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Las alas de un ángel por Dark Amini

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Rafael  es  un joven muy apuesto de treinta años que vive solo en su departamento.  El es alto, delgado, moreno, de ojos negro azabache y cuyo cabello oscuro está adornado por algunas canas platinadas. Vive apegado a su rutina, todas las mañanas se levanta a las cinco de la mañana, reza un rosario frente a el pequeño altar que tiene en la sala, toma como todas la mañanas el mismo desayuno: un vaso de leche, un pan tostado, un huevo cocido y una manzana; se baña siguiendo el ritual de enjabonarse el cabello, lavarse meticulosamente el cuerpo, afeitarse, y secarse con la toalla correspondiente al día. Su ropa está  en su recamara, impecablemente arreglada sobre unas perchas, los trajes combinados con la camisa, la corbata, la ropa interior y el cinturón. Uno para cada día de la semana.


Sale puntualmente a las siete de la mañana, y camina a su trabajo que queda a unas quince cuadras. Él evita dirigirle la palabra a la gente del edificio donde labora, dando un aspecto muy tímido, aunque en el fondo, el no lo hace porque detesta a sus compañeros de trabajo ya que los considera ineficientes y vulgares.


Para Rafael su trabajo es muy frustrante. El estudio Administración obligado por su padre. Rafael siempre fue muy religioso, ya que estudio en una escuela católica estricta, donde llegaba a la misa de la mañana, tomaba las clases, y escuchaba el sermón que daban durante el almuerzo. Al terminar el colegio, acompañaba a la iglesia a su madre, una mujer tan devota que él sentía que era una santa. Rafael a una temprana edad de diecisiete años, decidió que al terminar el bachillerato, quería entrar al seminario y ordenarse como un cura. Su madre estaba feliz ante la idea, por fin alguien tendría influencia divina, para rezar por ella y pedir por el perdón de todos sus pecados, en particular, el tener un hijo fuera del matrimonio con el cura de la iglesia a la cual ella era gran devota. Pero su padre tenía otras ideas. Siempre tolero la ideología de su mujer, la cual adjudico su único embarazo, como una cuestión “milagrosa”, pero cuando ella murió arrollada por un camión al salir de la iglesia, las cosas cambiaron. Él era un militar jubilado, para el cual la disciplina, el trabajo y la familia eran lo más importante, por lo cual, la idea de tener a su único hijo célibe y dedicándose exclusivamente a dar  consejos a desconocidos, le era una idea imperdonable. Así que lo obligo a ir a la universidad a estudiar Administración.


Pero a Rafael no le duro el gusto de tratar de complacer al viejo, ya que a media carrera, este murió de un infarto. El muchacho al pie del ataúd miraba con rencor a su padre ¿Cómo era posible que le haya hecho eso? ¿Cómo se le ocurrió obligarlo a abandonar el seminario y no aguantar a su graduación?... maldito bastardo.


Después del duelo y los rosarios, Rafael intento ingresar al seminario, pero no fue aceptado por que había rumores de que el joven, tenia gran parecido con el cura de la parroquia. Esto amargo al moreno. Con sus ilusiones hechas pedazos, concluyo su licenciatura a duras penas, y consiguió un trabajo administrativo de lo más burocrático y monótono posible, del cual no se ha aburrido todavía.


Y todo iba relativamente bien y sin sobresaltos para Rafael, hasta que llego el nuevo vecino. El departamento que esta frente al suyo había estado vacio por mucho tiempo, y un día al regresar de su trabajo, y comenzar con el ritual y las oraciones para dormir, se dio cuenta al mirar por su ventanal que daba al balcón de la recamara, que el departamento vecino, estaba amueblado. Pero le era tan indiferente la vida de los demás, que se olvido de ello. Claro, hasta que a media noche, el ligero sueño de Rafael fue profanado por un ruido extraño. Desconcertado, se levanto a investigar de que se trataba, pensando que era un quejido doloso y por un instante, imaginando a su madre como una alma en pena. Pero cuál es su sorpresa, que el ruido provenía del departamento de su nuevo vecino. Rafael movido por la curiosidad y el morbo, se asomo discretamente por la ventanal del balcón que estaba frente a la del vecino,  y se asombro ante la escena: un joven delgado, de entre unos veinte y veinticinco años, de cabello castaño, cuyo rostro sudoroso era tan delicado que por un instante emulaba tener un aire femenino,  estaba desnudo y era embestido contra el vidrio, por otro muchacho más alto, rubio y muy masculino.


Rafael miro consternado, horrorizado  y escandalizado por aquella escena por algunos minutos… pero lo más perturbante fue la reacción involuntaria de su cuerpo: una erección  como nunca la había tenido. El pobre hombre  actuó como si su cuerpo tuviese lepra y corrió a la ducha para bañarse con agua helada. Desafortunadamente por la ventila abierta, este escuchaba mejor los gemidos de su vecino:


-          ¡Aaahhhh! ¡sí! ¡más fuerte!... me voy a venir…


Y al escucharlo gemir y suplicar por más, el pobre moreno cayó de rodillas al sentir que su cuerpo hervía de la excitación a pesar de ser bañado por el agua helada. Casi instintivamente llevo la mano a sus genitales, estremeciéndose con el roce.


-          ¡No!... ¡esto es pecado! – grito Rafael aterrado ante su propia reacción.


Pero el vecino no dejaba de gemir y decir todo tipo de obscenidades, y para variar, parecía que el mismo diablo aparecía y le agudizaba su oído, y volviéndolo capaz de escuchar el rechinido de la cama y el golpeteo de los cuerpos embestida tras embestida. Rafael ya no podía más con la excitación, y salió corriendo desnudo del baño cubriéndose los oídos y gritando que parara. En la carrera hacia su recamara, él tropezó con la alfombra y cayó de bruces. 


-          ¡Maldito pecador! – grito tomando una posición fetal, llorando de coraje.


Esa noche no pudo dormir. La sensación de la excitación no cesaba, y hasta que una sensación dolorosa subía de su entrepierna al abdomen, Rafael no pudo estar en paz. Al día siguiente, decir que estaba malhumorado era poco. Trato de continuar con sus rituales, sin embargo se equivoco al contar los Ave Marías  del rosario y durante el desayuno estaba tan tenso, que desmoronaba el pan tostado provocando un desorden.  De malhumorado, paso a neurótico cuando se dio cuenta que ya se le había hecho tarde quince minutos. El moreno salió corriendo por las escaleras y en la puerta principal del edificio, se estrello con él nuevo vecino, el cual entraba con un par de vasos de café, que accidentalmente derramo sobre su sudadera. Pero Rafael solo lo vio con desprecio y lo paso de largo mientras corría a su trabajo.  Mientras avanzaba una sonrisa escapo de sus labios, sentía que se había hecho justicia divina al arruinarle el día al vecino.


Sin embargo, a pesar de tolerarlo de vez en cuando, al encontrarlo  por las escaleras oliendo a perfume y a shampoo de fresas, para Rafael su vecino era un anormal pecaminoso, cuyo camino iba directo al infierno.  Conforme pasaba el tiempo, las cosas iban mejorando para Rafael, mientras él tomara una pastilla para dormir y así evitar escuchar a su atractivo vecino jadear como puta con un amante nuevo cada noche… pero su paz mental terminaría una tarde de sábado, al salir de la iglesia, cuando decidió tomar un atajo a su casa, pasando por una callejuela algo lúgubre.  Confiado en que la voluntad divina lo protegía, camino con paso veloz por aquel lugar, hasta que un sonido conocido lo hizo detenerse en seco. Rápidamente se escondió tras una columna pobremente iluminada y espió.


Vaya sorpresa que se llevo al ver a su joven vecino, de rodillas, dándole sexo oral a un desconocido, el cual parecía disfrutarlo en gran medida. Rafael se sintió muy avergonzado de espiarlo, pero su curiosidad morbosa no dejo que abandonara el lugar. El sujeto al llegar al orgasmo apenas emitió un resoplido de satisfacción, se subió los pantalones, saco su billetera y le pago al muchacho. Rafael estaba escandalizado, ¿Cómo era posible tener como vecino a un prostituto?, eso era impensable, retrogrado.


Su mente no dejaba de enumerar a todos los sujetos que había recibido su vecino en su departamento… ¿Cómo no había sospechado de él antes?¿Cómo podía volver un condominio decente  un prostíbulo? Tenía que detenerlo de alguna manera, así que se dirigió al departamento del encargado del edificio para denunciar la actividad ilícita de su vecino. Pero, lejos de lo que podía esperar, el encargado hizo un mutis de disgusto al  abrir y verlo parado en la puerta, y tras un resoplido de resignación, le dijo con cierto fastidio:


-          ¿Ahora qué? Señor si viene otra vez a hacer un escándalo por que la vecina del nueve usa ropa provocativa, o por que los del seis están rezando a su culto pagano muy alto, váyase por favor.


-          No vine a eso… vengo a denunciar al vecino del trece


-          No quiero ni preguntar cómo lo ofendió… - dijo el encargado, cerrando sutilmente la puerta


-          ¡Ejerce la prostitución en nuestro condominio! – dijo Rafael bloqueando la puerta con el pie - ¡Es un sodomita que ha convertido este lugar en un prostíbulo!


-          ¿Por qué duerme con sujetos? – dijo el encargado, arqueando una ceja.


-          ¡Porque lo vi haciendo cosas abominables en la calle, a la vuelta de la iglesia con un hombre y ser pagado por ello!


-          Pero no en el edificio


-          ¡Ese hombre mete a todo tipo de sujetos a su casa!... ¡¿No es obvio que se prostituye aquí?!


-          Señor Rafael, usted es el único que se ha quejado de él. En lo personal el señor Azriel es más agradable y amable que usted. Paga a tiempo su renta, cumple con la cuota de servicio, no molesta a los demás vecinos… así que no hare nada, a menos que alguien más se queje.


Y sin darle otra oportunidad, el encargado le cerró la puerta en las narices a Rafael. Este subió frenético las escaleras hacia el departamento de su vecino y toco con furia la puerta. Pero el muchacho no estaba. Frustrado y rabioso, Rafael regreso a su departamento y coloco una silla frente al balcón de su recamara para esperar a su vecino, ir con él y pedirle amablemente que se marchara y se llevara con el toda su inmundicia. Mientras esperaba, reflexionaba como un católico devoto, y por lo tanto, tenía que ser gentil,  llevarle la palabra del señor , y con ello quizás, reformaría su camino… y si no, estaría respaldado por un poder divino y puro, para echarlo a patadas fuera del edificio.


Pero el cansancio lo venció y se quedo dormido en la silla. Y para variar, el sonido de su vecino gimiendo lo despertó sobresaltado. ¡Qué desfachatez y falta de moralidad! ¡tenía que detener tanta perversión!... pero el destino le tenía guardada una gran sorpresa. Cuando se levanto de la silla, la lámpara de la recamara del vecino se encendió y vio las siluetas de dos varones teniendo una sesión apasionada de sexo. Uno estaba acostado boca arriba sobre la cama y el otro estaba montado sobre él, meciéndose con intensidad. Rafael se quedo pasmado ante la escena y casi se desmaya cuando vio algo inimaginable: al sujeto que estaba arriba desplego don enormes  alas.


Rafael  cayó de rodillas ¡Era un milagro!¡Un ángel se dignaba a bajar del cielo! ¡Un enviado de Dios se presentaba!... ¿pero a un prostituto?... ¿era en serio?... su éxtasis pronto se transformo en un mutis de ira. Se sentía traicionado, ¿Por qué a alguien tan pecaminoso se le presentaba un ángel? ¡Y  además de todo, para dejar ser profanada  y sodomizada su divina existencia por un pervertido! ¿Por qué no se le había presentado a él, después de mantenerse fiel a la palabra divina? ¡Tenía que ser un error!.


Confundido, dio vueltas por todo la recamara, tenía que averiguar porque ese ángel estaba con alguien tan repugnante como su vecino, así que corrió hacia la puerta, tropezándose con la alfombra de la sala, y golpeando su cabeza contra la mesita del centro. Rafael cayó desmayado al instante. Cuando despertó, ya era de mañana. ¿Acaso había sido un sueño? ¿un producto de su imaginación?. Se incorporo pesadamente y fue en pijama a ver a su vecino. Toco pesadamente la puerta y el muchacho que solo llevaba un pantalón de algodón azul, arremangado de la cadera llegando casi al pubis, abrió perezosamente.


-          ¿Quién es usted? Son las cinco de la mañana


-          Soy su vecino de enfrente – contesto nerviosamente, tratando de ver el interior del departamento


-          ¿En serio?... Ahhh ya recuerdo. Usted es el sujeto que se estrello conmigo recién me había mudado  en la entrada del edificio, haciendo que se me derramara el café encima… - dijo el muchacho arqueando una ceja


-          Mmm… bueno si… lamento lo ocurrido – dijo el de manera desinteresada e insistiendo en ver el interior del departamento.


-          Y también es el bastardo que le dijo en la noche al encargado del edificio que yo era un prostituto porque me acostaba con chicos… - dijo el castaño, bloqueando por completo la puerta y con un mutis de enfado – ¡maldito morboso, lo voy a denuncia a la policía por acoso!


-          ¡No espere!... ¡ha sido una confusión y he venido a hablar con usted de ello! – grito nerviosamente Rafael al darse cuenta que el muchacho le iba a cerrar la puerta en las narices


-          ¡Váyase o llamare a la policía! – grito el muchacho, forcejeando con Rafael para cerrar su puerta


-          ¡Le pido perdón!... ¡déjeme entrar y le explicare todo!


-          ¡De ninguna manera!... ¡Usted es un pervertido voyugerista que me ha estado espiando!... ¡Si no se marcha lo denunciare con la policía y lo demandare!


Por fin el joven logro cerrar la puerta. Rafael estaba muy contrariado e indignado por que lo habían llamado pervertido… ¡¿Cómo se atrevía un maldito sodomita expresarse así de él!?. Frustrado regreso a su departamento, donde se dio cuenta del golpe y tardo un poco en curarlo. Ahora las cosas le parecían más claras, había tenido un accidente y todo aquello del ángel, solo había sido un sueño, producto de una contusión. Respiro tranquilo y se rio de sí mismo, y en cierta medida sintió culpa al imaginar algo tan pervertido como un ángel teniendo relaciones sexuales con alguien tan bajo como su vecino. Rezo casi veinte rosarios para expiar su culpa y se preparo para ir a misa.


Pero durante la semana, algo le inquietaba, y religiosamente espió a su vecino todas las noches para determinar si había tenido una alucinación o no. Pero nunca más lo vio o lo escucho tener sexo.  


A pesar de que quería purgar esa idea de su cabeza, parecía que se iba obsesionando cada vez más con ello. Llego un punto donde fue inevitable excitarse con las imágenes de ángeles que adornaban la iglesia. Ante ese estímulo comenzó a purgar su pecado con sacrificio físico (golpes, azotes, arrodillarse sobre granos de arroz por horas y muchas cosas más) y oración. Y casi lograba controlar su compulsión, hasta que una noche después de confesarse e ir a misa, se le ocurrió ir por la misma callejuela donde anteriormente había visto al joven Azriel hacerle un servicio a un desconocido. Tranquilamente avanzaba, cuando escucho un gemido de placer. Veloz como un rayo se escondió en esa conocida columna y espió. Sin embargo no podía ver más que la silueta de dos hombres teniendo sexo. Uno estaba embistiendo con mucha fuerza a otro que estaba recargado sobre la pared. Comenzó a sentirse excitado y estaba a punto de abandonar el lugar cuando tuvo la visión más estremecedora de su vida: al tipo que embestía le salieron alas, mientras ambos tenían un orgasmo.


-          No puede ser cierto – dijo con la voz cortada, mientras recargaba la cabeza sobre la pared y tenía una descarga de placer completamente desconocida.


Había tenido un silencioso orgasmo ante la divina imagen, y cayó de rodillas al suelo. Perturbado, miro de nuevo y se dio cuenta que ya no había nadie. Esto era una broma divina, tenía que serlo o el mismo diablo le había provocado semejante estimulo para hacerlo pecar.


El pobre Rafael comenzó a vivir su propio purgatorio. Ya no podía ir a la iglesia sin que la visión de los ángeles monolíticos le producían una excitación tan fuerte, que más de una se fue al fondo de la iglesia en una posición arrodillada tras las butacas, fingiendo un arrepentimiento, para masturbarse y tener un orgasmo. Claro, después venia la culpa y el arrepentimiento real, el cual no podía purgar con miles de oraciones y actos de contrición.


Y llego un triste momento en que todo eso ya no fue suficiente, y casi lo atrapa el cura de la iglesia, lo que hubiese provocado una excomunión. Así que voluntariamente dejo ir a la iglesia. Confundido, amargado y muy, muy dolido con sus creencias, Rafael comenzó a pensar que quizás la solución que acabaría con su obsesión sería teniendo sexo  con un ángel.  Y el único que conocía con una experiencia con un ángel, era su vecino.


Pero era tan cruel el destino, al mostrarle que su vecino se había mudado… hace dos meses. El idiota no se había percatado que su vecino se había ido después de haber discutido esa mañana.  Bueno, hasta ahora el conceso era que se habían presentado con homosexuales… quizás buscando entre ellos, encontraría a su ángel.


Pero la cosa no sería  tan fácil. Después de trabajar el viernes, salió a buscar un bar gay, y cuando lo encontró se dio cuenta que no sería capaz de identificar a dicho ángel entre tanto fulano. Y peor aún, cuando ciertos sujetos se le insinuaban, le daban ataques de pánico y se mostraba muy agresivo. Y la noche hubiese continuado así, de no ser porque a media noche hubo un concurso de baile. Ahí vio a la criatura más encantadora y sensual del mundo: era un chico joven de unos veinte años, delgado, blanco como la nieve, alto, rubio y de unos hermosísimos ojos azules.  Para rematar se llamaba Miguel Ángel, como el arcángel, y Rafael estaba convencido que era él que buscaba, cuando el muchacho se quito la camiseta y mostro unas bellísimas alas tatuadas en su espalda.


Rafael hizo de todo para llamar su atención y casi dio toda su quincena, cuando escucho que rifarían la compañía de los bailarines. Cuando consiguió que el muchacho fuera su acompañante, estaba tan feliz que se veía radiante. Eso conquisto al bello joven y apenas comenzaba a coquetearle, cuando Rafael rojo con un tomate y tartamudeando, le pidió acostarse con él. Miguel acepto de inmediato, llevándolo a su casa con la promesa de un sexo inolvidable.


Cuando estaban solos en la habitación, Rafael confeso que era la primera vez que tenía relaciones sexuales y esto excito desmedidamente al rubio. Acordaron que Miguel sería el pasivo y que le mostraría a Rafael como complacerlo. Pero el pobre moreno se sintió asqueado cuando el muchacho le mostro como prepararlo con los dedos, pero se aguanto pensando en ver a todo esplendor las alas de su ángel. Rafael se negó a usar el condón porque lo consideraba  pecaminoso, y el rubio cedió creyendo que no pasaría nada al ser su primera vez. El moreno lo puso en cuatro puntos y comenzó a excitarse al ver el tatuaje de las alas de ángel del muchacho, y cuando lo penetro sintió una extraña y placentera sensación. El joven le mostro como embestirlo y Rafael  lo hacía con entusiasmo, logrando que al poco tiempo, Miguel tuviera un escandaloso orgasmo.


Pero Rafael se sintió decepcionado. Al muchacho no le salieron alas, a pesar de que seguía embistiéndolo, y su frustración se acrecentó cuando no alcanzaba el clímax. Enfadado y sintiéndose engañando por el joven, el cual se suplicaba que se detuviera porque la experiencia se tornaba dolorosa, decidió sacarle las alas a la fuerza, destrozando una jarra de vidrio que estaba en la mesita de noche y apuñalando al joven por la espalda. Le abrió la piel de arriba hacia abajo, floreando los tatuajes y derramando su sangre. Pero no encontró nada, y maldijo al rubio, el cual ya no se movía, ni se quejaba. Rafael se baño para quitarse los restos de sangre y se masturbo recreando la imagen que vio en el callejón. Solo así pudo estar satisfecho.


La obsesión de Rafael estaba fuera de control, y por ello ignoro que estaba muerto Miguel. Solo le importaba esa idea fija de encontrar al ángel, y los que no lo fueran, solo eran despojos, malos ensayos.


Así empezó la carrera de asesino serial de Rafael, el cual abandono su trabajo y sus creencias para buscar noche tras noche, en diferentes lugares, a su ángel. Primero buscaba un disfraz para despistar a la policía, y segundo, iba a un bar o discoteca, escogía entre la multitud a un bello joven, confirmaba si tenía el nombre de algún ángel o algún tatuaje que hiciera referencia, se mostraba de los más encantador, y con la experiencia descubrió que entre más ebrios estuvieran, más fácil era llevarlos a su casa y de ahí a la cama, donde los ponía en cuatro, los embestía y si no les salían las ansiadas alas, los apuñalaba con una navaja que personalmente había modificado con forma de gancho, para penetrar la piel y rasgarla de un golpe, sin que con ello lastimara las alas que estuvieran debajo. Aunque hasta el momento no había encontrado nada. Después de la carnicería, él se bañaba para limpiarse la sangre y masturbarse pensando en el ángel del callejón o el que estaba en el departamento de su ex vecino.


La policía había buscado como desquiciada al asesino en serie que atormentaba la comunidad gay. Nadie podía dar una descripción del joven que levantaba a los muchachos, ni se podía decir de algo en su conducta que fuese particular, salvo la coincidencia de que los jóvenes asesinados tenían nombres de ángeles o algún tatuaje que hiciese referencia a ello. Fue por eso que la prensa lo nombro “el asesino del ángel”. Pero Rafael era ajeno a todo eso. Su obsesión nulificaba por completo su juicio, ya nada importaba. Si para mantenerse tenía que robar a sus víctimas, no le causaba problema (salvo que rezar uno que otro rosario para expiar el pecado del robo), él estaba convencido que al encontrar al ángel, todo acabaría y podría vivir en paz.


Un día, mientras visitaba un nuevo club gay, vio a Azriel y su corazón dio un brinco hasta la luna. Corrió entre la gente para alcanzarlo, y por un momento lo perdió de vista. Desesperado salió a la calle, donde lo vio irse con un joven en un coche rojo. Casi lo arrolla un auto cuando salió corriendo tras un taxi, el cual abordo y siguió al dichoso coche rojo. Los jóvenes llegaron a un condominio, donde subieron por el elevador abrazados. Rafael le pago al taxi y corrió al elevador, el cual se detuvo en el piso trece. Cuando el moreno subió al piso, se preguntaba cómo iba a dar con la pareja. Pero tuvo mucha suerte, cuando escucho como una puerta reverberaba con las embestidas que le daban a uno de los jóvenes.


Rafael se sentía tan cerca que no pudo esperar, y probando al destino, giro la perilla de la puerta cuando sintió que no había nadie sobre ella que le estorbara. Su corazón casi se paraliza de la sorpresa cuando se dio cuenta que estaba abierta, y entro sigilosamente. Él escándalo de los gemidos y el rechinido de la cama, hizo que se excitara, pero hizo acopio de fuerza y se controlo para espiar un poco. Pero el ruido ceso, y casi se muere del susto, cuando Azriel abrió con violencia la puerta y lo enfrento:


-          ¡¿Qué haces aquí?!


-          ¡Necesito que me digas como encontrarlo! – grito él tomándolo con desesperación por los hombros


-          ¿Encontrar qué? – bufo molesto Azriel


-          ¡Al ángel que profanaste! – grito descontrolado


-          ¿Cuál ángel? ¿de qué hablas? – dijo el joven levantando una ceja


-          ¡No me mientas! ¡Te vi hacerlo con un verdadero ángel en tu departamento!


Sin esperar respuesta, saco su navaja y se la puso en el cuello, mientras le gritaba colérico:


-          ¡Dime donde esta, o te mato!


-          ¿Y para que lo quieres? – contesto con toda tranquilidad


-          Eso no te importa – contesto Rafael con una cruda expresión en su rostro


-          Entonces mátame y sigue destazando jovenes otro año – contesto el joven una sonrisa burlona


-          ¿Cómo sabes eso? – dijo perturbado el moreno, mientras lo soltaba y retrocedía dentro de la recamara


Cuando siguió retrocediendo se topo con la cama y volteo. Rafael sintió un escalofrió por todo su cuerpo al ver al joven que acompañaba a Azriel, desnudo, muerto y aun con una expresión de sorpresa en su rostro. Entonces escucho cerrarse la puerta y al virar, contemplo a Azriel frete a él, con un mutis de enfado.


-          ¿Sabes? Un día mientras hacia mi labor, descubrí que podía divertirme y hacerlo bastante satisfactorio. Había encontrado un buen lugar para coexistir, y llevar un poco de trabajo a casa… pero tú tenías que arruinarlo todo.


-          No podía permitir que convirtieras el condominio en un prostíbulo… - dijo Rafael presintiendo el peligro y aferrándose al puñal – y tampoco que sodomizaras a una criatura divina


-          Dime para que un miserable humano como tu quiere ver a un ángel – dijo acercándose más irritado Azriel


-          Yo siempre acate la palabra divina, siempre fui a la iglesia, aún en las nevadas crudas, page el diezmo puntualmente, nunca había pecado… hice todo lo que un hombre honesto y puro.  Yo tenía que poseer al ángel… no un pecaminoso sodomita como tu.


-          ¿Es eso? ¿Has ocasionado todo este desastre porque creías merecer a un ángel?... ¡eres un maldito imbécil!


Y para sorpresa de Rafael, Azriel comenzó a reírse, y le dijo con un tono amenazante:


-          Entonces es hora de terminar con esto. Confieso que no me gustas ni un poco, pero has hecho un verdadero caos buscando a tu ángel, volviéndome loco con todas esas muertes no programadas… así que cumpliré con lo que quieres


-          ¿De qué diablos hablas? – dijo Rafael con la voz quebrada y temblando de pies a cabeza


Pero Azriel ya no contesto y abrió sus brazos, y tras un destello, dos enormes alas se despegaron de su cuerpo. Rafael se desplomó de rodillas y mientras dejaba caer la navaja, dijo con la voz quebrada por la emoción:


-          ¡Tú fuiste el ángel! ¡Siempre estuviste cerca de mi!... ¿Por qué no viniste a mi?


-          No entiendo por qué crees que mereces a un ángel. No eres un humano  digno bajo ninguna circunstancia… solo hacías lo que tu monótona existencia te permitía. Jamás hiciste algo por los demás, ni siquiera te esforzaste por lograr lo que deseabas.   Además aún no era tu hora.


-          ¿Qué? – contesto confundido


-          Mi nombre es Azriel, o también me conocen como Azrael, Abu Yaria, Izrail, Azrail, Ashriel, Azaril, Azriel, Baltazar, Ozryel… o el ángel de la muerte – aproximándose mucho a él


Y antes de que Rafael pudiese reaccionar, Azriel lo tomo del cuello y lo elevo por el aire.


-          Despreciable humano… ¡Arruinaste todo!  Por primera vez había encontrado una manera de llevarme una alma de forma placentera, pero tu impertinencia ha hecho de esto algo aberrante. Pero hoy termina todo.


Como si fuera un muñeco de trapo, Azriel lo arrojo a la cama, donde sorpresivamente lo recibe e inmoviliza el muchacho que supuestamente estaba muerto.


-          Termina pronto Leviatán. Úsalo como quieras y llévate su asquerosa alma – dice con gran desprecio Azriel


-          Es una lástima… este mortal nos era muy entretenido. Sin embargo, ya es su hora – dijo el joven con una sonrisa burlona y con un fulgor rojo en sus ojos.


-          Recuerda que el cuerpo que posees esta prestado, y que si intentas robarlo, yo mismo te torturare – dijo el ángel amenazante


Aquella criatura solo sonrió burlón, mientras sus manos exploraban el cuerpo de su víctima. Rafael estaba completamente perturbado y asustado. Hasta que estuvo en brazos de aquel demonio, alcanzo a comprender su terrible conducta. Y no importaron sus suplicas, ni sus rezos, nada aminoro la tortura a la que Leviatán lo sometía. Aquel demonio lo amarro a la cabecera de la cama, comenzó a azotarlo con un cable de teléfono hasta que comenzó a sangrar. Después sin preparación alguna lo penetro con violencia y comenzó a embestirlo con furia, ocasionando que unos hilos de sangre escurrieran por las piernas de Rafael. Después lo golpeo con toda su fuerza, para violarlo por segunda vez.


Rafael  se sentía desfallecer, sus lágrimas y la sangre de su rostro se mezclaba, y manchaban las blancas sabanas. Durante horas, leviatán completamente insaciable, se le ocurrían todo tipo de torturas y jugaba tomando la imagen Azriel para ilusionar al pobre sujeto. Así duro hasta el amanecer, dónde Leviatán le arranco el alma con lujo de violencia, haciéndole sentir un dolor indescriptible, solo comparable con una quemadura completa de su cuerpo.


Ya en el infierno, Rafael fue recibido como una celebridad… un verdadero asesino de ángeles.


FIN


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