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El Fango por Cafe Amargo

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Notas del capitulo:

Es una mañana fresca, el cielo blanco se coloreó enceguecedor desde la enorme ventana de la cafetería cuando recogí unas galletas y ahora, después de terminar lo que tenía pendiente, tengo tiempo para meterme aquí con ustedes y actualizar el trabajo atrasado.

¡Perdonen la tardanza!

¡Ehem! No quiero divagar más, debo sobreponerme al tiempo. Espero que el capítulo les guste como los anteriores, ¡Hasta una próxima vez!

Capítulo Seis

Ese domingo era bastante húmedo y sofocante. El pegajoso sudor escurría desde las puntas de su cabello hasta meterse dentro de la incómoda camiseta blanca que le había obligado ponerse su madre. Estaba sentado en solitario bajo un árbol, en un mentado y aburrido campamento familiar. Estrujó el césped entre sus dedos, irritado. Aunque la reconfortante sombra sobre su cuerpo ayudaba a que la desesperación se apaciguara en un pequeño ataque de ansias, aún estaba bastante incómodo.

Miró a lo lejos a Itachi, sentado en silencio en una silla de aluminio; con un apetitoso refresco entre las manos. Observó también a su padre, platicando animadamente con otros adultos, siempre al lado de su hermano.

Suspiró. No entendía por qué sus padres lo obligaban asistir a ese campamento. Ellos siempre lo abandonaban de esa forma cruel, llamándolo al atardecer cuando tenían que irse. Su madre lo había dejado ahí varios minutos atrás, alejándose a preparar sándwiches con un grupo de señoras que, seguramente, eran sus tías.

Hizo un puchero.

Estaba aburrido... tenía sueño, quería irse de una vez, pero su pequeña autoridad no se lo permitía. Comenzaba a darle tedio el paisaje verde y azul, casi al punto de las náuseas. Y por mucho que luchara contra el sueño, sus párpados se cerraban desobedeciéndolo casi al segundo en que los abría. Fallando miserablemente en contener un bostezo, comenzó a tallarse los ojos con las manos encogidas en un puño, tratando esfumarse el adormecimiento. Otra vez no lo logró. Rendido, se concentró una vez más en el aburrido césped, indagando con sus deditos la posibilidad de encontrar un insecto con el que divertirse, pero en su perezosa búsqueda, nada más encontró pequeñas ramas secas enredadas en la hierba.

Iba a recargarse en el árbol para entretenerse en otra cosa, cuando Itachi se acercó sigilosamente hasta él. Con flojera, alzó la sudada cabeza y casi le sonrió con ilusión al localizar el frío embase de soda en la mano de su hermano. Itachi se sentó junto a él, recargando la espalda en el macizo tronco del árbol. Una vez instalado, estiró el brazo para darle el refresco con la boquilla abierta a su hermano.

-Gracias -le susurró bajito, tomando la soda con cuidado antes de atragantarse con ella. El más grande se encogió de hombros, estirándose entre la amplitud de los campos verdes.

-Apresúrate. Me escapé del círculo que formó padre y no quiero que me vea cerca -El niño abrió los ojos negros, alejándose la lata de aluminio de la boca. La duda seguía reflejándose en su rostro. Itachi suspiró, agarrándole de la manita y arrastrándolo hasta él, le limpió el sudor de la cara-. Vamos a comprar un helado en el quiosco. Los dos -le explicó sonriente. Sasuke abrió la boca en un círculo muy pequeño.

-... ¿Y si padre se enoja contigo?

-No lo hará -le apresuró a contestar, al notar su inquietud-. Y si lo hace, ya nos habremos comido varios helados cuando lo haga.

Sasuke sonrió, alejándose un poco de su hermano y llevándose la lata a la boca, terminándose de una buena vez la fría y burbujeante bebida de un sorbo. Itachi se levantó del suelo, cogiendo la manecita blanca y sucia de su hermano, obligándolo a levantarse. El otro, aún con la lata vacía en la boca, frunció delicadamente el ceño, molesto por la brusquedad y la prisa. Más el gesto no duró lo suficiente para ser importante. La brillante y alegre sonrisita se le escapó a la boca, borrándole cualquier amago de enfado en su rostro.

Encaminándose entre los campos verdes, Sasuke miró la gran mano que apretujaba la suya. Amaba a su hermano por esa simple razón. Porque jamás lo olvidaba. Fuera quien fuera la persona que estuviera a su lado en algún momento, siempre recordaba que tenía una pequeña personita jalándole la tela de la ropa; exigiéndole con palabras mudas que jamás lo dejara solo.

Abrió lentamente los ojos, saliéndose de sus recuerdos. Sabía de antemano que Itachi era la persona que estaba al otro lado de la puerta, hablando con Naruto. Esperándolo. Y que no se marcharía de ahí hasta que lo escuchara.

...pero no quería oírlo. No ahora. No después de las palabras que Orochimaru le murmuró al oído. Deseaba gritarle que dejara de verlo de esa forma tan vil y penosa; él ya no era el niño débil que alguna vez conoció. Quería exigirle que de una buena vez se olvidara que tenía un hermano y acabara con esos estúpidos e invisibles lazos familiares que no servían para nada.

Y simplemente no podía. Daba igual lo tanto que se obligara a desmembrarlo con sus propios dedos; los viejos y agradables recuerdos le gritaban a su mente que dejara de atormentarse con tonterías. Que Itachi no tenía la culpa de nada.

Apretó los nudillos por encima de su cabeza, estrujándose el cabello y rechinándole los dientes. Al igual que la noche anterior, los recuerdos, siempre los malditos recuerdos, cambiaban su perspectiva de aborrecerlo. Siempre venían hacia él, martirizando sus acciones, la desesperante e inmutable enmienda castigándole con las mejores escenas de su niñez. Y no era justo en lo absoluto.

Quitando lentamente las manos de su cabeza, decidió salir de la protección que le brindaba el cuarto. Echaría a patadas a Itachi de su habitación sin explicación alguna, y así no se atormentaría en ese baño por tonterías. Dio media vuelta, estirando la mano derecha, hasta tocar con sus dedos el picaporte, y una vez lo consiguió, se detuvo en seco.

Había sentido algo húmedo y frío estampándose contra el dorso de su mano, la perilla lanzó un chispazo de luz mientras era fuertemente estrujada por sus dedos. Con curiosidad, buscó arriba de su cabeza, esperando encontrar una pequeña gotera. Y descubrió algo completamente diferente. Un río de agua se extendía entre la longitud de la puerta y la pared, resbalándose sospechosamente. Algo extraño, dado que era lo suficientemente higiénico para evitar cualquier desastre como ese. Lo hubiera ignorado, comprometiéndose a limpiarlo más tarde, de no haber sido porque también encontró varios charcos de agua esparcidos en el piso. Confundido, caminó con cuidado hasta el lavabo -que parecía ser la fuente de todo-, esquivando cuidadosamente los pequeños lagos a su entorno.

Alzó las cejas una vez estuvo frente al mueble, observando la llamativa ropa de Naruto enredada entre lo más profundo de la espuma del jabón y agua sucia. El culpable de todo ese caos.

Suspiró. Ese idiota siempre hacía desastres.

Y la calma le invadió de pronto mirando la ropa apretujada y sumergida, imaginándose al idiota parado en ese lugar mientras la lavaba. Su cerebro maquinó cuidadosamente las imágenes de Naruto; con el gesto desfigurado entre la desesperación y la tristeza, pidiéndole y exigiéndole que lo escuchara.

Acercó las manos, hundiéndolas en el agua del lavamanos, sacando el borde de un suéter anaranjado. Admitía que en un momento de la conversación lo había odiado horriblemente. La decepción y el dolor cegándolo hasta sumergirse en un fango de repulsión. Incluso deseó ser capaz de estrangularlo; o de estampar esa cabeza rubia en cualquier esquina de su habitación, saciando su apetito de sangre, muerte y venganza. Pero no lo hizo.

Una parte muy dentro de sí pedía a gritos explicaciones, cualquier posibilidad que defendiera a Naruto, sin la penosa necesidad de romper sus lazos fraternales. Por eso lo escuchó y le creyó todo que le decía; esas palabras arrepentidas y atropelladas, determinadas a sacar el barco a flote; a no hundirse y seguir peleando.

Entonces, porque... ¿Por qué si todo había salido bien con Naruto, escuchándolo, no podía suceder lo mismo con su hermano? ¿Con qué sentimiento vehemente se negaba considerarlo como una víctima más, y no como el favorito de su padre?

La respuesta era simple. Itachi ya lo había traicionado una vez. Le había jurado que nunca lo dejaría solo, que lo protegería y lo acompañaría hasta que fuera lo suficientemente fuerte como para cuidarse por sí mismo. Y en un momento dado, se había marchado lejos, despidiéndose de él con un patético golpe en la frente; diciéndole que regresaría pronto. Después su madre le había contado todo con calma. Y le dolió, le dolió inmensamente. El resto de ese día lo pasó entre mudo y triste, como si se hubiera convertido en una lápida de cementerio. Recordaba salir de casa por la ventana de su alcoba, y sin detenerse, había corrido hasta el parque de la primaria, donde se columpiaba después de clases. Luego conoció a Naruto, mientras se balanceaba perdido en su mundo. Y así, sin sentido alguno, se convirtieron en amigos después de lastimarse mutuamente.

...Era una lástima que Naruto casi no afectara la rutina nigromántica que lo acosaba desde ese día. Llegaba de la escuela hasta la casa de la vecina, misma que le abría la casa y lo encerraba con un tenebroso chillar de puertas. A veces lloraba sentándose en la cama de su hermano, abrazando con fuerza la mullida almohada. Después de varias horas llegaban sus padres, sonrientes y fatigados, dispuestos a seguir con su vida. No corría a abrazar a su madre porque la veía exhausta; tratando de sonreírle y preguntarle cómo le había ido mientras hacía la cena. Su padre ni siquiera lo veía, enorgulleciéndose del maravilloso compás intelectual que apuntaba siempre a su hijo mayor.

Sacudió la cabeza, alejándose del pasado una vez más. No tenía caso atormentarse. Se suponía que todo lo había superado con las teclas del piano y con las estupideces de Naruto. Todo era pasado. Todo. Soltó la ropa que estrujaba con fuerza, viéndola hundirse con lentitud entre la espuma de jabón.

Con el rostro sombrío, sacudió descuidadamente las manos, quitándose el exceso de agua, y después restregárselas a lo largo del pantalón. Les demostraría su fortaleza en ese momento, hablando francamente con Itachi sin ninguna pausa. Y una vez que escuchara todo lo que su hermano tenía que decirle, y sólo en ese momento, sabría con certeza si Itachi se arrepentía de dejarlo solo cuando antes prometió estar a su lado.

Acercándose hasta la puerta, giró la dorada perilla con suavidad. Su gesto perdido cambió inmediatamente, endureciéndose con el escozor frío y altanero que todo el mundo conocía.

xXx

Itachi vio a su hermano acercarse, con aquel rostro duro e impávido tan inusual en los adolescentes de trece años. Se desconcertó cuando se sentó en el suelo, mirando significativamente al pasmado rubio a su lado.

-Espérame fuera, Naruto -le ordenó suavemente. El aludido salió de su alelada sin quitarle los ojos de encima, no entendiendo el mensaje. Sasuke frunció el ceño-. Vete de aquí.

-¿Cómo?

-No voy a escapar. Tengo que hablar con el de una buena vez en privado, así que lárgate de aquí.

Naruto no protestó, tomando el tazón de galletas, advirtiéndole a Sasuke que no fuera un bastardo. Luego salió de la habitación, con la mano sujeta en la perilla, tratando de no hacer ruido al momento de cerrar la puerta.

-¿Y bien? -Sasuke se cruzó de brazos-. ¿De qué quieres hablar conmigo?

Itachi suspiró antes de hablar.

-Siento mucho haberte dejado durante estos años, pero no fue culpa mía. Padre me obligó a ir a esa Universidad después de pagarla. No quería abandonarte -explicó el más grande, con los ojos clavados en la taza de café que reposaba en el suelo. El rostro de Sasuke seguía igual de duro e inexpresivo, tanto como antes. Luego le siguió un silencio incómodo, e Itachi curveó las cejas, frustrado, pensando que quizá su esfuerzo sería completamente inútil.

"Sasuke es un amargado desde que lo conozco, pero es buena persona" -sonó la voz de Naruto desde el fondo de su cabeza-. "A veces es bastante desgraciado y frío, pero si hablas con él así como lo hiciste conmigo, te aseguro que Sasuke poco a poco irá abriéndose. Algunas de las veces cuando éramos niños, me contaba las cosas que hacían cuando tus padres trabajaban. Todavía te quiere, pero es muy orgulloso".

Naruto tenía toda la razón. No se rendiría por nimiedades y mucho menos ahora, que tenía la perfecta oportunidad de redimirse con Sasuke y recuperar los lazos que extrañaba desde hace tanto.

-Como fui el primer hijo del respetable señor Uchiha, tenía que ser completamente perfecto. En cuerpo, alma y mente -empezó nuevamente Itachi, envuelto en un sentimiento nostálgico e indigerible. Sasuke veía sin ver el líquido negro de la taza blanca de porcelana, sin ser capaz de alzar la vista otra vez-. Tenía estudios excesivos y una vida asocial, a excepción de los miembros de la familia. Padre fue muy duro conmigo, siempre alegándome que tenía que ser el mejor para hacer honor a nuestro glorioso apellido. Nunca conocí niños de mi edad. Estaba prohibido.

"Siempre que habían reuniones yo era el centro de atención, dado que era el más pequeño y el más inteligente de todos. Padre siempre me mantenía a su lado, enseñándome ante los demás como un trofeo de oro. Llegué a pensar ingenuamente en ese entonces que ese era mi propósito en la vida: enorgullecer a mi padre hasta desfallecer. Y así lo hice. Procuré ser el mejor en todo, olvidándome de los demás hasta ese día.

-El día en que naciste, Sasuke -torció una pequeña sonrisa en la boca. El aludido movió los ojos de la taza hacia Itachi, prestando real interés desde ese punto-. Pensé que quizá contigo podría mantener una convivencia más estable. Eras parte de la familia después de todo, y no rompía las reglas.

"Madre estaba recostada en cama después de dejar el hospital. Tú descansabas en sus brazos, ajeno a mi presencia. Te veías extraño. Demasiado pálido y rosa, con una pequeña maraña de cabello negro en la cabeza. Madre me decía que si quería cargarte, y lo hice. Cuando te tuve entre mis manos, y aunque era todavía un niño, juré cuidarte y ayudarte en lo que pudiera. Hacía mis deberes y estudiaba lo más rápido que podía para que padre me dejara jugar un poco contigo, algo difícil porque casi siempre estabas dormido.

"Los años pasaron y creciste. Padre me regañaba por no dedicarle el tiempo suficiente a mis estudios, y aunque jamás bajé mi promedio y seguí como siempre asistiendo a las clases extras, me prohibía estar contigo cuando él estuviera en casa. Fue una orden que ni siquiera madre pudo romper y lo sé muy bien, porque vi cuando ella trataba de hablar con él. Me emocioné un poco contigo, no lo niego. Procuraba estar junto a ti la mayor parte de mi tiempo libre porque eras con la única persona infantil que se me permitía hablar. Cuando cumpliste los seis años, escapé de casa, llevándote conmigo a comprar un par de helados.

"Ese día hacía un calor horrible, así que la helada paleta de limón nos sentó de maravilla. Por eso, cuando llegamos a casa, casi ni escuché el regaño de padre, hasta que te acusó a ti. Te defendí, claro, pero no me salvé de los castigos. Y tampoco te protegí a ti.

-¿Recuerdas ese día? -Sasuke cabeceó distraídamente, levantándose del suelo, estirando los músculos. Itachi no dejó de verlo medio sonriente, mientras su hermano se acercaba lentamente a la cama y se hundía en el colchón-. Padre nos castigó hasta que madre lo convenció de que era una tontería. No te vi hasta entonces.

"Una noche varios meses después, padre pidió hablar conmigo. Fuimos a la sala, ya que madre estaba limpiando los platos de la cena. Me comentó sobre una Universidad increíble, en la cual me había inscrito ya. No le dije nada, porque vi tu cabeza asomándose por la puerta entreabierta. Él se dio cuenta, y te gritó.

-Fui un estúpido por no ponerle un alto -se lamentó haciendo una pausa-. Lo siento.

-...no importa ya -murmurándole, encogido en un ovillo en la esquina de la cama, Sasuke contestó con cierta indiferencia. Itachi continuó, recostándose en el colchón, mirando el blanco techo frente a él.

"Los días pasaron y él ni yo nos hablábamos. Hasta que un día de esos, madre entró a mi habitación y me dijo que padre ya había pagado la cuota. Mi estancia allá ya estaba más que asegurada. Ella me sonrió, diciéndome que no me preocupara por ti, que ella renunciaría y se encargaría de cuidarte. Vacilé un poco, no quería dejarte... pero si no lo hacía, padre sería aún menos indulgente. Y no era justo para ti. Aún eras un niño muy pequeño.

-...¿por qué...? -la voz de Sasuke titubeó, dudando si preguntar o no. Itachi rodó la atenta mirada hasta verlo por el rabillo del ojo. Al final Sasuke decidió cerrar la boca, diciendo rápidamente un nada, arrepentido, dejando que su hermano continuara con la historia. Itachi suspiró, retomando el hilo de la conversación con la misma voz suave y acompasada.

"Hice las maletas en menos de media hora. No cargué mucho, justamente lo necesario. Después bajé las escaleras, dispuesto a decirle a padre que aceptaba el trato. Él me sonrió, orgulloso, diciéndome que me dejaría en el aeropuerto en unas horas. Lo abandoné cuando tomó el teléfono y comenzó a hacer varias llamadas. Salí en dirección a tu habitación, pero no te encontré. Le pregunté a madre y me dijo que estabas en el jardín, durmiendo. Fue muy difícil despertarte para decirte todo, créeme. Más difícil que los exámenes semanales que me hacía padre en casa.

"Te moví el hombro hasta que abriste los ojos. Me senté a tu lado, escuchando las cosas que me decías y te respondía cuando me preguntabas algo. No sé cuánto tiempo pasó, ni siquiera cuantas horas me quedaban para estar contigo. No quería dejar de escuchar tu voz cuando me recibías al llegar a casa, no quería dejar de ver tus pequeños berrinches ni tus graciosas muecas disgustadas. Y de pronto, pasó. Padre me habló desde la ventana, avisándome que todo ya estaba listo. Alargué tanto mi ensimismamiento, que no quise despedirte. No quería. Y ahora tenía que hacerlo a la fuerza. El adiós fue bastante amargo y tonto, dado que no te dije nada y te golpeé la frente como lo hacía antes de irme a clases. Te sonreí y te dije que regresaría pronto.

-...Los días fueron bastante largos y tediosos desde que subí al avión. Exámenes largos, solicitudes de clubes, conmemoraciones, fiestas, graduaciones, ensayos, discursos... -Itachi resopló, recordando por todas las tonterías que había pasado-. La habitación en la que me hospedaba era fría y solitaria. Tan enfermiza como el color blanco en los hospitales. El tiempo libre que tenía lo usaba para hablar por teléfono con madre. Pedí que me comunicara contigo, pero me decía que no querías.

Itachi giró contra el colchón, acercándose un poco más a su hermano. Sasuke suavizó la mirada desde su posición, dándole la espalda. En ese tiempo estaba mal; triste, furioso, solo, abandonado... engañado y sobretodo herido. Algo que su corazón de niño no podía aguantar. Mordió su labio inferior con fuerza, tratando de calmarse.

-...Me sentía culpable de que estuvieras tan abandonado. Madre se dio cuenta también mucho después y renunció. Aunque creo que fue algo tarde. Para ese entonces eras... así -agregó en voz baja-. ¿Por qué nunca quisiste hablar conmigo?

-Me sentía... traicionado -habló Sasuke en pausas-. Traicionado porque me abandonaste y no cumpliste la promesa que me habías hecho de no dejarme solo -chasqueó la lengua, formando una amarga sonrisa en la boca-. Era débil y me sujetaba a ti como si mi vida dependiera de ello -apretó los puños y frunció las cejas recordando las palabras de Orochimaru. Esa historia que le había contado Itachi lo había descrito como el niño débil y estúpido. Y ese hecho lo enfurecía hasta niveles alarmantes. Dejándose llevar por ese negativismo furioso, agregó-: Fue mejor que te fueras. Así dejé de una vez de estar tras tus espaldas, lloriqueando como un estúpido inútil.

Itachi se enfureció por el comentario de su hermano. El pesimismo y esa maldita forma de compadecerse lo tenían completamente harto. De un rápido movimiento, se situó arriba de él, girándole la cara con la mano, apretujándole la barbilla, enfrentando con fiereza los ojos carbón de Sasuke.

-¡Compórtate!

-¿Comportarme? -La mirada negra del aludido endureció-. ¿Qué quieres que diga? ¿Qué te cuente todo lo que lloré y te extrañé? ¿Buscas que te abrace después de tu historia, que pida perdón?

Itachi enmudeció. La sonrisa amarga de Sasuke se había acentuado aún más, escondiéndose entre los fugitivos mechones negros.

-¡SASUKE, BASTARDO! -chilló Naruto, entrando estrepitosamente a la habitación con los ojos chispeantes de ira. Ambos hermanos lo miraron desconcertados, frunciendo el ceño al darse cuenta que había estado escuchando todo al otro lado de la puerta.

-¡Sal inmediatamente de aquí! -Sasuke le ordenó, quitándose a Itachi de encima; aún recostado sobre la cama-. ¡Esto no es asunto tuyo, imbécil!

-¡Oh sí! ¡Sí que lo es! -rugió el rubio, acercándose a Sasuke, sujetándole del cuello y levantándolo de la cama bruscamente, para verle furiosamente a los ojos-. ¡¿Acaso no ves como tu hermano está sincerándose contigo y tú le respondes esas estupideces?! ¡Entiéndelo, está arrepentido! ¡Él jamás se olvidó de ti! ¡¿No escuchaste lo que dijo o qué? -Itachi no dejó de mirar al rubio desde que había entrado, pero ahora con los ojos drásticamente abiertos. Sasuke se sacudió, dispuesto a sacarlo a patadas.

-¡No te metas en asuntos que no te importan! ¡Suéltame de una maldita vez! -le espetó furioso, golpeándole una pierna con el filo del zapato. Naruto lo separó de sí, agachándose por el dolor de ese golpe, sobándose el hueso.

-¡Deja de hacerte la víctima Sasuke! ¡Acuérdate de las cosas que me decías en el parque de la escuela!

-¡Cállate ya!

-¡Ya basta de compadecerte todo el tiempo! -las palabras cargadas de verdad lograron que Sasuke enmudeciera-. Tu hermano está arrepentido, y sé que es cierto porque ya escuché un resumen de esa historia, junto a la de ahorita. Tiene tu misma cara cuando te pasas de la raya conmigo, ¿sabes?

-...No es asunto tuyo. ¡Sal de aquí ahora!

El ojiazul hizo un amago de señalarlo con el dedo acusadoramente, pero se detuvo por la cara de Itachi tras Sasuke. Estaba perdido completamente en sus pensamientos con el gesto frío, indescifrable. Quizá no había sido una muy buena idea meterse a la habitación de esa forma, pero Sasuke, ese bastardo arrogante... ¿Por qué no lo perdonaba y se ahorraba esos estúpidos dramas de telenovela barata? Conocía los gestos y las arrugas de su cara. Y la forma en que lo miraba ahora con las cejas fruncidas y los ojos brillosos, significaba que había dado al blanco con su acusación. Veía su histeria y su confusión en lo más profundo de sus brillantes pozos negros. Suavizó el rostro sin quererlo. No podía ser tan duro después de verlo de esa forma. Aclarándose la garganta, prosiguió con la voz más seria que pudo pronunciar, frunciendo levemente el ceño en el proceso.

-...Sasuke, por más genio que digan que eres... yo sé que en el fondo eres un idiota. Incluso más que yo. Y eso es porque no ves las cosas buenas a tu alrededor. Dime... ¿Por qué no lo perdonas, eh? Anda, dímelo.

-No es fácil.

-¿Y por qué no?

-...eso es algo que no entenderías nunca -bajó el rostro, flaqueando, con su cabello oscuro cubriéndole los ojos, dejando al descubierto la forma en que apretaba los labios con sus dientes. Naruto se acercó para rodearlo en un amistoso abrazo. Sasuke no lo rechazó, perdido en otro mundo; en aquel espantoso universo de recuerdos que tantas ganas tenía de olvidar. Escondió su rostro quebrantado y ensombrecido en la curvatura del cuello de Naruto, tratando de recuperar el semblante de roca fría lo más rápido posible.

-Sasuke, deja de hacerte el testarudo. Déjalo. Sabes que ése es mi papel, así que no me lo robes... ¿oíste? ¿Sasuke?

Itachi casi podía asegurar que estorbaba en la escena. Al parecer, Naruto había tenido todo bajo control, otra vez; sin su ayuda. Estaba siendo marginado de la plática a la que supuestamente tenía que llegar y que le daría, como resultado, algún fruto a su beneficio. Maldijo la hora en la que todo se había desmoronado. Si tan sólo pudiera regresar las manecillas del reloj a la fecha exacta en la que se fue de casa...

Apartó los ojos de los adolescentes, clavándola en el piso con la boca arrugada. Aunque agradecía que Naruto hubiera entrado a defenderlo y ayudarlo, a su manera, se suponía que él debía colaborar en la relación si en verdad quería recuperar la confianza de su hermano. Y que Naruto estuviera ahí al lado de su hermano, abrazándole y murmurándole cosas graciosas al oído, no le ayudaba en lo absoluto. Decidiéndose a posponer el asunto para más tarde, se encaminó a la salida. El rubio le clavó los ojos levantados desde el cuello de Sasuke, un tanto alarmado por el movimiento. Itachi negó con la cabeza, sin dejar de caminar.

-...¿Sabes cuál es la razón por la que te odio tanto, Naruto? -Itachi y el aludido notaron la inquietud y la suavidad con la que Sasuke les susurraba, como si estuviera contándoles un secreto. El mayor se detuvo cinco pasos antes de llegar a la puerta, agudizando el oído con atención-. Porque siempre sabes expresar lo que siento, incluso mejor que yo mismo. Eres un completo usuratonkachi.

El rostro de Itachi pareció iluminarse un poco por la indirecta, pero no se volteó a mirarlo. Hundió los ojos en la alfombra, recorriendo con la mirada el pequeño desorden que prevalecía en el suelo, tratando de aplacar la reciente y quebradiza esperanza que Sasuke había insinuado. Naruto casi sonrió al sentir un pequeño temblor delatador en el cuerpo que abrazaba; Sasuke se estaba rompiendo poco a poco. Si seguía así, quizá dejaría de llamarlo bastardo por un tiempo.

-...odio sentirme así -murmuró una vez más-, ...tan estúpido y débil.

-¿Estúpido... débil? -le espetó suavemente Naruto desde su oreja-. ¿De qué babosada estás hablando? Si fueras débil, ahorita estarías en el manicomio y no aquí, en casa, a punto de disculparte con tu hermano. No sé de dónde demonios has sacado esas tonterías, baka. Pero te aseguro que no eres ni lo uno ni lo otro... bueno, quizá un poco estúpido, pero nada grave. Solamente tienes que mirarme a mí -Sasuke mordió su labio, recargando la puntilla respingada de su nariz en la piel bronceada del cuello. Naruto sonrió levemente-. Anda, Sasuke, habla con tu hermano de una vez y deja los dramas para las novelas de tu mamá y de la vieja. -Sasuke no dijo nada, limitándose a respirar un poco más contra la piel de Naruto.

Itachi detuvo su inspección del suelo de golpe, abriendo inmensamente los ojos con un brillo bailando en ellos. Ahí, a unos pasos lejos de él, se encontraba la vieja fotografía familiar. La única en la que los dos salieron juntos y sonrientes, sin la seriedad habitual como en todas las demás. Casi sin proponérselo, caminó y se acuclilló hasta ella, alzándola con la mano; observándola con una fugitiva sonrisa divertida.

-Creí que estaba perdida.

-...¿Ah? -Naruto silbó confundido, creyendo que le estaba hablando. Trató de no moverse demasiado para no molestar a Sasuke, quien arrugó levemente el entrecejo-. ¿De qué rayos estás hablando? ¿Eh? -Itachi lo ignoró, levantándose con la fotografía en las manos.

-Sasuke... ¿Dónde la encontraste?

-Cuando era más pequeño, la robé del cuarto de nuestra madre -respondió, su voz comenzaba a fortalecerse-. No quería que padre la tirara o le pasara algo. Me... me traía viejos recuerdos.

Naruto separó al moreno de su hombro, forzándolo a salir de lo que parecía había convertido en su refugio personal. Sasuke se dejó hacer, sin levantar la cara por ningún motivo. Naruto sabía que el orgullo jamás dejaría que lo vieran con el rostro desnudo, sin la máscara antipática y aislada que siempre traía consigo.

Itachi sonrió, acercándose a su hermano con lentitud. Cabeceó, diciéndole a Naruto con la mirada que podía marcharse. Ahora le tocaba a él sembrar algo con Sasuke, sin su ayuda.

El rubio asintió, saliendo de la habitación sin rechistar. Y tal y como lo había hecho antes, cerró la puerta con suavidad, sin despegar la mano de la perilla hasta cerrarla por completo. Tenía el presentimiento de que arreglarían las cosas, juntos. Pasándose las manos por detrás de la nuca, caminó por el pasillo en dirección a las escaleras.

Ahora sí les daría privacidad.

 


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