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Cosas de adolescentes por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

Holaa, siento haber tardado tanto en actualizar... es que no me venía la inspiración y tenía muchas cosas que atender, jeje. Bueno, este es el nuevo capítulo de esta historia, más dedicado a Shura y Mu que a Camus y Milo, pero espero que lo disfruten igualmente y dejen rev si les ha gustado :3

    Cuando despertó sintió que la cabeza le iba a estallar. Apenas recordaba nada de la noche anterior, solo que había vuelto a casa en coche con alguien.

    Revolvió su cabello castaño y se levantó de la cama como pudo. Miró el reloj y se sorprendió al ver que ya eran las dos de la tarde. Rápidamente se puso las zapatillas y salió de la habitación dirección a la cocina, encontrándose con su hermano en el pasillo.

—¿Sigues con vida después de la que pillaste? No me lo creo —se burló Aioros.

—Cállate. Tampoco fue para tanto.

—No, qué va. Solo gritabas por todo el local pidiendo más bebida y que no te llevase a casa. Por no decir que no te tenías en pie —estalló en carcajadas.

    Aioria le dio un puñetazo en el brazo, provocando aún más la risa de su hermano.

—Podría haber vuelto yo solo —sentenció, alzando la cabeza orgulloso, y oyendo cómo Aioros se reía todavía más.

—Sí, sí, lo que tú digas, hermanito.

    Aioria se dispuso a ir al salón, pero Aioros lo llamó:

—Por cierto, dijo mamá que ni se te ocurra poner el portátil. Por desgracia para ti, estaba despierta cuando volvimos.

—¿Estaba despierta? ¿A qué hora llegamos? —Preguntó algo asustado.

—Pues... más o menos sobre la una. Y sí, lo estaba, y no creas que se alegró mucho de verte así —esta vez no se rio, sino que lo miraba con seriedad.

—Ya me puedo despedir del fin de semana que viene... —suspiró.

—Sí, y más te vale que la mantengas contenta.

—¿Dónde fue?

—Tenía una cita.

—¡¿Una cita?! ¡Por fin! —Sonrió de oreja a oreja.

—Con una amiga —dijo Aioros levantando los brazos para que no se ilusionase.

—Vaya. Haberlo dicho antes...

—Es que eres un impaciente, nunca me dejas acabar de hablar —se defendió.

—Bueno, es igual. ¿Hay comida?

—En la nevera tienes una pizza —vio cómo Aioria salía corriendo hacia la cocina con los ojos llenos de hambre—. Que tienes que compartir conmigo —le dijo alzando la voz para que le oyera y sonriendo maliciosamente.

—¡Te odio! —Gritó el menor desde la cocina.

 

    Se había puesto al ordenador para hablar con alguien, pero hacía ya rato que había cerrado el msn por aburrimientos. De lo único de lo que hablaban sus amigos era sobre el examen que había la semana que viene y sobre la borrachera que había pillado Aioria. El único que realmente le daba conversación era Afrodita, que no estaba conectado y, por supuesto, Milo, que tampoco estaba. Pensó en llamarlo pero le dio pereza buscar el móvil, pues no tenía ni idea de dónde lo había dejado.

    Justo cuando se disponía a ayudar a su madre a recoger la mesa sonó el aparato y rebuscó por la zona donde se oía la cancioncita. Lo encontró debajo de todas las sábanas de su cama, y se preguntó por qué demonios lo habría dejado allí. Rápidamente lo cogió y contestó.

—¿Milo? —Preguntó más animado.

—Hola, Camussssss, te echaba de menos —contestó este al otro lado de la línea.

—¿Cómo es que no estás al ordenador?

—Digamos que por rebelde mi madre no me deja ponerlo hasta nuevo aviso...

—¿Qué has hecho ya? —Preguntó sin poder evitar sonreír ante el comentario del peliazul.

—Pues... es una larga historia —se rio.

—Desde luego... ¿te riñó mucho? ¿llegaste muy tarde?

—Llegué justo a tiempo. ¡Y mi madre me riñó por casi llegar tarde! —Enfatizó esta última exclamación.

—¿Pero no te dejaba salir hasta tarde? —Le preguntó un poco incrédulo.

—Bueno, eso no tiene importancia —dijo librándose de la bronca de su novio—. ¿Qué tal la fiesta sin mí?

—Sin ti no es lo mismo, ya lo sabes. Te eché de menos —dijo tras una pausa.

—Y yo a ti, franchute, pero una madre es una madre. El finde que viene me pasaré la noche contigo, ¿vale? Que además, ¡sí que tendré la casa libre! —Exclamó muy feliz.

—¡Claro! Será maravilloso, vida —Exclamó Camus en el mismo tono.

—Lo estoy deseando. ¿Volviste solo a casa? —Le preguntó de improvisto.

—No... —contestó sin darse cuenta.

—¿Quién fue el loco que se atrevió a volver contigo?

—¿Eh? Ah, no, no, no me acompañó nadie, volví solo —se apresuró a responder, sin poder evitar sentirse culpable por la mentira y por volver sus pensamientos hacia el rubio de Shaka.

—Pues bien lejos que te quedó, ¿no? —Comentó sin atisbo de haber dado con la mentira de Camus.

—Sí, un poco, pero bueno...

—Te debiste de mojar mucho, jaja.

—Sí, llovía bastante —sonrió.

—Bueno, yo no creo que mi madre me deje salir hoy... así que nos veremos mañana. No me lo reproches mucho.

—No pasa nada, cielo. Ya dijiste que una madre es una madre —rio.

—Sí, jaja, tienes razón. Pero te echaré de menos, jo —dijo triste.

—Y yo a ti, Milo.

—Cuelgo ya, que si no la bruja me ahorca —acto seguido se oyó a su madre preguntarle qué era lo que acababa de decir —¡Nada! ¡Que te quiero! —le respondió a su mujer.

—Pórtate bien, anda —se despidió Camus de él fingiendo tirarle un beso.

—Y tú, mi amor —hizo el mismo gesto y colgó.

    Cuando dejó de oir la voz de Milo tiró el móvil a la mesa y se tumbó bruscamente en su cama, con la cabeza hundida en la almohada. Necesitaba hablar con Afrodita sobre el asunto de Shaka y lo necesitaba ya. Tenía el presentimiento de que el rubio le estaba empezando a despertar sentimientos en su corazón que no querría ni soñar. Él amaba a Milo, o al menos aún lo amaba con fuerza, y no quería permitir que un desconocido moviera al peliazul del lugar privilegiado que ocupaba en su alma.

—Milo, perdóname por dudar... —susurró.

 

—Y a ti, ¿te gusta alguien, Dita? —Le preguntó Mu de improvisto.

    Habían quedado para dar un paseo por la ciudad despreocupándose de las clases y aprovechando para hablar de sus cosas, entre otras, de Shura.

—¿Eh? ¿A mí? ¿Me ves con cara de que me guste alguien? —Exclamó incrédulo a la vez que sonreía.

—Bueno... a todos nos pasan locuras, ¿no? —sonrió a su vez.

    Doblaron una esquina y entraron en un parque no muy grande con árboles alrededor y columpios en los que los niños se balanceaban y se divertían mientras los padres charlaban sentados en los bancos.

—Hablando de eso, ¿aquéllos de allí no son Shura y Saga? —Preguntó Afrodita señalando con el mentón un tobogán por el que se tiraban los dos nombrados sin ningún cuidado mientras los niños los miraban boquiabiertos desde abajo.

—Quiénes serían si no... —afirmó más que cuestionó.

    Caminaron hasta donde se encontraban estos y se establecieron como espectadores al igual que los niños. Cuando Shura bajó de nuevo por el tobogán, se percató de su presencia y fue a saludarlos.

—Hombre, ¡hola! ¿Cómo vosotros por aquí? —Preguntó el español.

—Dando un paseo —respondió Afrodita—. Y, ¿cómo vosotros tornando las pesadillas de los más pequeños a realidad? —se burló.

—Solo les damos lecciones de cómo bajar por un tobogán correctamente —contestó orgulloso—. Seguro que tienes envidia, Dita.

—No te puedes imaginar cuánta, Shura.

—Eeeeey, ¡chicos! —Los saludó Saga que acababa de bajar por el tobogán y casi se estampa contra el suelo de goma.

    Los niños se fueron yendo uno a uno cuando comprendieron que no iban a ver más estúpidas exhibiciones de dos locos en sus columpios.

—Genial, nos habéis hecho perder el público —protestó Shura y Mu le siguió la gracia sonriéndole casi inconscientemente, provocando que el español se ruborizara levemente.

—¿Nos sentamos o qué? Me duele la espalda de hacer el tonto —exclamó Saga al ver que nadie movía ni un dedo.

—Sí, claro, allí hay un banco libre —señaló Mu saliendo de su trance.

—Perfecto, estos niños exigen demasiado —siguió refunfuñando como si no fuese culpa suya.

    Caminaron con las únicas voces de Saga y Afrodita en el ambiente hasta llegar y sentarse. Mu se sentó al lado de Shura por indicación, o más bien obligación de su acompañante, en uno de los extremos.

—Saga, ¿estudiaste para el examen de Historia? —Preguntó Afrodita interrumpiendo el silencio.

—Bueno... no es que lo haya estudiado mucho la verdad. Y hay cosas que no entiendo —respondió rascándose la nuca.

—Si quieres puedo ir contigo un rato a explicarte lo que no entiendes —le insinuó.

—Ah, no, no te preocupes, ¡Ay! —recibió un codazo del polaco y vio que este le señalaba a Mu y a Shura disimuladamente, dándose cuenta de a qué se refería—. Digo, ¡claro! Nunca viene de más un poco de ayuda.

—Mu, ¿te importa que vaya con él a explicarle eso? —Preguntó girándose hacia su amigo.

—No, qué va —respondió fulminándolo con la mirada.

—Luego volvemos con vosotros si nos esperáis —los miró Saga con una mirada maliciosa.

—Si no tardáis, más bien —le completó Shura sonriendo.

—Hasta luego pues —se despidió Afrodita dando un salto y cogiendo a Saga por un brazo para que lo siguiera.

—Chao —se despidió Mu.

—¿Y ahora qué hacemos? —Preguntó Shura cuando los dos se hubieron alejado.

—No lo sé... —contestó Mu con sinceridad.

—¿Qué tal? —Preguntó algo nervioso.

—Bien, ¿tú? —Sonrió al ver que Shura se reía ante la escena.

—Qué conversación tan estúpida —exclamó sin dejar de reírse.

—Ya te digo —bajó la cabeza y escondió el rostro entre su largo cabello lila.

    Una ráfaga de aire helado de invierno los envolvió durante unos instantes y provocó que Mu comenzase a temblar, frotándose las manos con la ropa.

—¿Tienes frío? Si quieres puedo dejarte mi abrigro —le sugirió serio el español.

—Gracias, Shura, no hace falta —acabó la frase con un estornudo y la nariz roja.

    Shura no estaba muy convencido con su respuesta, y sin saber muy bien qué hacer se acercó a él y lo rodeó con los brazos, intentando calmar su frío y haciéndole apoyar la cabeza sobre su pecho. Mu se puso rojo como un tomate y no supo cómo reaccionar, así que se dejó llevar por aquella sensación tan agradable que le quitó el frío de inmediato.

—Gracias, Shura —fue lo único que salió de sus labios.

—De nada —dijo él, que también se había sonrojado, pero Mu no pudo notarlo debido a su posición —. Pero no te quedes dormido, ¡eh!

—No te preocupes —sonrió.

—Cuéntame algo —le pidió alzando la cabeza hacia el cielo.

—¿Qué quieres que te cuente? —Le preguntó sin moverse.

—Lo que quieras.

—Pues... le puse nombre al peluche que me regalaste —dijo arrepintiéndose de ello.

—¿En serio? —pareció que aquello le emocionaba y Mu alzó la cabeza para mirarle a los ojos, y sin poder evitar imaginarse un beso en aquella posición tan perfecta —¿Cuál?

—Chuletita —se volvió a poner muy rojo y apartó la mirada de Shura que sonreía como un poseso.

—Creo que a partir de ahora te voy a llamar así yo, jaja —se rio.

—¡No! —Se quejó Mu, sonrojándose aún más ante aquella perspectiva.

—¡Sería muy divertido! —Siguió insistiendo el español.

—¡Shura!

—Vale, vale, jaja.

    Mu apartó la mirada molesto y Shura le rozó la barbilla suavemente con los dedos tras una pausa, haciendo que este volviera sus ojos a los suyos y se quedasen inmersos el uno en el otro, como tratando de sumergirse en sus almas y ver qué había dentro. El español acercó su rostro al del otro y fue cerrando los ojos poco a poco, pero cuando ya estaban a punto de besarse una pelota fue a parar a su cara, con un niño corriendo detrás a buscarla.

—¡Shura! ¿Estás bien? —Preguntó Mu alertado, despegándose de él al ver al niño.

—Disculpe, señor, no era mi intención... —empezó el niño todo lo cortés que pudo.

—No pasa nada —le tranquilizó Shura cogiendo la pelota que lo había golpeado y poniéndose en pie de un salto—. Permitidme que os enseñe cómo jugar —le pidió con una sonrisa y la cara roja por el golpe.

—¡Sí! ¡Que juegue con nosotros! —Gritó otro niño desde un poco más allá.

    Shura puso una postura orgullosa y en seguida bajó el balón a sus pies y fue corriendo mientras lo controlaba ágilmente hasta donde estaban los demás niños, no sin antes pedirle permiso con la mirada a Mu, que asintió sonriente.

   

    Se había tumbado en la cama a pensar, sin ganas de volver a poner el ordenador y conectarse al msn. Aunque en cierto modo echaba de menos hablar con Shaka, pero no podía hacerlo, no quería caer más en ese agujero y quedar completamente atrapado en las redes rubias de fondo azul de ese chico.

    Hablar con Milo lo había calmado en el acto, pero nada más colgar no pudo evitar volver sus pensamientos a ese lío que tenía montado en la cabeza y en el corazón. Milo o Shaka. Shaka o Milo. Era una decisión que nunca se hubiera planteado, y que aún ahora le resultaba estúpido tener esas dudas en su mente. Él amaba a Milo, y seguramente lo de Shaka fuese algo temporal. Sonrió al pensar en esa posibilidad y se giró, dejando su mejilla derecha sobre la almohada y cerrando los ojos.

    La noche anterior no había conciliado casi el sueño, por lo que no le resultó muy difícil quedarse dormido y soñar con el peliazul al que tanto quería, sin nada ni nadie que los separase.

 

—¡¿Qué dices?! —Preguntó Shaka fuera de sí, con todo el cuerpo e tensión, respiración entrecortada y el corazón latiéndole con fuerza.

—Mi amor... —dijo su madre con tono tranquilizador pero sin poder evitar que unas lágrimas cayeran de sus ojos.

—Hijo, tu hermana está ingresada en el hospital. No sabemos por cuánto tiempo —respondió su padre que aún mantenía la cordura.

—¡¿Pero qué le pasó?! ¡¿Cuándo?! —Preguntó histérico.

—Esta mañana cuando saliste con tu amigo Kanon la encontramos semi desmayada en la cama y la llevamos urgentemente al hospital —Volvió a responder su padre mientras su madre se llevaba un pañuelo a los ojos —¿Quieres verla?

—¡Claro que sí! —Respondió mientras cogía rápidamente las llaves de casa y salía por la puerta, esperando a sus padres en el jardín.

—Cariño, no estés mal. Seguro que se pone bien pronto —consiguió articular su madre con una sonrisa esperanzada.

—¿Pero está muy grave? —preguntó ahora con semblante muy serio, mirándola fijamente a los ojos, y luego a su padre comprobando que esta no podía responder.

—Está... sedada. El médico nos dijo que estaba sufriendo dolor por todo el cuerpo, Shaka —le contestó agachando la cabeza.

—Vamos —dijo el rubio tras una pausa.

Notas finales:

Muchas gracias por leer y espero que les haya gustado! intentaré acuatlizar lo antes posible, pero no prometo nada, jeje. Un beso!


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