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Cosas de adolescentes por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

¡Capítulo 21! Que lo disfruten :)

Después de desayunar cogió la ropa que había dejado en la percha la noche anterior. Un jersey verde, unos jeans azules con unas botas militares, un pañuelo de seda morado y un abrigo michelín con capucha. Miró las prendas con un suspiro, pensando en todos los problemas ajenos que no podía evitar.

Estaba decepcionado con Camus, mucho. Lo consideraba uno de sus mejores amigos a pesar de haberlo conocido hacía unos meses. El francés tenía estilo, labia, era agradable, inteligente y carismático. ¿Por qué tenía que haberle puesto los cuernos a Milo? Quizá las razones escaparan de su entendimiento. Quizá Shaka fuera hiperatrayente y él fuera incapaz de verlo. Aun así, no quería que la amistad tan bonita que habían alcanzado se fuera al garete por una infidelidad.

Afrodita era un muchacho frío en apariencia, pero por dentro tenía miedo. Miedo a perder a aquellos a los que quería.

Se vistió rápidamente. Se pintó los ojos con eyeliner y los labios con un carmín rosa sencillo y natural. Se pellizcó las mejillas con los dedos para darles un poco de rubor y se despidió de sus madres. Las dos mujeres estaban preparando una tarta para llevar a la ONG al mismo tiempo que cantaban las canciones que iban poniendo en la radio.

Las horas de clase fueron aburridísimas, y a causa de ello no pudo apartar la mirada de Shaka. Se sentaba en la mesa de delante y le llegaba perfectamente el olor de su perfume. Tenía el pelo tan liso y brillante que casi le cegaba. Sí, quizá si tuviera sentido que le gustase a Camus. Objetivamente, el hindú era guapísimo, con unos ojos azules envidiables.

Se le pasó por la cabeza retenerlo antes de bajar al patio en la hora de recreo para hablar sobre el tema, pero lo descartó de inmediato. ¿Qué tendría él que hablar con Shaka? Nada, absolutamente nada. Tenía que dejar de inmiscuirse en los asuntos de los demás o, al menos, intentarlo. Ya tenía suficiente con el tema que no dejaba de dar vueltas por su mente…

Ese tal Angelo. Todavía podía saborear los besos que se habían dado el sábado, con ese regustillo a tabaco de liar que tanto le había provocado. Le había acompañado a casa y estuvo a punto de pedirle que le llevara a la suya para divertirse… pero se lo pensó mejor y se fue a la cama solo. A sus madres no les hubiera sentado mal, pero si estaban durmiendo no quería despertarlas.

―Afrodita Lindgren, ¿te has enterado de lo va la clase, o tendré que repetírtelo para ti solo?

El chico volvió a la realidad y se dio cuenta de que había estado mirando por la ventana durante un largo rato. Casi había olvidado hasta la asignatura en la que estaban, pero el profesor de matemáticas se aseguró de que lo recordase.

***

―Hemos estado trabajando muy duro esta última semana ―dijo la profesora de Biología― para sacar esta excursión adelante. Como dije a vuestros compañeros de la otra clase, pasaremos el fin de semana que viene, incluido el viernes y el lunes, en la montaña. Hay una pequeña residencia donde nos hospedaremos y los biólogos compartirán sus experiencias y conocimientos con vosotros las mañanas del sábado, domingo y lunes. El martes volveremos por la madrugada. El viernes cenaremos todos juntos y el resto del día podréis ir a hacer lo que queráis dentro del perímetro. Eso es lo que me dijeron, todo sujeto a variaciones ―terminó.

Milo y Aioria intercambiaron una mirada llena de ilusión. Buscaron los ojos de sus amigos y se encontraron la misma expresión. Era justo lo que necesitaban, aunque tuvieran que aguantar a los biólogos todas las mañanas. Era mucho mejor que soportar las clases en el instituto.

Cuando acabó la clase, Milo fue corriendo hasta la mesa de Camus, que hablaba con Mu sobre el tema de Biología, y lo estrechó fuertemente entre sus brazos.

―¡No sabes las ganas que tengo de dormir contigo en las montañas!

―Querido, yo también, pero ¿y si no tenemos mucha intimidad?

―Pues tendremos que hacer que se marchen. Perdón, Mu ―añadió, mirándole―, pero estas cosas no se pueden controlar…

―No, si yo… no os preocupéis ―respondió, incómodo.

―Aunque claro ―dijo Camus―, igual tú y Shura también queréis un poco de intimidad…

―¡No! ―exclamó el tibetano, más alterado de lo que le hubiera gustado.

―¿Ya estáis como babosas? ―preguntó Shura acercándose a ellos.

Se encontraron con Afrodita y Saga en la mesa del comedor que ya les pertenecía. Estuvieron hablando un buen rato del partido, ignorando las miradas de los de segundo curso que pasaban cerca de ellos. Luego, sobre la excursión.

―¡¿Os imagináis que hay marihuana allí plantada?! ―exclamó Arioria entre risas―. Sería increíble. Menudas nochecitas nos podríamos tirar.

―Tú no sabes muy bien cómo funciona la maría, ¿no? ―dijo Afrodita.

―¿Tú sí? Ah, claro, supongo que Death Mask te lo habrá contado… ―rio, poniéndole colorado como un tomate.

―No seas ridículo.

Shaka y Kanon aparecieron por la cafetería y se sentaron un poco más allá a charlar. El golpe que le había dado Milo ya casi se había curado, pensó Camus, que no pudo apartar la mirada de él durante un buen rato. Por suerte, el griego no se dio cuenta; estaba demasiado ocupado hablando con Shura sobre toda la comida que le había tenido que comprar.

―Casi me arruinas ―se quejó.

―Ya sabes que no es mi culpa… Si no fueras tan despistado te podrías haber ahorrado bastantes eurillos, pero…

―¿No nos vais a contar nunca lo que pasó? ―preguntaron Mu y Camus.

―¡No! ―exclamó Milo―. Es algo que debería quedar en el pasado.

―¿Y si te hago esto?

El francés se acercó al cuello de su novio, mordiéndolo con delicadeza, pero el griego se negó con dificultad.

―Tendré que pensar un plan mejor, entonces.

Cuando sonó la campana, se levantaron de las sillas con fastidio para aguantar una tediosa clase de Literatura. El trabajo estaba a la vuelta de la esquina y todavía no lo habían empezado salvo, claro, Afrodita y Saga, que aprecían llevar siempre ventaja.

El sueco se entretuvo unos instantes al final de las escaleras, con la excusa de que quería hablar con una compañera. Cuando Shaka y Kanon pasaron a su lado, cogió al rubio del brazo pidiéndole hablar en privado. Se metieron en uno de los baños y cerraron la puerta.

―¿Qué quieres? ―preguntó el hindú, inquieto.

―Te voy a ser sincero, Shaka: deja de buscar a Camus. Ya está, se ha reconciliado con Milo y no vas a conseguir nada más de él.

―Creo que no entiendo de qué me estás hablando. Camus y yo somos solo amigos.

―Mira, me da igual lo que seáis o dejéis de hacer. No te vas a acercar más a él y punto, ¿entendido? No pienso dejar que destruyas la amistad entre los dos.

―Creo que el único que está destruyendo una amistad eres tú, Afrodita ―respondió, serio―. Tu amigo es mayorcito, sabrá decidir mejor que nadie lo que quiere hacer con su vida. Y ahora volvamos a clase, no querrás llegar tarde… ―dijo, y le acarició la mejilla con una sonrisa burlona.

Shaka abrió la puerta del baño y se fue, dejando al sueco sin palabras. Cuando se recuperó de lo que acababa de pasar, volvió al aula y tomó asiento en su pupitre. Como las tres horas anteriores, no pudo dejar de mirar el pelo rubio infinitamente liso que tenía delante.

Notas finales:

Muchas gracias por leer <3


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