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El Fango por Cafe Amargo

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Notas del capitulo:

Gracias por entrar aquí y seguir leyéndome. Me encantaría escribir más, pero me ha llegado trabajo nuevo y no debo demorarme.

El aire acondicionado es precioso. Absolutamente hermoso.

Hasta entonces.

Capítulo Cuatro

Después de decirle a Itachi que los acompañaría a su casa y que su buen amigo Sasuke le prestaría un cambio de ropa, ningún sonido aparte del suave ronroneo del vehículo y las gotas de lluvia estampándose contra los vidrios y el techo del porsche, irrumpió la abulia de hacer cualquier amago de conversación.

Rememoró, de pronto, la silenciosa vida en el salón de clases. Era perturbador que el profesor de matemáticas, Morino Ibiki, revisara los ejercicios que dejaba de tarea; pero sin lugar a dudas preferiría estar allá con él, que seguir en medio de Itachi y Sasuke. El silencio era incómodo y su cuerpo trataba de distorsionar el nerviosismo y las ansias con un repique molesto en el estómago. Observó por la ventanilla tratando de distraerse, pero la carretera blanca y gris no le inspiró el más mínimo entusiasmo. Es más, se sintió mucho peor.

Mordió su labio inferior, recordando la mirada opaca y rencorosa de Sasuke cuando lo forzó a entrar al vehículo. Se había acomodado estúpidamente donde el calor de la rejilla de la calefacción saliera con más intensidad, dejando a Sasuke al lado de la ventana sin la posibilidad de rechistar. Ahora no podía evitar rememorar la plática con Jiraiya hace unas cuantas horas; en el salón de su casa. Miró intensamente el esculpido perfil de su compañero, preguntándose si existiría la posibilidad de que Sasuke tuviera una hermana gemela, desconocida y de su misma edad, en algún lugar del planeta. Tan ensimismado estaba en sus cavilaciones, que no se dio cuenta que Sasuke lo veía con fastidio desde el rabillo del ojo.

-¿Qué me ves tanto, idiota? -no levantó la voz, pero resultaba igual de mosqueada, tan seca y áspera como siempre.

-Nada -Naruto tragó saliva con las mejillas arreboladas, avergonzado por ser descubierto-. No te creas tanto, solo estaba pensando.

-¿Y para qué me veías tanto?

-...¡Po-po-porque tu cara no me deja ver por la ventana, teme!

Sasuke no le creyó en lo absoluto, pero dejó pasar su incredulidad. Ahora no tenía ganas de gastar saliva en alguna discusión inútil. De todos modos, ese tonto tenía algo de razón en lo que decía. Inclinándose para que Naruto tuviera una vista más accesible al paisaje de la ventana, pensó en las palabras de Orochimaru. Después de haberle tomado del suéter y haberse quedado inmóvil, ese le había acariciado la cara de una forma bastante extraña, como si estuviera tratando de medir sus movimientos. Y además estaba el hecho de que le mordió el cuello, algo que no había sucedido jamás entre los dos.

El miedo y la confusión se esparcieron por su cuerpo de forma alarmante, sintiéndose de pronto más vulnerable que una muñeca de porcelana en la cúspide de un edificio. No era idiota. Sabía que existían personas que se excitaban con niños y que en algunos casos los violaban brutalmente hasta que poco a poco los cuerpos pequeños morían. O al menos, eso era algo de lo que tanto decían en la televisión.

El escalofrío que recorrió su espina dorsal no fue causado por el frío como pensaban Itachi y Naruto, si no por la inseguridad que surgió de pronto por la posibilidad de ser una de esas víctimas. Pero era imposible. El no era una persona indefensa. Era ágil y fuerte, el mejor deportista de su grado. Si Orochimaru volvía a intentar algo con él, le lanzaría un puñetazo en la cara y le rompería la nariz. Jamás dejaría que se le acercara tanto de nuevo. Además, sus padres lo protegerían sin lugar a dudas.

No. Bloqueó su último pensamiento crujiendo los dientes. No necesitaba a esas personas para defenderse. No les daría más méritos para fortalecer la lástima con la que lo veían. Eso jamás.

Naruto no dejó de mirar a Sasuke por el rabillo del ojo, mientras fingía que veía por la ventana. La casa de los Uchiha estaba al final de la calle, acercándose cada segundo más y más. Se había prometido a sí mismo decirle todo a Sasuke una vez que estuvieran tranquilos en la espaciosa habitación del moreno. Trataría de armarlo con sutileza, haciendo mofa de su carácter obstinado y ridículo para que el moreno no se sintiera mal. ¡Oh, sí, ahora sí que lo haría!

No obstante, tragó saliva cuando Itachi, metiendo el vehículo con elegancia, estacionó el porsche en el cobertizo de la casona. No importara que tanto entusiasmo tratara de regalarse, los nervios no lo dejaban en paz.

Sasuke abrió la compacta puerta, indicándole a Naruto que se apresurara a salir del auto. Después comenzó a caminar hasta la entrada, dejándolo atrás. El rubio frunció las cejas, harto de ese tono autoritario con el que lo trataba con tanta facilidad.

-¡Espérame!, ¡No puedo entrar a tu casa como si fuera la mía, Sasuke!

Segundos después lo alcanzó, jaloneándole la chaqueta negra y situándose a su paralelo. Sasuke le miró unos segundos, curveando los labios por el mohín berrinchudo de Naruto. Volteó la cara a la puerta y sacando un llavero del bolsillo, encajó la llave en el cerrojo, girándola. Y conteniéndose a la indiferencia si había alguien adentro, se dispuso a entrar con el rubio pisándole los talones.

El moreno de cabello largo contempló el cuadro enternecedor de la pareja de amigos, desde su pequeño sitio encerrado en el coche. Por mucho que el rubio le hubiera simpatizado, aún sentía la sensación desagradable de celos cada vez que Sasuke respondía a sus bromas con algo de afecto.

Sacó la llave de la ranura y la metió en su bolsillo. No pasaría nada positivo si seguía mortificándose por eso. Naruto le había asegurado que Sasuke aún lo quería; sólo tenía que ponerse a trabajar y, de un momento a otro, la envidia de su hermano se desmoronaría como una torre de naipes.

Sólo necesitaba muchísima paciencia.

Dentro de poco, él y Sasuke pasearían por los parques, rememorando el pasado divertido que sólo correspondía a ellos. O, al menos, eso era lo que se obligaba a pensar.

xXx

Naruto estaba en la habitación de Sasuke, a la que había sido trasladado por el moreno para que se aseara lo más rápido posible. En ese mismo momento, el dueño del colchón en el que estaba sentado buscaba algo de ropa en el ropero.

-Ve y dúchate -le ordenó mientras revolvía en algunos cajones-. Cuando salgas, la ropa ya estará lista en mi cama.

-¿Eh?

Naruto le miró sin entender, dado que se había distraído brincando en su lugar.

-Que te bañes. El baño no se ha movido de lugar desde la última vez que viniste, idiota -giró sobre sí mismo, enseñándole un pantalón de gamuza y un suéter café a juego. Naruto gesticuló clara oposición por la ropa tan sobria y triste que le había elegido, nada comparada con la llamativa y colorida que siempre usaba. Sasuke alzó las cejas, confundido-. ¿Ahora qué?

-¿No tienes una ropa más...no sé, alegre?

Un curioso tic se incrustó en una de las cejas negras, mientras su dueño fruncía la boca.

-¿Acaso creías que tendría ropa chillona con colores fosforescentes en mi guardarropa? Anda, deja de llorar. Es ropa y sirve para cubrir. No te quejes.

-Pero... -protestó el rubio una vez más-, me voy a ver muy...

-... ¿Elegante? -completó el moreno, dibujando una sonrisa socarrona mientras lanzaba descuidadamente la ropa al colchón de la cama.

-¿Qué estás insinuando, Sasuke-teme?

-Nada que no te hayas imaginado ya. Olvídalo de una vez y báñate. Esperaré afuera. Y no quiero que te acabes el agua caliente, usuratonkachi.

-¡SASUKE!

De un portazo, Sasuke dio como finalizada la conversación. Naruto caminó hasta la puerta del baño con una sonrisa, aflojándose la húmeda bufanda del cuello.

En cuanto traspasó la puerta al fondo de la habitación, abrió los ojos maravillado, contemplando el elegante y espacioso cuarto de baño. Ese sitio era el paraíso. Caminando hasta situarse en la gigantesca tina, giró la llave de agua caliente mientras arrojaba la ropa húmeda a su alrededor, hasta quedar completamente desnudo.

Sonriente por el calor que le propinó el vapor del agua estrellándose en su cara, comenzó a regularla hasta que estuvo lo suficientemente complacido para meterse en ella. Si no fuera porque le carcomía la futura y problemática conversación, se sentiría como si estuviera dentro de unas aguas termales modernizadas.

Sasuke puso los ojos en blanco en el pasillo al oír el suspiro de Naruto desde el baño. La casa estaba sumida en un silencio profundo, por lo que todo lo que dijera el rubio en la recámara se escucharía sin el menor problema. Caminó durante algunos segundos por el piso alfombrado en dirección a la biblioteca. Tomaría un libro mientras Naruto se bañaba, lo cual intuía que duraría un tiempo considerable si se le ocurría ocupar la gran bañera nueva.

xXx

Kabuto se colocó frente al calentón, tratando desentumecer los dedos de las manos. Hacía rato que la conversación de Orochimaru y Sasuke había terminado, por lo que le parecía bastante extraño que su colega no hubiera entrado a la oficina para ponerle al tanto. A menos fuera que la estrategia que utilizó para seducirlo hubiese fracasado irremediablemente.

Angustiado por eso, Kabuto giró sobre sus talones y caminó rápidamente, abriendo y cerrando la puerta, hasta localizar el cuerpo inmóvil de Orochimaru sentado en una de las sillas oscuras alineadas contra las paredes. Su rostro, oculto entre los largos cabellos negros, le dio el presentimiento de que no todo marchaba bien.

Cuando Orochimaru giró lentamente el rostro hacia él, algo consiguió estremecerlo. El movimiento era parecido al que hacían las muñecas malignas protagónicas en las películas de horror. Su mal augurio aumentó considerablemente.

-¿Su-sucedió algo, señor Orochimaru? ¿Acaso Sasuke...?

-No -su gesto era inexpresivo-. La parte de que Sasuke-kun asista a la acampada está más que asegurada. Lo que me preocupa es otra cosa. Es sobre el mocoso rubio del que me hablaste hace algún tiempo.

-¿Qué sucede con él? -el rostro de Kabuto se había aliviado completamente.

-...no me gusta para nada la forma en que me aparta de Sasuke. Cuando estábamos solos me había encargado de envenenarlo con el discurso que practicamos en casa. Estaba devastado. Tan frágil como nunca antes lo había visto... -cruzó sus brazos con una grotesca sonrisa, recordando la dulzura de la sedosa piel al momento de pasar su lengua por ella-. ...pero nada más vio llegar a ese mocoso y pareció olvidar todo lo que le había dicho. Como si se hubiera purificado con solo verlo -los dedos pálidos se encajaron en sus antebrazos, apretándolos con furia-. Tengo la sospecha que ese niño tiene el poder de alejar a Sasuke-kun de mí. Y eso es algo que no voy a permitir por ningún motivo; Sasuke está apartado para mí desde un principio. Soy la única persona que él debe tener de apoyo... y me llena de rabia que ese ocupe parte importante de su mente, echándome sin el menor problema.

-Señor... -Kabuto titubeó, sorprendido por la manera obsesiva y perturbadora con la que hablaba, no sabiendo bien que podría decirle-. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?

-Tienes dos opciones -la sonrisa malévola y los ojos afilados parecieron brillar entre las sombras de su cabello-. Planear el viaje lo más pronto posible para irnos de una maldita vez de esta ciudad con Sasuke-kun en el bolsillo... o demostrarme lo inteligente que puedes llegar a ser después de que ese tal Naruto muriera aparatosamente en un accidente sin que nadie te descubra.

-Pero, señor Orochimaru -las gafas oscuras se le resbalaron del puente de la nariz. La boca y los ojos abiertos no dejaban de apuntar al otro-. ¿No le parece algo exagerado?

-¡No! -La histérica voz venenosa dañó por completo la aparente calma-. ¡Ya me oíste, Kabuto! ¡Quiero a ese maldito mocoso alejado de Sasuke! No quiero que después de tanto haber esperado para tenerlo pase algo estúpido que descomponga todos mis planes.

Kabuto asintió con energía, demasiado sorprendido y asustado como para hacer otra cosa. No podía creer lo que sucedía. Orochimaru estaba enfermándose cada vez más profundo de ese niño. Era increíble que prácticamente le hubiera ordenado que matara al rubio solo por el peligroso ataque de celos que lo había consumido. Casi corrió, dirigiéndose al despacho de su oficina para ponerse a planear perfectamente el escape victorioso.

No quería darle razones a Orochimaru para que desmembrara las partes de su cuerpo.

xXx

Mientras la deliciosa agua caliente relajaba su cuerpo, Naruto contempló con una sonrisota el inmenso espejo empañado a su lado. No tenía la más remota idea de cuánto estaba tardándose, pero cada vez que trataba de levantarse, el pequeño termal lo jalaba otra vez con el más dulce de todos los sonidos. La melodía relajante que hacía el agua chocando entre sí y el de las gotas descendiendo de su cuerpo hasta estrellarse entre las profundidades de la bañera lo tenía completamente hechizado.

Sacó una mano bronceada de la tina, mirándose con desinterés las arrugas de las yemas de los dedos. No le importaba en lo más mínimo transformarse en una pasa gigante humana... pero tenía que salir en algún momento de ahí.

Soltó un resoplido, hundiéndose hasta el cuello entre el agua caliente. Demonios, mentía. La verdad sobre todo eso de quedarse en ese reconfortante lugar por el resto de su vida, se reducía solamente a la conversación pendiente con Sasuke, misma que ya estaba asesinándole todas las neuronas de la cabeza.

Aún no estaba preparado para nada. ¿En qué momento había perdido toda la valentía y determinación en terminar con ese estúpido problema?

¡Estaba dándole demasiadas vueltas!

Contempló una vez más el vapor a forma de niebla intensa y se decidió a salir. Se cambiaría con la ropa fúnebre que le había prestado Sasuke una vez su cuerpo estuviera completamente seco y lo más rápido posible que pudiera imitar a la velocidad de la luz. Ya no podía retrasarlo más. No era un cobarde, era valiente. ¡Muy valiente! ¡Valientísimo!

-¡Argh, demonios! -Naruto ahogó una maldición cuando golpeó una de las resbalosas paredes de la tina con la punta de sus dedos-. ¡Estúpida bañera diabólica! ¡DUELEEE!

Sasuke sonrió en la biblioteca, imaginándose a colores el motivo de ese grito adolorido que había traspasado las paredes. No había mentido cuando pensó en que las palabras de Naruto se escucharían por toda la casa. Cerró el antiguo libro de portada púrpura y lo depositó suavemente en la mesita de luz, separando la página que leía con un cartón rubí flexible.

Inevitablemente, pensó una vez más en la propuesta; debatiéndose si seguir con la iniciativa, o decirle a Orochimaru, con calma, que se lo había pensado mejor. Pese a los problemas que tenía en su familia, aún no olvidaba los exámenes del idiota. Si estaba lejos de él en esas famosísimas "vacaciones", no podría ayudarlo en lo más mínimo. Y debía sacar un mínimo de setenta aciertos en ambas pruebas para no repetir el curso.

Formó una sonrisa burlona para su persona. Era curioso que siempre se tomara un tiempo para pensar en el desastroso y cabezón de Naruto, a pesar de todos los problemas que tenía dentro de la cabeza. No comprendía muy bien porque el papel de Naruto era tan importante en su vida, pero quizás influía la forma en la que lo reconocía y lo veía; en la que para él era simplemente alguien silencioso y desgraciado que sólo le hacía falta un idiota comprensivo al lado. El carisma y las tonterías de Naruto eran increíbles, aunque la mayoría de las veces los calificara de lo más absurdos e infantiles.

¿Acaso no se suponía que él también era un niño?

Naruto tenía toda la razón cuando en algunas ocasiones le denominaba bastardo amargado. A veces olvidaba que tenía sólo trece años, y no los treinta que creía que les transmitía a los demás.

Y esa era, sencillamente, la más inocente razón por la que apreciaba a Naruto más que cualquier otra persona. Porque gracias a él, la parte infantil y juguetona que moría en su corazón, resucitaba desde las cenizas, como una vez leyó lo hacían las aves fénix. Aunque no lo admitiera, llegaba a apreciarse cuando Naruto estaba a su lado. Le simpatizaba tener alguien que lo apoyara y le golpeara en la cara cuando decayera, animándolo y ayudándolo a su manera.

-¡SASUKE! -Escuchó el grito irritado de Naruto desde su habitación-. ¡ÁBREME LA MALDITA PUERTA! ¿QUÉ TE CREES ENCERRÁNDOME? ¡ÁBRELA DE UNA VEZ!... ¡SASUKE!

Sasuke estrelló la palma de la mano contra su frente. Había olvidado el pequeño mecanismo que implantó a su puerta en la madrugada, producto de su insomnio, para que nadie le molestara ni entrara a su habitación sin su permiso. El aparato se accionaba con un pestillo casi invisible al cerrar la puerta con fuerza, tal y como lo había hecho antes. En ese instante, de lo único que quería asegurarse era que momentos así no se repitieran, eso si pretendía dormir tranquilamente mientras Itachi se encontrara en casa.

-¡Voy, Naruto!, ¡No patalees la puerta, que te obligo a ponerla otra vez en su sitio! -levantándose del sofá azul en un brinco, caminó con calma mientras escuchaba las cómicas amenazas con una sonrisa.

-¡ÁBREME YA O VOY A AVENTAR TODAS TUS COSAS POR LA VENTANA Y...!

Dada la fuerza con la que pataleaba la puerta, tiró la base de un pequeño ropero al lado accidentalmente. Los objetos rebotaron inmediatamente por la alfombra negra, esparciéndose a su alrededor. Naruto, más lívido y asustado por la muerte inminente que traería con sí el moreno al descubrir la travesura, se dispuso a recoger todos los papeles de partituras, adornos y lo que parecían cuadernos delgados. Al levantar una empolvada placa de reconocimiento por ser el mejor alumno en la secundaria, encontró una vieja fotografía de la familia de Sasuke. En ella, Mikoto y Fugaku tomaban los hombros de Itachi a sus costados, e Itachi, feliz, abrazaba a Sasuke tratando de alzarlo para que quedara en un lugar bastante visible en el marco del cuadro. Ambos sonreían como jamás imaginó al verlos juntos.

Por eso dolió, comprendiendo profundamente el inmenso cariño que se tenían ambos para el uno con el otro y la desesperación de Itachi por ese horrible trato frío de Sasuke hacia él, siendo completamente inocente.

Un nudo se le formó en la garganta.

Sasuke entró a la habitación después de desactivar el pestillo invisible, mismo que estaba escondido en el extremo horizontal de la puerta, pegado a las bisagras doradas, y borró inmediatamente la divertida sonrisa de la cara. Naruto estaba arrodillado en medio de lo que antes era un ropero, con miles de cosas a su alrededor.

-¿Qué estás haciendo, Naruto? -el aludido se estremeció un poco en su sitio, alzando la cara inmediatamente, encontrándose con la oscura mirada encolerizada-. ¿Por qué estás fisgoneando en mis cosas?

-¡No estaba husmeando!

Sasuke le ignoró, arrodillándose frente al rubio con el ceño fruncido. Arrebató la fotografía de sus dedos y la arrojó por el aire, enfureciéndose cada segundo más.

-¡Entonces qué hacías con esa maldita fotografía en las manos!

-Se cayó junto a las cosas de ese ropero... -explicó, señalando un pedazo del mueble en el piso-. Estaba recogiéndolo y nada más.

-Nunca más vuelvas a hacer eso -la furia con la que hablaba se mitigó en esa frase. Se había vuelto un poco más paranoico desde que todo el mundo parecía querer saber algo de él sin su consentimiento y desde que se dio cuenta que Orochimaru lo conocía más de lo que pensaba; un error que se había escapado en forma de palabras asustadas.

-¿Qué? -la perplejidad se escabulló de su garganta. Sasuke pareció calmarse un poco más.

-Odio que husmeen entre mis cosas -añadió apretando los puños-, no vuelvas a hacerlo jamás.

-Un momento...-Naruto pareció alertarse-, ¿Desde cuándo me prohíbes eso a mí? Estás raro. Nunca me habías pedido algo de ese estilo.

Sasuke levantó la cara, dándose cuenta del error que había cometido. Su ataque casi histérico había sido lo suficientemente palpable para que Naruto sospechara. Y eso era algo que no debió pasar nunca.

-Pues ahora lo hago.

-¿Qué es lo que me estás escondiendo? -Los ojos azules parecieron endurecerse a lo largo de su escudriño, tratando de colarse profundamente en las ventanas oscuras del otro, como si fueran dos radares a prueba de mentiras.

De pronto, la mano pálida tembló. La acusación le recordó sin más la relación extraña e incómoda que soportaba al lado de Orochimaru. Esas caricias en su cabello, los masajes, toques intencionados dirigidos a su espalda... y la turbia escena de tenerlo prácticamente colgándosele del cuello. Los recuerdos lo alertaron, yéndose con la peligrosa evasiva que Naruto reconocía en cualquier lado.

-No estoy escondiéndote nada.

-¡Claro que sí!, ¡Estás temblando!

-¡Eso no es verdad!

-¡QUE SÍ! ¡ESCÚCHATE, ESTÁS GRITANDO!

Sasuke, desesperado, se levantó del piso y trató de alejarse del otro, siendo éste lo suficientemente astuto como para tomarlo fuertemente del brazo.

-Te pusiste bastante extraño de repente. Ahora me explicas que es lo que está pasando o te voy a dejar sin brazo.

-Te he dicho que no tengo nada -Sasuke maldecía su estúpido ataque nervioso-. Suéltame o seré yo quien te quite la cabeza.

-¡Deja de comportarte así!

-¡Lo mismo te digo a ti! -le exclamó Sasuke, moviéndose bruscamente. Naruto rodeó el cuerpo de su contrincante con sus manos, abrazándolo, para que no se le escapara.

-¿De qué demonios estás hablando?

-Nada. Olvídalo.

-... ¿qué te pasa Sasuke? -la voz del rubio se convirtió en un murmullo débil, incluso comprensivo y dulce. Odiaba tanto que Sasuke le ocultara las cosas-. Soy tu amigo, puedes confiar en mí.

-Estoy bien.

Los ojos azules lanzaron chispas, propinándole un fuerte puñetazo contra la cara casi después de soltarlo. El rostro de Sasuke se ladeó por el golpe, dando unos pasos hacia atrás. No perdió tiempo, instantáneamente le sujetó el cuello del suéter azul fuertemente, encarándolo furiosamente.

-¡Eres un maldito terco! ¡Por más que quiero ayudarte tú-!

-...nadie te ha pedido ayuda. Suéltame de una buena vez.

Algo le llamó la atención. Desde la vista que tenía, y que gracias al agarre estiraba el cuello de tortuga hasta verle el cuello, visualizó una marca roja a un costado, escondida y debajo del denominado músculo trapecio. Parecía un chupetón, de esos que algunos de sus compañeros le enseñaban para presumirle.

-...¿qué es eso?

El cuerpo de Sasuke se tensó involuntariamente cuando uno de los dedos morenos le acarició la longitud rojiza de la piel. Naruto acentuó su rostro furioso, comprobando que sí era lo que había pensado antes.

-¡¿Con quién has estado revolcándote? ¿¡EH!?

-¡Cállate!

-¡Por eso estás así, verdad! -exclamó atando cabos-. ¡Me dijiste que no tenías novia!

-¡Ya cállate, Naruto! ¡No tengo novia ni nada por el estilo! - Sasuke le dedicó una mirada furiosa-. Deja de gritar como maniático.

-¡Oh, no, no, no! -La lengua de Naruto arrojaba las palabras sin la menor cautela-. ¿Entonces es un novio, verdad? ¡Es por eso que estás tan nervioso!

-... ¿novio? -El rostro cambió de la furia hasta el desconcierto. Apretó sus puños, examinando la odiosa sensación de la humillación y la indignación. Una sonrisa fruncida se pintó en su boca-. ¿Ahora estás dejándote llevar por las palabras de Kiba, cierto? No puedo creer que conociéndome te atrevas a insinuarlo. Me das asco.

El rostro iracundo de Naruto se quebró, dándose cuenta arrepentido de su metedura de pata. Lo que quería decirle con tanta sutileza le había brotado de la boca en el peor de los momentos. Miró, entonces, el cuerpo de Sasuke frente a él, cabizbajo y tembloroso, conteniéndose de matarlo por la grande decepción que le había causado.

-...espera, no... no me refería a eso.

-Claro que te referías a esto, Naruto. ¿Tanto te han confundido las palabras de Kiba, de que soy un pervertido y estúpido homosexual enamorado de tu sombra?

-...¿Có-cómo?

-Quédate tranquilo, son sólo chismes. Nada de lo que dicen es cierto -las palabras heladas enmudecían las frases incompletas de Naruto-. Pensé que eras mi amigo como para dejarte contaminar por esas estupideces -levantó la mirada, sus ojos oscuros parecían abismos de decepción y tristeza; los sentimientos más latentes en su pecho en ese instante. La punzada de la culpa sometió el cuerpo de Naruto en un espasmo. Jamás lo había visto así-. Creí que me apreciabas lo suficiente como para insinuar considerarme tu marica.

-...¡Ey! ¡N-no! ¡Estás confundiéndolo todo, eso no es cierto!

-¡Dudaste sí o no en que estaba detrás de ti!

-¡Pero no fue así como sucedió! -se defendió, alzando los brazos a todos lados, tratando de explicarse. El presentimiento de que Sasuke lo despreciaría como hacía con todos los demás, le plantó inseguridad rápidamente -. ¡Lo que sucedió es que Tsunade me dijo cosas muy raras!

-Y tú, como todo un imbécil, le hiciste caso.

-¡Sasuke, entiéndeme!

-¿En qué momento pensabas decírmelo? ¿Eh? ¿Hasta que te hartaras de todo lo que hablan de mí sobre ti?

-¡Que no, maldita sea! -declaró, insistente, mirándolo apretar los puños- ¡Escúchame! Justamente fui a tus clases de piano para contártelo. Después pasaron todas estas cosas y ya no pude decírtelo con la calma que quería -el chillido recobró la determinación de arreglar las cosas-; mi madrina me ordenó que dejara de verte, porque según ella parecíamos novios. Pero yo no le hice caso, incluso estuve a punto de arrojarle el ramen en la cara por entrometida. Después repasé cada recuerdo y dudé, sí. Me equivoqué porque soy un imbécil y dude de todo. Me dejé llevar por lo que me habían dicho, ¡pero es que en ese momento estaba todo tonto! ¡y tú también! -se mordió la lengua, carraspeando-... No, tú no. Me equivoqué yo, nada más. Soy un completo estúpido. Lo siento.

Sasuke se quedó sin palabras, limitándose a verlo a los ojos. Frente a él, Naruto hiso una pausa, mordiéndose los labios.

-Le di muchas vueltas al asunto porque conozco tu carácter, y no quería que me odiaras... o que nuestra amistad terminara en golpes. Eres mi mejor amigo, ¿sabes? Por muy maldito que seas, no pude haber encontrado otro mejor. Aunque seas un completo bastardo engreído. Sé que no encontraré alguien así en ningún otro lado.

Sasuke arrugó levemente el entrecejo, pero no parecía molesto. El rubio continuó, perdido en su monólogo casi como si estuviera exponiendo sus pensamientos para que todos los escucharan.

-Por eso me odiaba, demonios. No sé como caí en esto, de veras. Si todo hubiera resultado verdad... no sabría que decirte. ¡Te digo que me odiaba por no corresponderte!

-¿Qué? -Sasuke se sonrojó, en mitad halagado y en mitad avergonzado. Sus ojos incrédulos ya no cabían en sus párpados-. ¿Qué es lo que estás diciendo?

-...no me gusta verte triste, Sasuke. Y sé que lo serías mucho si no te correspondiera. Además de que nuestra amistad se perdería y yo no quería eso -Los ojos acuosos brillaban con mucha intensidad, sincerándose de la mejor forma que conocía: hablando desde el corazón-. Por eso... ya te dije,  cuando me puse la ropa que me dejaste en la cama... me decidí a buscarte para hablarte claramente de una vez. Después... eso, lo que pasó. Y me enojé porque creí que me hacías una broma pesada encerrándome con candado.

-Olvídalo -la pequeña sonrisa del moreno agitó el corazón del rubio-. Esa disculpa fue innecesaria, usuratonkachi -El gesto brillante regresó a la cara satinada del ojiazul. La tormenta había pasado a la historia en el momento en que escuchó ese insulto-. También tengo parte de la culpa, así que deja de llorar.

-¡No estoy llorando, bastardo! -le reclamó, quitándose el par de lagrimones que habían mojado sus mejillas, con una sonrisa rotundamente feliz-. ¡Es que me emocioné mucho!

-Por supuesto, idiota.

Sasuke curveó la boca, pasándose del límite que se ponía siempre que lo hacía. Y le regaló por un momento la sonrisa más grande y brillante que jamás había visto. El latir salvaje de su corazón y sus mejillas arreboladas no pudieron más que coincidir con el pensamiento que lo invadió de pronto:

De verdad que se veía hermoso así.

 


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