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SANGRE DORADA por quimra

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Notas del fanfic:

 

     Bienvenidos al segundo fic que ha salido en orden de una mente tan complicada como la mia.


     Probablemente no han leído mi primer fic, y es una pena porque sinceramente creo que va por buen camino, pero en fin… Esta historia surgió de ver unas trescientas ochenta mil veces “Orgullo y Prejuicio” con mi mejor amigo, al cual amo con todo mi corazón.


     Para aquell@s que adoran que los escritores respeten las personalidades de los personajes originales, les advierto que yo no soy de ese tipo. Tiendo a jugar con las emociones, y escenarios de los personajes en las historias que escribo, así que disculpas de antemano.


En fin, muchas gracias por tomarse un poco de tiempo y leer.

 

Notas del capitulo:

 

“Usted puede hacer una pregunta, y yo puedo decidir no responderla.”

            Jane Austen.

 

 

PRÓLOGO.

 

 

“¡Oh, maldita infamia, risueña y desgraciada!
¡Mis pastillas! Bueno sería apuntar allí
donde uno puede sonreír y sonreír, y ser un canalla;
Por lo menos estoy seguro de ello,
mientras transformaba en alegría esta infame, infame pesadilla.”

 

 

 

            Lady Uchiha, la condesa viuda del Lord Fugaku, se moría. Desentendida de los demás ocupantes de la habitación, con la mirada afligida recorría la ostentosa recámara, pero el letargo que lentamente inundada su cuerpo delgado y pálido, le robaba la poca coherencia que albergaba en su memoria. Mientras yacía en el solitario esplendor sobre la enorme cama de caoba, con sus majestuosas cortinas de seda y finas sábanas de lino, nada le parecía real, ni siquiera los dos hombres que hablaban por lo bajo al pie de su cama al lado de su primogénito, ni la criatura recién nacida que lloraba suavemente en la cuna cercana.

 

            Con apatía, sus ojos siguieron recorriendo la habitación espaciosa, posándose sobre las sillas delicadas de terciopelo negro, el gran armario tallado con sus iniciales y el elegante tocador. Cuando miró los retratos que colgaban de las paredes, uno de ellos despertó su interés. Sus ojos, despertaron en un sentimiento escondido, con ese color abrumado por el dolor de un fallecimiento lento. Pero allí estaba, entre todos los rostros pintados: el de su esposo; su querido esposo. Y en una cálida sonrisa curvó sus labios partidos.

 

           ¿Era posible? ¿En verdad era posible qué sólo hubieran transcurrido cinco meses de su partida? Aún recordaba aquel día en que lo conoció, un Octubre de hacían ocho años. Era tan apuesto y seductor como sólo el sexto conde Uchiha podría haber sido; teniendo la certeza que sus dos hijos lo heredarían. Ahora Mikoto le parecía un sueño, mientras absorbía los rasgos amados del hombre del retrato.

 

           Fugaku Uchiha, el sexto conde del linaje Uchiha, había sido de un hombre particularmente apuesto, y el artista había captado su aspecto moreno, vital: el cabello negro y espeso, la nariz orgullosa y el mentón arrogante, la boca amplia y sensual. Todos los Uchiha tenían entre sí un parecido asombroso e inconfundible, con esos ojos de un color inexplicable exótico, y esas cejas negras arqueadas y altaneras, que parecían indefectiblemente generación tras generación. Fue el misterio de esos mismos ojos lo primero que le atrajo a Mikoto de ese caballero alto y distinguido. Ella había cumplido veinte años y el cuarenta y dos, muchos más que ella, pero no importaba, porque con una sola mirada a Fugaku, ella se enamoró perdidamente.

 

            El hecho que este hombre sofisticado e inalcanzable de la aristocracia le hubiera correspondido, causó conflictos entre la familia, creando disputas por la fortuna de los Uchiha; a lo que Fugaku inmutó al pedirle oficialmente su mano. Y tras casi nueve años de matrimonio, su insúbita muerte la desoló en el transcurso de su segundo embarazo. El futuro entonces se tornó oscuro para la condesa, sumida en depresión y papeleos.

 

            Oficialmente, su primogénito, su adorado hijo era el heredero de los Uchiha, a la corta edad de seis años. Pero la avaricia de los hermanos menores de su esposo era temible. La desesperanza de un corazón fuertemente roto había obligado a Mikoto a dejar sus deseos de vivir. Miró la cunita al costado de su cama, deseando con lo último de fuerzas, amar a aquella criatura tanto como a su primogénito. Había tantas risas por compartir, tanto que hubiera querido contarle de su padre, de la vida, de la historia…

 

–Sasuke…– murmuró con un hilo de voz, estirando su mano hacia el bebé. Ya no quedaba tiempo, se podía reflejar en sus ojos. Muy dentro de su alma, conocía a sus dos hijos; ambos nunca estarían solos.

 

            La pequeña mano que se aferró a un amor interminable sobre su madre, hizo la primera promesa que jamás creyó antes de pronunciar –Le cuidaré siempre, mamá. – un corazón puro como el que poseía aquel niño heredero brindó en su madre el aliento de sus últimas palabras.

 

–Te amo, Itachi.

 

            Entonces justo antes de entregarse a la muerte miró con amenaza a los dos hombres frente a ella. Uno de ellos el doctor de la familia, y el otro hombre, el hermano menor de Fugaku, Shisui.

 

            Deseando tener fuerza suficiente para llamarlo mentiroso y villano, Mikoto apartó la vista hacia Itachi. ¿Cómo advertirle a su pequeño acerca del peligro que sus tres tíos representaban?

 

–Mamá…– le llamó el niño aún aferrándose a su mano. Desesperadamente trató de despertarle, pero la voz de su tío le impidió cualquier otro intento.

 

–Itachi, no. – inquirió acercándose a él.

 

–Mamá, – murmuró soltando su mano –cumpliré mi promesa.

 

            El rostro de Shisui era inmutable. Tener que lidiar con un recién nacido, y un niño heredero, era lo último que deseaba.

 

            Con creciente horror e incredulidad, Itachi admiraba como el doctor cubría el cuerpo de su madre con una sábana blanca, al mismo tiempo que una nodriza acunaba al recién nacido entre sus brazos mientras se alejaba de la escena.

 

–¡Me importa un bledo con lo que haga con el cuerpo! Sólo apártelo de mi vista, y asegúrese de escribir el reporte completo.

 

–¿Quiere que revise a la criatura?

 

            Shisui miró a su alrededor con fatiga e impaciencia sin notar, por suerte, la presencia del niño.

 

–La nodriza sabrá cómo lidiar con él, no se preocupe. No tiene que quedarse aquí.

 

–¿Está seguro que…

 

–¡Cállese, estúpido!- gruñó Shisui desquiciado de tantas preguntas relativas al bebé –Ya se lo he dicho, no tengo porqué explicarte que la nodriza se encargará de él.

 

            El doctor rió cínicamente.

 

–Ah, entiendo muy bien su posición… A usted en verdad no le importa nada a excepción de usted, ¡simplemente esperaba la muerte de la adorable Mikoto!

 

            La cara de Shisui se posó en Itachi.

 

–Así es, pero nunca conté con heredar dos engendros también. ¡Lléveselo! – el doctor movió con pesar la cabeza en dirección hacia el cuerpo de Lady Mikoto.

 

            Terriblemente consiente de la calidad de escoria que tendría por tutor, el niño siguió al doctor fuera de la alcoba de su madre.

–Joven Uchiha,– aconsejó el doctor –siento mucho su terrible perdida.

 

            El aludido alzó su mirada y negó tranquilamente.

 

-No. Felicíteme, mejor, por mi hermano.

 

            Aquel hombre instantáneamente se dio cuenta, que aquel sin duda, era el heredero de Fugaku. Lamentándose silenciosamente por la inocencia de aquel niño, que en una sola noche había perdido a su madre y su pureza…

 

Notas finales:

Si tuvieron tiempo de leer, un rápido comentario no es nada ;)

Gracias, lo agradezco de corazón.


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