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Single Lady por YukaKyo

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Single Lady

 

Debes de saber que, 鋼の錬金術師 o también ハガレン, es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría.

Este fic esta dedicado a mi querida Elen-Sess, estés donde estés niña, siempre te tengo aquí, en mi corazón.

Entérate de que MI beta Oficial es Norico Asamiya00  Y también fayirenoongaku  forma parte de mi staff como beta Auxiliar y Colaboradora del Fic XD

Con la pareja Roy x Ed.  Oh! Y por si no se habían dado cuenta en el sumary, habrá, male pregnancy, ósea chico embarazado, ash!

También que escribo para todos ustedes y cumpliendo con la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) como intercambio por ello, recibo sus reviews, de no hacerlo al fic se lo llevará La Puerta!! Se los aseguro!  Así que ¡No dejen que eso suceda >o<!!

Y como ultimo, que este fic esta basado en la grandiosa historia La Nueva Alianza de la fantástica Midhiel, y es su humilde adaptación.

 

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

 

18.- Comenzar De Nuevo

 

La habitación estaba ahora más calida e iluminada débilmente por las crepitantes llamas de la chimenea. Cerca de la misma y sentados bajo la piel de oso blanca, el príncipe y el rey estaban contemplando el suave fuego en silencio.

 

Roy relajó un poco el agarre de sus brazos cuando el pequeño cuerpo del rubio se movió entre los mismos buscando una posición mas cómoda. Cuando el príncipe se quedo quieto, el rey afianzando de nueva cuenta su agarre y enterró su rostro en los cabellos dorados.

 

Cuando susurró un débil, te amo, el rubio tembló y casi oyó como su corazón latía desenfrenado.

 

- ¿Cuándo te diste cuenta? - escuchó que el príncipe le balbuceaba tímidamente y el pelinegro sonrío.

 

- Irónicamente por ello, tengo que darle las gracias a Ling - el príncipe paso sus manos sobre las del pelinegro en su cintura.

 

- Desde que llego su carta anunciando que vendría, tuve celos de él y empecé a darme cuenta que ello no era normal, al menos no si se suponía que yo no te amaba y con cada una de sus provocaciones, fue mas que evidente lo que yo por ti siento. Desde ese momento empecé a amarte Edward - el príncipe asintió.

 

- No - siseó el rey luego de pensarlo un poco - Creo que me enamoraste desde mucho antes Edward, pero fui excesivamente ciego para no darme cuenta hasta que todo esto hubo sucedido -

 

El rubio volvió a suspirar cuando Roy nuevamente depositó sutiles besos, aunque en esta ocasión las atacadas fueron sus mejillas sonrosadas y terminaron en la punta afilada de su nariz.

 

- ¿Y tú Ed?, ¿Cómo esta eso de que me amaste aun antes de conocerme? - el rubio se sonrojó y desvío un poco su rostro.

 

- La verdad, no es cierto eso de que no te conocía -

 

Roy le observó y no pudo evitar fruncir el ceño intrigado

 

¿Le había mentido en verdad Edward?

 

- Tú me conociste años atrás y por lo visto no te acuerdas mucho de ello - soltó el príncipe decepcionado encarando al rey.

 

- ¿En verdad? - Roy intentaba recordar, pero por mas que lo hacia no le llegaba recuerdo alguno claro - ¿Dónde te conocí? -

 

- Recuerdas que, cuando la anterior guerra en Amestris estuvo en su punto culminante, aun había demasiados civiles varados en medio de esta. Mujeres, ancianos y niños inocentes que no podían hacer nada por defenderse de aquella revuelta - Roy asintió a las palabras del rubio.

 

Él mismo había cambiado la estrategia de combate de su cuadrilla y en lugar de seguir con la resistencia, se habían abocado a rescatar a todos aquellos que se pudiera, congregándolos en un solo grupo para sacarlos de la zona de guerra. Dublith era el país mas cercano y a su vez, hermano de la revuelta, una cuidad que no cerraría sus puertas ante un llamado de auxilio como aquel, tal y como Rizembul lo había hecho.

 

Roy les había protegido en su avance, quedándose atrás para crear numerosas barreras de llamas que les protegieran del fuego de las armas y de cualquier ataque sorpresivo que pudieres darse, mientras sus soldados avanzaban dirigiéndose al país de la dirigente femenina mas aguerrida que conociera hasta ese momento.

 

Fue justo cuando al pisar el territorio de aquel país que el intercambio equivalente por usar de aquella forma su alquimia, fue cobrado.

 

El pelinegro solo recordaba haber perdido la conciencia y despertar muchos días después, viendo logrado su cometido. No había habido bajas que lamentar y sus soldados estaban descansados y repuestos para volver al frente donde sus compañeros aun esperaban por su regreso.

 

- Yo no permanecí en Rizenbul cuando la guerra estalló - le comunicó el príncipe de forma seria - Lady Izumi me tenia a su cuidado y cuando esa revolución amenazó con golpear a Dublith no lo pensé dos veces y fui hacia allí. Pensando que tal vez mi presencia en ese lugar podía ser de gran ayuda -

 

- Cuando los soldados empezaron a llegar, inmediatamente me dispuse a ayudar con aquello, todos estaba a salvo en un territorio neutral. Pero tú no regresaste con ellos. Te perdieron de vista al entrar al país -

 

- Durante horas una cuadrilla de soldados de Dublith y tu tropa te busco, mas ninguno de ellos logró encontrarte - cuando los ojos azules del rey volvieron a verse reflejados en los del rubio, notó que estos brillaban con fuerza.

 

- Fui yo quien lo hizo -

 

Ed lo recordaba todo como si hubiese pasado ayer.

 

Solo hasta que los soldados habían resguardado y puesto a salvo al último de los sobrevivientes, es que se dieron cuenta de la ausencia de su comandante en jefe.

 

Alarmados incluso, pensaban en regresar en aquel mismo momento hacia Amestris. Aun tenían suficientes balas y aunque estuviesen cansados, no pensaban dejar en las manos de los tiranos de Amestris a uno de los jefes directos de aquella revolución.

 

Izumi calmándolos de inmediato, había convocado una nueva búsqueda, en diferentes puntos estratégicos a las afueras del país. La primera búsqueda no les había arrojado resultado alguno favorable y esta nueva tendrían que hacerla en menor tiempo del que disponían.

 

Después de todo ninguno sabia con exactitud en que condiciones se encontraba el coronel Mustang y cada segundo gastado era un segundo precioso de vida que el hombre probablemente perdía.

 

Edward también había salido con un grupo de soldados, aun y cuando Izumi se lo hubo prohibido. Su alquimia y su rentan jitsu aun estaba en los niveles básicos y lo avanzado se basaba únicamente en conocimientos teóricos. Falto a la vez de técnicas de supervivencia, manejo de armas o mando militar. 

 

Más aquello al rubio le había valido un bledo.

 

No podía quedarse ahí de brazos cruzados, cuando aquel hombre había hecho todo lo que tenia en sus manos para salvar la vida de aquellos inocentes y al mismo tiempo de su escuadrón entero.

 

Fue por ello que siguiendo sus propios instintos, había cambiado de dirección a la trazada en el mapa de búsqueda y milagrosamente le había encontrado y lastimosamente había tenido que gritarle a los solados que le acompañaban y que se habían quedado atrás, cuando al intentar levantar al hombre, no pudo más sostenerlo en pie junto con él.

 

Después de todo, aun era un niño. Uno que a tan solo unos días atrás, había cumplido doce años.

 

- ¿Cómo es que no te recuerdo? - Le preguntó Roy de pronto sacándolo de sus pensamientos. No pudo evitar sonrojarse una vez mas coloreando sus mejillas y alejó sus ojos dorados del pelinegro.

 

- Era tan solo un niño en ese entonces, muy diferente a lo que soy ahora -

 

Edward tenía razón, en ese entonces solo era un niño, por debajo de la estatura promedio a esa edad y demasiado menudo y que a regañadientes no se había despegado segundo alguno del lado de pelinegro. Pasándose las horas e incluso las noches en vela observándolo dormir mientras recuperaba sus fuerzas.

 

El solo verlo en la pequeña brecha de hierbajos donde lo había encontrado inconciente le había impresionado y después al contemplarlo ahí durmiendo placidamente le había hecho sentir una emoción que nunca antes había sentido por nadie. Un extraño pero no incomodo revolotear de mariposas en el estomago, que lo hacia sonrojarse en extremo cuando el pelinegro suspiraba entre sueños.

 

Aquel hombre sin proponérselo, le obligaba a permanecer estar ahí, como un fuerte imán que le atraía. Ilusionándose con el momento justo en que despertaría. Casi podía imaginarse su voz fuerte y grave, anhelaba contemplar alguna de sus sonrisas, pero sobretodo, ansiaba verse reflejado en aquellos ojos que se resguardaban celosamente tras los parpados cansados. Y de solo pensarlo todo aquello le hacia sentir un extraño calor en el pecho.

 

Como fuertes llamas que ardían.

 

Sin notarlo y poco a poco, su frágil corazón escondido en su interior, se había enamorado.

 

Edward tembló, cuando los dedos del rey le sujetaron de la barbilla y le hicieron volverse para mirarle. Dejó que le girará hasta su rostro y casi gruñó en protesta cuando los dedos dejaron de regalarle aquel contacto sobre su piel.

 

Roy recorrió con la mirada el rostro hermoso de su consorte. 

 

Las cejas rubias delgadas, sus pestañas blondas, la tersa piel tostada de las mejillas y el puñado de pequitas casi difuminadas que salpicaban la pequeña nariz. Sus dedos tocaron esta vez los mechones rubios a cada lado del rostro y alejo los largos mechones dorados de su cabello hasta dejarlos tras la espalda. De aquella forma, parecía que llevaba el cabello corto hasta un poco más debajo de las orejas. Atrás había quedado cualquier rastro del infante que fuera, pero estaba seguro que había una cosa que no había cambiado en todos aquellos años.

 

Aquellos ojos dorados habían mostrado siempre ese brillo.

 

Seguro y fuerte, que sin importar cuantas veces fuera tumbado por los golpes de la vida, se levantaba y seguía adelante.

 

Roy sonrío.

 

Por supuesto que lo recordaba.

 

No recordaba mucho de cuando había perdido el conocimiento, pero se acordaba de una ocasión en que había despertado una noche y se había encontrado a un pequeño, un niño rubio pecoso y frágil acurrucado cómodamente casi sobre él en la cama. En aquella ocasión tan solo había sonreído, parecía que el niño se había rendido finalmente al sueño después de días sin dormir y sin vergüenza alguna humedecía sus ropas con la saliva que escapaba de su boca mientras se aferraba fuertemente a su cintura.

 

A él no le quedo más que volver a dormir.

 

Todos estaban a salvo y tranquilos y además el alba ni siquiera había despuntando a aquellas horas.

 

- Ya recuerdo - musitó el rey casi sobre la boca del rubio - Tu fuiste el niño que me robo un beso mientras dormía -

 

Los ojos del rubio se habían abierto como platos y más rápido que nunca, se había echado contra el pecho del monarca, escondiendo su rostro contra el mismo. Con ello evitaba que viera su sonrojo, pero pensaba que era tonto. Después de todo estaba seguro que estaba rojo hasta las puntas mismas de su cabello.

 

Sí, había sido él y no creía aun que en ese entonces se hubiese atrevido a algo como aquello.

 

Más aun, hasta ese momento se enteraba que Roy se había dado cuenta de ello.

 

Roy sonrío al sentir la avergonzada reacción del rubio, por supuesto que se acordaba. En ese entonces el pequeño rubio se había despertado en la mañana siendo abrazado dulcemente por el coronel al que había rescatado. Aun dormía, pero se le notaba mas tranquilo y relajado mientras le sostenía. Se había quedado mirándole y solo hasta que sintió sus mejillas excesivamente calientes había desviado un poco la mirada del pelinegro.

 

Ahí estaba de nuevo, sentía otra vez aquel extraño cosquilleo en el estomago y el mismo había aumentado cuando sus enormes ojos dorados, se posaron nuevamente sobre los labios entreabiertos del pelinegro. Lentamente fue bajando su cabeza aproximándose a aquellos labios que sin saber lo habían hipnotizado. Con las mejillas más calientes que nunca había cerrado los ojos con timidez cuando sus bocas se encontraron.

 

Fue un contacto breve pero calido, tanto que las mariposas en su estomago revolotearon con mayor fuerza, aunque no llegaron a compararse con el fuerte golpeteo de su corazón contra su pecho. Cuando se separó de sus labios, abrió lentamente los ojos. Un par de pupilas azul oscuro tan intensos como el zafiro le observaban, curiosos al igual que divertidos.

 

- No esperaba ser recibido con tan calurosa bienvenida - la voz del hombre era fuerte, ronca y grave. Mucho mejor de lo que había imaginado.

 

El pequeñín se había quedado mudo y completamente rojo solo había atinado a bajar la mirada huyendo de los ojos de Mustang y tuvo que acallar el gritito de sorpresa cuando fue tirado sobre la cama para luego sentir al pelinegro que había evitado echarse sobre su cuerpo.

 

- Eres muy lindo - le escuchó decirle haciendo que sus ojos intensamente dorados le observaran de nuevo. Mientras recorría con uno de sus largos dedos la suave piel de su rostro, terminado por golpetear juguetonamente su nariz pecosa.

 

- Aunque aun eres muy joven - siseó el militar, ahora pasando sus dedos por los cortos cabellos dorados del chico, que muy apenas le llegaban debajo de las pequeñas orejitas. Algo le decía que el cabello largo a aquel chiquillo se le vería mucho mejor y había terminado diciéndolo suavemente como un comentario cualquiera. Atrapando inconcientemente toda la atención del rubio.

 

- Me gustaría volver a verte - le confesó de forma coqueta el pelinegro - Cuando hayas crecido un poco más -

 

Y terminó Roy regalándole un beso, más no había llegado a ser tan osado como el rubio. Pues sus labios habían terminado posándose con sutileza en la suave piel de la frente del pequeño niño.

 

Poco después de aquello Edward había salido corriendo de su habitación, dejando al militar confundido dentro de esta y no se había vuelto a parar ahí, hasta el día siguiente. Había abierto la puerta con suavidad, pero la habitación se encontraba mas que vacía.

 

- Partió a primer hora de la mañana Edward - le había dicho Izumi cuando había entrado la habitación también encontrándose ahí al rubio taciturno.

 

- El coronel Roy Mustang no podía quedarse mucho tiempo aquí - le dijo con suavidad - Tenia que volver cuanto antes al campo de batalla junto a sus hombres -

 

Se habían separado en aquel momento, pero el destino y ciertamente las circunstancias los habían vuelto a unir de nuevo.

 

- ¡Te quedaste con mi primer beso! - oyó que el príncipe le decía contra su pecho y cuando bajo su rostro buscando sus ojos, pudo notar el brillo de molestia fingida en los mismos mientras golpeteaba suavemente con uno de sus puños el pecho del hombre -  ¿Y todavía te quejas de que fue robado? -

 

- No me quejo, en lo absoluto - le aseguró el rey apretándolo más contra su cuerpo. Pues incluso hasta se sentía complacido. Efectivamente él había sido el primero en muchas cosas con el rubio.

 

Y Edward había hecho exactamente lo mismo con él. Pues únicamente de él y por primera vez se había enamorado. Nunca había sentido por nadie lo que sentía por el rubio y seguramente jamás volvería a hacerlo.

 

- Recuerdo  te había dicho  que me gustaría verte con el cabello largo - susurró el rey llevando una de sus manos a los sedosos cabellos del rubio sintiéndolos entre sus yemas, con suavidad deposito un tenue beso en su frente regocijándose con el rosado sonrojo de las mejillas de su rubio - Y también te había dicho que te vería cuando crecieras un poco mas -

 

Una sonrisa sarcástica se formo en los labios del rey y el rubio arqueo una ceja confundido.

 

- Aunque no lo hiciste mucho - soltó con malicia a penas contenida.

 

- ¡Si serás cabrón! - gruñó el rubio levantando sus puños para golpear al pelinegro que lo sujeto de las muñecas evitando sus golpes y de un momento a otro comenzaron a reír.

 

La risa de ambos inundo la estancia y de un momento a otro el rey le había soltado de las manos para guiarlas al rostro del rubio donde los sostuvo suavemente. Edward unió su mano con la de Roy mientras continuaba riendo bajito. Sus frentes quedaron juntas y cuando las risas terminaron se quedaron en silencio un breve momento observándose, antes de que el rey susurrara con lentitud.

 

- Edward yo quisiera que olvidáramos todo lo que paso - los labios del rey acariciaban lentamente los del rubio mientras hablaban - Y en este momento empezáramos a comenzar de nuevo -

 

- Como si este fuera el primer día de nuestro matrimonio - el pelinegro asintió a las palabras del rubio y agregó muy cerca de los labios de Ed - Nuestro primer siendo solo Roy y Edward -

 

Y capturó entonces los labios del rubio.

 

Edward no pudo más que continuar besando al rey, enredando sus dedos en los cortos mechones oscuros mientras correspondía con la misma pasión al beso demandante en el que lo había apresado al pelinegro. No fue conciente más que de seguir aquella lengua traviesa que se enredaba con la suya y de aquellos dientes que juguetones le mordían los labios cuando por breves segundos rompían el beso para continuarlo mas ansias y brios.

 

Ni siquiera se dio cuenta cuando Roy ya lo tenia sentado sobre sus piernas y había gruñido molesto cuando una vez mas rompió el beso, mas gimió con fuerza cuando las caricias de aquellos labios y de la húmeda lengua, se concentraron en repartirle descargas de puro placer a lo largo de su cuello.

 

Apretó sus rodillas contra las costillas de Roy y suspiro su nombre cuando los dientes del mismo mordieron de forma nada gentil el nacimiento de su cuello y tuvo que alejar sus manos de los cabellos negros y levantarlas hacia arriba cuando los dedos del pelinegro se aferraron a su playera sin mangas jalándola hacia arriba para quitársela.

 

Fue breve el momento en que Roy vio la prenda oscura volando por los aires antes de tener una vez mas los labios del rubio devorando su boca con insistencia y correspondiéndolo deslizo de manera sensual los dedos por la columna del rubio desde la nuca, hasta la pudorosa cintura de los pantalones que detenía el avance de sus dígitos.

 

Apenas y había delineado con la yema de los dedos el borde del cinturón, cuando tuvo que alejar sus manos de la cintura, echando los brazos hacia atrás. Con un ansia desesperada el rubio le había desabrochado ya la camisa y tras pasarle las palmas abiertas por los hombros intentaba sacársela por los brazos ahora.

 

La piel caliente de sus pechos desnudos hizo gemir al rubio sobre la boca del pelinegro antes de volver a besarle. Lo podía sentir jugueteando de nueva cuenta con su cinturón y mientras delineaba sus labios delgados con la húmeda lengua, la presión del cuero curtido en su cintura cedió, al igual que el único botón y el cierre bajando de su pantalón.

 

Se tensó y echó ligeramente el cuerpo hacia atrás cuando una de las manos de Roy se había colado ya dentro de sus interiores y la otra se deslizaba por su trasero llevándose consigo el pantalón y el boxer blanco. Pero definitivamente lo que le había hecho tragar saliva con fuerza, fue aquella descarga eléctrica que sintió cuando el pelinegro le rodeo una de las tetillas con la punta de la lengua humedeciéndola.

 

- ¡Ah! - gimoteo el rubio estremeciéndose cuando la boca se afianzó por completo a su pezón y los dedos largos y tibios del rey se hundieron en la perfecta curva de sus nalgas abriéndolas buscando tormentosamente su entrada.

 

Sus mejillas se colorearon rojizas al sentirse tan expuesto, siendo recorrido suavemente y muy apenas por las yemas de aquellos dedos que no buscaban otra cosa mas que incitarlo a pedir mas y su cuerpo se sintió mas caliente al escuchar el cierre del pantalón de Roy bajándose. Entrecerró los ojos no sabiendo cual de las acciones del pelinegro le excitaba más.

 

Si aquellos dedos que jugueteaban malignos tentando su entrada o sus labios mordisqueando su ya sensible y húmedo pezón. O aquella mano que había dejado de atenderle hacia un momento y ahora volvía a recorrer su sexo, subiendo y bajando de la base a la punta deteniendo su índice en la gota dulce que brillaba invitante a ser probada.

 

- Ohhh- gimoteó de nueva cuenta el rubio, mas esta vez tuvo que aferrarse con fuerza a los hombros del rey.

 

La caliente y dura erección de Roy se rozaba contra su sexo, humedeciéndose de forma deliciosa. Pulsado y tensándose un poco mas entre la mano del pelinegro que a ambas las masturbaba con suavidad en principio, para aumentar el ritmo sin avisar, haciéndolo casi terminar deteniéndose en el momento justo, atacándolo con una sutil presión de sus dedos. Edward se abrazó al cuello de Roy gimiendo sonoramente contra su oreja, disfrutando de las sensuales atenciones de su esposo.

 

Un dedo largo y travieso se abrió paso dentro de él y no pudo más que alzar la cadera levantando sus nalgas dejándolo moverse a su antojo. Tuvo que abrir mas las piernas cuando un segundo dedo lo penetró y sus uñas se enterraron en la piel los hombros del pelinegro cuando el tercero dedo comenzó a moverse dentro de él, alcanzando el punto exacto en su interior que lo enloquecía.

 

- Me... Hmmmm- sollozó de gozo el rubio echando la cabeza hacia atrás agitando sus largos cabellos rubios.

 

- ¿Vas a venirte? - Le preguntó Roy acercando su boca hasta la manzana de Edward mordiéndola levemente para luego solo delinearla con su lengua. Apretó entre sus dedos sus sexos que escurrían muy mojados y sonrosados - Yo estoy apunto también -

 

- ¡No! - Gimoteó Ed, echándose una vez mas contra Roy aforrándose a su cuello - ¡No quiero! - 

 

Soltando sus sexos, Roy llevó la mano únicamente al de Edward, pasando los dedos a lo largo sintiéndolo temblar desesperado. Sus dedos dentro de Edward se movieron y las caderas del rubio lo hicieron también siguiendo el movimiento circular que le imponía. Aunque el rubio no quisiera, ya estaba próximo a terminar, su pene palpitaba y el pre-semen lo cubría por completo haciéndolo brillar.

 

- ¡Dentro de mí! - escuchó el pelinegro que el rubio le susurraba en la oreja que mordisqueo luego con deleite.

 

- ¡Te quiero adentro! - le ordenó tomando el rostro de Roy entre sus manos observándolo con lujuria y sonrío coqueto antes de atraparle los labios con hambre.  Roy sonrío entre el beso al que una vez mas lo sometía el rubio y saco sus dedos con violencia de su interior.

 

El rubio gruño molesto y a la vez ansioso y terminó mordiéndole el labio con fuerza cuando la punta de su pene le acaricio la entrada tentadoramente sin penetrarle, mas no fue necesario esperar mucho antes de que...

 

- Ahhhhh ¡ROY! - gimió con fuerza el rubio al sentirlo completamente adentro y el pelinegro no pudo mas que aferrarse sus dedos a las caderas de Edward cuando lo presiono deliciosamente en su interior.

 

Y comenzó a moverse con suavidad, pero Edward ya no podía esperar a sus mimos. Sosteniéndose de Roy y sorprendiéndolo comenzó a moverse sobre él con fuerza golpeando una y otra vez su trasero contra las piernas del pelinegro. Los pezones hinchados y erguidos tan rojos fueron atendidos una vez más por el rey que los chupó con gentileza, mientras su mano volvía a estimular el rosado miembro del rubio.

 

- Ow... Ro... Roy - suspiró el rubio tragando saliva y sintió como Roy le tomaba de las nalgas ayudándole a moverse sobre él. Se estremeció con violencia y sollozo de gozo perdiéndose en su placer cuando Roy llego dentro de él en el punto exacto que le enloquecía.

 

Roy lo sintió también y movió las caderas golpeando una y otra vez aquel lugar. Sintiéndose recompensado cuando los músculos internos del rubio le apresaban calurosamente incitándolo a terminar en su interior. Apretándolo, liberándolo para luego sujetarlo con mas fuerza hasta que finalmente.

 

- ¡ROY! -

 

Chilló Edward contra su oído con fuerza, al sentirlo llenarlo con el calido semen. Dando otras dos, tres estocadas llenándolo por completo. Él tampoco había podido evitar correrse en la mano del pelinegro, bañando incluso el marcado vientre del pelinegro.

 

Abrazado fuertemente al cuello de Roy y respirando con la boca abierta, Edward trataba de serenarse sintiendo aun las descargas eléctricas del orgasmo recorriéndole el cuerpo. Pero eran mas intensas las caricias que el rey sobre su cuerpo le repartía, delineando la fina piel de sus caderas y se sintió estremecerse cuando la fina piel de los labios de Roy repartió sutiles besos a lo largo de sus hombros desnudos.

 

Se separó levemente y no despreció el suave beso que le regalo muy apenas en los labios.

 

Aquel pequeño encuentro había sido rápido fugaz y desesperado. Habían necesitado sentirse con urgencia y ciertamente había sido excesivamente placentero. Pero según se daba cuenta Roy para aquellos momentos tenia en mente hacerle el amor una vez mas, suave, tranquilo y pausado.

 

Enroscó sus piernas en la cintura del pelinegro y aferró su agarre en el cuello cerrando los ojos mientras se levantaba junto con él del suelo. Tuvo que soltarlo cuando las frescas y suaves sabanas acariciaron su cuerpo cuando fue depositado en la cama y abrió los ojos anhelantes cuando sintió el peso de Roy sobre su cuerpo cubriéndole por completo.

 

- Te amo Edward - susurró el rey acariciando con dulzura sus cabellos rubios. Ed no pudo más que sonreír complacido cuando le sintió besándole las mejillas sonrosadas con ternura. Harían el amor una vez más y si volvían a perder el control de nueva cuenta.

 

Tenían todo lo que restaba de la noche para repetirlo.

 

† "•" †

 

Una vez que la bañera estuvo llena de agua deliciosa, fue simplemente necesario un suave chasquido de sus dedos para a tibiarla y llenar por completo la habitación de vapor. Bien el baño estaba listo, ahora solo tenia que ir por su rubio esposo y convencerlo de tomar un baño, juntos, antes de bajar al comedor para tomar su desayuno.

 

No había podido evitar levantarse excesivamente temprano y tuvo que abandonar la cama en la que había despertado junto con Ed, para arreglar algunos asuntos antes de regresar a la alcoba. Había aplazado su partida del reino algunas cuantas horas y no a los primeros rayos de sol como había planeado hacerlo.

 

Quería quedarse un poco más ahí junto al rubio y ahora que lo pensaba, cuando volviera, haría todo lo posible por mandar al diablo esa costumbre suya de despertase antes que Ed. No abriría los ojos hasta que el rubio le diera muestras de estar despertando y serian los dos juntos los que abanderarían la cama cada día en su habitación.

 

Salio despacio del cuarto de baño y paso con relativa calma a la habitación que compartía con su rubio y sus ojos encontraron al medico militar Knox al pie de la cama de Edward, mientras este aun sentado sobre la misma evitaba mirarlo mientras se mordía nerviosamente uno de sus labios.

 

- Entiéndalo príncipe, no tiene caso negarse - escuchó la fuerte voz del medico reprendiendo al rubio - Debo de hacer los exámenes necesarios para saber si se encuentra ya en estado -

 

Knox bufó cuando no hubo respuesta del joven rubio delante de él.

 

- Sabe que son órdenes directas del rey - le informó una vez mas - Ya han pasado varias semanas desde la ultima vez que le examine y el tratamiento esta a punto de terminarse -

 

- No me concierne en lo absoluto si ha tenido o no, intimidad con el rey - siseó fríamente el hombre - Pero es mi obligación cerciórame si ya hay un hijo de su majestad creciendo dentro de usted -

 

Roy observó el semblante oscuro en el rostro de Edward. Cabía la posibilidad de que Ed estuviese embarazado, aunque también podía que no y por lo visto, la respuesta negativa arrojada en los exámenes era lo que en esos momentos mas temía el príncipe.

 

Y ciertamente lo comprendía. La primera y última vez en que el rubio había sido examinado  por Knox para saber si se encontraba en estado y siendo el resultado negativo, él no se lo había tomado nada bien y se lo había echado en cara al príncipe. Edward tenia temor en aquellos momentos de que una vez mas las pruebas dieran negativas y que volviera a odiarlo.

 

Roy sonrío comedido, además aun faltaba decirle al rubio, mas bien aclararle lo que le había confesado Rose. Rose le había dicho que Ed creía que odiaría al hijo que le diera tanto como a él. Pero nunca había sido así.

 

De hecho aun en ese entonces, cuando no sabía con exactitud lo que sentía por Ed, solo una cosa tenía bien clara. Amaría al pequeño o pequeñita que el rubio le diera. De hecho en esos mismos momentos, aunque aun no supiera si su rubio estaba ya en estado. Ya quería a ese pedacito de cielo que le regalaría Edward.

 

- Edward no se hará ningún examen Knox - protestó seguro el pelinegro atrayendo de inmediato las miradas de ambos a él.

 

- ¿Pero majestad? - Knox lo miró acercarse hasta ellos, quedando demasiado cerca del príncipe que le observaba intrigado. En el momento justo en que había encontrado las palabras correctas para contraatacar a sus dichos, el rey le interrumpió.

 

- He dicho que no - soltó el rey sin mirarlo y dulcificó su mirada sobre el príncipe, levantando una de sus manos hasta posarla sobre la mejilla del rubio que acaricio con cariño 

 

- Edward me dará un hijo, sí - aceptó el rey - Pero cuando sea el momento para ello. No hay necesidad de forzarlo Knox -

 

El rubio se había sonrojado y el medico había carraspeado.

 

- Así que olvídate de los exámenes - musitó Roy alejado su vista del príncipe, girando el rostro para mirar al medico.

 

Knox alzó una ceja ¡Ese Mustang! Siempre dándole un mandato y luego cambiándolo por otro completamente contrario a lo pedido.

 

- Como ordene, majestad - aceptó al fin y no le quedo más que abandonar la habitación.

 

Roy lo siguió con los ojos hasta que el hombre abandono la habitación cerrando la puerta tras de su espalda.

 

- ¿Roy? - oyó que el príncipe le llamaba y al mismo tiempo sintió el leve tirón de la manga de su camisa blanca.

 

Se volvió a él y volvió a sonreírle con dulzura. Con ambas manos termino tomándole del rostro y le beso con suavidad, ganándose un suspiro de los labios del príncipe, que había cerrado los ojos apenas y había iniciado el beso. Rompió lentamente el beso, pero no por ello dejo de depositar otros mas sobre los labios henchidos del rubio, mas cortos y apenas perceptibles.

 

- Será maravilloso el día en que me digas que me darás un hijo - le aseguró Roy al rubio, notando que los ojos del príncipe brillaron notándose mas dorados - Y desde ese momento, empezaremos a planear la llegada de sus hermanitos -

 

- ¿Hermanitos? - preguntó Ed curioso.

 

- Yo quiero que formemos juntos una gran familia Ed ¿No te gustaría? - El rubio asintió tímidamente.

 

¿Cómo decirle que no?

 

Si siempre había sido su deseo formar una familia numerosa y si podía cumplir su sueño junto con Roy, no había forma de que su futuro fuese más perfecto. Después de todo en esos momentos creía que, finalmente él podía alcanzar a tocar la felicidad plena con sus pequeñas manos.

† "•" †

 

En ningún momento Roy había soltado la mano de Edward mientras avanzaban por los pasillos del castillo y ciertamente estaba retrazando su llegada a las puertas del palacio, donde su escolta y un numeroso grupo de soldados esperaban ya por él para partir hacia el norte. 

 

Roy gruñó haciendo sus pasos más lentos, a buena hora había aceptado ir hacia aquel lugar. Estaba que con mandar a Bradley a contener la pequeña revuelta, habría sido más que suficiente. Pero ante la insistencia de algunos mandos y soldados, no le había quedado mas que prometerles acompáñales en la siguiente compañía que mandaran a aquellas tierras.

 

Y ahora se lamentaba de aquella decisión.

 

Las cosas con Edward se habían aclarado al fin y su relación desde la noche anterior, había vuelto a comenzar desde el principio y para nada quería separarse del lado de rubio en aquellos momentos, pero tampoco podía obligarlo a acompañarle en aquella misión. No quería ponerlo en riesgo innecesariamente.

 

Roy se detuvo algunos pasos antes de llegar a las puertas y se volvió hacia el rubio que le observaba curioso.

 

- Supongo que, ha llegado la hora de despedirnos ¿No? - oyó que le preguntaba y notó entonces como la sonrisa en los labios carnosos de su consorte luchaba por parecer tranquila cuando se notaba muy opuesta a lo que se veía.

 

- Volveré pronto - le aseguró Roy, pero aun así aquello no logró tranquilizar al rubio.

 

Roy no iba de visita al norte del reino. Iba a contener un motín y aunque el pelinegro le asegurara que las cosas iban a estar bien, aquello no le decía que las cosas no se complicarían en lo futuro. Por supuesto que no deseaba que algo malo le sucediera a Roy y podría irse poco después que él para acompañarlo, pero estaba seguro de que si lo hacia, Roy se desprotegería a si mismo y a los suyos por mantenerlo a salvo.

 

Aunque no quisiera tendría que quedarse ahí. Por las buenas o por las malas.

 

Suspiro y asintió a las palabras del pelinegro y aunque no había querido soltarle, tuvo que ir dejar su mano.

 

No importaba si tardaba en volver, él tan solo quería que volviera a salvo.

 

† "•" †

 

Bradley sonrío al momento de colocarle la última estrella sobre la solapa en el hombro izquierdo. Con aquello, a los ojos de quien lo mirase, seria mostrado honrosamente su grado marcial.

 

La pequeña ceremonia terminó con el saludo de rigor y otra sonrisa entre ambos cuando se hubo marcado el descanso. El único ojo del hombre se poso discreto a lo largo de la habitación, otros coroneles y generales estaban presentes en la protesta del joven Elric, mas había dos militares que brillaban por su ausencia.

 

Ni el Flüher, ni su más fiel general habían llegado para la presentación del coronel Elric.

 

King sonrío con satisfacción, al parecer los rumores de una enemistad entre el rey y su príncipe era muy ciertos. Pues de no ser así, Roy Mustang debía de haber encabezado aquella ceremonia y no él, quien solo lo hacia en la ausencia del Flüher.

 

Estaba seguro que para aquellos momentos, la pequeña rebelión que había surgido en el norte, estaba mas que controlada, tal vez incluso antes de la llegada del mismo rey a esas tierras. La generala Armstrong en el fuerte de Brings, tenía que haberse hecho cargo al instante. Después de todo, una amenaza a su fuerte no era perdonada jamás, por la reina del hielo.

 

Así que por el momento no había justificación alguna para que el rey no volviera.

 

O bueno, teniendo cerca a un esposo al cual no soportaba y por el cual no podía estar cerca de la mujer que amaba. Era más que comprensible que algo como aquello ocurriera. Aquel matrimonio no tenia futuro y no deseaba que tuviera alguno, después de todo Edward solo era un pequeño peón dentro de toda su estrategia.

 

Pero la misma aun no estaba completa ni a la mitad y no podía deshacerse del rubio tan pronto. Si las cosas continuaban así, en lugar de beneficiarle, aquello le perjudicaría. Pero por el momento las cosas estaban bien así. Tal vez más delante tuviese que actuar e informarle de todo aquello al rey Hoenheim. Después de todo, para que las cosas funcionaran.

 

Edward tenia que tener comiendo de su mano a Mustang.

 

Solo así, las cosas solas avanzarían y tendría sentido aquella ridícula alianza.

 

Discretamente Bradley dirigió su vista al rubio recientemente nombrado coronel. Ya habían pasado casi medio año desde la boda de los monarcas y el príncipe aun no quedaba en estado. Perfectamente conveniente y acorde a lo estipulado. Un hijo en el vientre del rubio no era necesario, al menos, hasta que el batallón alquímico estuviera perfectamente conformado y siguiera ciegamente al príncipe, con la más minima orden que este les diese.

 

Bradley sonrío de forma oscura.

 

Todo marchaba según sus planes y no había nada más reconfortante que ello.

 

Dejó de mirar al joven coronel rubio y ojo se poso entonces sobre los miembros de lo que seria su escuadrón. No pudo evitar esbozar una sonrisa torcida. Aquel no era mas que el mismo equipo que una vez comandara Mustang. Algo le decía a King, que no se los había asignado al rubio simplemente por capricho y para que cuidaran de él. Mas bien, podía ver la poca confianza que el pelinegro tenia puesta sobre el rubio.

 

Aquellos perros le eran enteramente fieles al Flüher y no dudarían en eliminar cualquier plan destructivo que el príncipe tuviera y lo vigilarían de sol a sombra si fuese necesario. En especial aquella soldado con ojos de halcón y que ciertamente no miraba de muy buena manera a quien seria ahora su nuevo jefe.

 

Eso si que había sorprendido a Bradley, no pensaba que el rey iba a meterle también a su amante en la milicia al príncipe. Aquello si que era una humillación para el rubio y un golpe muy bajo para su orgullo. Suficiente debería de tener con hacerle competencia en la cama a la rubia como para tenerla de camarada en el cuartel.

 

Aun así el rubio sabía manejarlo exageradamente bien. Pues no prestaba atención alguna a la mirada insistente de la teniente primera y no caería en un juego de provocaciones futuras que ya se veía por venir.

 

Decidió terminar con la ceremonia y cuando levanto su mano a la frente saludando ahora al Coronel Edward Elric, a la par los demás oficiales de diferentes grados se le unieron reconociéndolo como tal y honrado por el gesto y siguiendo los parámetros establecidos, el rubio lo hizo igual.

 

Casi en silencio la oficina fue quedando vacía, hasta solo quedar unos cuantos oficiales incluyéndolo a él dentro. La sonrisa en los labios de Bradley se incremento cuando los hombres se giraron a su persona.

 

Pronto la nueva rebelión contra el Rey Roy Mustang estallaría.

 

Y su Príncipe Consorte, seria quien lo derrocaría del trono.

 

† "•" †

 

Edward suspiró cerrando la puerta tras de él quedándose solo en la oficina. Su presentación como coronel no había estado tan mal, pero había preferido la calurosa bienvenida que le había dado su nuevo escuadrón al que estaba al mando. La había pasado de lo más agradable que incluso, había soportado un poquito el que le hicieran bromas por su estatura.

 

Bueno estaba bien...

 

¡No lo había soportado!

 

Había estallado en una rabieta de insultos que había terminado con el arrojando al teniente segundo Jean Havoc de un lado a otro de la oficina. Mas sus desplantes tan solo habían logrado envolver en risas a todos, placidamente divertidos.

 

Edward sonrío suavemente.

 

La camaradería con aquel grupo iba a ser excelente.

 

Aunque quien había brillado en su ausencia en aquella presentación intima y privada del grupo había sido la única mujer en el mismo. Ed no podía decir que no se esperaba algo como aquello. Después de todo el desagrado hacia su persona era comprensible y si no lo soportaba en aquellos momentos, no quería ni imaginarse como serian las cosas cuando Roy hablara finalmente con ella y le comunicara que rompería con la promesa que aun en esos momentos les unía.

 

A decir verdad, el rubio se compadecía de ella e incluso se sentía un poco culpable por ello. Al igual que él Riza amaba ciegamente a Roy e iba a ser un golpe duro para su corazón, el ser rechazada de aquella manera.

 

Tal vez e incluso la rubia hubiese sentido lo mismo por él, si Roy la hubiese escogido a ella en su lugar.

 

Edward agito la cabeza negando. Lo mejor que podía hacer en aquellos momentos era sobrellevarla, al menos hasta que Roy volviera y hablara con ella personalmente y si aun así continuaba empecinada en tratarlo con rencor, juntos Roy y él tomarían una decisión en cuanto a qué hacer con ella.

 

El rubio dirigió su vista a la ventana abierta. Ya habían pasado dos largos meses desde que Roy se había ido y aun no regresaba, pero ello no quería decir que no supiese nada de él. Desde el momento en que el pelinegro se había marchado, con tan solo unas horas de diferencia le había llegado una carta del mismo traída por otro de sus más confiables hombres.

 

Era una pequeña nota que no decía más que uno o dos renglones donde le confesaba que ya le extrañaba. El rubio sonrío recordándolo. Para la noche había llegado otra carta y para el amanecer otra más y aquella rutina se había repetido hasta ese día, en la mañana cuando había recibido la ultima nota. Las pequeñas líneas se habían convertido en párrafos que completaron luego hojas enteras, hasta que el sobre terminaba copiosamente atiborrado de papel.

 

Roy le hablaba un poquito de todo lo que hacia pero mas de lo que en aquel lugar sus ojos veían. Incluso el rey había terminado hablándole en aquellas cartas de breves pasajes de su vida en los campos de aquel reino. Sus padres habían sido campesinos humildes que no habían opacado su sueño de ingresar al colegio militar cuando en sus tierras faltaban manos que ayudaran a labrar la misma.

 

Lamentablemente los había perdido años antes de que el revuelo en Amestris hubiese empezado y todo gracias a los cobradores de impuestos, avaros y déspotas del antiguo rey de aquellas tierras. En un principio le habían hecho creer que habían muerto por un lamentable accidente, pero había sido justamente cuando la rebelión había estallado cuando las crueldades que había hecho aquel rey, habían salido a la luz.

 

Edward se había lamentado de aquel hecho y Roy le había agradecido por sus condolencias. Pero lo que había enternecido al príncipe, era el deseo que tenía el rey por regresar a las tierras de sus padres y vivir tranquila y pacíficamente en aquel lugar alejado de las presiones de gobernar aquel reino.

 

Incluso sin expresarlo directamente el pelinegro le había mostrado su deseo de renunciar a la corona e ir a vivir a aquella pequeña y rustica casita al pie de la colina junto a su rubio y a la pequeña familia que este le diera.

 

El príncipe cerró los ojos, sintiendo la fresca brisa que se colaba por la ventana. Tal vez y pronto pudiesen cumplir aquel deseo del militar y quien sabe a la mejor en aquellos momentos, estaba esperando ya un bebe de Roy.

 

† "•" †

 

No era su costumbre entrar sin avisar antes, más Riza sabia que aquel a quien ahora tenía que llamar "jefe" no merecía respeto alguno de su parte. Más bien, era él quien tenía que mostrarse educado ante ella. Después de todo, si Riza se lo pedía a Roy, el rubio seria castigado y Edward la iba a pasar realmente mal por cualquiera de sus insolencias.

 

Estaba más que segura de que Roy no le negaría ninguno de sus caprichos.

 

Roy la quería muchísimo mas de lo que alguna vez podría apreciar a ese príncipe pueblerino.

 

Cuando no recibió reprimenda alguna por su osada intromisión, fue que giro su cuerpo para adentrarse en la oficina dirigiéndose a donde estaba el príncipe y lo que vio simplemente le hizo crujir los dientes.

 

El muchacho estaba ahí, sentado en el sillón de Roy al frente de su escritorio. La ventana de la oficina estaba abierta y el suave viento que entraba jugueteaba con los largos flequillos en su rostro agitándolos lentamente. Pero lo que había odiado realmente, era el semblante tierno y excesivamente pacifico que el príncipe mostraba, con los ojos cerrados mientras una de sus manos pequeñas y finas, acariciaba tenuemente con excesiva ternura y sobre la ropa su vientre aun plano.

 

La mujer achico los ojos con odio y agito la cabeza con violencia.

 

¡No!

 

¡Ese maldito mocoso no podía estar embarazado!

 

Con excesiva repulsión hacia el rubio, se acerco unos cuantos pasos. Ahora entendía un poco el distanciamiento de Roy. No porque la pensara cambiar por ese rubio, sino mas bien, por la novedad de sentirse futuro padre. El rubio ese, tenia que estar embrazado para aquellos momentos, casi había pasado ya medio año desde que se habían casado y si Roy deseaba cuanto antes que todo aquello acabara, tenia que cumplir con el ultimo mandato de la alianza.

 

Un heredero con la sangre de ambos reinos.

 

Cuando la novedad del embarazo del rubio pasara, Roy volvería a ella y se olvidaría de Edward, al menos por un tiempo, hasta que el mocoso naciera y después botaría al rubio de su lado. Se casarían y seria reina. Tal vez y tendría que soportar al maldito bastardo de aquel príncipe, pero no seria mucho.

 

Convencería a Roy para que se deshiciera de él también.

 

Después de todo, el tratado de la alianza no especificaba que el hijo de ambos tenia que ser el heredero del trono de Amestris y no había pena alguna, si el chiquillo moría. Con una sonrisa maligna avanzo otro paso acercándose al rubio.

 

Tan solo era cuestión de ser paciente, un poco más.

 

† "•" †

TBC...

 

"No dejes que mi amor, se convierta en la tragedia de Juliette"

 

N de la Yuka: Hey! Aquí otro capi mas! Bueno, es todo por el momento. Nos estamos leyendo para la proxima actualizacion el dia 20 de mayo! =)

 

Mira! Si no me haces sonreír dejándome un review!

 

¡¡Hughes ira de visita a tu casa y te demostrará las cinco mil, doscientas y sesenta y cuatro fotos de Elysia que acaba de sacar!!

 

¡No podrás escapar de ello! >D


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