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Single Lady por YukaKyo

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Notas del capitulo:


Single Lady

Debes de saber que, Fullmetal Alchemist, El alquimista de Acero o Hagane no Renkinjutsushi (鋼の錬金術師) o también Hagaren (ハガレン), es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la autora de este escrito y el © es mi Propia Autoría. Y este fic es Exclusivo para Amor Yaoi

Con la pareja Roy x Ed. Oh, si y por si no se habían dado cuenta en el sumary, pues habrá, male pregnancy, ash!

También que No pretendo obtener nada a cambio, así que no espero retribución alguna de la LIE (Ley de Intercambios Equivalentes)

Y como ultimo, que este fic esta basado en la historia La Nueva Alianza de la autora Midhiel, y es su adaptación.

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“Únicamente para ti… con todo mi desprecio”

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5.- Solo a Terceros

Roy suspiró y muy apenas, dejándose vestir aun en contra de sus deseos por dos solícitos pajes. …l podía vestirse perfectamente bien solo, pero las reglas de la realeza y que él debía por todos los medios de seguir aunque lo irritasen, destinaba aquellas labores a los demás sirvientes. La última perla que asemejaba ser un botón, fue cerrada tras el ojal y entonces un pesado abrigo de piel fina le fue echado a los hombros. De un pelaje tan gris que, llegaba a parecer oscuro a sus ojos y que brillaba con sutiles destellos por la fina y pequeña pedrería, colocada como por descuido sobre la piel.

Casi hastiado dejó que le colocaran las joyas reales, sobre los dedos, el cuello y el cinto y muy a su pesar, la incómoda corona de Amestris le fue colocada sobre sus cabellos negros. Imponente y orgullosa mostrando sus rubíes y diamantes pulcramente incrustados por las manos más finas. Una vez que estuvo perfectamente ataviado, pudo comenzar la retirada de sus aposentos, dirigiéndose con paso calmado hacia la corte, donde sus súbditos le esperaban.

Para aquellos momentos suponía que el príncipe Edward se encontraba listo también. Después de todo aquel día era la presentación oficial del príncipe consorte de Amestris al pueblo, la corte y sobre todo al ejército.

Los pasillos atestados de gente como de costumbre y desde muy tempranas horas, rompían el ruidoso bullicio para quedar en completo silencio mientras el rey pasaba. No era necesario que Roy se detuviese para corresponder a los saludos y las numerosas reverencias que le proferían.

Solo en contadas ocasiones o cuando su humor así lo disponía se detenía y los súbditos estaban a ello acostumbrados, pero recibían con regocijo las muestras contadas de condescendencia por parte del rey, a veces un movimiento simple de su cabeza o si acaso alguna sutil sonrisa.

Dos de sus escoltas empujaron la pesada puerta de roble que custodiaba la sala del trono y con la reverencia debida y rostros bajos, los numerosos ocupantes de la misma le recibieron en un neutral silencio hasta que, terminó sentado en su trono reacio y permitió la palabra a sus numerosos voceros.

Las trompetas sonaron y el recorrido de sus vasallos comenzó a mañana temprana. Sus ojos azul profundo los recorrieron uno a uno y aunque los minutos pasaban generosos, no había interrupción alguna que marcara la llegada de su consorte.

Soltó un bufido molesto mientras fruncía en ceño levemente irritado, reclinándose en la silla al mismo tiempo que posaba sus ojos en un plebeyo pobre, pero que espléndido, le llevaba un regalo para su consorte, uno de tantos y que mantenía a los lacayos ocupados llevando de acá para allá lo que las gentes traían. Dos, no más bien tres gallinas coloradas y colonas que aseguraba daban los mejores y más numerosos huevos en toda la comarca.

Le agradeció con una sonrisa sincera y gratificó su gesto también en nombre del príncipe Edward. El plebeyo se despidió con una reverencia y dejó que otro más estuviese ahora frente a los ojos del rey de Amestris.

Varios más pasaron, trayendo regalos parecidos, otros más raros pero sencillos y el rey fue consiente del creciente cotilleo que a los lados de su trono empezaba a alzarse por sobre la fina música que amablemente tocaba una banda. Su noble corte y los demás miembros de la señorío estaban indignados, no por la ausencia del príncipe, pero si por el modo tan irrespetuoso y mas aun vejatorio de su escalafón al que el propio rey en su contra había atentado.

¿Cómo podía ser posible que prefiriese pasar primero al pueblo?

¡No lo entendían y les indignaba la acción!

¿Qué no era lo mas común y usado en todos los pueblos sin excepción alguna nombrar primero a la nobleza, al ejercito y después si quedaba tiempo a su pueblo?

Pero en cambio el rey había alterado enormemente el protocolo real, pasando primeramente a su pueblo, después a ellos sus nobles y como últimos a su imponente fuerza armada. Ese tipo de audiencias hubiesen sido escandalosas en el anterior reinado, pero parecía que de ahora en delante todas serian así.

Algunos respingaron la nariz indignados, otros tan solo observaban todo indiferentes y algunas damas tan solo ocultaron sus rostros en los largos y vistoso abanicos que portaban. Ninguno nunca diría algo en voz alta contra aquel trato y mucho menos lo reclamarían directamente al rey. Sus títulos y posesiones estarían en juego sin ninguna duda, si al rey sus reclamaciones desagradaban.

¡Ni para que intentarlo!

Roy sonrió torcidamente con ironía, ni siquiera cuchicheaban nada por la ausencia del príncipe. Estaban más preocupados por las apariencias que en las acciones insultantes del príncipe hacia ellos.

¡Como si lo que el príncipe hiciera, ni les importara!

Fue hasta que, el último de los nobles de la corte presentó sus regalos cuando, uno de los pajes del príncipe irrumpió en la sala y fue silencioso y temerario a la vez caminando por el pasillo, pasando por los guardias sin temor hasta postrarse a los pies de su rey, al que después de aquello, susurró en el oído algunas palabras, sin esperar el consentimiento a tan osado atrevimiento.

El príncipe no se presentaría a aquella audiencia real y de igual manera no daría explicación alguna de aquella decisión. Esperando a que el mismo rey comprendiera y aceptara su indisposición.

Con un gesto de su cabeza, despacho al silencioso informante y se mantuvo serio. No hubo nadie en la corte que notara su fingida serenidad y mucho menos, quien advirtiera su creciente molestia y enfado.

Tan solo se acomodo más en el trono, hasta quedar totalmente reclinado en el mismo, mientras sus brazos, apoyados en su regazo, juntaban las manos y entrelazaba los dedos cerca de su barbilla, aceptando en su nombre y del príncipe, claro estaba, los respetos y el reconocimiento de las fuerzas de su ejercito, al príncipe consorte de Amestris.

† “•” †

Caminaba rápido, sin dale tregua a que alguno de sus sirvientes le alcanzara. La guardia a sus órdenes no se había movido del trono por su propio mando y los súbditos que se encontraba por los pasillos, casi se arrodillaban al suelo al verlo y quedaban pasmados observando su amplia espalda cuando veloz los dejaba atrás sin tomarles en cuenta en lo absoluto si alguno le dirigía palabra.

Mas esta vez no escondía su rostro colérico y mucho menos los continuos bufidos molestos que soltaba. Se había desecho de la mayoría de las prendas más pesadas y de su corona y había optado por unos ropajes más simples y una túnica larga de rigor azulada.

Los numerosos vitrales en las ventanas iluminaban su paso y su persona, pero esta vez no desvió una sola de sus miradas a los mismos, como acostumbraba hacerlo. Estaba mas concentrado en atravesar su castillo y abrir, no sin blasfemia alguna antes, las puertas pesadas de grandes cerrojos de hierro. La túnica se arrastraba por el suelo e indudablemente se llenaba de polvo y sus botas oscuras azotaban rudamente los pisos de mármol chasqueando los cascos en las vacías estancias.

Incontables verjas oscuras delimitaban los últimos pasillos que poco conocía y que indudablemente resguardaban las habitaciones del príncipe Edward.

Extraño lugar que había escogido el príncipe, pero que prefería justamente a la enorme habitación de la recamara real donde únicamente el príncipe días antes ocupaba, antes de que pidiese su traslado a otras estancias.

Minutos atrás el rey había enviado a toda una comitiva a buscarle, no para avisarle que le solicitaba, era tan solo para saber en que lugar del castillo se encontraba y habían recorrido los numerosos lugares que frecuentaba casi a diario sin encontrarle en ninguno.

Tan solo quedaban sus habitaciones.

Escondidas entre pasillos oscuros y solitarios en la parte mas alejada del castillo.

El último cancel se abrió y una solitaria puerta parda resaltó en la oscuridad, pálida y añeja. Se limitó a tocar tres veces, antes de tomar el pomo y girarlo, para empujarla con toda la fuerza que poseía, pero a pesar de la misma, la puerta no llegó a golpearse contra la pared al arrojarla. Roy entrecerró casi de inmediato sus ojos azul oscuro, pues un baño de luz de improvisó ilumino su figura. Muy al contrario de los pasillos que encubrían las habitaciones, el interior de la pieza del príncipe estaba completamente iluminado, lleno de vida.

Notó el rey los numerosos vídriales de colores incluso, que desprovistos de cortina alguna bañaban los interiores con la calida luz del día. Algunas ventanas estaban abiertas también dejando entrar la fresca brisa y algunas hojas y flores provenientes de los árboles y rosales desperdigados por los alrededores del castillo.

Calidos colores adornaban la habitación, decorando las paredes y los muebles, al igual que las finas telas en colores áureos y dorados dándole un poco mas de calidez si eso se podía. Cojines por aquí y por allá y libros que descansaban como olvidados sobre los mismos y alrededor de la estancia.

Y aunque el silencio fuera sepulcral, el príncipe ni siquiera había notado la llegada de aquel intruso en sus aposentos.

El rubio se encontraba echando a medio cuerpo sobre el diván, absorto en un libro que en su regazo con recelo sostenía. Tal vez por la intensa mirada del rey sobre su persona, giró levemente la cabeza y vislumbró su silueta. Por ello tal vez, se incorporo casi de inmediato y terminó de pie frente a él, que había eliminado la distancia que los separa y le miraba con infinita censura.

— ¿Cómo te has atrevido a insultarme de esa manera? — le preguntó tratando de controlar la furia que sentía, no sin poder evitar que le crujieran los dientes de rabia.

— En ningún momento le he insultado — el rubio trato de justificarse de inmediato— Si no me he presentado en la corte, fue por las razones que le he mandado explicar —

— ¿Con un sirviente discreto? — preguntó de nuevo el rey sonriendo burlonamente aun viéndolo colérico — Me has dejado en un completo ridículo frente a la corte —

— ¡Es su corte la que me detesta! — Acoto el príncipe, las sutiles mejillas tostadas del rubio se habían sonrojado de irritación que no podía ser más contenida — ¿Cree que no se de los incontables cotilleos en los que me traen envuelto? —

Más de las damas de la corte quienes le habían hecho saber a su espaldas aún y cuando sabían que el estaba cerca, lo mucho le lo despreciaban. Primero por ser un extraño en sus tierras y segundo, por haberles quitado a su rey quien según ellas, se entretenía jugando entre sus faldas y que desde que él había llegado no había vuelto a hacerlo, pero que, mas pronto que tarde volvería y tal vez incluso frente a sus mismos ojos dorados lo haría.

— ¡Ni siquiera te tomaron en cuenta! — Espetó Roy, recordando el poco interés que la corte le había proferido esa mañana al príncipe, más concentrados en ver quien llevaba un regalo llamativo y estrafalario para el ausente y por mas que nada para el gusto del rey — Es a su rey a quien temen, no a su príncipe consorte —

— Puede ser, pero…—

— ¡Guarda silencio! — Gritó el monarca haciendo que el rubio se quedara completamente callado, se agazapara levemente y diera un paso atrás un poco asustado — Lo único que importa es el completo ridículo en que me haz dejado. Fue mi petición el que te presentara formalmente a mi reino y lo aceptaste en días pasados. Pero esta mañana lo rechazaste por completo al no presentarte en la sala del trono y aunque mis súbditos te lo han pasado de alto, yo no lo haré —

— He sido demasiado considerado contigo— le informo terminando la distancia que los separaba y lo tomo con violencia de los hombros con sus fuertes manos. — ¡Pero ya no mas! —

— ¡Suélteme! — grito el rubio también y es que el agarre en sus hombros realmente dolía.

— Eres mi consorte y tú único deber y obligación es — siseo Roy notando como el rubio se retorcía entre sus manos tratando de liberarse. Sonrió malignamente dejando de sujetarle de los hombros para asirse a su cintura pequeña, apretando su cuerpo contra el suyo.

— ¡Déjeme! — musito con fuerza Edward, empujando al rey con sus dos manos contra su pecho, revolviéndose en los brazos del pelinegro que comenzaba a arrastrarlo en la habitación.

— Obedecerme — murmuró el pelinegro contra el rostro del rubio, cuando cayó sobre él en el diván a medio cuerpo sobre el mismo, aplastándolo.

— Me obedecerás siempre y harás lo que yo te diga sin preguntar y callaras ante todos, cualquier queja que tengas hacia mi persona — rugió el rey roncamente.

El rubio se quedo de piedra al escucharle y mas aun cuando noto los ojos azules del rey recorriendo su rostro y poco después todo su cuerpo con excesiva lujuria en ellos. No fue conciente cuando sus ropas empezaron a ser desgarradas y mucho menos noto cuando el rey le separaba las piernas posesionándose sin perdida de tiempo alguno entre las mismas.

Grito de dolor y con fuerza cuando entro en él sin consideración alguna y serpenteo su cuerpo tratando de alejarse, para solo ser arrastrado una vez mas contra su cuerpo, cuando sus fuertes manos se clavaron en sus delicadas caderas enterrando sus uñas en la blanda carne mientras lo penetraba.

— Eres mi querido consorte y estas más que loco de amor hacia mí — gruñó tomándolo con mas violencia de las caderas haciéndole sangrar de los cortes que habían producido sus uñas, mientras empujaba sin consideración alguna en su interior.

— ¡Maldito! — Logro decir el príncipe, su garganta estaba rasgada por sus dolorosos gritos — ¡Maldito seas! —

— Te juro que vas a obedecerme — lo amenazo contra su rostro, apretándose contra él moviéndose a placer en su interior disfrutándolo— Vas obedecerme ante todo Edward—

— Te odio — gimoteo el príncipe mientras el rey lo abría más y aumentaba sus movimientos mientras gemía de forma primitiva.

— El sentimiento es mutuo, mi querido príncipe — susurró el rey tras su oído, antes de estremecerse por completo y temblaba deliciosamente mientras se derramaba copiosamente en Edward.

† “•” †

Llevaba perdida la cuenta de los días transcurridos. A veces sabia por casualidad que día era, solo cuando los comentarios o mas bien susurros de sus sirvientes que a veces oía, lo mencionaban, pero en realidad no había necesidad de saber la fecha exacta en la que se encontraba.

Sus días se resumían en una simple y monótona rutina que se repetía sin cambio alguno.

Mañanas que comenzaban con un desayuno completo pero de fría compañía en soledad con el rey donde ninguna palabra, a menos que fuese excesivamente necesaria, intercambiaban. Días donde en ocasiones su presencia era requerida en la sala del trono para recibir a algún emisario de algún reino o país o simplemente algún juicio donde su figura no era mas que adorno a un lado del rey.

Y que decir de los banquetes reales donde solamente tenia que comer en silencio y aguantarse y morderse la legua en excesivas ocasiones, cuando los cortesanos empezaban a sacar platicas hirientes y comparaciones burdas, pero correctas de su persona con la mera intención de incomodarlo y hacerle pasar un mal rato.

El rey por su puesto, jamás las callaba e incluso en algunas ocasiones él mismo le humillaba, hasta el grado de hacerlo levantarse de su asiento y desaparecer del comedor inmediatamente. Las noches que aborrecía, más cuando el rey, asaltaba su habitación e irrumpía en su cama, poseyéndolo lo más rápido posible tan solo con el mero objetivo de cumplir con una de las estipulaciones de la alianza. Que eran preferibles a los momentos de poca cabeza e instintos primitivos, que ocasionaba cada vez que le llevaba la contraria o le desobedecía.

Ya una vez había sufrido las consecuencias de desobedecerlo y bien sabía dios que no deseaba volver a repetirlo.

Edward suspiró echándose un poco más contra las numerosas y mullidas almohadas. Giró la cabeza levemente y clavó sus ojos dorados en las ventanas cerradas pero sin las cortinas corridas. El cielo gris oscuro se dejaba ver y hostigaba a las pobres ventanas con la fuerte lluvia que las azotaba.

Hoy por lo menos no tenia nada que hacer y si que le hicieran.

Hasta momentos antes las manos asépticas y quirúrgicas del médico militar Knox, el más allegado y de confianza del rey lo habían estado auscultando. Según para el médico ya había pasado el tiempo suficiente para que estuviese ya en estado y el rey sin ninguna duda, había contribuido casi continuamente para ello.

No había pronunciado ninguna palabra y solo se había concentrado en dejarse hacer para que lo examinaran, contestó con monosílabos algunas de sus preguntas y trató por todos los medios que la aguja que le había mostrado, para sacarle sangre para los exámenes correspondientes, no se rompiera en su brazo como siempre pasaba, por el miedo atroz que le tenia a las jeringuillas.

Y ahora tan solo esperaba a los resultados.

El rechinido llamativo de su puerta al abrirse le hizo girar de inmediato el rostro, esperando encontrarse al médico serio que le había atendido. Mas contuvo el aliento y desvió la mirada cuando se dio cuenta de quien había entrado no era otro mas que el rey Mustang. Escuchó un par de pasos más y supuso entonces que el médico había entrado también para después cerrar la puerta con suavidad tras él.

Fue Knox quien avanzo hasta la cama del rubio y se quedo a un lado de la misma mirando hacia el rey, que solo observaba fijamente al rubio, que le rehuía la mirada. Knox carraspeó y logró que el príncipe girara el rostro hacia el rey. El rubio le brindó una educada inclinación de cabeza, casi obligada por pura cortesía y se mantuvo firme por un momento observándolo para luego cerrar sus ojos, incapaz de seguir soportando su mirada.

— Me temo mi rey que no hay alguna buena noticia — Las palabras de Knox eran impersonales, pero con la frialdad necesaria para que el pulso del rubio se acelerará desbocadamente mientras apretaba ligeramente las sabanas que retorcía entre sus dedos

— Lo único que el príncipe si tiene, es una fuerte anemia — El rostro impávido de Roy, por un segundo le pareció un poco mas pálido a Knox y lo atribuyó de inmediato a la desgracia que para el rey presentaba no tener, aun un heredero.

Con el rabillo del ojo apenas y podía observar al joven príncipe, mas lo que miró de él, le hizo saber que no lo estaba pasando mucho mejor que el rey. Estaba seguro de haber escuchado un ligero sollozo callado y muy bien disimulado. Pasando saliva por su reseca garganta Knox continúo.

— Necesita alimentarse mejor y descansar, además empezaré de inmediato a administrarle algunas medicinas para aminorar la anemia y llegue a estar saludable en poco tiempo—

Roy, aunque prestaba atención a cada palabra que el médico acotaba, notaba con claridad como las largas pestañas del rubio se humedecían y se evidenció aún más su atormentado estado, cuando no pudiéndolo evitar, frunció las cejas e hizo un mohín dolido.

A sus ojos, parecía como si el príncipe estuviese más consternado que él, por no estar embarazado. Pero lo sabia bien, fingía, a los ojos de Knox quien empezaba a mirarlo con pena. Era más que lógico que estuviese aliviado de no llevar un hijo suyo en el vientre, pero aquel hecho lo ocultaba muy bien bajo ese gesto nostálgico y las lágrimas fingidas.

Aquello empezaba a irritarle, pero sabia de sobra que no debía dejarse llevar en aquellos excesos. Después de todo, él mismo le había pedido a Edward que embaucara a quien fuese necesario, en casos como aquel y en general a todos los que concernía a la pareja real. Pero detestaba que lograra hacerlo tan condenadamente creíble, incluso para sus perspicaces ojos.

Por un segundo sus ojos azul profundo se escondieron tras de sus parpados para intentar serenarlos, abriéndolos después de golpe, encontrándose entonces con la mirada dorada afligida del rubio y no pudo evitar que estos le hicieran ver al príncipe cuanto le desagradaban sus mentiras, esas mismas que podían confundirlo.

Aun clavándole los ojos con tan desdeño, se acerco al filo de la cama hastiado y molesto. Regocijándose cuando le príncipe desvió su mirada una vez mas incapaz de enfrentarle con tal dolencia. Con el pecho henchido de soberbia, exhaló un suspiro decepcionado y a ala vez aliviado.

— El príncipe debe de estar saludable— soltó escueto, atrayendo la atención del príncipe que ahora empezaban a hinchársele los ojos por las lágrimas contenidas — Pues solo entonces, me dará un hijo saludable también —

— En efecto majestad — corroboró Knox haciendo una sutil reverencia a las palabras del rey.

— Que así sea— sentencio el rey con voz autoritaria, como si dentro de aquella habitación estuviese algún escribano que apuntara sus palabras tal por cual, para luego convertirlas en ley. Aunque sabía que no necesitaba de algo como aquello para que el médico no lo tomara como una decisión inapelable — Adminístrele lo necesario y cuide su progreso —

Roy terminó de decir aquello y se inmediato giró su cuerpo, comenzando a avanzar en dirección a la puerta que parecía ser en ese momento llamarle a su salida. Nunca giro la cabeza para mirar que el príncipe, había alzado una de sus manos y abierto la boca, como si quisiera llamarle más de la misma ningún sonido salio y al haber cerrado la puerta tras de si, no pudo ver tampoco como el príncipe, sin importarle que aun estuviese ahí su medico, terminara llorando desconsoladamente, haciéndose un ovillo entre el colchón.

† “•” †

Llevaba varias horas caminado por las estancias, la noticia de aun no ser padre, no le había caído para nada bien. Era verdad que coincidía con las suposiciones de Knox, para esas fechas el príncipe debería de estar bien encinto, pero en su vientre ninguna de sus numerosas semillas había nacido.

Tal vez y el médico tuviese razón, la anemia pudiera estar interfiriendo o el mismo príncipe estaba evitando el quedar embarazado. Incluso con el pasar de aquellas horas, le había llegado también la idea de que el rubio no fuese fértil o mas aun, que desde un principio hubiese sido engañado con aquello de que era uno de los pocos agraciados donceles que existían.

Había muchas más pruebas que refutaran de ciertas las tres ultimas conjeturas que tenia, mas creíbles incluso que la primera. …l y mas aun el reino de Amestris continuaba rodeado de enemigos y aunque la Alianza fuera casi un tratado perfecto de paz y justamente de alianza entre naciones. Sabía de sobra que deseaban eliminarlo y conquistar a la misma Amestris.

Había numerosos informes de ello e incluso, estos mismos señalaban al mismo Rizenbul y a su rey Hoheniem como principal, dirigente del movimiento. En un principio la alianza de naciones había estipulado su matrimonio con la persona que habían designado para él, la princesa Lyila, mas sin embargo misteriosamente la princesa había sido cambiada por un príncipe.

Edward Elric, el príncipe heredero de Rizenbul y que adecuadamente era mejor candidato para ser su consorte y que convenientemente además, era doncel. Así que, podría darle los hijos que quisiera. Aquello lo había hecho sospechar en un principio, pero había dejado que las cosas siguieran su curso hasta ese momento.

Pero después de casi tres meses de haberlo desposado y cumplir copiosamente con sus derechos conyugales.

No tenia la grata noticia de esperar ya pronto a su primogénito.

Aquello ya olía a traición hacia su reino. Rizenbul estaba implicada de la mano del príncipe, el rey y por supuesto los demás países integrantes de la famosa alianza. Habían logrado burlarse, más aun frente a sus propias narices. Roy apretó fuertemente los puños en que se habían convertido sus manos, la furia que lento se incrementaba le hizo respirar fuertemente y subió la temperatura de su cuerpo quemándole con la ira.

Lo estaba traicionando, el príncipe Edward… y todos los de la maldita alianza.

Roy terminó echándose contra una enorme silla de terciopelo rojo en alguno de los corredores. La venganza no era lo suyo, pero una traición de aquella magnitud sabía que, solo era saldada con sangre. Una guerra era inminente y más aun, la cuenta debía de ser liquidada también con el príncipe.

En es mismo momento podía mandarlo apresar, recluirlo por días o semanas en las mazmorras húmedas y frías, después cuando fuera momento de su juicio, en donde seria condenado culpable sin duda alguna, condenado tal vez a la horca.

Con sus manos grandes cubriendo completamente su rostro, respiró profundamente intentando calmarse. Tenia que pensar fríamente y con cuidado. Un solo paso en falso podría representar la caída de Amestris y aunque la traición fuese todo un hecho, primero tendría que cerciorarse completamente de la misma antes de moverse contra los traidores con toda la furia que su ser contenía.

Mañana a primera hora se dirigiría de inmediato hacia el cuartel central. Tenía ya bien pensados los nombres de los dos soldados que se encargarían de vigilar al príncipe. Elementos que, si bien no eran de los mas excelentes que tenia, al menos si, harían su trabajo como era debido y sin hacer preguntas innecesarias algunas.

Si el príncipe estaba haciendo algo para evitar embarazarse, sus elementos de inmediato se lo informarían.

Por el momento debía de dejar el trabajo, solo a terceros.

† “•” †

Hacia ya un buen rato que Konox había abandonado su habitación dejándolo tranquilo. En un principio había deseado inyectarle algún analgésico para que se tranquilizara, pero se vio obligado a no hacerlo cuando Ed básicamente lo había corrido de su habitación. Necesitaba que lo dejara solo y tranquilo, ese día había sido suficiente para él y por ningún motivo iba a seguir respondiendo un montón de preguntas que, realmente en esos momentos no tenían sentido ser respondidas.

Las lágrimas húmedas se le habían secado en las mejillas y ahora comenzaban a calarle en la piel, seguramente agrietándola. Mas no importaba, en aquellos momentos lo único que le afectaba era que no estaba embarazado.

No estaba embarazado, aun no lo estaba.

Ed palpo su vientre por debajo de sus ropas, deslizando sus dedos por la piel lisa. Izumi Curtis quien era su maestra y más aun, casi su madre adoptiva, había sido quien le había dicho de su condición de doncel. Acontecimiento del cual, ni sus mismos padres habían estado enterados.

Se lo había hecho saber poco después de que la guerra había terminado y solo después de que se recuperara por completo después de haber perdido demasiadas fuerzas haciendo trasmutaciones a diestra y siniestra para restaurar las destruidas construcciones de lo que antes había sido un hospital.

Izumi quien nunca antes se había quedado callada ante nada, se había quedado muda después de comprobar con sus propias manos y con la ayuda del rentan jutsu, el estado de su cuerpo. Le había mencionado solamente que era fértil, algo que le había parecido lo mas lógico al rubio, pero que lo dejo trastocado cuando simplemente le había dicho:

“Puedes tener hijos creciendo dentro de ti”

Los siguientes días después de aquello, se había enfrascado en una búsqueda en las bibliotecas públicas y privadas los estudios que existieran sobre donceles. Había sido poco el material encontrado, pero cada dato y fisiología que se explicaba en los textos, encajaba perfectamente en sus parámetros médicos.

O al menos era lo que Izumi le había explicado.

Su padre indiferente con lo que le sucedía, como siempre, no había mostrado interés alguno cuando se había enterado de la condición de Edward. Más por primera vez en muchísimo tiempo, lo vio con buenos ojos cuando el príncipe heredero de la extensa nación de Xing y amigo de la infancia del rubio, mostró su interés en el príncipe con motivos nupciales, después de saber el conveniente don que el rubio poseía.

Ling nunca había negado el que le gustase Edward, pero al haber nacido ambos hombres no había posibilidad alguna para algún romance, mas aun, cuando ninguno de los dos podía traer un heredero que llevase la sangre de ambos monarcas.

Pero poco después de saber su condición aquello era diferente.

Se había fijado una fecha para unirlos en matrimonio. Misma que poco después fue cancelada cuando, una alianza se había formado y mas aun, había sido ofrecido como regalo para un monarca desconocido y arrogante que ni siquiera le interesaba el príncipe, sino simplemente cumplir con los acuerdos políticos pactados en los edictos de fin de guerra.

Terminó casándose con ese rey, que desde un principio le había dejado bien claro que simplemente lo quería para cumplir con los tratados y claro estaba, para engendrar el hijo que era necesario para cumplir con su parte del trato.

Un hijo que se negaba a ser concebido aun y cuando había hecho ya cuando había estado en sus manos para traerlo al mundo. Un hijo que el mismo príncipe también con todas sus fuerzas deseaba y que soñaba ya incluso tener entre sus brazos acunándolo con cariño.

Un hijo que su joven vientre no quería gestar.

† “•” †

“ Love still?... The true is… I do”

Notas finales:

Solo puedo decir que, hay capitulo seguro para el siguiente, saludos!


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