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SANGRE DORADA por quimra

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1.

 

“Cuando el peligro parece ligero,
deja de ser ligero.”

 

 

 

            Las calles Hibiya  y Asahi, en el barrio Roppongi, eran bien conocidas como el cuartel general de la mayoría de los ladrones y carteristas de Konoha, por ello no era sorprendente que los tres habitantes de un conjunto de habitaciones miserables dentro de un edificio deplorable a pocas cuadras del mismo, ganaran la vida, fuera esta larga o corta, robando. En realidad, según las normas del barrio Roppongi, los tres jóvenes que allí residían vivían muy bien (tenían un techo sobre la cabeza y pocas veces pasaban hambre.) a diferencia de la mayoría de los desafortunados infelices que habitaban esa parte de Konoha. No era para la familia de tres simples huérfanos la indignidad de dormir en las alcantarillas asquerosas a merced de cualquier asesino (que los había, y demasiados) ni el refugio del alcohol en las diversas tabernas ordinarias que abundaban en el área, ni los peligros que asechaban en cada callejón oscuro. Prostitutas, mendigos, ladrones y asesinos abundaban en las estrechas miserables avenidas de Roppongi, pero ellos apenas pensaban en ello. Este era su hogar; conocían cada calleja serpenteante, cada sórdida bodega, cada maestro criminal del barrio… y a quienes se debía de evitar.

 

 

            Lo que no significa que llevaran una vida fácil, sufrirían gran parte de las mismas miserias y tenían los mismos temores que la mayoría de los otros bribones, aunque había algunas almas envidiosas que jurarían que Shino Aburame, de veintidós años, el mayor del terceto, gozaba de una extraña e inusual Fortuna. ¿No había engañado y escapado de la guardia incontables ocasiones? Y cuando finalmente lo atraparon aquella desastrosa vez, ¿no se había escapado de la misma entrada de Ogata? ¡Ah, Shino era un alma escurridiza! El misterio de su andar, y su juicio inquebrantable como sólo el mismo. Además, era un buen mozo.

 

 

            No es que Lee, tres años menor que Shino, fuera menos inteligente en sus agraciadas huidas; ¡Al contrario! Lee era el más coordinado cuando debía pensar rápido, aunque claro, Shino no aprobaba sus métodos públicos.

 

 

            En cuanto a Naruto, bien, el menor de los tres, aparte de ser un pilluelo atrevido y desordenado, siempre estaba listo con una respuesta aguda y una hoja igualmente afilada, a los dieciocho años era considerado demasiado joven para haber dejado su marca en el mundo.

 

 

             No podría considerarse Konoha, como una ciudad segura, ni mucho menos pacifica. Corrompida políticamente aun en brazos de un Imperio regido por la realeza, guerras internas entre diferentes niveles sociales cobraban vidas en nombre de venganza y poder. Pero aquellos días se encontraban de ánimo festivo, atrayendo decenas de personajes que desfilaban enjoyados sobre la alta sociedad. Nobles, ¿Qué sabrían de la suciedad y podredumbre que alimentaba a los necesitados?

 

 

            Enero, que había corrido entre heladas, dio la bienvenida a la desgraciada muerte de la hija del rey. Todos en la corte, desolados por la terrible situación, confabulaban nerviosos acerca del trono. Un trono sin heredera. Evidentemente, con esta noticia, el pueblo se alzo en encarnizadas peleas, pues la justicia enfocada en esa situación, descuido la avaricia de los mercaderes, que con altos precios, y maliciosas ofertas, creaban una hambruna mortal.

 

 

            Sin embargo, las dificultades que los ricos imponían no tenían nada que ver con el inminente reinicio semanal del barrio Roppongi

 

 

-¡Maldición, Shino! ¡Nosotros no somos asaltantes de casas! ¡Nos las arreglamos perfectamente con las cosas como están! ¿Acaso ayer mismo Naruto no sacó un reloj de plata de la bolsa de ese arrogante y pedante asistente reportero? ¿Para qué arriesgar el pescuezo de esa manera?- gruñó Lee azotando ambos puños sobre la mesa.

 

 

 

-¡Por todos los diablos!- estalló Shino con impaciencia -¿Se creen que a mí me cae bien este asunto? ¡Maldita sea!

 

 

            Lee y Naruto cruzaron una mirada, con la luz tenue de la única vela sobre la mesa a la que estaban sentados. Con suavidad, Naruto expresó lo que él y su mejor amigo tenían en mente:

-Es el hijo del tuerto, ¿no? Es por él, ¿no?

 

 

            Shino apartó la vista, su hermosa cara pálida.

-Ajá, es por él.- admitió apesadumbrado arrugando su ceño –Me dijo que si no empezábamos a traerle más cosas, y mejores,…

 

 

-¿Qué? ¿¡Qué sí decidimos no darle más plata!? ¡¡Estoy harto de darle parte del motín,…!!

 

 

-Se llevará a Naruto.

 

 

            Se produjo un silencio sombrío. Una amenaza como aquella, era demasiado pesada, incluso para ellos. Y lo sabían. Pero como todos los ladrones de Roppongi, ellos tenían cuentas que saldar. El capo, líder y domador del vandalismo en esa parte de la ciudad era un soldado retirado, enfermo de sadismo, que siempre buscaba niños que violar; pero lo que más le excitaba era el mercado. El flujo de esclavos, peones y sirvientes entre la alta sociedad. Nadie sobrevivía en Roppongi sin su autorización.

 

 

            Decisivo, Lee murmuró entonces:

-Es hora de que nos vayamos de aquí; siempre me ha gustado la idea de andar a caballo.

 

 

            Naruto, que se mantenía aun en silencio, sacudió lentamente la cabeza.

-No me ahuyentaran unas palabras tan vacías como las de ese…

 

 

-¿Y entonces de qué nos sirve tu salvaje orgullo? ¿Acaso con él nos protegeremos de sus hombres? ¿Aumentará nuestra fortuna? ¿Elevará nuestra posición?

 

 

-¡No me iré!

 

 

-No sabes lo que dices,…- ronroneó Shino aún absorto, admirando las sombras de la pequeña llama sobre una lejana esquina mugrienta.

 

 

-Discutir por el futuro, y el pasado, sólo nos distrae del presente.- puntualizó Lee.

 

 

-¡Ah, sí, lindas palabras!- dijo Naruto con ironía -¡Nuestro maldito futuro es que nos cuelguen en la plaza Gris!

 

 

            Interiormente, el rubio deseaba alejarse de aquella ciudad. Su ser entero se resistía a la idea de entrar al mercado de peones. Tenía miedo, pero no el suficiente.

 

 

-¿Qué si sí decidimos irnos?- recalcó el pelinegro notando el ligero temblor en las manos de su amigo. –Tú querías una granja; ¿qué nos impide seguir ese plan? Tener una vida mejor…

 

 

            Shino cerró los ojos con una expresión de dolor, y musitó miserablemente:

-No podemos.

 

 

-“No podemos.”- repitió Naruto. –Explícate.

 

 

            Frotándose cansadamente la palma de su mano izquierda sobre su nuca, Shino replicó por lo bajo:

-La idea de que nos llevará fuera de este nido de ratas no es nueva…

 

 

            Un dolor le cerró la garganta y mientras luchaba por recuperar la compostura, Lee se estremeció previendo sus palabras. Podía sentir su frustrada desesperación.

-Todavía no había decidido cómo ni cuándo lograríamos salir de aquí, cuando maté a ese hombre. El capo estaba allí, y fue suerte pura la que me permitió huir.- la tensión que emanaba de su voz era fúnebre –Creí que me mataría, o peor, que mataría a uno de ustedes… Ojo por ojo; pero en cambio se rió, y me apuntó con uno de sus dedos. “Cuídate esa espalda, muchacho.” Murmuró “Nadie se escapa de mí.”

 

 

-¿Ah, sí? ¿Cuándo somos sus mejores ladrones? ¿Cuándo entre los tres traemos más chucherías valiosas que todo el barrio junto? ¿Creíste que nos dejaría ir tan campantes? ¡¡Hasta yo puedo darme cuenta de ello!! ¡Cristo!

 

 

-¡Calla!- le silenció –Si nos hubiéramos ido sin saber sus planes, habríamos caído directo en su trampa. Fuera de Konoha hay peores víboras, buscando gente como nosotros. Además, la guardia real no deja salir ni entrar a ladrones como nosotros sin dos agujeros de bala en la frente. ¡Piensa, Lee! El capo controla todas las demás salidas de esta área, y las demás… no hay más.

 

 

-Encontraremos la manera.- puntualizó Lee aún optimista.

 

 

-Encontraré la manera para sacarlos. Yo no podré salir de aquí nunca, no después de todo lo que he hecho.

 

 

-¿Realmente crees que Lee, y yo te dejaríamos? ¿Eh, gran bruto?- concluyó Naruto con burla, tratando de romper un poco la tensión.

 

 

-Creo que está decidido. Seremos ladrones de casas.

 

 

-Bien.- suspiró un poco aliviado, pues la idea de separarse de aquellos a los que se atrevía a querer como hermanos, le era más dolorosa que la muerte misma. Pero aun así, no descansaría hasta mantenerles a salvo. Lejos de aquella asquerosa situación.

 

 

-¿Cuándo empezamos?- preguntó Lee con más disposición.

 

 

-La próxima semana. Mañana es la final del Akita, y debemos trabajar en la multitud.

 

 

-Aburrido…

 

 

-Completamente.- masculló Naruto con una sonrisa descarada –Mi especialidad como carterista me ha dejado sin la emoción que robar provoca.

 

 

            Shino torció su gesto al notar como Lee reía del menor.

 

 

-Yo en su lugar no me podría tan engolado, somos buenos en lo que hacemos pero también existe la posibilidad de que haya un error.

 

 

-¿Un error? ¿Yo?- aulló entre risotadas el menor -¿Acaso pretendes ofenderme? ¿Cometer un error? ¡Por favor, Shino! ¡Y en un torneo de patéticos animales rabiosos! Sabes cómo me aburren, así que podré concentrarme. Robar de los bolsillos no es nada. Y más si es para nuestro querido; ¡tan querido, Capo! ¡El maldito hijo de puta!

 

 

 

 

            En una de las mansiones que adornaban la colonia Shinohara, dos caballeros disfrutaban de una copa de vino tinto, después de una excelente comida. Se encontraban sentados en una habitación de exquisita decoración, las paredes de un color heno contrastaban agradablemente con los tonos rubí y zafiro de la alfombra oriental que cubría el piso. Las ventanas altas y angostas que daban a la plaza estaban guarnecidas con un magnifico terciopelo granate, mientras en lo alto las múltiples velas del candelabro de cristal bañaban la estancia con una luz dorada.

 

 

            Con las largas piernas estiradas cómodamente una sobre la otra, Sasuke Uchiha mantenía su mirada en aquel retrato de su madre sobre el fuego de la chimenea de mármol. Su copa aun se mantenía llena, y el sillón de respaldo alto en el que se apoyaba, parecía cansarle.

 

 

-Insistes en compartir la hora de comida, juntos, pero nunca hablas.

 

 

            Itachi Uchiha, que mantenía su mente ocupada con asuntos reales, leía una y otra vez el documento frente a él. Tomando un sorbo al vino de su propia copa, observó:

 

 

-¿Qué quieres que te diga? Siempre que trato de instruirte sobre tus modales y educación, me ignoras y haces lo que te da la gana.

 

 

-Eso es porque lo sé todo de memoria. Lidiar con la furia de nuestros tíos es parte de nuestra herencia, y no me importa en lo más mínimo.

 

 

            Era obvio que ambos siempre discutían por lo mismo, y a pesar de haber respuestas, sólo el alivio de un silencio familiar los acompañaba como conclusión.

 

 

-La próxima semana nuestra prima vendrá a quedarse por unas semanas. Más te vale comportarte; no quiero verme obligado en  la necesidad de arrastrarte con la Duquesa para que acepte tus disculpas.

 

 

            Levantándose de su propio sillón junto al fuego, Sasuke caminó hasta llegar lo suficientemente cerca de la chimenea, y tirar de golpe la copa sobre las llamas furiosas que danzaban airadas a causa del estallido que este acto provocó. Con una mirada altanera, se giró a encarar a su hermano y hacer una reverencia antes de salir de la habitación. Tal vez no tenía autoridad suficiente para decir en palabras su opinión sobre el asunto, pero sus actos eran suficientes.

 

 

            La sonrisa del mayor sólo lograba redimir un poco la preocupación por el futuro de su hermano. Un matrimonio arreglado sería sin duda la colisión de Sasuke con la realidad que su nombre conllevaba, y el documento que debía firmar, era el consentimiento de sus tíos para la unión. Pero bien reconocía que al firmarlo, se ganaría automáticamente el odio de su única familia.

Tomó un sorbo, y otro más.

 

 

-Te lo prometí.- ronroneo mirando el retrato de la mujer que tanto le amó. Fue entonces que dejo la copa vacía sobre la mesa, y tomo el pergamino. En él, se encontraban seis firmas, junto al sello real. Soltó un suspiro, y tras humedecer la punta de su pluma en la tinta, firmó.

 

 

            Con el aspecto de estar enormemente complacido consigo mismo, se levantó de su lugar, dando pasos tranquilos al sillón de su hermano. Acarició el respaldo y volvió a sonreír. Miró instintivamente la pintura de su madre y pronunció su sonrisa.

 

 

-Al demonio.- lanzó el documento a la chimenea. Los planes habían cambiado. Mantendría su promesa, así tuviese que sacrificar él mismo sus derechos.

 

 

            Como en todas las cosas, Itachi tenía ideas muy definidas de lo que quería. Pensaba, planeaba y ejecutaba con éxito. Siempre, sin excepciones. 

 

Notas finales:

Si tuvieron tiempo de leer, un comentario pequeño no es nada :)

Gracias, lo agradezco de corazón ^^


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