Caminaba automáticamente, recorriendo aquellas escaleras que en dos ocasiones le habían llevado a enfrentar enemigos sin escrúpulos. Esta vez era diferente, la primera ocasión recorrió las escalinatas para ayudar a su hermano menor a derrotar a un loco y lo consiguió. Ahora, regresaba de un plano distinto, según el derrotado.
Shun se había quedado a pagar una deuda que no era de él. Había notado en la voz de Hades un dejo de deseo. No sabía realmente que buscaba el dios con su hermano, pero no le permitiría que lo dañase. Para el, Hades era un ser despreciable, un dios caprichoso que solo buscaba su beneficio, desafortunadamente lo que ese dios quería ahora, era a Shun.
Pues no se quedaría de brazos cruzados, no permitiría que Hades pervirtiera el alma pura de su hermano. Buscaría la manera, debe haber una forma, se repetía una y otra vez, buscaba en sus recuerdos algún indicio de lo que podría hacer. El entreno en la Isla de la Reina Muerta. Ahí había un altar a Hades, una entrada al inframundo. Debía regresar y buscar al viejo, él le diría la historia completa.
Estaba sumido en esos pensamientos cuando llegaron al recinto del Patriarca. Algo en su interior se removió. Siguió a los demás, y recobró conciencia de donde se encontraban y lo que había ocurrido. Sintió cada una de las casas zodiacales vacías, pero en su interior, como si viera el alma de cada uno de los caballeros dorados y supiera que estaban ausentes. Se desconcertó, volteó a ver a sus hermanos, todos seguían sumidos en sus pensamientos, a penas reconociendo el camino que recorrían.
Cruzaron la puerta central del recinto, la misma que Seiya cruzó alguna vez para salvar a Saorí. Rodearon el trono, ahora vacío. Frente al asiento, se encontraba un pedestal y sobre del un casco con máscara. Ikki detuvo su andar, vio fijamente los ojos vacios de la máscara, poco a poco, tanto el casco como la máscara comenzaron a cambiar. El corazón de Ikki palpitaba fuertemente, se encontraba justo frente a la máscara, recuerdos de otras épocas vinieron a su mente, recuerdos de batallas pasadas, y una premonición del futuro. La voz de Athena lo regresó al presente. Volteó a ver a sus hermanos quienes lo veían desconcertado. Ikki negó con la cabeza y retomó el camino. Sin preguntarle a Shaina, su cuerpo le obedecía siguiendo la información recién obtenida.
Camino hacia la salida, pero en lugar de seguir las escalinatas, se dirigió a una pared de la que colgaba un tapiz con la imagen de Odiseo dirigiendo las tropas contra Troya. Los demás dudaron, Shaina camino siguiendo a Ikki, Seiya le imitó. Hyoga y Shiryu retomaron el camino con un poco de duda. Vieron a Ikki caminar directo al tapiz, vieron el tapiz disolverse frente a él y después una entrada marcada con un arco. Cruzaron la arcada y al ver hacia el salón principal, solo había una pared marcada con el símbolo del Patriarca. Descendieron unos pocos escalones y dieron con un túnel, casi recto y visiblemente en bajada. Siguieron caminando, cada tanto aparecían grabados en la pared cada uno de los símbolos del zodiaco. Siguieron la marcha hasta encontrar el símbolo de Aries. A unos pocos metros, se encontraba otro símbolo, la letra alfa. Ikki dudó un instante y volteo buscando a Shaina. Shaina se adelantó, y vio claramente que los caballeros estaban agotados, tardarían en recuperarse completamente.
- Síganme – Repitió una vez más.
Atravesaron la pared marcada con alfa, salieron a un recinto construido con bloques de cantera. Era un cuarto alto con una mesa de reunión y 12 sillas alrededor. El salón de guerra. La antesala a las doce casas. Salieron por la única puerta y se encontraron en la zona de habitaciones del santuario. Kiki ya los esperaba, les habían acomodado catres en una de las chozas.
Los 4 caballeros de bronce entraron a la cabaña. Era acogedor, el calor que sintieron les hizo recordar su cansancio y su perdida. Seiya se sentó en uno de aquellos lechos y oculto su rostro entre sus manos, al poco se escucho su llanto. Ya no tenían que fingir, Shaina salió del lugar dejándolos solos. Hyoga golpeó la pared congelándola, se sentía frustrado. Shiryu se recargo contra una de las paredes, cerró los ojos y dejo fluir las lagrimas.
Ikki deseaba reaccionar igual que ellos, simplemente no era su estilo. Les dio la espalda a sus hermanos y recordó lo que habían vivido recientemente. Shun suplicándole que le matara, Shun peleando con todas sus fuerzas, Shun suplicando por la salvación de la tierra, Shun entregando su lealtad a Hades… Y lo que vió en el recinto del patriarca.
Sin darse cuenta cayó en la oscuridad. No fue consciente de eso hasta que escucho voces que no eran de sus hermanos. Oscuridad, solo oscuridad a su alrededor, sentía que no podía moverse. Se revolvió en el lecho, trato de incorporarse apoyándose en sus manos, pero cayó sobre la cama.
- Es inútil – Le dijo una voz que no reconoció – No tienes fuerza.
- La tendré – Contestó Ikki al extraño.
- De eso no hay duda, pero cuando recuperes tu fuerza ¿para qué la usaras?
Ikki dudó un momento. ¿Realmente sabía qué iba a hacer al despertar?
- ¡Rescataré a mi hermano Shun!
- ¿Crees que él quiere ser rescatado? O ¿crees que necesita ser rescatado?
- Esta con un maldito egoísta, claro que necesita ser rescatado.
- ¿Me dices entonces que tu hermano no tiene la fuerza suficiente para librarse de su encierro?
Ikki dudó. Shun ciertamente podía salir por si solo del problema, pero había algo más.
- Hades lo quiere dañar, no lo voy a permitir.
- Nadie dañara a Shun. Es muy preciado para Hades, aunque el mismo aún no lo sepa.
- ¿Quién eres?
-¡Ah! Al fin recuerdas las enseñanzas de tu madre. Ikki de Fénix, tienes una responsabilidad muy grande sobre tus hombros. Shun ya no puede ser tu prioridad.
- ¡Tu qué sabes! – Ikki se estaba molestando, ese desconocido no le podía decir eso.
- Alguien esta tras Athena, habrá otra guerra, créeme, Shun está bien. Lo volverás a ver, y cuando lo hagas, cuida tu mano, pues en tu afán de protegerlo, lo puedes llevar a su muerte.
Ikki no sabía que pensar.
- No dañaré a mi hermano.
- Esa nunca ha sido tu intención.
- Hades me lo devolverá.
- Si no lo matas tú antes.
- ¡Mientes!
- Concéntrate en tu nueva tarea, tu obsesión puede matar a tus hermanos. Recuerda a Esmeralda.
Ikki parpadeo, sentía la garganta cerrada, ya no podía hablar. Sintió sus mejillas húmedas.
- Despertaras dentro de poco, Athena no los puede tener así por mucho tiempo. Cuando lo hagas deberás decidir entre cumplir con tu puesto o sacrificar a los sobrevivientes del santuario para salvar a tu hermano.
Las últimas palabras resonaron en la mente de Ikki. Destruir aquello por lo que su hermano se sacrifico. Las lágrimas rodaban incontrolables por su rostro, Ikki seguía sin emitir sonido.
- Eres un digno representante y protector de Athena.
-¿Quién eres? – Insistió Ikki.
- Volveré a verte, de eso no tengas dudas.
Ikki escucho alas desplegarse y agitarse. Se supo solo, su mente daba vueltas, en medio de la oscuridad la luz comenzó a brillar, era tan potente que se sintió enfermo y cerró los ojos quería dormir un poco más y antes de volver a cerrar sus ojos llamo a la persona que más falta le hacía en ese momento.
- Shun.
Y de nuevo la inconsciencia.