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Cosas de adolescentes por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

Sí, sí, lo sé... 5 años después, literalmente.

En la cafetería del instituto los nervios estaban a flor de piel. Los alumnos de segundo echaban miraditas a los de primero desde las varias mesas que habían juntado para comer. Parecían lobos dispuestos a saltar sobre su presa en cualquier momento.


Shura intentaba ignorar esas miradas, convencido de que tenían oportunidad de ganar el partido, pero cada vez que alguno de los mayores hacía un comentario, miraba a sus amigos y vería la derrota en sus caras. A él no le importaba perder, pero los rivales le caían tan mal que perder sería un duro golpe para su orgullo.


―¡Esos cerdos de segundo…! ―exclamó Aioria, que acababa de volver del baño―. Se creen que por tener tres jugadores profesionales ya lo tienen todo ganado, pero se van a enterar.


―Yo creo que nos van a dar una paliza ―dijo Kanon.


Milo suspiró y desvió la mirada. Aunque había arreglado por fin las cosas con Camus seguía sin soportar a esos dos… sobre todo a Shaka. Se había pasado todas las horas de clase pensando en cómo acercarle a él para pedirle perdón por el puñetazo y cerrar de una vez aquel ciclo en el que habían caído, a pesar de no estar demasiado arrepentido por el suceso.


―No seas aguafiestas ―dijo Sara, jugando con el balón sin levantarse de la silla―. Yo llevo unos meses entrenando para unirme a un equipo y me veo muy bien.


―Tú, pero el resto…


―¡Claro, Sara! ―exclamó Aioria, que no podía quitarle los ojos de encima―. Contigo y con Shura es más que suficiente. ―Se cruzó de brazos y estiró las piernas, con tan mala suerte que la silla cedió y se cayó de espaldas al suelo. ―¡Estoy bien!


Sara se rio y Marco le dio un codazo a la joven, molesto.


Las horas fueron pasando y ellos estaban cada vez más nerviosos. Los grandes hacía rato que se habían marchado y la cafetería se había quedado en silencio. Saga y Kanon hablaban en voz baja sobre algunas estrategias hasta que la entrenadora se reunió con ellos para ultimar los planes: Aioria sería delantero junto con Sara y Shura, Marco  iría de portero, Kanon, Saga y Milo de centrocampistas y otros tres compañeros, André, Olivia y Benjamín, de defensas.


Milo escuchó atentamente las indicaciones de la entradora y, cuando esta hubo terminado de animarlos, sacó el móvil de la mochila para llamar a Camus. Este lo cogió casi al isntante.


―Hola, amor, ¿cómo estás? El partido empieza en media hora, ¿estáis todos ya en el campo?


―Sí ―respondió el francés al otro lado de la línea―. Menos mal que no llueve, porque íbamos a acabar todos resfriados. Estamos Dita, Mu y yo.


―Guay, pues deséame suerte, porque la vamos a necesitar.


Aioria se le acercó por detrás para darle un susto de muerte. Se empezó a reir con descontrol y casi recibió el impacto del móvil en la cara, pero lo esquivó a tiempo.


―Menos mal que es un nokia ―dijo Shura.


―Bueno, preparaos ―dijo la entrenadora―. Id ya a cambiaros y nos vemos en el banquillo.


***


Aquel día hacía demasiado frío para quedarse noventa minutos de pie, pero Camus estaba deseando que empezara el partido y poder animar a su novio. Mu, a su lado, también tiritaba, pero no sabía si era a causa del frío o de los nervios de ver a Shura. O las dos cosas, quizás.


―Allí están ―señaló Afrodita, que se había puesto un abrigo azul claro encima de un jerséi beige. Incluso se había pintado un poco los labios de color rosa.


El francés y el tibetano se dieron las manos con nerviosismo y ambos empezaron a dar gritos de ánimo a sus amigos, sin saber si a aquella distancia les escuchaban. Para desgracia de Afrodita, Shaka se apoyó en la barandilla unos metros más allá y no se le ocurría cómo evitar que Camus se le acercara, o viceversa. Quiso restarle importancia, recordando lo que el peliazul le había contado de la conversación con Milo, pero él conocía demasiado a las personas como para saber que las cosas no se arreglaban tan fácilmene.


Cuando los de segundo salieron al campo, Camus sintió que toda la energía se le escapaba de las manos y se iba muy lejos de allí. Eran enormes, pero enormes de verdad. Tenían unas espaldas como un armario de grandes y los músculos marcados parecían más bien de boxeadores que de estudiantes que juegan a fútbol por diversión.


―Bueno, no será para tanto ―dijo Afrodita al ver las expresiones de sus amigos―. La fuerza no lo es todo, también hay que tener un poco de inteligencia.


―Pero en nuestro equipo está Aioria ―dijo Mu.


―Oh no, estamos perdidos ―masculló el francés, y Dita terminó por darle la razón.


El árbitro era otro profesor que daba Matemáticas en los cursos inferiores, un hombre bajito y medio calvo que temblaba por el frío. No parecía saber qué estaba pasando a su alrededor, aun así cogió el silbato y el partido empezó.


Shura y Sara se pasaron la pelota entre ellos y corrieron al campo contrario con ganas. Aioria se adelantó por la banda, muy cerca del linier, y levantó un brazo para recibir el balón. Uno de los defensas se interpuso en su camino y, con un ágil movimiento, le quitó el esférico y salió corriendo en la otra dirección.


Camus suspiró, viendo las moles rivales comparadas con sus amigos. Ni siquiera Shura, que entrenaba, tenía una complexión tan grande. Sin darse cuenta, apretó la mano de Mu cuando Milo fue detrás de un rubio altísimo tratando de frenarle. El griego metió el pie entre las piernas del chico y este se tiró al suelo. El árbitro pitó falta.


―¡Cómo que falta! Maldito cabrón… ―se quejó el francés.


―Camus, me haces daño ―dijo Mu.


―Ay, ¡lo siento! Estoy nervioso.


La falta la lanzó uno de los alumnos más alto que había visto nunca. Tenía una barba que le ocupaba la mitad de la cara y sus brazos parecían ser del ancho de Milo. Cuando dio la patada, el balón fue tan rápido que ninguno de sus amigos se atrevió a interponerse en la trayectoria. Ni siquiera Kanon.


Los de segundo celebraron el gol con ansia, riéndose de los jóvenes que se miraban atónitos. Afrodita vio cómo el entrenador rival le sacaba la lengua a la entrenadora y le hacía un gesto obseno con la mano. Sintió tal repulsión que no quiso volver a mirar al hombre en todo lo que restaba de partido.


***


Shura había conseguido meter dos goles gracias a los pases de Sara, que había demostrado ser una jugadora ejemplar que no temblaba cuando se encontraba de frente contra esos mastodontes de primero. Había escuchado, mientras daba unas cuantas volteretas de alegría y sentía a la chica y a Aioria tirarse encima de él, los vítores de sus amigos desde la banda, pero lo que más le había puesto contento era la voz de Mu, que no dejaba de animarle.


Por desgracia, el equipo rival llevaba tres goles de ventaja y no quedaba demasiado tiempo para el final del partido. Cuando sacaron desde el centro del campo, Shura se propuso arrebatarles el balón rápidamente, sin que lo vieran venir, y correr hasta la portería contraria buscando la suerte de marcar. En efecto, consiguió arrebatarles la pelota y salió pitando del centro, aprovechando la confusión de los mayores. Encontró relativa vía libre y poco tiempo para pensar. No supo cómo, pero esquivó a dos de los defensas y, con unos regates, a los otros dos restantes, quedándose solo frente al portero. Por su cabeza pasaron multitud de imágenes de él marcando ese gol, tirándose al suelo o haciendo más volteretas para celebrarlo, repetir la jugada más veces y terminar ganando el partido. Como un destello, miró hacia donde se encontraba Mu y, con una sonrisa, le dedicó aquel tiro en un susurro. Levantó la pierna para darle con todas sus fuerzas y, cuando la bajó, lo único que tocó su pie fue el aire.


Shura dio un traspiés y se cayó de culo en el césped. Uno de los defensas pasó por delante como un rayo y se llevó el esférico. El español se quedó ahí unos segundos hasta que se dio cuenta de lo que había pasado. Miró al frente y se encontró con la carcajada del portero, que terminó por ponerle colorado como nunca lo había estado antes.


***


La entrenadora los miró uno a uno con cara de pocos amigos. Shura apenas era capaz de levantar la cabeza del suelo. Les habían metido ocho goles y ellos solo habían conseguido meter tres y llegar contadas veces hasta la portería.


―¡Son como bestias! ―exclamó Aioria―. Pensé que se tropezarían consigo mismos de lo grandes que son, pero ni con esas…


―Habéis jugado bien ―les animó la mujer, pero todos tenían las caras largas―. Lo peor no es que hayáis perdido; lo peor es que ahora tengo que invitar a ese imbécil a una mariscada ―suspiró―. Qué asco le tengo.


Dicho esto, salió del vestuario y les dejó tiempo para relajarse y darse una ducha. Saga apoyó una mano sobre el hombro de Shura.


―Has jugado muy bien, no sé por qué estás así.


―Pero ¡¿tú has visto el ridículo que hice ahí fuera?!


―Vamoooos, si es que te pasas el día pensando en Mu, como para no cagarla, ja, ja, ja ―rio Aioria, poniéndose a su lado.


―¡No es verdad! ―se defendió, pero eso solo provocó que todos sus amigos se rieran.


―Bueno, bueno, bueno, bueno, ¿que te gusta Mu? ―preguntó Kanon, interesado, pero no obtuvo respuesta.


Shura cogió su toalla y se metió en una de las duchas, rojo como un tomate. Le temblaban las manos cuando le dio a la llave y empezó a toser cuando un chorro de agua se coló por su garganta de súbito.


―¡Eh! ¡No te mueras ahí dentro, que eres nuestra única esperanza! ―Escuchó la voz de Milo, acompañada de la risa de los demás.


***


Camus esperó sentado en el suelo a que Milo saliera del vestuario y darle algunos ánimos. Durante toda la segunda mitad se notaba que los chicos habían perdido toda esperanza. Ni siquiera el gol de Sara consiguió ilusionarlos.


―Voy al baño, en seguida vuelvo ―dijo Mu.


―Tampoco ha estado tan mal ―dijo Afrodita cuando se quedaron solos.


―Han jugado muy bien, pero estaban nerviosísimos ―asintió.


Dita iba a decir algo más cuando vio que Camus ya no le prestaba atención. Estaba mirando a Shaka, más allá, que hablaba con una compañera de la otra clase.


―Camus...


―¿Eh? ¿Qué? ―preguntó, volviendo en sí.


―Te estaba hablando.


―Oh, lo siento, es que… me distraje.


―Ya, ya lo sé. ¿No era que ya lo habíais solucionado?


―Dita, ¡por favor! No seas tan tiquismiquis. Yo siempre me fijo en la gente.


―Sí, claro, lo que tú digas ―suspiró. No quería tener que ejercer de mediador entre los problemas de sus amigos, bastante tenía él con los suyos propios.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! Tengo muchas ideas nuevas así que déjenme saber si les gustó e_e <3


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