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El mundo de Ashol por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

En esta historia la pareja principal serán Camus x Milo. Irán surgiendo más según me dé la venada, jeje.

Notas del capitulo:

Este es el primer capítulo de esta nueva historia que se me ha ocurrido. Espero que les guste y opinen sobre qué les va pareciendo ^^

   Después del duro entrenamiento con la espada de esa mañana, entró en su cabaña para reunir las provisiones que necesitaría en el gran viaje que se disponía a realizar.

    El mundo de Ashol parecía un lugar pacífico para vivir, pero lo cierto es que era un mundo cruel y traicionero. No te podías fiar ni de tu propia sombra, cosa que Camus había aprendido ya desde pequeño.

    Vivía en una aldea parcial a simple vista, al borde de un estrecho río y rodeado por un gran bosque. Tenía el cabello muy largo del color de la turquesa, y los ojos azules eléctricos. Era muy apuesto y poseía cuerpo de guerrero, además de manejar la espada con precisión.

    Había entrenado desde muy joven con el maestro de armas de la aldea. Muchos se preguntaban por qué se esmeraba tanto para librar una guerra que no iba a llegar nunca hasta aquel lugar. De sus labios siempre salía la misma respuesta: por mi hermano.

    Nadie sabía exactamente la historia. Algunos decían que estaba muerto y quería vengar su muerte. Otros, que una familia de noble cuna lo había secuestrado. Casi cada persona proponía una idea diferente.

    Cogió su morral y lo llenó con un saquito de monedas de cobre y alguna de plata, pan, queso, cuerdas y una cantimplora con agua que había cogido en el río.

    Envainó su espada y se la colgó del cinto. Se ató el pelo con un lazo y salió de su hogar, volviendo la vista atrás varias veces. Había llegado el momento que tanto tiempo estuvo esperando.

    Suspiró y andó por el camino en dirección al bosque.

    Todos lo miraban sorprendidos, y algunas de las muchachas que habían sido sus amigas le dedicaban lágrimas y plegarias.

    -No tienes porqué hacer esto, Camus. Aún no es tarde para echarse atrás.- Le dijo un anciano reteniéndolo del brazo.

    -No soy hombre de echarse atrás.- Se quejó él, liberándose sin dificultad del contacto y prosiguiendo su camino.

    -¡Tienes toda una vida por delante! -Le gritó cuando ya se internaba en el bosque-. ¡No la malgastes intentando vengar a los fantasmas!

    Muchos hombres y mujeres le dieron la razón, pero fue demasiado tarde. Había tomado aquella decisión hacía mucho tiempo.

 

 

    -Ya sabes lo que quiero que hagas.- Dijo una voz entre las sombras.

    -Sí, mi lord.- Asintió un joven arrodillado ante su señor.

    -Gánate su confianza y llévalo hasta la muerte. Te concederé ese deseo que tanto anhelas si no me fallas.

    -Así lo haré, mi lord.- Dijo mientras se retiraba de la oscura estancia.

 

 

    Había ya anochecido y Camus se vio obligado a detenerse bajo la sombra de un roble.

    Tenía el presentimiento de que unos ojos lo observaban desde que se adentró en el bosque, y no apartó la mano de su vaina a no ser que fuese necesario.

    Oyó un ruido entre las ramas de los árboles y se levantó ágil desenvainando la espada.

    -¿Quién está ahí? -Preguntó cauteloso.

    Como era de esperar, no obtuvo respuesta, pero se mantuvo en guardia con el acero por delante.

    Oyó pisadas detrás de él y se apresuró a darse la vuelta. Ese juego lo estaba poniendo más que nervioso.

    Vio una sombra moverse entre dos árboles y se abalanzó sobre ella, estampando a alguien contra el tronco de otro roble, e interponiendo el cuello de su oponente entre la madera y el acero.

    -¡Suéltame! -Gritó un joven de aproximadamente su edad, sin atreverse a mover ni un solo músculo.

    -¿Quién eres y qué quieres? -Preguntó Camus sin cambiar de posición.

    Lo miró más detalladamente y pudo ver sus rasgos en la penumbra. Tenía el cabello largo y revuelto de color azul, igual que sus ojos, y vestía ropas de cuero sobre lino. En la cintura llevaba un cinto del que pendía un puñal de plata. Era atractivo, a pesar de todo.

    -No diré nada hasta que no apartes tu espada de mi garganta.- Le dijo el peliazul.

    -Si no quieres quedarte sin cuello vas a contestar ahora.- Le advirtió Camus.

    -Me llamo Milo- Se apresuró a responder-. Vengo de una aldea no muy lejana. Me he perdido en este bosque.

    -¿Un aldeano con un puñal de plata y ropas de cuero? -Preguntó, atónito.

    -Lo he robado.- Contestó simplemente.

    -¿De dónde? -Quiso saber.

    -¡Te he dicho que me sueltes! -Gritó a la vez que intentaba liberarse de su captor, sin éxito.

    -Responde.- Le obligó, mientras acercaba un poco más el filo a su piel.

    -Me colé en un hogar de clase media y lo cogí.

    Camus arqueó una ceja, no muy satisfecho. Bajó la espada y le ató los brazos y las piernas con una cuerda.

    Encendió un fuego y se puso a cocinar un conejo que había capturado hacía unas horas.

    -¿Me darás un poco? -Preguntó Milo desde el otro lado de la fogata-. Tiene buena pinta.

    -No acostumbro a compartir mi comida con extraños.- Contestó mientras sacaba un trozo de pan de su morral.

    -Vaya, ¡qué caballeroso! - Dijo con ironía.

    Efectivamente, el peliazul no recibió ni un bocado de nada.

 

 

    Era de noche cerrada cuando Camus miraba fijamente a las llamas consumiéndose de la fogata. Parecía que no había contemplado nada más hermoso en su vida. Milo, por otro lado, miraba hacia el cielo nocturno mientras aguantaba el dolor que le producían las cuerdas con las que estaba atado.

    -¿Qué haces en este bosque? -Le preguntó bajando la mirada de las estrellas -¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? ¿Por qué eres tan desconfiado?

    Camus arqueó una ceja incómodo a la vez que respondía mentalmente la lluvia de preguntas que le hacían.

    -Me llamo Camus. Mi edad es de veinte años.- Respondió sin darle importancia.

    -Vaya, si tienes la misma edad que yo.- Parecía sorprendido por un hecho tan tonto.

    -¡Qué emocionante! -Exclamó Camus sarcástico.

    -¿Y qué haces aquí perdido? -Preguntó Milo curioso.

    -No es de tu incunvencia, y para tu información, no estoy perdido.- Respondió.

    -Eres frío como el hielo, amigo.- Suspiró el peliazul.

    -No te tomes tantas libertades.- Dijo, cogiendo el puñal de plata que le había confiscado.

    -Como quieras, amigo.- Se burló.

    Camus examinó detenidamente el puñal para adivinar su procedencia, pero no halló en él ninguna pista. La figura de un escorpión de plata en la empuñadura lo desconcertaba completamente.

    -¿De donde dices que robaste este puñal? -Le preguntó.

    -No es de tu incunvencia.- Se la devolvió Milo guiñándole un ojo.

    -Está bien. De todas formas, ahora es mío.- Sonrió.

    -¡Ladrón! -Le espetó el peliazul.

    -¡Mira quién fue a hablar! -Soltó una risa.

 

 

    Miraba al firmamento desde su terraza con los largos cabellos de oro ondeando al viento. Sus ojos rosados relucían como piedras preciosas. Llevaba encima una camisa blanca de lino atada con lazos rosas en la abertura del cuello, y en las piernas otros finos pantalones blancos del mismo material. Sus pies descalzos acariciaban el frío suelo de piedra del que estaba recubierto todo el castillo. Entre las manos sostenía una lira de oro blanquecino de la cual sacaba hermosas notas musicales con sus ágiles dedos.

    -Mime.- Lo interrumpió un joven de cabellos rosados que le llegaban por los hombros. Tapaba su ojo derecho con un mechón de pelo y dejaba al descubierto el otro, que brillaba con el color de la esmeralda. Vestía entero de cuero y llevaba unas sandalias del mismo material.

    -Dime, Alberich.-Se dio la vuelta para recibirle.

    El joven nombrado salió a la terraza y se asomó al lado del rubio.

    -El enemigo ha movido ficha.- Le anunció.

    Mime no parecía sorprendido en absoluto. Parecía un movimiento que había estado esperando durante mucho tiempo.

    -¿Qué ha hecho? -Preguntó, sin embargo.

    -He oído la noticia de que ha enviado a un joven a espiar a otro. No tengo la identidad de ninguno de los dos, por desgracia. No parece nada serio, pero Él no haría tal cosa por algo insignificante.

    -Ya veo.- Dijo el rubio mientras arrancaba más notas de las cuerdas de su lira.

    -¿Es una nueva melodía? -Le preguntó Alberich embelesado.

    -En noches como esta solo me apetece salir a esta terraza y escuchar el sonido de mi lira.- Respondió cerrando los ojos.

    -Es preciosa.

    -Alberich.- Lo llamó, después de un silencio.

    -¿Si?

    -Tú nunca me traicionarías, ¿verdad? -Le preguntó mirándole  a los ojos.

    -Jamás.- Juró.

    Los dos se cogieron de la mano y se dieron un suave beso en los labios.

    El paisaje que se veía desde esa terraza era muy amplio y hermoso. Abarcaba todo un bosque y una cordillera nevada, y el cielo se veía espléndido desde ese lugar privilegiado.

 

 

    -Eh, Milo, despierta.- Lo llamó Camus mientras le daba suaves golpes en los hombros.

    -¿Eh? ¿Qué? -Preguntó aturdido por el sueño.

    -Voy a seguir avanzando y pienso llevarte conmigo.

    -¡Pero si apenas ha amanecido! -Se quejó.

    -Así tendremos más tiempo.- Dijo mientras se colgaba la espada y el puñal de plata al cinto y cogía su morral.

    -¿Y hacia donde vamos? -Preguntó Milo mientras intentaba levantarse, sin éxito -. Aunque si pretendes llevarme contigo deberías quitarme las cuerdas...

    -Hay una aldea en un claro de este bosque. Pararemos allí para comprar provisiones y preguntar algunas cosas.- Respondió a la vez que desataba la cuerda de las piernas del peliazul.

    -¿Comprar? ¿Tú tienes dinero? -Lo miró con falsa cara de asombro.- Mejor robar y guardar las monedas para cosas más importantes, como el soborno. Miento, en eso sería mejor matarlos.- Resopló.

    -Estás loco.- Dijo Camus con el ceño fruncido mientras lo levantaba de la hierba.

    -Estaré loco, pero es eficaz, créeme.- Le guiñó un ojo.

    -Ni lo sueñes.

    Camus le ató la cuerda a la cintura para que no se escapara y comenzaron a caminar.

    -¿Por qué me llevas contigo? -Quiso saber Milo.

    -Quizás me sirvas de algo después de todo.- Contestó sonriendo.

    -Espero que no sea para algo que pueda lastimarme. Hablando de dolor, ¿me podrías quitar las cuerdas de las manos? me están dejando las muñecas en carne viva.- Se quejó mientras acomodaba como podía los brazos.

    -No soy tan estúpido como crees.- Lo fulminó con la mirada.

    -Desde luego que no. Y tampoco eres feo. Es más, eres demasiado apuesto.- Le guiñó un ojo.

    -Gracias por el cumplido, pero ya lo sabía y no te servirá de nada.

    -Algo tenía que intentar.- Se encogió de hombros.

 

 

    Siguieron caminando en silencio largo rato entre los árboles del bosque hasta que Milo inició conversación de nuevo.

    -¿Cuál es tu meta? -Le preguntó sin pelos en la lengua.

    -¿Cómo dices? -Camus se detuvo para mirarlo.

    -Quiero decir, ¿qué te ha hecho iniciar este viaje? ¿por qué te adentras en una guerra que no es la tuya?

    -Por mi hermano.- Contestó, volviendo la mirada hacia el infinito.

    -¿Por tu hermano? ¿Cómo se llama? ¿Qué le pasó? -Preguntó con fingido interés.

    Nadie le había preguntado más allá de la primera cuestión, y dudó si responder o no.

    -Se llama Hyoga, y se lo llevaron hace diez años, cuando él solo tenía cinco.- Contestó.

    -¿Ah, sí? ¿Y estás seguro de que sigue con vida después de tanto tiempo? -Sonrió-. Lo más probable es que lo hayan vendido como esclavo o que lo matasen por piedad. Pobre chico, lo compadezco.

    Camus lo cogió por el cuello de su ropa y lo estampó contra el tronco de un árbol, amenazante.

    -No quiero que vuelvas a abrir la boca hasta que lleguemos a la aldea, ¡¿me has entendido?!

    Milo asintió levemente, y cuando quedó liberado se desplomó contra el suelo tratando de recuperar el aliento. Camus no le dio mucha tregua pues tiró de la cuerda que lo ataba y lo obligó a ponerse en marcha de nuevo.

    Caminaron en silencio el resto del trayecto. El peliazul iba detrás de su captor lanzándole miradas asesinas por la espalda. Se sentía muy débil y tenía mucha hambre. Rezó a quien quiera que pudiese escucharlo para que llegasen pronto a su destino y poder comer cualquier cosa.

 

 

    -Mi lord.- Lo llamó una voz femenina entre la penumbra de la instancia.

    -Habla rápido, Tethis.- Dijo una voz distorsionada.

    -Alberich ha visto nuestro movimiento.- No se atrevió a alzar la mirada hacia su señor. Se mantuvo arrodillada hasta que le habló.

     -Mátalo.- Dijo simplemente.

 

  

Notas finales:

Gracias por leer este primer capítulo y espero que les haya gustado :3


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