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Ofrenda por la paz por MerrickLioncourt

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El nombre resonó en la caverna dejando a Shun pensando. Levantó sus defensas psíquicas antes de ver a la chica a los ojos. Ahí estaba June de Camaleón, sin máscara y con un morral junto a ella, claramente en excursión. Pero ella no le había reconocido. ¿Tanto había cambiado? Recordó que ahora era inmortal y a la par que su aspecto, su mirada y su aura habían cambiado.


- ¿Y tú?


- ¿Perdón?


- Estoy en desventaja, conoces mi nombre y yo no conozco el tuyo. – Shun lo meditó un momento y recordó un nombre que había leído en uno de los retablos del castillo.


- Aron, Aron Heinstein. – June dio un respingo, de algún lado se le hacía familiar el nombre.


- Y ¿qué haces por aquí, Aron?


- Descansar. – Dijo Shun abriendo mucho los ojos y acomodándose para pasar la noche. Sintió un objeto golpearlo en la espalda, pero no hizo caso y se quedó dormido.


Al dia siguiente despertó solo. Meditó sobre su comportamiento, no había sido bueno. Estaba asustado por la presencia de June en aquel lugar, y más aún por qué la chica no le había reconocido. No entendía que había ocurrido, al empezar a sentir todo aquel cumulo de emociones deseo estar de regreso en Gudiccea, pero en lugar de eso se tele transportó de lugar en lugar hasta llegar a esas montañas. Un recuerdo luchaba por salir a flote, algo que tenía que ver con las montañas pero no lograba recordar, qué. Unos ruidos en el exterior le hicieron volver a la realidad. June entraba en la cabaña con un par de conejos muertos en la mano.


- ¡Vaya! – Dijo la chica con sarcasmo – El príncipe está despierto. – A Shun lo descolocó tanto el tono como la frase. – El desayuno estará listo en breve, su majestad. – La chica hizo una reverencia burlona antes de salir. Shun frunció el ceño con extrañeza, se levantó y retiro el abrigo, sacudió la prenda antes de enrollarla y dejarla en el lugar dónde había dormido. Se encaminó a la salida y volteó a ver el interior de la caverna. Y justamente, el abrigo se encontraba a los pies de un trono de piedra, suspiró entre divertido y fastidiado al entender la actitud de la chica. Al centro de la oquedad, había un agujero de piedra, manchas de humo delataban que era usado para albergar fuego.


Cuando salió, noto un brillo en la parte superior del travesaño que guardaba la entrada. Volvió a entrar a la cueva y fijó su mirada en aquel punto. Volvió a ver el guarda fuego en el centro y notó el mismo brillo y algunas inscripciones en griego, se acercó al lugar y se agachó para ver mejor las muescas. Estiró su mano y toco algunas letras, al instante una corriente de electricidad recorrió su brazo, pero era muy suave para paralizarlo. Cerró los ojos encontrándose con la oscuridad de sus parpados. Suspiró, tal vez fuera un refugio después de todo. Fue al exterior con la muchacha, quien ya había encendido una fogata en un lugar alejado de la entrada de la cueva y desollaba el segundo conejo, mientras que el primero se cocinaba en las brasas de la fogata.


- Este lugar es genial, tiene un aire de templo. – Mencionó con aire distraído.


- ¡Es un templo griego! – Corrigió June con algo de fastidio. Al tiempo que terminaba de quitar la piel al bicho.


- ¡Oh! – Shun volteó a ver a la muchacha y sus ojos se quedaron fijos en los animalitos.


- ¿Qué te pasa? – Preguntó la muchacha. - ¿Esperabas una exquisitez?


- No… yo… - Los ojos de Shun se quedaron fijos en los del animalito que reposaba frente a June. Sin proponérselo había creado una conexión con el bichito. De una vez, vio proyectadas en su mente imágenes captadas por el bicho, hasta llegar a la muerte que le propició la chica. Shun trató de desconectarse antes del inevitable desenlace pero no pudo, su pulso se aceleró cuando June tomó al animalito por el pellejo y su respiración se cortó cuando le dio muerte.


- ¿Aron? -  June se levantó dejando al bicho sobre las brasas de la fogata. - ¿Aron estás bien? – El olor a sangre en las manos de June hizo que el adivino se alejara de ella involuntariamente.


- No te acerques. – June se congeló.


- Eres de esos que no soportan la muerte de los animales. – Espetó la otra.


- No. – Dijo Shun con un movimiento de cabeza como queriendo excusarse. – No soporto la muerte en general.


- Pues entérate ¡todos morimos! – June le gritó, a cada momento le fastidiaba más la compañía de aquel sujeto. – Además uno de esos será tu alimento. – Dijo señalando los cuerpos en las brasas. Acto seguido, dio media vuelta y regreso a sentarse junto a la fogata. Shun rodó los ojos, desde su transcendencia, y un poco antes, sólo había consumido frutos de Eliseo o del Inframundo o del Olimpo. La carne que estaba en la fogata no se le apetecía, y si lo pensaba bien, no tenía mucha hambre.


- Oye, no pretendo despreciar lo que hiciste, se nota que eres una muy buena cazadora, pero…


- A la derecha del camino hay unos arbustos con bayas. – Dijo apuntando por un camino con el cuchillo. – Si bajas por ese lado encontraras un viñedo semisalvaje y árboles de manzana, pera y nuez. – Dijo señalando al lado contrario con el cuchillo. -  Ten cuidado de no caer. –June se levantó y le entregó un saquito – Ten. - Shun sonrió, esa era la June que concia.


Siguió las instrucciones de su otrora amiga y consiguió algunas bayas azules y negras. Encontró un par de ciruelos con fruta y cortó un par de melocotones. Fue al lugar que se encontraba June y le dejó lo que había recolectado. La chica a su vez le entrego una bota para agua para que tomara agua de un manantial cercano. Después de media hora regreso con peras, manzanas, nueces, agua y ramas de encino.


- Hay mucho árbol de encino por aquí. – June le miró como quien ve a alguien que ha cometido pecado mortal.


- Si, es por el templo. – Shun volteó a ver las columnas que marcaban la entrada. – El encino se usa para encender el fuego de las ofrendas. – Explicó June, Shun ya lo sabía, si había pasado la noche en el templo de un dios, lo más adecuado para él era dar una ofrenda agradeciendo la hospitalidad. Shun asintió.


- Imagino que con el tiempo la gente ha aprendido a darle otro uso. – June lo vio con curiosidad. – Había varios niños tallando efigies con las ramas caídas. – June le veía un tanto horrorizada. – No creo que al dios le moleste. – El horror de June creció, si se podía con esas palabras.


June ya había destazado a los bichos y recogido la carne cocinada y la tenía sobre una manta para que se enfriara y se secaran los jugos. El muchacho sacó las frutas que había conseguido y las esparció frente a él, tomó un pera, unas nueces y un racimo de uva y las metió al saco. June lo observaba con curiosidad. Shun suspiró, extendió una mano y tomó una patita que estaba completa con el muslo y la deposito en el saco. June lo miraba intrigada. El chico luego, tomó las ramas de encino y se dirigió al templo.


- ¿A dónde vas? – Le interceptó June asustada.


- Hay que agradecer. – Fue la plana contestación de Shun. June no se calmó – Tu cazaste, yo recolecte y ambos dormimos ahí dentro. – Dijo señalando la cueva.


 - ¿Tienes idea a quien pertenece ese templo?


- No.


- Estarías pactando con alguien desconocido. ¿Qué tal si es la muerte?


- Entonces tendré una muerte pacifica. – June se escandalizó.


- ¿Qué?


- ¡Oh vamos! – Dijo Shun sonriendo. – Yo no creo en esto, para mí es una oportunidad de decir que hice una ofrenda a los dioses griegos. – La sonrisa de Shun se ensanchó. 


- Maldito ignorante. – June se dio la media vuelta molesta. El chico suspiró.


La cueva se veía más acogedora. Acomodó la leña en el centro del lugar, buscó con la vista pero no vio la yesca que debía de estar para encender el fuego. Recordó lo que hizo con las cerraduras y se imagino las ramas ardiendo, susurró “fuego”. Una hilerilla de humo comenzó a trepar desde las ramas. Shun sonrió, fue a recoger el abrigo y notó que había un símbolo tallado en el respaldo de la silla de piedra, pero no se  distinguía que era. Probablemente el emblema del sacerdote o sacerdotisa del dios. Shun regresó y la fogata ya estaba encendida en pleno. Colocó las ofrendas en el centro del fuego.


- ¡Gracias por la hospitalidad! – Sonrió mientras hablaba.- Y no me vendría nada mal algo de protección en el camino. – Levantó la vista al trono. – La próxima vez lo agradeceré en persona. – Shun se pinchó el dedo con una espina. Tomó sus cosas, hizo una reverencia y salió del lugar al tiempo que el fuego se embravecía consumiendo la comida y luego, se apagó.


Cuando salío, June había recogido todo y dejado sobre unas hojas algunas frutas y nueces, junto con la bota de agua.


 - Esas son tus provisiones. – Dijo señalando la comida. Shun se arrodilló y guardó apresuradamente las cosas. June veía hacia la cueva. – Felicidades, tal vez Hades te guarde un lugar en el Eliseo. – Shun levantó la vista de golpe.


- ¿Qué dijiste? – La chica sonrió despectivamente viendo a Shun hacia abajo.


- ¿Ahora te importa? – Shun lo veía con los ojos muy abiertos. – El rey de los muertos acepto tu ofrenda. Y por si no te quedo claro, has pactado con el diablo. – June se dio la media vuelta disgustada y se alejó dejando a Shun con una fruta en la mano y viendo la cueva, estaba a punto de regresar cuando el recuerdo que había querido salir se hizo presente. “Sellamos el portal de las montañas”. Estúpido Radamanthis. Terminó de recoger sus cosas y alcanzó a June.


Caminaron en silencio todo el día, al llegar la noche llegaron a un bosquecillo de olivos, June estaba más animada.  Buscaron un claro alejado del camino y dispusieron el campamento.


- Tu brazalete es muy bonito. – Dijo June señalando a Shun.


- Gracias, fue un regalo.


- ¡Ah! Tienes pretendiente, la tragedia de mi vida. – Shun frunció el seño extrañado.


- ¿Tienes pretendientes? – Preguntó. June lo estudio con la mirada antes de contestar.


- Creí tener. – La chica se recostó hacia atrás apoyándose en los brazos. – Nunca lo sabré realmente, desapareció. – La muchacha recorría el paisaje con la vista. - ¿Cómo llegaste aquí? – Shun dudaba en contestar, se suponía que no la conocía, pero a June podía contarle y no habría problema.


- Caí de un helicóptero. – La mentira a veces era más sana. June soltó una carcajada.


- Eres malo mintiendo. – Dijo la chica cuando recuperó el aliento. Shun sonrió, nunca había podido  mentirle a June, al menos eso no había cambiado. – Vamos, he escuchado historias extrañas, veamos si la tuya las supera. – Shun volvió a dudar y decidió que no podía ser malo.


- Bueno, estaba en casa de unos parientes en Alemania, y unos hombres trataron de violar a una mujer. La defendí y antes de que me diera cuenta empecé a saltar entre ciudades hasta que llegué a este bosque. – June se tensó.


- Dijiste Heinstein. – Shun sonrió internamente, pero aún miraba expectante a la chica. – ¿Conoces a Pandora Heinstein? – Shun dudó otro momento.


- No en persona. – June escudriñaba a Shun con la mirada. Shun bajó el rostro ocultando sus ojos – Mis padres dejaron Alemania después de una tragedia familiar. Querían que conociera los orígenes de la familia y me llevaron allá. – La mentira estaba dicha. June se quedó pensativa un instante.


- ¿Puedes hacer otras cosas además de tele transportarte? – Shun abrió mucho los ojos, eso, se había tele transportado, ahora lo entendía. Sonrió antes de contestar.


- Puedo abrir cerraduras, encender fuego y… - Shun meditó si debía decirlo. Pareció que tardo en contestar, pues escucho la voz apremiante de June.


- ¿Y? – La joven se había incorporado y aventaba el cuerpo hacía adelante buscando una respuesta de Shun. El muchacho movió las manos inquieto.


- Cuándo veo a las personas, veo sus vidas, cómo si viera una película. Veo lo que han hecho, sus acciones buenas o malas, a veces ellos también ven lo que yo veo. No me gusta, hay cosas que me asustan. – Shun se quedó callado jugando con una ramita entre sus dedos. No sintió cuando June se acercó a él, hasta que la chica le acariciaba la espalda. - ¿Piensas que soy un monstruo? – Soltó la pregunta recordando a la chica del bosque.


- No. – June comenzaba a acariciar su rostro.


- En Alemania, la chica. – Shun dejó escapar las lágrimas, June dejó de acariciarlo. – Uno de sus agresores me vio a los ojos y… – Shun hacía un ademán con la mano, pero la palabra no salía de su garganta. June le instó con la mirada a completar la frase - …murió. – Shun se puso pálido al terminar la oración. June apoyó su frente en el hombro del muchacho, quien comenzó a morderse los dedos.


- Fueron sus actos lo que le mataron. – Shun negó con la cabeza, sabía que le iban a reprender por lo ocurrido con ese sujeto. – Aron, no te conozco muy bien, pero sé que la familia Heinstein es algo… – June buscaba la palabra adecuada – siniestra  – Dijo lo último con una mueca. – Si estás relacionado con ellos es probable que tengas algunas de sus habilidades. – Shun se relajó. – Te llevaré a Rodorio. – Shun la vió sorprendido. – Ahí hay un templo a Athena, uno grande. Ella nos dirá que hacer. – Shun iba a protestar, pero se contuvo.


- No me estarás diciendo que Athena es real. – June sonrió.


- Lo verás tu mismo. –  La chica regresó a su lugar. – Ahora a dormir, sé que no debo preocuparme por ti. – Shun volvió a sonreír y se agazapo cubriéndose con el abrigo. Sándalo.


En Gudiccea todo era caos. Hades aún no podía regresar del Olimpo y no tenía una excusa razonable para abandonar el consejo. Pandora tenía los nervios en punta, ya había interrogado a todo el personal en el museo que había instalado dentro del castillo, si vieron al muchacho que encajaba en la descripción de Shun, pero no le vieron salir por la puerta. Una grabación mostró el momento en el que se arrojó por la ventana, pero tuvieron que entregar las cintas del perímetro a la policía que investigaba un crimen en el bosque circundante a la propiedad Heinsten.


Tanto Pandora cómo los espectros tardaron en hacer la conexión, hasta que Lune se presentó frente a la senescal con el espíritu roto de un hombre. Extrañamente, el sujeto ya había sido juzgado y portaba en la frente el símbolo del círculo al que pertenecía.


- Shun. – Susurró la mujer cuando inspeccionó el símbolo. Ahora tenían otro problema, si la policía resolvía un caso de asesinato, Shun era el responsable. Pandora suspiró.


Hades había enviado un par de sortijas para Albiore y Shaka. Ambos maestros salieron a la superficie buscando indicios de su alumno. Shaka fue el único que encontró el rastro telequinetico del chico al acercarse a la escena investigada por la policía. Pandora lo acompaño al lugar y pudo sentir la presencia de Shun y también los restos del salto en el espacio que se había realizado. Pandora intentó seguir el rastro, pero lo perdió en una plaza de pueblo.


Pero existía el otro problema, Shun había asesinado a un hombre. Lune buscó en los registros y dictamino que la muerte había sido fuera del tiempo y era la mujer la que debió morir, pero no podía saber si la muerte del hombre se debió al poder de Shun o fue el resultado de un trueque. A la pregunta Thanathos permaneció callado y con la vista fija en el vació, también estaba buscando a Shun. Ya habían pedido ayuda a los hijos de Nix, quienes acordaron rastrear cualquier muerte extraña, ya que si rastreaban a Shun podrían herirle. Las moiras sólo responderían a Hades, quién aún buscaba una excusa para abandonar el consejo.


Pandora estaba renuente a contarle a Hades lo acontecido en el bosque, pero al involucrar a las moiras, las cosas se complicaban y Hades tendría que intervenir. Debido a esto decidió decirle que por acción de Shun alguien había muerto cuando no debía. Hades tardó casi un día en regresar, y antes de avocarse a la tarea en mano, repartió los castigos, efectivos a partir de la aparición del chico.


Tanto Pandora cómo Hades fueron llamados por la policía a declarar. Pandora asistió dando una fecha posterior para la audiencia de su hermano, a quien excuso diciendo que estaba fuera del país. En su visita, alcanzó a escuchar que buscaban a una mujer que también estaría involucrada y de la cual encontraron restos de sangre en una cuerda, Pandora suspiró aliviada.


Hades inspeccionó los lugares que Pandora le indicó y descubrió que en todos había o hubo portales al inframundo, y envío a un espectro a verificar todos y cada uno de los portales que había, incluso aquellos cuyas entradas fueron destruidas por los hombres o por el paso del tiempo. Hades entró en trance, tratando de ubicar todos sus centros de adoración, por un momento sintió un cosquilleo, algo familiar, pero fue demasiado rápido. Intuyó que se trataba de alguien usando un portal en desuso. Estaba empezando a desesperarse cuando sintió que alguien hacia una ofrenda a su nombre, olio la carne de conejo; cazada cerca de un templo por una mujer virgen. Percibió el aroma de la fruta fresca, también recolectada en los alrededores de un templo, por un joven desprendido y desinteresado. Decidió disfrutar de la ofrenda que le hacían, tal vez por mera curiosidad, hasta que recibió el mensaje y sonrió; una anécdota para contar a su niño cuando regresara a casa. Decidió que tenía suficiente hasta que el aroma de la sangre humana que sellaba la ofrenda llegó a él. Era Shun.


Dejó caer la copa de vino que sujetaba entre sus manos, trató de ir más allá, pero solo logró avivar el fuego y no percibió la presencia de ningún humano o inmortal cercano a la fogata. Algo le impedía llegar hasta ahí. Entonces lo recordó. Maldito Radamanthis. Ya sabía dónde estaba, pero no podía llegar directamente a él. Estaba también la mujer, y algo más. Hermes llegó con un mensaje de Zeus, necesitaba su presencia urgente. Hera y Deméter exigían explicaciones de su alianza con Athena. Deméter además, demandaba la liberación de Perséfone.


Hades se encerró en su despacho, desde afuera se podía escuchar una acalorada discusión. Después de un rato Hades salió con aire derrotado y bastante enfadado.


- Pandora, busca a Shun en el altar de las montañas. Estará acompañado, envía a Shaka es una región que él conoce. Dile que solo observe. – Decía el dios mientras caminaba, la joven le seguía de cerca – Encierra a Radamanthis en los calabozos, que permanezca ahí hasta mi regreso. – Hades se detuvo y suspiro cansadamente mientras daba la última instrucción. – Prepara la habitación de Perséfone. – Pandora se quedó de una pieza mientras veía al dios salir de Gudiccea y abordar su carruaje.


Un sueño inquieto mantenía a Shun en duermevela, la temperatura ambiente había descendido y el abrigo ya no era suficiente para mantenerlo caliente. Terminó por despertarse, la luna casi estaba en el cenit, la fogata estaba casi extinta. Se incorporo y agregó ramas a la fogata, avivando las llamas. June dormía plácidamente sin darse cuenta de los movimientos del muchacho. Un brillo llamó la atención del chico, se levantó calzando el abrigo y camino circundando el pequeño campamento. El brillo provenía de una zanja a un kilómetro de ellos. Era una luz anaranjada, parecía una fogata. Shun se dirigió al lugar atraído por el acogedor color que desprendía el fuego.


Al llegar a su destino, descubrió que había unas escaleras talladas en la pared de piedra, descendió lentamente encontrándose con un hombre corpulento que vestía un delantal de cuero, el cual cubría su pecho y un pantalón de mezclilla sucio por el hollín y metal fundido. El sujeto se encontraba en una fragua forjando una espada corta, una daga exquisitamente moldeada descansaba en una de las mesas de trabajo. Shun se quedó al pie de las escaleras disfrutando del calor de aquel lugar.


- Es descortés entrar sin anunciarse. – Escucho una voz rasposa dirigirse a él. Abrió los ojos para ver al hombre voltearse y sumergir la espada en un líquido. – Aunque seas el oráculo de Hades debes tener modales. – Shun se acercó al sujeto.


- ¿Cómo sabe?


- Eso que llevas en la muñeca – Shun bajó la vista para ver su esclava – no cualquiera sabe como hacerlo. – Shun suspiró, ¡Claro! Hefestos.


- No fue mi intensión interrumpir su trabajo. – El dios de la fragua volteó a ver al muchacho.


- Yo lo sé. – Dijo sacando a espada, la inspecciono y la dejó entre las brasas nuevamente. – Eres todo un caso chico. – Shun sonrió. – Ven conmigo. – Dijo quitándose el delantal. Shun lo siguió al interior de aquel refugio, la fragua era solo el comienzo. Caminó tras Hefestos hasta llegar a una sala con múltiples objetos de metal acomodados en estantes o mesas de trabajo. Había proyectos desechados en un rincón que eran perfectamente visibles y en otra esquina había trabajos arrojados sin ningún cuidado. – Te vi, a ti y a la chica. – Dijo mientras abría un armario. – Existe el rumor allá arriba de que desapareciste. – Shun le vio entre asustado y curioso mientras el dios rebuscaba algo en el armario. – Desafortunadamente, no te puedo ayudar a regresar, pero te puedo prestar ayuda. – Dijo asomándose y mostrando una sonrisa en su deformado rostro. Shun regresó el gesto y se preguntó porqué Afrodita era tan superficial. – Acércate. – Shun le obedeció y fue a pararse junto al dios. – Veamos – Dijo sacando una capa corta y extendiéndola frente a Shun. – No. – Regresó la capa al armario y saco otra aún más corta repitiendo la acción. – Bien. – Entregó la prenda a Shun - Ahora… - Se estiró para recuperar un objeto dentro del mueble. – No entiendo las modas nuevas, aunque este invento – dijo señalando la mezclilla – me ha ayudado mucho, a veces es mejor la usanza antigua.


Después de remover objetos sacó un morral de cuero, lo abrió y mostro a Shun un juego de ropa hecho con seda y bordado con hilo de plata. La seda era azul media noche. El hilo de plata decoraba el cuello, los puños y el faldillo de una túnica corta. Los pantalones no tenían decoración alguna. Shun estaba embelesado estudiando cada detalle del bordado de los puños y el cuello mao con corte en v cuándo Hefestos le mostró la faja del conjunto. La faja era también de seda en color plata.


- Anda – Dijo el dios tomando las prendas y dándoselas a Shun – Pruébatelo. – Shun volteó buscando en dónde cambiarse.


- ¿Dónde puedo? – Hefestos rió con ganas.


- Por esa puerta llegas a mi cuarto, ahí tendrás privacidad. – Shun asintió.


Instantes después regresaba a la sala vistiendo la túnica y los pantalones pero con la faja en la mano. Se había dejado los tenis, se acercó al dios y extendió la faja.


- No sé cómo… - dijo mostrando la prenda al dios.


- ¡Oh!  Ven. – Dijo señalando al chico. – Esto puede ser complicado. Sube un poco los brazos… - Shun lo hizo – No tanto. – El dios bajó los brazos del muchacho un poco y colocó la faja. – Listo. – Se alejó del chico unos pasos para observarlo mejor. – ¡Oh, quítate eso! – Shun volteó a ver su indumentaria.


- ¿Qué?


- Esas cosas burdas que tienes en los pies. – Shun volteó a ver sus tenis mientras el dios volvía al armario. – No hay nada mejor que un pie cómodo. – Fue con Shun y le entrego un par de sandalias. – Pruébalas. – Shun lo hizo. El dios volvió a admirar al adivino. – Ahora ya está mejor. – El forjador de los dioses volvió a sonreir. – Ve a ponerte otra vez esa ropa moderna, no es conveniente que los mortales te vean con eso. -  Shun asintió y se fue a cambiar. Cuando regresó el dios ya no estaba en la estancia.


- ¡Hefestos!


- Por acá. – La voz del forjador provenía de la fragua, ahí se dirigió Shun.


- ¡Gracias! – Dijo entregando las prendas al dios.


- Por nada. – Otra vez esa sonrisa, Shun podía percibir la bondad en aquel dios caído. Hefestos puso las prendas en el morral. – Prométeme que usaras esto solo en las ocasiones adecuadas.


- ¿Cómo sabré?


- Ya verás que sabrás.


- Lo prometo. – Dijo el joven con una sonrisa.


- Bien, aquí está tu ropa nueva y algo de provisiones, también llevas una capa de viaje y una capa de gala, que va con tu traje nuevo. – La extrañeza de Shun crecía con cada mención del dios. El morral no era muy grande y por lo visto iba muy bien surtido de provisiones y regalos. – Pásame aquello ¿quieres? – Shun volteó y señaló la daga a lo que el dios asintió. – Esto es para tener a la mano – Dijo blandiendo la daga y poniéndola en un cinto con funda. – Ésta, - dijo mostrando la espada corta que había estado forjando. El dios se quedó mirando la hoja de la espada y luego al chico – tú mejor que yo sabes porque te la doy. – La tristeza asomó a los ojos del chico.


- Estoy seguro que no llegaremos a tanto. Ella no…


- ¡Ah! Pero no estás contando con ellas. – Dijo el dios cortando al chico, Shun inclinó la cabeza escondiendo las lágrimas. – Harás lo correcto. – Dijo mientras guardaba la espada en el morral, acción que extraño aún más a Shun. – Y por último… - El dios se volteó buscando entre los estanteros que tenía en su taller. – Se que las has extrañado y te serán útiles. No son las que conoces, de hecho sólo es una. – Shun lo miro intrigado. - ¿Listo para reencontrarte con una vieja amiga? – El dios mostró un estuche de piedra a Shun, lo abrió lentamente y un brillo surgió de su interior, ahí sobre el cojín que guardaba la joya se encontraba una cadena finamente entretejida y lo que debería de ser el broche eran dos símbolos, un circulo y un triangulo.


Shun regresó al campamento casi al amanecer, June seguía dormida. En su mano derecha llevaba uno de los regalos de Hefestos, estaba meditando sobre la conversación que habían tenido cuando la chica comenzaba estirarse y desperezarse. June estiró los brazos y bostezo sonoramente, estiró el cuello y la espalda. Shun le miraba divertido. June terminó de enfocar la vista y miraba fijamente a Shun. Shun le regresaba la mirada, tuvo un flashazo de los sentimientos de la chica, pero le sostuvo la mirada, el sol se levantaba en el este. Pronto sería tiempo de continuar el camino. June desvió la mirada del joven y comenzó a recoger sus cosas. Tuvieron un desayuno breve sin que ninguno de los dos mencionara palabra alguna. Shun aún pensando en las palabras en Hefestos, June viendo recelosamente a Shun, tenía muchas preguntas bullendo en su mente. Comenzaron a caminar, según le había dicho June faltaban dos días de camino. Shun percibió consciencias adelante, se aproximaban a un poblado. Antes de llegar a las primeras casas June se detuvo, dio la media vuelta y encaro al que la seguía. Se acercó a él y le soltó una bofetada.


- ¡Eres un maldito mentiroso, Shun Kido!

Notas finales:
  1. Las ofrendas a los dioses se hacían quemando comida, si bien si hacían sacrificios donde ofrecían a la víctima al dios (generalmente corderos o vacas) no eran tan sangrientos como los judíos o las civilizaciones mesoamericanas. Los griegos no bañaban los altares en sangre, pero si sacrificaban un animal a nombre de un dios rara vez lo comían. Por lo general arrojaban comida a una fogata diciendo en voz alta el nombre del dios a quien ofrendaban el manjar.

  2. Shun no come carne, si me lo preguntan sería por lo mismo que un dios. Shun es un ser trascendido, no necesita alimento en la misma cantidad que otros seres. En algunas corrientes filosóficas, comer carne es alimentarse de muerte, al Shun no estar “vivo” necesita alimento vivo, considerados por muchos como las frutas y algunas verduras, incluso granos, pues el grano es el origen de la vida de una planta.

  3. Hefestos es esposo de Afrodita, sin embargo, la diosa lo desprecia por “feo” y le es infiel con Ares, derivando en una escena muy divertida donde los atrapa con una red especial. Hefestos fue expulsado del Olimpo por su padre Zeus y convive con hombres y dioses.

  4. ¿Por qué Hefestos ayuda a Shun?... Para fregar a Afrodita =P

  5. Quisiera tener una bolsa como la que le regalaron a Shun =D

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