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Si pudiera volar por AndromedaShunL

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Notas del capitulo:

Este es el segundo capítulo, nada más que decir :P Espero que lo disfruten!!! ^^

    Shun volvía de clase pensando en lo que había pasado la noche anterior. Se había refugiado en la música para no escuchar los sonidos procedentes del salón, pero aún así no podía apartar su mente de ello. Cuando se levantó con su hermano para ir a clases, pasó fugazmente por el salón y descubrió ropas de mujer sobre el sofá y en el suelo, así que pensó que estarían durmiendo en la habitación de su padre. Y no se equivocó. Oyendo los pasos de los hermanos la muchacha de unos veinticinco años salió de la habitación con una camisa cubriéndole el cuerpo y pidiéndoles disculpas apresuradamente cogió su ropa y salió de la casa.
    

    Llegó al portal del edificio casi sin darse cuenta y subió. Su hermano aún no había llegado pero su padre se encontraba en el salón viendo la tele con una lata en la mano. Pasó sin decir nada hasta su habitación, nervioso, y dejó la mochila en una esquina bajo la ventana. Se sentó en la cama y aguardó, no sabía a qué. Pronto oyó la voz de su padre desde el salón e intentó ignorarlo, pero él empezó a gritar su nombre y no pudo hacer más que ir a ver qué quería.

—¿Dónde está? —Preguntó desde el sofá.

—¿Quién?

—¿Quién va a ser? ¡La mujer!

—Se fue por la mañana —respondió con voz temblorosa.

—Es decir, que has hecho que se vaya.

—¡No, no! ¡Se fue ella al vernos!
    

    Su padre se levantó del sofá y se dirigió hacia la puerta donde se encontraba Shun, haciendo que este retrocediese unos pasos por el pasillo. Era bastante alto e imponía respeto desde la perspectiva desde donde lo miraba Shun. Lo agarró bruscamente por la manga de la camisa escolar y le hizo cerrar los ojos del miedo.

—¡La próxima vez lárgate tú! ¡Es mi casa y si me da la gana me traigo cinco prostitutas en una noche! ¿Entendiste? —Lo zarandeó y casi hizo que cayese al suelo— ¡Al menos ellas me sirven para algo, inútil! ¿Acaso crees que llegarás a algo en tu puta vida, crío de mierda? ¡Hoy no te quiero ver en casa! —Abrió la puerta— ¡Fuera, largo de aquí! —Lo empujó todo lo fuerte que pudo hacia fuera y Shun se golpeó el hombro con el marco de la puerta, cayendo al suelo y quedando tendido en él mientras su padre lo miraba con desprecio. Dio un portazo y lo dejó allí sollozando.
    

    Se sentó con la espalda apoyada en la pared y hundió el rostro entre los brazos, pero pronto se llevó una mano al hombro herido. Unos minutos después oyó el sonido de unas pisadas que subían las escaleras y levantó la mirada para ver a su hermano. Nada más ver a Shun allí sentado y con lágrimas en los ojos corrió hacia él y se agachó preocupado.

—¡Shun! ¿Qué ha pasado? —Preguntó alterado.

—Yo... me echó... —dijo apenas.
    

    Miró a Ikki a los ojos y vio que el odio se iba acumulando en ellos por momentos. Se encogió sobre sí mismo y sintió que su hermano dejaba la mochila a su lado y entraba en casa bruscamente.
    

    Su padre se había vuelto a sentar en el sofá, pero se giró para ver entrar a Ikki y fulminarlo con la mirada, e inmediatamente éste se acobardó y olvidó por completo todo lo que tenía pensado gritarle hacía unos segundos. Bajó la cabeza y fue hasta su habitación, cogió la mochila de Shun y volvió a salir.

—Vamos... iremos a una cafetería a comer, ¿te parece bien? —Le preguntó después de cerrar la puerta.
    

    Shun no respondió pero asintió con la cabeza. Se levantó aún temblando y cogió su mochila. Salieron del edificio y fueron unas calles más allá, a una cafetería bastante buena. Pidieron unos bocadillos y comieron tranquilamente mirando la televisión que había en una estantería por encima de la barra.

—Hoy tenía que ir a la biblioteca con un compañero para hacer un trabajo —comentó Ikki.

—Ve, no me importa. Iré a comprar algo para mañana y daré un paseo...

—¿Tienes deberes?

—Pocos.

—Hazlos ahora mientras pido un café.
    

    Cuando ambos acabaron allí Shun tuvo que insistirle para que no se quedase con él y que fuera tranquilamente a hacer el trabajo. Ikki le dejó dinero y se despidieron en la puerta de la cafetería.
    

    Al principio Shun no sabía a dónde ir, pero a medida que caminaba sus pasos le fueron llevando a un parque arbolado cerca de los límites de la ciudad. Pasó entre los árboles que ya habían florecido y miró sonriente los prados llenos de margaritas. La zona recreativa para los niños estaba un poco más allá a la que se accedía por un sendero bastante ancho. Caminó por él y oyó las voces de los niños pequeños que jugaban en los columpios. Los padres estaban sentados ocupando casi todos los bancos y hablando unos con otros sin quitarle un ojo a sus hijos, y Shun echó de menos esos años en los que él también jugaba con Ikki en ese mismo parque.
    

    Paseó por uno de los laterales de los juegos y perdió su mirada con cada correteo de los pequeños. Luego de unos minutos caminando fijó su mirada en uno de los columpios más alejados, casi entre los árboles, donde estaba sentado un joven al que reconoció al instante. No se le veía la cara pues la tenía gacha, y entrelazaba sus manos apoyadas en las piernas. Shun no quería acercarse hasta allí, pero sus piernas lo traicionaron y lo llevaron directo pero despacio.
    

    Hyoga alzó la cabeza cuando vio la sombra de Shun en la hierba y lo miró sin mostrar ninguna reacción. Un mechón de cabello rubio le escondía el moratón de la otra noche, pero una ráfaga de aire se lo dejó al descubierto y Shun abrió la boca para decir algo sin llegar a articular palabra.

—Hola —le sonrió Hyoga.

—Hola Hyoga —titubeó— ¿Qué te ha pasado?

—Ah, ésto —dijo llevándose una mano al moratón—, nada importante. ¿A dónde vas con esa mochila?

—Es la de clase.

—Imaginaba —sonrió y Shun se sonrojó de la tontería que había dicho.

—Es una larga historia —dijo sin darle mayor importancia.

—Tengo tiempo —contestó éste.

—Bueno... no tengo ganas de contarla.

—Eso ya es otra cosa.
    

    Shun empezó a sentirse incómodo, ya que no conocía a ese muchacho de nada y no sabía qué decirle. Vio que Hyoga se levantaba del columpio y se quedaba en frente de él, mirándolo. Era unos diez centímetros más alto que él y parecía ser bastante fuerte. Se preguntó por primera vez cuántos años tendría, pero no se atrevió a interrogarle al respecto.

—¿Tienes tiempo? —Le preguntó el rubio.

—Sí —contestó Shun después de pensárselo unos segundos.

—¿Te apetece dar un paseo por el parque? Así podremos conocernos un poco mejor.

—Como quieras.
    

    Hyoga sonrió satisfecho y comenzaron a andar por la hierba, dejando atrás la zona recreativa. El parque era bastante grande y una de sus zonas daba a varios paseos bajo un túneles de enredaderas y rosas. Fueron hasta allí y pasaron por debajo de uno, luego se sentaron en un banco que había más allá.

—¿Cuántos años tienes, Shun? —Le preguntó.

—Quince, ¿y tú?

—Vaya, creí que eras mayor. Yo tengo diecisiete.

—¿Cuántos creías que tenía?

—Pues... la verdad es que no lo sé —rio y Shun lo miró y rio con él.
    

    Se quedaron un rato en silencio. Unos pavos reales pasaron por delante de ellos sin prestarles atención y los vieron desplegar las colas cuando ya estaban algo lejos.

—Cuando era más pequeño solía correr detrás de ellos y cogía las plumas que se les caían —comentó Hyoga.

—¿De verdad?

—Sí, era un crío, todo me parecía divertido.

—¿Y ahora qué te parece divertido? —Se le ocurrió preguntar a Shun.

—¿Qué te lo parece a ti?

—Pues no lo sé... un parque de atracciones, ir a la playa, escuchar música... ¿tú? —Volvió a preguntar.

—Yo tengo un concepto bastante diferente sobre diversión —dijo nada más.

—¿Tiene que ver con ese moratón? —Dijo arrepintiéndose inmediatamente después por su osadía.
    

    Hyoga lo miró seriamente y después sonrió de una manera que a Shun no le gustó nada.

—Sí, puede que tenga que ver.
    

    Volvieron a quedar en silencio durante unos minutos cuando Shun pensó que no podía permanecer más allí al lado de ese joven extraño. Se levantó del banco y se cargó la mochila sobre los hombros. Se dio media vuelta y se topó con los ojos penetrantes de Hyoga que lo miraban interrogante, aún sentado.

—¿Te vas?

—Sí... creo que debería volver ya a casa.

—¿Crees? —Frunció el ceño.

—Eh... ya te dije que era una historia muy larga.

—Siéntate y cuéntame, igual puedo ayudarte si es que lo necesitas —le ofreció dulcemente.
    

    Shun se lo quedó mirando y le pareció que decía la verdad. Tenía los ojos fríos pero su mirada lo estaba derritiendo por dentro de alguna manera.

—Lo siento, quizá mañana —se resistió.

—¿Querrías quedar mañana? Aún tengo que devolverte el favor.

—Como quieras, no tengo nada que hacer en la tarde.

—¿Te parece bien en la plaza Labrada? ¿Sabes dónde es?

—Sí, sí, está cerca de mi casa.

—¿A las seis?

—Está bien.

—Allí nos veremos, pues —se levantó del banco y lo miró a los ojos.
    

    Shun sintió que estaba entrando en su alma y estaba investigando todos sus secretos, pero no era una sensación desagradable. Hyoga se acercó más a él y lo abrazó. Después se separó de él y le sonrió.

—Hasta mañana, Shun. Cuídate —le deseó.

—Gracias. Tú también —se despidió.
    

    Shun se alejó de allí y Hyoga hizo lo mismo por el lado contrario. Pensó que podría ir a buscar a Ikki a la biblioteca, pero luego se le pasó por la mente la idea de ir hasta casa para ver si su padre había salido o aún se encontraba allí. De todas formas tendría que volver tarde o temprano para dormir, así que tomó el camino que lo llevaría a su hogar.
    

    Cuando llegó sintió que el corazón le daba un vuelco y cuando abrió la puerta del portal el hombro con el que se había golpeado empezó a dolerle en señal de advertencia. Subió las escaleras y se paró en frente de la puerta de casa, acercando el oído para ver si oía algo, pero no percibió ningún sonido. Un poco más aliviado se decidió a entrar. Caminó despacio por el pasillo hasta el salón y vio que no había nadie.

—¿Hola? —No obtuvo respuesta y suspiró tranquilizándose.
    

    Fue hasta su habitación y comprobó que casi eran las nueve. Dejó la mochila en el suelo y se dirigió a la cocina a preparar algo de cenar, pero se maldijo a sí mismo pues se había olvidado de comprar comida y las tiendas ya habían cerrado. Pensó que no tenía que haber ido hasta el parque o al menos no haberse quedado tanto tiempo con Hyoga en él.
    

    Abrió la nevera y sacó un poco de queso que quedaba y dulce. Del armario cogió un envase de zumo de naranja y lo vertió en dos vasos, uno para él y otro para Ikki. Cortó el queso, racionándolo, y le puso trozos de dulce por encima. No era mucho pero al menos era algo.
    

    Ikki llegó un poco después y fue hasta la cocina despacio para ver quién era, encontrándose con Shun que se había quedado quieto cuando sintió la puerta de casa abrirse. Ambos respiraron aliviados al verse de nuevo.

—¿Y eso? —Preguntó Ikki señalando la mesa.

—Lo siento, se me olvidó ir a la tienda y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, así que sólo pude hacer eso para cenar —dijo bajando la mirada.

—Es más que suficiente. Además, yo he traído chocolate para después, si quieres.
    

    A Shun se le iluminaron los ojos. El chocolate era casi su mayor debilidad.

—¡Claro que quiero! —Exclamó sonriendo.
    

    Se sentaron a la mesa y comenzaron a cenar sin atreverse a poner la radio. Cuando acabaron se lavaron los dientes, se pusieron el pijama y entraron en la habitación. Cogieron cada uno un libro y siguieron leyendo por la página en la que lo habían dejado, y cuando dieron las once apagaron la luz y durmieron. Su padre no apareció por casa en toda la noche.


    

   

    Habían estado ordenando todas sus pertenencias en la nueva base durante toda la tarde. El centro comercial era tan grande que les llevó tiempo elegir dónde lo guardarían todo. Johnny les ordenó que lo dejasen todo en el tercer piso, dentro de uno de los despachos de tamaño considerable, en el que cabían todos tranquilamente, bien protegido de miradas ajenas. Muchos de ellos se habían resistido porque querían un lugar más amplio, y aún siguieron cabreados cuando Hyoga llegó y los fulminó a todos con la mirada, llamándolos idiotas por no pensar en el peligro que corrían de ser descubiertos si ponían su base en donde ellos querían.

—Parece que soy el único con neuronas aquí —añadió después.
    

    En una de las secciones del centro habían encontrado una sala en la que guardaban colchones, así que allí establecieron su lugar de descanso para reuniones o planes que requirieran días de preparación.
    

    Daniel bajó hasta el parking para determinar salidas estratégicas en caso de que los encontraran. Mientras tanto el resto de la banda se sentaron en sillas alrededor de la mesa donde estaba Johnny presidiendo. Cuando Daniel volvió les contó las salidas que podían tomar en caso de urgencia.
    

    El líder lo miró complacido por su trabajo pero no dijo nada. Sacó de los cajones una libreta que había dejado antes allí y un boli y se puso a escribir.

—He estado en contacto con Kevin. Los policías lo interrogaron y me pidió disculpas. Al parecer les contó nuestra antigua localización y cómo nos organizábamos.

—Ese hijo de puta... —susurró Hyoga entre dientes.

—Shhh. Eso no es todo. Está en libertad con cargos y le han pedido que se integre de nuevo a la banda lo antes posible y les vaya informando de todos nuestros movimientos. Claro que ésto no me lo contó, pero gracias a Edd me ha sido posible saber de esta traición —miró con aprobación a uno de los miembros sentado en primera fila.

—Nunca confié en ese tío —dijo.

—¿Y qué vamos a hacer con él? —Preguntó Daniel.
    

    Johnny lo miró y le brillaron los ojos. Soltó una carcajada de repente y Hyoga sonrió maliciosamente, seguido de todos los demás, quienes se incorporaron a la risa.

—Basta —dijo—. No es cosa sencilla. Es la primera vez que uno de nosotros traiciona Toxic, pero quedó más que sentenciado que quien lo hiciera pagaría las consecuencias. Edd, ya que tú has sido quien me ha informado de todo ésto, te dejo el honor de darle una sorpresa a Kevin. No me importa cuándo ni cómo, sólo que pague por la traición, ¿entendido?

—Lo haré con gusto —sonrió.

—Hyoga —lo llamó sobresaltándolo—, ahora te toca a ti. ¿Dónde has estado esta tarde? ¿Por qué no has acudido a ayudar?

—No tengo por qué responder a eso. Aunque sea fiel miembro de Toxic tengo vida más allá de la banda.
    

    Todos se quedaron en silencio durante unos segundos. Algunos lo miraron furiosos, otros asustados por lo que pudiera decir Johnny al respecto. Aunque lo que asomó a sus ojos fueron expresiones de sorpresa cuando escucharon la risa de su líder.

—Buena respuesta, hermano. No pongo en duda que tengas más responsabilidades. Pero aún así no puedes salir impune. Se había llamado a todos los miembros esta tarde y no has aparecido, así que cuando Edd esté dispuesto a hacer su trabajo lo acompañarás y lo cubrirás. Nunca viene mal un poco de vigilancia.

—No será ningún problema.

—¿Por qué debería acompañarme? Puedo arreglármelas yo solo —protestó Edd.

—Sí, claro. No sé cómo vas a darle su merecido si no tienes fuerza ni para levantar una mesa —estalló uno en carcajadas.

—Silencio —ordenó Johnny—. Te cubrirá y punto. No quiero oirte rechistar más, ¿entendido? —Edd no dijo nada—. Así me gusta. Para acabar, estoy planeando otro ataque, pero esta vez directos a la comisaría de policía. Cuando esté todo preparado os informaré, pero promete de verdad —sonrió—. Podéis iros a casa, escoria.
    

    Todos se levantaron y fueron saliendo por la puerta armando un ruido bastante grande. Hyoga estaba a punto de salir cuando Johnny lo llamó.

—Espera un momento, rubio. Dime de verdad, ¿qué has estado haciendo por la tarde? No sueles faltar nunca cuando lo ordeno, pero imagino que no hay necesidad de preocuparme por tu fidelidad a Toxic, ¿o sí?

—No hay ningún motivo —dijo.

—¿Entonces?

—Mis padres me retuvieron en casa toda la tarde por no aparecer la otra noche, eso es todo.

—Ah —no dijo nada más.
    

    Hyoga se dio la vuelta y se marchó sin dar más explicaciones. La noche era profunda y el cielo estaba despejado, dejando todas las estrellas y la luna creciente al descubierto. Sacó del bolsillo una caja de tabaco y encendió un cigarrillo. No solía fumar mucho pero estaba algo alterado por todo lo que estaba sucendiendo esos últimos días, y echar unas caladas lo relajó.     
    

 

    Unos minutos después salió Johnny del centro con la mochila colgada del hombro izquierdo. Se acercó a Hyoga y le pidió un cigarrillo.

—Bonita noche, ¿verdad? —Comentó. Hyoga asintió con la cabeza—. Mañana a las diez aquí, que no se te olvide.

—No se me olvidará.

—Eso espero —tiró el cigarrillo y se fue de allí.
    

    Hyoga se dejó caer apoyando la espalda en la pared. Echó otra calada y cerró los ojos. Instantáneamente, el recuerdo de Shun acudió a su mente y sonrió sin saber por qué. Pensó en lo que escondía aquel joven bajo aquellos ojos verdes, pero al intentar sacar sus propias conclusiones quedó más confundido de lo que estaba. Luego pensó que debería volver a casa, ya que eran casi las tres de la madrugada. Se levantó del suelo y comenzó a caminar, intentando inútilmente no rememorar la tarde que había pasado con Shun.
    

    Llegó a casa y nada más lavarse los dientes se echó en la cama. Intentó permanecer un rato despierto pero el sueño lo dominó apenas unos minutos después y se durmió profundamente, y por una vez desde hacía mucho tiempo soñó que Toxic no existía y seguía yendo a clase, volvía a casa y sus padres le preguntaban qué tal le había ido esa mañana. Se sentaban juntos a comer y compartían sus vivencias, como había sido años anteriores, ahora recordados como un cristal translúcido para él.


    

 

    Sintió que se le salía el corazón del pecho cuando oyó los ronquidos de su padre desde la habitación. Había vuelto por fin y por desgracia, y haciendo el menor ruido posible despertó a Ikki y fueron a desayunar. Su padre no se dio cuenta y salieron de casa con las mochilas cargadas. Por fin era viernes, y los fines de semana no solía aparecer su padre por casa para nada.

—Nos vemos después, ¿vale? —Dijo Ikki.

—Claro. Ah, por cierto —lo llamó antes de que se diera la vuelta—, hoy voy a salir por la tarde, no te importa, ¿verdad?

—No, claro que no. ¿Con quién? —Preguntó curioso.

—Con Shiryu —se apresuró a contestar—. Vamos a ir... a casa de Seiya y luego a dar un paseo —mintió.

—Con Shiryu y Seiya... —murmuró Ikki no muy convencido—. Está bien. Bueno, ya nos veremos en casa que si no llegaremos tarde. Hasta luego, Shun.

—Hasta luego.
    

    Las horas de clase pasaron lentas, pero esta vez Shun no tuvo problemas para concentrarse como los días anteriores. Tenía felicidad guardada en su interior por el día que tenía por delante: sin tener que preocuparse por su padre y saliendo por la tarde con Hyoga. Pensar en él hizo que se le desmarcara el paso normal de su corazón. No supo por qué pero pensó que se había puesto rojo. Shiryu, quien se sentaba a su lado lo miró.

—¿Qué te pasa? —Le preguntó.

—¿Eh? Ah, nada... Bueno, nada importante.
   

    Shiryu lo miró extrañado y le dijo que ya le preguntaría de nuevo en el recreo, y así lo hizo. Se separaron un rato del grupo de amigos y se sentaron en la cafetería.

—Ahora quiero que me diga qué pasa —insistió Shiryu.

—Es que... bueno, hace unos días conocí a un chico y... ayer me lo encontré en el parque y... quedamos hoy a las seis —dijo con timidez.

—Uau, ¿en serio? ¡No me lo esperaba? ¿Y cómo se llama?

—Hyoga.

—¿Cuántos años tiene? ¿Qué vais a hacer? —Lo abordó de preguntas.

—Diecisiete y no lo sé.

—¿Cómo es?

—Pues... es rubio, tiene los ojos azules, alto...

—¿Y te gusta?
    

    Esa pregunta sí que no se la esperaba. Sus mejillas se fueron tornando de color rojo mientras pensaba en aquella posibilidad, sin saber qué responder y sin querer hacerlo.

—¿Y bien? —Insistió Shiryu.

—¡No, claro que no! —Exclamó apartando la mirada.

—Eso es un sí —rio.
    

    Shun se resistió a continuar con aquella conversación y volvieron a clase cuando sonó la campana sin mencionar de nuevo a Hyoga. Las tres últimas horas volvió a desconcentrarse mientras pensaba en el rubio y en la pregunta de Shiryu que le había pillado de improviso.
    

    Cuando la campana tocó se despidió de sus amigos y salió rápidamente del colegio hacia su casa. Tenía pensado comer con su hermano y hacer los deberes antes de la hora a la que había quedado para que le diese tiempo a prepararse sin problemas. Llegó y así hizo: dejó la mochila en su cuarto, dio un grito de júbilo al no estar su padre en casa y fue a la cocina a hacerse algo de comer para él y para su hermano, quien apareció unos cinco minutos después. Comieron tranquilos y Shun fue a hacer sus deberes como había planeado. Terminó pronto porque no eran muchos ni muy difíciles y se metió en la ducha. Salió con el pelo mojado y una toalla cubriéndole de cintura para abajo. Sacó de su armario una camiseta verde, una camisa de cuadros y unos vaqueros y se vistió. Se secó el pelo con la toalla y se asomó al espejo para peinarse.
    

    Ikki lo miraba con curiosidad. Hacía mucho tiempo que no lo veía con tanta vitalidad en el cuerpo y eso le alegró enormemente. Deseó con toda su alma que esa tarde se lo pasase bien con sus amigos y pensó que podría llamar él también para salir con los suyos.

—¿Qué hora es? —Le preguntó Shun desde el baño.

—Aún las cinco y media, tienes tiempo de sobra para llegar.

—Sí. Pero saldré ya. No me importará esperar.

—Como quieras. ¿Cogiste la cartera?

—¡Ay, no! ¡Casi se me olvida! —Corrió hasta su habitación y la sacó de uno de los cajones del escritorio, la guardó en el bolsillo y se dirigió hasta la puerta de casa.

—Las llaves —le dijo Ikki antes de que cerrara y Shun se sintió muy tonto—. Pásalo bien —le deseó mientras le veía salir de casa.

—Gracias. Tú también.
    

    En unos minutos llegó hasta la plaza y miró el reloj de una de las farmacias que marcaba las seis menos cuarto. En el centro había una fuente y fue hasta ella con la intención de sentarse en el borde cuando lo vio allí mismo, con el agua cayendo por detrás de él, leyendo un libro con una mochila abierta a su lado.
    

    Se acercó con timidez a él y lo saludó, sacándolo de entre las páginas.

—Buenas tardes —le correspondió Hyoga.

—¿Llevas mucho tiempo esperando? —Preguntó preocupado.

—Llevo mucho tiempo aquí, pero iba a empezar a esperar cuando diesen las seis —respondió sonriendo—. ¿A dónde te apetece ir?

—No lo sé —titubeó—. Me da igual.
  

    Hyoga guardó el libro en la mochila y se levantó colgándola al hombro.

—Caminemos sin más —dijo.
    

    Shun asintió con la cabeza y salieron de la plaza con paso lento. El menor miraba hacia abajo mientras que Hyoga miraba hacia el frente, pero sin decir nada. Siguieron y a mitad de la calle el rubio frenó y miró a Shun.

—Conozco una cafetería en la que hay billares, ¿sabes jugar? Yo pago las rondas.

—Vale, aunque no sé jugar, nunca he probado.

—Te enseñaré. No está muy lejos de aquí.
    

    Llegaron a la cafetería y Hyoga pidió una coca-cola e invitó a Shun a un zumo de manzana. Bajaron las escaleras del local hasta llegar a los billares. Eran tres y escogieron el que se encontraba en una esquina. Posaron las bebidas en una mesa que había al lado y cogieron un taco cada uno. Hyoga metió la moneda y colocó las bolas cuando salieron.

—¿Quieres romper tú? —Le preguntó.

—No creo que le dé a ninguna bola —sonrió.

—Inténtalo —sonrió con él.
    

    Shun se acercó al billar y estiró los brazos para darle a la bola blanca. No sabía muy bien cómo se cogía el taco y cómo tenía que colocar las manos y el cuerpo, pero intentó hacerlo lo mejor posible. Miró a Hyoga de reojo y luego volvió a concentrarse, dando un golpe a la bola blanca que chocó contra las demás, moviéndolas apenas unos centímetros.

—Te ha faltado fuerza, pero al menos le diste. No puedo decir yo lo mismo de mi primera vez —rio Hyoga—. Me toca —miró las bolas y cómo habían quedado después del golpe, se estiró, golpeó la blanca con el taco y de un solo toque logró meter dos bolas rayadas. Fue hacia el otro lado de la mesa y cargó de nuevo contra otra, que metió en una de las esquinas. Miró a Shun y vio que estaba bastante sorprendido. Sonrió para sí y queriendo le dio a una bola lisa—. Vaya, tienes dos tiros ahora —dijo disimulando.

—¿Dos tiros?

—Sí, he hecho falta —se encogió de hombros.
    

    Shun lo miró un momento a los ojos y luego al billar. La bola blanca había quedado bastante lejos de las que tenía que meter y dudó mucho de que llegase a darle a alguna. Caminó hacia uno de los laterales y disparó. Se sorprendió cuando sin saber cómo le dio a una de las suyas, pero se maldijo al comprobar que ahora lo tenía más difícil. Hyoga le recordó que tenía otro tiro más. Caminó de nuevo alrededor, pero estaba muy mal posicionada y no encontraba la postura para darle.

—Espera, Shun —le pidió Hyoga—. Mira —se acercó a él y lo puso de espaldas a la mesa de billar. Hizo que pasase los brazos por su espalda y que mirase a la bola blanca—. Intenta darle así —le dijo.
    

    Shun se sintió un poco extraño en aquella postura, pero haciendo lo imposible golpeó la bola blanca, la cual golpeó la bola lisa que tenía delante y sorprendido vio cómo caía por el agujero.

—¡Muy bien! —Lo apremió Hyoga aplaudiendo—. Ahora ven, tienes otra aquí fácil —le dijo mientras daba un sorbo a su coca-cola—. Mira, así —le cogió de la cintura y le hizo echarse sobre la mesa para llegar a la bola que había quedado casi fuera de su alcance desde todos los lados.
    

    Shun sintió cómo se echaba sobre su cuerpo mientras le colocaba los brazos y se puso colorado como un tomate. Miró a Hyoga y éste se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Se sonrojó también y le pidió disculpas. Shun sonrió tímidamente e hizo lo que le mandó. Cargó contra la bola blanca y le dio a la que tenía delante, pero no consiguió encajarla esta vez. Se separó de la mesa y bebió un trago de su zumo mientras miraba cómo Hyoga se echaba sobre la mesa para jugar. Le pareció que debajo del jersey que llevaba debía de estar bastante musculado y sus espaldas eran anchas y bastante atractivas. Se sorprendió a sí mismo imaginándoselo sin camiseta y cuando se le acercó bajó la cabeza avergonzado.

—¿Qué pasa? —Le preguntó.

—No, nada... —se apresuró.

—Te toca.
    

    Veinte minutos más tarde terminaron la partida con la victoria aplastante de Hyoga como era de esperar. Aún así, había hecho todo lo posible para que Shun encajara todas las bolas menos una, y como la partida ya duraba mucho dejó de darle a la bola negra para prolongarlo y decidió meterla por fin.

—Son las siete y diez, ¿a dónde quieres ir ahora? —Le preguntó colgándose la mochila al hombro y terminando su coca-cola.

—No lo sé.

—¡Qué difícil eres! —Exclamó divertido—. ¿Te apetece ir a bailar a un pub?

—¿Ir a bailar a un pub? —Repitió.

—Es divertido, yo te colaré —le insistió.

—Bueno, no sé... nunca he ido a ninguno —dijo no muy convencido.

—Te lo pasarás bien —le sonrió.

—Vale, está bien —cedió después de meditarlo unos largos segundos.
    

    A Hyoga se le iluminaron los ojos y casi automáticamente lo cogió de la mano y lo llevó fuera de la cafetería. Estaba empezando a chispear pero no le dieron importancia. Shun lo siguió hasta una zona de la ciudad llena de bares y locales para jóvenes y adolescentes, con las calles llenas de gente, algunos con bebida en las manos, otros fumando, otros simplemente hablando y divirtiéndose.

—Ahí es —le dijo mirando a uno de los pubs—. La música no es una maravilla pero es bailable —dijo encogiéndose de hombros.
    

    Se acercaron a la entrada y Shun vio que un portero bastante alto pedía identificación para entrar. Hyoga caminó unos pasos más hacia él y sacó de su mochila lo que parecía un petardo pequeño. Lo lanzó a uno de los lados sin que nadie se diera cuenta y estalló en el instante, provocando que todos los que estaban por allí se girasen para mirar qué había sido aquéllo. Hyoga agarró del brazo a Shun y lo metió en el pub rápidamente.
    

    Cuando ya estuvieron dentro Shun lo miró a los ojos como preguntándole el por qué había hecho eso, pero Hyoga sonrió divertido y lo llevó más adentro. El ambiente era bueno y la música no estaba tan mal, siendo en su mayoría electrónica y pop moderno. Los jóvenes bailaban en las pistas y los que no estaban entados a la barra o apoyados en la pared.
    

    Hyoga pidió una cerveza y le preguntó a Shun si quería tomar algo.

—No gracias —le dijo.

—Cualquier cosa me avisas, ¿vale? —Le volvió a sonreír.
    

    Dejó el vaso sobre la barra y bajo vigilancia y tomó a Shun para llevarlo a la pista de baile. Ahora tocaba una canción movidita que el menor no sabía cómo bailar, pero vio a Hyoga que lo cogía de las manos y lo hacía moverse. Se sentía estúpido y avergonzado, pero unas canciones más y se fue incorporando poco a poco. Ahora se movía con más alegría y sonreía mientras veía a Hyoga bailar con él.
    

    Dos canciones más y volvieron a la barra. Hyoga tomó de su cerveza y Shun lo miró mientras bebía. Salieron a bailar más veces y cuando ya había oscurecido salieron de allí. Ahora la lluvia era más intensa y las nubes cubrían el cielo y no dejaban ver las estrellas. Hyoga sacó un pequeño paraguas de su mochila.

—Sabía que algún día lo necesitaría —rio y lo abrió, refugiando a Shun a su lado—. ¿Vives muy lejos? Te acompañaré a casa —le dijo.

—Muchas gracias, Hyoga —le dijo y comenzaron a caminar hacia su casa.
    

    No hacía frío pero sí un viento que parecía proceder del oeste, el cual les ponía a bailar los cabellos en el aire, despeinándolos.
    

    Un rato más tarde llegaron al portal de Shun y se quedaron bajo el paraguas unos momentos.

—Me lo he pasado muy bien hoy —dijo Hyoga.

—Yo también. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto —confesó.

—¿Te gustaría salir mañana otra vez?

—Me encantaría —dijo bajando la mirada.

—¿Tienes teléfono?

—No, no tengo.

—Vaya. Bueno, es igual —giró al cabeza sin saber muy bien qué decir—. Entonces, ¿quedamos a la misma hora en el mismo lugar?

—Me parece bien —sonrió.

—Perfecto —se quedó unos segundos mirándolo a los ojos, quedándose definitivamente sin palabras.

—Será mejor que suba ya —dijo Shun dándose la vuelta.

—Espera —lo llamó y le hizo girarse. Lo miró más intensamente que antes y lo cogió de la cintura, atrayéndolo hacia sí. Cerró los ojos y lo besó, pillándolo completamente por sorpresa, pero Shun se dejó llevar casi al instante.
    

    Sin poder evitarlo se le escapó el paraguas de las manos y quedaron sin resguardo contra la lluvia que caía sobre ellos, pero no les importó. En ese momento sólo existía aquel beso para ambos.

Notas finales:

Muchísimas gracias por leer y dejen sus comentarios si lo desean!!! Siempre da fuerzas para continuar :D


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