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Shi - Muerte por Ebth Terrible

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Notas del capitulo:

 

Oh Dios... sé que me arrepentiré de esto en unas horas, cuando tenga que levantarme para tomar una ducha e ir a la facultad.

Pero dije que iba a actualizar hace semanas, -que irresponsable que soy- y como se me dio la oportunidad, acabo de terminar de escribir, sí, hace unos minutos. Así que lamento la demora, este capítulo va para las almas masoquistas que gustan de sufrir, especialmente para las dos adorables personas que me dejaron su review: yukki_00 y lady_mischievous (la linda que siempre me deja review ♥). 

Advertencia: Traigan sus pañuelos, este capítulo va a ser menos feliz que el anterior.

 

 

 

 

 

Caminaba pacíficamente por las frías calles de la ciudad, el viento azotó contra su rostro, provocándole molestia, subió el cierre de su chaqueta, y metió sus manos dentro de los bolsillos de esta. ¿Cuántos meses habían pasado desde la muerte de Naruto? ¿Hacía cuánto tiempo había salido de ese molesto hospital? No lo sabía, ni siquiera sabía el día en que se encontraba. Observó con atención al otro lado de la acera, se detuvo pensativo antes de cruzar la calle, cuando sus pies tocaron la grama del parque, sus ojos se dirigieron de inmediato a los columpios. Un niño pequeño estaba siendo empujado cariñosamente por otro, se notaba lo mucho que le gustaba elevarse un poco y regresar para ser impulsado nuevamente hacia adelante, ambos pequeños reían escandalosamente, eso le causó un gran dolor en el pecho.

 

 

— Anda Sasuke, subamos — el rubio lo jalaba con insistencia, a pesar de no querer ir, él se dejaba llevar — Te prometo que te va a gustar ‘ttebayo — Torció el gesto en total desacuerdo, él no estaba para subirse a juegos de niños, aún extrañaba a su hermano, y una estupidez como la que proponía el dobe, no lo iba a cambiar.

 

— No quiero, entiende — Lo había dicho demasiadas veces, pero eso no detuvo a Naruto, sin importar sus palabras, lo empujó para que quedara sentado en ese nada seguro asiento de metal — ¡Dobe! — Se agarró de las dos varillas metálicas por impulso, no quería caer de espaldas al piso. Sin saber en qué momento el rubio había cambiado de lugar, este ya lo había empujado, en cuestión de segundos se encontraba bastante lejos del suelo, el viento acariciaba su rostro, los rayos del sol le tocaban con más intensidad, y de pronto dejó de elevarse, regresaba con más rapidez de la que esperaba, sintiendo una pequeña sensación de vértigo. Y antes de detenerse totalmente, el rubio lo había empujado hacia delante de nuevo, cerró los ojos disfrutando un poco más. Estuvo un par de minutos así, disfrutando ese pequeño entretenimiento, con la compañía y el inusual silencio de Naruto, después de tanta tristeza, llegó a sentir paz, aunque fuera por un momento.

 

— Tienes una bonita sonrisa — Abrió los ojos con sorpresa, ¿en qué momento se había detenido todo? ¿Por qué Naruto estaba frente a él, y demasiado cerca de su rostro? — Deberías sonreír más ‘dattebayo —un ligero sonrojo se instaló en sus mejillas, ligeramente abochornado desvió la mirada.

 

— El de la bonita sonrisa eres tú, dobe — Sonrió divertido antes de tomarlo de la nuca y robarle un beso.

 

 

 

Ese había sido el primer beso con Naruto, y la primera vez que sonreía desde la muerte de Itachi. Se alejó del parque con demasiada prisa, los recuerdos le destrozaban sin piedad. Siempre Itachi, siempre Naruto, siempre uno relacionado con el otro. Les había amado, a ambos, los seguía amando, los extrañaba, le hacían falta. Ninguno de ellos debió morir, al menos no sin él, ellos no debieron haber sido arrebatados de su vida, él tenía derecho a estar junto a ellos. Si tuviera a alguien más, de seguro también estaría muerto, pero claro, él no tenía a nadie más, Naruto era lo último que le quedaba, y por eso estaba enterrado junto a todos sus seres queridos.

 

Sus pasos lo guiaron al cementerio, él debía estar ahí. A pesar de lo mucho que amaba a Naruto, desde su muerte él no se había dignado a llevarle flores, a visitarlo, solamente lo extrañaba con locura.  Depositó las flores, rosas blancas, a un costado de la pequeña lápida con el apellido  Uzumaki grabada en ella, tomó una rosa, la besó suavemente, como si fuese la mejilla de su hermano, y  la dejó con delicadeza sobre la tumba de Itachi. Se recostó sobre la grama, entre ambas tumbas, y suspiró con pesar.

 

— Perdón, sé que debí venir antes — Acarició el mármol, aún sabiendo que con eso no lograría tocar al rubio. — Tenía miedo — Negó con la cabeza, no, no era eso — No quería aceptar que estabas aquí. No tú, no… — Se le cortó la voz con esa última palabra — Nunca te lo dije, debía hacerlo, pero soy un idiota y no lo dije — Se encogió como si fuese un niño asustado, clamando por estar en el vientre de su madre — Te amo, Naruto. Te amo, y debiste saberlo — Un dolor muy grande le oprimió el corazón, le lastimaba, es como si quisieran arrancarle la vida de ese modo. Al instante una lágrima se escapó de sus ojos, y cayó sobre la fría lápida sobre la que estaba recostado.

 

Se mantuvo largo tiempo así, quizá horas, o minutos. No hacía otra cosa que no fuera disculparse con el rubio, le decía lo mucho que lo amaba, y que le estaba agradecido por todo lo que había hecho por él. Ocasionalmente se daba la vuelta, y hablaba con Itachi, le recordaba que seguía siendo su más grande amor, que no debía estar celoso del dobe. Él los amaba a ambos, igual y diferente, pero los amaba. Para aumentar a su lista de desgracias, su cuerpo le recordaba que era humano, y después de quién sabe cuánto tiempo sin comer, debía alimentarse. Arrugó el entrecejo con molestia, él no quería comer, no lo haría.

 

 

—Ototô-baka no seas necio — Hizo un puchero ante el apelativo nada agradable que había empleado el mayor, se cruzó de brazos demostrando su molestia — Si no comes te enfermarás — Itachi de nuevo le ofreció la manzana roja que le había mostrado desde hace unos minutos.

 

— No quiero — Volteó el rostro con indignación, ¿es que Itachi no le comprendía? Él estaba triste, y no quería comer nada, haría huelga de hambre hasta que su pequeño conejo recuperara la vida.

 

—Te quiero mucho, Sasuke. Pero este berrinche se está pasando del límite — Le vio de reojo sin darle la cara — Es normal que estés triste por la muerte de Bigotes, lo entiendo — Descruzó sus brazos y se detuvo a verle — Es sólo que enfermándote no lograrás traerlo a la vida, él se ha ido y nada que hagas podrá cambiar eso — Sus ojos se humedecieron casi al instante, él quería a su mascota de vuelta, nunca en sus ocho años de vida había sufrido tanto.

 

— ¿Qué debo hacer nii-san? — Se lanzó a los brazos de su hermano, quien le recibió con un cálido abrazo, y un beso en el cabello — ¿Qué hago? — Las suaves caricias en su espalda le calmaban escasamente.

 

— Dejarlo ir, Sasuke. Dejarlo ir… — Apretó entre sus dedos la camisa negra de su hermano, y lloró hasta caer dormido.

 

 

Tal vez comer no estaría mal, aunque fuese una manzana como aquella. De pronto recordó un dato interesante, una sonrisa un tanto enferma se dibujó en su rostro, claro que una manzana no estaba mal, ¿qué tal diez o quince?  No, él no podría comer tantas, pero no tenía tanta prisa, podría encontrarse con ellos en un par de días, y esa vez sería la definitiva. Se despidió de ambos prometiéndoles regresar al siguiente día, sin más regresó a casa, debía ir de compras más tarde.

 

Le dio la última mordida al pequeño fruto, algo cansado extrajo las semillas oscuras que se encontraban en el centro de este, y los guardó en el frasco transparente en que había dejado las demás. Rió complacido, ahora sí estaba listo, nada ni nadie podría detenerlo. Subió a darse una ducha, se arregló como si tuviera una cita muy importante a la cuál asistir, siempre con ropas negras, pues su luto seguía con él. Tomó el collar que antes le había pertenecido a Itachi y lo colocó alrededor de su cuello. Iba a colocarse el collar de Naruto también, pero no, él no le quitaría su lugar a Itachi, así que lo enrolló en su muñeca, se colocó una chaqueta negra antes de agarrar el frasco de semillas, y salió de su casa por última vez.

 

De nuevo se encontraba frente al panteón de la familia, específicamente frente a la tumba de Itachi y Naruto, aunque esta vez estaba de rodillas. No se arrepentía de su decisión, simplemente estaba emocionado, él quería que todo acabara de una vez, él quería alcanzarlos. Abrió el frasco de vidrio, tomando una pequeña semilla se la llevó a la boca, la masticó rápidamente antes de tragársela, tomó la siguiente repitiendo la misma acción, y muchas veces más después de esa. En menos de dos minutos, luego de acabar con todas ellas, quedó rendido sobre la grama.

 

Respirar le resultaba difícil, entreabrió la boca para atrapar más oxígeno, el esfuerzo que realizaba era mayor a lo que había hecho en toda su vida, inclusive cuando practicaba deportes. Su corazón latía aprisa, acelerándose todavía más en cada segundo, sonrió con burla, empezaba a dolerle por la fuerza y velocidad en que trabajaba, cada latido resonaba en sus oídos. A pesar de estar acostado, se sentía mareado, como si estuviese en un barco con la marea descontrolada, cerró sus ojos negros para mitigar la sensación. No había notado el inmenso dolor de cabeza que se acrecentaba, hasta que en un impulso, la tomó con ambas manos, tratando de calmarlo. Era inútil tratar de recordar por qué había hecho eso, todo le resultaba lejano, sus padres, su hermano, su amigo, su conejo…

 

Todo lo veía distante, sólo podía pensar en lo mucho que sufría, en que le ardía el estómago, en que su cabeza iba a explotar, su corazón latía tan rápido y tan fuerte que temía se fuera a salir de su pecho, se encogió en sí mismo, y aún así nada mejoraba, la marea que lo arrastraba cobraba mayor intensidad, nada estaba en calma, ni siquiera el suelo en el que estaba recostado. Tomaba bocanadas más grandes para que aunque fuese un poco de oxígeno llegara a sus pulmones, un dolor todavía más grande se alojó en su brazo izquierdo hasta llegar a su pecho, y concentrándose en este, como si le quisiera arrancar el corazón. Con la fuerza que le quedaba arrancó la grama bajo sus dedos, y todo paró, lo último que logró percibir era ese inexplicable aroma a almendras, acompañando esa abrumadora oscuridad.

 

 

No supo cómo ni cuándo, pero se sentía arrastrado por una fuerza superior, ¿lo había logrado? No estaba seguro, no lograba distinguir nada, no sentía nada de lo que había sentido anteriormente, el dolor se había acabado, tampoco sentía que podía mover su cuerpo, si es que tenía uno, pero algo lo llevaba. Al parecer había un punto luminoso, era ese el que lo atraía, ¿a dónde ir? Parecía que le preguntaba esa fuerza, Con quienes amo, era su respuesta.  Esa fuerza se detuvo y le llevó en dirección contraria, un golpe de luz le cegó, y le empujó a una dirección desconocida.

 

Finalmente vislumbró una radiante luz que no le lastimaba, tras unos segundos de acostumbrarse a ella, logró ver a quienes en vida había perdido. Sonrió ampliamente, como quizá nunca había hecho, y se echó a correr tras dos figuras que en ese momento se encontraban juntas y dándole la espalda. Al parecer le habían notado mientras se acercaba, pues ambos voltearon y le vieron atónitos, ahí a pocos metros de él, se encontraban su amado hermano, y el rubio revoltoso, seres que pese al maldito destino, le habían brindado felicidad por algún tiempo.

 

Aceleró el paso para alcanzarlos y abrazarlos con todas sus fuerzas. Cuando estuvo a unos centímetros, casi rozándolos, ambos cambiaron sus expresiones por una infinita tristeza. Se dieron la vuelta, y emprendieron su marcha para alejarse de su persona. Intentó moverse sin éxito, él ya no podía avanzar más, quiso gritarles para que se detuvieran, sin embargo esos intentos morían en su garganta. No sabía si lloraba o simplemente sufría, bajó la mirada encontrando un panorama distinto al que recordaba segundos atrás, y fue entonces que se dio cuenta...

 

A donde ellos habían ido, él no podía entrar, porque la muerte se los había llevado cuando era debido, dándoles paso a ese lugar, y como él la había forzado a recogerlo, tenía prohibido ingresar, siendo su castigo, pasar la eternidad alejado de quienes inútilmente estuvo buscando.

 

 

Notas finales:

 


¿Les gustó? Díganme al menos que los hice llorar, vamos, que este fic está lleno de mi tristeza y malos momentos, que alguien sienta lo que trataba de hacerles llegar.


 


Sé que cuando empecé a escribirlo estaba devastada, pero hoy estoy un poco mejor, quizá porque no escribí el final hoy, ese lo tenía desde antes. O quizá porque tengo demasiada azúcar en la sangre (?)


 


Querido lector, si llegué a lastimar tu sensible corazón... lo lamento, no gusto de hacer sufrir a la gente, pero en parte me enorgullecería por tener éxito.


 


Actualmente no escribo historias tristes y/o trágicas, así que si quieren consolarse, les recomiendo pasar por alguno de mis otros fics, esos sí son felices (NO se pasen por Plan casi Perfecto, ese es triste y viejo).


 


Gracias por haber leído, y espero sus comentarios.


Bye, besitos.


 


PD: Son las 00:38, tengo que levantarme en menos de cinco horas, y tardo mucho en conciliar el sueño... Joder, para que vean que los quiero, bien pude hacerlos esperar más.


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