Edward y ayudarle con lo que pudiera.

 

Solo esperaba que no llegara demasiado tarde.

 

Giró por el último pasillo y maldijo a su vista, tan precisa y perfecta que le dejaba ver con suma claridad a distancias. Maes se había detenido de golpe también cuando Roy lo había hecho. Se acomodo los lentes con dos de sus dedos y no pudo más que fruncir en entrecejo al notar como Roy de improviso se tensaba.

 

¿Qué era lo que pasaba?

 

Despegando los ojos aún con duda de la espalda de su amigo Hunges, avanzó hasta quedar a su lado y sin una pizca de sigilo miró hacia donde el rey miraba. Tuvo que parpadear, mas ello no era suficiente para engañar a sus ojos o a su cerebro y creer que lo que veía era mentira.

 

El príncipe Edward y el príncipe Lin Yao, besándose.

 

Aquello no podía estar pasando.

 

Pero estaba frente a sus ojos y de ello no había duda alguna.

 

Tuvo que alarmarse cuando el pelinegro buscó entre sus bolsillos y sacó su par de guantes. Lo vio dar unos cuantos pasos mientras se lo colocaba y tuvo casi echar una leve carrera antes de terminar sujetándolo con fuerza de uno de los brazos impidiéndole que avanzara. Podía que esta vez Roy no fuese a escucharle, pero tenía que evitar que cometiera algo de lo que se arrepintiera después.

 

Solo que jamás había creído que Roy al ver a Edward con aquel pelinegro, reaccionaria de aquella manera. Al menos no tan pronto. Pero era más que obvio que había estando en lo correcto de los sentimientos que el rey tenia por su príncipe. Mas aquella no era la forma correcta de mostrárselos.

 

¡No le traería nada bueno!

 

- ¡Roy no cometas alguna tontería! seguramente esto tiene alguna explicación - Maes tuvo que dejar ir su brazo cuando Roy se lo arrancó de los dedos halándolo con excesiva fuerza.

 

- ¡CALLATE!- gritó él rey y Maes solo pudo ver como le daba la espalda.

 

Escuchó su respiración fuerte y notó como este comenzaba a enfurecerse. Los puños fuertemente cerrados del mismo bien que se lo decían, incluso los nudillos ya habían empezado a notarse incluso blancos.

 

Roy fijó su vista en las insignias que tenia adheridas al pecho. Ya una vez había presenciado algo como aquello. No más bien, él se lo había imaginado así la última vez. Nunca los había visto, nunca hasta ese momento. Ver a Edward besando a alguien que no era él.

 

¡Maldita sea! Aquello simplemente no podía estar pasando.

 

Maes casi soltó un suspiro aliviado, cuando el rey en lugar de ir a donde los dos príncipes estaban, giró hacia el castillo y avanzó de mala gana por los pasillos. Roy no iba a tranquilizarse, de eso estaba seguro.

 

Al menos, no hasta hablar con Edward.

 

Pero primero él tenía que ayudar a su amigo a enfriar su cabeza. En ese estado Roy no iba a pensar con claridad. De hecho para esos momentos estaba seguro se llenaría la cabeza con mil y un pensamientos equivocados. Tenia que haber una explicación para todo y esa mismas se la daría el rubio.

 

Nadie más que él podía hacerlo.

 

Cerró fuertemente la puerta de su despacho, tan fuerte que incluso los sirvientes que pasaron por ahí, creyeron que la puerta se caería. Afortunadamente la misma era de un roble fuerte y macizo que por lo visto podía aguantar eso y mucho mas. A Roy no le importo, lo único que deseaba era llegar hasta su maldita silla y sentarse ahí.

 

Lo hizo, mas se levantó de inmediato y empezó a andar por la habitación dando una y otra vuelta como una fiera enjaulada. Respiró con fuerza intentando calmarse mas no podía. Ya podía aceptar con claridad que los celos lo estaban carcomiendo. Pero lo que no podía creerse era que por un breve momento, había confiado plenamente en las palabras de Edward.

 

¡Que no estaba enamorado del príncipe xianganes!

 

¡Claro! Solo un estúpido se podía creer aquella mentira y ese maldito estúpido había sido él.

 

De una fuerte patada arrojó el cesto de la basura a un lado de su escritorio y los papeles salieron disparados esparciéndose por doquier. ¿Cómo había podido creerle algo como aquello? Se había vuelto tan ingenuo en cuanto al príncipe rubio se refería.

 

¡Maldita sea!

 

Se dejó caer al fin contra la silla y estaba seguro que había roto los ocultos ganchillos que había en su chaqueta militar cuando la abrió con fuerza. Su mano se había colado hasta la bolsa oculta dentro de la misma y la cubierta de papel de un sobre crujió cuando sus dedos lo rasguñaron para sacarlo.

 

En la noche anterior se había levantado ya cuando la madrugada estaba muy entrada, tan solo para cambiarse de ropas y de paso ponerle el pijama al rubio. La ropa de día no era muy cómoda para ninguno de los dos a la hora de dormir y no le había resultado muy difícil desvestir al rubio para cambiarle y justo cuando se había detenido al sujetar el sobretodo rojo del príncipe el sobre se había caído de una de las bolsas del mismo.

 

Su intención en un principio había sido regresarla a su sitio, pero al notar el conocido sello de la dinastía Yao, no pudo evitar quedársele viendo un rato y sin más había terminado por guardarla entre sus propias ropas.

 

Sin importarle ya en lo absoluto, desgarró el sobre y desdoblo sin ningún cuidado las hojas blancas. Sus ojos se movieron con rapidez por las líneas que estaban escritas en su simple y callejero idioma y casi agradeció a que no llevara ninguno de esos kanjis, utilizados en el idioma nativo de Xing y que siempre era utilizado por aquellos.

 

Gruñó cuando termino de leerla y arrugó la carta entre sus dedos. Aquella carta sin duda estaba escrita con la única intención de agradar a un enamorado rubio. Tan solo tenía escritas palabras bonitas y versos de amor.

 

Y aunque el rubio no las había leído, al parecer se las sabia de memoria. De que otra forma podía explicarse que se besaran por su inminente separación y el xianganes se había pasado de cínico con él. Le había confesado sus sentimientos verdaderos por el rubio la noche anterior y al día siguiente este y el rubio reafirmaban sus sentimientos.

 

Se había reído frente a su cara.

 

No, ambos lo habían hecho.

 

Casi los podía ver a ambos, burlándose de él.  

 

† "•" †

- Con que aquí estabas -

 

Roy tuvo que abrir los ojos, los había cerrado minutos atrás al haberse quedado inmerso en sus pensamientos. Tan inmerso que ni siquiera se había dado cuenta cuando alguien había entrado a su despacho y justamente era a la última persona que deseaba ver en aquellos momentos.

 

El rubio pasó la vista por toda la oficina, las cortinas pesadas y oscuras estaban corridas. Evitando con ello que lo que el sol ya débil de lo que quedaba en tarde, iluminara la habitación. Tampoco estaba encendida la iluminación artificial y la única luz que había era una pequeña lamparilla en el escritorio que a duras penas iluminaba el respaldo de la silla del pelinegro.

 

- Uno de los sirvientes me dijo que habías acabado de llegar - la voz suave y calmada de Edward le hizo crujir los dientes.

 

Ahora el rubio iba a fingir de nuevo en su presencia. Iba a aparentar que era el dulce y noble príncipe Edward. Ese mismo que había aceptado gustoso casarse con él. Gruñó, aquella maldita actitud en el rubio comenzaba a enfermarle.

 

- ¿Tuviste mucho trabajo? No pudiste llegar a despedir a nadie de la alianza, mas ellos lo comprendieron. Eres un rey muy ocupado - el rubio había soltado aquello ultimo de forma divertida.

 

Le oyó detenerse frente a su escritorio y permanecer callado esperando su respuesta.

 

Se dio la vuelta, girando con lentitud la silla giratoria en la que estaba sentado. La lamparita que estaba en su escritorio era la única iluminación de la habitación, pero ni la resplandeciente luz pudo borrar el dejo lúgubre que podía observarse en su mirada azul oscuro bien oculta tras su flequillo oscuro.

 

- ¿Majestad? - le oyó preguntándole el rubio mas no le contesto.

 

Tan solo se limitó a observarle recorriéndolo con la mirada de arriba abajo con lentitud. Aquello pareció incomodarle al rubio que en un gesto reticente se había encogido de hombros y desviaba su mirada de oro puro hacia un lado evitándole.

 

Con arrogancia Roy colocó sus codos en la superficie de la mesa junto sus manos poco tardo en inclinarse sobre su escritorio y dejado su mentón sobre las manos entrelazadas. Su mirada seguía puesta sobre el rubio mas este en ningún momento giró de nuevo los ojos sobre su persona.

 

Una risita callada abandonó los labios del rey.

 

Si Edward había creído que él iba a ser el único lastimado en todo esto. Estaba más que equivocado. Eso iba a mostrárselo justo ahora. Nadie se burlaba de Roy Mustang. El pelinegro achicó los ojos cuando el jovencito volvió el rostro y aunque lo había mirado indeciso en un principio, agitó levemente la cabeza antes de sonreír suavemente, e incluso abrió la boca para decirle algo.

 

No iba a dejarle hablar primero, no iba a hacerlo. Deshaciendo el agarre de sus manos, Roy sonrío de lado con arrogancia haciendo que el príncipe borrara la sonrisa que llevara en los labios.

 

- Y dime Edward ¿Vas a extrañar mucho a Ling ahora que se ha ido? - su voz había salido acida entremezclada con dura sorna.

 

Tanto que hizo al príncipe abrir los ojos con mesura.

 

- ¿De que estas hablando? -

 

El rey bufó con mordacidad, definitivamente el príncipe era un actor nato. Nunca había conocido a una persona que pudiera mentir con tanta naturalidad, incluso hasta en su mirada podía verse un dejo de desconocimiento, como si en realidad no supiera de que estaba hablando Roy.

 

Mentiroso, bien que lo sabia.

 

Arrojó la silla con violencia cuando se levanto de pronto y no tuvo que dar más que dos pasos para terminar cerca del rubio. Casi disfrutó al verlo echarse para atrás con miedo, mientras lo miraba desconcertado al rostro.

 

- Eres tan cínico y ahora vas a fingir que no sabes de que te hablo -

 

Veneno puro en sus palabras.

 

- Pues es verdad, no se a que te refieres - acotó de nuevo el rubio echándose mas y mas para atrás mientras el rey avanzaba hacia él cual fiera al asecho.

 

Ya conocía a Roy cuando estaba molesto, pero en ninguna ocasión le había mostrado ese odio irracional que ahora por cada poro de su piel transpiraba. Dios, ni siquiera sabía a que diablos se debía aquel cambio.

 

Habían terminado también la noche anterior y ahora...

 

No pudo pensar en nada mas, de hecho tuvo que despegar su mirada dorada del rey cuando sintió como su espalda golpeaba con una columna en la habitación. Había reculado para atrás demasiado, tanto que termino en aquel lugar y ya no había forma de escapar. Tuvo que volver la vista cuando escuchó la respiración fuerte del rey y notó que casi lo tenía sobre él.

 

- Lo sabes bien - siseó el rey bajando la cabeza hasta el rostro del rubio - Dime lo extrañaras o te conformaras con imaginarte que es el quien te toca cuando te recorren mis manos -

 

- ¿Qué? -

 

Sus ojos azul oscuro habían tintineado cuando el rubio soltó aquello realmente escandalizado. Pareciera que la simple idea de lo mismo le desagradaba totalmente. Pero no se dejaría engañar, él sabia la verdad.

 

- Así fue ¿No Edward? ¡Mientras estabas conmigo solo pensabas en ese imbécil! -

 

Lo vio negar rápidamente con la cabeza, la coleta alta zigzagueó en el viento siguiendo sus movimientos apresurados.

 

- ¡No! Yo jamás... -

 

- Deja de hacerte el tonto Edward - gritó Roy golpeando ambas de sus palmas abiertas contra la pared acorralando más al rubio - O ahora me vas a negar que no me mentiste cuando me dijiste que no amabas a Ling -

 

- Es la verdad yo no... -

 

- ¡TE VI BESÁNDOLO! -

 

Le interrumpió el rey gritando aquello, tan fuerte que segundos después de haber acabado la garganta le dolió, por un momento creyó que iba a terminar tosiendo, pero no fue nada que no pudiese controlar tragando saliva humedeciendo su lastimada garganta.

 

- Él me beso a la fuerza - se justificó de inmediato Ed, levantando la voz también y pudo notar como el ceño del príncipe se fruncía en una creciente incomodidad. 

 

Claro que iba a estar molesto.

 

Después de todo al rubio las cosas no le estaban saliendo como querían.

 

- ¡Oh claro! Eso puede ser posible - aceptó Roy mas con rabia aun, buscó entre sus bolsillos el papel arrugado que se había guardado. - Pero esto -

 

- Veamos que dice por aquí... Ah si - Estrujándolo un par de veces logró dejarlo lo mas presentable posible y que se pudiese leer y mostrándole la hoja arrugada la rubio comenzó a musitar - Eres y serás mi único amor hasta el ultimo instante en que... - 

 

- Yo ni siquiera sabía de esa carta y... -

 

- ¡YA DEJA DE SER HIPÓCRITA EDWARD! - Gritó Roy y le arrojó el papel, con un sonido sordo cayó directo al suelo - La tenías entre tus ropas y sabe cuantas mas tendrás guardadas por ahí -

 

- No hay ninguna. Esa carta es de Ling sí, pero es la única que tengo -

 

- ¿Por qué he de creerte ahora? - Cuestionó Roy mirándolo con frialdad - Pero al menos con esto se la verdad. Tú quieres a Ling -

 

- Y ahora tan solo estas contando los días que faltan para marcharte de este reino e irte con él. Para ti es un enorme sacrificio el estar conmigo -

 

- ¡No es cierto! - 

 

- Y al menos te consuelas imaginando que es él quien esta contigo en las noches y no yo -

 

- ¡NO ES ASÍ! -

 

- Ya deja de fingir y de mentir. ¡Esta es la verdad Edward! -  musitó el pelinegro sujetando al príncipe de las manos y Edward no pudo mas que cerrar uno de sus ojos con molestia. El rey lo estaba lastimando. El agarre en sus muñecas era sumamente apretado.

 

- FUI UN COMPLETO IMBÉCIL Y UN ESTÚPIDO, POR HABER CREÍDO TUS MENTIRAS -

 

Y pensar que iba a escogerlo a él.

 

Riza al lado de Edward, aunque fuese interesada y de él no quisiese mas que la corona. Le había hablado siempre con la verdad.

 

Muy al contrario de lo que el rubio hacia.

 

- Déjame explicarte - al escuchar aquello de los labios del rubio lo soltó del agarre y se alejo de él.

 

No había nada que explicar, absolutamente nada.

 

- No quiero que digas ya nada - gruñó mirándolo con rencor - No quiero nada de ti y si creíste que podrías seguir engañándome te equivocaste -

 

Y sin decir nada mas se alejó de él, la puerta no estaba lejos y con pocas zancadas llegó hasta la misma y salió de la oficina.

 

- ¡Espérame! - gritó levantando de un rápido movimiento entre sus dedos lo que Roy le había lanzado.

 

Tuvo casi correr mas aun así no lograba dale alcance. El pelinegro caminaba demasiado rápido a largas zancadas. Tenia que explicarle, Roy se había llenado la cabeza de falsas suposiciones, por aquello que había visto y por lo que había leído.

 

Las cosas no eran como parecían.

 

Él no se había besado con Ling como le había gritado, no se iría con él, ni mucho menos había pensado en ese príncipe en cada ocasión en la que habían estado juntos.

 

- ¡Muy buenas tardes mi señor! - Roy se había detenido al recibir aquel saludo.

 

Y frente a él Edward pudo notar a la jovencita delicada que casi había susurrado aquel saludo. Era una de esas cortesanas, una de las tantas de la corte del rey. De esas mismas que se habían encargado de hacerle saber el desprecio que le tenían apenas y había llegado a aquel castillo.

 

Una y mil veces las había visto coquetear con Roy, pero este jamás les había dado muestra de interés alguno.

 

Hasta ese momento.

 

Con un nudo que empezó a formársele en la garganta Edward vio como el pelinegro la sujetaba de la mano y llevaba la misma a los labios besándola en un gesto exageradamente sensual. Terminó por morderle suavemente la piel de los nudillos con los dientes. La estaba provocando de forma más incitadora de lo que la joven había hecho al inclinarse más de la cuenta regalándole una visión nada pudorosa del generoso escote de su vestido.

 

- Viéndote a ti, ahora sí que es una buena tarde -

 

La mujer se había sorprendido al principio, mas de inmediato se había compuesto y le sonrío tan sensual como el rey lo hacia. El fuerte cuerpo del rey se acercó hasta ella, casi eliminando la distancia que les separaba y una de sus manos se encontraba ya en esos momentos subiendo hasta quedar sobre la fina mejilla maquillada de la joven.

 

- Pero... ¿QUÉ ESTAS HACIENDO? -

 

Hasta aquellos momentos, cuando escuchó la voz realmente molesta del príncipe, la mujer reparo en él. Se suponía que tenía que sentirse halagada por tener la completa atención del rey, algo que no había logrado antes. Pero viendo el gesto del príncipe, no pudo mas que sentirse avergonzada e incluso hasta utilizada por el rey.

 

Porque así era.

 

Estaba utilizando el pequeño desliz que ella le ofrecía para indignar al príncipe y lo amedrentaba mas ignorándolo por completo.

 

Lo que ella notaba mejor hacer en aquellos momentos, era disculparse y salir de ahí a la menor oportunidad posible. Jamás le había gustado ser un jueguito para nadie y aunque no tuviese otra oportunidad para llamar la atención del rey, la mirada que le príncipe le mandaba en cierto punto la intimidaba.

 

Se había negado en un principio pero no le quedo más que dejar ir su mano cuando el rey la sostuvo con fuerza entre sus dedos. Pero ni siquiera había llegado a rozar la piel de la mejilla del rey antes de que un fuerte manotazo la alejara. El príncipe había interferido al fin, alejándola de él para girarse hacia él rey completamente enfadado.

 

Aquella era la oportunidad que quería, ni el rubio ni el rey la tomaban en cuenta ya. Fue fácil retirarse y desaparecer entre los pasillos.

 

- ¿Qué es lo que quieres? - Sus pupilas doradas brillaban mas que furiosas y el gesto estoico del pelinegro lo irritaba - ¡Quieres humillarme! -

 

- ¡Claro que no Edward! - Susurró regalándole una sonrisa fría - Tan solo estaba tratando de ser amable -

 

- ¡ESO NO ERA SER AMABLE! - gruñó Edward sacando parte de su enfado con la voz muy alta casi como un grito

 

- ¿No creerás que intentaba coquetear? - El pelinegro sonrío con cinismo - Además, no fue ni un poco de coqueto como lo fuiste tú con Ling -

 

Roy no se lo esperó y terminó echándose dos pasos para atrás cuando el puño del rubio se incrustó con fuerza en su mejilla. Como reflejo su mano inmediatamente se posiciono sobre el golpe y no pudo evitar que un hilillo de sangre resbalara por sus labios al mentón y de ahí calló hasta manchar sus ropas.

 

- ¡Imbécil!- los ojos de Edward se humedecieron, pero logró tragarse las lagrimas rabiando mas su mirada - ¡No tienes ningún derecho a tratarme así! Mas cuando ni siquiera me dejas explicar lo que sucedió en realidad -

 

- Y ¿Qué fue lo que sucedió en realidad? - esta vez fue su turno para volver a ver el rostro furibundo de Roy y frunció levemente las cejas cuando tuvo que aguantarse el dolor de su mano nuevamente, cuando el pelinegro lo tomo de la misma acercándolo a él - ¿Qué me quieres explicar? -

 

El rubio bajó la vista y se mantuvo en silencio y sintió como el agarre en su mano se suavizaba. Ahora tan solo estaba ahí simplemente sobre él, tan efímero que si se movía tan solo un poco, dejaría de sentirla. Tragó saliva y suspiró un poco mas tranquilo. Roy lo iba a dejar explicarle o al menos eso era lo que aquel agarre la transmitía.

 

- Ya te lo dije él me beso a la fuerza - soltó suavemente - Pero lo que mas importa es que yo no amo a Ling -

 

Oyó suspirar cansadamente al rey y levantó la vista. Le había soltado la mano y ahora tan solo le miraba escuetamente. No iba a interrumpirle y aquello animó al rubio a soltar al fin todo lo que sentía.

 

Aquello era simplemente otra pelea estúpida, que podía arreglarse fácilmente al colmar todas las inseguridades que sentía el rey. Sabia que él rey en esos momentos estaba completamente cegado por los celos y no hacia mas que desquitarse con Edward, aunque no tuviese culpa alguna de ello.

 

Hubiese deseado decírselo en otras circunstancias, pero no podía esperar mas ni callarlo.

 

Respiró profundamente y suavizó su mirada.

 

- Yo llegue a Amestris enamorado de su rey, incluso desde mucho antes de conocerle - Vio como el rey parpadeaba varias veces al escuchar aquello e incluso había dejado escapar un suspiro callado que le golpeo suavemente las mejillas  - Es a ti a quien amo -

 

Con indecisión había levantado sus manos en un principio, mas las mismas se dirigieron decididas a las mejillas del pelinegro.

 

- ¡Créeme por favor Roy! - susurró casi quebrándosele la voz.

 

El rey le sonrió de lado, antes de alejar las manos del rubio de su rostro.

 

- No creeré más en tus mentiras Edward -

 

† "•" †

Continúa...

N de la Yuka: Bien, aquí otro capitulo. Disculpen el pequeño atraso de un día. Como dije, ayer 13 fue mi cumpleaños y no pensé que seria básicamente secuestrada por ello u.uU, me sacaron de la cuidad para celebrarlo ^o^. Me despido por ahora y nos vemos el próximo 23 de abril, hasta entonces y muchos saludos ^^

Gracias! Las quiero 25 veces mas ^o^

Me dejas un review para alegrarme el día? *3*

Eso me obligara a escribir y tener el capitulo seguro para el día de la actualización xD

Byeeeee.

 

 

 

 


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