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Cosas de adolescentes por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

¡Nuevo capítulo! Espero que os guste :3. Sí, llevaba mucho sin actualizar, pero ya estaréis acostumbrados a que haga esto... jajajaja. ¡Tengo que dejar los malos hábitos!

Milo se había levantado demasiado temprano para desgracia de Camus, y andaba de un lado al otro de la casa quejándose de un terrible dolor de cabeza.

—¿Por qué no te tomas algo? —Le preguntó, aún desperezándose y asomando la cabeza de debajo de las sábanas.

—Ya lo he tomado —se volvió a quejar, sentándose al borde de la cama.

—No haber bebido tanto —se giró dándole la espalda y ocultándose bajo las mantas otra vez.

—Todos bebimos lo mismo... más o menos... Fue una noche muy larga.

—Fue una noche muy larga —corroboró.

—Oye Cami —le llamó tras unos segundos.

—Dime, amor.

—Perdóname. Me porté como un auténtico imbécil... me acuerdo ahora y me da vergüenza —sonrió sonrojado.

      Camus se sentó sobre la cama aún con las sábanas ocultándole la mitad del cuerpo. Le puso una mano en un hombro y le miró tiernamente a los ojos. Entonces, se recordó a sí mismo que el que tenía que pedir perdón por todo era él y no Milo, pero era incapaz de contarle todo lo que había hecho. El griego se percató de que algo le preocupaba y no pudo evitar preguntarle de qué se trataba:

—¿Qué te ocurre?

—Ah, no es nada —mintió, volviendo en sí—. Yo también bebí mucho y di muchas vueltas y estoy cansado... ¿Qué te parece si dormimos un rato más hasta horas más asequibles? —Le pidió con una sonrisa cómplice.

—Será lo mejor. Así igual se me quita el dolor de cabeza y todo...

      Y así fue como a la segunda vino la vencida. Se levantaron mucho más llenos de ánimos dentro de lo que cabía. Al menos Milo había dejado de quejarse de su dolor de cabeza, y Camus se encontraba menos afligido por haberle traicionado, aunque su cabeza, lejos de la noche anterior, seguía rememorando una y otra vez ese momento, tan solo con un poco menos de intensidad.

      Desayunaron juntos sin decirse muchas palabras. Se echaron en el sofá y pusieron la tele, en la cual, como de costumbre, no echaban nada interesante. Milo se tumbó entonces sobre Camus y este le abrazó, pero sus manos comenzaron a temblar mientras su memoria le jugaba otra mala pasada y la apartó temiendo que el griego pudiera darse cuenta de su nerviosismo.

—Te quiero —dijo Milo en un susurro.

—Y yo a ti, cielo —le respondió con el corazón encogido.

—¿Estás bien? Te noto un poco perdido.

—Algo aturdido aún, y eso que no bebí más que tú… —se excusó.

—Yo creo que hay algo más —le miró con los ojos entrecerrados y poniendo una expresión que incomodó mucho a Camus—. ¡Ya sé! Mu y Shura por fin se han besado y no me has avisado todavía…

—Ehm, bueno… no lo sé. Mientras yo estuve allí no se liaron.

—Vaya… tendré que preguntarle a Saga entonces.

—A mí también me gustaría saberlo —su respiración volvió a la normalidad por unos instantes pensando que Milo ya se había olvidado de su pregunta inicial, pero estaba lejos de la realidad.

—¿Entonces qué te pasa? No recuerdo casi nada de por la noche…

—No me pasa nada, Milo —insistió.

—Tu cara no me dice lo mismo… Está bien, no te pregunto más —se resignó separándose de él y sentándose recto de nuevo sobre el sofá con las manos tras la cabeza—. Mis padres llegarán sobre las siete de la tarde. ¿Hasta qué hora quieres quedarte?

—Pues… creo que me iré después de comer —Milo puso cara de decepción—. Es que me encuentro un poco mal —Y me duele el corazón, quiso añadir.

 

 

Después de comer decidió, erróneamente, que era una buena idea sacar de paseo al perro. Este iba y venía de casa de su padre según lo reclamasen, y esa mañana su madre lo había traído a casa. Estaba tan cansado que no era capaz ni de pensar que estaba cansado para sacarlo a la calle.

—Shura, ¿llegaste muy tarde ayer? —Le preguntó su madre desde la cocina cuando este estaba a punto de salir de casa.

—Sí… digo no.

—¿A qué hora?

—No lo sé, mamá, no miré el reloj, me eché en la cama directamente —se puso la chaqueta como pudo evitando que el labrador le enroscase la correa en las piernas —Zihma estáte quieto —gritó mientras su madre continuaba preguntándole.

—¿Y a dónde vas ahora?

—Quedé con Afrodita y Mu para dar una vuelta —mintió. Lo único en lo que pensaba era en librarse de ella lo antes posible.

—Pasadlo bien —les deseó, y por fin salió de casa.

      Nada más bajar las escaleras, con Zihma hecho un loco deseoso de ver la luz del sol recordó la resaca que llevaba encima y se maldijo cinco veces por haberse levantado de la cama, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás, así que decidió caminar lo más lentamente que su cuerpo le permitiera, en controversia con su perro, quien agitaba el rabo anhelando echar a correr calle abajo.

      En consecuencia, y después de avanzar unos pasos, Zihma comenzó a correr como si estuviese poseído por el diablo y tiró de la correa haciendo a Shura correr tras él perdiendo el equilibrio con cada pie que levantaba del suelo. Zihma le hizo girar en una de las esquinas de la calle y sin poder evitarlo Shura se chocó contra alguien que caminaba tranquilamente. Ambos cayeron al suelo con un quejido, y Shura se apresuró a ayudarle a levantarse, pero tras abrir los ojos tras el impacto vio que la persona con la que se había estampado no era ni más ni menos que Afrodita, al lado del cual se encontraba Mu, observando la escena sin poder creerse lo que acababa de pasar.

—¡Claro! ¿Cómo no? ¿Con qué otra persona me iba a chocar si no? —Exclamó Afrodita al tiempo que se levantaba del suelo y le fulminaba con la mirada.

—Es culpa de este bichejo —se excusó señalando a Zihma, quien se había sentado sobre las patas traseras y movía radiante la cola—. ¿A dónde vais? —Preguntó cambiando de tema.

—Venimos de comer en un bar —contestó Mu, y sin poder evitarlo Shura se puso extremadamente celoso.

—¿Y estaba bien?

—Sí —asintió Afrodita—. Ahora íbamos a dar un paseo para bajar la comida, ¿te apetece venir?

—Claro, a ver si la bestia se calma un poco.

      Fueron hasta un parque cercano, el mismo en el que le habían dado aquel balonazo en la cara a Shura justo cuando estaba a punto de besar a Mu. El español se puso rojo de repente, pero esta vez Afrodita no tenía ninguna excusa para dejarles solos, ni él tenía ninguna excusa para quedarse a solas con Mu, quien miraba de un lado al otro, pero nunca hacia él, cosa que le hizo dudar sobre todo.

      Se sentaron en un banco lejos de los columpios y del peligro. Shura soltó la correa de Zihma y le dejó correr libremente por la hierba. Mu observaba al perro con las manos juntas, sin saber qué decir. Entonces, Shura rompió el silencio:

—Dita, ¿al final Angelo te acompañó a casa?

      Las mejillas de afrodita se transformaron rápidamente en dos grandes tomates y sus labios temblaron antes de contestar.

—Sí, me acompañó.

—¿Solo eso? —Shura le miraba con ojos picarescos.

—No es de tu incumbencia.

—Bueno, ya me encargaré de tu confesión en el siguiente yo nunca.

      Lo cierto era que Afrodita no mentía. Angelo le había acompañado a su casa, pero no le apetecía contar lo que había sucedido durante el trayecto de vuelta.

—¿Quedaste con él algún otro día? —Le preguntó Mu de improviso.

—No —contestó molesto—, y prefiero no hablar de ello.

      Poco después se levantaron y, tras hacer un poco el tonto en la zona de juegos, regresaron cada uno a su casa. Mu acompañado de Afrodita y Shura acompañado por su perro.

 

 

Camus entró en su casa y lo primero que hizo fue dejar las cosas en su habitación y tirarse sobre la cama. Hundió el rostro en la almohada y sin poder evitarlo sus ojos dejaron escapar una lluvia de lágrimas. Apretó los puños todo lo que pudo y cuando logró calmarse un poco, se dio la vuelta, cerró los ojos y respiró profundamente.

      Durante un largo rato estuvo así, y no le importaba lo más mínimo quedarse dormido, pero ni eso pudo. Tampoco le apetecía para nada encender el ordenador y hablar con nadie, pero sabía que tarde o temprano acabaría haciéndolo. Aún así, se mantuvo firme sobre su cama hasta que su madre entró en la habitación y le dio una galleta. Al parecer, las había preparado el día anterior y esa era la única que quedaba.

—Gracias —dijo Camus con el rostro gacho. Lo último que esperaba era que su madre le preguntase qué le pasaba.

—Espero que te guste, me costó mucho hacerlas. Tu padre se comió la mayoría.

—Gracias —repitió, y su madre salió de la habitación algo extrañada.

      Tras acabar la galleta, habiéndole dado cincuenta pequeños mordiscos, no logró resistirse y encendió el ordenador. Tuvo esperanzas en que no se conectaría al msn, pero tampoco lo consiguió y nada más entrar se encontró con varias conversaciones.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos dice:

    -Hola Camus. Creo conveniente hablar sobre lo que pasó ayer…

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Hola Shaka.

    -Yo también lo creo conveniente, aunque lo cierto es que ahora mismo no me apetece hablar de nada…

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos dice:

    -¿Te encuentras bien?

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Sí, sí, me encuentro bien.

    -Es solo que mi cabeza va a explotar de un momento a otro.

 

 

      Entró en Youtube para distraerse escuchando un poco de música, pero sus manos le condujeron hacia la sección triste de sus listas de reproducción, acordes con su ánimo. Después, abrió una por una el resto de las conversaciones.

 

 

Las rosas son rojas. La sangre también. dice:

    -Saga  me contó por la mañana que ayer saliste a solas con Shaka

    -en fin, yo ahora me voy a comer con Mu

    -más tarde me conectaré y te preguntaré sobre ello

 

 

      Abrió luego la conversación de Saga y decidió responderle a él primero.

 

 

Yo soy tú y tú eres conmigo. dice:

    -Buah, tengo que contarte un montón de cosas de ayer! fuimos a la discoteca y madre mía la que se ha liado

    -… o más bien los que se han liado jajajaja

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -¿Qué pasó?

    -¡Quiero saberlo!

 

 

Yo soy tú y tú eres conmigo. dice:

    -no sé por dónde empezar, la verdad

    -Shura y Mu estuvieron bailando juntos y bastante pegaditos

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -¿Se liaron ya?

 

 

Yo soy tú y tú eres conmigo. dice:

    -qué va! Estuvieron a punto

    -como siempre

    -pero nada más…

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Jajajaja, algún día lo conseguirán.

 

 

Yo soy tú y tú eres conmigo. dice:

    -lo mejor fue lo que pasó con Afrodita y Angelo

 

 

      Saga comenzó a relatarle todo lo que había pasado con ellos dos y Camus no pudo con su asombro. Sabía que a Afrodita le gustaba Angelo, pero jamás se hubiera imaginado que acabarían besándose el mismo día de conocerse. Y lo peor de todo: ¡él no había estado presente para verlo!

      Volvió a la conversación con Shaka con el corazón latiéndole fuertemente tras haber contestado a Saga.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -No creo que se necesario que lo diga, pero me encantó estar contigo a pesar del golpe.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -A mí también me gustó, pero…

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -Te sientes culpable.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Sí.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -Perdóname… no tenía que haberte besado.

    -Es que hace días que no puedo dejar de pensar en ti y deseaba fuertemente ese momento, pero sé que no tenía que haber sucedido.

    -Lo siento, he sido un tonto.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -¡No es eso!

    -La culpa, al fin y al cabo, ha sido mía.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -¿Se lo contarás a Milo?

 

 

      El corazón de Camus dio un vuelco ante aquella pregunta. Había estado toda la noche dándole vueltas al asunto y apenas había conciliado el sueño imaginando cómo le diría a Milo que había besado a Shaka.

      Sabía que en algún momento tendría que contárselo si no quería que alguien se lo contase a él antes, y aunque se había quedado a solas con el rubio, todos le habían visto perfectamente cómo salía con él del pub, y no era muy difícil adivinar lo que habían estado haciendo.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Sí, pero no sé cómo ni cuándo.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -Puedes no decirle nada, aunque puede que esa sea la peor opción.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Shaka, yo amo a Milo.

    -Mucho.

    -No quiero perderle.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -Lo sé.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Lo siento.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -No tiene importancia.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Sí la tiene.

    -No sé qué más decirte…

    -Me gustó estar contigo, y por eso me siento tan culpable.

 

 

Si no puede convencerlos, confúndalos. dice:

    -Lo sé.

    -Solo espero que Milo no se enfade contigo.

 

 

El paso del tiempo by Camus dice:

    -Yo también lo espero.

 

 

      Shaka no le dijo nada más durante el resto del día, y Camus temió que él también se hubiera enfadado. No tenía ni idea de lo que iba a pasar con todo ese asunto, y lo cierto era que lo que más deseaba es echarse a su cama a dormir, pero aún era muy temprano y tenía que estudiar o, simplemente, distraerse.

      Cuando Afrodita llegó por fin a casa, se vio obligado a contarle lo que le había pasado con Shaka, y el sueco, decepcionado, le había contestado tan seria y fríamente que a Camus le entraron, de nuevo, ganas de llorar de la desesperación. Por otro lado, Milo no se había conectado en todo el día al msn, y no supo si era porque le habían contado algo o porque le habían castigado o por a saber qué.

      El momento menos triste de ese día fue cuando, al fin, le llegó la hora de irse a dormir y sus sueños le dieron un grato respiro.

 

 

Shaka se pasó todo el resto del día con la mirada perdida y la mente vagando por senderos oscuros.

      Había sabido desde el primer momento que era una mala idea acercarse tanto a Camus y tan pronto, sobre todo estando Milo con él. Pero esta vez sus impulsos le habían derrotado, así como las duras palabras del francés.

—Es el final… ¿o es un comienzo? —se preguntó en un susurro.

      Echado sobre su cama, cambió varias veces de lado mientras meditaba una y otra vez las palabras de Camus y rememoraba sin descanso cómo se habían besado en aquel banco. Tanta intensidad en tan pocos besos no podía significar nada.

—Es un comienzo.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. ¿Se tratará de un final o... de un nuevo comienzo?


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