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Cárcel de hielo por AndromedaShunL

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Notas del fanfic:

Aquí les traigo un one-shot después de uno de mis parones escribiendo. Los personajes son propiedad de Masami Kurumada. Espero que lo disfruten mucho, y prometo escribir más cuando acabe el curso. ¡Sólo me queda semana y media!

Notas del capitulo:

Pues no sé qué decir, más que disfruten de esta pequeña historia en la que se narra lo que pudo haber pasado en la casa de Libra cuando congelaron a Hyoga de Cisne.

     Apenas podía sentir ya mis manos. El corazón se me estaba congelando sin remedio, y mis ojos solo veían el frío. Oía cómo las agujas de hielo se iban apoderando de mi cuerpo y me paralizaban sin que yo pudiese hacer nada. En mi mente sólo rondaba un pensamiento. Mamá.

 

—Hyoga, no eres digno de ser llamado caballero —escuché decir a Camus, mi maestro—. No tenías que haber venido nunca a este lugar, ahora descansarás para siempre con tus recuerdos, no sentirás ninguna perturbación y podrás reunirte con el ser al que más añoras.

 

     Antes de cerrar los ojos pude observar cómo se alejaba de mí, y el sueño eterno me llegó. Pensé en mi madre. Camus me la había arrebatado, me la había llevado más lejos de lo que ya estaba de mi alcance, y lo peor de todo es que no fui capaz de hacer nada para frenarle. Pero ya no importaba, pues en unos pocos minutos estaría reunido de nuevo con ella, después de tantos años. Pensé después en mis amigos. En Seiya, ese valiente caballero que tenía la cabeza más dura que una piedra, pero con el que tan bien me llevaba. Pensé en Shiryu, tan disciplinado, tan serio, tan buen amigo como era. Pensé en Shun, la persona con el corazón más tierno que había conocido nunca, tan aparentemente frágil pero a la vez lleno de sorpresas. Por último pensé en Ikki, tan cabeza dura como Seiya, y tan hombre como pocos. Orgulloso pero leal a sus principios. Inevitablemente lo comparé con su hermano. Eran como el verano y el invierno.

 

     Pude sentir el llamado de Atenea, mi diosa, desde el lugar donde se hallaba tendida, herida en el pecho por una flecha dorada. Levántate, me decía, sigue luchando, pero nada podía hacer para moverme. Estaba encerrado en mi sarcófago de cristal, tallado expresamente por mi maestro Camus. No podía deshonrrarle escapando de la muerte que él me había dado.

 

     Y cada vez se oscurecían más mis pensamientos, hasta que me sentí dentro de un sueño. Todo a mi alrededor era negro como el carbón, pero al voltearme vi una luz que me llamaba, que me decía que fuese a su encuentro. Y allí la vi, Natassia, mi madre, mi amada madre. Me llamaba con ella, me hacía señas para que caminase con ella, y no pude resistirme. Los ojos se me llenaron de lágrimas nada más verla, y mis brazos temblaron entre los suyos. Cerré los ojos cuando me abrazó y me acarició el pelo.

 

—Pensé que nunca más volvería a verte, madre —susurré.

 

—Por qué estás aquí, Hyoga —me preguntó al oído con su dulce voz.

 

—Quise volver a verte.

 

—Eres muy joven para estar aquí, hijo mío. ¿Por qué te has rendido tan pronto? Tus amigos te están esperando.

 

—No quiero regresar con ellos. Quiero permanecer a tu lado para la eternidad.

 

—Debes luchar, Hyoga, eres un caballero. Aún no es el momento de nuestro reencuentro.

 

—No me dejes solo otra vez —le rogué—. He pasado tanto miedo, he sufrido tanto dolor... sería injusto mandarme de vuelta allá.

 

—La muerte aún no te quiere a su lado, Hyoga. Y no todo ha sido sufrimiento. Piensa en tus amigos, piensa en ellos, piensa en Atenea, no puedes abandonarlos ahora que tanto te necesitan.

 

—Ya he pensado en ellos, madre, estoy seguro que podrán continuar sin mí. Son muy fuertes, sí, estoy seguro que lo lograrán.

 

—Eres tan joven, Hyoga. Eres mi pequeño, siempre lo has sido. Yo también te he echado de menos.

 

 

 

 

 

     La armadura de libra se había aparecido ante ellos. El viejo maestro se la había enviado a su discípulo para que rompiese los hielos que apresaban al caballero del cisne, quien dormía entre el frío con semblante triste.

 

—¿Estás seguro que podrás destruirlo? —Preguntó Seiya preocupado.

 

—No os preocupéis, amigos. Mi viejo maestro me presta su armadura y sus fuerzas para que podamos continuar nuestro camino —contestó Shiryu.

 

—Ten cuidado —le deseó Shun, quien no podía apartar la mirada del joven congelado, preguntándose qué pudiera haberle pasado.

 

     Ya antes habían sentido cómo el cosmos de Hyoga desaparecía del mundo, inevitablemente, y una sacudida les llegó al corazón, pensando que lo habían perdido para siempre.

 

—Primero mi hermano, Ikki, y ahora Hyoga. No me lo puedo creer —susurró para sí y giró bruscamente la cabeza con las lágrimas asomándole a los ojos.

 

     Seiya se quedó observando cómo Shiryu concentraba su poder en el arma que empuñaba entre las manos, una de las espadas de la armadura de libra. Cerraba con fuerza los ojos y de él emanaba un aura muy poderosa. De repente, dio un gritó y se lanzó hacia la cárcel de hielo alzando el arma. Cayó sobre él y hundió la hoja en el hielo. Se posó bruscamente en el suelo y todos aguardaron unos segundos hasta que la tumba se empezó a resquebrajar. Shun corrió hasta ella para coger a Hyoga quien caía al suelo.

 

—¿Está bien? —Preguntó Shiryu acercándose deprisa.

 

     Shun se volteó para mirarlo y negó con la cabeza.

 

—Está muy frío, Shiryu, lleva ahí dentro mucho tiempo.

 

—Pero no podemos dejarlo aquí —comentó Seiya.

 

—Pero tenemos que continuar —dijo Shiryu.

 

     Se quedaron un rato pensando, sin decir nada. Shun aún sostenía a Hyoga entre los brazos y lo miraba buscando una solución.

 

—Seguid, yo me quedaré con él.

 

—¿Cómo dices? —Preguntó Seiya perplejo.

 

—Haré lo que sea para salvarlo.

 

Shiryu asintió y tomó a Seiya del brazo, quien se había quedado mirando a Shun con sorpresa.

 

—Nos reuniremos después —dijo Shiryu.

 

—Os alcanzaremos —sonrió Shun.

 

     Los dos se fueron de la casa de Libra, dejándolo solo con Hyoga. Tenía la piel más pálida que la nieve y estaba frío como el hielo. Shun lo miró de arriba abajo pensando qué podría hacer para ayudarlo. Palpó su cuello y su frente y lo tendió sobre sus piernas. Lo rodeó con los brazos y cerró los ojos. Lo único que puedo intentar es elevar mi cosmos para apartar el frío que cubre tu corazón.

 

     Se centró todo lo que pudo buscando su cosmos y haciendo que estallase como el fuego para calentar a su amigo. No sabía si aquéllo iba a funcionar, pero no podía quedarse de brazos cruzados sin hacer nada.

 

 

 

 

 

     Mi madre no había dejado de abrazarme desde que hube dejado mi cuerpo en la prisión de cristal. Se estaba tan bien entre sus brazos... Pero de repente sentí que algo alteraba aquel espacio, aquel momento perfecto. La oscuridad que nos envolvía empezó a aclararse como el amanecer que sigue a la noche.

 

—Tienes que volver, Hyoga —me dijo mi madre mirándome a los ojos—. Nos volveremos a encontrar, pero no ahora.

 

—No, madre, no quiero irme de tu lado.

 

—Vete hacia allá, hacia el lugar de donde viene el calor del mundo —me soltó y se alejó unos pasos de mí—. Aún no perteneces al cielo.

 

—Madre, no —murmuré y la vi desaparecer entre las tinieblas.

 

     Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a sentir mucho miedo. Estaba solo en la oscuridad, no quería moverme, no quería hacer nada, solo dormir. Sentí que la luz del amanecer se iba haciendo más intensa y se acercaba cada vez más a mí, hasta que me cubrió por completo. Entonces pensé que alguien me llamaba, que decía mi nombre desde una dimensión en la que yo no estaba. Me levanté sin ganas pero queriendo saber a quién pertenecía la voz que me llamaba. No había superficie que pisar, pero aún así caminé sin rumbo entre aquel lugar tan luminoso que me estaba dejando sin visión.

 

 

 

 

 

     El agua derretida cayó por mi piel, acariciándome, y el calor inundó mi cuerpo de nuevo. Lo había añorado mucho. Abrí los ojos después de haber estado tanto tiempo durmiendo en otro mundo, y vi cómo Andrómeda apretaba los dientes y los párpados del esfuerzo. Me incorporé todo lo que pude.

 

—¡Shun! ¡Shun!

 

     El joven de cabellos verdes como esmeraldas abrió los ojos y dejó de emitir su poder para salvarme la vida. Me sonrió y cayó hacia un lado, cansado y sin fuerzas.

 

—¡Shun! —Lo llamé más fuerte pensando que lo había perdido, pero aún sentía su cosmos debilitado.

 

     Shun volvió a abrir los ojos y a mirarme.

 

—¿Estás bien, Hyoga? —Preguntó con un hilo de voz.

 

—Estoy bien, Shun.

 

—Pensé que no conseguiría salvarte.

 

—No te preocupes, ahora yo cuidaré de ti. Gracias, amigo, gracias de verdad.

 

—Era mi deber.

 

     Nos quedamos un rato mirándonos a los ojos, sin saber qué decir. Shun se había sacrificado para salvarme la vida, y yo aún quería quedarme en aquel mundo que aún no me había llamado. Soy un egoísta, pensé, y era verdad. No había tenido en cuenta a mis amigos ni a mi diosa, a la que debía salvar y sufría en esos momentos la furia del mal.

 

     Sin embargo, no pude moverme mientras contemplaba la mirada de Shun. Era tan pura, tan hermosa, que me había cautivado. Él también me miraba y me pregunté si estaría pensando lo mismo que yo. Me sonrojé sin poder evitarlo y giré despacio la cara para que no se diese cuenta, pero él se rio en voz baja y supe que me había pillado.

 

—Eres muy bonito, Hyoga —me dijo—. Siempre quise decírtelo.

 

—Tú también lo eres, Shun —le contesté casi sin pensar, pero era más que cierto.

 

—Te... quiero.

 

     Hizo acopio de energía y se me acercó para besarme los labios levemente. Sonrió tímidamente y yo con él, sin saber qué decir.

 

—Tenemos que seguir —dijo por fin—. Tenemos que salvar a Atenea, Seiya y Shiryu nos estarán esperando —intentó levantarse y se tambaleó cayéndose al suelo, pero yo lo sostuve a tiempo.

 

—Descansa, Shun. Estás agotado. Yo te llevaré hacia allí. Ahora recupera tus fuerzas, ambos las necesitaremos.

 

     Asintió levemente y lo alcé con mis brazos. Lo miré una vez más y él cerró los ojos. Le di un beso en la frente y le volví a agradecer su sacrificio. Comencé a caminar por la casa de libra con él entre mis brazos y nos dirigimos a lo que probablemente sería nuestro final.

Notas finales:

Muchísimas gracias por leer! Espero que les haya parecido bonito y comenten si quieren :3


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