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Cosas de adolescentes por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

¡Hola! Demasiado tiempo... ¿verdad? XP. Perdón por la espera. Aquí les dejo el capítulo 12, más corto que los demás, pero espero que lo disfruten con la misma intensidad. Está plenamente dedicado a Camus y a Milo :'3.

     Había pasado toda la tarde aguantando a sus padres y a su abuela en el salón mientras él intentaba leer o estudiar o escuchar música. Como era anciana había que hablarle más alto para que se enterase de lo que le decían y con el ruido que se escuchaba apenas se podía hacer nada. Por suerte, aunque sintiéndose algo cruel, ya se había marchado, y ahora estaba preparándose para ir a casa de Milo a pasar el fin de semana como le había prometido. Estaba bastante ansioso, aunque el griego se encontraba algo triste porque según él, el examen de Historia le había salido muy mal.

 

¿Ya te vas? —Le preguntó su madre mientras guardaba ropa en la mochila.

 

En cuanto me peine.

 

¿Llevas el cepillo de dientes?

 

¡¡El cepillo!! —Gritó y salió corriendo para cogerlo y meterlo en la mochila con lo demás.

 

Siempre se te olvida... ¿Tienes dinero? ¿Cuánto vas a gastar?

 

No lo sé, mamá.

 

Toma —le tendió un billete de veinte y se le iluminaron los ojos. Normalmente le daba diez.

 

Gracias, haré buen uso de ello —sonrió.

 

Más te vale. Pásalo bien y no hagáis cosas raras —le dio un beso en la mejilla.

 

Lo que no hayamos hecho ya... —susurró.

 

¿Has dicho algo?

 

¡No! ¡Nada!

 

     Salió de casa cargándose la mochila al hombro y fue por la calle pensando en Milo, pero apenas doblar la esquina se sorprendió a sí mismo dedicando sus pensamientos a aquel rubio que tanto le importaba últimamente. Cerró los ojos y suspiró para concentrarse en cualquier otra cosa, y apenas lo consiguió hasta que hubo llegado al portal de Milo. Este le abrió la puerta y subió.

 

¡¡Hola Cami!! —Exclamó Milo tirándose a sus brazos.

 

Hola cielo, ¿qué tal?

 

Bien, bien... un poco triste por lo del examen.

 

Seguro que exageras. ¿Cuándo dijo que pondría las notas?

 

A las diez —respondió preocupado.

 

¿Te parece que las miremos juntos?

 

Vale...

 

Venga, no estés así —le guiñó un ojo—, nos lo pasaremos muy bien suspendas o no —le besó.

 

Vaya, ¡gracias por los ánimos! —Exclamó con ironía, pero sonriendo después.

 

     Milo lo agarró de la cintura y lo puso contra la pared, besándole apasionadamente mientras bajaba las manos hasta agarrarle el culo. Camus se puso rojo como un tomate, pero se dejó hacer hasta que una idea le pasó fugaz por la cabeza y separó a Milo de sus labios.

 

Cuando vea tu sobresaliente —le dijo poniéndole un dedo en la boca.

 

Entonces tendré que despedirme ya de ti.

 

No seas tonto —se alejó de él y fue a dejar la mochila en la habitación de Milo.

 

     Milo se quedó unos segundos en el pasillo reflexionando sobre todo un poco, y luego se encogió de hombros y suspirando siguió a Camus hasta la habitación. Lo encontró de espaldas a él sacando todas sus cosas y poniéndolas encima de su cama, la cual estaba deshecha.

 

¿Necesitas más comodidad, mi amo? —Le perguntó haciento una tonta reverencia.

 

No será necesario, esclavo Milo, pero gracias por la invitación.

 

Como en su casa —rio.

 

     Se quedó apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados mientras miraba con deseo cómo Camus sacaba las cosas de la mochila para ponerlas luego en el lugar indicado. Cuando lo hubo sacado todo, se dispuso a coger sus trastos de baño para guardarlos allí.

 

¡¡¡Jerónimoooo!!!—Gritó Milo y salió corriendo de debajo de la puerta hacia él.

 

¡¡Aaah!! —Gritó Camus cuando lo vio, y antes de que pudiese reaccionar Milo lo estampó contra la cama y lo agarró de las muñecas evitando que se moviese—. ¿Pero qué haces, loco? —Exclamó intentando liberarse.

 

Atacar a la presa —rio Milo acomodándose sobre el cuerpo de Camus.

 

Cada día pienso que te faltan más neuronas.

 

Me faltarán neuronas pero se nota quién es el que domina aquí —le dijo con voz picarona, humedeciéndose los labios y robándole un beso al francés.

 

     El ambiente en la habitación empezó a calentarse y Camus se fue poniendo rojo por momentos mientras la respiración y el corazón se le aceleraban, pero se había propuesto no hacer nada con Milo hasta que mirasen las notas del examen de Historia, aunque como bien le acababa de decir éste, si se lo proponía no tendría ninguna manera de liberarse de él.

 

Milo, querido... —dijo—, he dicho que nada hasta que no veamos las notas...

 

¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? —le susurró al oído.

 

      Camus reunió fuerza e intentó liberarse de sus brazos, incluso intentó darle patadas y un cabezazo, pero Milo intensificó su agarre y apenas lo sintió moverse bajo él.

 

     No quería admitirlo, pero el francés se estaba poniendo innegablemente caliente en aquella posición.

 

Milo... vamos, déjame ya, tengo que... ordenar las cosas.

 

¿Y si no te dejo? Ahora mismo puedo hacerte lo que quiera —le volvió a susurrar.

 

Milo... —intentó no sonreír.

 

      En ese momento, el móvil del peliazul empezó a sonar desde la mesita, y a Camus se le iluminaron los ojos pensando que esa era su salvación, pero Milo no se movió de encima.

 

Te están llamando —le informó.

 

Que llamen, tengo mejores cosas que atender.

 

¿Y si es importante?

 

¿Y si no lo es?

 

     Camus lo miró a los ojos, serio, y poco a poco Milo fue relejando los músculos y permitiendo ya que éste pudiera moverse. Encontes, con rabia, se levantó de encima de Camus y fue a contestar a la llamada.

 

¿Sí?

 

¡Hola Milo! —Contestó Saga al otro lado.

 

Hola, Saga.

 

¿Te has enterado ya?

 

¿Enterarme de qué?

 

¿En serio?

 

      Camus lo miraba desde la cama, intentando ordenar todo lo que había sacado de la mochila después de que el tonto de Milo lo hubiera revuelto todo con su jueguecito.

 

¡¿Qué?! —Exclamó Milo—, ¡¿de verdad?!

 

¡Lo juro! ¡Tenemos que ponernos a ello, que es el miércoles que viene!

 

Oh, Dios, esto sí que es una buena sorpresa.

 

     Camus salió de la habitación para dejar el cepillo de dientes y demás en el cuarto de baño. Cuando regresó, Milo ya había acabado la conversación.

 

¡Cami, Cami! —Lo llamó cuando entró en la habitación.

 

¿Qué pasa, qué pasa?

 

¡Adivina qué! —le pidió ilusionado.

 

¿Has... aprobado algo?

 

¡Mucho mejor que eso! ¿Recuerdas el partido que nos cancelaron?, ¡lo disputaremos el miércoles!

 

Vaya, ¡eso es genial! —sonrió.

 

Y vendrás a verme, ¿verdad?

 

¡Eso ni se pregunta! —lo abrazó y lo besó.

 

Me alegra oír eso.

 

Y a mí me alegra la noticia. Se te notaba algo bajo por la cancelación.

 

Supongo que mi suerte empieza a cambiar.

 

Me muero de hambre... ¿quieres que prepare algo para cenar?

 

¿Tan pronto?

 

Si no lo quieres te aguantas y te lo haces tú.

 

Está bien, está bien... Ya sabes dónde está todo, yo mientras voy a ponerme un rato al ordenador, que tengo que avisar a los demás de lo del partido.

 

Como quieras, cuando acabe te llamo.

 

     Se dieron un ligero beso y cada uno fue por su lado.

 

     Cuando Camus decidió lo que haría para cenar, empezó a sonar música de discoteca desde la habitación de Milo y éste apareció por la cocina sin camiseta y bailando con las manos en alto.

 

¿Pero qué haces? —Le preguntó el francés sin poder contener la risa.

 

Baby I just wanna daaaance, I don't really caaaare —cantó y cogió la escoba a modo de micrófono—. ¿Who's that chick? ¿Who's that chick?

 

Jajajaja, definitivamente estás como una regadera.

 

Te encanta —le dijo.

 

Eso no lo puedo negar.

 

¿Bailamos?

 

Deja eso para mañana, que si no te quedarás sin fuerzas.

 

Bueno, pues seguiré yo en la habitación. Avísame cuando acabes, mujer.

 

¡Eh! —Exclamó indignado y le lanzó una cuchara de madera, pero Milo se agachó y ésta se estrelló contra la pared.

 

¡Vale, vale! —Asintió y salió corriendo de la cocina.

 

     Camus tuvo que aguantarlo cantando casi todas las canciones que sonaban, pero más que molestarlo le encantaba verlo tan contento, y también oírlo cantar aunque no se le diera precisamente bien.

 

     Había decidido hacer una ensalada y una tortilla francesa, la cual no le quedó muy compacta, pero al probarla corroboró que estaba exquisita.

 

¡Miiiilooo! ¡A cenaaar!

 

 

 

 

 

     Después de lavar el último tenedor ambos fueron al salón y pusieron una película cualquiera que estaban echando en un canal. En realidad, las imágenes pasaban por la pantalla sin recibir apenas atención por su parte.

 

     Milo estaba tumbado boca arriba sobre el sofá y apoyándose sobre el posabrazos, mientras Camus estaba echado sobre el griego, en posición de dormir, apoyando la cabeza en su pecho y con la mitad inferior de su cuerpo entre las piernas de Milo. Éste, además, le pasaba suavemente una mano por el cabello.

 

Háblame en francés, Cami —le pidió.

 

¿Qué quieres que te diga?

 

Lo que tú quieras.

 

      Hablaban en un tono bajo y dulce.

 

Je t'aime, Milo, comme un astronome aime des étoiles.

 

Je t'aime trop, Camus.

 

     El francés levantó la cabeza para mirarle a los ojos y Milo se acercó a su rostro para dejarle un beso en los labios. La película seguía pasando los fotogramas emitiendo una escena mucho menos romántica que la que se daba en el sofá.

 

     Milo se acomodó y Camus se puso de rodillas entre sus piernas, con las manos apoyadas en el sofá. Volvieron a mirarse a los ojos y Camus se acercó a él para darle un dulce beso. Milo le rodeó la cintura con los brazos y lo atrajo más hasta sí, haciendo que volviese a tumbarse sobre él.

 

     Quedaron sumidos en un fuerte y apasionado beso con el que empezaron a quitarse las camisetas y a quedar con el torso al descubierto. Milo lo volvió a mirar con hambre en los ojos, mientras veía el pelo de su novio cayéndole por el rostro y ocultando sus sonrojadas mejillas.

 

     Mientras, en la televisión, la apasionada pareja jugaba a lo mismo que ellos entre las sábanas de la cama. La banda sonora era suave y romántica, otorgando mucho más sentimiento a lo que pasaba tanto dentro como fuera de la pantalla.

 

     Milo le acarició la piel regalándole deliciosos escalofríos que le recorrieron todo el cuerpo. Sus manos se posaron temblorosas sobre el pecho del griego cuando este penetró en su interior, haciendo que suaves gemidos salieran de entre sus labios, cerrando los ojos y apuntando hacia arriba con la cabeza.

 

     Cuando se hubo acostumbrado, Milo aumentó la velocidad y los gemidos de ambos se intensificaron.

 

     Camus se sentía flotando en el cielo mientras el placer le recorría todo el cuerpo. Lo sabía, lo tenía claro: quería estar con Milo eternamente, no quería separarse de él ni por un momento. Lo amaba como los astrónomos aman las estrellas.

Notas finales:

Muchas gracias por leer y espero que les haya gustado! Ya saben que tan pronto actualizo como me desaparezco un mes, jaja. Y dentro de poco, como empezaré la Universidad, pues seguramente no tenga mucho tiempo para escribir, pero haré lo que se pueda! :D.

Gracias de nuevo ^^


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