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Single Lady por YukaKyo

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Notas del capitulo:

Esta vez no fue beteado por nadie, lo hice yo solita, asi que ya saben hay errores de rigor, pero era preferible eso al menos para mi gusto, si no queria tardarme mucho mas en traerles el capi XD

Espero y les guste ^^

Single Lady

 

Debes de saber que,  Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero, Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン),  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría.

Con la pareja Roy x Ed. 

También que quiero que recuerden la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) Un capitulo por los reviews que me den.

Y como ultimo, que este fic esta basado y ya en estos momentos solo un poquito en La Nueva Alianza de Midhiel,.

 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Únicamente para ti... con todo mi desprecio"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

19.- Débil Confrontación

 

Fue una breve reverencia que correspondió con un rápido movimiento de su cabeza. El sirviente se levantó de un solo movimiento y guardó muy bien entre sus ropas oscuras la carta que su majestad le había encomendado. Tal vez y aquella fuese la última o podía que no, mas indagar en algo como aquello no era parte de su trabajo. En cambio llevar esa correspondencia de Youswell a Amestris, si que lo era.

 

Roy le siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró detrás del mismo y terminó quedando solo en la rustica habitación del único hotel en aquella ciudad minera que pocas veces era visitada por alguien.

 

Hasta donde sabía por las cartas que le respondía Edward, en Amestris todo continuaba tranquilo, nadie se había dado cuenta hasta el momento que no se encontraba en el fuerte de Briggs y por lo visto, tampoco se percataron que jamás había llegado al mismo. Roy avanzó por la habitación hasta quedarse frente a la ventana sin cortinas, el paisaje anaranjado y seco atormento a sus ojos.

 

Había sido toda una suerte el llegar a aquel lugar sin que nadie lo supiese. Otra cosa hubiese sido si Bradley hubiese insistido en acompañarle. Hubiese terminado yendo a Briggs a contener una pequeña rebelión que ellos mismo habían puesto como pantomima para llegar a Youswell.

 

Porque ciertamente habían mentido sobre aquella rebelión que supuestamente había estallado contra él.

 

Todo aquello había sido una coartada que había resultado completamente creíble para llegar a aquel lugar. Por medio de rumores se había enterado de la situación precaria en la que vivían los pueblerinos y aquellos pocos que se habían revelado, habían terminado muertos por desacatar órdenes expresas de su corona.

 

Aquello era lo que le había indignado más. Pues no había proclamado algo como aquello y mucho menos en su nombre, había mandado una comitiva de soldados para encargarse de los detalles administrativos de la zona.

 

Habían llegado de improviso e incógnitos sin que nadie lo esperara y terminó descubriendo toda una red de corrupción de los mandos militares en aquella zona, encabezándola el teniente Yoki. Por lo visto, el manejo de la mina de Youswell, estaba siendo utilizado para ocupar las ganancias que se obtenía de estas para dar sobornos a los militares e ir subiendo de jerarquía de aquella manera.

 

Y cuando el dinero de la mina no fue suficiente, había falsificado su sello real y su firma decretando que el mismo Rey Mustang había mandado aumentar considerablemente los impuestos en aquella cuidad. Llevando a la misma a su miseria, mientras que el teniente era el único que se beneficiaba.

 

Maes y los demás habían descubierto rápidamente el engaño y el teniente y sus subordinados terminaron puestos a disposición de las órdenes del rey. Le daría el castigo que considerara justo, pero antes del mismo tendría que soltar el nombre y rangos de los militares implicados en todo aquello y por su puesto había sido expulsado inmediatamente de la milicia por los sobornos que cometía.

 

Roy sonrío de lado al recordar la mueca de terror del hombre al reconocerlo no solo como el rey de Amestris sino como al peligroso alquimista de fuego que con solo darle una pequeña incentivación a cualquiera achicharraba. Yoki empezaría a soltarlo todo pronto. De aquello no le quedaba la mejor duda.

 

Lo único bueno de todo aquello, era que la cuidad había sido liberada y que contaría con su respaldo desde aquel mismo momento e incluso, se había atrevido a pasa la misma bajo en control de los propios mineros, pues algo le decía que volvería a prosperar en sus manos mucho mas incluso que antes.

 

Roy frunció el entrecejo molesto. Si aquello había pasado en aquella cuidad, podía estar pasando algo similar o incluso peor en las demás.

 

La milicia por lo visto necesitaba ser depurada de sus malos elementos y debía de hacerlo pronto.

 

Y si tenían que rodar las cabezas de los altos mandos de la milicia, rodarían.

 

† "•" †

 

Edward estaba ahí, sentado en el sillón de Roy al frente de su escritorio. Su semblante era tierno y excesivamente pacifico con los ojos cerrados mientras una de sus manos acariciaba tenuemente con excesiva ternura y sobre la ropa su vientre aun plano. Riza achico los ojos con odio.

 

¡Como odiaba a ese maldito mocoso!

 

Con excesiva repulsión hacia el rubio, se acerco unos cuantos pasos.

 

- Coronel - Riza arrastró las palabras con odio, haciendo que el rubio abriera los ojos y por un breve momento y la mirara confuso. Más inmediatamente su semblante volvió a serenarse al igual que su mirada.

 

- ¿Qué sucede teniente? - preguntó Edward por cortesía.

 

La verdad, no esperaba encontrarse con la mujer por el resto del día, no porque él deseara evitarla sino que, había llegado a esa conclusión al notar la negativa de la rubia por acompañarlos en la presentación íntima del escuadrón que comandaba.

 

- ¿Qué es lo que se siente? -

 

El rubio enarcó las cejas para satisfacción de la rubia, que volvió a preguntar, esta vez añadiendo unas cuantas palabras más.

 

- ¿Qué es lo que se siente estar junto a Roy sabiendo que ama a otra? -

 

Edward tragó saliva y retiró discretamente su mano del vientre. Tuvo que ladear la cabeza mirando a la rubia sin expresión alguna en su rostro. Bueno, una reacción como aquella por parte de la mujer, era lo que había estado esperando.

 

Después de todo por culpa de los tratados de la alianza, su llegada había truncado los planes de ambos militares. Un ataque como aquel era excesivamente leve y no haría mucho para alentarla a continuar. Simplemente la ignoraría lo más que se pudiera hasta que se cansara de soltar veneno.

 

Lo mismo había tenido que hacer con varios cortesanos en el castillo para que tuviesen que dejarlo en paz. Además él no era justamente quien tenía que hablar con la teniente. Roy era el indicado para aquello, puesto que cualquier palabra que brotara de sus labios, no seria escuchada por la mujer y se la atribuiría a una mentira para obligarla a dudar del supuesto amor que Roy le tenía.

 

Edward tranquilamente respiro y mas calmado le respondió con suavidad.

 

- Teniente, los asuntos personales no deberían de mezclarse con el trabajo - Riza asintió y curvó los labios desdeñosamente y chasqueó levemente la lengua.

 

- Concuerdo con ello coronel, pero no pude resistir la curiosidad -

 

El rubio la vio avanzar lentamente hasta rodear su escritorio, no viró el rostro hacia ella, pero supo que seguía caminando hasta llegar a su silla y detrás de esta se detuvo de pronto.

 

Edward tragó saliva. Aquello no le daba buena espina.

 

¿Qué era lo que se proponía hacer esa mujer?

 

El perfume excesivamente dulce de la mujer le llenó la nariz y arqueó la boca en desagrado. Pero aquello, fue inmediatamente olvidado, cuando sintió la calida respiración de la mujer contra su oído.

 

- No te sientas tan importante principito - Riza siseó aquello con desprecio poco camuflado.

 

- Tú no eres más que una parte de un acuerdo entre naciones y si Roy tiene que decirte que te ama, lo hará. Mas lo único que en verdad quiere es terminar con su deber como rey. -

 

- A ti no te ama, en cambio a mí sí - aquello le hizo abrir los ojos desmesurados al rubio.

 

Edward había echado la silla para atrás levantándose en el acto, la rubia bien que lo había previsto y solo necesito hacerse un lado. Con su mirada rojiza y altanera miró por sobre su hombro al rubio, solo un poco mas bajo de estatura que ella y se regocijó con la mirada de odio que le mandaba, pero pudo notar un leve brillo de inseguridad.

 

Riza sonrío, lo tenia justo donde quería.

 

- Y aunque te esfuerces. No conseguirás retenerlo por suficiente tiempo antes de que vuelva a mí -  musitó irónicamente la rubia

 

- Después de todo yo soy a la que ama y siempre me amara solo a mí - sin que el príncipe se lo esperara, se acercó hasta él y lo tomo de la barbilla alzando el rostro hacia ella.

 

- ¡Vaya! - musitó la mujer, notando como los ojos del príncipe brillaban desafiantes y que al mismo tiempo silenciosamente le decía que ningunas de sus palabras eran creíbles para él - Con que Roy ya te ha dicho que te ama -

 

Miró con falsa lástima al joven.

 

- Pobrecillo,  te ha empezado a mentir -  el príncipe la miró con rencor, mismo que solo sirvió para alentar a la mujer.

 

- Lo aceptare - le dijo apretando un poco mas el mentón del joven - Eres bonito más no hermoso - Sus ojos rojizos miraron con saña a los dorados

 

- Tienes un cuerpo delgado y delicado, con ese cabello y rostro, tal vez hasta puedes pasar por una chica - Edward gruñó con aquello último e intentó soltarse de aquellos dedos que bien parecían garras.

 

Pero el agarre de la mujer no cedía.

 

- Tal vez con eso para Roy haya sido suficiente y por ello te soporta en tu cama - Edward apretó los puños conteniéndose muy apenas mientras la escuchaba -  Aunque no dudo que en algunas noches haya preferido saltar a las camas de las cortesanas en lugar de quedarse en la tuya -

 

Ya estaba bien, ya se había pasado de la raya aquella mujer y no iba a seguir soportando una sola mas de sus palabras. Había intentado estar lo mas calmado posible convenciéndose de que Roy era quien debía de ponerle un alto, pero había logrado ya sacarlo de sus casillas y si la maldita mujer se atrevía a solar algún solo injurio mas contra su persona ya no se contendría.

 

- ¿Qué mierda le pasa teniente? -

 

La sonrisa altanera que le dirigió la mujer fue suficiente para hacerlo refunfuñar, al mismo tiempo que golpeó fuertemente con su mano la de la mujer alejando sus dedos contaminados en sorna de él.

 

- Aunque eres tan rudo y mal hablado - la mujer agito su mano al viento, el golpe de aquel chico si que la había lastimado, afilando una vez mas sus ojos hacia el rubio siseó - En verdad que no veo que pueda querer Roy de ti -

 

Edward la miro, mas esta vez fue él quien sonrío con fingida lastima hacia la mujer.

 

- Tal vez en mí ha encontrado algo que tú jamás podrás darle -

 

Porque si de algo estaba seguro Edward era que, Riza Hawkeye no amaba a otra persona que no fuese a si misma y que tenia un alto ego que solo era comparado con la ambición que tenia de convertirse en la esposa del rey. De unirse desesperadamente a ese titulo que codiciaba.

 

Riza le miró de lado ¿Amor? ¿A eso se refería ese chiquillo? Ja, Roy no estaba interesado en ganarse su amor. Sino más bien de obtenerla a ella, la única mujer en todo Amestris que había resistido su supuesto encanto y que jamás, le vería soltando un solo suspiro por él.  La mujer sonrío con descaro, Edward sabia lo que vendría.

 

- Puede ser pero... - Riza le miró y Edward no pudo mas que corresponder con el mismo desprecio y provocación que la rubia le mandaba - Quiero que recuerdes algo principito.  Roy volverá a mí, siempre lo hace - 

 

Una ultima mirada de soslayo acompañada de un gesto de burla en los labios y tan silenciosa como había llegado salio de ahí.

 

Al verse una vez más solo en la oficina, el rubio se dejo caer en su silla con un gesto cansado. Edward respiro despacio tratando de serenarse. No podía caer en las provocaciones de la mujer, después de todo la misma había actuado de aquella manera tan solo para protegerse.

 

Después de todo aun no sabia de la decisión de Roy, pero la intuía y se sentía mas que amenazada con su presencia ahora también en la milicia.

 

Además aunque la mujer lo había tratado de embaucar con sus palabras había resistido a las mismas. Sabia que no era momento para dudar de Roy, el que esa mujer llegara y dijera todo aquello, no era razón suficiente para dudar de él.

 

¿Qué sabia ella?

 

Estaba errada pues aun creía que Roy se quedaría con ella.

 

Solo por ello fanfarroneaba de aquella forma.

 

No tenía sentido alguno caer en sus maliciosas provocaciones.

 

Riza se echo contra la puerta tras su espalda y cerró los ojos. No había salido tan mal aquel primer encuentro entre ambos. De hecho había estado muy bien y por supuesto que iba a seguir provocándole en aquel lugar, aunque fuese su superior en mando, aun y cuando fuese un príncipe. Después de todo tenia el apoyo absoluto del rey sobre su persona.

 

Lo que Edward mandara o hiciera contra su persona, no era nada si el rey refutaba aquellas órdenes.

 

Riza sonrío, tal vez por el momento el príncipe defendería a capa y espada el supuesto amor que Roy le tenia, mas aun así, estaba segura que ya le había dejado una pequeña semillita de duda en el corazón. Ahora solo le tocaba hacerla brotar e ir creciendo.

 

Era algo simple y fácil que ciertamente no necesitaba apoyarse directamente en Roy para hacerlo.

 

Tan solo era necesario que ciertas situaciones se prestaran para ello y sin duda una a una Riza las buscaría y utilizaría a su favor. Lastima por el principito, desde un principio no había querido llegar a nada de aquello, pero la mosquita muerta bien que deseaba quedarse con el lugar que a ella le pertenecía.

 

Y eso a nadie jamás iba a permitirle hacerlo.

 

† "•" †

 

Havoc echó a andar por las calles poco transitadas de Amestris. Aquella hora, aunque fuese laboral, era su preferida para salir de los cuarteles de la milicia. No había tanta gente que molestara su pausado andar, ni mucho menos comentarios molestos por el humo que echaba de sus pulmones. El cigarrillo en sus labios se movió cuando le dio una calada y disfruto inmensamente de humo gris que le lleno los pulmones.

 

Con sumo interés sus ojos se posaron sobre un poste en la acera empedrada. Las relaciones letras rojas en el cartel blanco habían llamado la atención de su mirada celeste. El grabado inconfundible del dragón de su ejercito fue recorrido por sus ojos y una vez hecho aquello comenzó a leer sin prisas lo ahí escrito.

 

No era más que la convocatoria para los exámenes de alquimista estatal.

 

Cada letra Jean la leyó con cuidado, no es que estuviese interesado en entrar, ni siquiera sabia una pizca de lo que trataba la alquimia. Pero bueno, tendría que ponerse al corriente aunque fuera generalmente, después de todo su jefe era un coronel alquimista.

 

Bien enumerados y punto por punto explicado, estaban las bases de la convocatoria. No decía el numero de cuantas vacantes habría, pero si, que la convocatoria no solo estaba siendo hecha para aquellos alquimistas que vivían en Amestris. De hecho, argumentaba que cualquier persona de cualquier nación que tuviese conocimientos sobre alquimia seria aceptada para hacer dicho examen.

 

Apretó un poco más el cigarrillo entre los labios y soltó el humo por su nariz. No estaba ni a favor ni en contra a que aquel regimiento se creara, pero muchos de sus demás compañeros si que no lo deseaban. Inconformes tal vez por las numerosas prestaciones y privilegios que tendrían.

 

Serian simples soldados con un rango de mayor de entrada, pero eso no les quitaba el favoritismo que tendrían.

 

Jean arqueó los labios con todo y cigarrillo en una sonrisa seca.

 

Él lo único que veía en ese batallón era, un puñado de soldados obligados siempre a tener una soga al cuello y en verdad que no le gustaría estar en los zapatos de los futuros alquimistas.

 

Ellos serian lo que bien se llamaba carne de cañón.

 

Serian los primeros en entrar en batalla y aunque estarían protegidos con lo que supieran de alquimia, no serian mas que simples perros que responderían sin chistar a las ordenes que les diese su amo.

 

De hecho aunque aun no estuviese formado dicho batallón ya les comenzaban a llamar, perros de los militares.

† "•" †

 

Seguido de Breda y Flurey, Edward avanzó despacio por lo pasillos de los cuarteles y suspiro calladamente tras la espalda de estos que le escoltaban. Al menos por el momento estaba tranquilo, Hawkeye ya no había hecho ningún intento por volverse a meter con él y la siguiente vez que entro a su oficina lo hizo acompañada de Jean Havoc. 

 

Entre los dos le habían explicado no tan a profundidad como hubiese deseado lo que haría ese día en especial en la milicia. Pero al menos sus explicaciones ya le habían ayudado a sortear aceptablemente aquel día. Ya solo bastaba en esos momentos ir a conocer un puñado de científicos que serian dispuestos a sus ordenes para lo que fuera necesario.

 

No estaba seguro que los necesitara, pero Bradley había insistido en ello.

 

Sin prestar mucha atención por donde iba, Edward seguía avanzando. Sus días en la milicia serian hasta cierto punto como una simple visita de cortesía que no duraba más de lo suficiente. Tenia trabajo de oficina como los demás, pero nada que no pudiera ser cubierto en unas cuantas horas, después de todo y aunque le calara, su poca experiencia le estaba dejando al limite de las misiones acostumbradas para los oficiales de su rango.

 

Aunque aquello estaba bien, el ocuparse del futuro examen de los alquimistas estatales que estaba próximo, consumía todo su horario y si a eso le agregaba los deberes como príncipe que tenía impuestos, la jornada laboral simple y sencillamente era agotadora. Ahora entendía el porque Roy siempre volvía tan cansado al castillo.

 

Cuando el pasillo por donde iba término, se dio cuenta que la salida daba hacia los jardines del cuartel y más allá de estos, estaba él ala exclusiva donde se había construido un complejo independiente donde estaría instalado el propio cuartel del batallón alquímico. Aquello sencillamente no le había gustado en lo mas mínimo, empezarían a haber rencillas entre los militares por tal exclusividad.

 

Solo esperaba que no tuviese una barricada privada, así como gimnasio o comedor independiente del de los demás soldados, no iban a ser un grupo elite, después de todo. Él que supieran alquimia cuando los demás no la sabían, no les iba a dar un lugar privilegiado ante los demás.

 

Al menos esa era su forma de pensar.

 

Aunque ciertamente, eran muy convenientes todas las facilidades que se les estaban dando. Primeramente por el piso exclusivo en la biblioteca central. Un piso entero atiborrado de libros y tratados que no podían ser encontrados con facilidad en cualquier lugar y que sin duda ayudarían muchísimo a los estudios de los futuros alquimistas.

 

Aun así el rubio no pudo evitar torcer los labios en un gesto de desagrado.

 

La idea de una compañía especial de aquella magnitud para Amestris, nunca había sido de la entera confianza para el rubio y cuando lo había leído en las estipulaciones de la alianza, había sido de los primeros en oponerse a aquello.

 

Después de todo, no había un solo alquimista enlistado en los ejércitos y los soldados que sabían de la misma después de haberse unido, no podían practicarla en alguna situación de peligro que lo ameritara. Aun así no le les impedía continuar con sus prácticas cuando no estuviesen en servicio.

 

Aquellos militares alquimistas, anónimos y silenciosos, se habían encontrado entonces divididos en ambos bandos cuando la rebelión en Amestris había estallado. Roy Mustang, el alquimista de Fuego y algunos cuantos más, empezaron la resistencia revelándose contra el ejército cuando este mismo les ordenó atacar a los civiles con los conocimientos alquímicos que poseían. Pero del lado del rey, hubo también alquimistas que los enfrentaron, cegados por la codicia y el poder prometido.

 

Recodaba haber escuchado de un tal Sangre de Hierro e incluso Kimbley. El alquimista que podía hacer explotar cualquier cosa que sus manos tatuadas tocaran.

 

Al menos en aquella contienda pasada, habían estado equilibrados alquímicamente. Pero si alguna otra batalla llegaba a estallar cuando el batallón estuviera conformado, no habría nada equilibrado contra los demás ejércitos. Mas aun aquellas naciones desprotegidas que muy apenas y tenían para sostenerse. No habría forma alguna de que pudieran formar alguna armada con alquimistas y las que podían darse el lujo de hacerlo, lo tenían mas que prohibido por la misma alianza.

 

Amestris militarmente, era la segunda potencia mas fuerte después de Xing y con aquella armada sobre pasaría y con creses al mismo. Tal vez no en numero de soldados, pero, que importaba los números, cuando su poder destructivo seria terroríficamente mas alto.

 

Edward no era estúpido, sabía de sobra que si alguna llegaba a presentarse, él Flüher les mandaría sin dudarlo a atacar. Serian un grupo especial que se encargaría de neutralizar cualquier resistencia peligrosa que surgiera y los soldados comunes simplemente terminarían con los pequeños objetivos que no representaran peligro alguno.

 

Estarían etiquetados como un grupo elite, formado únicamente para matar.

 

Edward frunció el entrecejo, la alquimia no había sido creada con aquel propósito, su único objetivo era ayudar a las personas en lo que necesitaran y solamente y si las circunstancias lo justificaban y lo ameritaban, era correcto utilizarla para privar de la vida a una o mas personas.

 

Nunca debía de utilizarse a sangre fría con tan oscuro propósito y si él no podía hacer mucho para evitarlo, al menos intentaría concientizar a los futuros alquimistas que estarían bajo su mando. Pediría que utilizaran la alquimia para ayudar, proteger y servir al pueblo por el cual se habían formado.

 

El rubio tuvo que dejar sus pensamientos a un lado, cuando los oficiales delante de él se detuvieron. Levanto la vista y fue entonces cuando se encontró frente a la puerta a donde se dirigían. El reacio grabado del dragón característico de su ejército llamo su atención labrado finamente en la puerta de madera oscura.

 

Breda de un simple empujón término abriéndola, aun y cuando daba la impresión de ser exageradamente pesada y ciertamente fue el joven coronel el único sorprendido cuando miró a un numeroso grupo de hombres en bata blanca moviéndose de un lado a otro dentro de la habitación que delimitaba aquella puerta.

 

Vamos, habían dicho que tendría también a su disposición a un pequeño grupo de científicos para cualquiera de sus investigaciones, pero fácilmente en aquel lugar había al menos mas de cincuenta civiles. No estaba mal, pero creía que habían exagerado un poco.

 

Edward pasó entre Breda y Fleury y cuando apenas iba a detener a una de aquellas personas, una voz amable le llamó de pronto y la reconoció al instante.

 

- Hei...Heidrich - le llamo por su apellido de inmediato y el joven como respuesta le dedico una sonrisa calida tan característica en él.

 

† "•" †

 

Caminaron despacio por las enormes habitaciones, hasta que se detuvieron en una mesa rustica, la única que aunque estaba llena de probetas y material a utilizar, si tenia un par de sillas que no dudaron en ocupar enseguida. Sus dos oficiales habían sido despedidos hacia poco tiempo atrás y seguramente para aquellos momentos se encontraban ya en su oficina trabajando con su papeleo que habían dejado pendiente para acompañarlo.

 

Él por su parte tendría mucho que hablar ahora con Heidrich, después de todo era él el encargado de aquel grupo de científicos que ahora y en delante seguirían sus ordenes. Sonrío al pensar aquello, al menos ahí tendría una cara conocida y ciertamente a alguien que le caía más que bien.

 

No iba a ser nada pesado trabajar al lado de aquel rubio.

 

- Así que la jardinería era tan solo un pasatiempo - musito el coronel divertido - Pues si que no lo parecía -

 

Alphonse Heidrich rió por lo bajo también e inmediatamente correspondió a lo dicho por el rubio mas bajito que él.

 

- Mustang siempre me ha dejado hacer lo que desee. Después de todo, mis servicios verdaderos no iban a ser necesitados hasta que tú estuvieses aquí formalmente - Edward asintió a sus palabras mas no apunto nada a lo dicho por el de ojos verdes - Ser el jardinero real era una buena forma de perder el tiempo -

 

Y por lo visto si que lo había sido. No recordaba a ninguna otra persona que se divirtiera tanto y por excesivas horas componiendo las cercas de rosales que recorrían los jardines del castillo a todo lo largo o bien tan solo arropando los árboles con tierra negra tibia para que se desarrollaran mas rápidamente. En ningún momento habría pensado que era otra su ocupación y realmente lo había engañado con facilidad.

 

Si Alphonse era en verdad un reconocido científico y no un jardinero, Ed no quería ni pensar que podían ser los demás sirvientes en el castillo. ¿Quién mas lo podría estar engañando en aquellos momentos?

 

Hasta el momento Heidrich le había platicado como uno de sus inventos había ayudado ya con anterioridad al rey. Muchísimo antes de que fuese subido al trono, en realidad lo había conocido durante la guerra y había sido el prototipo del globo de aire que había creado, el que había sido de gran ayuda para la resistencia en aquellos días de guerra.

 

Y ciertamente con aquello se había ganado la confianza del rey y ciertamente un lugar como su principal científico.

 

De hecho para aquellos momentos y como el rubio se lo había confesado, estaba trabajando ya en otro prototipo, más ambicioso que el mismo globo de aire. Quería llegar a construir una maquina capaz de llevar al hombre volando por los cielos a su antojo y no bajo las condiciones climáticas necesarias y a las que era sometido el globo de aire.

 

Tenía ya algunos bocetos que mas adelante le mostraría al joven príncipe así como también  a su majestad el rey Mustang. 

 

Algo le decía  que ambos le apoyarían en la construcción del mismo.

 

Pero en esos momentos lo único a lo que debía abocarse, era a los requerimientos que el joven alquimista tendría.  Él era quien estaba al mando del grupo de científicos que le apoyarían en cualquier proyecto del batallón alquímico.

 

No estaba nada mal aquello, tan solo les echarían la mano en algunas investigaciones que tuvieran, la alquimia era una materia complicada, pero nada fuera de las ciencias exactas que manejaban. Pues también la ley de intercambios equivalentes en su campo era aplicada. Se perdía algo, se ganaba algo y aquello era siempre así, en un círculo infinito que jamás terminaba.

 

Solo había un proyecto del batallón alquímico que no le cuadraba.

 

Pero ya tendría tiempo después para hablarlo con Edward mas calmadamente y de preferencia en un lugar donde nadie mas les escuchara. Alphonse dejó de mirar al rubio frente de él para pasar sus ojos hacia el lugar exacto donde se sentía observado.

 

Fue un breve momento pero pudo ver a los ojos del que le miraba y se dio cuenta que no era el único. No es que fuese un paranoico, pero si había algo que le había dejado como aprendizaje la pasada guerra, era que no estaba seguro al menos de momento en el castillo, el rey lo sabía también.

 

Alguien estaba conspirando ya en su contra, aunque por el momento, aquellos se habían sabido esconder muy bien de los numerosos ojos que los seguían. Solo esperaba que cuando supieran quienes eran los responsables no fuese demasiado tarde para evitarlo.

 

Volviendo a serenar su semblante y sonriendo una vez mas de forma amable Heidrich volvió su mirada al joven príncipe. Esperaba que él también supiera de todo aquello, Edward necesitaba ser precavido y discreto también.

 

Cualquier paso en falso podía ser utilizado en su contra, mas para dañarlo que para beneficiarle.

† "•" †

 

Aquel día tenía demasiado tiempo posponiéndolo por una u otra razón. Pero el mismo finalmente había llegado. Había cancelado toda su agenda del día para los asuntos reales y en el cuartel, sus subordinados se la podían apañar bien sin su presencia. Riza en cuestiones administrativas era excesivamente eficiente y cumplía sus mandatos mientras se limitaran a sus deberes como soldado.

 

En fin ¡Ni que fuese a pedirle algo de diferente índole, tampoco!

 

Aunque bien que sabia que la rubia prefería tratarlo lo menos que se pudiera, así que si ella sola tenia que hacerse cargo del papeleo con tal de no verlo aunque fuese un solo día, estaba seguro que sin rechistar lo haría.

 

Sentado con una de sus piernas doblada y la otra echada desordenadamente sobre la manta de cuadritos en el césped, se concentraba en continuar la amena conversación con la mujer frente a él, mientras Shezka y Rose se encargaban de preparar sándwiches. Habían terminado haciendo un sencillo día de campo aunque no fuera del castillo como hubiese deseado, pero tampoco podía quejarse, después de todo, los amplios jardines eran simplemente hermosos.

 

Edward sonrío, la esposa de Maes era simplemente encantadora y derrochaba un aire maternal innato por los poros hacia él, hacia las muchachas y mas aun a su pequeña que jugaba corriendo por los verdes pastos bajo la estricta mirada aguamarina que poseía.

 

Aunque eso si, era muchísimo mejor tenerlas ahí, que ver las mas de cinco mil, doscientas y sesenta y cuatro fotografías de ambas que ya había querido en mas de una ocasión mostrarle Maes para que las conociera y que llevaba siempre bajo del brazo en un maletín rebosante. Era una suerte que Roy se lo hubiese llevado con él a contener la rebelión que se había suscitado, pues estaba seguro que si Roy le hubiese dejado ahí con ellos, ese hombre hubiese terminado mostrándoselas todas aun y cuando se hubiese negado a hacerlo.

 

Edward se preparó cuando vio venir a la niña de dos coletas encrespadas y la dejó echarse de un sentón nada gentil en su regazo con un montón de florecillas blancas escondido en su falda

 

- Ten cuidado Elysia, puedes lastimar a Ed - la reprendió Glacier

 

Al parecer tenia la intención de hacer montones y montones de collares de flores, idénticos al que el rubio le había hecho, aunque en realidad era una corona preciosa que la chiquilla llevaba ahora media ladeada sobre su cabeza.

 

- Claro que no, ella es muy fuerte -

 

Las tres mujeres sonrieron nerviosamente, mientras al rubio le bajaba una gotita por la cabeza. La niña seguía con la idea de que él era una mujer. Su tío Roy le había dicho en más de una ocasión que se casaría con la mujer más bonita, después de ella claro, que encontrara.

 

La niña le había mirado con malos ojos cuando se habían presentado, pues por ella le había quitado a su querido tío Roy. Pero cuando los minutos pasaron y se habían tratado un poco mas, con una sonrisa y una preciosa reverencia que había ondeado su vestido rosado de holanes, la niña la había aceptado al fin gustosa como su... tía.

 

Miró comprensivamente a los ojos verdes de la madre de la niña, calladamente le había asegurado que hablaría con la niña y la haría entrar en razón. Aunque aun era muy pequeña para comprenderlo del todo, aunque algo le diría que no habría mucho problema en aquello. La niña era dulce y amable, pero sobre todo muy inteligente.

 

Solicito le ayudó a la niña a armar las cadenas de flores con las que empezaba a batallar, no necesito explicarle mucho, de hecho solo necesito que le viera una sola vez mas, antes de que ella sola pudiera enredar los flexibles tallos de las flores entre si trenzándolas para mayor facilidad. Justo cuando iba en la cuarta cadena la niña se detuvo de pronto para mirar a Edward con determinación mezclada con duda.

 

- Tía Edward ¿Pronto me traerás un primito? -

 

Aquella pregunta lo había tomado desprevenido, pero se compuso con rapidez para contestarle a la niña.

 

- Puede que si - susurro con suavidad golpeando tiernamente la pequeña nariz de la chiquilla - Tal vez muy pronto -

 

No estaba mal decir aquello, aun y cuando tal vez no estuviera en estado. Después de todo aquel era su deseo más grande y expresarlo tan abiertamente de aquella manera, le llenaba de más ilusiones de las que pensaba ya tenia.

 

- ¡Que bien! - Soltó la niña con una radiante sonrisa palmeando sus manos, gustosa - ¿Sabes? Tío Roy me prometió un primito pronto para que juegue con él, la verdad es que me aburro mucho jugando yo sola y mamá y papá no se ve que me quieran traer un hermanito -

 

- ¡Elysia! - le llamó escandalizada la mujer y el rubio solo pudo sonreír en respuesta.

 

Aquella niña si que no se guardaba nada.

 

El delicioso aroma del pie de manzana casero, le hizo de agua la boca a Edward y sonrío casi con fascinación cuado miró como Rose le cortaba una rebanada grande del mismo. Aquel postre lo había preparado Glacier para él y ciertamente había deseado darle una buena probada desde el inicio del picnic.

 

Elysia había dejado las flores y de nueva cuenta jugaba a corretear por los jardines entre brinquitos y saltos. Sabía que pronto le llamarían para comer y después de ello su madre no la dejaría corretear a gusto al menos hasta que reposara una media hora la comida.

 

Con una sonrisa Rose le tenido el plato rebosante de pie de manzana y el rubio no dudo en alzar su mano para alcanzarlo. Pero antes de que pudiera hacerlo otra mano mucho mas grande le detuvo sujetando entre sus dedos a la suya, iba a girar el rostro cuando otra mano más se poso cara y le impido seguir observando.

 

Edward tragó saliva, nunca le habían gustado ese tipo de juegos donde debías descubrir quien era la persona que estaba tras de ti. Era malísimo para adivinar y aunque soltara un nombre, estaba seguro que no era quien pensaba. Aun y cuando el tacto suave y calido de los dedos sobre su piel fuese idéntico al de esa persona.

 

Hizo un poco de fuerza para liberarse, mas no logro mover ni un solo poco el agarre sobre su persona y las mujeres no ayudaban en nada. Solo podía escuchar un leve cuchicheo y también algunas risas divertidas. No más. Abrió la boca un momento humedeciéndose los labios para después cerrarla no sin soltar un bufido molesto, se estaba comenzando a fastidiar.

 

- ¡Tío Roy! - escuchó que gritó Elysia y no pudo evitar abrir la boca soltando un quejido de sorpresa.

 

- Roy - susurró aun apresado por el pelinegro. Lo sintió echarse contra él, el calido peso sobre su espalda se lo confirmaba, pero se había terminado sonrojando cuando el tibio aliento del hombre golpeó contra su oreja.

 

- He regresado - susurró quedamente el rey atrayendo con su mano el rostro de su príncipe para besar con suavidad una de sus mejillas tostadas.

 

Le soltó levemente y volvió a apresarlo entre sus brazos, echándolo esta vez contra él y sobre su regazo y halagado notó como Ed se dejaba apresar contra su cuerpo mientras le devolvía el abrazo con más fuerza.  

 

Lo había echado tanto de menos.

 

- Bienvenido - correspondió el rubio y cerro los ojos mientras sonreía sintiendo incontables besos sobre su cabeza, todos por parte del pelinegro.

 

Y las mujeres no pudieron más que verse las unas a las otras, ciertamente enternecidas con aquella escena.

 

† "•" †

 

 

 

 

Notas finales:

"Deja de llamarme, deja de llamarme...  No quiero mas pensar"

 

N de la Yuka: Listo! Pude actualizar como se debía lol. Bien, espero que les haya gustado el capi! Si no ya saben pueden quejarse con gusto xD. Ham... Roy volvió y Riza va a empezar a hacerle mas de cuadritos la vida a Ed >D oh, con esto se acaban las actualizaciones de este mes! Espero que les haya ido bien a todos los que tuvieron exámenes ^^ besitos para todos y nos leemos de nueva cuenta el día 3 de Junio  byeeeee ^^

 

 

Muchas gracias por hacerme sonreír 26 veces! ^^

Se salvaron de la visita de Maes

Y creo que no les amenazare esta vez

Pero ya saben lo que sucederá si no me hacen sonreír >D

 


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