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El Fango por Cafe Amargo

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Notas del capitulo:

Agradezco el apoyo que me han dado, y como ya había editado este capítulo, tengo tiempo, y tendré que trabajar mañana... decidí no tentar mi suerte y colgarlo.  Ah, esto me trae recuerdos. Incluso Beecher está aquí, Carolina ha sido reemplazada por Bastet, pero bueh, aún así me mantengo en contacto con ella.

Ehem, lo siento. Siempre termino haciéndolo de alguna manera.

Como sea. No he podido evitar editar la historia que ya he publicado antes en otro sitio, así que puede estar diferente de la primera versión. Aunque también voy actualizándola en Fanfiction. Quise recapitular todo antes del punto final y esa secuela de la que cada vez estoy más traumatizada. Oh, diablos... este maldito verano me ha obligado a ponerle hielo al café. Aunque he de admitir que no es nada desagradable. El café frío es estupendo de la misma forma.

Me reportaré una próxima vez. Que tengan unos buenos días en cualquier parte del mundo que estén. Y si por allá es invierno, tengan presente de que hay alguien aquí envidiándolos profundamente.

 

Capítulo Dos

Cayó como peso muerto a la cama, hundiendo la cabeza en la esponjosa almohada blanca, aspirando el aroma de lavanda que se desprendía de ella.

Aunque prácticamente el resto de la velada de bienvenida hacia Itachi la había pasado sentado, le ardían los músculos de la nuca y espalda en represalia. Habían sido las tres horas más pesadas de su existencia, sin contar aquella casi media hora en la que habían hablado dentro del coche. Un bufido salió de su boca, estrellando su aliento contra las sábanas blancas.

Muy a pesar de lo desagradable que fue verlo otra vez, se sentía contradictoriamente como todo un canalla. Y es que los sentimientos que sentía por él cambiaban de forma y sabor cada segundo, tornándose tan revuelto como un remolino; que iba desde el amor fraternal que tenía cuando era más pequeño hasta la envidia y el odio que le tenía en esos momentos.

Tres golpes palpitando en la puerta fueron lo suficientemente molestos, sacándolo de sus pensamientos. Escudriñó entre la espesa oscuridad la puerta, chispeando el brillo de la perilla por la frágil luz anaranjada que entraba de la ventana.

-¿Puedo pasar?

Era la voz de Itachi. Por un momento no contestó, debatiéndose si hacerse el dormido e ignorarlo, o contestarle un hosco asentimiento con la intención de herirlo más. La sensación de que era un patán creció aún más en lo largo y ancho de su conciencia.

-¿Sasuke? -Itachi volvió a tocar la puerta, mostrándose insistente. Sasuke lo ignoró y cerró los ojos, quedándose con su primera opción, esperando que Itachi entrara o se fuera de una vez. A los pocos segundos, el primogénito de la familia entró, abriendo la puerta tan delicadamente que Sasuke creyó que no lo había hecho.

De cierta forma, se sintió un poco nostálgico. Las penumbras y escasa luz de la habitación le hacían malas pasadas, cortando el cuerpo de Sasuke, cambiándolo por uno más pequeño y saludable; tal y como lo tenía grabado en su cabeza desde hacía seis años. Reticente, caminó hasta situarse en la esquina de la cama, sentándose y hundiendo un poco el colchón, contemplándolo con el mismo exquisito sentimiento del pasado. Seguía siendo su hermano después de todo.

Sasuke, en su papel de actor y con el flequillo cruzándose sobre su nariz, seguía fingiendo que dormía, pero no sabía por cuánto tiempo más lo conseguiría. No resistió echarle una ojeada entre las pestañas, su silueta oscura girada en su dirección. Y las memorias de la niñez que había compartido con su hermano lo invadieron de pronto, otorgándole la más grande y pesada de las coronas del remordimiento. Se veía con él en los columpios, en los bellos parques verdes, en la librería, en los centros de música y comida rápida. Creyó escuchar también los regaños que le daban a ambos por haberse escapado de casa a comprar un helado, los castigos de su padre y los días de confinamiento que restringían en las noches.

No supo hasta ahora cuanta era la falta que le había hecho durante todos esos años. Casi necesitó abrir los ojos y disculparse por su endemoniada forma de ser, pero en ese instante Itachi se levantó cautelosamente y abandonó la habitación; cerrando la puerta con lentitud, quizá evitando la pena de despertarlo.

Aunque el gesto fue inútil a ojos de Sasuke. Estaba seguro que esa noche no podría pegar los ojos. La opresión en su pecho se encargaría particularmente de hacerlo.

xXx

Naruto estaba demasiado estupefacto por el sueño que acababa de tener como para cerrar los ojos y pegar los labios de su boca. Giró lentamente el rostro bronceado para ver por la rendija de la ventana a su lado, arqueando casi inmediatamente las cejas disgustado cuando comprobó que, entre las rendijas de la cortina, se veía tan nublado y frío como el día anterior.

Bien, se dijo mientras parpadeaba, concéntrate, deséchalo. Respiró profundamente, como si estuviera a punto de hacer yoga, entrecerrando los ojos y rascándose el ombligo por debajo de las cobijas. Era un alivio que ese día no saldría de casa y que se quedaría viendo televisión con sus padrinos, tomando vaso tras vaso del caliente chocolate casero que siempre estaba disponible encima de la estufa en los días fríos.

Quizá también invitaría a Sasuke.

Y como si se tratara de una maldición, el nombre de su amigo desató un gemido ahogado en su boca. Se llevó las manos a la cabeza, apretujándosela, la bombilla que iluminaba la pesadilla que había tenido antes de despertar prendiéndose de pronto. Gruñó, encogiéndose como un bebé, arrastrando las sábanas encima de su cabeza. ¡Y es que se estaba concentrando tan bien en el chocolate! ¡Casi conseguía hacerlo!

Estaba en el salón de clases, hacía un cálido ambiente y los profesores habían desaparecido misteriosamente. Discutía amenamente con Sasuke como cada mañana, hasta que notó sus mejillas sonrosadas y sus oscuros ojos brillosos. De un momento a otro empezó a tartamudear como una colegiala y después se acercó con intenciones de besarlo, sus gordos labios alzados apuntando en su dirección, asustándolo de sobremanera. Cuando el rostro de Sasuke cambió radicalmente a uno más femenino, como el de Sakura, pero con los ojos y cabellos oscuros, comprendió aliviado que era un sueño. Nada más.

Y ahí despertó, encontrándose embutido entre miles de colchas de lana y el conocido techo blanco de su habitación frente a sus ojos. Se removió en la cama, tan fastidiado como indignado, taladrando en la oscuridad que se había zambullido la imagen sonriente de su madrina. ¡Definitivamente le había hecho daño escuchar y casi creer sus paranoias la noche pasada! ¡Era ridículo! ¡No tenía que andar sufriendo eso!

Tenía hablar con Sasuke lo más pronto posible, pero no quería hacerlo. Sabía lo furioso que se pondría su amigo ante aquella revelación, incluso podría llegar a odiarlo. Y eso definitivamente no lo soportaría, tenía la ilusión de llegar a viejos juntos, demostrando que sus nietos eran mejores que los del otro. Empezando a caer en las redes de la paranoia, Naruto se preguntó que se suponía que haría con ese estúpido embrollo.

-Demonios -cogió las cobijas y las aventó, destapándose del capullo que se había hecho.

Tenía que hablarlo con alguien. Ya.

xXx

Sasuke cerraba el portón negro de casa después de tomarse un amargo café negro y prepararse un pan con mantequilla, que se había engullido con prisas. Frotó con energía las manos enguatadas y las metió en los bolsillos laterales de su chaqueta. En verdad hacía frío esa mañana y fue cuando realmente lamentó haberse olvidado de la bufanda, viendo como el vahó blancuzco se disipaba en el aire instantes luego de salírsele de la boca y de la nariz.

 Caminó varios metros, su figura oscura y encogida divagándose en el espeso paisaje níveo y grisáceo, sus zapatos aplastando la nieve bajo ellos siendo casi lo único que escuchaba.

Y por eso mismo, cuando un porsche oscuro se puso a la par con él y le pitó, casi deseó salir más temprano de casa. Giró la cabeza, preparado para cualquier cosa y vio con estupefacción el rostro serio y fresco de su hermano indicándole que entrara. No rechistó, a pesar de que ansiaba salir de ahí lo más pronto posible. Aún sentía la opresión resecándole la garganta y aglomerándose en su conciencia luego de la noche pasada, pero aún el rencor que sentía no se había mitigado del todo. Y él no era un cobarde, así que no le daría la satisfacción de creer que estaba escapando. Con él podía permitirse poner primero su estabilidad emocional a su orgullo. Y eso, de alguna manera, lo enfureció.

Itachi suspiró con alivio cuando Sasuke se metió al coche y cerró la puerta con suavidad, colocándose inmediatamente el cinturón de seguridad. El mayor encendió el vehículo, apretó levemente el acelerador y comenzaron a desplazarse inmediatamente después por encima del asfalto vidrioso.

Más tarde, metidos en un pequeño silencio, Sasuke habló sin despegar los ojos de la ventana; tratando de verse ausente.

-No debiste hacerlo. Está a diez minutos de aquí a pie.

-No me molesta -le apresuró a contestar, casi sorprendido que fuera él el primero en abrir la boca-. Quiero hablar contigo.

Sasuke mordió la parte interior de su mejilla, enfocándose en el paisaje blanco y gris de la carretera, prestándole honestamente atención, tratando de mantenerse así.

-¿Qué ha pasado contigo?

-Nada.

Itachi chasqueó la lengua. Esperaba más participación de su parte luego de que aceptara su invitación, pero parecía que era todo lo que su hermano estaba dispuesto a ofrecerle. Pero no lo dejaría así.

-No empieces otra vez.

-No empiezo nada -se defendió sin cambiar de posición, frunciendo levemente las cejas-. Estoy limitándome a contestarte de buena gana.

Itachi lo miró seriamente unos momentos, antes de regresar su atención a la brillosa carretera.

-A mí no me lo parece. Continúas evadiéndome como la noche pasada y no sé qué fue lo que hice. Fuiste tú quien no quiso responderme las llamadas, así que no entiendo por qué me odias, Sasuke.

Sasuke cruzó los brazos a la altura de las costillas, una sombra del pasado pasando fugaz empañándole los ojos.

-Han pasado muchas cosas desde que te fuiste. Tú... ya no eres alguien relevante para mí.

El moreno que conducía tensó la mandíbula, sintiéndose muy molesto por aquellos cumplidos venenosos que le regalaba su hermano, reacio a contestarle los porqués.

-Mamá me ha hablado mucho de ti -comentó, tratando de serenarse-. Dice que tienes un amigo muy diferente a ti, y que siempre están juntos. ¿Cómo se llama?

-Naruto -contestó a regañadientes, incómodo de que su madre hablara de él a sus espaldas. Procuraría hacerle saber cuando llegara a casa que dejara de hacerlo, con todo el respeto que indudablemente ella merecía.

-¿Cuándo lo conociste?

-El día en que te fuiste a la Universidad -respondió, no siendo consciente de la pequeña sonrisa que se le escapaba a los labios. Itachi sintió de pronto algo parecido a los celos, inundándole la garganta. Y no era para menos, dado que antes era él el que lo hacía sonreír de esa forma-. Estaba columpiándome cuando llegó, diciéndome que era un bastardo por robarle su columpio. Nos peleamos un rato, hasta que dimos en la llaga, diciéndonos que nos fuéramos a nuestras respectivas casas a molestar a nuestra familia. Los dos bajamos la cabeza. Ambos sabíamos que no había nadie ahí.

Itachi asintió internamente. Sus padres trabajaban y en ese entonces era él el que cuidaba de Sasuke hasta las ocho de la noche. Después su madre se dio cuenta de lo apartado que tenía a su hermano y renunció, pero eso fue meses después desde que él se había ido de casa.

-Entiendo.

-¿Sabes dónde es? -inquirió, apenas se dio cuenta que no le había dado indicaciones.

-Sí -concedió Itachi, señalándole el papel que estaba abandonado en el hueco de sus piernas -. Madre me dio un croquis y ya lo he memorizado. Las calles por aquí son bastante parecidas.

El resto del camino fue un embriagante silencio. Itachi se sentía un poco cómodo por haber mantenido esa pequeña conversación con su hermano. Trataría hasta el cansancio, quebrando el muro de odio que lo separaba de su cariño, intentando comprenderlo y hacerlo razonar de alguna manera. Era a quien más quería, después de todo.

Sasuke, muy diferente de su hermano, estaba bastante incómodo viendo por la ventanilla. La sensación ponzoñosa había crecido aún más, sintiéndose menos importante que una mosquilla de fruta rodeada de más de ellas. Estaba seguro que eso no desaparecería hasta que hiciera añicos su orgullo y le pidiera una disculpa, algo que no se veía muy cerca. La cicatriz palpitaba en su pecho, amenazando con abrirse, y no iba a permitirlo después de todo lo que le había costado cerrarla.

-Vendré por ti -comentó Itachi, una vez había estacionado el porsche al lado del salón de música-. ¿A qué hora-?

-No es necesario -interrumpió, desenganchándose el cinturón-. Tengo varias cosas que hacer antes de ir a casa.

-Yo puedo llevarte.

-No.

Itachi resopló cuando su hermano salió del vehículo, ignorándolo olímpicamente hasta que quedó frente a la puerta del salón. Cuando estuvo dispuesto a arrancar, Sasuke murmuró un intangible "gracias" y se adentró al lugar sin voltear atrás, con la misma aura fría y distante que lo caracterizaba.

Para Itachi, eso fue más que suficiente para saber que estaba logrando fisuras en aquel muro de odio que se había fortalecido ese par de años. Sonrió, alejándose en dirección a casa, más feliz de lo que esperaba resultaría ese pequeño viaje.

xXx

-¿Quieres un poco de café?

-No.

-¿Galletas?

-No.

Sasuke apretó los nudillos hasta que sintió sus uñas encajarse dolorosamente en su piel. Odiaba las bienvenidas de Orochimaru en toda la amplitud de la palabra. Cuando cruzó la puerta y la cerró de un portazo, Orochimaru ya estaba a su lado, sonriéndole con esa luz divertida y desesperante. Y ahora, ambos sentados, a éste se le había ocurrido la brillante idea de copiarle a los ingleses su hora del té.

-Hace frío así que, ¿qué te parece si dejamos las lecciones para después?

El moreno sintió un aleteo de libertad, comprendiendo de alguna forma que ya podía retirarse sin más. No obstante, Orochimaru quebrantó cualquier esperanza al acercarle una taza de café, que suponía ya tenía lista y caliente en la mesa que le daba la espalda. Frunció el ceño, conteniéndose de lanzársela a la cara. Parecía saber incluso que días llegaba más temprano de lo usual.

-He dicho que no quiero -La oración despectiva no descompuso en lo absoluto el rostro pálido de su maestro, quien continuaba insistiendo, acercándola cada vez más.

-Tómalo. Es amargo, como te gusta.

-Si no va a darme lecciones de piano, me largo. Tengo cosas más importantes que estar aquí con usted perdiendo el tiempo.

Orochimaru dejó la taza de porcelana junto a la de él en la repisa de la mesa. Luego cogió una galleta de vainilla del tazón metálico que siempre estaba ahí y se la comió de un bocado, sin quitarle la vista de encima.

-Están deliciosas... ¿Seguro que no quieres una?

Con su típica cara de pocos amigos, se levantó de la silla y se alejó lo suficientemente como para tocar la puerta con los dedos. Orochimaru pareció molestarse el movimiento.

-Sasuke-kun, no te vayas todavía. Si tanto quieres las lecciones te las daré en este momento. Quería hablar contigo un rato.

-Usted no tiene nada de qué hablar conmigo, a menos que sean instrucciones. No se tome esas confianzas.

Sasuke giró sobre sí mismo, asustándose un poco por la cercanía de ese hombre, quien prácticamente ya tenía ambos brazos en su cuello; aplastándole la cara contra el pecho.

-Puedes contar conmigo, Sasuke-kun. Considérame un aliado y amigo tuyo, el más fiel de todos.

Orochimaru acarició en movimientos circulares el cuello con los dedos, como si se tratara de un inocente masaje para desentumecer los músculos; más tensos en esos momentos que las cuerdas de violín. No podía controlarse en lo absoluto cerca de él. La piel blanca y tibia de Sasuke era un poderoso imán a sus sentidos, casi tan necesario como lo era el respirar para sus pulmones.

No era para menos, según su criterio. Sasuke era demasiado atractivo para su edad y la actitud arisca que tenía lo enloquecía irremediablemente. Se excitaba y divertía por igual, como aquel que se aventuraba a pescar más allá del arrecife, prefiriendo algo más que los pescadillos más pequeños y asustadizos. No negaba que tenía una especie de adoración compulsiva hacia ese niño tan hermoso, tan orgulloso y tan suave.

Sasuke estiró los brazos con fuerza, apartándose del hombre lo más rápido posible. Estaba más confundido que furioso por la caricia y no tenía ni la más remota idea de lo que quería ese hombre con él, pero ya estaba en un terreno lo suficientemente peligroso si empezaba a insinuársele de esa manera tan física. Con el corazón palpitando nervioso, vio a su profesor cruzarse de brazos, dirigiéndole una mirada fugazmente escalofriante.

-¿Qué pasa? -sonrió Orochimaru, tratando de que la inocencia se le colara al rostro. Sasuke arrugó las cejas, tensando la mandíbula.

-Vuélvase a acercar a mí y lo mataré.

-¿Matarme? -La sonrisa se estiró aún más- ¿Por qué habrías de hacerlo? Yo solo estaba desentumiéndote los músculos del cuello, estabas demasiado disgustado.

-No me interesa. Ya se lo advertí.

Orochimaru se alejó del jovencito y caminó con pasos largos a una esquina del salón, ubicándose frente al retrato de un joven de cabello largo y blanco. Sonrió, recordando el pasado de una forma casi siniestra. Sasuke no se movió, pero no le despegó la mirada fruncida, visiblemente alerta.

-Kaguya Kimimaro fue un aprendiz mío muy exitoso, ¿Sabías?

-Claro. Esa es la razón por la que mi madre lo contrató. Se dejó llevar por eso, pensando que sería un buen profesor para mí.

Orochimaru amplió la sonrisa, tornándola más macabra de lo que ya era.

-... ¿Sabes que él cumplió cada una de mis exigencias al filo de la palabra? Creo que por eso me aburrió. No lograba sorprenderme como lo haces tú todos los días. Si Kimimaro-kun triunfó bastante, ¿Cómo crees que te irá a ti?... Sin lugar a dudas, muchísimo mejor.

Sasuke escrutó la fotografía del famoso pianista. Era un hombre atractivo y elegante, de profundos ojos verdes y piel blanca. Le llamó la atención los lunares rojos que tenía en la frente, al igual que los ojos pincelados de rojo, al igual que el telón bermellón de pesadas cortinas que hacía de fondo. Conocía algunas de sus partituras, algunas increíblemente nostálgicas, pero jamás le había visto la cara. Resultó bastante más joven de lo que se imaginaba.

Orochimaru giro sobre sí y con su largo dedo ceniciento, le señaló a Sasuke el banquillo de madera oscura y cojín escarlata, junto al piano clásico oscuro.

-Demuéstrame tu talento, Sasuke-kun.

xXx

Suspiró. No podía quedarse más tiempo encerrado. Tsunade canturreaba una melodía mientras preparaba los huevos en la sartén y, provechando su ausencia, Naruto miró a su padrino, que estaba perdido entre las profundidades de las mantas, y se carraspeó la garganta.

-Nah, viejo.

-¿Qué? -chasqueó, arrugando la boca por el seudónimo irrespetuoso con el que lo había llamado. Ese niño rubio jamás lo trataría con el respeto que merecía.

-...Verás, la vieja de Tsunade me dijo algo anoche que no me dejó dormir -la voz se pintó avergonzada, sus ojos clavados en un punto al fondo de las cobijas-. ¿T-te comentó algo de... eso?

-Si te refieres al tema de Sasuke y eso, sí.  Recuerdo algo junto al codazo que me dio por ver una de mis películas en sus narices -distraídamente, viendo con atención la televisión, Jiraiya soltó sin la más mínima importancia.

El rubio lo miró bastante mal. ¡Con que descaro le decía que veía películas pornográficas! No sabía cómo era que teniendo a una esposa tan hermosa y caótica le dieran ganas de ver ese tipo de cintas en sus narices. Aunque lo más desconcertante era, sin lugar a dudas, como era que seguía vivo después de hacerlo.

Conteniéndose de soltarle un millón de reprimendas, se centró únicamente en su tema. Tenía poco tiempo antes de que su madrina entrara a la sala y les llevara el almuerzo, metiéndose en las cobijas entre ellos dos.

-...no sé qué hacer -Jiraiya lo miró, olvidándose de la televisión por unos momentos-. Sasuke es mi mejor amigo, lo conozco prácticamente toda mi vida. Jamás voy a dejar de hablarle bajo ningún motivo porque sé que también me aprecia. Me gusta verlo reír y molestarlo hasta que me insulte y todo eso. Además que...

-Ve directo a los peros -haciendo gala de su mañosa voz para frenar un discurso, Jiraiya le puso una pausa. Naruto se molestó por la interrupción, obedeciéndole de todos modos.

-...pero desde que me dijo la vieja todo eso, me siento, digamos, incómodo.

-¿De qué manera?

Naruto se revolvió en su lugar.

-Es algo complicado de explicar. Si lo que Tsunade dice es cierto, me siento culpable de no corresponderle y de que nuestra amistad se esfume así como así -Jiraiya le sonrió. Naruto clavó sus ojos en las periodistas de la pantalla-. Pero... pero también está la parte en la que, mnh... no sé. Siento que ser algo así como su novio no tiene nada de malo, hasta parece divertido.

-¿Acaso estás diciéndome que... y él? -medio preguntó el hombre, con la mandíbula desencajada y los ojos abiertos. El adolescente se alarmó, adivinando lo que pasaba por la cabeza del otro.

-¡No! ¡No me refería a eso! -el rostro del mayor regresó a la compostura.

-¿Entonces?

-Me refiero a que si Sasuke fuera mujer, estaría muy enamorado de él. Digo, me gusta molestarlo y hacerlo feliz con mis tonterías. Además... pues, no me malentiendas, pervertido, que te conozco -Jiraiya sonrió con picardía. Naruto lo fulminó con los ojos-. Pero, pues... creo que Sasuke sería bastante bonita. Digo, claro... no es que lo recorte ni nada por el estilo, es sólo que lo he visto toda mi vida, ya sabes... nada raro, siempre estamos juntos y-

-Al grano -cortó Jiraiya otra vez, impaciente por las vueltas que le daba al asunto.

-...Sasuke no es nada feo -Jiraiya ahogó una risa, cubriéndose la boca con la cobija de lana que lo arropaba.

Otra vez el maldito bochorno se refugió en sus mejillas en llamativo color rojo. Lo mismo le había pasado cuando lo pensó cuidadosamente mientras se duchaba, cambiando el cuerpo masculino de su amigo por uno más frágil y delicado; por la exquisita forma de una mujer de largos cabellos negros y azules, impactantes ojos tupidos por espesas pestañas largas y onduladas. Una belleza enigmática que sólo existía en su mente.

-¿Naruto?

-...¿ah?

-...No sé porque me recriminas que soy un pervertido cuando tú también lo eres. Estoy seguro que te lo estás imaginando con otros atributos. Tienes una cara de depravado que da risa.

-¡PERVERTIDO! ¡ESO NO ES CIERTO! -Naruto no podía estar más rojo y avergonzado. Lo había descubierto con las manos en la masa.

 

En la cocina, Tsunade rió un poco al oír el peculiar desplante del muchachito. Estaba acostumbraba a los gritos diarios de su ahijado, acusando a su esposo de depravado sexual. Por eso no le extrañaba nada el escándalo. Tomó un cucharón y sirvió las respectivas porciones de huevo en los platos de plástico. Ahora sólo faltaba hacer el chocolate caliente del "intolerante a la cafeína" y servir el agua humeante para el café en las tazas de porcelana.

-¿Quieres un consejo? -Los ojos negros de Jiraiya se centraron en la televisión de nuevo. Naruto frunció el ceño por la pregunta tan idiota.

-¡Para qué crees que te conté todo esto, si no! -Jiraiya ignoró la acusación, serenándose el rostro y pensando cuidadosamente lo que le diría.

-...No deberías pensar en todo esto antes de hablar con él y aclarar tus dudas. De nada sirve que estés preparándote mentalmente para contestarle algo que ni siquiera Sasuke se había planteado.

-...¿Pero y si todo es cierto? No sabría qué decirle de todos modos.

-Sasuke es bastante maduro, de adolescente casi no tiene nada. En el caso que todo fuera cierto, lo entendería.

-¿Y si nos distanciamos?

Jiraiya sonrió.

-Lo arreglarán, estoy seguro de ello. Además, no creo que dejes a Sasuke a su suerte.

-Pues sí, eso es cierto -concedió, imaginándoselo en la cabeza.

-...lo demás se arreglará con el tiempo. No te preocupes por eso, dado que todavía no es seguro que él esté enamorado de ti.

Los ojos azules brillaron un poco, recobrando la vitalidad que estaba opacándose desde la noche anterior. Jiraiya tenía razón, aún no estaba completamente asegurado que Sasuke lo amara. Eran hipótesis basadas en chismes.

-Creo que sé que es lo que tengo qué hacer ahora.

Una vez que la conversación terminó, Jiraiya se metió de lleno al mundo televisivo con gesto indescifrable. O estaba realmente interesado en las noticias del clima de la ciudad, o pensaba en temas bastante más allá de su entendimiento. Cuando Jiraiya comentó que los senos de la periodista eran falsos, por la forma en que se movían junto a su dueña, el rubio casi cae al suelo por la decepción. ¡Seguía siendo el mismo pervertido de siempre!

Tomando el suficiente aire por la boca, se dispuso a chillarle en el oído miles y miles de palabras altisonantes.

-¡Naruto! -exclamó Tsunade desde la cocina, meneando por última vez su taza con la cucharilla luego de haberle echado azúcar-. Ven y ayúdame a llevar esto a la sala, que Jiraiya quite las cosas de la mesa.

Desinfló el pecho con lentitud después de aquella orden, viendo su travesura cruelmente interrumpida. Bueh, no tenía caso gritarle a su padrino. Además que jamás entendería, no merecía quedarse sordo después de los consejos que le había dado. Sonriendo como siempre, esparció descuidadamente las cobijas a su alrededor.

-Ya oíste, viejo -murmuró. Buscó con la mirada sus pantuflas, encontrándolas tiradas en algún lugar sobre las cobijas del fondo. Se calzó al instante-. ¡Ya voy!

Jiraiya miró a Naruto levantarse del sofá y lo contempló un poco más, antes de que se perdiera por el pasillo. En verdad quería al otro niño, se notaba a leguas.

Levantándose lentamente y haciendo lo que su esposa le había ordenado, pensó en lo triste que resultaría que Naruto perdiera esa amistad tan invaluable para él. Podría dañarle colosalmente hasta el punto de borrarle cualquier amago de la sonrisa tan grande y contagiosa que tenía.

xXx

Acababa de llegar al porche después de salir al supermercado y estacionar su camioneta cuando el teléfono empezó a sonar, su ruido quedo avisándole traspasando las paredes. Mikoto sacó las llaves del bolsillo de su chaqueta y acomodó las bolsas blancas de víveres en la entrada, recargadas en sus pies. Una vez abrió la puerta, empujó cuidadosamente las bolsas a un lado y corrió por el pasillo hasta llegar al salón, descolgando el teléfono rápidamente.

-¿Diga?

-¿Residencia Uchiha?

-Sí -asintió, echándole una ojeada a las compras, comprobando que seguían ahí-. ¿Quién habla?

-Yakushi Kabuto, el representante del señor Orochimaru, el instructor de piano de Sasuke.

-¡Oh, claro! -sonrió la mujer, caminando con el móvil inalámbrico hasta sentarse en el sofá blanco-. Buenos días, ¿Cómo está?

El joven delgado de gafas brillosas sonrió al otro lado de la línea.

-Bastante bien. El señor Orochimaru me ha comentado el progreso corrosivo del joven Sasuke, es bastante increíble.

-Me alegra escucharlo. Sasuke es de pocas palabras así que no sé a ciencia cierta el cómo le ha ido -musitó, descalzándose los zapatos y estirando los dedos. Sonriendo ante el conforte continuó, con la voz más relajada y animada que antes-: Es gratificante escucharlo.

-En realidad, es de él de quien quiero hablarle.

-Dígame.

-Sasuke podría llegar a ser un músico prodigioso, pero... no me gusta la actitud tan ceñuda y fría que tiene.

El joven de cabello grisáceo corrió la cortina de la ventanilla de su despacho y contempló seriamente cada uno de los movimientos del mencionado, quien estaba inmerso en las partituras y las indicaciones de Orochimaru.

-Me gustaría llevarlo a un campamento.

-¿Campamento? -señaló Mikoto, desconcertada-. No creo que rodeado entre árboles y animales vayan a ayudarle en lo más mínimo.

-... no es un campamento común. Es de músicos -insistió, escrutando las manos blancas de Sasuke, quienes presionaban las teclas con el más grande apogeo-. El clima es cálido, la relajación profunda, aire limpio y mucho espacio.

-No me parece prudente. Sasuke es un niño todavía...

-Señora Uchiha... su hijo tiene un talento nunca antes visto. Trate comprender. Incluso podría superar al mismísimo Kaguya Kimimaro si se lo propusiera. Creemos que este viaje podría darle ese... pequeño empujón que necesita.

Mikoto comenzó un juicio mental consigo misma. Por una parte no podía dejar que Sasuke se fuera de casa, aún era muy pequeño, y no confiaba lo suficiente en esos hombres como para prestárselo por algunos días. Por otro lado, unas vacaciones para él no serían tan malas. Quizá le desentumecieran los músculos del corazón y lo dejaran latir libremente. Aunque le dolía horrores aceptarlo, la holganza de armonía entre sus dos hijos crecía como la nieve blanca en la calle. Sabía que el clima estaba tenso en casa, con Fugaku alabando a Itachi y Sasuke hundiéndose en el fango de la envidia y el rechazo. Y ella, muda e indispuesta, tratando de hacer lo mejor con su cuerpo de fantasma.

Kabuto reparó el silencio como un aliciente a su favor. La había hecho dudar más rápido de lo que creía sería convencerla. Una sonrisa malévola y un temible brillo en sus ojos desencadenaron un periódico mar de pensamientos. No era del todo mentira lo del campamento después de todo. Pero lo que menos tendría Sasuke en ese sitio sería paz.

Veía lujuria pura en los ojos áureos y en la boca sonriente. Orochimaru estaba total y completamente obsesionado con ese niño.

-...si a Sasuke le apetece la idea -regresó Mikoto con suavidad a la conversación, decayendo-. ¿Ya lo sabe?

-Aún no, pero le aseguro que se lo comentaremos. Si no está dispuesto a hacerlo, lo entenderemos.

-Entonces lo dejaré en manos de mi hijo. Él decidirá -le contestó, aún no muy segura de lo que decía-... si quiere ir o no.

Kabuto cerró la cortina de la ventanilla y se desparramó en un sofá reclinable con el triunfo brillando en los ojos. Sasuke sería bastante fácil de convencer, sólo bastaba usar las palabras adecuadas en el momento adecuado.

-Un gusto hablar con usted, señora Uchiha. Espero que le vaya bien.

-Lo mismo digo, joven Kabuto.

Tras colgar, Mikoto se sintió más inquieta que nunca. No le gustaba para nada ese presentimiento tan angustioso. El vacío de una culpa invisible le apretó el pecho como si a raíz de esa llamada hubiera condenado a su hijo. ¿Cómo pudo haber dicho que sí? Ni siquiera sabía a dónde lo llevarían.

Olvidándose de colocarse los zapatos, caminó de vuelta por el pasillo, dispuesta a meter las bolsas que había traído del supermercado antes de que comenzara a nevar otra vez. Ni siquiera el frío del suelo, ni el viento helado que se colaba por la puerta abierta meciéndole el cabello, pudo quitarle la desazón ponzoñosa de haber hecho algo completamente estúpido. Quizá era paranoia, su pensamiento pesimista regañándole... o la intuición instintiva de una madre ante la posibilidad de perder a su cría.

 


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