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Gracias por zion no bara

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Notas del fanfic:

Pues cuando me sugirieron hacer algo de Hypnos pensé en dos cosas, una fue Sueños y la otra es esta, espero que les guste. La pareja es algo extraña pero me pareció adecuada para este fic, así que de antemano gracias a quienes lean.

 

Notas del capitulo:

 


Dedicado a Niutsa que deseaba algo más de Hypnos, espero que te guste.


 

 

Para los Campos Elíseos nada había sucedido, era el mismo sitio de siempre y gracias a eso no tenía sentido alguno permanecer siempre ahí, con la nueva paz y triunfo de los caballeros dorados del Santuario en realidad ese sitio seguía siendo el mismo pero no era así para sus habitantes, los dioses gemelos del sueño y la muerte, Hypnos y Thánatos respectivamente, encontraban que su sentido de permanencia, la razón por la que eran, se había terminado con la derrota de Hades. No había manera de cambiar eso. Ahora a ellos les quedaba el tener que encontrar un sentido a su existencia de alguna manera pero lo que estaba a su alcance era bastante aburrido.

Ser dioses y verse como dioses llevaba responsabilidades que a ellos resultaban inconclusas, no tenía sentido hacerlas pero debían hacerlas aunque no estaban seguros del porqué. Fue probablemente por ese hastío que ambos estaban en la relajada época de poder ocuparse de algo más aunque sin terminar de decidirse sobre ese algo más. era por ese motivo que ambos salían de Elíseos y vagaban por la tierra tratando de ver lo que se habían perdido y aquello que podía interesarles pero nada les interesaba realmente, así que con frecuencia regresaban sin sentir que hubiera algo que valía la pena.

--Me iré por unos días-anunció Thánatos de pronto.

--¿Dónde irás?-preguntó Hypnos.

--Sólo quiero dar una vuelta por el otro extremo del mundo.

--¿Para qué?

--Para conocerlo.

--Está bien.

--¿No has pensado en ir a otro sitio Hypnos?

--No, ya lo que he visto me ha dicho todo cuanto quiero saber.

--Quizás te esfuerzas demasiado.

--¿Lo crees Thánatos?

--Si. Intenta ir a un sitio no tan específico, simplemente conoce lo que te rodea.

--No creo querer hacer eso.

--Debes ser parte y no sólo un observador.

--Soy un miembro de Elíseos Thánatos, no pienso olvidar eso.

--No lo hagas, sólo has lo que yo, déjalo a un lado por unos momentos.

Con eso el de cabellos plateados se retiro dispuesto a marcharse, en realidad su gemelo de cabellos dorados no era como él, en el fondo Hypnos siempre había sido más frío y centrado en quien era y su papel como parte de una forma de regir pero para él, que se había adaptado más prontamente a su nueva vida, no importaba tanto el pasado, ser herederos de glorias antiguas no significaba ser alguien mejor o peor, eso dependía de cada quien. Pero su hermano no lo entendía.

Thánatos se marchó y eso dejó a Hypnos solo, completamente solo, no había nada que hacer al respecto, en un primer momento el de cabellos dorados casi se alegró por poder entregarse a sus sentimientos y pensamientos pero al poco tiempo no le gustó eso, al tratar de verse a si mismo, en su interior, descubrió que no había nada y eso lo orilló a no intentarlo más. En medio del silencio y la soledad recordó lo dicho por su hermano: no observar sino formar parte ¿Por qué no? Después de todo podría manejar cualquier cosa que se le presentara en el camino, seguía siendo un dios y eso bastaba.

Lo pensó un poco más y se decidió por un plan, haría algo que nunca pensó en hacer y que hasta ese momento no había tenido la oportunidad pero que bien valía la pena: conocería algo más del mundo. Debía ser un sitio importante o especial de alguna manera para que Hades y Atenea se lo hubieran disputado a ese grado en combates y peleas por siglos. Hasta ese momento él no lo había conocido realmente y ahora tenía la oportunidad, así que lo haría, entraría en contacto con eso tan valioso que los dioses habían disputado.

Así dio inicio su viaje alrededor del mundo pero no lo hizo como lo había conocido hasta ese momento, fue de una manera distinta, era más como si observara a la gente que a lo que lo rodeaba y aún no entendía que veía de extraordinario Atenea en ellos, no veía nada de especial en los humanos ¿para qué los habían creado los dioses? No lo entendía. El peregrinaje continuó y una noche sucedió lo que menos esperaba que sucediera.

 

 

El lugar al que Hypnos entró no tenía nada de especial, él nunca hubiera puesto un pie en un sitio de ese tipo pero lo hacía en ese momento porque llovía afuera y no deseaba mojarse, lo hubiera ignorado por completo pero era mejor tomarse un instante para respirar antes de seguir. Para permanecer en ese sitio, entre la gente, había observado e imitado a la demás gente, su forma de vestirse y de comportarse, esos pequeños hábitos que los hacían quienes eran pero a pesar de sus esfuerzos seguía distinguiéndose entre los demás.

Se sacudió las gotas de lluvia que habían caído sobre su abrigo y las de su dorado cabello, suspiró ante la idea de tener que resguardarse en ese sitio pero esa había sido su elección, al final se acercó a la barra y ordenó un trago, lo que fuera, simplemente lo bebió con lentitud y se dijo que su sentido del conocimiento quedaba justificado, tal vez era momento de volver a Elíseos. Una persona en el lugar, una muchacha de grandes ojos castaños lo miraba y cuando él la miró ella le sonrió, de inmediato volteó la mirada a otro sitio, no buscaba compañía, además era muy selecto para que alguien estuviera cerca de él y las mujeres no entraban en el cuadro.

Pero al voltear vio que alguien más entraba a ese sitio, lo extraño era que se trataba de un rostro conocido. Mojado y con la lluvia corriéndole por los hombros y el celeste cabello reconoció a quien entraba, aunque le tomó unos segundos asegurarse de que se trataba de él. Eran los mismos cabellos celestes, los ojos azules profundos y el rostro de gracia, pero al mismo tiempo ya no parecía él. Pidió algo aprisa y en voz baja, como si no quisiera darse a notar, era extraño eso pero tomando en cuenta los acontecimientos pasados tal vez había una explicación. ¿Qué hacía un caballero dorado de Atenea en ese sitio?

Llamó a quien atendía la barra de inmediato, con ese mismo aire de grandeza que siempre conservaría.

--El joven que acaba de entrar ¿lo conoce?-preguntó Hypnos.

--Viene cada fin de semana-le respondieron.

Con eso bastó para el de ojos dorados, lo miró un poco más y se convenció que algo no había marchado muy bien, quizás esa decisión que se tomó sobre él había sido más dura de lo que se suponía o esperaban. El rostro del joven parecía el mismo y sin embargo un brillo de desilusión estaba en él. La ropa que usaba parecía antigua, desgastada, juvenil, un algo que lo hacía verse menor de lo que seguramente era, pero sus ojos y sus cabellos celestes seguían siendo los mismos. Por unos instantes el de cabellos dorados casi acarició la barra de madera en el lugar, preguntándose qué posibilidades eran esas que le permitían encontrarse con él en ese sitio.  

Y se decidió. Tomó su vaso y se acercó sin vacilar al otro joven.

--Eres la última persona que esperaba ver Afrodita de Piscis.

El de ojos celestes primero pareció sorprenderse para después sostenerle la mirada, una mirada retadora.

--Hypnos, muy lejos de los Campos Elíseos según puedo ver-dijo con un tono medio de insolencia.

--Estoy dando una vuelta, se supone que debía ayudarme pero la verdad es que no entiendo porque peleaban por un sitio como este.

--Irremediables caprichos del destino.

Se hizo el silencio pero ninguno de los dos pensaba en retirarse. Pero ese mismo silencio fue aprovechado por el de ojos dorados para hacer un estudio completo del otro. Esos ojos celestes ya no brillaban, parecía que Afrodita estaba cansado, cansado y triste, sus finos dedos sujetaban el vaso de la bebida como si tratara de capturarlo, eso y que su esbelta figura era perfectamente delineada por la ropa que usaba. Una especie de simpatía surgió en él por la imagen que hacía el otro en ese momento.

--¿Qué haces aquí Afrodita?

La verdad fue que el propio Hypnos se sorprendió de sentirse curioso al respecto pero no imaginaba que podría hacer un caballero dorado en un mundo en el que ya no era un caballero dorado. No había podido responder esa duda para si mismo siquiera y eso que su situación era menos compleja que la del de ojos celestes.

--No mucho-dijo Afrodita-Algunos trabajos y otras cosas pero no ha sido demasiado en realidad, ahora trabajo en un invernadero.

--¿En un invernadero?

--Si, me siguen gustando las flores.

--No debió ser sencillo después de lo que pasó.

--No.

 

 

Lo ocurrido en si mismo fue una desgracia. Cuando la guerra terminó parecía que los dioses deseaban aferrarse a demostrar que seguían siendo quienes tenían el poder y quienes podían juzgar así que se ordenó una especie de juicios para los servidores de todos aquellos mezclados en intrigas y batallas. La mayoría salió bien librado, alegando que sólo seguían órdenes pero no todos corrieron con esa suerte.

Entre quienes se vieron más juzgados fueron los caballeros de Géminis, Kanon, Cáncer, Death Mask y Piscis, Afrodita.

En el caso de Kanon todo se solucionó bastante bien tomando en cuenta su papel y servicios en todo lo sucedido y para detener a Hades. No fue mucho, una condena mínima bajo supervisión. Pero con Death Mask y Afrodita las cosas fueron diferentes. Ellos fueron más duramente juzgados por los dioses que los demás pues habían participado activa y conscientemente en las intrigas en contra de su propia diosa, sabedores de la verdad la ocultaron deliberadamente, pelearon para evitar que su diosa llegara al papel que le correspondía y en realidad nunca habían mostrado arrepentimiento.

Saori quiso defenderlos pero los demás no se lo permitieron pues ella era la victima así que la joven de cabellos morados no pudo hablar a su favor. Aparentemente como no pudieron castigar más los castigaron a ellos. Todo cuanto pudo obtener la señora del Santuario fue clemencia, no perdón, entendiéndose por ello que los dioses que se encargaron de juzgarlos no estaban precisamente de un humor piadoso, eran parte de ese único punto que los había detenido a cada paso de sus planes y eran quienes pagarían.

Cuando la sentencia fue dictada los términos resultaron claros y devastadores: se les condenó al exilio. Un exilio entre ellos significaba que eran declarados fuera de su orden con todo lo que eso significaba. Ya no eran caballeros dorados y habían perdido todos sus títulos y derechos con ello de manera irremediable.

Lo que vino después fue aprisa, por lo que él mismo supo Death Mask de Cáncer no la pasó tan mal, aparentemente otro de sus compañeros dorados, ese caballero de Aries, lo había llevado a sus tierras antiguas de las que provenía, Jamir, donde se encontraba bien haciendo una vida al lado de ese joven que apenas iba al Santuario si era requerido.

Pero Afrodita había desaparecido prácticamente de la vista de todos apenas fue declarada su sentencia. Tal vez Atenea supiera de él pero no era seguro eso, quizás el mismo joven no deseara que se supiera de él.

 

 

Se quedó intrigado por unos momentos más pensando en ello. Toda una vida eran entrenados para ser caballeros dorados ¿Qué les esperaba fuera de ese mundo? Por el aspecto del de ojos celestes no creía que nada bueno.

--¿Qué haces aquí Hypnos?

--Nada, conociendo el mundo.

--Interesante.

--No mucho. Debió ser duro para ti lo que sucedió Afrodita.

--Algo-dijo con su mirada nublándose.

--Tampoco para mi ha sido sencillo, todo es diferente ahora-aguardó por unos instantes pero continuó--¿Estás solo?

Con sus ojos celestes abriéndose por la sorpresa Afrodita respondió.

--Bueno...si...lo estoy... ¿Por qué preguntas eso?

--Era una pregunta banal solamente Afrodita.

--De acuerdo.

--Parece que los dos estamos en un punto en el que no somos necesarios Afrodita.

--¿Tú ya no eres necesario Hypnos? Me cuesta creer eso.

--Con la derrota del señor Hades así es, ya no somos necesarios, estábamos para servirle en sus planes de guerra y sin la guerra ya no hay nada que hacer.

--Al menos sabes eso.

Por unos momentos de nuevo callaron y fue en ese instante que Hypnos se percató de algo más.

--Parece que tienes frío Afrodita.

--Si, me mojé un poco, creo que lo mejor es que me vaya a casa.

--¿Vives cerca de aquí?

--Algo así.

--Me gustaría acompañarte Afrodita.

--¿Por qué?

--Para seguir hablando.

Por unos instantes los dos se quedaron mirando con intensidad pero al final la confiada mirada dorada ganó sobre la solitaria mirada celeste que bajó suavemente.

--¿De verdad quieres venir?-preguntó el de cabellos celestes con voz suave, casi parecía tímida.

Hypnos sonrió, sabía bien que tenía ese efecto sobre los demás, le gustaba sentir que era quien estaba al mando en todo y en ese caso no había sido la excepción, hacía tiempo que no estaba con nadie pero debía reconocer que en su lista hasta ese momento no había habido ningún caballero dorado, tal vez era momento de agregarlo. Pero había algo más en esa mirada celeste, algo que lo conmovía y lo orilló a decir algo más antes de seguir.

--Si no quieres está bien Afrodita. Aunque no lo creas no tengo a alguien diferente cada noche.

--No creí que lo hicieras.

--Bien. Ahora vamos, te hará daño quedarte con la ropa húmeda.

El de ojos dorados pagó la cuenta, que no era mucho, y los dos salieron del lugar bajo la fría brisa que dejó la lluvia. Aún quedaba una especie de fina llovizna pero nada que no pudieran manejar. Caminaron por las vacías calles con los charcos de agua reflejando el cielo, dos figuras solitarias que andaban por la vacía calle bajo la noche, eso dejaba como un halito romántico en el ambiente, al menos eso le pareció al de cabellos dorados aunque trataba de banalizar la situación pero no podía, no cuando iba al lado del de cabellos celestes y se llenaba de la presencia del otro.

Alguna vez había especulado con Thánatos sobre los caballeros mientras eran juzgados, para él Afrodita era sencillamente atractivo, para su hermano no era sino un inconveniente pero no creía que fuera momento de preocuparse por lo que su hermano opinara o dijera.

 

 

En ese instante daban la vuelta en una calle, no había nadie y el lugar permanecía en silencio, el sitio invitaba a hacer algo más que caminar en sin decir una sola palabra y el de ojos dorados no lo pensó más de un segundo, empujó al de ojos celestes contra lo que parecía un pilar y una entrada, sabía que a pesar de todo era un riesgo lo que estaba haciendo pero no le importaba correrlo si se trataba de estar tan de cerca con Afrodita de Piscis.

--Hypnos-dijo apenas con aliento el de mirada celeste.

El de ojos dorados ignoró a la voz de la prudencia y estrechó a Afrodita entre sus brazos, sin más tomó sus aterciopelados labios y lo besó con intensidad, delineó el sitio con su lengua y no cedió hasta que el otro abrió su boca y lo reconoció con un suave jugueteó para recorrer al mismo tiempo con sus manos su espalda, el beso se hizo apasionado cuando Afrodita lo correspondió buscando su boca con su propia lengua. El de cabellos dorados no deseaba detenerse así que deslizó una de sus manos por los pantalones del otro para acariciarlo entre las piernas y casi sonreír por sentir que lo excitaba.

La respiración de los dos se aceleraba y por los mismo Hypnos se daba prisa, sus dedos llegaron a la cremallera y la bajaron para tener acceso a donde lo deseaba, sin dejar de devorar esa complaciente boca bajó suavemente los pantalones del de ojos celestes alrededor de su cadera, deslizó su mano por el lugar hasta alcanzar la parte de atrás y lo acarició, su otra mano quedó en el frente. Afrodita se sorprendió al sentir los dedos del de cabellos dorados frotar la punta de su miembro; al de cabellos dorados le gustó que no tardaba de presentarse la cálida primera esencia del de ojos celestes, con eso lo cubrió con su mano para frotarlo de manera más completa.

--Hypnos...Hypnos....Alguien puede vernos...

En respuesta el de ojos dorados apartó un poco más la ropa interior para bajarla a la altura de los pantalones.

--No me importa ¿Y a ti?

Por su expresión se notaba que al de Piscis tampoco.

En unos instantes la mano de Hypnos ya había llegado a donde deseaba, separaba gradualmente las suaves redondeces del de ojos celestes y descubría la pequeña entrada que cuidaban, con su dedo medio rodeó el lugar para presionar de manera superficial en el estrecho sitio, disfrutando de los quedos gemidos que daba su compañero y con lentitud guió la punta de su dígito al interior.

--¿Cómo te sentirías si alguien nos viera?-preguntó con voz sensual el de ojos dorados.

Mientras preguntaba su otra mano bajaba más las telas que lo cubrían y se encontró desnudo de la cintura a sus caderas, sólo Hypnos impedía el quedar expuesto en plena calle y un sentido de poder corrió a través del de ojos dorados al saber que ese joven estaba completamente en sus manos. Estrujó una vez más la tibia erección con sus dedos para preguntar algo más.

--¿Te importaría que nos vieran Afrodita?

--No me importa-dijo en un susurro el de cabellos celestes-No te detengas.

Afrodita movió sus caderas haciendo que el dedo del otro entrara más en él y su erección se frotara contra su otra mano, Hypnos lo permitió para que encontrara su propio ritmo, hasta que supo que era él quien debía seguir y lo hizo, creando una lujuriosa coreografía entre los dos. El de ojos celestes pasó sus manos por el cuello del más alto y éste usó su propio cuerpo y el muro para apoyarse, siguió excitando a su compañero buscando en su interior el sensible punto que deseaba despertar y mientras lo buscaba continuaba trabajando en la erguida masculinidad. En unos momentos más empezó a sentirse la tensión en el delgado cuerpo del de cabellos celestes, esa necesidad de ser complacido por completo, estaba al borde y sólo necesitaba un poco más para que fuera completo así que el de cabellos dorados lo frotó más aprisa y se dejó escuchar un ahogado gemido de satisfacción.

Afrodita terminó en manos de Hypnos por completo, de inmediato fue recibido por ese fuerte cuerpo que lo sostuvo de caerse por la fuerza con la que llegó el orgasmo, tuvo que liberar sus manos para pasarlas alrededor de la estrecha cintura del otro para besarlo con pasión por un largo rato. Después lo ayudó a acomodarse la ropa y limpiarse con calma, un pañuelo tuvo que hacer el trabajo y cuando sus miradas se encontraron de nuevo el de ojos dorados lo besó una vez más, con la misma intensidad que lo había deseado ahora era la suavidad la que dominaba.

--¿Estás bien Afrodita?

--Si.

--Entonces ¿vamos a tu casa?

Con un gesto afirmativo el de ojos celestes llevó al de cabellos dorados con él.

 

 

Las manos de Afrodita temblaron un poco mientras trataba de abrir la puerta de su apartamento, sentía la presencia de Hypnos a su espalda, su cálido cuerpo, esa mirada dorada que no perdía uno sólo de sus movimientos, como si fuera un baluarte entre la soledad y él, con todo eso no encontraba la manera de abrir la puerta, jugueteó con la llave hasta que se convenció que debía parecer un tonto por no poder abrir. En ese momento una mano fuerte y decidida cubrió la suya y colocó la llave en su lugar para abrir sin dificultades, eso y que unos labios llegaron al cuello del de ojos celestes.

--¿Te gustan las puertas acaso?-preguntó Afrodita en un murmullo.

--Me gustas tú-respondió Hypnos contra su oído.

El de mirada celeste cerró sus ojos, no podía comprender porqué cada vez que el de cabellos dorados lo tocaba se sentía como consumido por una hoguera, había sido así casi desde que se vieron antes de salir juntos a la calle, como una fuerza invisible que no podía resistir. Le sorprendía un poco eso, hacía mucho que él hubiera deseado estar con otra persona pero no por eso había dejado de estar con alguien.

--¿Todo bien Afrodita?

--Si.

--Si no quieres que esté aquí sólo debes decirlo.

--No digas tonterías, no te habría traído si no quisiera que estuvieras aquí. Entra.

Los dos entraron y quedaron en la oscuridad, por un instante Afrodita dudó sobre encender la luz pero supuso que era mejor que quedara a oscuras, así no se veía tanto el desastre, más aún para alguien que habitaba en los Elíseos. Un momento después tomó el abrigo del de cabellos dorados y lo coloco en un armario junto a la puerta, le pareció que era de piel, una piel muy especial sin duda pues era suave, tendría que trabajar más de un año para tener algo así.

Por su parte Hypnos no había dejado de observar discretamente el lugar pero sin perder de vista a Afrodita, era un sitio pequeño y no muy confortable, él jamás hubiera creído que la gente viviera de esa manera pero por otra parte él no entendía a la gente y hasta ese momento no le interesaba hacerlo. En la oscuridad su dorado cabello brillaba y sus ojos destellaban a cada segundo, sus facciones eran delineadas por las sombras y aún así seguía siendo una figura imponente, con su ropa casi casual a pesar de todo seguía viéndose como un dios.

Afrodita sintió que temblaba por la idea de que estaba delante de él a solas en ese instante.

--¿Vives solo Afrodita?

--Si.

--Pensé que alguien viviría contigo.

--No.

--¿Los del Santuario saben que estás aquí?

--No.

--¿Por qué?

--No quise que supieran mas de mí, ellos deben seguir con sus vidas y yo ya no formó parte de eso.

--Supe que ese otro caballero, el de Cáncer...

--Death Mask.

--Fue ayudado por uno de tus otros compañeros...ex compañeros.

--Si, Mu siempre tuvo algo con él y lo ayudó a que el castigo fuera más llevadero pero yo no tuve a nadie Hypnos.

--Se escucha mal, supongo que fue difícil.

--No importa.

--Si tú lo dices-en ese momento se acercó y lo abrazó por la cintura-Eres bastante especial Afrodita.

--No, no lo soy. Hablemos de algo más Hypnos, por favor.

--Como desees-se acercó y lo besó con cuidado-No hablemos de nada.

Llevó sus manos a la camisa de Afrodita y lentamente empezó a desabrocharla, la pasó por sus hombros y quitó sus pantalones con el mismo cuidado, un segundo después retrocedió dos pasos como si admirara el cuerpo del de ojos celestes. Afrodita sentía que debía estar más consciente que nunca de si mismo por quedar desnudo delante de otro hombre pero en lugar de eso le parecía como si hubiera nacido para ese momento.

--Estás bellísimo Afrodita.

Con esas palabras pasó sus dedos por el celeste cabello y el otro joven sintió como descargas de electricidad por esa caricia, atrapándolo por el cabello el de ojos dorados lo atrajo contra su cuerpo para estrecharlo con fuerza. Al de mirada celeste le pareció que se quedaba sin voluntad ante esa cercanía, como si se sometiera a esas manos que pasaban por su cuerpo y lo excitaban sin dificultades, casi como si el clímax apenas vivido no hubiese ocurrido. Hypnos no tardó mucho en deslizar su cuerpo suavemente por el del otro, uno de sus brazos por debajo de sus rodillas y el otro por su espalda, levantándolo sin dificultades.

Al de ojos celestes no le quedó sino embriagarse por esa especie de fragancia del cuerpo del otro, disfrutando de su cercanía y apoyando su cabeza contra su cuello, se miraron por unos segundos pero tenían que continuar.

--¿Donde está la cama?-preguntó el que estaba de pie terminando con un suave roce con su lengua en el oído del otro.

--Ahí-señaló el de Piscis con un agradable calor corriendo por su cuerpo.

No pensaban en negarse nada durante esa noche.

 

 

Unos largos y veloces pasos bastaron para que estuvieran dentro de lo que resultaba ser la recámara, Hypnos recostó a su compañero y los primeros momentos simplemente se quedó mirando a Afrodita con sus ojos dorados completamente listos a devorarlo, se inclinó hacia él y con amabilidad tomó sus muñecas para pasarlas sobre su cabeza y después las unió con la bufanda de seda que llevaba al cuello. El de cabellos celestes respiró más aprisa pero ni por un segundo pensó en negarse.

Hypnos sonrió, con calma llevó uno de sus dedos a los labios de Afrodita y este lo probó delicadamente tocándolo con su lengua, casi como si lo saboreara, el otro le permitió que lo chupara por unos instantes pero después lo llevó a sus pezones, presionando y acariciando al mismo tiempo, observando como era disfrutado por el más joven. Se colocó por la altura de sus piernas, las separó suavemente y tomó el sitio entra ambas, dio una serie de besos por su abdomen y la parte interna de sus muslos. El de cabellos celestes lo sentía y se arqueaba y gemía por su contacto, vinieron los besos con intensidad y los apasionados murmullos.

Afrodita sentía que su pecho subía y bajaba más aprisa mientras trataba de recuperar el aliento, la anticipación lo estaba matando pero Hypnos lo hacía esperar, acariciando su entrepierna contra la suya, acariciando de manera sensual su intimidad y el roce de las sábanas no ayudaba a calmar el calor de su piel. Por unos momentos el de Piscis levantaba sus caderas y se escuchaba como si estuviera muy lejos pedir porque continuara pero fue casi como una sorpresa cuando sin avisos de ninguna clase el de ojos dorados tomó la punta de su erguido sexo con sus labios, lo lamía y lo besaba para después soplar suavemente contra su humedecida piel, pasaba su lengua de manera provocativa y deliberadamente lenta, era como si todo se centrara en esa arrogante boca que lo envolvía.

Hypnos tomó las rodillas del joven sobre la cama y las separó aún más, Afrodita gimió por el suave roce del cabello dorado del otro hombre contra su intimidad y sus muslos, quiso acariciarlo pero su compañero llevó sus atadas manos de nuevo al lugar que las había dejado. En ese instante el de ojos celestes aceptó algo más: ser controlado por el de ojos dorados. Cerró sus ojos al sentir como la mano del más alto lo acariciaba y frotaba haciendo que su sexo se irguiera casi como si tuviera vida propia, pasó su lengua una veces más por la punta pero quería algo más, su mirada dorada observó por el lugar y encontró algo que podía servirle, esperaba que ayudara y que el otro estuviera de acuerdo.

Aún con sus piernas separadas Afrodita sintió los firmes dedos de Hypnos entrar en su cuerpo, fue firme en separar su estrecha entrada pero no parecía ser lo que más deseara en ese instante, lo supo cuando se retiró y le dio la impresión que se estiraba para alcanzar algo de su habitación pero no supo qué al principio; Hypnos se detuvo y se separó pero él no se atrevió a moverse de donde estaba, sintió la lengua del de cabellos dorados pasar por su estrecha entrada y se curvó por el placer pero después algo más se frotaba contra él, algo firme, primero se frotó contra el desconocido objeto pero no tardó en darse cuenta como deseaba usarlo en realidad su compañero y trató de decir algo pero seguía presionando contra él y le gustaba sentirlo.

Hypnos había tomado una vela de un candelabro en la mesita de noche, debía ser un adorno,  presionaba lenta pero inexorablemente contra el tibio cuerpo del otro, se resistía al asalto pero no se detuvo; Afrodita sentía como el frío objeto se encontraba con su cálida intimidad, como se abría paso en él y lo dilataba abriendo las puertas de su intimidad sin perder tiempo, por un instante quiso separarse pero el de ojos dorados no lo permitió empujando más en su interior. Fue así hasta que unos delicados dedos acariciaron el rostro del de ojos celestes con suavidad.

--Tranquilo-dijo Hypnos con voz suave-No voy a lastimarte Afrodita, confía en mí, si no puedes con esto no podremos continuar.

El de ojos celestes los cerró, no sabía como el otro había visto en su alma que haría cualquier cosa que le dijera pero así era, no podía resistirse a hacer cualquier cosa que le pidiera y por eso luchó para relajar su cuerpo y dejar de sentir que era incómodo para entregarse lentamente a la placentera sensación de ser tocado de forma tan íntima. Entonces el de ojos dorados movió en su interior la vela para prepararlo lentamente, buscando su placer y después lo llevaría al éxtasis. Unos movimientos más y estaba dentro del cuerpo del de cabellos celestes, tan profundo como pudo sin lastimarlo y dispuesto a hacer algo más.

--Quédate quieto-le murmuró Hypnos al oído.

Afrodita lo hizo y sintió como era velozmente desatado y guiaba sus manos a la base del objeto que estaba en su cuerpo.

--Déjame verte Afrodita, déjame ver como te complaces, muéstrame como te gusta que te toquen.

A pesar de las palabras dichas fueron mencionadas con suavidad, más una petición que una orden. Afrodita aceptó. Se acarició con una mano en su erguido miembro mientras la otra movía el firme objeto en su intimidad, no perdía de vista ese rostro delante de él y vio brillar los ojos dorados de su compañero que se puso de pie cerca de él para empezar a desvestirse con lentitud. Pudo ver como empezaba a mostrarse el fuerte cuerpo del otro, como retiró los pantalones y la camisa revelando los fuertes músculos, las largas y firmes piernas, su firme sexo que estaba erguido y listo y que lo hizo comprender porque había usado la vela para prepararlo pero sin poder decir nada siguió tocándose con más intensidad.

El de ojos dorados no apartaba su mirada de la forma en que ese joven se complacía a si mismo, no tenía idea que el otro nunca había hecho nada semejante delante de nadie y que le había resultado una sorpresa que lo excitara actuar así frente a otra persona. Se acercó a él y tuvo que decirle directamente lo que pensaba y deseaba.

--No te detengas, sigue-dijo Hypnos con pasión entrecortada en su voz.

El de ojos celestes no se detuvo, siguió acariciándose y estimulándose, no pasó mucho para que un quedo gemido escapara de la garganta de Afrodita mientras hacía su cabeza hacia atrás y el clímax lo alcanzaba con fuerza, por lo que pareció un instante eterno nada fue real sino esas llamas de placer que se agitaban en su interior.

--Relájate-dijo suavemente Hypnos-Será mejor que descanses.

Lo limpió con cuidado y retiró de su cuerpo el rígido pilar de cera.

El de cabellos celestes permanecía recostado sin poder moverse, tan sólo permitía que el hombre a su lado continuara con sus acciones sin poder siquiera devolverlas. Estaba ya recostado el otro contra su cuerpo acariciándolo cuando volvió a hablarle.

--¿Ya te cansaste Afrodita?-preguntó en voz medio burlona y besándolo en la punta de la nariz-Tendremos que hacer algo con tu resistencia.

El de ojos celestes sonrió, sintiéndose bien de que hubiera alguien a su lado que lo abrazara y le hiciera bromas y que lo cuidara al menos por unos momentos. El de ojos dorados lo abrazó y no tardó en sentir como algo rígido se pegaba contra su cuerpo.

--¿Cómo es posible Hypnos?

--No es mi culpa, yo no he podido hacer nada Afrodita.

--Yo...

--No te preocupes, me gustó mirarte-lo besó en los labios con sensualidad-Además aún no hemos terminado, aún tenemos esta noche.

El de cabellos celestes se dio vuelta quedando de frente a su compañero, pasando una de sus piernas por encima de las del otro hombre y uniendo sus cuerpos, el de ojos dorados no esperó para recostarse sobre él en la misma cama.

 

 

Vinieron los besos de nuevo y las caricias de piel contra piel, lo que más maravillaba a Hypnos de ese encuentro era que nunca antes se había sentido tan intensamente vivo con nadie, que ese joven debajo de él se le rindiera una y otra vez le encantaba, no estaba  acostumbrado a pesar de todo a ser el que estuviera a cargo de las cosas, hasta ese momento más bien había sido un subordinado y le gustaba ser quien estaba para tomar decisiones.

El de ojos dorados estaba sobre el cuerpo de su compañero pero apoyándose en sus codos pues no quería dejar caer su peso encima del otro joven, lo observó unos instantes grabando ese momento en su memoria para siempre, se besaron de una manera viva y fuerte, a Hypnos le dio la impresión que todo eso de ser sumiso se había acabado en Afrodita y que en ese instante estaba tan deseoso como él de seguir a cualquier costo. Unos momentos más y sus caderas estaban unidas moviéndose para encontrarse constantemente, se estrechaban con fuerza, una especie de aroma muy especial surgía de sus cuerpos, no podían quedarse sin responder e todo eso.

Hypnos sepultó su rostro en el celeste cabello de Afrodita, llegó a su cuello y lo besó para pasar por el pilar blanco que era y llegar hasta la base del mismo y chuparlo fervientemente con su lengua después haciendo círculos sobre la suave piel. El de ojos celestes gemía y se sujetaba con fuerza a su rubio amante, no dudo en llevar sus manos hasta su trasero y sujetarlo con fuerza presionando la anatomía de los dos hasta que ambos gimieron con deseo. Fue el mismo de ojos dorados quien metió una de sus fuertes piernas entre las de su compañero y sintió la forma en que el de cabellos celestes se frotaba contra él por eso.

Ya no podían aguardar más y por ello Hypnos sabía que necesitaba alistarlo un poco más antes de que su mente desertara por completo, tuvo que descender por su cuerpo una vez más y usar su lengua de nuevo para cubrir la ya estimulada y sensible zona, su compañero gemía por las caricias y separaba sus piernas invitándolo a seguir. Sus miradas se encontraron por unos momentos convencidas de lo que iba a suceder.

--Házmelo-susurro Afrodita.

Hypnos no necesitó de más invitaciones, sin esperar por nada tomó las manos de Afrodita para entrelazar sus dedos y sostenerlo contra la cama, entró en él con fuerza de un solo movimiento y ambos gimieron al sentirse, no hubo quietud ni espera, de inmediato el de cabellos dorados estaba montándolo con una pasión desatada y su compañero en vez de sorprenderse pedía más.

--Fuerte Hypnos...más fuerte...--pedía enredando sus piernas alrededor de la cintura de su compañero.

Al escuchar los ruegos del de ojos celestes el de mirada dorada lo complació, la cama cedía a los esfuerzos de Hypnos por complacer a su joven de mirada celeste que hacía que sus cuerpos se unieran hasta que ambos gritaban. No tardó en llevar su mano para encerrar ese firme sexo que no había tardado en elevarse de nuevo, lo frotaba con el mismo ritmo entre rudo y veloz con el que lo embestía, a cada movimiento sus cuerpos se tensaban pero no podían dejar de moverse y entregarse al otro. Se conocían hasta los sitios más íntimos y profundos, viviendo una imperiosa urgencia de satisfacer su necesidad.

Hypnos se sentía rendido ante su propia pasión, encontrando las afiladas caderas de Afrodita con cada movimiento, entrando en esa suave tibieza que era el cuerpo del otro de manera constante en forma fiera y determinada. El de cabellos celestes gemía con voz enardecida en una manera que parecía dolerse pero en realidad lo estaba disfrutando, implorando a Hypnos que continuara y el otro lo hacía, tomándolo con una pasión y fuerza con la que nunca había tomado a nadie, determinado a terminar con toda resistencia que pudiera haber en ese encantador joven hasta dejarlo totalmente a su merced.

Afrodita se sentía como si muriera y renaciera a cada instante, estaba prisionero y no quería escapar, era como si lo torturaran y no deseaba que terminara, en esos momentos Hypnos lo era todo, por ello se entregaba por completo y no podía guardarse nada para si mismo. El de ojos dorados lo tomó por los hombros y se impulsó para entrar más aprisa y con más fuerza en su cuerpo y él lo encontraba a cada embate, entregando pieza por pieza su cuerpo y su alma para quedarse sin nada. Una última vez el de cabellos dorados entró con intensidad en él, devorando sus labios con un feroz beso, al mismo tiempo se sintieron vacíos y llenos a la vez mientras sus esencias se presentaban y un arrollador clímax los reclamó.

Hypnos prácticamente colapsó sobre el cuerpo de Afrodita, refugiándose en su cuello para lograr respirar y buscar el rostro del otro con una sonrisa casi de incredulidad, lo abrazó y los hizo girar sobre las sábanas para que el otro descansara sobre su pecho, abrazados y en silencio por unos minutos. El frío de la noche empezó a apaciguar sus cuerpos y parecía mejor descansar, se metieron bajo las sábanas y lo mejor era dormir.

--Descansa Afrodita.

--Si.

Los dos se relajaron en poco tiempo y se durmieron profundamente.

 

 

Afrodita despertó y trató de estirarse como siempre pero no tardó en sentir que su cuerpo le reclamaba por semejante acción, se sentía cansado y un poco adolorido, entonces la niebla de su mente empezó a despejarse y recordó lo ocurrido en las horas pasadas, se giró para despertar a Hypnos pero descubrió que no estaba en la cama. Se sentó con cuidado tratando de hacerse una idea de lo que pasaba pero su mente se lo respondió a si misma en poco tiempo: se había ido. Hypnos se había marchado mientras dormía.

--Parece que no aprendes Afrodita-se dijo a si mismo.

No le vio ninguna utilidad a levantarse, se refugió bajo las sábanas y se dispuso a descansar un poco más, de nada valía siquiera decirse estúpido por lo ocurrido, eso no ayudaba en nada y ya lo sabía, después de todo ¿Qué esperaba? Recostado como estaba escuchó un sonido particular, se incorporó a medias y se puso atento y en unos instantes alguien lo estaba llamando entrando a la habitación.

--Que bueno que estás despierto Afrodita.

Se acercó a él con unas cosas en una bolsa.

--Traje algo para que desayunes, espero que te guste.

Sacaba comida, un par de cafés en vasos desechables, lo que parecía fruta y pan.

--No había mucho de donde escoger Afrodita y no sé que te gusta desayunar, así que espero que unos croissants estén bien. El que me los vendió los recomendaba con vehemencia.

Pero el de ojos celestes estaba más ocupado tratando de convencerse que en verdad estaba ahí, que había vuelto y le decía todas esas cosas que estaba escuchando.

--¿Todo está bien Afrodita?

--Si.

--¿De verdad?

--Es que pensé...pensé...pensé que te habías ido.

--¿Por qué abría de hacer eso?-se acercó y lo besó en la frente-No te desharás de mí tan fácil Afrodita.

--Hypnos.

--Vamos a desayunar-dijo quitándose el abrigo y los zapatos.

Unos instantes después los dos estaban bajo las sábanas de nuevo tomando el desayuno juntos. Pero mientras desayunaban una duda se formaba en la mente del de ojos celestes.

--Hypnos.

--¿Si? ¿Qué pasa?

--Pues es que no quisiera preguntar tan pronto pero ¿Qué sucederá ahora?

Algo brilló en esos ojos celestes, una muy vulnerable fragilidad que reflejaba todo lo que era Afrodita en esos momentos, eso hizo que una punzada de dolor surgiera en el pecho de Hypnos, al joven a su lado parecía haberle costado mucho el poder preguntar y necesitaba responderle.

--No podrás librarte de mí Afrodita, eso es lo que va a pasar.

--¿Lo dices de verdad?

--No digo cosas que no sean en serio, además he estado pensando en algo.

--¿En qué?

--En que quiero volver a verte Afrodita.

Los celestes ojos se abrieron con sorpresa, pero el otro hombre no iba a dejar dudas.

--Quiero verte de nuevo ¿Te molestaría si lo hago?

--Claro que no Hypnos.

--Entonces volveré a verte.

Lo besó una vez más y con eso quedó sellado el inicio de algo que los haría ser personas nuevas aunque en ese momento no lo sabían.

 

 

Afrodita caminaba a su departamento, estaba soplando la fría brisa de noviembre, se sentía algo cansado, amaba las flores pero dedicarse a ellas era algo complejo, además parecía que la mitad de la ciudad había querido flores y estuvo muy ocupado, no se quejaba, le gustaba su trabajo, era una actividad honesta y le permitía llevar una vida. Una vida solitaria. En su mente se hacía planes antes de llegar a su hogar, un buen baño, cenar un poco, quizás ver algo de televisión. Lo que fuera que lo distrajera de sentir cuan solo estaba sin Hypnos.

Esa relación entre los dos lo llenaba de dudas muchas veces pues no comprendía que alguien como Hypnos (con esos ojos y esa cara y su poder y posición y además era un dios) quisiera estar a su lado. Cierto que había pruebas de ello, cuando le llevaba la cena, que dejara una camisa suya en su departamento, uno que otro cabello dorado en su almohada, todo eso probaba que estaba en su vida pero él no terminaba de aceptarlo. En los momentos como ese en los que no estaba a su lado pues tenía deberes que cumplir lo hacían cuestionarse sobre lo que sucedía pero era mejor dejar todo eso a un lado. Ellos eran muy diferentes y mientras debiera durar duraría.

Pero a cada día que pasaba le parecía a Afrodita que su solitaria imaginación tomaba lugar, que veía cosas que no estaban sucediendo como si Hypnos dijera más de lo que decía o que sus acciones eran más de lo que aparentaban. Prefería decirse ante eso que estaba loco y que veía cosas que no eran, Hypnos simplemente era amable y generoso, aunque hasta ese momento nunca hubiera creído algo semejante de él, pero lo trataba bien, no tenía porqué esperar por nada más, el sexo era increíble y se divertían juntos, no era necesario nada más, si los vientos cambiaban todo seguiría marchando y no sentiría de nuevo lástima de si mismo.

Llegó a la calle en la que estaba su departamento pensando en sus propios asuntos y creyendo que dejaría se hacerse telarañas mentales pero no pudo hacerlo, de repente se quedó quieto y con el corazón latiéndole más aprisa. Una alta figura rubia estaba recargada contra la pared del edificio, cada línea de su cuerpo declaraba su poder y gracia, los últimos rayos del sol brillaban en su dorado cabello y el de ojos celestes tuvo que preguntarse si alguien había conjurado una visión de ese hombre a base de luz y aire. Entonces, como si supiera que era observado, el de ojos dorados volteó, se quedó erguido y esperando, casi sonriendo, con eso el que llegaba se olvidó de que estaba cansado y caminó hacía él.

Al quedar cercanos Hypnos lo abrazó y lo besó hasta dejarlo sin aliento, por unos segundos después de que el beso terminara aún se quedaron abrazados, muy cercanos, el de ojos celestes los cerró permitiéndose el sentirse perdido delante de el otro y sin pensar ni sentir nada más allá de ese momento.

--Hola-dijo Hypnos finalmente.

--Hola-respondió el otro mirando hacia arriba--¿Qué haces aquí?

--Quería verte.

--No esperaba verte hoy.

--¿Interrumpo tus planes?

--No digas tonterías, nunca tengo otros planes que no seas tú.

Pero al decir eso le pareció que había dicho demasiado, como si fuera algo que no debía admitir, tan sólo le quedaba esperar que eso se hubiera escuchado como una broma y no como una confesión. Pero Hypnos se limitó a sonreír y a hacerle más sencilla la conversación a su compañero.

--Estuve dando vueltas por el lugar Afrodita. Como tú estabas trabajando tenía que encontrar algo en que ocuparme.

--¿Y qué estuviste haciendo?

--Buscaba una residencia, ya que sigo viniendo por los alrededores me hace falta.

--¿Quieres una casa Hypnos?

--Si, por si no te has dado cuenta cada que los dioses andamos por estas tierras siempre buscamos un lugar en donde establecernos.

--Tienes razón ¿Encontraste algo?

--Lugares interesantes, particulares pero no lo que tenía en mente cuando empecé con esto.

--Estoy seguro que encontrarás algo a tu gusto Hypnos pero mientras y si no te importa ¿podemos subir?

--Esperaba que lo pidieras Afrodita.

Con eso ambos dirigieron sus pasos a las escaleras y subieron con un poco de lentitud por las escaleras del viejo edificio.

 

 

Al entrar al apartamento el de cabellos celestes se dijo que no estaba hecho un desorden pero tampoco era de lujo, de todas maneras a su compañero de mirada dorada eso no parecía importarle.

--Estar aquí me hace darme cuenta que era lo que le faltaba a los otros sitios.

--¿Qué Hypnos? ¿Pisos descuidados? ¿Escaleras oscuras?

--No estás tú.

--Claro.

Trató de sentir que era una broma pero en realidad el de mirada celeste sentía que su garganta se cerraba a esas palabras, diciéndose mentalmente que sólo era la forma de ser de Hypnos, no era nada más, no significaba nada.

--Te ves cansado Afrodita.

--Fue un día ocupado, eso es todo.

--Descansa un poco, te daré algo para beber.

Con eso el de cabellos celestes obedeció, mientras se sacaba las botas que usaba para trabajar el de ojos dorados fue al refrigerador y sacó una botella de agua saborizada, regresó al lado de su compañero y se la dio, el otro la bebió aprisa y agradeció tener a alguien que al menos por unos instantes estuviera ahí después de un largo día. Pero tampoco estaba dispuesto a acostumbrarse.

--Así que ¿Qué hay de nuevo en tu vida?-preguntó Afrodita.

--Tuve una reunión con el señor Hades-respondió Hypnos.

--¿Qué pasó?

--Aparentemente debemos involucrarnos más en este nuevo mundo que nos rodea y tomar otras responsabilidades.

--¿Eso qué significa?

--Pues verás Afrodita, como ya no hay guerra y ya no es necesario que encabece ejércitos ni tenga listos los Elíseos para acabar con alguien debo hacerme una especie de gobernador.

--¿Qué?

--Le dije al señor Hades que no me siento cómodo con la idea de estar viajando constantemente, prefiero supervisar Elíseos.

--Se escucha importante Hypnos.

Y fue todo cuanto pudo decir pues no le gustaba el giro que estaban tomando los acontecimientos.

--Afrodita-dijo el otro tomándolo de la mano--¿Qué estás pensando?

--Nada.

--Ya veo.

Se quedaron mirando directamente en silencio, la tensión inundaba el ambiente y cuando el de ojos dorados quiso acariciar su rostro el de cabellos celestes lo rechazó.

--Supongo entonces que te irás Hypnos.

--Es parte de mis deberes Afrodita.

--Está bien.

--No suenas muy convencido.

Pero un rígido silencio fue su respuesta.

--¿Qué sucede Afrodita? Dime qué estás pensando.

--Nada, ya te lo dije.

--No me mientas.

El tono fue definitivo, entre autoritario y firme.

--Me siento cansado Hypnos.

Esa parte era verdad, estaba cansado de esperar y no obtener nada, de creer y que no se cumpliera, de estar cerca del hombre equivocado cada vez.

El de ojos dorados acarició su mejilla y le habló con suavidad.

--Dime lo que piensas Afrodita.

--Si haces lo que se te ordena ya no volverás Hypnos pero después de todo es tu deber.

El de cabellos dorados lo estrechó entre sus brazos y el de mirada celeste se quedó muy quieto sintiendo su calor y su presencia, esa cálido y abrigador abrazo que lo protegía de todo, incluso de si mismo, aunque fuera sólo por un instante.

--Aunque sea mi deber eso no quiere decir que no podré volver a verte Afrodita.

--Si, al principio.

--¿Qué quieres decir?

--Que tendrás la vida que siempre has tenido y será lejos ¿No lo ves? De nuevo Hades está interviniendo en mi vida, está alejándote de aquí.

--Esto no se trata de ti Afrodita. El señor Hades me dio una orden que cumpliré pero nada más, no me alejaré de ti.

--Claro.

--Tienes que confiar en mí.

--Supongo que harás lo mejor que puedas.

--¿Por qué te cuesta tanto creerme?

--Quizás es mi naturaleza.

Pero el de ojos dorados hizo que se miraran de frente, de manera directa, y eso sacudió al de ojos celestes, no le gustaba sentirse de esa manera frente a Hypnos, el otro parecía cercarlo y derribar sus defensas y no quería eso, no quería quedar a la voluntad de él, no quería necesitarlo y quererlo con esa intensidad. Entonces el otro se acercó y lo besó con ternura en los labios, marcando con su lengua su boca y eso lo hizo estrecharlo con fuerza, como si fuera algo que lo sostenía en pie. El beso se terminó y volvieron a mirarse, el más alto acariciaba su cabello para volver a hablarle.

--Tienes que confiar en mí Afrodita.

--Quisiera hacerlo Hypnos.

Y aunque las palabras Pero No Puedo no fueron pronunciadas entre los dos quedaba el sentido de que estaban siendo pensadas. Ante eso el de ojos dorados bajó su mirada, como si no supiera que más hacer, y el de cabellos celestes no soportaba ver eso, quería creer en lo que le había dicho pero ya había pasado por demasiadas decepciones para creer con facilidad en nadie. Por el momento entre ellos había compañía y sexo y él se conformaba con eso, no se atrevía a pedir más, era un riesgo que no estaba listo para enfrentar pero también sabía que si dejaba las cosas como en ese momento Hypnos sentiría que no le importaba y tampoco deseaba eso.

--¿Sabes?-preguntó Afrodita-No tiene sentido que busques una residencia fuera si vas a estar a cargo de Elíseos.

--No, supongo que no.

--No estoy diciendo que no te quiero aquí.

--¿Qué estás diciendo entonces?

El de cabellos celestes fue a su habitación y regresó unos momentos después ante la dorada y expectante mirada del otro hombre, tomó su mano y dejó algo en su palma, el otro vio lo que era y tuvo que preguntar.

--¿Qué es esto Afrodita?

--Es una llave Hypnos.

--Eso ya lo sé, quiero decir ¿Qué significa?

--Que cuando estés por aquí, si quieres, puedes abrir esta puerta.

--¿De verdad?

--Si, creo que si quieres puedes venir y estar por aquí Hypnos. Pensé que sería lindo, eso es todo.

--Gracias.

Acarició su cabello celeste de nuevo y el otro joven jamás pensó escuchar que alguien como Hypnos le daría las gracias por nada.

--¿Te quedas esta noche?-preguntó Afrodita.

--Me encantará quedarme está noche.

Volvieron a besarse con intensidad, quien sabía lo que sucedería a futuro no eran ellos, pero con el presente les bastaba, por el momento al menos.

 

 

Los días corrían y se hacía más intenso el frío, Afrodita caminaba rumbo a su departamento y trataba de omitir el helado aire que soplaba, en cierta forma le recordaba al clima que había vivido cuando pequeño, en su natal Suecia, pero después vivió en el Santuario donde el clima era cálido. Y ahí estaba, no llevaba guantes ni bufanda, sólo una chaqueta. Por unos instantes pensó en que Hypnos se disgustaría de verlo no muy atento a su mismo pero el de ojos dorados no sabría nada de eso. Tampoco estaría esperándolo ni lo recibiría con un abrazo, no estaría ahí para hacerlo sentir su calor.

Se sintió disgustado, ese infeliz de Hades, lo había llamado y justamente en esas fechas ¿Por qué tenía que haberlo llamado tan cerca la navidad? Sabía que en realidad Hades no se hubiera tomado tantas molestias sólo para fastidiarlo a él pero no podía evitar sentirse así. Metió las manos a los bolsillos de la chaqueta y siguió con su camino, preguntándose que podía ser tan importante para que Hypnos no estuviera a su lado en esas fechas justamente. El de cabellos dorados no podía estar con él y él no podía estar con Hypnos. Claro que el otro había prometido regresar pero era la noche de navidad y estaría solo. Como siempre.

--¿Por qué habías esperado que fuera diferente?-se preguntó Afrodita.

En esas semanas anteriores el de cabellos dorados había estado cumpliendo cabalmente con lo que Hades le ordenaba, eso incluía que a veces debía enderezar lo hecho por Thánatos que era más impulsivo en sus acciones y la verdad no ayudaba mucho que fuera un diplomático de Hades con otros dioses, así que aunque no quisiera el de ojos dorados había terminando siendo una especie de embajador para el de cabellos oscuros ante los otros reinos y dioses y lo hacía perfectamente. El de cabellos celestes lo había apoyado para que aceptara pues había visto claramente que el de ojos dorados a veces se frustraba en una labor que consideraba de Ama de llaves, eso y que su hermano anduviera siempre creando enredos. Era alguien que necesitaba de un papel más desafiante en su vida.

A pesar de lo mucho que detestaba que el de cabellos dorados no estuviera a su lado entendía que el otro necesitaba sentirse útil, deseaba seguir una vida activa, aunque no le gustara compartirlo debía hacerlo. Eso y que no podía evitar decirse que por más que lo negara Hypnos pertenecía más a esos círculos de poder que a su lado. En medio de esos pensamientos llegó a su edificio y se detuvo unos minutos para mirar su ventana, estaba a oscuras pero sabía que había algo de brillo en ese sitio, el propio Hypnos se había encargado de que fuera así. Hacía unos días de eso.

Había llegado a su departamento y al entrar se encontró con que Hypnos estaba ahí y muy ocupado en poner en su sitio algo.

--¿Qué es eso?-preguntó Afrodita.

No se creía que había un árbol de navidad en el lugar, llegaba del suelo al techo y que a un lado había varias cajas de adornos y luces.

--Que bueno que llegaste Afrodita.

--¿Qué hace todo esto aquí Hypnos?

--Pues vi que la gente estaba entusiasmada con esto, pensé que te gustaría.

Sin poder decir nada el de ojos celestes se acercó y su compañero seguía hablándole mientras le daba un beso de bienvenida, parecía que el de cabellos dorados no comprendía bien ese asunto de la navidad pero admitía que parecía importante. Se convenció que lo era cuando Afrodita lo abrazó con alegría.

--Es una noche perfecta para adornarlo Hypnos.

De inmediato abrieron las cajas y el de cabellos celestes se veía sonriente, eso fue suficiente para el de ojos dorados que no le interesó demasiado el porqué la gente festejaba esos días. Pero conforme lo hacían el de Piscis empezó a recordar algunas cosas y eso lo puso melancólico, de inmediato su compañero se dio cuenta.

--¿Qué sucede Afrodita? Sí estás cansado...

--No, no es eso. Sólo es que nunca tuve uno de estos Hypnos.

--¿Un qué? ¿Un árbol?

--Si. Supuse con el tiempo que esto era para otra gente, no para mí, cuando niño los veía en otros sitios por las ventanas de las casas y me hubiera gustado tener uno, eran bonitos.

--Afrodita...

--Pero mi vida en esos momentos no era exactamente para pensar en árboles de navidad.

--Bueno, ahora los dos sabremos lo que es tener uno.

Diciéndole eso el de ojos dorados se acercó y lo abrazó para besarlo en la mejilla. Terminaron de decorar el árbol, después, pues hubo un pequeño intermedio amoroso pero desde ese momento el adornado árbol estuvo ahí y era encendido cada noche, Afrodita veía la ventana iluminada y sabía que Hypnos estaba ahí esperándolo.

Al menos fue así hasta esa noche en que llegó y la ventana estaba a oscuras, se apresuró a entrar y tan sólo encontró una corta nota de parte de Hypnos en la que le explicaba que algo muy urgente se había presentado, le aseguraba que lo lamentaba y que regresaría pero no podía dejar pasar lo que estaba ocurriendo.

Había dejado la ventana a oscuras desde entonces.

Afrodita no se sentía bien, nada bien, estaba irritado, no quería sentirse así pero era como se sentía, empezaba a creer que lo que tenía con Hypnos era diferente, que en verdad era algo,  pero no era así; aunque una parte de si mismo defendía al de cabellos dorados, él no se había marchado por su propia voluntad, tenía deberes y responsabilidades que iban más allá de su control y eran más importantes que juramentos hechos a un compañero de cama. Eso era lo que se obtenía por involucrarse con un dios. Al menos trataba de consolarse con lo escrito en esa nota: él prometió volver.

Entró a su departamento refugiándose del frío, no parecía que nada hubiera cambiado en ese sitio. Preparó su cena y cuando terminó lavó los trastos, parecía que no quedaba nada por hacer que no fuera descansar así que fue a su habitación y esperaba poder dormir, se desvistió y se puso la ropa que usaba como pijama,  entró a la cama y se cubrió con un desgastado pero abrigador cobertor en color azul agua. Recordó que Hypnos había querido comprarle uno pero él no aceptó, le dijo que cuando él pudiera pagarlo lo compraría pero no era por ese motivo que no había querido desecharlo. En realidad era el mismo cobertor que estaba en su cama la primera vez que estuvieron juntos, quizás era sentimentalismo pero le gustaba por eso.

La noche seguía y Afrodita sentía frío, no por el clima, era por la soledad, por ese lado vacío en su cama que solamente Hypnos podía llenar, pasó una hora y se convenció que no dormiría, decidió levantarse y se cubrió con el cobertor por sus hombros y su espalda como si fuera un mantón. Primero pensó en ver televisión pero no se animó, terminó por ir frente al árbol de navidad y encendió las luces, las vio encenderse y apagarse y al final terminó sentado frente a ellas en el suelo como niño que hace guardia tratando de sorprender a Papa Noel.  Pero en realidad pensaba en Hypnos, en cuanto lo extrañaba y que deseaba que estuviera a su lado en ese momento, que sería increíblemente hermoso poder estar con él y apoyar su cabeza contra su hombro.

Su mirada celeste cayó en la parte baja del árbol, le hubiera gustado hacerle un regalo a Hypnos pero al final no tuvo ninguna idea ¿Qué podía darle a alguien que regía sobre los Campos Elíseos? No podía competir contra eso. Al final se dijo que era una tontería estar así, esperando a que el de ojos dorados regresara, por más navidad que fuera, el otro ni siquiera entendía porqué era importante para la gente y se lo había dicho. No era sino una fiesta más, por lo tanto esa era sólo una noche más. Terminó durmiéndose en el suelo.

 

 

Hypnos apenas sentía que podía contenerse de subir a toda prisa las escaleras, había visto la hora por lo menos siete veces en los últimos diez minutos, estaba contento, radiante, feliz, sentía que todo lo hecho en las horas anteriores había valido más que la pena cuando estaba en ese sitio, ahora podía estar con Afrodita. De lo que llevaba lo que más le interesaba era una breve carta que guardaba celosamente junto a su corazón, llevó su mano para sentirla una vez más y asegurarse que seguía en su sitio; no podía sino preguntarse como reaccionaría Afrodita ¿sería con su suave carácter sumiso? ¿O acaso ese impredecible ser que a veces lo sorprendía? Lo que fuera le encantaría descubrirlo.

Con todo el cuidado del mundo  sin hacer ruido el de cabellos dorados entró, el lugar parecía a oscuras de no ser por las luces del árbol brillando, dejó lo que llevaba  aun lado sin quitarse siquiera el abrigo, se dirigió al dormitorio de inmediato pero se encontró con algo en el camino. Vio a Afrodita ahí. En un primer momento se sorprendió pero después sonrió, no sabía que haría ahí pero si sabía porque esa fecha era importante y porque la gente a veces actuaba como actuaba, incluso había comprendido el porque de ese deseo de Atenea de pelear a toda costa por la gente y que era lo que hacía especial a las personas. Todo eso lo había comprendido al lado del de ojos celestes.

Se acercó a Afrodita con cuidado, sin esperar por más se acercó a sus labios y lo besó. El suave contacto hizo que el de ojos celestes despertara, por unos momentos su mirada fue de sorpresa absoluta para después convertirse en una de alegría.

--Hypnos... ¡Hypnos! ¡Estás aquí!

Se abrazaron de inmediato sonriendo.

--Te prometí que regresaría Afrodita.

Se besaron con alegría sin que pareciera importar nada más en el mundo, al menos a ellos dos nada más les interesaba en ese instante.

--Realmente estás aquí Hypnos, regresaste.

--Estoy aquí Afrodita.

Se besaron de nuevo pero al separarse el de ojos dorados tenía algo que preguntar.

--¿Me extrañaste?

--¿De verdad lo tienes que preguntar?

Era evidente en esa celeste mirada que lo había extrañado.

--¿Qué es lo que más extrañaste de mí Afrodita?

--Pues...

--Dime.

--Estar a tu lado, sentir que estabas aquí, poder recargar mi cabeza en tu hombro, dormirme y saber que estarías ahí cuando despertara, sentarme a ver la televisión y que estuvieras a mi lado y...y...

Hypnos estaba sorprendido, no se esperaba esa respuesta, pero se daba cuenta que era la más honesta que podría recibir. En realidad Afrodita raramente decía algo sobre sus emociones y necesidades, como si no deseara que hubiera vínculos entre los dos.

--También te extrañe-dijo el de ojos dorados-Está haciendo frío, será mejor ir a la recámara.

No tardaron en esa parte del plan, llegaron a la cama y el de cabellos celestes no tardó en ocupar su sitio para después observar como su compañero empezaba a desvestirse.

--También extrañé esto-dijo Hypnos abrazándolo contra su cuerpo.

--¿De verdad?

--Si. Quería estar a tu lado como nada en este mundo.

--¿Por qué? Estaban en los Campos Elíseos ¿Qué podría faltarte ahí?

--No estabas tú Afrodita, eso era lo que me hacía falta.

--Por supuesto.

--Es verdad, no tienes idea de cuanto te extrañaba Afrodita, tan sólo poder estar a tu lado y sentirte.

Y dijo eso abrazándolo con ternura.

--¿Porqué parece que lo dices como si yo fuera lo mejor de tu existencia Hypnos?

--Porque lo eres Afrodita, porque eres lo más importante de mi vida...

--Yo...

--Porque te amo.

Pero Afrodita se rió, como si fuera una broma, cuando sus miradas se encontraron el de los ojos celestes se sorprendió.

--No es una broma.

--Hypnos.

--Nunca haría una broma con eso-dijo con tono terriblemente serio el de cabellos dorados--¿Qué suponías que sentía?

--Pues...no sé...tú sabes...nos divertimos...sólo eso...

El de cabellos celestes vio como esos ojos dorados se oscurecían por la indignación en el otro.

--¿Eso es lo que crees Afrodita? ¿Crees que es sexo solamente para mí? ¿Es lo que soy? ¿El tipo con el que tienes sexo?

--No sé...Es diferente contigo, la manera en que me tratas y todo lo demás...pero no sé...

--¿Qué es lo que sabes entonces?

--Que cuando estás conmigo es todo lo que me importa y que me duele el estómago cuando te vas y que cada vez que eso sucede no dejo de tener miedo porque tal vez no vuelvas.

El rostro de Afrodita estaba encendido cuando dijo esas palabras.

--¿Porqué entonces parece que no te gusta lo que te dije?

Pero en ese momento el de ojos celestes hizo a un lado las sábanas para levantarse y alejarse de su compañero.

--Afrodita-lo llamó con tono autoritario el otro-Ven aquí. Esto no se ha terminado.

--No eres mi dueño, no tienes derecho a ordenarme nada.

Sin más el de ojos celestes se alejó pero el de ojos dorados salió de inmediato tras él y lo estrechó por la cintura atrayéndolo contra él, al verse de frente ambos respiraron agitados y necesitaban hablar.

--¿Qué es lo que sucede Afrodita? ¿Por qué estás enfadado? ¿Por qué huyes de mí?

El de cabellos celestes se negaba a hablar, como si fuera un animalito asustado y con suavidad se apartó del otro que lo dejó ir pero no lo perdió de vista, más bien esperaba por la oportunidad de saber qué le pasaba a su compañero.

--Háblame Afrodita, no me apartes.

--No se trata de ti Hypnos, soy yo.

--¿De qué hablas?

--Por favor, tan sólo míranos, tú eres tan perfecto y yo...yo no soy alguien que estará a tu altura, ya ni siquiera soy un caballero. No hay un lugar en tu vida para mí.

--Eso lo debo decidir yo.

Pero el rostro de Afrodita se hizo una mezcla de desconsuelo y pena, entonces el de cabellos dorados se acercó y lo abrazó de nuevo para tomarlo por la barbilla y hacer que lo mirara.

--Eres indescriptible Afrodita, y eres bellísimo, alegre, independiente, gracias a ti he entendido por fin lo que hace especial a la gente, porqué estás fechas importan, me has enseñado un nuevo mundo y quiero tener esta nueva vida contigo. Te amo pero parece que tú tratas de encontrar razones para no creerme. Déjame amarte, por favor.

--Hypnos-dijo recargando su frente en su pecho-Estoy solo, no tengo nada que dar, ya no soy siquiera un servidor del Santuario, no soy nadie ¿Por qué quieres a alguien así?

--No tienes que entregar nada, no es un negocio, se trata de querernos solamente.

--¿De verdad? ¿Es lo que en verdad quieres?

--Si.

Sus miradas brillaban y se besaron de nuevo, ya no había resistencia ni lucha, Afrodita no dijo nada mientras su compañero lo tomaba en brazos y lo llevaba de nuevo a la recámara, no quedaba rastro del miedo o la creencia de no ser iguales.

 

 

El de ojos dorados recostó con cuidado a su compañero sobre la cama, no usaban demasiada ropa pero prefirió apartarla con cuidado sin dejar de mirar a su compañero quien parecía aún mostrarse un poco inquieto pero estaba seguro que confiaba en él, en sus sentimientos y en la sinceridad de sus palabras. Para Hypnos no había sido sencillo convencerse de lo que sentía pero lo había logrado, cuando no quedó otra manera de explicar lo que sentía, lo que lo hacía volver al lado de Afrodita cada vez, tuvo que sincerarse consigo mismo y saber que no hay manera de escapar de nuestro corazón. Así que se dedicaría a tener a ese maravilloso joven con él sin importar nada más.

El de cabellos celestes sintió las suaves y decididas manos del otro recorrerlo, apartar la ropa y él estaba más que dispuesto a lo que le pidiera, ahora sabía que no se trataba del sexo o de la satisfacción de un deseo, era en verdad estar con alguien y compartir su intimidad, no la física como hasta ese momento había creído sino una más completa, una que le había sido negada por sus compañeros anteriores. Así que permaneció recostado mientras el de ojos dorados lo desnudaba y cuando los dos estaban completamente desnudos sintió su piel contra la suya.

--Hypnos.

--Estoy aquí Afrodita, estoy aquí para ti.

Como si buscara cerciorarse de ello el de ojos celestes pasó sus brazos por la espalda del otro y lo besó con intensidad en los labios, beso que le fue correspondido de inmediato al mismo tiempo que unas firmes caricias recorrían su cuerpo. De las caricias pasaron a otro tipo de besos, de los que cubren otras partes del cuerpo y son también muy placenteros, los labios de Hypnos bajaban por el cuello y el pecho de Afrodita, llegaron a su abdomen y con asombrosa suavidad tocaron su abdomen y descendieron un poco más, alcanzando su sexo que empezaba a erguirse, le dio unas tiernos besos en la cabeza para después acariciarlo con la punta de su lengua, despertando sensaciones de placer intensas.

Con sus fuertes manos Hypnos separó suavemente los muslos de Afrodita, no dejó de atender su erguida masculinidad pero ocupó sus dedos en la labor para llevar sus labios a la íntima masculinidad del de ojos celestes, lo besó y lo acarició haciéndolo estremecer y gemir suavemente; en medio del apasionado asalto el de mirada celeste se incorporó en sus antebrazos para poder ver lo que el otro hacía, le encantó ver como esos dorados cabellos que coronaban la cabeza del otro se movían de manera entusiasta y las caricias de esa boca y esos dedos lo rindieron, tuvo que acostarse de nuevo mientras disfrutaba de las atenciones de su compañero.

A Hypnos le gustó sentir que Afrodita estaba listo para algo más y por eso dibujó con su lengua la entrada al pasaje de sus deseos, lo rodeaba y lo penetraba apenas un poco para retirarse y seguir besándolo, convencido que estaba listo llevó uno de sus dígitos a la intimidad y la traspasó moviéndose con lentitud para estimularlo y excitarlo más. El de los ojos celestes sentía como estaba siendo tratado y no podía sino disfrutarlo, esas caricias eran intensas y sensuales, se dejaba guiar por su compañero y acarició sus dorados cabellos para pedirle que no se detuviera, intentaba moverse para hacerle más sencilla su labor pero no le era sencillo ordenarle a su cuerpo nada ya que se encontraba a la merced del otro.

Al separarse y mirarlo los ojos dorados se sorprendieron un poco, había estado así antes con su compañero pero en ese momento le daba la idea que estaba más hermoso que nunca, con una especie de brillo que le daba el haberse decidido a compartir realmente su existencia con la suya. Decidido a no aguardar más para sentirlo de nuevo y entregarse a la vez se acomodó con lentitud entre los delineados muslos del de ojos celestes y buscó su rostro para besarlo, con caricias tiernas y delicadas siguió frotando su cuerpo por completo contra el del otro, hizo que su propia excitación se diera a conocer pero antes de continuar llevó dos de sus dedos al interior de la cálida intimidad del de Piscis.

Un entregado Afrodita gimió suavemente al sentir como entraban en él esos dos dígitos y se movían suavemente buscando complacerlo, presionando suavemente y dilatándolo, tocando sitios sensibles que lo hacían curvarse sobre su espalda y buscar que su compañero entrara en él, frotó uno de sus muslos contra los del de cabellos dorados y le susurró algo sobre hacerle el amor. Ante esa petición no pasó mucho para que sintiera que los dedos se retiraban y una conocida presión se acomodaba contra su intimidad, se abría paso lentamente y reconocía su estimulado pasaje con sensualidad.

Lentamente y con cuidado Hypnos entró en Afrodita, lo invadió con gentileza y se quedaba muy quieto permitiendo que el otro se ajustara a su cuerpo y se acostumbrara a él, deseaba sentirlo y estrecharlo, hacerle el amor con pasión pero debía darle tiempo a su joven y no abrumarlo. Sentía su erguido sexo completamente refugiado en esas íntimas paredes, siendo estrujado con amor y no pudo contenerse más, comenzó a moverse despacio, no había porque apresurarse. Buscó el rostro de Afrodita y lo besó con pasión, quería tenerlo y sentirlo, pero más que nada quería hacerle saber cuanto lo amaba.

Entre los dos dio inicio una apasionada y delicada armonía en la que sus cuerpos se entregaban por completo, se abrían a lo que era el otro, quedándose en una especie de desnudez de su alma que los hacía sentirse amados y amantes, no contaba que fuera más lenta que ninguna de sus experiencias anteriores, fue mejor que cualquier encuentro de su vida, fue con amor, verdadero amor y no sólo deseo y lujuria, se estrechaban con fuerza para no separarse y disfrutar hasta lo máximo su cercanía. Hypnos llevó una de sus manos alrededor de firme sexo de su compañero que estaba entre sus abdómenes y lo frotó con maestría y necesidad, escuchó a su compañero gemir de manera ahogada y abrazarlo más férreamente.

Los cuerpos de ambos se empezaron a tensar, sus músculos respondieron al llamado del deseo alistándose para el clímax, dichosos los dos de saberse entre los brazos de su compañero, un hombre que los amaba y quería estar en su vida fuera cual fuera el camino que eligieran. Buscaban respirar y sus gemidos se hicieron más bajos, sus cuerpos se movían con mayor lentitud mientras una fuerza ajena a ellos presionaba por liberarse, su necesidad era más profunda y no había manera de contenerla, unos movimientos más, unos embistes con precisión y se vieron liberados en un penetrante esplendor que los dejo sin ver y sin habla, sus existencias estaban más vivas que nunca mientras se estrechaban al calor de su orgasmo.

Por unos momentos más ese deslumbrante orgasmo los dejó desarmados, con algo de tiempo lograron recobrarse y se dieron cuenta que seguían juntos, pero al poder separarse se quedaron mirando sin decirse nada, no hasta que el de ojos celestes habló.

--No sé porqué me costaba trabajo admitirlo Hypnos.

--Ya no importa, ahora estamos juntos Afrodita-lo besó con suavidad mientras abandonaba su cuerpo-Por ahora es mejor descansar.

--Podemos seguir hablando.

--Descansa, mañana hablaremos de todo.

--Está bien.

De hecho no tardó mucho el joven en dormirse en los brazos de su compañero, éste por su parte lo observaba descansar, esperaba con ansiedad el mañana, todo lo que era su futuro dependía de ello.

 

 

Por la mañana Afrodita despertó, lo primero que notó era que su compañero no estaba, se incorporó un poco y se puso su ropa de la noche, estaba por salir cuando el de ojos dorados entró.

--Que bueno que despiertas-dijo el de ojos dorados-Toma-le extendió una taza de café.

--Gracias.

Mientras el de cabellos celestes lo bebía se dio cuenta que el otro parecía esperar por algo.

--¿Qué sucede Hypnos?

--Es sólo que quiero que abras tus regalos.

--¿Cuáles regalos?

--Los que te esperan.

Con su mirada celeste desconcertada el joven dejó la taza de café a un lado y se dirigió al árbol de navidad para encontrarse con que efectivamente había regalos ahí.

--Hypnos.

--Anda, ábrelos.

Sin más le extendió un paquete que el de ojos celestes parecía no terminar de creer que era suyo.

--¿De verdad es para mí?

--Por supuesto que lo es Afrodita.

--¿Qué es?

--Si lo abres lo sabrás.

--No estoy acostumbrado a esto.

--Yo tampoco pero intenté hacerlo lo mejor posible.

--Sé que lo hiciste Hypnos.

Con cuidado el de Suecia abrió el paquete y sacó lo que le pareció un broche, era una rosa dorada perfectamente trabajada.

--¿Cómo conseguiste esto Hypnos?

--Tengo mi forma de obtener las cosas, recuerda que estoy en los Campos Elíseos Afrodita ¿te gusta?

--Es perfecto pero no puedo aceptarlo, debe ser muy costoso.

--Tienes que aprender a aceptar que voy a malcriarte, esto es sólo algo que te mereces.

--Eres demasiado bueno para mí ¿lo sabías?

--Eso es imposible. Ahora abre este.

El de mirada celeste abrió más regalos de los que creía había abierto en toda su vida, recibió una perfecta caja musical de ébano, una capa de piel plateada, un exótico aceite que olía a lilas, pensamientos y violetas, un espejo bruñido y labrado, un bonito cuadro de arena pintada con su constelación guardiana, unas finas sandalias muy suaves, un antiguo libro sobre rosas desérticas, un brazalete dorado y un collar de corales celestes como sus ojos. No pudo sino reconocer que el otro había puesto mucha atención a lo que le gustaba. Sentía que era demasiado ¿Qué le había dado él a Hypnos en cambio?

--¿Qué sucede Afrodita?

--Perdona, pensaba en que me gustaría darte algo también.

--Ya lo hiciste-dijo acariciando su mano-Y no me debes nada.

--Eres muy especial.

Un instante más y se estaban besando para después separarse.

--Termina de abrir tus regalos Afrodita.

En eso abrió una caja que se veía de mayor tamaño que las demás, encontró que era ropa, era un juego de piezas blancas con bordados plateados y muy formales, no entendía el porqué de eso, era muy elegante para él.

--Es muy bonito Hypnos pero no creo tener un sitio adecuado para usarlo.

--Lo tendrás.

En eso le extendió la carta que tanto había deseado darle.

--¿Qué es esto?-preguntó el de Piscis.

--Un regalo más, de parte de Atenea.

--¿De la señorita Saori?

--Así es.

Con manos un poco temblorosas abrió la carta y la leyó tan aprisa como pudo pero parecía no creerlo.

--Es imposible-dijo Afrodita.

--No lo es-le aseguró Hypnos-Cuando me fui lo hice con la idea de obtener esa carta, hablé con Atenea y creo que ella tan sólo deseaba una oportunidad para hacerlo.

En esos días lejos el de cabellos dorados había buscado a Saori y le expuso que deseaba que se levantara la pena de destierro sobre Afrodita, la de cabellos morados aceptó pero sabía que todos los que lo habían condenado debían estar de acuerdo y puso manos a la obra, habló con todos y cada uno aunque el que más trabajo le costó convencer fue Hades pero lo logró. Las firmas de todos los dioses estaban ahí, levantando la ordenanza que sobre él pendía. También Death Mask fue perdonado.

--¿Sabes lo que esto significa Hypnos?

--Si, que estás perdonado, que eres de nuevo un caballero dorado del Santuario pero si no lo deseas no tienes que regresar. Que eres libre de elegir el destino que quieras y de ir adonde lo desees.

--Parece imposible, parece un sueño.

Sin poderlo evitar una lágrima se deslizó por su rostro que fue limpiada por el de cabellos dorados.

--Dime Afrodita, ahora que eres libre de decidir tu destino ¿vendrás conmigo?

--¿Ir contigo? ¿Adonde?

--A los Campos Elíseos.

--Hypnos.

--Quiero que vengas conmigo, que estés a mi lado, que compartas tu vida con la mía.

--¿De verdad quieres que vaya contigo Hypnos?

--Si.

Afrodita permaneció en silencio unos segundos para después mirar directamente a los ojos dorados de su compañero.

--Quiero estar contigo Hypnos.

Un momento después se abrazaron y se besaron, dejando que la felicidad los llenara, fue justamente en medio de esos sentimientos que quedaba algo por decir, dos palabras que eran tan importantes de decir como respirar para el de ojos celestes.

--Hypnos.

--¿Si?

--Te amo.

Por un instante fue el de cabellos dorados quien se quedó sin habla pero cuando regresaron las palabras a él sólo una salió de sus labios.

--Gracias.

 

 

Afrodita observaba el sitio, era enorme, el salón ante sus ojos era más espacioso que ninguno que hubiera visto en su vida, de alguna manera se sentía muy solo estando en ese sitio. Los demás que se encargaban de la propiedad parecían no perder un solo movimiento de lo que él hiciera y eso lo inquietaba un poco pero no los culpaba, sin duda se veía fuera de lugar en ese sitio, los pisos de mármol blanco y las columnas perfectas, los candelabros de cristal y las bellas paredes tapizadas, nada de eso era para él.

En ese instante los muebles estaban siendo acomodados en otra habitación, parecía que esperaban por sus instrucciones y señaló el sitio en el que le parecía que luciría mejor la mesa, la enorme y elegante pieza ahora tenía su sitio y se alegraba de que fuera así pues Hypnos en persona le había dicho que era una reliquia suya, si algo le sucedía él nunca se lo hubiera perdonado.

--¿Señor?

--¿Si?-preguntó Afrodita

--¿Donde desea que coloquemos lo demás?

En ese instante el de ojos celestes reconoció las cajas, eran de sus cosas, por un momento se sintió enrojecer, no había espacio para nada de eso ahí.

--En otra habitación-dijo Afrodita-No va a utilizarse.

--Muy bien señor.

Por unos momentos más contempló el lugar, había tantas habitaciones y él no terminaba de estar seguro que fuera una buena idea que Hypnos lo dejara a cargo, cuando fue un caballero y tuvo su templo sentía que era un sitio suyo, que merecía, pero en ese lugar le daba la impresión que no estaba a la altura. De todas maneras se esforzaba pues era de Hypnos y deseaba que se sintiera complacido.

Era una residencia hermosa pero no era un hogar. Extrañaba su departamento, era pequeño y barato pero no importaba y cuando estaba con Hypnos parecía se todo lo que necesitaba de la vida, en ese lugar...simplemente sentía que no tenía que ver con es sitio.

--Disculpe señor-lo interrumpieron de sus pensamientos.

Tuvo que seguir encargándose de unas instrucciones hasta que la labor estuvo terminada y finalmente pudo irse a descansar un rato. Le pareció mientras subía las escaleras que sus botas hacían demasiado ruido sobre el pulido suelo. Al llegar a lo que era el dormitorio principal se relajó un poco pero no mucho, a cada paso sentía como si estuviera representando una mascarada y fueran a descubrirlo.

Terminó por recostarse en un amplio y cómodo sofá admirando la habitación, sin duda era más grande que su antiguo departamento pero ya no quiso pensar en ello. Cerró los ojos y no tardó en sentirse cansado para después adormecerse. No supo cuanto tiempo pasó para que algo lo trajera de nuevo al mundo consiente.

Sin abrir los ojos y sin moverse supo que estaba siendo observado, sin embargo se convenció que no corría peligro. Abrió los ojos suavemente para encontrarse con una mirada dorada que no lo dejaba y una sonrisa que disfrutó. Hypnos se acercó y se sentó a su lado en el sofá.

--Veo que todo marcha bien-dijo el de cabellos dorados-Se ve muy bien todo lo que has organizado.

--¿De verdad?

--De verdad, es mejor de lo que esperaba.

Se acercó a él y lo besó.

--Aunque me gusta más aquí Afrodita.

--Si, a mi también.

--¿Estás feliz aquí?

--¿Por qué me preguntas eso? Teniéndote a ti ¿Como podría ser de otra manera?

--No me parece una respuesta del todo convincente ¿Qué pasa?

--Es sólo que este sitio parece demasiado Hypnos, no sé, es como un museo o algo así, siento como si en cualquier momento me fueran a decir que no toque algo.

--Esta es tu casa Afrodita, quiero que te sientas cómodo aquí.

--Lo haré.

--Vamos, quiero que me muestres lo demás.

Los dos estaban de pie y no tardaron en seguir con su exploración, la enorme cama que ganaba terreno, los finos muebles que ayudaban a mantener las cosas en su sitio, las cortinas en las ventanas, el resto de los adornos que hacían que la estancia pareciera un lugar más personal, todo eso hizo sonreír al de cabellos dorados pero de repente algo pasó.

--Algo falta-dijo Hypnos--¿Dónde está?-pregunto mirando la cama.

--¿Dónde está qué?

--Todo falta. Afrodita ¿donde estás tus cosas?

--¿Qué?

--Tus cosas, las empacamos, si alguien las perdió juro que me las pagara, voy a...

--No, no, no las perdieron. Ordené que las pusieran en otra habitación, una en la que no van a usarse.

--¿Por qué hiciste eso?-preguntó Hypnos sin comprender.

--Pensé, bueno, creí que no tenían lugar en un sitio como este.

--¿Qué hice para que creyeras eso Afrodita?

--Nada, sólo están fuera de lugar en un sitio como este.

Y no pudo evitar pensar que tan fuera de lugar como él mismo lo estaba.

De pronto Hypnos lo abrazó y lo acarició por la espalda.

--A veces me sorprendes Afrodita. Quiero ver tus cosas aquí, sentir tu presencia, necesito saber que estás en este lugar y que vas a quedarte. Lo que más quiero es que sepas que estás en casa, en nuestra casa. Ahora vamos a encontrar tus cosas.

Les tomó algo de tiempo pero Hypnos persistió, finalmente dieron con el lugar en una de las habitaciones más apartadas y encontraron las cosas de Afrodita, pero al encontrarlas llevaron las cosas a su habitación, el de ojos celestes protestó un poco más pero el otro terminó silenciándolo con un profundo beso.

--Ayúdame a buscar Afrodita.

--¿Buscar qué?

--Aquí está.

El de ojos dorados sacó una tela envuelta que de inmediato fue reconocida por el otro, era su viejo cobertor, de pronto sintió que deseaba tomarlo entre sus brazos como un niño pequeño buscando refugio con su mantita, el de cabellos dorados debió notarlo porque lo cubrió con ella por los hombros como un mantón, después lo abrazó con cariño, haciéndolo sentir seguro, que pertenecía a ese sitio. Se sintió cálido, tranquilo, como nunca antes.

--¿Qué pasa Afrodita?

--Es especial...no sé...como si hubiera estado siempre aquí o como si tan sólo regresara.

--¿Aún no lo entiendes amor? Es así porque ahora estás en casa. En nuestro hogar.

Se abrazaron con cariño, era verdad, ahora estaban juntos y sin importar el lugar en el que se encontraran sería su hogar. El de ojos celestes lo entendía perfectamente, lo sentía con tanta claridad que parecía sorprenderse de no haberlo comprendido antes.

--Hypnos...

--¿Si?

--Gracias.

Y lo dijo de corazón.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

La semana que entra si nada sucede es otro fic por sugerencia, se llama Conquista y es con Hades. Espero que les guste.

Atte. Zion no Bara

 


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