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Compartiendo Cuarto por Neriah

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Notas del fanfic:

Bueno, este es mi primer fic en esta web, no sean muy duros conmigo. ^__^

Notas del capitulo: Si hay algo mal escrito o algo que no se entienda, por favor decídmelo y lo arreglaré/explicaré.
Carolus estaba indignado, no podía creer que su madre le hubiese hecho aquello, sobre todo después de lo que pasó el año anterior. Desde que había entrado al colegio y como hijo de la directora, había recibido un trato preferente y al contrario que sus compañeros, que compartían habitaciones de dos o tres personas, él había tenido siempre una para él solo. Pero desde el año anterior su madre había decidido que le vendría bien compartir cuarto al menos con otro chico, para que aprendiese a convivir con más personas.

El primer y único compañero de cuarto que había tenido, había pedido el cambio de habitación sólo dos semanas después de instalarse. Casi le había dado pena, casi, porque no se había cortado mucho a la hora de hacerle la estancia en su cuarto desagradable. Había fingido que roncaba durante toda la noche, de hecho al final, había acabado instalando un pequeño magnetofón debajo de su almohada, con una cinta llenita de ronquidos, también había instalado unos tapones en sus oídos para poder dormir él. Quizá se había pasado un poco dejando sus calzoncillos sucios encima de la almohada de su compañero y metiendo sus calcetines de deporte usados en su cajón de la ropa limpia. Lo que no había sido buena idea en absoluto, fue lo de llenarle la cama de hormigas, no había contado con que las hormigas se movían y acabaron por colarse también en la suya propia. Sin embargo lo que se le ocurrió después de las hormigas, eso si fue brillante. (Si tenías entre cinco y diez años, y te aburrías mucho el día de los inocentes, claro)

Durante toda una semana, el dulce olor de la menta era lo primero que podía sentir por las mañanas el pobre chico que compartía su cuarto con él, y no porque se esforzase en que la habitación oliese bien, sino porque noche sí, noche también, Carolus se levantaba de madrugada para cubrirle la cara de pasta de dientes. Lo más divertido había sido ver como ningún alumno del colegio le creía cuando lo contaba. ¿Quién iba a desconfiar del apuesto, simpático y maravilloso hijo de la directora?

Bueno, en realidad su madre sí había desconfiado, por eso había accedido al cambio de cuarto, no podía permitir que su propio hijo le hiciese la vida imposible a un compañero. Aún así Carolus no se quedó sin castigo, pero a pesar del mes que estuvo sin paga y sin moto, sintió que había conseguido una victoria, volvía a tener un cuarto para él solo. Por eso le sorprendió tanto la presencia de aquel extraño en su habitación y la confirmación, en el tablón de anuncios del internado, de que volvía a tener un compañero de cuarto. Carolus sonrió para sus adentros, lo llevaba claro el chaval si pensaba quedarse, si su estrategia ya había funcionado una vez, funcionaría dos.

Por su parte, y ajeno a las conspiraciones maliciosas que se hacían contra su persona, Efrén, el nuevo compañero de cuarto, se dedicaba a deshacer su maleta. Tampoco había mucho que deshacer, los libros de texto y los uniformes se los darían al día siguiente en el colegio y sus libros favoritos y sus pinturas llegarían al día siguiente en un par de cajas, así que lo único que traía era el neceser, su albornoz, el pijama, un par de zapatillas de deporte y un montón de ropa interior; todo ello marcado con su nombre en tinta negra, como indicaban las normas del colegio.

La habitación era estupenda, en su casa eran tres hermanos y él estaba acostumbrado a compartir cuarto con el pequeño en una alcoba que era la mitad de la que ahora tenía. Como se notaba que aquel colegio era para gente con pelas. Aún no se creía la suerte que había tenido cuando le escogieron para ir con una beca a ese colegio tan prestigioso, eso sí, la condición que le habían impuesto le resultó un tanto extraña, no podría cambiarse de cuarto en todo el curso. Efrén volvió a mirar a su alrededor con asombro, todavía no entendía por qué habría de querer cambiar de cuarto. Tenía un armario enorme para él solo, una cama de noventa, un escritorio de madera con un ordenador y una estantería en la que podría poner todos sus libros y parte de los de sus hermanos.

No es que en su casa fuesen pobres exactamente, pero desde que su hermano pequeño había caído enfermo, todo el dinero de la familia se había ido en medicinas, hospitales y especialistas. Por eso había aceptado aquella beca. En realidad, él hubiese preferido ir a un colegio público y no estar rodeado de tanto niño pijo, pero aquella beca no sólo le pagaba el colegio, sino también la estancia, la comida, los libros e incluso los uniformes. Y con todo el dinero que se ahorrarían sus padres en libros, comida y transporte público desde su casa al instituto, seguro que podrían pagar un mejor tratamiento para su hermano pequeño. En esos pensamientos estaba, cuando entró su compañero. ¿Qué podía decir de él? Alto, rubio, de ojos claros, ropa a la moda y ni un solo pelo fuera de su sitio. Efrén se sintió ligeramente intimidado, sólo ligeramente, a fin de cuentas se había criado en un barrio modesto y tenía un hermano mayor que parecía el primo de Hulk, había pocas cosas en el mundo que lo intimidasen ya.

Mientras, Carolus estaba encantado de su buena estrella, el nuevo era una miniatura, mediría poco más de metro cincuenta y no pesaría más de cincuenta kilos, no le sería difícil intimidarlo para que pidiera el cambio. Un par de bromas pesadas y el chico huiría con el rabo entre las piernas. Entró en la habitación haciéndose notar, el otro estaba de espaldas, pero al oírlo se giró hacia él. Vio como sus ojos del color de las castañas maduras se abrían con la sorpresa y sonrió, ya tenía por donde empezar. -Perdona pequeña, pero las habitaciones de las chicas están en el otro ala del colegio. -El muchacho lo miró y soltó un bufido. Pero no pareció demasiado molesto. -¡Oh! Lo siento, ¿Eres un chico? Es que con ese pelo tan largo y esa carita de niña, me había parecido que te habías confundido de cuarto. -Su sonrisa se extendió por su cara esperando el estallido de ira por parte del castaño. Pero Efrén no se inmutó, simplemente le devolvió la sonrisa y decidió seguirle el juego. -¿En serio? Y yo que pensaba que me habías confundido con una chica y estabas celosa porque pensabas que tu novio te engañaba con otra. Pero no te preocupes, Dorothy, él todavía no ha llegado. -Llevaba demasiados años lidiando con las burlas de los amigos de su hermanos mayor, como para que le afectasen ese tipo de comentarios. Carolus bufó y murmuró -Soy tu compañero de habitación, no su novia. -mientras se sentaba en su cama y se ponía a refunfuñar molesto.

Le había salido el tiro por la culata, intentando reírse de aquel niñato el otro se la había devuelto y al parecer sin esfuerzo. Hasta la fecha nadie se había atrevido a responderle en el colegio, al fin y al cabo era el hijo de la directora y hacía y deshacía a su antojo. Por eso muchos lo temían o lo adulaban para que hiciese y deshiciese a su favor y a nadie se le pasaba por la cabeza enemistarse con él. Pero no estaba preocupado, no perdería ante aquel niño, estaba sumido en la infinidad de torturas que le esperaban a su nuevo compañero, cuando un carraspeo lo sacó de ellas. Lo primero que vio fue una mano tendida delante de su nariz y cuando levantó la vista los ojos marrones de su nuevo compañero. -Mi nombre es Efrén, un placer conocerte. -Tomó la mano que se le ofrecía con un poco más de fuerza de la necesaria. -Carolus -Dijo mientras seguía apretando. ¿Pero aquel tío era de hierro o qué? Le estaba apretando la mano con todas sus fuerzas y él seguía sonriendo como si nada. Cuando le soltó el otro se dio la vuelta para seguir colocando sus cosas como si el apretón y la amenaza implícita en él le resbalasen por completo.
Dos cero, pensó Efrén para sus adentros. No le caía bien al tal Carolus, eso era obvio, pero no se iba a dejar achantar por el primer pijo que se le plantara en frente. Y con ese firme propósito, bajó a cenar.

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Las miradas se posaron sobre él en cuanto puso un pie en el comedor, destacaba como un escarabajo en un pastel. Entre todas aquellas ropas, uniformemente cromatizadas en tonos pastel, su camiseta de los Iron Maiden y sus desteñidos tejanos resaltaban como si llevase un traje entero de lentejuelas. Intentó ignorar las miradas y los murmullos que levantaba a su paso y se apresuró a recoger su bandeja de comida y sentarse en el primer sitio que vio libre. Una mano se internó entre sus ojos y el plato de puré que tenía delante, mientras una voz femenina, se instalaba a su lado y le decía -Me llamo Mireia -El chico estrechó su mano -Efrén. -Aquellos ojos también lo miraban con curiosidad, como el resto, pero al menos la sonrisa de la chica era simpática. Y había algo en su pelo negro y “ordenadamente” revuelto, probablemente tardaría horas por las mañanas en dejarlo así, y en su figura menuda que lo hizo sentirse cómodo. -Efrén García. -La chica le dió un apretón suave y se sentó a su lado a comer.

-No te preocupes, pronto te acostumbrarás. -La chica señaló a su alrededor con la mano. -Sé lo que estás pensando, pero no todos somos una panda de niños de mamá forrados de pasta que no saben ni atarse los cordones. Bueno, probablemente la inmensa mayoría estemos forrados de pasta, pero algunos somos personas normales. -En ese momento, otro chico se sentó en su mesa mientras hablaba por el móvil en lo que, a oídos de Efrén, parecía un perfecto francés. -Bueno, o casi normales -Dijo Mireia con una sonrisa. -…l es Lucas y cuando deja el móvil, es un tipo majo. El que trae una bandeja con comida para tres es Pablo y la rubia del vestido rosa que lo sigue con una manzana y tres mandarinas es Paula, son mellizos y sus padres tienen un extraño sentido del humor. -En ese momento, Lucas dejó su móvil y decidió unirse a la conversación. -Bueno, no tan extraño como el de los padres de Nadia y Diana. -comentó haciendo un gesto con la cabeza hacia un par de mesas más allá. Efrén dedujo que se refería a las dos chicas que comían tranquilamente, mientras hablaban de algo que parecía muy divertido. Ambas eran morenas, de largas melenas hasta la cintura, piel pálida y aparentemente idénticas. Además, aunque a tanta distancia no podía verlo, fue informado por Mireia de que las dos tenían unos penetrantes ojos verdes.

-Por eso las llaman las brujas -Dijo Pablo sentándose y empezando a dar buena cuenta de su gran bandeja de comida. -Efrén lo miró sin saber qué cara poner, no le parecía un apelativo muy cariñoso. Paula pareció leerle la mente, porque dijo como excusando a su hermano. -Aquí todos tenemos un mote. Yo soy la Barbie, mi hermano es Robin Hood, a Mireia la llaman la gata y Lucas en un alarde de originalidad por parte de nuestros compañeros, fue bautizado como el pato. -Efrén miró con una sonrisa a sus compañeros de mesa, le caían bien y para ser gente de pelas eran majos. -Por cierto, ¿A quién tienes de compañero? -Preguntó Paula de improviso. -Carolus -Respondió Efrén, mientras volvía a preguntarse qué clase de tarado le pondría a su hijo semejante nombre en los tiempos que corrían. El ambiente de la mesa se tensó en cuanto el nombre salió de sus labios y la temperatura pareció bajar unos quince grados. Lucas fue el primero en romper el silencio. -Lo siento tío. -Efrén lo miró sin comprender. -¿Por qué? -En esta ocasión fue Mireia la que respondio. -Bueno, corren rumores, aunque nadie los quiere creer. Pero Carol jamás ha compartido cuarto con nadie, hasta el año pasado cuando su madre decidió que ya era hora de que tuviese un cuarto compartido, de todas formas su compañero de habitación se mudó a las dos semanas. Nadie quiere creerlo, pero él asegura que Carolus le hizo la vida imposible hasta que se fue. -Efrén empezó a pensar que la condición que le habían impuesto no iba a ser tan sencilla como parecía. -¿Y vosotros creéis esos rumores? -Preguntó, al fin y al cabo podían ser sólo rumores. -Bueno, -dijo Paula, -Carol está acostumbrado a hacer lo que quiere cuando quiere, así que no me extrañaría que si no quiere compartir habitación, le haga la vida imposible a su compañero para que se cambie de cuarto. -Efrén suspiró “No, si ya me parecía a mí demasiado fácil”, pensó para sus adentros -En fin, con migo lo va a tener Chungo. Yo no me asusto fácilmente y si quiere echarme de su cuarto va a tener que currárselo mucho. -Dijo mientras se encogía de hombros. Lucas soltó una risotada y le palmeó en la espalda. -Bien dicho, parece que Carol ha encontrado la horma de su zapato. Si necesitas un refugio de vez en cuando, mi habitación es la trescientos cinco. Mucha suerte, chaval. -Y así la cena transcurrió tranquila entre charlas y risas. No se lo esperaba, pero había hecho amigos más rápido de lo que él creía, pensaba mientras subía las escaleras hacia su cuarto, la cena había ido mejor de lo que podría haber pensado, pero no se esperaba lo que iba a encontrar al otro lado de la puerta de su cuarto.

Notas finales:

Bueno, hasta aquí el primer capítulo, es una breve presentación de los personajes, aún me queda presentar al grupo de Carolus y a algunos profesores, pero eso será en el próximo capítulo.

¿Reviews? ^____^ plis

GLOSARIO: Se lo vi a otra autora y me pareció buena idea. Así que aquí pondré todas las cosas sobre las que necesite hacer aclaraciones.

Pijo: Dicho de una persona (Normalmente de forma despectiva): Que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta gustos propios de una clase social acomodada. Muy refinado y elegante, que raya en lo cursi.

Hulk: Superhéroe americano de los los cómics de Marvel, también conocido como la masa.

Achantar: Coloquialmente intimidar, apabullar, achicar a alguien

Pablo y Paula: Lo del extraño sentido del humor que menciona Mireia es porque Paula y Pablo, son la versión masculina y femenina de un mismo nombre.

Currar: trabajar.


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