Un hombre, su mujer y su hijo llegaron hasta las puertas del cementerio de la ciudad. El pequeño iba de la mano de su padre, quien mantenía la mirada fija en las rejas de la puerta. La mujer llevaba un ramo de flores en sus brazos y el cabello rubio le ondeaba con el viento.
—Ten —le dio el ramo al hombre, de pelo azulado y mirada perdida—, me quedaré aquí con Shun —le dedicó una de sus encantadoras y tranquilas sonrisas.
—¿Te portarás bien hasta que vuelva? —El niño, que apenas tendría dos años, asintió levemente con la cabeza sin dejar de morderse la manga de la chaqueta—. Así me gusta —le pasó una mano por el pelo, revolviéndoselo, y atravesó la puerta del lugar.
Sus pasos le llevaron hasta una tumba donde descansaban las almas de dos personas a las que él había amado, y amaba, con todo su corazón.
Ikki contuvo las ganas de llorar. Hacía mucho tiempo que no iba a visitar a su madre y a su hermanito. Posó cuidadosamente el ramo de flores sobre la lápida fría y se acomodó los mechones tras las orejas, tratando de que el viento no le molestase.
—Cuánto tiempo sin venir a saludaros —les dijo—. Perdonadme, el trabajo me llevó casi un año lejos de la ciudad y acabamos de volver hace unos días. Oh, ¿recordáis a mi hijo Shun? Era solo un bebé la última vez que vine, pero se ha hecho todo un hombrecito. Está a punto de cumplir dos añitos —dejó de hablar y se sentó en el suelo cruzando las piernas, frente a ellos. Imaginaba que Shun y su madre se encontraban de pie a su lado y le escuchaban con una sonrisa—. Esmeralda y yo estamos muy contentos con él, pero si le hiciera honor a su nombre no sería tan revoltoso. Tiene cara de ser un angelito, pero no para quieto ni un momento desde que aprendió a caminar. Es un trasto, pero es dulce como la miel. Es imposible irnos a dormir sin antes haberle dado el beso de buenas noches, aunque cuando empieza a llorar nos despedimos del sueño —sonrió bajando la mirada melancólica al suelo—. Seguramente se parezca más a mí en ese aspecto —susurró—, siempre me contabas que de pequeño yo era muy inquieto, todo lo contrario a ti, Shun. ¿Recuerdas que mamá te dijo que había pensado que tenías serios problemas de vagueza? —Soltó una risa más animada— ¡Nunca querías separarte de sus brazos!
>>Si tan solo estuvieras aquí conmigo, Shun. No te mereces estar ahí, aunque sé en el fondo de mi corazón que siempre estarías en los brazos de mamá, y que te sentías tan vacío sin ella… yo también lo estaba por entonces, y la vida era muy dura, pero trataba de protegerte de la crueldad del mundo todo lo que podía, y al final, no sirvió para nada. Pensé que podría haberte sacado de la miseria. Estaba convencido de que juntos conseguiríamos ser felices, pero estaba equivocado.
>>Si tan solo me hubieras contado todo… ahora, quizás, estaríamos visitando juntos a mamá, y no os estaría hablando yo aquí, solo sin más compañía que vuestro recuerdo.
>>Aún así, pude hacerle frente al destino y ahora, con Esmeralda y Shun, puedo sonreír todos los días. Pero no hay ni uno solo en el que no me acuerde de vosotros. Estáis tan dentro de mi corazón que sería imposible no soñar con vuestra compañía.
>>Se me olvidaba: todavía, a día de hoy, no sé nada de papá. No he hecho mucho por tratar de saber dónde está, o cómo está, y lo cierto es que me siento mal por ello, pero después de todo lo que ha pasado, me recuerda el miedo que tenía de perder a Shun y me hace tener pesadillas otra vez. Algún día le encontraré y hablaré con él, os lo prometo. Le preguntaré qué tal está y trataré de recuperar la relación padre e hijo. Solo sé que cuando iba a visitarle a la cárcel, parecía estar recuperándose casi por completo, y poco a poco fui perdiendo casi todo el rencor que le guardaba. Cuando salió, yo me tuve que mudar a otra ciudad, me casé con Esmeralda y perdí contacto con él. Pero es distinto verle a través de un cristal que encontrarme con él cara a cara después de todo lo que ha ocurrido…
Se levantó del suelo y acarició las flores por una última vez.
—Os quiero —les dijo antes de volver con Esmeralda y su hijo.
Salió del cementerio con la cabeza gacha y su esposa le abrazó con cariño. Comenzaron a bajar por el camino para regresar a casa y se encontraron a un hombre que subía. Se intercambiaron una corta mirada y se alejaron. Nunca más volvieron a encontrarse.
El hombre entró en el cementerio con una sonrisa de nostalgia. Anduvo por entre las lápidas y los mausoleos hasta que llegó a un nicho en una pared. Alzó la mirada para leer lo que ponía en él y contuvo una risa nerviosa y triste.
—¿Me recuerdas, Johnny? —Preguntó—. Igual no, hace mucho que dejé de teñirme el pelo de rojo. La verdad es que no sé por qué nunca me dijiste lo mal que me quedaba. Supongo que teníamos cosas mejores en las que pensar, o eso creíamos.
>>¿Por qué desperdiciamos nuestras vidas? Éramos jóvenes e idiotas. Sobre todo lo primero. No teníamos sentido común alguno y a día de hoy aún me estoy preguntando qué motivos nos movían a hacer lo que hacíamos.
>>Que sepas que ayer salí al fin de la cárcel. Tenía ganas de visitarte, pero me contuve. No quería desperdiciar un día tan especial para esto. Por tu culpa me condenaron a muchos años de prisión, de hecho, todo el resto de nuestros compañeros salieron hace bastante tiempo. Sí, yo fui el que más estuvo encerrado, pero me sirvió para recapacitar y darme cuenta de muchas cosas. Entre ellas, de lo mucho que te odio. Pero no te preocupes, odio tu yo del pasado, tu yo presente ahora me cae bien. Nunca tuve que haberme enamorado de ti.
>>En realidad, todo es por mi culpa. Estás muerto por mi culpa. Hyoga está muerto por mi culpa, y también su amor. Me merecía pasar el resto de mi vida entre barrotes, pero el destino es injusto, la verdad. Siempre ha sido injusto. Jamás tuve que haberte contado los planes de Hyoga. Si no hubiera abierto la boca, él seguiría con vida, libre, en otra ciudad, disfrutando de la felicidad que le había sido arrebatada. Pero no, fui un completo capullo. Quizá tú también estarías vivo. Quizás estarías en la cárcel, pero estarías vivo.
>>Te odio por todo lo que me has causado, pero al mismo tiempo quiero pedirte perdón. Insisto en que es todo por mi culpa, y jamás conseguiré deshacerme de esta pesada carga. No sabes cuán afligido estaré cuando consiga volver a vivir como una persona normal, si es que no decaigo otra vez. Bueno, han hecho un excelente trabajo conmigo ahí dentro, así que no creo que eso suceda.
>>Desearía conservar un poco de la ira que me recorría las venas por aquel entonces, así no tendría tantos remordimientos.
>>En fin, si pudieras contestarme, me hubieras mandado a la mierda hacía rato, así que me iré ya y te dejaré descansar tranquilamente. Y no, no creo que vuelva a visitarte nunca más, no te preocupes.
Daniel se llevó una mano a la boca, dándose un beso en los dedos, los cuales alzó y, soplando, dejó que la esencia del beso llegase hasta la fría losa de piedra. Dio media vuelta sin mirar atrás y fue hasta la tumba donde se encontraba Hyoga. La miró durante unos cuantos minutos, transmitiéndole sentimientos de disculpa y pidiéndole perdón mentalmente. Entonces, recorrió todo el cementerio hasta llegar a su linde, y se quedó observando la ciudad, hacia un lado, y el campo verde hacia el otro.
Tras unos momentos, salió del cementerio pensando en la nueva vida que le esperaba, y no fue hasta su muerte, muchísimos años después, que volvió a visitar a los que habían sido sus únicos amigos.