Tú me llamas egoísta, que soy muy celoso, pero tú nunca me consientes, jamás me dejas satisfecho. Si sólo valgo un regaño o una pérdida de tiempo para ti deberías decírmelo, ¿Crees que con un “Lo siento” se arregla todo? ¡Odio tu falsa amabilidad!
Ya un año y sigues sin darte cuenta, eres muy tonto y despistado, constantemente te caes, ¿es tan importante siempre hacerme reír? Pero a veces es cansado. Siempre dices que llegas agotado, ¿Tan poquito te importo entonces, que ni una simple caricia me das? ¡El egoísta aquí eres tú!
Odio cuando me sonríes así, odio cuando estás enojado, pero más odio cuando me estás ignorando…
Exactamente como ahora…
Sí, claro, los perros son lindos, entonces consigue uno. Que ellos son más amigables, más cariñosos y más juguetones. ¿Estás insinuando algo de mí? Yo soy adorable, cualquiera me preferiría a mí en vez de a un perro.
-¡Shima-chan, ven aquí!- te responde con un tímido ladrido y salta de los brazos de tu amigo, patético.
-¡Ruu! No seas grosero y ven a saludar.- y qué manera de hacerme caso. Tan sólo acomodé mi posición sobre el sillón de en frente y me recargué sobre mis patas. Como si me importara ir a ver a un perro.
¿Quién dijo que soy egoísta? ¡Me importa y santo pepino lo que te pase!
¡Perro feo! ¡Akira tonto! ¿Cómo dejas que te babee la cara de esa manera? ¡Bájalo! ¡Sólo a mí me puedes cargar!
Quisiera gritarte, ir y golpearte, pero no. En verdad no me importa…
¡En verdad no me importa!
¡En verdad no me importa!
De acuerdo, si me importa…
Salté del sillón y caminé moviendo mi cola con elegancia, rápido llegué y me senté sobre tus piernas, mirando al perro feo con una ceja alzada, ¿Y este qué se cree para acercarse tanto?
-¡Hola!- su enorme y dulce sonrisa sí que empalaga, retrocedí y me acomodé mejor sobre tu regazo, bajando mis orejas al sentir caricias sobre mi cabeza, agité mi cola con gusto, de eso yo hablaba…
-Perdona, es un poco payaso…- te disculpas con tu amigo… ¿Payaso, yo? ¡Soy un gato idiota!
-No te preocupes, es bastante lindo… Y parece que a Shima le agrada…- Sí yo sé que soy lindo y adorable… ¿Qué? De nuevo nombran a ese perro. Sus patas también están sobre las piernas de Akira, lo miré con desprecio, este es mi lugar sagrado, lo es sólo para mí…
-¡Hola!- repitió este canino, con más entusiasmo, al contrario de mí, que no estoy para nada satisfecho con su presencia.
-Hola…- respondí para no recibir reprimendas de parte de mi querido amo más tarde.
Que tediosa es la estancia de tu amigo, siempre robando tu atención de mí, unas simples caricias en mi cabeza y en mis orejas no ayuda, no necesito tu falsa nobleza, que sea menor no significa que sea tan débil, sé defenderme, pero no me gusta bajar de tu regazo. Y n oes que me guste tanto, no te pongas con el ego alto.
Quiero que dejes de hablar con él, por favor sólo dame un poco de atención. Tu trabajo y tus amistades siempre toman lugar primordial, ¿Dónde quedo yo?
Tan sólo si un día que llegases a casa me saludaras con un abrazo, no arrojándome tu abrigo encima “por accidente”. Quizá así, yo podría sincerarme contigo…
Ero eres tan tonto que nunca te darás cuenta, si te lo digo tan sólo sonreirás de aquella manera falsa, tal vez fuera mejor tu cara enojada…
Pero no podría soportar que me ignoraras, hago todo por llamar tu atención, ¡pon algo de tu parte!
Como ahora, como siempre, mírame, por favor. Si doy vueltas y muevo mi cola, mis orejas y jalo tu camisa es por algo, no me ignores, no me cambies por ese perro. Todo lo que hago es por ti, ¿Cuándo dejarás de ser tan idiota?
-Fue una buena idea haberlo comprado…- comentaste acariciando la cabeza de aquel can.
-Claro, es genial tener un amigo como él esperándote en casa, además de que sabe cuidarla…- dijo el otro, imitándote. Shima movió su cola con alegría y se abalanzó hasta su amo, al menos ya te dejó en paz a ti.
Rodeé tu cuello con mis brazos y escondí mi cabeza en la curva de tu cuello, acariciaste mi cabello y no evité bajar mis orejitas y maullar, yo sé que eso te parece lindo, me lo has dicho muchas veces. Y es mi manera de decirte “¡Mímame!”. Pero esta vez no hiciste nada, tan sólo seguiste hablando con tu amigo, riendo y pasando el rato, olvidándote de mí.
“Idiota”, quise decirte, pero soy educado y no lo haré, al menos hasta que se vayan las visitas. Y hablando de ellas, este indeseable can sigue queriendo hablar conmigo, me empujas sutilmente para que vaya con él pero yo no me suelto de tu cuello, no me iré de mi lugar favorito para aguantar a ese perro.
Lo repito, yo no soy egoísta, me importas mucho, porque eres quién me da un techo y comida. Y jamás me echarías, ¿cierto? Tú me quieres mucho, soy alguien valioso, algunas veces me lo has dicho, mientras me abrazas y besas mi frente. Sólo me pregunto, ¿Por qué no haces eso siempre?
Si fuese así, yo quizá podría sincerarme.
Nunca te he contestado, tan sólo me sonrojo y dejo que me mimes, como siempre deberías hacer.
Soy un lindo gatito domesticado, no soy revoltoso como los demás, estoy donde debo estar, jamás te he causado problemas. No necesito ser más grande y ágil para ser bueno, no me compares con los perros.
Apenas Aoi anunció que se iría y cerró la puerta, llevándose, al fin, a su odiosa mascota, salté de tu regazo y volví a mi sillón, tomando el control entre mis dedos, si me has ignorado entonces, ¿yo a ti por qué no?
Tan sólo centré mi atención a la pantalla y los tontos dibujos animados que aparecían a esa hora, no necesito que estés a mi lado para no aburrirme.
-Ruu… ¿Quieres algo de comer?- no me digne a responderte, si tengo hambre yo te lo diré. No tienes que ser así de amable conmigo, no finjas ser un buen amo cuando me tienes tan descuidado.
-Bien, entonces me voy…- ¿Qué? Después de haberme ignorado todo el maldito día, ¿Te atreves a irte y dejarme solo? No, definitivamente no eres un buen amo. Pero hace rato que empezó a llover, quizá eso podría hacerte quedar…
-Nos vemos más tarde.- acaricias mi cabeza y sonriendo te vas, no lo creo. Inflé mis mejillas, demostrándote que no estoy nada conforme con eso, pero sigues riendo y te marchas. No puedes estar enojado y menos conmigo, yo no hice nada para que lo estés.
Me remuevo inquieto en el sillón, mil maneras de acomodarme y ninguna se me hace eso, cómoda. Pero no, créeme que no es por tu ausencia.
Odio la lluvia, aunque se ve que es ligera, ¿No te enfermarás? No vi que llevaras un paraguas, que idiota y descuidado eres. Realmente sólo llevabas tu chaqueta y ni siquiera me dijiste a dónde ibas, ¿en verdad no estás molesto? ¿Por qué me haces preocuparme tanto?
Jalé mis orejas con molestia, ¿Por qué cada vez que te quiero a mi lado te vas? ¿Por qué me torturas de esta manera? Y es que eres tan tonto que no te das cuenta.
Yo siendo un niño lo comprendo y lo acepto, pero tú que ya eres grande no. Ni siquiera te esfuerzas en entenderme, tu regazo no es siempre cómodo, tus ronquidos tampoco son placenteros y no sabes acariciarme de la manera correcta. Pero aún así, tu presencia es muy cálida para mí…
Cada vez que me dejas me siento solo y desamparado, como antes, apúrate y deja de preocuparme.
Bajé del sillón y me dirigí a tu habitación, me lancé a la cama, siendo recibido amistosamente por el suave colchón y abracé la almohada, impregnada del aroma de tu cabello. Odio recordarte de esta manera, no mereces tanto de mi atención.
Quiero que regreses ya, que acaricies mis orejas y me sonrías de manera amable, porque no me dedicas otra cosa más que eso. Quiero sentir tus manos sobre mi cuerpo, quiero dormir sobre tu pecho como siempre. Porque no hayo otra manera de ser más que esta cuando te vas.
No soy egoísta, tampoco muy celoso, es que tú no me comprendes, no me pones atención y eso hace que me dé miedo a perderte. Pero eres tan tonto que no comprendes mi pesar.
Si ya un año llevo soportándote, deberías saber interpretarme. Deberías conocerme.
Si sigues así jamás podré sincerarme…
No buscó tu gentileza, no buscó que sólo me toleres, bien sabes lo que quiero, pero creo que nunca me lo vas a dar.
Cuando empiezo a sentir que mis ojos se cierran, escucho la puerta. Levanté mis orejas, para escucharte dejar las llaves sobre la mesa, el zumbido de tus pasos sonar al caminar por la madera. Di una vuelta sobre la cama, intentando no demostrar mi ansiedad por verte. No, no, porque no me emociona tu presencia, sólo me preocupo de que tú me hayas extrañado.