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Adicción. por J_Wings

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo!

Aquí les traigo una historia que escribí hace muchísimo tiempo y que hace poco decidí desempolvar.

Como siempre está dedicadísima a Bitterness, te adoro (?) xD

Espero que la disfruten :)

Nos vemos y feliz navidad! ;D <3

 

Esta es una historia ficticia sacada de mi extraña mente, así que cualquiera parecido a la realidad simple casualidad.

-Capítulo único-

 

 

    Un sepulcral silencio inundaba aquel auditorio, siendo roto apenas por la melodía que dé a poco iba tomando forma. Melancólicas y tristes notas danzaban en perfecta armonía, llamando a los espectadores a dejarse llevar por la música que producía aquel hermoso violín.

    Con destreza y soltura tocaba esa canción que yo mismo había compuesto. Perdiéndome, al igual que el público, en la historia que narraban esas dulces notas. Luces fluorescentes iluminaban suavemente el escenario, ambientando la escena y encerrándome a la vez en una pequeña y fina burbuja, en donde todo y nada existía a la vez, creando la ilusión de la perfección.

    La melodía se extendía con cada movimiento, subía para luego bajar, siendo no más que un ínfimo susurro. Tristeza, dolor, frustración, heridas sangrantes se reflejaban en cada acorde derritiendo hasta el más duro corazón. La angustia se desbordaba con cada nota que moría bajo mis manos, arañando las almas de los presentes con saña.

    Finalmente la melodía terminó con un último acorde que repiqueteo en el profundo silencio que se había instalado desde el inicio de la presentación. Fuertes aplausos resonaron. Jóvenes e impresionables muchachas derramaban lágrimas aplaudiendo con emoción mientras que otros  simplemente sonreían.

    Agradecido por sus aplausos me despedí con una pequeña reverencia, sonriéndole a la audiencia. Me senté en mi sitio correspondiente, agitado. Era el último participante en uno de los eventos más importantes, realizado cada cinco años, en donde sólo se admitían un minúsculo número de participantes.

    Esta vez se habían admitido a tres participantes, todos magníficos violinistas, pero, sólo a uno se le entregaría el tan codiciado premio. Los minutos pasaban lentos, perezosos, mientras los jueces tomaban la decisión final.

    Jugueteé con mis dedos, húmedos debido a los nervios, apretándolos para luego restregar mis manos sobre el pantalón, secándolas con la tela. Un hilillo frío recorría mis entrañas que se apretaban en molestos espasmos. Los otros no estaban en mejores condiciones. La ansiedad había tomado posesión de nosotros, recorriéndonos con sus putrefactos y helados dedos, riéndose a nuestra costa y disfrutando de la angustia que generaba su presencia.

    Una hermosa chica, embutida en un elegante y vaporoso vestido color turquesa, apareció en las escaleras que daban acceso a la tarima, sonriendo con dulzura se acercó a mí rodeándome con sus delgados brazos.

    -¡Lo hiciste!-Sonrió con alegría- ¿Cómo te sientes?

    -Nervioso- Admití con un amago de sonrisa.

    -No seas tonto- Golpeó mi brazo sin lastimarme realmente- Lo hiciste muy bien, si hasta parecías un ángel.- Me guiño uno de sus azules ojos.

    -Exagerada- Le sonreí con dulzura y suspiré- Es imposible no estar nervioso. Llevo demasiado tiempo practicando para este momento. Si algo llegara a salir mal, así sea algo mínimo, todo acabará. Es la única oportunidad…

    -…De demostrarle que eres capaz- Sus ojos se entristecieron con el despertar de recuerdos ocultos- No desperdicies tu talento por él, eres un gran violinista y no necesitas de su aprobación para ser feliz. Así que nada de caras tristes, eh, si no lo logras no será el fin del mundo…ya llegarán otras oportunidades, y sonríe un poco, ¿vale? Que la vida es bella a pesar de todas las mierdas que puede traer.

    -Gracias, ¿Qué haría yo sin ti?- bromeé, dándole un sonoro beso en la mejilla.

    -Lo sé, lo sé. Estarías perdido sin mí-sonrió jocosa.

    -Me enternece tu modestia - sonreí con burla.

    -Si una no se quiere a sí misma ¿Quién lo hará?-Agitó la mano, mirando hacia atrás por encima de su hombro-. Bueno cosa bonita tengo que irme, me colé por una entradita y tu madre debe de andar buscándome. Mucha suerte-. Se despidió con un leve abrazo antes de desaparecer por la escalera.

    -¿Tu novia?- Preguntó uno de los participantes, Cristian creo, inclinándose hacía mí.

    -No, para nada, es sólo una amiga- sonreí, la gente siempre llegaba a esa conclusión al vernos tan juntos.

    - ¿En serio? Qué lástima, es una chica preciosa- Suspiró mirando las luces, algo en su mirada me llamó la atención, tenían un extraño brillo y su rostro estaba algo pálido.

   -¿Te encuentras bien?- Pregunta estúpida, lo sé, pero, ¿Qué más podía preguntarle?

    Sus ojos color esmeralda seguían clavados en las luces, pero una minúscula sonrisa se dibujó en su rostro, intranquila y fría.

    -Sip, nervios nada más- Sonrió sacando la legua.

   - Vale, si tú lo dices.

    Pasados diez minutos fuimos conducidos al centro del escenario donde, impasibles, se encontraban los jueces. Uno de ellos posó su mirada en cada uno, cuchicheando con los demás jueces, e incomodos nos removimos en nuestros sitios.

    La única mujer se levantó y con voz fuerte y clara pronunció las palabras que cambiarían nuestras vidas.

*~*~*~*~*~*~

 

    El sol brillaba intensamente y, aunque grises nubes amenazaban con taparlo, seguía orgulloso en lo alto del cielo. Brindándoles calor a aquellas que, distraídos, habían dejado sus abrigos no pudiendo escapar de la gélida brisa que los recorría.

    Acurrucándome más profundamente en el confortable calor de mi abrigo me encaminé hacía la cafetería de la universidad. Casi iba dando saltitos, tan feliz, que era prácticamente imposible ocultarlo. Después de tanto esfuerzo al fin lo había conseguido, moría por contárselo a la persona más importante en mi vida, así que sonriendo apreté el paso.

    Él se encontraba allí, sentado con despreocupación, su brillante cabello bailaba con el viento. Sin poder controlarlo lo abracé emocionado, sin pensar. Su rostro se desfiguro con el miedo y el enojo, asustado me empujó con todas sus fuerzas, haciéndome caer de bruces al suelo.

    -¡¿Estás loco?!- casi gritó mirando a su alrededor, temiendo que alguien nos pudiese haber visto-¿Qué te pasa?

    -No, ¿Qué mierda es lo que te pasa a ti? Sólo quería compartir con mi novio- Enfaticé con amargura- un poco de la felicidad que siento o que por lo menos sentía.

    El arrepentimiento pasó por su rostro pero el miedo lo superó.

    -Si esa es la única forma en que puedes compartirla es mejor que no lo hagas ¿o es que quieres que nos descubran?- sus ojos relampaguearon con furia mientras una mueca se bosquejaba en su rostro.

    -No te preocupes, ya no te molestaré más con nimiedades como ésa- Sin decir más me alejé. La felicidad que minutos atrás me había embargado se había esfumado y un sordo dolor la había reemplazado.  Estaba harto, ¿Cuándo terminaría este juego? ¿Hasta cuándo sería su maldito secreto? Las molestas lágrimas comenzaban a hacer aparición cuando Amy me encontró caminando sin rumbo fijo por el campus, hacía rato que la clase de economía había iniciado pero en ese momento nada me importaba ya.

    -¡Gabriel! ¿Qué sucede?- Preguntó preocupada, sus verdes ojos analizaban mi rostro. ¿Por qué no me enamoré de ella? ¿Por qué sus ojos no me cautivaban como a muchos otros? ¿Por qué tuvo que ser él el que se robara mi corazón sin ningún tipo de contemplaciones?  Con la vista borrosa debido a las lágrimas la abracé fuertemente, refugiándome en el calor que desprendía su cuerpo, sintiéndome como un niño pequeño.

    -Te amo ¿Lo sabías?- dejé un pequeño beso en su mejilla libre de maquillaje.

    - Claro que lo sé, tonto. Pero no me cambies el tema ¿Qué es lo que sucede?- Reiteró separándose de mí para verme a los ojos.

    -¿Qué crees que pasó?- Sonreí débilmente.

    - Argh ¿A que fue Johan?-Asentí- No me lo puedo creer ¿Por qué sigues con él? Te amo, en serio, pero no logro entenderte.- Nos sentamos en una de las bancas que se encontraban a pocos pasos de nosotros. Amy, inquieta, se levantó de nuevo esperando mi respuesta.

    - No sé. Sé que se ha portado como un asno, sé que es un imbécil de primera clase pero…cuando estamos a solas es tan diferente que me da esperanzas.

    - Lo sé Gabriel, pero eso no importa ¿Hasta cuándo te va a mantener en secreto? Han pasado tres años ¡Tres! ¿Por qué no terminas con esto de una buena vez?- Seguía moviéndose de un lado al otro, frustrada.

    -¿Crees que no sé qué han pasado tres años? Te aseguro que lo sé muy bien. He soportado todos esos años porque le quiero, pero ya no estoy seguro de que sea suficiente- Miré el cielo sintiéndome abatido.

    - Claro que no es suficiente- se sentó a mi lado tomando mi rostro entre sus cálidas manos- Mereces más, muchísimo más de lo que él está dispuesto a dar. Piénsalo bien ¿quieres? Odio tener que irme y dejarte así, pero mi madre quiere ir de compras y ya tengo cinco perdidas en el móvil.

    -Mándale saludos

    -Lo haré- sonrió besando mi mejilla- Te llamo luego ¿vale? Hasta luego, nene.

     Suspiré profundamente para luego dirigirme a mi casa. Grises nubes ocupaban por completo el cielo ya sin rastros del sol, anunciando la llegada de una tormenta. Sin inmutarme por la fría brisa que calaba mis huesos llegué a mi casa que, de no ser por Nyara y mi pequeña Rose, se encontraría sola a estas horas. Ambas me esperaban en la puerta, la primera, recibiéndome con un maullido y la segunda con un abrazo que, de no ser porque ya me lo esperaba, me habría tirado al suelo.

    -Hola Rose ¿Cómo ha estado tu día?- Sus grises ojos brillaban emocionados en esa tierna carita.

    -Bien, la maestra mandó mucha tarea-hizo una pequeña mueca - pero ya casi acabo- Se sentó de nuevo en la mesa para seguir haciendo sus deberes. Me acerqué por detrás ojeando su libreta por encima de su cabeza, asegurándome de que los ejercicios estuviesen bien hechos.-Y ¿Cómo estuvo tu día hermano? ¿Dónde está el tío Johan?

    - Me fue bien, gracias. Él…tenía cosas que hacer, lo siento.

    Su rostro se entristeció de inmediato, haciendo un pequeño puchero con sus labios.

    -Yo quería salir con él. Prometió ir conmigo a comer un helado.

    -No te preocupes- Acaricié sus rojizos cabellos- Mañana saldremos solos tú y yo ¿Te parece? Vamos un rato al parque y luego vamos por ese helado.

    -¡Sí!- Una gran sonrisa se dibujó en aquel inocente rostro, calentando mi pecho- Pero que sea de chocolate.

    -Bien, pero termina tu tarea. Si quieres algo avísame, estaré en mi habitación.

    Caminé por la sala, encontrándomela como esperaba…vacía. Subí las escaleras con Nayra pisándome los talones. Al entrar tiré el bolso en una esquina y me lancé a la cama.

   La gata, mimosa, se subió a la cama acurrucándose a mi lado. Distraído acaricié su blanco pelaje, obteniendo a cambio continuos ronroneos. Los ojos me pesaban y cada vez que costaba más recordar abrirlos al pestañear así que en cuestión de minutos caí en los brazos de Morfeo.

    Una leve pero dolorosa mordida me despertó, encontrándome a una juguetona Nayra que, al verme despierto, se lanzó a morderme la mejilla.

    -Pequeño estorbo- Reí acariciándole la cabeza, tomándola en mis manos la deposite en el suelo. De inmediato corrió tras una desafortunada hormiga que cruzaba la puerta.

    La helada brisa ululaba por la habitación, estremeciéndome. Con un pequeño bostezo me acerqué a la ventana para después montarme en el alfeizar y con la habilidad de quien lo ha hecho cientos de veces di un pequeño salto, aterrizando en una de las gruesas y fuertes ramas del gran árbol que se hallaba cerca de mi ventana. Escalando con agilidad me senté en una de las ramas más altas.

    Oscuras nubes se arremolinaban en el cielo. El viento azotaba fuertemente a los árboles que, sumisos, se mecían de un lado al otro. La cristalina agua del lago se veía atacada al igual que los árboles por la fuerte brisa, creando así interminables ondas.

    Las frías gotas de agua que ya empezaban a caer del cielo me empaparon rápidamente y agradecido levanté la cara, recibiendo con más fuerza la lluvia. Un relámpago rasgo el cielo, iluminando brevemente el lugar, parecido a los que surcaban mi mente. Gruesas lágrimas se confundían y entremezclaban con la lluvia al rodar por mis mejillas.

    No podía más. Sólo quería convertirme en una de aquellas gotas que caían incesantes del cielo, morir para dar vida. Quería dejar de sentir ese dolor que poco a poco me consumía, sumergiéndome cada vez más en la oscuridad que, gustosa, me abría sus brazos, anhelándome.

    El árbol se sacudió violentamente, haciéndome tambalear sobre la rama, pero aun así no me moví.  Si yo llegara a morir ¿Alguien me extrañaría? O ¿Acaso soy tan insignificante que mi muerte pasaría inadvertida?

    Me levanté caminando por la rama, bailando en el borde del peligro. Deseando morir, desparecer de aquella vacía existencia pero sin encontrar el valor necesario. Suspiré ahogadamente sin poder respirar a causa del llanto y los sollozos que me sacudían en fuertes oleadas, la ropa se pegaba a mi cuerpo y mechones de cabello a mi cara, pero nada de eso importaba. Figuras invisibles tocaban mi cuerpo, animando a que me acercara más al borde. Imperceptibles risas se dejaron escuchar por encima de la lluvia, acosando mi mente. Una amarga sonrisa se pintó en rostro, mi cuerpo se movió solo, anhelando caer pero la imagen de Rose atravesó la densa neblina que nublaba mi mente haciéndome entrar en razón.

    Mirando por última vez el vacío que se extendía a mis pies me dirigí hacía la ventana de mi cuarto y, con la agilidad adquirida a través de la práctica, salté una quedando apoyado sobre el alfeizar con las rodillas dobladas. La habitación se hallaba en penumbras, sin molestarme en encender la luz camine directo a mi cama para quedar tendido sobre ella sin siquiera molestarme la humedad de mi ropa.

    Cálidos labios besando mi fría piel me despertaron, fuertes brazos rodeaban mi cuerpo atrayéndome hacia un pecho fuerte y amplio. No necesitaba abrir los ojos para saber quién era.

    -Perdóname- Su voz me atravesó dolorosamente. No podía, no podía volver a caer- Por favor, perdóname.

    -No- Mi voz no era más que un susurro, un sonido lastimero parecido al de un animal herido.-No puedo.

    -Perdóname- Sus labios vagaron por mi cuello, un sollozo amenazaba con ahogarme- No me dejes.

    Se alejó levemente de mí, mirándome con sus ojos color miel….atrayéndome con su hechizo.

    -No quiero seguir escondido-Lágrimas comenzaron a salir a borbotones de mis ojos, pero no evite su mirada- No tengo de qué avergonzarme.

    -No me dejes-Repitió repartiendo pequeños besos a lo largo de mi mandíbula- Entiéndeme, sabes que no puedo revelar lo nuestro.

    -Ya han pasado tres años Johan ¿Hasta cuándo me mantendrás oculto? Estoy harto de no poderte ni mirar en público por miedo a que nos descubran – Me alejé de su tacto, de los brazos que tanta calidez me proporcionaban. Tratando de contener las lágrimas me acerqué a la puerta, si seguía allí por más tiempo cedería- No puedo seguir con lo nuestro.

    Tan rápido que no pude reaccionar a tiempo me alcanzó, tomándome en sus brazos nuevamente y hundiendo su nariz en mi cuello.

    -No te vayas- Susurro inaudiblemente. Lágrimas comenzaban a bañar mi hombro- Te amo.

    “Te amo” Dos palabras. Cinco letras que enamoraban pero a la vez lastimaban. Un arma de doble filo. ¿Acaso el amor es suficiente? Ya son tres años de relación, tres años de soportar verlo coquetear con cuanta chica bonita se le cruzara por el camino para que no le creyesen “raro”, de no poderlo tocar aunque fuera de modo amistoso en público por miedo a que se enteraran y le quitaran su beca, y sobre todo a que sus muy católicos padres no se enteraran. ¿Cuánto tiempo más seguiría con esto?

    -Entiéndeme tú también, no puedo esperarte más…No puedo seguir engañándome con algo que nunca se dará.

    - Sé que no he sido el novio perfecto pero te amo ¿No te basta con eso? Eres mi mejor amigo, el amor de mi vida. Por favor, no me dejes- Sus bellos ojos me observaban húmedos y rojos de tanto llorar- Prometo cambiar. Sólo dame una última oportunidad.

    -No…-Sus labios ahogaron mis protestas. Mi cuerpo respondía con la misma intensidad que él, consumiéndome. Sus manos trazaron mi piel por debajo de la camisa…

    -No me dejes- Repitió por última vez cubriendo mi cuerpo con el suyo, impidiéndome pensar-Te amo.

    -No…No lo haré.

     Su aroma embriagaba mi mente, embotándome los sentidos. Sus ardorosas manos me conducían a un mar de sensaciones haciéndome caer, de nuevo, en sus redes.

    Creyéndome, de nuevo, otra de sus tantas tretas. Porque él es el mejor de los actores, porque todo eso fue una actuación y, si la creíste, tal vez eres tan iluso como yo.

    Había caído nuevamente en aquella red de telaraña disfrazada con un manto de rosas, convirtiéndome en su sucio secreto. ¿Acaso algún día lograré escapar de él? No lo sé, no sé nada ahora.

    Su boca besaba la mía, poseyéndola, adueñándose de mi alma a través de sus besos y de cada parte de mi cuerpo con sus manos. Él es mi adicción. Sus brazos son una jaula de oro, una de la cual puedes pero no quieres huir.

    Algún día escaparé de él, de sus enredaderas llenas de espinas cubiertas con las más exóticas flores pero, hasta entonces, seré su sucio secreto.


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