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Cartas para un ángel por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Hola a todos, este es otro de mis fics románticos. Espero que disfruten de esta pareja, pues a mí me parece que son adorables ^^

   Hacía ya unos meses que Shun recibía extrañas cartas de amor de un autor anónimo. En cierto modo le gustaban, pero no podía dejar de preguntarse una y otra vez quién podría ser su admirador secreto. De vez en cuando, incluso, le llegaba un pequeño ramo de flores con el sobre.

   Se había sentado en la terraza de su habitación con todo el montón de cartas en las manos. Todos los sobres en las que venían eran diferentes. Algunos tenían dibujos, otros colores pálidos, y otros colores oscuros.

   La que más le había gustado, y le había hecho sonrojar, era una carta envuelta en un sobre completamente blanco, sin más adorno que su dirección y el sello. La abrió para releerla de nuevo en voz alta.

   -Cada día que pasa, cada noche que me envuelve, cada respiro que tomo, cada cierre de mis ojos, cada nota musical que toco, me acuerdo de ti, y de cómo salvaste mi devastado corazón- hizo una pausa antes de seguir leyendo-. Eres como el ángel salvador que siempre necesité, y ahora que te tengo tan lejos siento que mi alma se vuelve a despedazar. Solo el sonido de mis cuerdas me tranquilizan un poco. Qué impropio de un hombre como yo es estar día y noche pensando en una musa. Qué impropio de un hombre como yo es enamorarse de un ser tan inocente y puro como tú.

   Como cada vez que leía esa carta, se sonrojó por completo. Quería descubrir con toda su alma quién sería ese chico que le mandaba cartas como aquella, pero no tenía ninguna pista que lo condujera a ninguna parte. ¿Tendría que vivir así el resto de sus días? No podía soportar la idea de morir sin saber el nombre de la persona que tan desesperadamente se comunicaba con él a través de papel.

   Alguien llamó a la puerta de su habitación rompiendo la concentración en pensamientos. Se separó de la balaustrada, entró de nuevo en su habitación, guardó cuidadosamente las cartas en un cajón y fue a abrir la puerta.

   -Hermano.- Sonrió levemente al ver a Ikki.

   -Hola hermanito, ¿cómo estás? -Le revolvió el pelo como siempre hacía.

   -Muy bien, ¿tú? Pasa, no te quedes ahí.- Le ofreció con una sonrisa de oreja a oreja.

   -Qué bonita tienes la habitación. No se podría decir lo mismo de la mía, y eso que casi nunca estoy.- Rio, y Shun con él.

   -Me gusta tenerlo todo ordenado y en su sitio.- Le dijo el peliverde.

   Ikki paseó por la habitación de su hermano y salió a la terraza sentándose en una de las sillas de madera que había fuera. Shun lo siguió sentándose en la que quedaba libre.

   Todos los caballeros se habían dado cuenta de que alguien le mandaba cartas románticas, pero el peliverde les había dicho que se trataba de June, que lo echaba de menos en la Isla de Andrómeda. No sabría decir si se lo habían creído o simplemente no les apetecía preguntarle más sobre el tema. Rezó para que fuese lo primero.

   -¿Has recibido más cartas de...? -Empezó a preguntar Ikki, quedándose en blanco.

   -June- Le ayudó-. No, hace algún día que no me envía más. ¿A causa de qué la pregunta? -Quiso saber, un poco molesto.

   -Solo para conversar un rato, nada más.- Lo miró carismático, y Shun no pudo más que sonreir.

   Se quedaron un rato en silencio mirando el jardín de la mansión. Estaba cubierto de todo tipo de flores de diferentes colores. Era un paisaje digno de admirar.

   -Bueno, hermanito, yo me voy a ir ya, tengo unos asuntos que atender.- Anunció Ikki.

   -¿Qué asuntos? -Preguntó Shun.

   -Eh... cosas mías.- Dijo, sonrojándose.

   -Vale, no me lo digas.- Se enfadó de broma el peliverde.

   -Ya te lo diré cuando vuelva.- Le sonrió y le volvió a revolver el pelo con la mano. Se levantó y se dirigió a la puerta.

   -Suerte, Ikki.- Le dijo desde dentro.

   -Gracias. ¡Y tú con June!

   Shun se sonrojó y se preguntó qué haría su hermano si se enteraba de que las cartas no eran de la chica, sino de otro hombre. Prefirió no pensar en ello y volvió a sacar los sobres del cajón para releerlas una por una.

 

   Al día siguiente la rutina volvió a repetirse. Una nueva carta caía en manos de Shun esperando a ser leída. El sobre estaba decorado esta vez con una lira negra de la que caían copos de nieve geométricos. Era una ilustración muy bonita, y le sacó una sonrisa al peliverde.

   Al subir las escaleras hacia su habitación todos se lo quedaron mirando perplejos. Ni siquiera se había quedado a desayunar con ellos.

   Cerró la puerta tras de sí y sin dejar de mirar el sobre salió a la terraza y se sentó en una silla. Lo abrió delicadamente para no romperlo y sacó la carta de dentro. La estiró y comenzó a leerla.

   -Ha pasado ya mucho tiempo desde que comencé mi labor escribiéndote. Ahora, me apetece verte por segunda vez. Seguramente quieras saber de una vez por todas quién te envía todas estas cartas llenas de amor y melancolía. Para hacerlo más divertido, me gustaría que jugásemos a los acertijos. No es que se me dé muy bien, pero aquí va el primero: donde la vida se desarrolla en todo su esplendor; donde el color de la pasión es más intenso; donde los clavos del amor te dejan cicatriz en la piel al pasar a su lado- Shun meditó estas palabras unos instantes antes de leer el final de la carta-. Todas las pistas a encontrar están repartidas por la finca de la mansión en la que vives. Te quiero, mi ángel.

   Aún con la carta entre las manos salió de su habitación y bajó las escaleras para preguntarle a alguien si podría ayudarle con ese acertijo. Pero lo pensó mejor y se sentó en el último escalón leyendo una y otra vez las palabras escritas para tratar de adivinarlo él.

   Estuvo un buen rato pensando en la solución. Salió despacio de la mansión en dirección al jardín. ''Donde la vida se desarrolla en todo su esplendor'', desde luego, no podría ser dentro de la mansión hecha de ladrillos y azulejos.

   Lo segundo que hizo fue buscar algo de color rojo. Supuso que con ''el color de la pasión'' se referiría a ese. Caminó durante unos minutos por la hierba hasta que dio con unas setas rojas y blancas a la sombra de un árbol. Pensó que se encontraría por ahí cerca, pero cambió completamente de idea al vover a leer ''donde los clavos del amor te dejan cicatriz al pasar a su lado''. ¿A qué se referiría con eso?

   Se sentó en la hierba al lado del árbol a pensar, muy sumergido en aquel acertijo.

   Pasaron tres minutos hasta que se dio cuenta de a qué se refería esa frase. Se levantó con energía y fue directo al rosal que había al lado de la fachada de la parte trasera de la mansión. Todas las rosas que había eran de color rojo, y los clavos, o pinchos de las ramitas, sobresalían amenazantes. Se acercó a la planta y estiró el brazo para coger una hoja de papel que había entre las ramas.

   Esbozó una sonrisa de oreja a oreja y se giró cara al sol para leer lo que ponía.

   -Enhorabuena. Has podido pasar el primer acertijo. ¿Podrás con el segundo? Claro que sí, no se me dan bien. Allá va: donde el canto se practica día y noche; donde los suaves plumíferos se acicalan con su pico; donde la libertad es directamente proporcional al tamaño del corazón del hombre.

   Como la última frase hablaba de una libertad limitada, volvió a entrar en la mansión, pero no completamente convencido. Desde luego esa era una pista bastante desconcertante.

   -Shun, ¿qué haces? -Le preguntó Seiya que acababa de salir de la cocina después de desayunar.

   -¿Eh? Hola, Seiya. Nada, solo... - No sabía qué excusa poner.

   -¿Solo...? -Quiso saber.

   -Estaba jugando a los acertijos.- Respondió.

   -¿A los acertijos? -preguntó curioso-. ¡Yo también quiero!

   -¿Qué? Ya jugaremos nosotros luego. Ahora me toca a mí solo.- Se excusó el peliverde.

   Caminó rápido hacia el salón para que no le insistiera más. Entró y dio una vuelta por toda la sala, pensando en dónde podría estar la siguiente nota. Se sentó en un cómodo sillón de cuero a meditar la solución. ''Donde el canto se practica día y noche''. No tenía ni idea de a qué se refería esa frase. Pensó en la ducha, ya que él solía cantar cuando se bañaba, pero no lo hacía día y noche, así que lo descartó. Siguió leyendo. ''Donde los suaves plumíferos se acicalan con su pico''. Eso era lo único que comprendía. Los suaves plumíferos con pico eran sin duda pájaros, pero... ¿qué tenía eso de pista? Siguió leyendo. ''Donde la libertad es directamente proporcional al tamaño del corazón del hombre''. Esa frase era tan desconcertante como la primera.

   Suspiró y salió del salón, con la cabeza llena de preguntas dando vueltas. Se quedó unos segundos bajo el marco de la puerta. Le llegaron a los oídos el sonido de los canarios de Shiryu desde la habitación de este. Sin duda tenían una potencia increíble. De repente le llegó la inspiración y subió las escaleras rápidamente hasta la habitación del dragón. Llamó a la puerta y aguardó a que este le abriera.

   -¿Shun? ¿Qué sucede? -Lo miraba de arriba abajo adivinando que había subido las escaleras muy acelerado.

   -¿Me dejas ver a tus canarios? -Le preguntó mientras entraba en la habitación.

   -Claro, pero, ¿a qué viene esto? -Quiso saber.

   Shun no contestó. Se aproximó a la jaula donde se encontraban las aves y con sus finos dedos cogió el papel que había dentro. Shiryu lo miraba atónito desde la puerta.

   -Tus canarios se pasan el día y la noche cantando y a veces no me dejan dormir. Se acicalan las plumas con sus picos.

   El dragón se acercó a él mirándolo con curiosidad.

   -Deberías dejarlos volar libres algún día.- Le sonrió el peliverde y salió de su habitación, dejando a un desconcertado Shiryu dentro.

   Se sentó en el último escalón para leer la siguiente nota.

   -Enhorabuena de nuevo, mi ángel. Sin duda, esta pista estaba demasiado mal hecha, ¿no te parece? Perdón por ser tan torpe en estas cosas, ya te lo recompensaré. En fin, vayamos con la siguiente: donde el sol arranca brillantes destellos de luz; donde las aves se posan al descender el vuelo; donde surgió la primera organización de vida; donde se encuentra la mayor necesidad del hombre.

   Lo primero que hizo Shun fue volver a salir de la mansión, pues si el sol arrancaba destellos de ese lugar y las aves se posaban en él, difícilmente se encontraría dentro.

   Paseó por el jardín levantando la mirada del papel cada poco, para ver si veía algo que lo ayudase.''Donde el sol arranca brillantes destellos de luz''. Pensó que en casi calquier zona de la fachada de la mansión, por ejemplo, en las ventanas, el sol hacía que brillara, pero no tenía sentido que le mandase trepar por la pared. Volvió a leer. ''Donde las aves se posan al descender el vuelo''. Esta frase tampoco le ayudaba. A veces los pájaros se posaban en su terraza, otras en el tejado. Pasó a la siguiente. ''Donde surgió la primera organización de vida''. Esta ya le daba más sentido. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue pensar en agua, y tuvo una ligera idea de dónde se podría encontrar la siguiente pista. Antes de hacer nada, quiso asegurarse leyendo la última frase. ''Donde se encuentra la mayor necesidad del hombre''. Definitivamente ya lo tenía.

   Caminó de nuevo hasta la parte trasera del jardín, ilusionado. Oyó el canto de las aves y sintió los destellos de luz de los que hablaba la pista.

   El ángulo necesario de visión le dejó la gran fuente que habían construido en honor a Atenea a la vista. Los pájaros cesaban su vuelo para ir a posarse en la piedra y beber del agua. Los destellos de luz hacían de todo ello una imagen hermosa. Se acercó al bordillo de la fuente pensando en lo mágica y necesaria que era el agua para la vida. Alargó el brazo hacia la piedra, cogió la siguiente pista con una sonrisa de oreja a oreja y se sentó en el borde para leer.

   -Enhorabuena otra vez, mi querido ángel. Esta será la última pista, la que te hará llegar hasta mí, y por fin sabrás quién es esa persona que te ha estado enviando tantas cartas durante tanto tiempo. Presta atención a lo que vas a leer. Aquí la tienes: donde la suave brisa te mece y te acaricia las mejillas; donde el descanso es lo más sagrado; donde las cuerdas de la lira emiten sonidos de dioses al viento.

   Cuando Shun leyó ''descanso'' inmediatamente entró en la mansión y subió corriendo las escaleras hasta su habitación. Abrió la puerta de golpe y miró hacia donde se encontraba su cama. Para su sorpresa, toda la estancia estaba vacía. La sonrisa que había llevado pegada en la cara desapareció de inmediato. Levantó la mano donde tenía la pista para volver a leerla, esperanzado.

   Notó la presencia de alguien detrás de sí y se giró para ver quién podría ser.

   -Hola, Shun- lo saludó Hyoga-. Iba abajo pero te econtré corriendo como si te fuera la vida en ello. ¿Estás bien?

   -Sí, Hyoga, estoy bien, gracias- se apresuró a contestar-. Solo estaba buscando una cosa y pensé que estaría aquí.

   -¿Qué cosa? -Preguntó, curioso.

   -No es nada.- Le sonrió, y salió rápidamente de la habitación para no responder a más preguntas de su amigo.

   Se paró bajo el marco de la puerta del salón para releer la nota y analizarla. ''Donde la suave brisa te mece y te acaricia las mejillas''. No podía estar dentro de la mansión si había brisa. Se sintió tonto y despistado al haber pasado ese dato por alto. ''Donde el descanso es lo más sagrado''. Pensó en la hierba, pero en el jardín había mucha, y no se puede mecer uno tumbado en ella. ''Donde las cuerdas de la lira emiten sonidos de dioses al viento''. Esa frase no le decía nada, desde luego, y pensó que no serviría para hallar dónde se encontraba su admirador, sino para otra cosa que no sabía cuál.

   Comenzó a caminar hacia el jardín. Parecía que quería marearlo. No hacía más que decirle que entrase y saliese de la mansión, pero en el fondo se estaba divirtiendo bastante.

   Cerró la puerta tras de sí y al comprobar que no había nada por la parte de delante que le pudiera ayudar caminó hacia la parte de atrás. Tenía la pista cogida con las dos manos, y miraba de un lado a otro en busca del chico misterioso.

   A medida que se alejaba más de la mansión por el jardín, empezaba a oír el sonido de una lira cada vez más cerca. Su corazón empezó a latir con fuerza, y en vez de seguir guiándose por la pista que tenía entre las manos, comenzó a guiarse por las notas musicales que paseaban armoniosas por el aire.

   Pronto entendió de dónde procedían. En el límite del jardín de la mansión había una especie de columpio con un asiento largo para varias personas lleno de cojines. El acero estaba cubierto de enredaderas, y la sombra de los árboles que había detrás le daban un toque mágico a ese lugar. El chico que le esperaba sin duda estaba siendo mecido en aquel columpio mientras reposaba tranquilamente aguardando a que llegara.

   Cuando llegó al lugar indicado guardó la última pista en su bolsillo y se acercó al columpio. La sombra de la persona que lo esperaba estaba tumbada en él balanceándose de detrás hacia adelante mientras tocaba con ágiles dedos una lira que tenía apoyada en su pecho.

   Shun pudo distinguir los cabellos rubios del joven que le estaba esperando. Se sorprendió al ver de quién se trataba, pues jamás habría sospechado de él.

   -Mime de Benetnasch.- Pronunció su nombre como un susurro.

   El rubio abrió los ojos rosados y lo miró. Se había vestido todo de blanco, como en Asgard, y al peliverde le pareció que estaba muy hermoso así. Se acercó aún más y se sentó a su lado mientras este se acomodaba y posaba con cuidado la lira en la hierba.

   -Shun de Andrómeda.- Le contestó en el mismo tono.

   -¿Fuiste tú quien me envió tantas cartas? -Le preguntó con los ojos muy abiertos.

   -¿Te gustaron? -Le preguntó con la misma expresión.

   -Son preciosas.- Le respondió sonriendo.

   -Me alegra mucho.- Le sonrió a su vez.

   Shun sabía más o menos cómo era la personalidad de Mime, muy parecida a la suya. Se armó de valor como pudo para apoyar la cabeza sobre el pecho de este, y cerró los ojos ante el contacto. Sin duda, el joven rubio le había conquistado.

   Mime lo miró desde arriba sorprendido y nervioso. Había llegado allí preparado para tener que dar muchas explicaciones, y este acto le había dejado sin palabra alguna. Lo único que hizo fue estrechar al peliverde entre sus brazos y cerrar él también los ojos.

   Después de estar un rato hermoso abrazados, Shun fue el primero en hablar.

   -¿Por qué? -Le preguntó simplemente, alzando la vista para mirarlo.

   -Esa es una pregunta muy general, mi ángel.- Le respondió este con tono solemne.

   -¿Por qué te has enamorado de mí? -Le preguntó, esta vez más acertado.

   -Porque tú me ayudaste a liberarme de las mentiras que apresaban mis recuerdos. Porque tú me ayudaste a ser feliz. Porque tenía que agradecértelo de alguna manera- hizo una pausa antes de seguir-. Porque eres como un ángel.

   Shun se lo quedó mirando al borde de las lágrimas. Nadie le había dedicado nunca palabras tan bonitas y tan puras como las que le había dicho él. Acercó su cara a la de Mime, y el corazón de este empezó a latir con más fuerza de la que ya lo hacía. Vio que el peliverde cerraba los ojos para besarlo, y este hizo lo mismo.

   Se quedaron allí toda la tarde, sumidos en un beso que Mime llevaba esperando durante mucho tiempo, y que Shun jamás habría podido soñar.

  

  

Notas finales:

Muchísimas gracias por leer y espero que les haya gustado tanto como a mí escribirlo :)


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