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Bunraku por Omore

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Notas del fanfic:

Katekyo Hitman Reborn ©Akira Amano

Notas del capitulo:

      Y ya estamos aquí otra vez. Esto de publicar es un vicio, de verdad.

      En origen esto iba a ser un three shot, pero me da que va a alargarse un capítulo más. A la hora de leer será un tanto confuso y los conceptos pueden ser complejos, así que lo explicaré.

      Partiendo de que el manga actual se desarrolle a tiempo real, es decir, en 2012, el fic se ambienta once años después: en 2023. Kyouya tiene veintisiete años y Dino treinta y tres. Se compone por entero de saltos de tiempo (flashbacks) y espacio, los cuales señalaré debidamente. Este primer capítulo está escrito en pasado; el siguiente intercalará el presente para la narración en tiempo real (año 2023, recordemos) y el pasado para los flashbacks.

     Está basado en dos conceptos: la película «Bunraku», de Guy Moshe, y el Ningyo Joururi Bunraku o teatro de marionetas japonés. Cada parte (o capítulo) llevará como título una de estas tres palabras, atendiendo a qué enfoca:

   -Ningyo (marionetas): presentación de los personajes principales, Dino y Kyouya. Kyouya!Centric.
   -Joururi (recitación): inicio de la trama. Porque, sí, hay trama. Dino!Centric.
   -Bunraku (teatro de marionetas): decir algo aquí es spoiler.

      En la trama habrá participación de personajes originales; básicamente de Nala y Lux Argento, a las cuales ya presenté en mi viñeta «Recuerda». No es necesario leer la viñeta, pero puede ayudar bastante. No influirán en la relación entre ambos, no se meterán por medio, no son Mary Sues (de hecho, Nala está creada para caer mal. LOL) ni todas esas cosas que hacen que los creadores de personajes originales seamos mal vistos por la sociedad ficker.

      Con esto termino. Este hijo mío se lo dedico a Haru, por dejarme siempre comentarios preciosos que me suben el ánimo; a Hisue, por inspirarme con sus geniales D18; a lady sehkmet, por seguir dándome amor aunque me haya ido a un fandom que no conoce y, especialmente, a Neko uke chan, por soportarme y betearme. Prometo hacerte un fic para ti solita.

      Que empiece la función.

 

~~~~~

 

 

«Los hombres honorables son difíciles de matar. Pero mueren igualmente».
Guy Moshe;«Bunraku».

 

Catorce de septiembre de 2023.
Base de la Fundación.

 

       Era de noche, o al menos lo parecía. Allí abajo era difícil afirmarlo.
       Un leve soplo de aire proveniente del conducto ventilador le sacudió el cabello. Finas volutas de vapor se elevaban desde la superficie del té calentado en un hornillo. La temperatura, regulada por el sistema de calefacción, chirriaba contra su cuerpo helado haciéndole fantasear con el infierno.

       Para que Hibari Kyouya advirtiese lo artificial de todo lo que le rodeaba había sido necesario que le dijeran que Dino Cavallone había muerto.

       «—¿Cómo ha sucedido?

       Sawada Tsunayoshi tragó saliva al otro lado del teléfono. Qué impersonal sonaba la voz de Hibari a través de las ondas.

       —No lo sabemos exactamente. Al parecer la sede de los Argento en Milán fue atacada. Chrome y Dino estaban allí, y... —la impresión hacía agonizar paulatinamente sus palabras. Hibari se obligó a esperar—. Romario e Iván han sobrevivido—continuó el otro—. Su estado es grave. Chrome está bien; Gokudera, Yamamoto y yo salimos para Italia a reunirnos con ella dentro de una ho...

       —¿Y él?

       Los hombros de Tsuna se hundieron ligeramente.

       —Está... se... lo han llevado...

       —Sawada. —Aquello no era bueno. Hibari se estaba impacientando. Pero era duro hablar cuando esa comezón se le había instalado en la garganta.

       —...En la morgue. Está en la morgue.

       Y Tsuna rompió a llorar.

       Sin colgar siquiera, Hibari dejó caer una de sus tonfas sobre el teléfono».

       Los restos del aparato destrozado aún yacían esparcidos por el tatami. Aparentemente sereno, Hibari respiraba despacio. Inspira. Dino. Espira. Muerto. Inspira. Se ha ido. Espira. «Espirar» suena como «expirar». Inspira. Dino, muerto. Ha expirado. Espira. Para siempre. Inspira. Detesto los «para siempre». Espira. Son asfixiantes.
       Inspira. Yo, vivo. Espira. O expira también.

       ¿Estaría acaso sufriendo un discreto ataque de nervios?

       Algo suave le rozó la mano. Era Hibird, ya demasiado mayor para volar hasta su hombro. Hibari tomó su menudo cuerpo emplumado con delicadeza, acunándolo entre las palmas. El animalito le contempló con sus curiosos ojos negros y pareció luego desviar la mirada hacia la puerta corredera.

       —¿Dino? —pió—. ¿Dino?

       Hibari dejó caer los párpados.

       —No. Ya no.

~~~~~


Trece de enero de 2017.
Domicilio de Hibari Kyouya.

 

       Hibari observó de reojo cómo Dino jugaba con Hibird, riendo suavemente cada vez que el pájaro le picoteaba cariñoso los dedos.

       —Mira, Kyouya, parece que le gusto —señaló, obteniendo un leve bufido por respuesta. Kyouya bebió un sorbo de té y se volvió totalmente de espaldas, decidido a ignorarlo. Cuando le daban esos arrebatos maternales para con Hibird resultaba bastante difícil para él tolerar su presencia. Le escuchó volver a reír—. Eh, no te pongas celoso. Sabes que te prefiere a ti.

       Cómo adoraba Dino chincharle. Le encantaba la forma en que la mandíbula de Kyouya se tensaba, a pesar de no poder verle la cara. No obstante superando ampliamente la veintena, Cavallone no era muy distinto a Lambo cinco años atrás... aunque sí menos ruidoso.
       A veces.

       Hibari le escuchó susurrar algo parecido a "Vamos, Hibird, ve con él" antes de notar un peso que no merecía tal nombre en su hombro izquierdo. Lo peor, pensó, era que el pajarito le obedecía. Con una rutilante expresión de satisfacción en el rostro, Dino le rodeó para tumbarse frente a él. El japonés procuró eludir su mirada, que intuía tierna, ocupando la propia en contar las fibras del tatami.

       Una mancha pequeña y amarilla trinó cerca de su oído.

       —¡Dino! ¡Dino!

       La forma en que los ojos castaños de Cavallone se iluminaban provocó a Kyouya un sordo dolor de estómago. Lo confundió con náuseas.

       —¡Eh, ha dicho mi nombre!

~~~~~

       Las pupilas de Hibari se fueron inevitablemente hacia la esquina inferior derecha de su ordenador portátil, una de las pocas concesiones a la modernidad de aquel cuarto. Sus delicados dedos acariciaron el mouse táctil, llevando el puntero hacia la hora digital para asegurarse de la fecha. Asintió para sus adentros; no se había equivocado.

       Por eso Hibird le extrañaba. Era su día de películas.

~~~~~

Siete de marzo de 2013.
Sala de reuniones del Comité Disciplinario.

 

       A Dino le sorprendió enormemente saber que Kyouya, aparte de defender Namimori con su vida y apalear alumnos, no tenía aficiones.

       Bueno, en realidad sí las tenía. Pero no pensaba decirle cuáles.

       —¿Música? —Sólo la instrumental—. ¿Pintura? —Por supuesto. Apreciaba especialmente las obras sumi-e, y él mismo había practicado caligrafía de pequeño—. ¿Ópera? —La asiática no le llamaba la atención, y no estaba muy interesado en cosas occidentales—. ¿Teatro? —Le gustaba la sobriedad del noh, aunque tampoco era un entendido—. ¿Literatura?

       Hibari hizo una mueca. El interrogatorio estaba comenzando a hartarle. Dino sacudió la cabeza, suspiró ante la terquedad del joven y probó suerte en un último intento.

       —¿Cine? —Ni caso. —Vamos, Kyouya. Algo harás en tu tiempo libre, aparte de morder gente hasta la muerte.

       El acerbo japonés se obligó a respirar hondo. Por lo general Dino no era tan molesto, pero aquel día parecía haberse levantado con ganas de comerse sus tonfas. ¿Qué pasaba con él?

       —¿Conoces «Bunraku»?

       Kyouya alzó la cabeza y le miró por primera vez. Aquello le había sorprendido un tanto; ¿quién diría que Cavallone sabía del teatro de marionetas?

       —Sí.

       —¿Te apetecería verla conmigo?

       —¿Qué?

       —«Bunraku», la película. —Hibari desvió la vista con cierta decepción. —Me la descargué hace un par de días. No es muy buena, pero tiene algunas cosas que...

       —No me interesa. —Dino frunció ligeramente el ceño, descontento. Dios santo, Kyouya era tan difícil de tratar a veces...

       —Oye, estoy haciendo un esfuerzo para que nos llevemos mejor —replicó, ya sin disimular la molestia acumulada y los veintitrés años de sangre caliente que se le estaban subiendo, al más puro estilo Superbi Squalo, a la cabeza.

       —No me interesa —repitió el otro con frialdad.

       —Oh, por el amor de Dios. ¿No puedes dejar de comportarte como un niño mimado por una vez?

       Aquella frase tañó en sus oídos como el sonido de un martillazo. Tal vez fuese por la llama de furia que rielaba en los ojos entornados de Cavallone, la cual le daba un aspecto sorprendentemente carnívoro, o por el insulto que le había lanzado a la cara; el caso es que su actitud le intrigó lo suficiente como para ceder.

       —Veré tu película si me prometes que después lucharás conmigo —Dino no sonrió, pero su gesto se suavizó de forma considerable.

       —Claro...

~~~~~

       Al día siguiente se reunieron después de las clases. Cavallone llevó su ordenador portátil y vieron «Bunraku» en la sala de reuniones del Comité Disciplinario, con la puerta cerrada a cal y canto para ahorrar el espectáculo de su Presidente tumbado en el suelo panza abajo. Los ojos de Dino no se desviaron hacia Kyouya en ninguna ocasión; lo sabía porque él sí le había mirado de soslayo un par de veces.

       Y el caso es que el filme le había gustado. Bueno, a ver: era un bodrio, pero resultó que Dino tenía razón y había conceptos bastante interesantes entre tanta parafernalia. Algunas de las frases dieron pie a la conversación más larga que Kyouya había sostenido, con total seguridad, en toda su existencia.

~~~~~

Ocho de marzo de 2013.
Sala de reuniones del Comité Disciplinario.

       —Eso de que el hombre más fuerte no siempre es el héroe es absurdo —defendía Hibari.

       —¿Por qué piensas eso, Kyouya? —Era la enésima vez que Cavallone hacía esa pregunta y ya le estaba cansando. Lo pensaba porque el héroe era el héroe, y como tal necesitaba ser el más fuerte para vencer a sus enemigos. De todas formas, a su parecer debía limitarse a luchar por sus creencias, no buscar motivos detrás de ellas. Años después, Dino se burlaría de él diciéndole que habría sido un perfecto soldado de Cristo en la época de las Cruzadas—. No todos los héroes son siempre los más fuertes. De hecho, se consigue bastante menos haciendo que predisponiendo a la gente para que haga lo que tú quieres hacer. —El japonés chasqueó la lengua. Tanta reiteración le hacía dudar de la veracidad de sus palabras.

       —Absurdo —repitió. Al ver que Dino sacaba un paquete de tabaco de su abrigo, le fulminó con la mirada—. No te atrevas.

       Estaba loco si pensaba que iba a dejarle fumar en terreno escolar. Cavallone volvió a guardar la cajetilla, alzando las manos ante el mandato de la guardia armada de Nami.

       —Vale, vale, tranquilo. De todas formas... —repuso, retomando el tema—, no tiene nada de absurdo. La historia está llena de ejemplos de lo que te estoy diciendo.

       —Si quieres que algo salga bien, tienes que hacerlo tú mismo.

       —«Hay mucha gente que cuando ha de hacer algo, hace algo; aunque no sea exactamente lo que ha de hacer» —contraatacó Dino. Kyouya bufó.

       —¿Eso te lo has inventado tú? —El otro negó con la cabeza.

       —Es de Noel Clarasó.

       —Ya me parecía.

       —Honestidad ante todo. —La sonrisa de Cavallone destelló un momento, como sin haberse dado por aludido ante el sutil insulto. Lo dicho hizo que Hibari recordase algo.

       —Lo que ese personaje dice de los hombres honestos...

       —Honorables —corrigió Dino rápidamente. El otro le miró, molesto por la interrupción—. En la versión original dice «honorables». Hay un error de traducción en los subtítulos.

       Kyouya desvió la mirada en tanto el otro se embarcaba en una sardónica reflexión acerca de cómo, tanto el honor como la honestidad, se premiaban pronto con un balazo en la vida del mafioso promedio. Mientras contemplaba el atardecer caer al otro lado de la ventana, el guardián caviló acerca de la verdadera naturaleza de aquel hombre que se revelaba cínico y descreído ante su persona.

~~~~~

       Siempre había pensado que el Haneuma era honesto. A él le gustaba la gente honesta; era más fácil de tratar. Decían lo que tenían que decir y se largaban sin necesidad de amenazas de muerte. Por eso le causaba tanta curiosidad que Cavallone incumpliese esta regla e insistiera en permanecer a su lado, inmune a su corrosiva personalidad.

       Cuando ensayó una pulla («Según ese razonamiento, morirás pronto»), Dino esbozó una sonrisa de Mona Lisa y evadió la pregunta. Eso debería haberle puesto a aullar las alarmas. Pero el capo se pasó la mano por el cabello, se inclinó hacia él con aire de suficiencia y dijo algo que se le quedó rondando por la mente. «¿Y qué hay de ti, Kyouya? Tú eres honesto, ¿no?»

       Durante el silencio que precedió a la pregunta Kyouya concluyó que sí, que lo era. A su modo, y sobre todo consigo mismo. La reacción natural hubiera sido sentirse insultado y caerle encima a tonfazos, pero al clavarle las pupilas supo que Cavallone no había pretendido desmerecerle. Dino vio en sus ojos el desconcierto que le había producido semejante vuelta de tuerca. Hibari se levantó del suelo, se puso la chaqueta sobre los hombros y soltó secamente que la escuela iba a cerrar y que debían marcharse. Esto el italiano lo interpretó como un«Has tocado la fibra que no deberías y ya no me apetece estar aquí contigo».

       Dino no pudo olvidar tras ello que Kyouya podía sentir algo más que rabia, y Kyouya no pudo olvidar aquel viernes. Fue el momento en que su mundo, donde él era ley y orden, se rasgó para dar cabida a ese curioso personaje que le saludaba vivaz, le vencía sin apenas esfuerzo, le calmaba con discretas argucias y le miraba, le hablaba, le sonreía de siete mil formas diferentes.

       Desde entonces cada viernes que coincidían, después de la lucha, veían películas (Kyouya siempre se adueñaba del portátil para poner primero «Bunraku») y transcurrían lapsos de tiempo variables enfrascados el uno en las opiniones del otro, apuñalándose verbalmente y quitándose la palabra. Llegado un punto, cuando Dino no podía dejar Italia, Hibari se descubría aburrido sin sus charlas. Las cuales se acercaban poco a poco a terreno minado.

       —Kyouya, nunca te he visto con tus padres. Ah, trabajan en el extranjero. Supongo que solo estás mejor, siendo como eres. ¿Nunca has querido viajar? ¿En serio? Vaya... Creo que Roma te gustaría. Es muy típico, pero no deja de ser una ciudad con mucha historia. Te gustaría, Kyouya; en serio. Vale, vale, tranquilo. Ya dejo el tema. ¿Te apetece ir a comer algo? El otro día Romario encontró un sitio a pie de calle en el que hacen unas hamburguesas buenísimas...

       Y la cosa fue variando.

       —¿Dónde quieres cenar hoy, Kyouya? No me digas que en la hamburguesería otra vez, anda, que debes de tener el colesterol por las nubes. Mm... yo tengo ganas de sushi, la verdad. ¿Qué me dices? No hace falta que vayamos a Takesushi si no quieres ver a Tsuna y los demás; conozco otro restaurante muy bueno. Kyouya, ¿me dejas quedarme en tu casa hoy? Después de cenar y de las películas se me va a hacer tarde para volver al hotel. Vamos, Kyouya, ¡compadécete de mí! Te prometo que mañana ent... pelearemos el doble de tiempo, ¿vale? ... Genial, avisaré a los chicos.

       Siempre Kyouya, Kyouya, Kyouya. Ya casi no recordaba cómo sonaba su nombre sin ser pronunciado por esa voz. Tampoco podía comer hamburguesas, ni sushi, sin que ese «Kyouya» se le viniera a la mente.

       Mierda, podía recrear la escena a la perfección. Dino y él sentados frente a frente en el restaurante, amueblado al estilo occidental; el Haneuma mirándole con fingida curiosidad antes de preguntar «¿Qué tal está, Kyouya? ¿Me dejas coger un trozo? Anda, ten; prueba del mío».

       Ahí era cuando Cavallone recurría a su juego favorito, la humillación pública, al tomar un corte de maki con los palillos y ponérselo delante de la boca. De nada valían las promesas del moreno de que como siguiera no podría ver con sus propios ojos de qué color tenía Satanás pintadas las paredes, porque se los habría arrancado. Dino se reía de él y almibaraba un «Venga, Kyouya, no seas tímido. ¡Nadie está mirando!» absolutamente falso, porque si algo conseguía con tal estampa era que siempre hubiese alguien mirando. Hibari creía que pedía platos diferentes a propósito, por joder.

       Una vez se lo dijo, honestamente. «Estás inmiscuyéndote demasiado en mi vida, Haneuma». Y Dino sonrió con suavidad. «¿Por qué piensas eso, Kyouya?»

Notas finales:

      Planeaba subir esto por la tarde, pero AY se puso cabrito y llegaba tarde a clase. En fin, menos da una piedra. Recordad que los reviews son gratis, me animan, y si encima me hacen ver lo que hago bien/mal, tanto mejor.

      Oh, un último consejo: atención a los detalles.

E.

   P.D. No querráis matarme todavía, porfa <3
   P.D. 2. Ese gif. ESE. GIF. Ese gif lo desencadenó todo.


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